Cien maneras diferentes de amar
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El materialismo del amor
Con Creatividad
Multiplicando el cariño
Esclavos del amor
Tacto y amabilidad
Con entereza
Cantidad y calidad
El arte de amar
El materialismo del amor
Hay algo de lo que estamos convencidos por la experiencia: o amamos al otro cónyuge con hechos o no le amaremos nunca, por muchos efluvios que afirmemos nos suben del corazón a la cabeza.
Casi todos leímos, desde nuestra adolescencia, mucha poesía de amor.
No falta tampoco quien la escribió, con mayor o menor fortuna.
En uno y otro caso, nos sentimos transportados a una nube de algodón, desde la que cualquier acontecimiento cobraba un brillo distinto.
El amor era algo inefable y misterioso de definir.
Ha sido ese variopinto mundo de sensaciones embriagadoras el que nos lleva a caer en un falso espiritualismo del amor.
Pensamos que algo tan grande y tan inaprensible no podíamos trasladarlo al plano de las realidades tangibles. ¿Cómo someterlo a una norma? ¿Por qué voy a romper su fascinante espontaneidad? ¿Acaso es posible materializar el amor?
En esta última idea, me gustaría centrar mis comentarios: El materialismo del amor.
Que nadie se escandalice ni encuentre una contradicción en estas dos palabras. Se trata, más bien, de considerar las maneras concretas en las que podemos mostrar que amamos al otro, y eliminar de nuestra persona, todo aquello que le desagrada, e impida que pueda querernos más.
Con creatividad
Hay algo de lo que estamos convencidos por la experiencia: o amamos al otro cónyuge con hechos o no lo vamos a amar nunca, por muchos efluvios que afirmemos nos suben del corazón a la cabeza.
Hechos constantes y sonantes son los que se requieren, como la mejor garantía de nuestro amor.
Aunque el verdadero amor es creativo y se ingenia mil modos de expresarse, me ha parecido que valía la pena ofrecer un posible muestrario de formas de amar.
Se podrá pensar que son cosas muy pequeñas y casi "simplonas", pero cuando no se viven es que hay algo que no funciona en el matrimonio.
Multiplicando el cariño
Amar es recordar el día del santo y el cumpleaños procurando dejar esa hoja del calendario un poco más libre para dedicarle una mayor atención.
Amar es conocer los gustos del otro y procurar complacerlos interesándose por ellos. Todavía recuerdo aquella mujer que acompañaba a los toros a su marido desde el noviazgo y a su muerte, transcurridos cuarenta años, nos enteramos de que ir a una plaza de toros le ponía especialmente nerviosa. De hecho, nunca lo superó.
Amar es pensar, por principio, bien del otro. No buscar una segunda intención. Confiar en su palabra, aunque haya algún indicio de que a veces flaquee. La confianza genera confianza y multiplica el cariño.
Amar es no irse a la cama, después de alguna “bronca” sin haber hecho las paces. ¿Quién toma la iniciativa? El que esté un poco más sereno.
En estos casos, el gran enemigo es siempre el amor propio que se resiste a doblar. Precisamente porque es el amor propio, no hay otra forma de vencerlo que con el amor ajeno. Resulta inmensa la satisfacción que produce esa victoria.
Amar es dejarse amar por Dios y caminar en su presencia alimentándose del pan de la vida eterna.
Amar es anticiparse a una necesidad sin que el otro tenga que pedir ayuda. Es una actitud que requiere tener los ojos abiertos y olvidarse, un poco, de nuestras cosas para pensar en quien queremos.
Amar es ponerse una máscara al llegar a casa con un gran disgusto para no contagiar y, menos descargar, el mal humor. Es clásico el consejo de los psicólogos que estimulan a cantar, en medio de la contrariedad, como la mejor forma de eliminar la adrenalina.
Esclavos del amor
Amar es escuchar las nimiedades que puede contar el otro e interesarse por detalles de su trabajo o su quehacer diario aunque pensemos que tiene poca entidad.
La tiene porque son sus "cosas". Amar es estar menos preocupado de quién manda en casa y más dispuesto a obedecer los dos.
¿A quién?: el uno al otro, en una tarea que es inteligente y que no tiene otro límite que el de la propia dignidad. Como bien decía Raimundo Julio: amar es aquello que hace esclavos a los libres y libres a los esclavos. Eso sólo es posible cuando se ha valorado la enorme dosis de libertad que hace falta para atarse.
Tacto y amabilidad
Amar en el matrimonio es que sepa cada uno descubrir el anhelo de intimidad conyugal que el otro está pidiendo, sin poner pretextos de cansancio o dolor de cabeza. Y mucho menos "dar una limosna".
Lo que pide el amor es que si al otro no le apetece "haga teatro" y siga las insinuaciones de quien lo pide. Eso es también amor del mejor cuño, aunque alguien pueda decir que es hipocresía.
Amar es corregir de un modo tan suave y amable que el otro se dé cuenta del gran dolor que le está produciendo hacerlo.
Amar es hacer una llamada telefónica a la madre del otro para decirle alguna cosa amable, sea cual sea el talante de la suegra.
Con entereza
Amar es soportar con entereza una enfermedad, sean cuales fueran sus consecuencias, y cuidarlo con un esmero exquisito, aunque se prolongue.
Amar es querer al marido-mujer más que a todos los hijos juntos y demostrarlo de manera que la voluntad del otro prevalezca sobre el capricho de los hijos.
Amar es estar convencido, a pesar de todos los pesares, de la fuerza creadora del amor que se sintetiza en esa frase tan conocida: donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor.
La mejor manera la aprendemos de Jesucristo que dio su vida por sus amigos.
Cantidad y calidad
Amar es levantarse y agarrar el teléfono por tercera vez cuando se tiene la seguridad de que la llamada es para el otro.
Amar es dar al otro la dedicación de tiempo que le corresponde en justicia, sin olvidar que esa "calidad" de tiempo exige un mínimo de "cantidad".
Amar es no dejarse devorar por el trabajo y preguntar al otro cómo percibe esos síntomas.
Amar es orar juntos.
El arte de amar
Con intención he ido mezclando los aspectos que suponen mayor profundidad, con otros más concretos y sencillos. Todos son importantes. Es posible que puedan servirnos, para hacer una señal sobre cada cuestión y ver si hemos ganado por puntos o perdemos por goleada.
Lo único que me proponía era abrir un tema: el arte de amar. Un oficio que nunca se aprende del todo, aunque todos decimos saberlo.
Antonio Vázquez, revista “Hacer Familia”,