Desafíos contemporáneos de educación
Vea también: 'Educar desde el Corazón de Jesús'
conferencia del obispo de
San Sebastián (video)
Carta Pastoral Conjunta de Pentecostés 2017 “Me enseñarás el camino de la
vida” (Sal 15, 11). Desafíos contemporáneos de educación
INTRODUCCIÓN
1. “Me enseñarás el camino de la vida” (Sal 15, 11). Este es el modo en que el
salmista expresa el deseo profundo del ser humano de ser iniciado en el
recorrido de su existencia, en el camino vital hacia la plenitud, en la
necesidad de penetrar en la realidad, comprendiendo su verdad, realizando el
bien en el asombro de la contemplación de su belleza.
2. El núcleo fundamental de la educación no es una cuestión de metodología,
sino más bien la puesta en juego de libertades: la del educando y la del
educador, en un contexto de relación interpersonal, en el seno de una
comunidad educativa. En este encuentro de libertades, en el acompañamiento
que el educador y toda la comunidad educativa ofrecen al educando es donde
éste va alcanzando su madurez. No en vano la palabra “educar” hunde sus
raíces en dos verbos latinos: “duco” -hacer seguir, llevar- y “educe” -hacer
surgir, aflorar-. Es ésta la misión fundamental de la tarea educativa: hacer
surgir y modelar lo mejor de cada uno de nosotros, introducir al educando en
el asombro de la realidad, en el contexto de una relación interpersonal, de
un acompañamiento, de una amistad creativa, de un amor respetuoso que hace
percibir el infinito que constituye cada persona y la plenitud a la que está
llamada. En una educación específicamente cristiana, la acción del Espíritu
guía y capacita para la tarea educativa tanto al educando, como al educador
y a toda la comunidad.
Importancia
3. La educación es una cuestión social nuclear tanto como hecho y tarea,
cuanto como debate. Todos somos conscientes de la importancia de la
educación para el pleno desarrollo de la personalidad del ser humano y para
la construcción de una sociedad humana, justa y fraterna.
4. La Iglesia ha ofrecido durante siglos un servicio ingente en el campo
educativo, de modo particular en los lugares donde se detectaban serias
carencias: pobreza y exclusión, situaciones de debilidad y vulnerabilidad,
niñas y niños huérfanos o migrantes. Como se afirmaba en el Sínodo ordinario
sobre la familia, “la escuela católica desarrolla una función vital de ayuda
a los padres en su deber de educar a los hijos. La educación católica
favorece el papel de la familia asegurando una buena preparación, educando
en virtudes y valores, e instruyendo en las enseñanzas de la Iglesia”
(Relatio synodi 2015, 68).
5. La relevancia de la tarea educativa ha sido expresada así mismo en el
capítulo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De este
capítulo, merece la pena subrayar los siguientes epígrafes: “Toda persona
tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo
concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción
elemental será obligatoria… La educación tendrá por objeto el pleno
desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los
derechos humanos y a las libertades fundamentales… Los padres tendrán
derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus
hijos.” La educación podría entenderse como el resumen y concreción del
“derecho al desarrollo” que constituiría el paradigma de todos los Derechos
Humanos. Resultan especialmente relevantes la obligatoriedad y gratuidad de
la enseñanza fundamental, así como el reconocimiento como derecho humano de
la libertad de los padres para escoger el tipo de educación que desean para
sus hijos. Los elementos fundamentales de esta Declaración son recogidos y
desarrollados en el artículo 27 de la Constitución Española. Resultan de
especial importancia los siguientes parágrafos: “La enseñanza básica es
obligatoria y gratuita” (§4); “Los poderes públicos garantizan el derecho
que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y
moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” (§3); “Se reconoce a
las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros
docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales” (§6); “Los
poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos
que la ley establezca” (§9). Evidentemente, estos dos documentos constituyen
una referencia muy importante a la hora de valorar la educación como un
derecho y como un deber fundamental.
Oportunidad
6. Nos parece especialmente oportuno abordar la cuestión de la educación al
encontrarnos en un tiempo de encrucijada en lo que se refiere a la
transmisión de valores, cultura y tradición. Asistimos a un tiempo de cierta
efervescencia educativa: surgen movimientos innovadores en el campo de la
educación, lo que constituye una oportunidad de renovación, pues muchos
perciben que los modelos de educación están caducos. También está presente
entre nosotros el debate social permanente con una creciente conciencia de
la necesidad de acuerdos básicos. Voces autorizadas reclaman la necesidad
para la sociedad civil de un pacto educativo que genere consenso.
7. Las familias necesitan ser acompañadas en una situación social en la que
numerosas instancias ejercen una influencia muy grande, especialmente sobre
los niños y jóvenes: patrones culturales de muy diverso signo son
continuamente transmitidos a través de los medios de comunicación, sobre
todo a través de las nuevas formas de socialización digital. Hoy en día se
corre el riesgo de que no sea debidamente salvaguardado el derecho y deber
que asiste a los padres de educar a sus hijos según sus propias
convicciones. Así mismo, en determinados ámbitos se pone en tela de juicio
el derecho que asiste a las personas jurídicas de crear centros docentes.
8. En definitiva, en este momento nos parece especialmente pertinente
realizar una contribución significativa y respetuosa al ámbito de la
educación, con propuestas concretas basadas en los principios fundamentales
anteriormente señalados. Somos conscientes de que siempre es conveniente
hablar de educación, y de la necesidad de hacerlo en diálogo con todas las
familias, con los educadores, con la comunidad educativa, con las
instituciones concernidas y con toda la sociedad.
Objetivos
9. Con esta carta queremos ofrecer una reflexión y aportaciones concretas
sobre este importante asunto para caminar hacia un terreno compartido en el
necesario debate social. Al mismo tiempo pretendemos ofrecer la contribución
leal y constructiva de la Iglesia a la tarea educativa.
10. Así mismo, es necesario plantear y desarrollar la relación entre la
educación y la tarea evangelizadora de la Iglesia, generando sinergias entre
las familias, los centros educativos y las comunidades e instituciones
eclesiales.
Destinatarios
11. Ofrecemos nuestra reflexión a la ciudadanía en general, de modo
particular a las familias y en especial a los educadores en sentido amplio
(maestros, profesores, monitores, catequistas…). También la ponemos al
servicio de la comunidad educativa como sujeto concreto que en cada zona
brinda la experiencia educativa a las familias. De modo particular nos
dirigimos a las instituciones educativas católicas, a parroquias,
congregaciones religiosas, comunidades, movimientos y asociaciones, ya que
todas están implicadas en la tarea educativa. No debemos olvidar que educar
es misión de la familia y de modo subsidiario de las instituciones
educativas, así como de cada persona en su papel de educador y de educando
en las diversas etapas de la vida. Y también es tarea de la Iglesia, de las
instancias que gobiernan, administran y organizan la vida social, política y
económica, de los medios de comunicación, de las entidades que actúan en el
tiempo libre, de la sociedad entera. También a ellos queremos proponerles
respetuosamente las reflexiones contenidas en esta carta.
I. ALGUNOS DESAFÍOS EDUCATIVOS EN LA ACTUALIDAD
12. Es posible afirmar que educar jamás ha sido fácil, y hoy parece cada vez
más difícil. Así lo perciben quienes se dedican a ello. Apostamos por la
colaboración sincera y el diálogo respetuoso con las administraciones
públicas y las instancias educativas, y estimamos su esfuerzo por conseguir
la excelencia y la equidad en la educación. Aun así, se puede hablar de una
“emergencia educativa”, confirmada por los fracasos en los que en
determinados casos acaban nuestros esfuerzos por formar personas y
transmitir a las nuevas generaciones nuestros valores culturales. Ante la
tentación de renunciar hay que lanzar un mensaje de confianza y esperanza
para afrontar el desafío, que no es sino expresión de la libertad humana. La
Iglesia siempre ha favorecido la creación de verdaderas comunidades
educativas y pastorales que viven la experiencia concreta humana y cristiana
y proporcionan una educación personalizada y comunitaria.
13. Vivimos un tiempo que demanda una auténtica educación, basada en la
experiencia fundante del amor; en la búsqueda de la verdad profunda y
radical de la vida, dentro de la cual la experiencia de afrontar la
frustración y el sufrimiento se vuelve indispensable, como también lo es
alcanzar el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Para
desarrollar su tarea, el educador cuenta sobre todo con el testimonio de su
propia persona, que ofrece amorosamente a sus alumnos, ante los que ejerce
su autoridad moral. Todo ello no hace sino destacar el carácter nuclear de
la responsabilidad de cada uno: de quienes educan, en el ejercicio de su
tarea, y de los educandos, en la medida en que van adquiriéndola en el mismo
proceso ante sí mismos y ante los demás. Responsabilidad, en definitiva,
compartida comunitaria y socialmente y a la que todos estamos llamados,
también los cristianos, desde nuestra especificidad, que se concreta, entre
otras cosas, en una esperanza en Dios que nos sostiene en medio de la prueba
y que puede convertirse hoy en día en la referencia última de la educación.
14. Es preciso fomentar una cultura que frente a la tentación del tener y
aparentar testimonie la verdad y el bien del propio ser, y proclame la
inalienable dignidad de toda persona humana. Es necesario orientar al ser
humano en la consecución del propio bien personal y del bien común ante
ideologías que desdibujan la verdad sobre la persona y sobre la familia
humana, o ante una cierta homogeneización cultural donde se concede poco
espacio para la creatividad y la propia idiosincrasia. El desarrollo de una
libertad anclada en la verdad y el bien nos previene ante el pensamiento
único y nos ayuda a superar el relativismo. El desarrollo de un pensamiento
crítico y la capacidad de afrontar la vida con realismo, optimismo,
esperanza y compromiso nos capacitan para no sucumbir ante posibles
actitudes de indiferencia, conformistas, gregarias, emotivistas y
superficiales, con las cuales se renuncia a asumir compromisos estables.
