La Formación de los Estados de Ánimo
Es un aspecto muy importante para que nuestros
esfuerzos, nuestro matrimonio, el trabajo apostólico y la vivencia de nuestra vocación cristiana sea
siempre fecunda y eficaz.
No es malo sentirlos, sino el dejar que nuestra
conducta fluctúe al ritmo de los estados del humor.
Consecuencias del desconocimiento de la naturaleza, función y educación
de los estados de ánimo
Sufrimiento por los cambios de humor.
Freno del trabajo por la santificación personal y apostólico.
Pone en peligro la perseverancia.
¿Qué
son los estados de ánimo?
Son estados afectibles variables relacionados con
estímulos y emociones pasajeras.
No es casual, depende en parte de factores corporales
y de factores psíquicos.
Actitud
frente a ellos:
Conocerse
¿Cuál es mi estado de ánimo fundamental?
¿Cuáles son mis estados de ánimo mas frecuentes,
cuáles sus variaciones?
¿Influyen en mi comportamiento?
Autoanalizarse y consultar con el director
espiritual.
Conocerse en el campo psíquico, afectivo y
fisiológico
Aceptarse
Aceptar:
Toda nuestra personalidad como un don de Dios.
Nuestros propios dones psíquicos, corporales, afectivos y emotivos, con nuestro temperamento, con nuestro pasado familiar.
Nuestros límites y fallas con humildad.
Nuestros dones, cualidades y virtudes en
actitud de humilde y gozoso reconocimiento, como María
La vocación cristiana
Y gozar agradecidos los dones que nos ofrece la vida y la
existencia dada por Dios.
El presente, trabajar en él activamente para difundir el
Reino de Cristo.
El futuro con esperanza, alegría y serenidad.
Todo cuanto bueno, bello y grande ofrece la vida.
Aceptación como acogida total al plan de Dios y la
alegría por los dones recibidos, por nuestra vocación y destino providencial.
Superarse
Educarse en la
ecuanimidad
Ecuanimidad es la
respuesta que, tanto la razón, cuanto la fe y el ideal dan a los altibajos de
los estados de ánimos y que consiste en el predominio habitual de un estado de
ánimo sereno, equidistante entre la alegría desorbitada y el abatimiento
excesivo.
Desde el punto de vista
ascético, es habituarse a cumplir la voluntad santísima de Dios sostenidos por
la voluntad, la fe, el amor y la abnegación frente a las diversas
circunstancias de la vida.
Educación de los
estados de ánimo
Requiere paciencia, sinceridad con nosotros mismos,
tenacidad, voluntad, método, pero debemos estar seguros que veremos frutos
tangibles
Esta estabilidad es la mejor base para levantar sobre
seguro nuestra santificación y nuestro trabajo al servicio de nuestro prójimo y
del Reino de Cristo.
a) No es una labor represiva, sino algo totalmente
positivo y fecundo.
Disciplina y control,
para encauzarlos.
b) Orientación habitual hacia el ideal de nuestra
vocación cristiana que es Cristo, su Reino, el cumplimiento de nuestros deberes
de estado y el servicio de nuestro prójimo.
Identificarnos con la vocación a la que Dios nos ha
llamado.
c) Distinguir entre estados de ánimo y principios que
han de regir nuestro comportamiento.
Tales principios son los de fe y de razón, los
valores, las actitudes, los buenos hábitos, el ideal de nuestra vida y de y de
nuestra vocación de seguidores de Cristo.
d) No importan los cambios de humor, lo que importa
es que nuestra conciencia perciba claramente los principios.
Que la sensibilidad esté alterada jamás debe ser un
argumento para apartarnos del camino de la voluntad de Dios. Cuando nos ayude y
concurra en la misma dirección que el plan de Dios, bienvenida sea.
Es la perseverancia en el bien, en la misión
confiada, la que imprime a nuestro carácter el rasgo decisivo de la estabilidad
y da a nuestra personalidad el componente de madurez.
Como cristianos nos es absolutamente necesario el
lograr un control pleno de nuestros estados de ánimo, de lo contrario, no sólo
quedará disminuida nuestra fecundidad apostólica y los intereses del Reino de
Cristo, sino que corre peligro nuestra perseverancia en la vivencia auténtica
de mi vocación cristiana.
1. Acudir a la dirección espiritual para que nos
ayuden a conocernos a nosotros mismos, a trazar un plan estratégico de trabajo
y a encontrar en ellos el legítimo apoyo y estímulo.
2. Seguir el ejemplo de María.
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