Hasta el final del final - Matrimonio
Miguel Aranguren
Luna y Sol, octubre 2008
La experiencia
de los que han fracasado
Dicen que el matrimonio está en crisis. Dicen que los jóvenes ya no
quieren casarse. Dicen que han triunfado formas más libres de
convivencia que no ponen el riesgo la posibilidad de un fracaso. Dicen
que el divorcio exprés ha pasado por la institución familiar como un
tornado y que los casados desgajan el armazón de sus promesas con apenas
un trámite con el que se hace realidad el “si te he visto no me
acuerdo”.
Los que dicen y dicen tantas banalidades acerca del matrimonio
desconocen la esencia misma del amor, que no es una mera probatura, un
vamos a ver qué tal, un si no funciona aquí santas pascuas. El
matrimonio poco tiene que ver con esas relaciones de todo a cien
fabricadas en molde y en las que uno juega al amor como pudiera haberse
puesto a jugar a las chapas.
El matrimonio es algo muy serio. Muy bonito
y muy serio, que ambos términos se complementan bien y trazan el dibujo
de la institución primigenia de la sociedad humana: un hombre y una
mujer que se quieren y porque se quieren deciden formar entre ellos una
unidad sin condiciones. Repito, sin condiciones, de tal forma que puedan
sobrellevar con alegría los sinsabores de una larga vida en común. Pero
también los momentos felices, los proyectos y la formación de nuevas
vidas.
La belleza del matrimonio está desde hace tiempo mal contada. Puede que
los que estamos implicados hasta el tuétano en la vida familiar hayamos
dejado a otros –que han fracasado en el amor– que cuenten en qué
consiste la vida en común. Y claro, como cada cual bebe de su
experiencia han transfigurado el matrimonio en un esperpento que poco o
nada tiene que ver con la realidad.
El noviazgo es una faceta interesante, fundamental para ceñir después un
vínculo más sólido. Pero nos confundimos cuando focalizamos toda la
atención en los novios, ya que estos aún viven una especie de sombra del
amor en la que no existe el compromiso ni, por tanto, la entrega
radical. El hombre o la mujer que cambian y vuelven a cambiar de novio,
de ligue, de compañero o de amante ocupan demasiada atención en nuestra
vida (los medios de comunicación, las películas, las conversaciones, el
sector de la información rosa…), como si fueran ellos los auténticos
adalides del amor. Por sus rostros y testimonios deducimos que disfrutan
en esa búsqueda a veces enfermiza de la estabilidad emocional con la que
se lanzan a aventuras sin ton ni son que ya desde el principio anuncian
a los cuatro vientos su caducidad. La versatilidad de sus acompañantes,
la sensación de seguridad que muestran ante cámaras y micrófonos, la
interpretación de estar viviendo una historia de cuento desfigura la
realidad, que es mucho más amarga: “no consigo soportar a nadie o nadie
logra soportarme a mí, mientras a mi lado siempre encuentro a algún
familiar y amigo que mantiene un amor estable y duradero con el que se
libran de tantas lágrimas, de tanto ir y venir con el corazón en las
manos, dispuesto a entregárselo al primero que me lo pida”.
Pero el matrimonio es grande
Detrás de la careta de aparente felicidad del novio eterno, del amante
sin par, suele esconderse el escozor de una vida no completada. Porque
el amor es donación, un proyecto que comienza el día que se verifica el
compromiso público de amar a otra persona hasta los huesos, en salud y
en enfermedad, en bonanza y necesidad, y que no termina nunca porque
nunca acaba de perfeccionarse. La donación matrimonial es total y
creciente, una suerte de perfección humana que –si se plantea bien, sin
reservas de egoísmo en un por si acaso– cada vez nos hace más felices
porque nos convierte en más dueños de nosotros mismos mediante nuestro
abandono total en el otro.
Tal vez escriba un lenguaje difícil de entender por esta sociedad en la
que los papeles están cambiados. Como decía al principio, es hora de que
los que vivimos la pasión del matrimonio comencemos a contar que no se
trata de una equivocación de la juventud. Ni mucho menos. Es la mejor
elección que pueden tomar un hombre y una mujer que se quieren y desean
quererse hasta el final del final. Así de sencillo.