15. Es necesario educar en la relación social y la comunicación auténtica
que ayude a superar el riesgo de una sociedad que viva únicamente del
consumo, del espectáculo o de la mera opinión frente a la información veraz
y contrastada, donde se corre el riesgo de caer fácilmente en la
manipulación y el gregarismo. En un tiempo caracterizado por lo que se
denomina la “posverdad”, es decir, la renuncia a la propia capacidad del ser
humano para conocer la verdad y la realidad de las cosas, llegando a la
convicción de que no existe la verdad ni una auténtica capacidad de la razón
humana para buscarla y encontrarla, una verdadera educación cree en la
capacidad del ser humano de conocerla y le capacita para comprender la
realidad, penetrar en ella y colmar el deseo de verdad inscrito en su
corazón. Precisamente puede definirse la razón como apetito de verdad,
elemento irrenunciable para desarrollar una vida y una sociedad
verdaderamente humanas.
16. La tarea educativa abarca también la dimensión afectiva y sexuada del
ser humano, integrada en la vocación al amor que da plenitud a nuestra
existencia. Ante la proliferación del erotismo, la pornografía, la
banalización de la sexualidad, las faltas de respeto, las actitudes
machistas, la violencia en el hogar, que generan gran sufrimiento y terminan
en tantos casos con el trágico y deleznable asesinato de mujeres y de
menores, una verdadera educación afectivo sexual, basada en la dignidad, el
respeto, el afecto, el amor y la responsabilidad, se hace particularmente
necesaria en el contexto actual.
17. En sintonía con el Magisterio del Papa Francisco, estimamos necesario
impulsar un “proceso de maduración de un cambio que sea capaz de desplazar
la primacía del dinero y coloque nuevamente en el centro al ser humano”
(Papa Francisco, Discurso a los Movimientos Populares, 2016). Esto implica
poner al ser humano en el centro de toda actividad. A su vez, conlleva
proponer una cultura del bien común frente al individualismo egoísta, la
economía insolidaria y la cultura del descarte; tratar de superar el peligro
de una tecnologización deshumanizante; concretar proyectos educativos que
aborden los graves problemas sociales, económicos y laborales, donde la
persona debe ser siempre lo más importante y lo primero.
18. La responsabilidad ecológica es otro aspecto que es preciso fomentar en
el ámbito educativo para superar actitudes de consumismo irracional, de
depredación de materias primas, de irresponsabilidad y sobreexplotación de
los recursos naturales. No olvidemos que la naturaleza constituye un don
inmenso de Dios que conlleva por nuestra parte una responsabilidad en su
cuidado y promoción.
19. La dimensión trascendente de la persona precisa de un adecuado cuidado y
desarrollo. La relación con Dios, inscrita en el corazón humano, conocerle y
amarle llena de sentido la propia existencia y fundamenta la fraternidad
humana y el desarrollo de una sociedad y un mundo más justo y solidario. La
indiferencia religiosa puede hacer que no se valore adecuadamente la
formación religiosa e incluso que no se entienda que la asignatura de
Religión, libremente asumida, no es un elemento discordante en la tarea
educativa, sino que constituye un bien y forma parte de una educación
verdaderamente integral. Asistimos a la proliferación de nuevas formas de
espiritualidad. Algunas variedades de yoga, de zen o de meditación oriental
y otras propuestas análogas de armonización entre meditación cristiana y
técnicas orientales “deberán ser continuamente cribadas con un cuidadoso
discernimiento de contenidos y de métodos, para evitar la caída en un
pernicioso sincretismo” . El reiki, el chamanismo, el tarot y la videncia, o
la nueva era y similares son incompatibles con la auténtica espiritualidad
cristiana, por lo que es preciso distinguir claramente estas realidades de
una genuina experiencia cristiana. En la sociedad plural y secularizada en
la que vivimos y desde la concepción cristiana de la persona en la que
creemos, entendemos que el misterio del ser humano encuentra su sentido
desde el misterio de Dios y se ilumina por el acontecimiento de Jesús de
Nazaret. Este misterio y este acontecimiento iluminan la tarea de educar
personas responsables, competentes, compasivas y comprometidas.
II. JESÚS EL MAESTRO : PARADIGMA DE LA EDUCACIÓN
20. Como afirma el Documento preparatorio para el próximo Sínodo ordinario,
“varias investigaciones muestran que los jóvenes sienten la necesidad de
figuras de referencia cercanas, creíbles, coherentes y honestas, así como de
lugares y ocasiones en los que poner a prueba la capacidad de relación con
los demás (tanto adultos como coetáneos) y afrontar las dinámicas afectivas.
Buscan figuras capaces de expresar sintonía y ofrecer apoyo, estímulo y
ayuda para reconocer los límites, sin hacer pesar el juicio” (Documento
preparatorio XV Sínodo ordinario sobre los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional, I,2). Jesús de Nazaret constituye un verdadero
paradigma como educador y maestro. Afirmaba San Agustín: “Nuestro verdadero
maestro es Aquel a quien escuchamos, de quien se dice que mora en el
interior del ser humano, o sea, Cristo, poder inmutable y sabiduría eterna
de Dios” (S. Agustín, De magistro, XI,38).
II.1. Jesús es reconocido como maestro
21. Se dirigen así a Él personas de todos los grupos sociales y religiosos,
no solo sus amigos y discípulos, también escribas, fariseos y quienes se
enfrentan a Él . Es el título de Jesús que aparece más frecuentemente en los
Evangelios. Maestro (“rabí”, en hebreo, literalmente “mi mayor”) es un
título honorífico y respetuoso. No solamente le llaman así, sino que Él se
denomina a sí mismo maestro. En los Evangelios se relata frecuentemente la
actividad magisterial de Jesús. La realiza sobre todo de manera itinerante
en Galilea, en Judea y hasta en Samaría, en territorio de Tiro y Sidón, y en
Transjordania.
Un maestro fuera de lo común
22. Jesús era un maestro carismático, que no se había formado como rabino.
Su aprendizaje estaba asentado en la experiencia de su propio hogar, en la
escuela de la sinagoga, en su experiencia vital e informal (naturaleza,
trabajo y sociedad), en la sabiduría que viene de lo alto. Jesús es, así
mismo, un maestro vinculado a la tradición, que conoce y cita
abundantemente, y que respeta profundamente, sin absolutizarla. Es un
maestro profético, crítico con la sabiduría convencional; un maestro de un
estilo de vida, de un “camino” de transformación de la persona y de la
sociedad.
La forma de la enseñanza
23. Jesús usó las formas habituales en que se vehiculaba la sabiduría
tradicional de la que participaba. Algunas de sus formas más frecuentes de
enseñanza eran los proverbios , las parábolas , las acciones simbólicas ,
las lecciones de cosas y hechos , los recursos retóricos , el humor y la
argumentación lógica . Pero, sobre todo, Jesús manifiesta su libertad en el
amor a la verdad. Por encima de todo método pedagógico, es necesario
subrayar la libertad con la que procedió al mostrar su compromiso con la
verdad que se disponía a revelar. Para ello, no tiene miedo en contradecir
el pensamiento dominante, recalcando la necesidad de trascender la lógica
humana para adentrarse en el conocimiento de Dios (Mt 16, 22-23).
Los métodos de enseñanza
24. Jesús enseña con el ejemplo. Entre lo que enseña y hace hay completa
coherencia. Practica lo que predica. Por eso puede decir: “Aprended de mí”
(Mt 11, 29). Se acerca a la experiencia vital de sus interlocutores. Se
ocupa de las necesidades vitales de las gentes y las aborda con un lenguaje
comprensible y con una actitud cercana y accesible. Jesús entabla numerosos
diálogos, haciendo preguntas y ofreciendo respuestas. Se suele decir que las
preguntas pueden ser tan educadoras como las mismas respuestas. El hacer
preguntas pertinentes es un rasgo característico de los buenos maestros.
Solamente en el Evangelio de Juan hay más de un centenar de preguntas de
Jesús. Sus respuestas suelen ser tan desafiantes como sus preguntas, hasta
el punto de que sus oponentes, en algún momento, ya no se atrevían a
preguntarle más (Lc 20, 40).
25. Jesús citaba las Escrituras y oraba por aquellos a los que educaba. En
la enseñanza de Jesús el recurso a las Escrituras es constante. Él las
estudia, medita, ora, utiliza en sus mensajes y las pone en práctica, aunque
de un modo nuevo y escandaloso. Ora por aquellos a quienes educa. Se trata
de una constante en los Evangelios, que debe formar parte de la pedagogía
cristiana. Algunos lo han formulado así: “Antes de hablar a los hombres de
Dios, es necesario hablar a Dios de los hombres”. Era el proceder habitual
de Jesús, que o bien intercalaba espontáneamente la oración en sus
conversaciones (Mt 11, 25; Jn 11, 41-42) o bien se retiraba a orar por sus
discípulos en momentos decisivos (Lc 6, 12).
La escuela de Jesús
26. La escuela de Jesús se desarrolla en campo abierto, en caminos y plazas,
una escuela integral para el Reino, abierta siempre, para niños y adultos,
ricos y pobres, enfermos y sanos, limpios y manchados… Jesús no espera a que
vengan, pues algunos no tienen ni ropa para venir, ni salud. Jesús “va” y
planta su escuela en medio de ellos. “Gratis lo habéis recibido, dadlo
gratis” (Mt 10, 8). Solo quien tiene conciencia del don recibido, sabe
acogerlo y multiplicarlo en su vida. Jesús nos revela el amor incondicional
que el Padre nos tiene, como hizo en la parábola del hijo pródigo (cfr. Lc
15), para que caigamos en cuenta de que el mayor mal, raíz de todo pecado,
consiste en no responder adecuadamente al amor gratuito de Dios.
27. El Reino de Dios es gratuito, es misericordia, y al mismo tiempo
requiere la conversión. La gracia no nos exime de una entrega generosa, sino
que, al contrario, nos capacita para ella. El Evangelio es ilustrativo al
respecto. Por ejemplo, la invitación al banquete del Reino a todos los que
pasan por los cruces de caminos, no obsta para que se requiera la adecuada
disposición de los que han sido invitados (cfr. Mt 22, 1-14).
28. De dentro a fuera, no de fuera a dentro. En efecto, la tarea educativa
de Jesús está íntimamente ligada a su llamada a la conversión. Y la
conversión comienza por el cambio del corazón, el cual se va traduciendo en
el cambio progresivo de nuestras actitudes, afectos y acciones. Cabría decir
que la pedagogía de Jesús es más “centrífuga” que “centrípeta”. “La llamada
de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las
obras exteriores, “el saco y la ceniza”, los ayunos y las mortificaciones,
sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las
obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la
conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de
signos visibles, gestos y obras de penitencia” (CIC 1430).
29. Los pequeños y pobres nos evangelizan. Jesús realizó una revolución
pedagógica al poner en el centro a los pequeños y heridos, pidiéndonos a
todos aprender de ellos. Cuando Jesús puso a un niño en el centro (cfr. Lc
9, 46-48), y manifestó que necesitamos hacernos pequeños para poder entrar
en el Reino de Dios, no solo estaba manifestando su predilección por los
débiles, sino que estaba integrando la debilidad en la pedagogía divina, en
la lógica de la humildad y de lo pequeño. Lo mismo cabe decir del
acercamiento de Jesús a los pecadores y a los pobres (cfr. Lc 5, 31-32).
II.2. La sorprendente enseñanza de Jesús
30. La proclamación del mensaje de Jesús, concentrada en la instauración del
Reino de Dios y especialmente en la tensión entre el “ya sí” y el “pero
todavía no”, demanda de sus seguidores unas adecuadas relaciones con todo lo
que les rodea. Por eso, la compleja y vasta enseñanza de Jesús puede
organizarse alrededor de tres núcleos temáticos: la relación con las cosas,
la relación con los otros y la relación con Dios .
La relación con las cosas
31. Jesús plantea unas relaciones adecuadas con el mundo material como parte
fundamental de su visión del Reino. Esto es especialmente significativo en
un tiempo como el actual marcado por la codicia, el materialismo, el
consumismo, la depredación ecológica y la injusta distribución de los
bienes. El mundo material y las perversas relaciones que podemos mantener
con él pueden llevarnos a idolatrarlo y tomarlo como el absoluto que no es,
imposibilitando nuestra acogida del Reino. Por eso Jesús afirma que le Reino
pertenece a los pobres (cfr. Lc 6, 20) y que a los ricos les resulta más
difícil reconocerlo y vivirlo (cfr. Mt 19, 24). Es importante destacar que
esto último no es una amenaza ni una condena, sino un lamento (cfr. Mt 19,
16-22).
32. La riqueza puede producir sordera. La preocupación por los bienes
materiales puede impedir que oigamos la voz de Dios o puede endurecer
nuestro corazón e inducirnos a hacer como que no la oímos (cfr. Mt 13, 22).
La riqueza puede producir ceguera. El afán de riquezas puede llevar a no ver
la necesidad del otro (cfr. 1Jn 3, 17) cuando en realidad es el pobre el que
puede conseguir el milagro de que nos convirtamos al Reino (cfr. Lc 16,
19-31). La riqueza puede inducir a la idolatría. Para Jesús no hay término
medio en estos asuntos (cfr. Mt 6, 24). Quien busca bienes materiales de
manera desmedida los convierte en sus ídolos (cfr. Ef 5 ,5).
33. Frente a todos estos riesgos, Jesús ofrece los valores del Reino de
Dios. En primer lugar, no idealizar ni ideologizar la pobreza: la austeridad
ha de ser fruto de la caridad y no del voluntarismo o el fariseísmo (cfr.
1Cor 13, 3). En segundo lugar, compartir y no acumular: la acumulación de
bienes es una insensatez (cfr. Lc 12, 16-21), y compartir, constituye el
secreto de una vida alegre y digna para todos (cfr. Mt 14, 13-21). En tercer
lugar, confiar en la providencia divina: evidentemente, debemos trabajar
para sustentarnos, pero deberíamos vivir nuestro trabajo como un modo de
continuar y colaborar en la actividad creadora de Dios (cfr. Mt 6, 25-34).
La relación con los otros: el prójimo
34. La propuesta que nos hace Jesús de relación con los otros está marcada
por una actitud básica, la del amor (cfr. Jn 13, 34-35), que se vuelve
incondicional y universal, llegando hasta los enemigos (cfr. Mt 5, 43-47).
De este modo, el otro se convierte en mi prójimo. Entre las muchas maneras
como se concreta este amor, podemos destacar la compasión , la misericordia
, el perdón , el servicio y el desarrollo de las virtudes . El encuentro con
Jesús recupera el corazón del educando y del educador. Con Él se hace
posible el perdón y reconciliación, dimensiones fundamentales en toda
educación y vida humana y cristiana.
La relación con Dios
35. Jesús vive una relación intensa y continua con el Padre (se dirige a Él
unas 170 veces en los cuatro Evangelios, de las cuales más de 100 en el de
San Juan), con la peculiaridad del uso del término arameo Abba (papá). Al
referirse a Dios como Abba-Padre, Jesús no solo está definiendo su peculiar
conocimiento, su relación e intimidad con el Padre, en cuanto Hijo Unigénito
encarnado, sino también consecuentemente el modo en que nosotros podemos
relacionarnos con Él. Así mismo, Jesús nos revela al Padre en sus palabras y
sus obras (cfr. Jn 17, 26), hasta el punto de mostrar una relación
absolutamente única con Él (cfr. Jn 8, 19; 12, 44; 14, 9). La revelación
definitiva de Dios es Jesús mismo (cfr. Mt 11, 27). Se trata de un Dios que
se hace presente en lo más íntimo de cada persona (cfr. Jn 14, 23; 17,
20-23), de un Dios que es amor (cfr. 1Jn 4, 16), de un Dios compasivo y
misericordioso, de un Dios providente y fiel (cfr. Mt 7, 7-11; 5, 45; 6,
11). Jesús expresa y personaliza la acción educativa del Padre, un amor
gratuito que precede con su providencia, acompaña con su presencia y salva
entregando su vida.
II.3. Los oyentes y discípulos de Jesús
Jesús un profeta carismático
36. Jesús no participa del sistema tradicional de maestría-discipulado que
funcionaba en Israel. No son los discípulos quienes eligen al maestro, sino
paradójicamente es el maestro quien elige a sus discípulos (cfr. Jn 15, 16).
Por eso su caso genera sorpresa (cfr. Jn 7, 15). La respuesta de Jesús
remite a la máxima autoridad: Dios mismo (cfr. Jn 7, 16-17). Los primeros
discípulos se enfrentan a acusaciones similares (el conflicto aparece con
claridad en el episodio del ciego: Jn 9, 13-34). Jesús se muestra como un
maestro carismático, llamado por Dios para realizar una misión o tarea. En
los Evangelios Sinópticos (de Mateo, Marcos y Lucas), al narrar la vocación
de Jesús, éste aparece vinculado, aunque bien diferenciado, a otro profeta
carismático, Juan el Bautista, que se muestra como su precursor (cfr. Mt 3,
14-15).
La respuesta de sus seguidores
37. Antes de describir la recepción del mensaje de Jesús por parte de sus
oyentes, no hay que olvidar que hubo una significativa respuesta negativa.
Su reforma de la ley antigua, su crítica al liderazgo religioso del momento,
sus milagros y ciertos gestos simbólicos que hizo Jesús, generan rechazo en
muchas gentes, aunque no pueden menos que reconocer su impacto e influencia
(cfr. Lc 23, 5). Entre quienes acogen la propuesta de Jesús parece que hay
dos grupos bastante diferenciados. Por una parte, la mayoría de la gente
consideraba que su doctrina se dirigía a las situaciones de la vida
ordinaria y que, viviendo de manera habitual, debían procurar una nueva
relación con Dios que introdujera cambios y mejoras en su vida.
38. Sin embargo, Jesús reúne a su alrededor un grupo de discípulos a quienes
invita a un seguimiento más radical (cfr. Lc 5, 1-11). Este cambio tan
importante, en una sociedad de tan escasa movilidad social como aquella,
tenía un significado muy especial y genera sorpresa y desconcierto, incluso
en la propia familia. La acusación de locura (cfr. Mc 3, 20-25) no se
muestra inconsistente. Los más escépticos son los propios vecinos de Jesús
(cfr. Mc 6, 1-6). Jesús insiste constantemente en la radicalidad de la
llamada (cfr. Mt 8, 18-22): no es justo que la vocación procedente de Dios
se vea supeditada a las relaciones familiares y a los condicionantes
sociales; su prioridad es absoluta.
El mensaje es para todos
39. Contrariamente a lo habitual, Jesús no es un maestro de gente selecta
(culta, masculina…) sino que su mensaje es para la multitud. Su muerte tiene
que ver precisamente con el miedo que la autoridad tiene a su influencia
sobre el pueblo. Los Evangelios conservan muchas acusaciones contra Jesús
por su trato con “publicanos y pecadores” (Lc 5, 30; 7, 34). Esta expresión
engloba a todos los despreciados de la sociedad: judíos pecadores
(incluidos, a veces, los propios enfermos), gentiles, ladrones, malhechores,
adúlteros, prostitutas, extorsionadores, defraudadores… además de mujeres y
niños, irrelevantes en la sociedad judía de entonces. Jesús mismo es acusado
de vividor. Los Evangelios distinguen con frecuencia entre la “multitud” y
los “discípulos”, que reciben la enseñanza en privado (cfr. Mc 4, 10-20; 7,
17-23), además de asistir a la predicación pública.
40. Jesús, aun cuando funda la Iglesia sobre los doce apóstoles, no
pretendía que la difusión del Evangelio se limitara exclusivamente a ellos.
Así se habla de los setenta y dos (cfr. Lc 10, 1-16) y de la presencia
permanente y significativa de mujeres en el grupo de sus seguidores (cfr. Lc
8, 1-3), que no se limitan a servirle a él y a los demás, sino que
participan plenamente en la enseñanza (cfr. Lc 10, 42). Para escuchar su
mensaje no era necesario tener condiciones especiales (cultura, educación) o
pertenecer a un grupo selecto (esenios, fariseos) ni siquiera hacía falta
ser judío. Todos somos llamados a convertirnos al Evangelio y hacernos sus
discípulos.
III. LA EDUCACIÓN EN EL MAGISTERIO RECIENTE DE LA IGLESIA
41. En su historia reciente, la Iglesia nos ha proporcionado documentos
acerca de la educación que constituyen una guía preciosa para el desempeño
de esta tarea. Caben destacar la Declaración Gravissimum Educationis de 1965
y la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae de 1990. También son
importantes los documentos de la Congregación para la Educación Católica: La
Escuela Católica de 1967, La Escuela Católica en los umbrales del tercer
milenio de 1997, Educar al diálogo intercultural en la Escuela Católica de
2013. El Papa Benedicto XVI promulgó en el 2008 la carta titulada Mensaje a
la Diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación. Y el Papa
Francisco ha dedicado el capítulo VII de su exhortación postsinodal Amoris
Laetitia al tema de la educación. Así mismo, los obispos del País Vasco y
Navarra publicaron en 1977 una carta pastoral sobre la educación titulada
Problemas actuales de la enseñanza.
42. También el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia nos ofrece
algunas ideas luminosas que nos ayudan a comprender la importancia decisiva
de la educación particularmente en el momento actual. En este documento se
afirma que la educación es un derecho humano fundamental (§155) y también un
derecho de las naciones, entendido en este caso como su aplicación
comunitaria (§157). La educación forma parte inalienable del bien común de
las sociedades y todos, personas e instituciones, tenemos una
responsabilidad en su cuidado y realización (§166) y la participación
ciudadana en esta tarea es consecuentemente objetivo y condición de dicha
participación (§191).
43. Del mismo modo, dicho Compendio subraya que la actividad educativa es un
componente indispensable de la irrenunciable tarea humana de la búsqueda de
la verdad (§198). La familia es la primera escuela del ser humano (§210) y
la educación integral de los hijos se reconoce como uno de los objetivos
fundamentales de la institución matrimonial (§218), que, de este modo,
ejerce un servicio vital e insustituible a la sociedad, por lo que requiere
de todos los apoyos que ésta pueda prestarle (§237). Las familias, en
definitiva, tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos y, en
consecuencia, deben ver reconocido este derecho y ser ayudadas en el
cumplimiento de este deber.
IV. PERSONA Y EDUCACIÓN
IV.1. La persona, centro de la educación
44. No es posible educar sin saber antes qué o más bien quién es la persona:
sujeto en relación, en comunión, abierto a los otros (comunitario), a lo
otro (la realidad) y a lo Trascendente (Dios que se revela). Es bueno
preguntarse qué supone ser persona, porque la respuesta que demos nos
orientará en el modo de ayudar al educando para que alcance la meta deseada.
Además, la persona no camina sola en el sendero de la vida, sino que es un
ser comunitario, va con otros. Vivir como persona es ser con otros, desde
otros y para otros. Por eso la educación es también una tarea comunitaria.
Si la persona es una realidad comunional y está orientada hacia las otras
personas, con más razón está abierta y orientada hacia Dios, pues el ser
humano es creado y amado incondicionalmente por Él.
45. La persona tiene que crecer y orientarse hacia el cumplimiento de su
propia vocación junto con los demás. Educar personas “quiere decir ayudar a
otras personas a que lleguen a ser lo que pueden y deben ser”. Ello supone
cooperar para que la persona lleve a plenitud todas sus dimensiones:
espiritual, intelectual, afectiva, volitiva, corporal y comunitaria.
Trabajamos por una educación integral de todas las dimensiones de la persona
abierta a la trascendencia y trabajamos en comunión, en el conjunto de lo
que conocemos como comunidad educativa (familia, centro educativo,
educadores, parroquia, movimientos, asociaciones, y en último término la
sociedad).
IV.2. Educación que enseñe a vivir humanamente
46. El objetivo de toda educación es promover la dignidad de las personas,
enseñar a vivir humanamente. Se trata, por tanto, de colaborar en el
desarrollo de la personalidad del educando y en el encauzamiento de su
vocación en el mundo. Educar es también ayudar a cada uno a conocerse, a
valorarse y a emprender con honestidad el camino de la propia realización.
Educar es, así mismo, enseñar a vivir como seres humanos, a caminar y a amar
en libertad con honestidad y responsabilidad. La educación se constituye
igualmente como hermenéutica de la cultura: a través de ella, ésta se
trasmite e interpreta, seleccionando los elementos de la misma que aparecen
como pertinentes, y rechazando otros. De esta forma la cultura se aquilata y
renueva generación tras generación.
47. La educación contribuye de forma decisiva a la construcción de una
sociedad verdaderamente humana, en la justicia, en la defensa de toda vida
asumiéndola como tarea y proyecto, en la defensa de la naturaleza y de una
ecología integral (en sintonía con la encíclica Laudato Si’ del Papa
Francisco). La educación integral abarca, así mismo, la apertura a la
Trascendencia en cuanto que esta dimensión es inherente y constitutiva del
ser humano. Somos conscientes de que el objetivo de “vivir humanamente” se
realiza de modo pleno desde la revelación de Jesucristo. Es a la luz del
Verbo encarnado donde el ser humano descubre y alcanza su dignidad. Se trata
de una de las afirmaciones centrales del Concilio Vaticano II: “Realmente,
el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado…
Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le
descubre la grandeza de su vocación” (Gaudium et Spes, 22).
V. LA FAMILIA, SUJETO ORIGINARIO DE LA EDUCACIÓN
48. La familia constituye el ámbito fundamental y originario de la
educación. Los hijos transitan desde una dependencia total a la autonomía
propia de una libertad responsable. La familia es un contexto educativo
primordial, un espacio y un tiempo donde la persona es guiada hacia su
plenitud. En estos momentos, en esta “cultura de lo provisorio” y del
“rapidismo”, parece especialmente importante subrayar algunos aspectos que
se deben cultivar, como son la capacidad de esperar, de compartir, de
perdonar, de ayudar a los demás, de posponer la satisfacción en aras de un
bien superior, de educar los hábitos de consumo y el uso responsable de las
nuevas tecnologías.
49. En cualquier caso, hay tres dimensiones ineludibles de la educación
familiar: la dimensión moral, la afectividad y la fe. Es necesario educar de
modo consciente y responsable la dimensión moral de los hijos: promover
hábitos estables para obrar el bien (virtudes). En este contexto, es
importante establecer normas y límites. Una disciplina, sujeta a la razón,
la proporcionalidad y el amor, resulta un estímulo para avanzar en la
construcción del sujeto moral. Quien es corregido desde el amor y la
confianza acaba reconociendo lo positivo de la función de los padres.
50. En el crecimiento moral de todo sujeto, pero especialmente en los más
jóvenes, hay que tener siempre presente la ley de la gradualidad, mostrar
paciencia y esperanza en la tarea educativa. Vinculada a esta educación
moral se encuentra la dimensión afectivo-sexual. Ésta exige, en el contexto
de la educación para el amor, una serie de propuestas que van más allá de la
mera información. No es el momento de desarrollar la riqueza de la visión
cristiana de la sexualidad. Pero es necesario señalar que la virtud que
integra todos los dinamismos afectivo-sexuales y la misma sexualidad como
lenguaje corporal del amor para una vivencia plena de la vocación
fundamental a amar y ser amado, es la castidad. Esta virtud realiza “la
integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad
interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la
que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se
hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación
de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del
hombre y de la mujer” (CIC 2337). Así mismo, “la castidad implica un
aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana”
(CIC 2339).
51. La educación en la familia ha de incorporar la transmisión de la fe. La
familia es un sujeto activo de la evangelización. Es ella misma
evangelizadora y lo hace, sobre todo, a través del testimonio de vida y de
la palabra. Es en su seno, de manera natural y preocupándose de encontrar
los modos más adecuados a cada persona y circunstancia, donde se aprende a
vivir la intimidad con Dios, a convivir desde el amor y la dimensión
comunional y comunitaria, a comprometerse solidariamente a favor de la
justicia.
52. Es cierto que la educación de cada hijo es un verdadero reto para los
padres. Es una labor necesitada de conocimientos, virtudes y no exenta de
sentimientos de impotencia e incapacidad. Pero nosotros miramos a la Sagrada
Familia y entendemos cómo fueron colmados de gracia y virtud para realizar
la labor más imposible: educar y unirse en la vida cotidiana al Salvador del
mundo que es la Sabiduría encarnada.
VI. EL EDUCADOR Y LA COMUNIDAD EDUCATIVA
53. La figura y tarea del educador en el seno de la comunidad educativa es,
evidentemente, clave y fundamental en el campo educativo. Si concebimos la
educación en el contexto del encuentro entre libertades, la del educando y
la del educador, esta relación interpersonal es esencial. Queremos animar y
estimular a los educadores a que vivan su tarea como una verdadera vocación
y misión. A este respecto, el Papa Benedicto XVI, afirmaba: “Puede ser útil
identificar algunas exigencias comunes de una educación auténtica. Ante
todo, necesita la cercanía y la confianza que nacen del amor: pienso en la
primera y fundamental experiencia de amor que hacen los niños —o que, por lo
menos, deberían hacer— con sus padres. Pero todo verdadero educador sabe que
para educar debe dar algo de sí mismo y que solamente así puede ayudar a sus
alumnos a superar los egoísmos y capacitarlos para un amor auténtico”
(Benedicto XVI, Mensaje a la Diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la
educación, 21 enero 2008). No es posible una auténtica educación sin el
compromiso personal de quien ejerce esta tarea. Así mismo, la educación es
una tarea coral. No se puede educar solo, sino en el seno de una comunidad
educativa: con las familias, con los compañeros, en el centro escolar, en
red con otros educadores y centros y con los otros agentes educativos y
sociales. El centro escolar posibilita esta actuación coordinada de todos
los agentes que participan en la educación.
54. El educador es ante todo testigo de una verdad y de una esperanza. En
este sentido, el Papa Benedicto XVI afirmaba que “la educación no puede
prescindir del prestigio, que hace creíble el ejercicio de la autoridad. Es
fruto de experiencia y competencia, pero se adquiere sobre todo con la
coherencia de la propia vida y con la implicación personal, expresión del
amor verdadero. Por consiguiente, el educador es un testigo de la verdad y
del bien; ciertamente, también él es frágil y puede tener fallos, pero
siempre tratará de ponerse de nuevo en sintonía con su misión” (Benedicto
XVI, id).
55. No existe una educación neutral como encuentro de libertades, siempre se
da, para bien o para mal, el contraste entre la conciencia moral del
educador y la del educando. Y este encuentro no puede separarse de la
responsabilidad. Es un elemento que le pertenece. El Papa Francisco define
como rasgo integrante de la educación la promoción de libertades
responsables (cfr. AL 262). El Papa Benedicto XVI había desarrollado
cuidadosamente este tema expresándolo de la siguiente manera: “En la
educación, es decisivo el sentido de responsabilidad: responsabilidad del
educador, desde luego, pero también, y en la medida en que crece en edad,
responsabilidad del hijo, del alumno, del joven que entra en el mundo del
trabajo. Es responsable quien sabe responder a sí mismo y a los demás.
Además, quien cree trata de responder ante todo a Dios, que lo ha amado
primero” (Benedicto XVI, id).
VII. PRINCIPIOS Y CONTENIDOS FUNDAMENTALES DE LA EDUCACIÓN
56. Apostar por la educación supone partir de un principio fundamental: la
existencia de una realidad que se nos da y en la que estamos llamados a
penetrar y descubrir su inteligibilidad, más allá de nuestra subjetividad.
Partiendo de ese principio, el educador asume la apasionante tarea de
mostrar cómo esa “verdad” no solo es buena para nosotros, sino que es
atrayente y estimulante. La educación no es posible desde el nihilismo y la
falta de sentido. Baste recordar la conocida expresión de Aristóteles: “No
hay viento favorable para los barcos que desconocen su destino”. Tras la
“caída de las ideologías” de la que hablan algunos pensadores
contemporáneos, debemos ser capaces de superar el nihilismo o el relativismo
que impiden la búsqueda del sentido de la existencia y reduce la vida humana
a un pragmatismo a la medida del propio deseo y la realidad a un
acontecimiento ininteligible.
57. La vida humana puede ser concebida como don y misterio y también como
proyecto. Somos personas únicas e irrepetibles. La vida es un don
maravilloso que se nos entrega. La educación ha de cultivar la capacidad de
asombro y de agradecimiento ante la misma. Nos dan la vida, pero no nos la
dan hecha. Somos responsables de nuestro futuro. Por tanto, nuestra vida
también es proyecto. Nos educamos para conocernos, para querernos como
somos, y para emprender un camino de crecimiento, convirtiendo nuestras
carencias y debilidades en retos a superar.
58. No se puede educar a ciegas o a merced de la espontaneidad de los
educadores. Todos los agentes educativos han de desempeñar su misión de
acuerdo con un proyecto que responda a todas las dimensiones de la persona.
En el caso de la familia, este proyecto será muchas veces implícito, pero
siempre en sintonía con sus convicciones fundamentales. En cambio, en los
centros educativos este proyecto ha de ser explicito, y elaborado, por
tanto, con la participación de toda la comunidad educativa y respondiendo a
las necesidades de las familias y en comunión con ellas.
59. El proyecto educativo no debe tender sólo a una educación generalizada.
La educación, por su misma naturaleza, ha de ser personalizada en un
contexto comunitario. Por tanto, educar es también orientar, acompañar,
atender, de manera cercana y personal, a los alumnos en todas las
dimensiones de su desarrollo, mediante una acción tutorial que traspase los
límites del aula y del grupo. La educación favorece el máximo desarrollo
posible de cada persona, motivando para el aprendizaje y el crecimiento
personal, y buscando la cooperación y participación de los alumnos en su
propia formación. Atiende a la diversidad del alumnado, partiendo de sus
circunstancias personales, familiares y sociales, capacidades, intereses y
ritmos de aprendizaje. Debe atender de modo particular a los alumnos con
necesidades especiales, discapacidad o con situaciones familiares o sociales
particulares. La educación debe realizarse en un entorno seguro, libre de
toda forma de violencia, protegido, cálido y acogedor, donde cada uno es
acogido, respetado, querido y acompañado hacia su propio crecimiento en el
bien, hacia su plenitud, más allá de cualquier condición personal, familiar
o social.
60. La educación promueve la autonomía del educando estimulando su
protagonismo y responsabilidad en su proceso de aprendizaje, promoviendo su
autonomía, valorando su esfuerzo e impulsando su desarrollo pleno como
persona. Por eso, el proyecto educativo ha de contemplar una actividad
académica interdisciplinar y una actuación coherente con el modelo educativo
del centro, todo ello gracias a un equipo de educadores formados y con
objetivos educativos comunes. Ha de proponer, así mismo, una orientación
académico-profesional individualizada y abierta, y la realización de una
evaluación personalizada que desarrolle un plan de mejora personal de cada
alumno respetando su ritmo de aprendizaje.
61. La educación transforma a la persona: encamina hacia el desarrollo de
las competencias del educando y al logro de su excelencia personal y
profesional; tiene como objetivo la formación de personas libres, maduras,
críticas, creativas, emprendedoras, capaces de vivir en el cambio, de
promoverlo y de actuar con sentido de futuro. Fomenta estos comportamientos,
desarrollando la creatividad y el sentido de iniciativa en el alumnado.
Promueve la cultura del esfuerzo, la ética del trabajo y el valor de las
cosas bien hechas.
62. La educación favorece la actualización de los conocimientos y las
competencias mediante la implicación de cada persona en el propio
aprendizaje a lo largo de la vida. Fomenta la adquisición de virtudes, de
método de estudio y de constancia y esfuerzo en el mismo, así como hábitos
de trabajo eficaces para cada persona. Pone mayor interés en la intensidad y
profundidad de los estudios que en la extensión de los mismos. Impulsa la
participación de los alumnos en proyectos de innovación pedagógica.
63. El proyecto educativo contempla especialmente los aspectos comunitarios
de los alumnos, buscando que lleguen a ser y vivir con y para los demás.
Impulsa una educación solidaria, generadora de actitudes y comportamientos
responsables, austeros y sostenibles. Garantiza la igualdad de oportunidades
y la participación en los procesos de aprendizaje permanente. Promueve la
valoración y el aprendizaje, por parte de los alumnos, de nuestra tierra,
tradición, lengua y cultura, sin olvidar nunca el servicio a la causa
universal del ser humano. Ayuda a convivir entre personas de etnias y
culturas diversas de una manera más creativa y enriquecedora. Favorece el
libre compromiso con la justicia y la paz, impulsando experiencias de
voluntariado.
64. La educación de la afectividad y de la vocación al amor es un elemento
fundamental en la vida personal y, por tanto, un ámbito que debe ser
adecuadamente educado y madurado. Es necesario superar prejuicios,
dependencias, conformismos. Debemos reconocer la felicidad como vocación
fundamental de la persona. Dios nos quiere libres y felices. No podemos
hacer felices a los demás si nosotros no lo somos. El lenguaje del cuerpo
requiere el paciente aprendizaje que permite interpretar y educar los
propios deseos para vivir con verdad la propia vocación al amor. Por eso, la
auténtica educación ha de incluir la educación afectivo-sexual, en la que
confluyen variados factores: biológicos, genéticos, temperamento, historia
familiar, cultura, experiencias vividas, formación recibida, influencias de
amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias.
65. Debemos basar una verdadera educación afectivo-sexual en una
antropología adecuada, libre de ideologías que, en palabras del Papa
Francisco, la colonizan. Ya el Santo Padre señala en la exhortación
postsinodal Amoris Laetitia: “Otro desafío surge de diversas formas de una
ideología, genéricamente llamada gender, que niega la diferencia y la
reciprocidad natural de hombre y de mujer. Ésta presenta una sociedad sin
diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta
ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que
promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente
desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer… Es
inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a
ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un
pensamiento único que determine incluso la educación de los niños” (AL, 56).
66. A este respecto, la Conferencia Episcopal Española ya se pronunció el
año 2012 con el documento titulado “La verdad del amor humano. Orientaciones
sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar”.
En él se afirma que la ideología de género construye una antropología
incompatible con la comprensión cristiana del ser humano porque anula la
reciprocidad y complementariedad del varón y de la mujer inscrita en la
naturaleza humana y concibe una separación radical entre sexo y género,
donde el sexo no posee ninguna significación personal y el género no tendría
ninguna raíz biológica: sería una mera construcción cultural. Ya señalamos
anteriormente que la Constitución Española afirma que “los poderes públicos
garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la
formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias
convicciones” (art, 27, 3). Por ello, no sería admisible una indebida
intromisión de los poderes públicos (a través de legislaciones y otras
disposiciones) o de otros agentes en el derecho-deber de los padres a educar
a sus hijos en la afectividad y en el amor según sus propias convicciones,
plasmadas en el ideario del centro educativo. Refutar la ideología de género
no significa en absoluto estar en contra ni minusvalorar a ninguna persona.
Al contrario, el humanismo cristiano nos impulsa a fomentar y promover el
respeto incondicional a toda persona, con independencia de sus orientaciones
o situaciones personales, y a defender que debe ser siempre acogida,
cuidada, querida y protegida, y que toda comunidad educativa está llamada a
colaborar en ello.
67. También es necesaria la educación en valores verdaderos que genere
virtudes, concebidas como hábitos operativos que ayudan al educando a elegir
lo bueno. A este respecto, el Papa Francisco afirma que la tarea de los
padres incluye una educación de la voluntad y un desarrollo de hábitos
buenos e inclinaciones afectivas a favor del bien. La formación moral
debería realizarse siempre con métodos activos y con un diálogo educativo
que incorpore la sensibilidad y el lenguaje propio de los hijos. Además,
esta formación debe realizarse de modo inductivo, de tal manera que el hijo
pueda llegar a descubrir por sí mismo la importancia de determinados
valores, principios y normas, en lugar de imponérselos como verdades
irrefutables (cfr. AL, 264).
68. La educación incluye, así mismo, la educación de la libertad, el educar
a elegir lo bueno, lo verdadero, consiguiendo, de modo gradual, cambios de
comportamiento en el educando, desterrando los malos hábitos y fomentando
inclinaciones afectivas y hábitos para elegir bien. “La educación entraña la
tarea de promover libertades responsables, que opten en las encrucijadas con
sentido e inteligencia; personas que comprendan sin recortes que su vida y
la de su comunidad está en sus manos y que esa libertad es un don inmenso”
(Papa Francisco, AL, 262).
69. La educación guía hacia una madurez moral e intelectual, desarrollando
todos los talentos y posibilidades, desplegando la inteligencia creadora. No
se trata tanto de saber, cuanto de saber utilizar lo que se sabe y ponerlo
al servicio de la vida. La educación incluye la valoración, el respeto y el
cuidado de la salud del propio cuerpo y del cuerpo de los demás.
70. La educación en la fe, como respuesta al deseo profundo de trascendencia
del ser humano, revela el sentido último de la existencia. No basta con una
educación de la interioridad que es insuficiente y podría considerarse como
una etapa previa al cultivo propiamente dicho de una verdadera
espiritualidad que incluye los contenidos de la experiencia cristiana: el
camino de discipulado de Jesús, el encuentro vital con Él y la asunción de
su modo de obrar, la tarea de edificar el Reino de Dios, la participación en
la celebración cristiana y en la oración concebida ante todo como diálogo
con Dios y como don, la profesión de las verdades de la fe . En nuestros
días existe el riesgo de que, en la misma educación de la espiritualidad, se
deje en el olvido la originalidad de la Revelación, que es la principal
característica del hecho cristiano. Es Dios quien ha tomado la iniciativa de
buscar al ser humano, por lo que no podemos reducir la experiencia cristiana
a la sola exploración de nuestra interioridad. Como dice Jesús en el
Evangelio de San Juan: “No sois vosotros los que me habéis elegido, sino que
soy yo quien os he elegido” (cfr. Jn 15, 16). Si bien es cierta la necesidad
de educar en el silencio y otras disposiciones interiores, sin las cuales
difícilmente podrá acogerse adecuadamente el mensaje evangélico, no podemos
olvidar que la Revelación de Dios no está en el silencio mismo, sino en la
Palabra revelada en Jesucristo. Para un cristiano, la educación en la
interioridad es el prólogo que le abre a la acogida de la Revelación en
Jesucristo y a la experiencia del discipulado .
71. La persona es impensable sin el otro. Es un ser eminentemente comunional
y familiar. Su primera identidad es ser hijo, en el seno de una familia. En
nuestro ser está inscrita la capacidad de relacionarnos con los otros,
buscando su bien y felicidad. Y esta relación con los demás, que comprende
la socialización y el compromiso por edificar una sociedad justa y fraterna,
debe ser otro elemento fundamental constitutivo de la educación.
72. Educar es también capacitarse para el mundo del trabajo, de la empresa y
de la economía. A este respecto, nos remitimos a nuestra carta pastoral
conjunta titulada Una economía al servicio de las personas de 2011, donde
poníamos de relieve la necesidad de poner en el centro de la actividad
económica y laboral a la persona, promoviendo una justicia evangélica
impulsada por la caridad, y donde los más débiles son destinatarios de una
atención prioritaria. Cabe destacar, en este sentido, la importancia de la
cualificación profesional como parte importante de la tarea educativa, pues,
gracias a la misma, también se favorece la inclusión social de todos,
especialmente de los más débiles.
73. En el momento actual, la utilización de las nuevas tecnologías de la
información y comunicación (conocidas como TICs), de modo particular las
redes sociales, constituyen un desafío para el desarrollo de la persona. Por
esto se debe promover una atención educativa específica para un acceso bien
orientado a los medios informáticos y al uso seguro y responsable de los
contenidos en red, especialmente de las redes sociales. Uno de los grandes
retos actuales de la educación es el de la integración del humanismo y las
nuevas tecnologías. La fuerza con la que están proliferando exige un
esfuerzo de adaptación y de formación para un uso adecuado de las mismas.
Mirando de modo retrospectivo, descubrimos que las nuevas tecnologías no
están cumpliendo con su promesa de liberar al ser humano. Paradójicamente,
nos facilitan muchas labores, pero las personas viven cada vez más
estresadas, más ocupadas y tienen más dificultades para dedicar tiempo a
aspectos tan importantes de la vida como la familia, la práctica religiosa o
el cultivo de las amistades. Se trata, por tanto, no solo de enseñar a
utilizar las herramientas tecnológicas e informáticas desde un punto de
vista técnico, sino también de educar en criterios para usarlas de modo
humano y responsable.
74. La educación abarca cuestiones sociales fundamentales. Entre ellas
sobresale la educación para la paz en un contexto donde las diversas
iniciativas promovidas en el campo de la reconciliación son especialmente
necesarias y deben ser adecuadamente promovidas. Así mismo, destaca la
necesidad de hacernos cargo y de aliviar los sufrimientos de los pobres, de
los enfermos, de los inmigrantes; la necesidad de establecer redes de
cooperación con países y regiones donde el hambre, la guerra y la injusticia
alienan al ser humano. Es preciso que el desarrollo integral alcance a todas
las naciones y existe una responsabilidad en la educación y en la promoción
de la dignidad humana, la justicia, la paz y la prosperidad. En este
sentido, es necesario insistir siempre en una educación inclusiva, que acoja
a los inmigrantes y a toda persona más allá de cualquier condicionamiento,
favoreciendo la igualdad de oportunidades y una educación excelente y de
calidad para todos.
75. Cuando hacemos referencia a la educación, no podemos menos que señalar
la gran importancia de la formación profesional y agradecer el gran servicio
que presta a muchas personas, tanto jóvenes como adultas, que ven con
ilusión y esperanza un futuro de realización personal plenamente insertado
en el campo laboral y en el servicio a la sociedad.
VIII. LA ESCUELA Y UNIVERSIDAD CATÓLICA
76. También la Educación Católica (y los elementos fundamentales que
expondremos en este apartado incumben tanto a la educación escolar como a la
universitaria) está inmersa en los desafíos que hemos examinado
anteriormente. Pero, por su propia naturaleza, acorde con la misión
evangelizadora de la Iglesia, tiene otros más específicos. La Escuela y la
Universidad Católica se inspiran en la Persona de Jesús, en su acción
salvífica y en los valores del Reino de Dios. Desde esta perspectiva, se
debe subrayar, en primer lugar, la alianza educativa entre el centro
educativo y las familias, lo que conlleva la centralidad de niños y jóvenes,
de su realización humana y cristiana, así como de su felicidad, de su
esperanza, todo lo cual constituye el núcleo de la misión educativa. Los
centros educativos católicos, en unión con los padres, deben ser alentados
en su misión de ayudar a los alumnos a crecer como adultos maduros que
pueden ver el mundo a través de la mirada de amor de Jesús, a sentirse
intensamente amados por Él y a comprender la vida como una llamada a servir
a Dios y a los hermanos.
77. Es preciso asumir el reto de asegurar la plausibilidad social de los
centros católicos en un contexto de cobertura de las necesidades educativas
por parte de las instituciones de titularidad pública. Queremos mostrar
nuestro profundo agradecimiento a tantas órdenes, congregaciones e
institutos religiosos que viven con pasión y entrega el carisma educativo,
unificando en su vida y en su acción la pedagogía, la espiritualidad y la
pastoral. Urge resaltar el valor añadido de la educación cristiana; entender
su excelencia educativa, no en términos competitivos, sino primariamente
como exigencia de la propia misión; fundamentar ante la opinión pública los
proyectos educativos, con una identidad específica, en la libertad de las
familias que necesitan ser ayudadas subsidiariamente en la educación de sus
hijos de acuerdo con sus propias convicciones y creencias. Así mismo, es
necesario fomentar la identidad cristiana de forma explícita y propositiva
manteniendo su significatividad, relevancia e influencia en un contexto de
indiferencia cuando no de hostilidad en algunos casos. El perfil y la
elección de las personas que configuran los equipos directivos y la labor
que desarrollan son aspectos decisivos para asegurar la identidad y misión
de los centros desde una perspectiva netamente evangélica. A estos equipos
queremos también mostrar nuestro agradecimiento y apoyar decididamente su
tarea. Es condición ineludible para garantizar la identidad de la Escuela
Católica la implicación de las familias en la tarea educativa.
78. En un momento de crisis demográfica y económica, también somos
conscientes de la necesidad de asegurar la sostenibilidad de los centros
educativos católicos, así como de su adecuada gestión. Pero todas las
medidas que se tomen al respecto, tanto a nivel institucional como
estructural, siempre han de aplicarse manteniendo el carácter “alternativo”
y transformador de la sociedad de la Educación Católica, de acuerdo con la
Doctrina Social de la Iglesia.
79. Los centros educativos católicos no deben relegar ni delegar en agentes
que no comparten ni testimonian vitalmente el ideario del centro aspectos
fundamentales de la educación, como son la dimensión espiritual, la igual
dignidad del hombre y la mujer, el valor y dignidad de la vida en todo su
recorrido, la dimensión afectivo-sexual, la dimensión de servicio a los
pobres, excluidos, inmigrantes, el fomento de la justicia y la misericordia,
el perdón y la paz… No han de tener miedo a afrontar la dificultad que
supone en nuestro contexto cultural ofrecer una visión cristiana del ser
humano de forma positiva y propositiva, evitando el relativismo y la
colonización cultural de las ideologías. Así mismo, no deben relegarse otros
aspectos fundamentales relativos a la Doctrina Social de la Iglesia y a la
responsabilidad eco-social recogidos en la encíclica Laudato Si´ del Papa
Francisco.
80. La Escuela Católica inspira toda su acción en Jesús, que puso a los
pobres en el centro de su acción salvífica. Por tanto, acogiendo a toda
persona y favoreciendo la “cultura del encuentro” con las diversas
tradiciones culturales y religiosas de procedencia, propone su “tarea desde
la perspectiva de Jesús de Nazaret” que vino a proclamar la buena nueva a
todos, de modo particular a los pobres y a los pequeños. Por eso, ha de
facilitar una educación de calidad, con especial esfuerzo con quien lo tiene
más difícil. Esto incluye el reto de responder a las nuevas pobrezas,
promocionando la igualdad de oportunidades y poniendo especial esmero en
quienes presentan mayores dificultades. La atención exquisita a las personas
con discapacidad, procurando su plena inclusión, debe ser distintivo de la
educación católica. También la acogida a los inmigrantes y la eventual ayuda
a sus familias, sobre todo si se encuentran en riesgo de exclusión. Así
mismo, para muchos jóvenes la formación profesional es un camino estimulante
y siempre abierto para la inserción socio-laboral, clave en el desarrollo
personal, social, económico y político. Se trata de una opción que debe
caracterizar de modo particular a la Escuela Católica.
81. La opción evangélica preferencial por los pobres no se opone al cuidado
de la excelencia en la calidad educativa y pastoral. “La opción preferencial
por los pobres incluye opción preferencial por los medios para que la gente
salga de su miseria, y uno de los medios privilegiados para ello es la
educación católica” (cfr. Cuarta Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano, Documento de Santo Domingo, 275). “La escuela católica no
sólo es relevante para la misión evangelizadora de la Iglesia, sino que,
además, en muchos lugares es la única que asegura auténticas oportunidades
para los niños de familias pobres, especialmente para los jóvenes,
ofreciéndoles una alternativa a la pobreza y una posibilidad de contribuir
verdaderamente a la vida de la sociedad. La tarea que la escuela católica
lleva a cabo en las comunidades más pobres, sirviendo a los miembros menos
afortunados y más vulnerables, debería ser animada” (Relatio synodi 2015,
68).
82. La educación católica favorece, así mismo, la integración de los
distintos agentes de la comunidad educativa (incluidas, por supuesto, las
familias), posibilitando su corresponsabilidad y su implicación real,
efectiva y participativa en los centros educativos, logrando así una
sinergia de los diversos agentes de la educación. Hemos de recordar una vez
más que la educación no es la obra individual de un maestro, sino una labor
colegiada que se plasma en un proyecto educativo. El Proyecto Educativo
Católico ha de desarrollar una cultura del acompañamiento, atendiendo a cada
alumno para que se sienta siempre acogido, amado y respetado, y ofreciéndole
todos los medios para su desarrollo integral.
83. La Escuela Católica valora y cuida de modo exquisito la persona del
educador. En este sentido, es necesario cultivar su identidad para que pueda
ser referencia en su tarea educadora y evangelizadora, y para que esté
abierto a la innovación y la mejora continua. En este campo estimamos
fundamental que el educador católico tenga una experiencia habitual de
encuentro con Dios en la oración, los sacramentos y la vida de la Iglesia.
La oración personal, encuentro diario con Dios infinito, es la herramienta
más eficaz para no sucumbir a la cambiante realidad como una madera más que
arrastra el río de lo que está de moda. Dios nos da las claves de lo que
permanentemente es válido, bueno y bello. Desde ahí, el educador se
convierte en un testigo y maestro de la sabiduría, del bien, de la verdad y
la belleza permanentes.
84. Los centros educativos católicos deben fomentar la pertenencia a la
Iglesia, y el sentimiento de participación y comunión con su misión, tanto a
nivel local como universal. Por eso cabe hablar de una comunidad educativa y
pastoral, compuesta por todos los que intervienen en la educación en una
zona o ambiente determinado y que capacita a los educandos para crecer y
formarse como ciudadanos honestos y buenos cristianos. La Escuela y
Universidad Católica ha de ser igualmente un lugar de evangelización y de
experiencia eclesial. Es una dimensión fundamental y transversal, no algo
secundario: se debe anunciar explícitamente el Evangelio en ella, se ha de
procurar vivir en conformidad con él, y se han de promover la iniciación en
la fe, la oración, la vida espiritual y sacramental, el discernimiento
vocacional, la inserción eclesial, las acciones solidarias, el servicio a
los pobres, el compromiso con la justicia. La misión evangelizadora del
centro es la propia acción educativa. No se reduce a tener unas
celebraciones programadas o unas actividades puntuales diseñadas por el
departamento de pastoral. Es una labor de conjunto de todo el centro. La
educación integral carece de compartimentos estancos. Promovemos una
cosmovisión cristiana de la naturaleza, la historia, la cultura, la
biología, etc., suscitando el verdadero deseo por saber y conocer la
inteligibilidad de la realidad. Es necesario que la Educación Católica se
proponga llegar al núcleo más íntimo de los educandos, proponiéndoles
ofertas concretas de cultivo de su espiritualidad. Se hace necesario, para
ello, realizar propuestas creativas y significativas, que no desconecten de
la rica tradición cristiana, ni deriven en fórmulas light que no cuestionan
interiormente ni sugieren caminos de fe.
85. Desde el punto de vista pastoral, la tarea educativa se sustenta sobre
tres pilares fundamentales y complementarios: la familia, la comunidad
cristiana (unidades pastorales, parroquias, movimientos y asociaciones
laicales) y la escuela. Son los tres agentes educativos llamados a
coordinarse y confluir en orden al objetivo común de posibilitar la
educación cristiana integral de cada persona. Esto demanda caminar hacia una
pastoral de conjunto, respetando el papel específico de la familia, que es,
al mismo tiempo, el sujeto receptor destinatario y el sujeto actor y
corresponsable de la actividad educativa. Desde la perspectiva pastoral,
esto reclama un tratamiento armonizado de los tres espacios en los que se
pone en juego la tarea de la educación cristiana, integral, de las personas.
También en el campo de la educación es importante hoy trabajar en red (a
nivel tanto del interior, como del exterior del centro educativo). De aquí
la importancia de la colaboración del profesorado, particularmente el de
Religión, con los agentes de pastoral, la comunidad cristiana y las
familias.
IX. LA EDUCACIÓN EXTRAESCOLAR Y SOCIAL, INFORMAL Y DE TIEMPO LIBRE
86. La educación no solo se circunscribe al ámbito de la familia, al centro
educativo y a la parroquia. Son muchas las horas que nuestros niños,
adolescentes y jóvenes participan en actividades desarrolladas en otros
ámbitos. Entre ellos destacan los de la educación extraescolar y del tiempo
libre, configurados de muy diversas maneras. Así mismo, es frecuente la
participación en actividades deportivas, lúdicas, culturales. Es necesario
cuidar la calidad humana, relacional y de fe de estos ámbitos.
87. En un contexto social caracterizado por un gran individualismo, se hace
especialmente necesario educar en la socialización, para que la relación
interpersonal no quede mermada por la utilización de nuevas tecnologías de
la comunicación y la información (TICs) que pueden absorber de modo
desmesurado el tiempo de niños, jóvenes y adolescentes (cfr. Papa Francisco,
AL 276, 278). Así mismo, en una sociedad consumista, del usar y tirar, es
necesaria la educación del consumo responsable, de la austeridad, de la
responsabilidad (cfr. AL, 277). En un ambiente donde se quiere todo de modo
inmediato, se necesita aprender a gestionar la espera, a madurar los
procesos, a educar en el esfuerzo, la constancia y la perseverancia (cfr.
AL, 275). Todos estos elementos eminentemente educativos deben estar
presentes no sólo en los ámbitos formales educativos, sino en todos los
demás ambientes que educan e influyen en el desarrollo de la personalidad de
nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
88. La educación del tiempo libre constituye así mismo un espacio adecuado
para la educación en la fe. Movimientos, comunidades, iniciativas
diocesanas, congregaciones religiosas se hacen presentes en este ámbito para
ofrecer una educación del tiempo libre que incluya el ámbito de la fe como
dimensión irrenunciable. Su tarea es especialmente necesaria ante la
variedad de ofertas que perciben los niños, adolescentes y jóvenes y que en
muchos casos no responden adecuadamente a lo que verdaderamente necesitan en
estas edades para su desarrollo y crecimiento personal. Agradecemos el gran
esfuerzo que dedican a estas dimensiones educativas y alentamos su tarea que
constituye una gran ayuda a las familias, a la sociedad y a la Iglesia.
X. DIMENSIONES SOCIALES Y POLÍTICAS DE LA EDUCACIÓN
X. 1. La educación, derecho y deber
89. Vemos necesario afirmar que la educación es un derecho humano
fundamental y elemento de cohesión social y de futuro, por su capacidad de
igualar las oportunidades de todos en la sociedad, corrigiendo las
desigualdades económicas, culturales, sociales y religiosas que se dan, de
hecho, en las condiciones de partida desde la infancia. Es preciso recordar
que en lo referente a los Derechos Humanos hay siempre obligaciones y
responsabilidades. Los poderes públicos tienen obligación de reconocerlos y
posibilitar su puesta en práctica; y las personas, organizaciones e
instituciones tienen la responsabilidad de ejercitarlos. En este ámbito
habrá que trabajar en la formación y el reconocimiento de la profesión
docente; agradecer, estimular y atribuir la autoridad necesaria a los
educadores; reconocer e impulsar la función de la comunidad educativa como
espacio de encuentro de familias de distinto credo, condición social o
económica.
X. 2. Pacto educativo: estabilidad y blindaje ante los partidismos
90. Es un parecer común que en nuestras instituciones la educación es
considerada como elemento partidista e ideológico, y que cada gobierno
propone su ley educativa, sin suficiente consenso, por lo que se hace harto
arduo y complicado llegar a un necesario pacto de Estado y esto hace que la
educación continuamente esté en discusión. Desde el establecimiento de la
democracia parlamentaria hemos tenido siete leyes educativas, aunque dos de
ellas no se han llegado a aplicar. La educación se puede cambiar, pero sólo
desde un diálogo y consenso de todas las instancias concernidas, desde unos
educadores convencidos y desde un proyecto social que la contemple como un
bien social de primer orden en el que todos tenemos mucho que aportar, y no
como un escenario de debate político. Vemos con preocupación la distancia,
cuando no enfrentamiento, entre distintos actores educativos y políticos, en
torno a la educación. Apelamos al buen sentido de los actores políticos y
agentes educativos para promover un debate auténtico sobre la educación que
pueda dar lugar a un gran acuerdo beneficioso para nuestra sociedad y
nuestros niños y jóvenes. En este contexto debe expresarse el
agradecimiento, respaldo y ayuda a los educadores, maestros y profesores,
así como el reconocimiento a los proyectos integradores de calidad y
excelencia que proponen los centros educativos. Así mismo, deben atenderse
de modo particular las necesidades de los más desfavorecidos, asegurando que
todos puedan acceder a una educación excelente que garantice la igualdad de
oportunidades.
X. 3. Respeto y protección a la efectiva libertad de elección de los padres
91. La libertad de elección de los padres para educar a sus hijos de acuerdo
a sus principios y convicciones está consagrada en las altas legislaciones
internacionales, partiendo de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, así como de la Constitución Española, como ya se ha recordado al
principio de esta Carta. Es necesario insistir en que este derecho es
originario de las propias familias y debe ser efectivamente tutelado. Las
administraciones están llamadas a asegurar a los padres el ejercicio de la
libre elección de aquellas propuestas educativas e idearios que respondan
mejor a su proyecto personal y familiar. Sería necesario repensar los
criterios utilizados en la baremación para la admisión en los diversos
centros educativos con el fin de que este derecho de libre elección de
educación y de centro sea una realidad y no quede en la práctica impedido o
limitado para las familias que desean que sus hijos sean educados en centros
católicos o en otros, siempre de acuerdo a sus principios y convicciones.
X. 4. Fomento del asociacionismo familiar
92. En correlación con la libertad de los padres para elegir el tipo de
educación que desean para sus hijos, es necesario fomentar el asociacionismo
familiar y su presencia en los ámbitos educativos. De este modo se asegura
una participación verdadera y un seguimiento de la educación que se ofrece
en los centros, para que responda a las necesidades reales de las familias y
para que se respete de facto el derecho preferente a escoger el tipo de
educación que habrá de darse a sus hijos. Debemos fomentar y urgir la
participación de los padres en las AMPAs de los centros educativos. Es
necesario que se revitalicen también las asociaciones de padres católicos,
las cuales han ido languideciendo en consonancia con el debilitamiento
asociativo que se aprecia en muchos ámbitos sociales. Una participación
proactiva y comprometida de los padres en las AMPAs y en las diversas
asociaciones ayudará a una mejora de la calidad educativa en consonancia con
sus propias convicciones.
X. 5. Fomento de la libre iniciativa social en proyectos educativos
93. La Carta Magna, en su artículo 27, afirma que “se reconoce a las
personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes,
dentro del respeto a los principios constitucionales” (artículo 27, 6); “Los
poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos
que la ley establezca” (artículo 27, 9). Por tanto, las diversas
administraciones deben asegurar, proteger y respetar la libertad para
promover propuestas educativas desde la iniciativa social en condiciones de
igualdad y libertad con respecto a la escuela de titularidad pública. En
consonancia con lo que se recoge en la Constitución Española, será necesaria
una adecuada financiación de la educación con el fin de garantizar una
igualdad de oportunidades a todas las familias sin ser discriminadas por sus
convicciones. Por eso, la libertad para crear centros docentes que nacen de
la iniciativa social u otras instancias reconocidas y su adecuada
financiación no constituye ningún privilegio, sino que es expresión de la
libertad de educación que defiende justamente nuestro ordenamiento jurídico.
X. 6. Sólida presencia de la educación religiosa en la escuela
94. Una auténtica educación significa introducir a la persona en la
totalidad de la realidad. De ahí la necesidad de que abarque todas las
dimensiones de la persona. A este respecto, la dimensión trascendente y
religiosa enriquece enormemente el ámbito educativo. La educación religiosa
educa al niño y al joven en una dimensión que le es profundamente
connatural, pues el ser humano no sólo es ser racional y social, sino
también constitutivamente religioso y trascendente. La educación religiosa
contribuye a encontrar respuesta a las preguntas más profundas sobre la vida
y el sentido último de nuestra existencia: de dónde vengo, cuál es el
sentido de la vida, qué me cabe esperar, qué significa amar, por qué es
preciso perdonar, si se puede encontrar sentido al sufrimiento o a la
enfermedad, qué significa la muerte, cómo edificar una sociedad justa y
solidaria. Se trata de una propuesta enraizada en la verdad y el bien común,
acorde a los anhelos profundos del corazón humano.
95. La enseñanza religiosa favorece enormemente el crecimiento personal y
contribuye decisivamente a la edificación de una sociedad y un mundo
enraizados en la verdad y el bien, el respeto mutuo, el amor y el perdón, la
solidaridad y la gratuidad, la justicia y la paz, la compasión y la
misericordia, en la ayuda a los más necesitados y en la protección y tutela
de los débiles. También nos ayuda a valorar nuestra cultura, de profundas
raíces cristianas, y a hacernos partícipes de un legado que ha configurado
nuestro modo de ser y se encuentra en el fundamento de nuestra civilización.
96. La aconfesionalidad del Estado no debe interpretarse como el destierro
del hecho religioso de la educación. Un Estado aconfesional, lejos de
oponerse al hecho religioso, debe facilitar y posibilitar el ejercicio del
derecho fundamental de las familias y de todos los ciudadanos en materia
religiosa, sin discriminación alguna. Una mirada a Europa como referente
educativo nos revela que sus instituciones (por ejemplo, el Consejo Europeo
de la Educación) insisten en la necesidad de la cultura religiosa en las
aulas. Así se constata que la práctica totalidad de los países de la
Comunidad Europea incorporan la Religión al sistema educativo y mantienen
acuerdos con distintas confesiones religiosas, con variadas alternativas. Es
necesario valorar la cultura religiosa cristiana, y la asignatura de
Religión, como un derecho a ejercer dentro de un marco legal respetuoso con
las opciones de cada familia y cada alumno. Las familias, los alumnos, las
administraciones y la misma sociedad están llamados a valorar las enseñanzas
de la Religión como algo que tiene plena actualidad en el marco de una
escuela verdaderamente abierta, plural e integradora de culturas, saberes,
aptitudes, valores humanos e inquietudes sociales. Tanto el marco europeo
como la Constitución, la Ley Orgánica de Educación y la Ley de la Escuela
Pública Vasca garantizan y regulan este derecho.
97. No se debe entender la asignatura de Religión como algo propio o
exclusivo de la jerarquía eclesiástica, sino, más bien, como un derecho
fundamental de los padres recogido en la Constitución Española, art. 27.3:
“Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que
sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus
propias convicciones”. El artículo 18 de la Ley Orgánica reguladora del
Derecho a la Educación establece que “todos los centros públicos
desarrollarán sus actividades con sujeción a los principios
constitucionales, garantía de neutralidad ideológica y respeto de las
opciones religiosas y morales a que hace referencia el artículo 27.3 de la
Constitución”. Hemos de dar a la asignatura de Religión la relevancia y
profundidad que requiere. Pedimos por ello a todos los centros que cuiden y
formen con especial esmero a los docentes que se han de encargar de impartir
esta disciplina fundamental. Que a la titulación requerida les acompañe un
amor profundo a la asignatura y un testimonio de vida de fe que dé
credibilidad y consolide sus enseñanzas. La asignatura de Religión no debe
confundirse con una mera cultura sobre el hecho religioso, ni con una
catequesis, ni mucho menos se trata de un adoctrinamiento. La educación
religiosa católica evalúa la adquisición de conocimientos, no la fe del
alumno. Por lo cual, es una asignatura académicamente equiparable a las
demás asignaturas y válida también para los no creyentes.
X. 7. Valoración y gratitud a los profesores de Religión
98. Nos gustaría expresar nuestra gratitud al profesorado de Religión,
particularmente en la escuela de titularidad pública, donde realiza su labor
en muchos casos con dificultades sobreañadidas. El cuidado de la dimensión
trascendente de la persona es parte de una educación verdaderamente
integral. La escuela, laica o confesional, de titularidad pública o de
iniciativa social, está llamada a integrar saberes y valores, conocimientos
y aptitudes; a ser inclusiva, en diálogo y convivencia con el mundo de las
religiones y sus culturas; a educar en la competencia espiritual, como
elementos de una educación integral. Y el profesor de Religión es un testigo
excepcional de esta apertura, integración y trascendencia. Gracias por
vuestra entrega y testimonio.
CONCLUSIÓN
99. Hemos visto cómo la tarea educativa implica a todos los elementos que
configuran la vida social. La familia constituye la fuente originaria de la
misma. Las diversas administraciones, las instituciones de iniciativa social
y la Iglesia están llamadas a colaborar en esta apasionante tarea. En esta
carta hemos querido reflexionar sobre algunos elementos y dimensiones que
nos parecen fundamentales para una educación acorde con la dignidad de la
persona, para iluminar los desafíos que esta tarea presenta en la
actualidad. No hay tarea más hermosa ni, al mismo tiempo, más delicada y
exigente. La educación es de importancia capital para la felicidad de las
personas y para el desarrollo y futuro de nuestra sociedad. No puede dejarse
al albur de modas, de vaivenes políticos ni de intereses ideológicos. Lo que
nos jugamos es demasiado grande.
100. Hemos querido poner en el centro de la reflexión a Jesús, maestro y
modelo de aquellos que responden generosamente a la vocación de entregarse a
la educación de nuestros niños y jóvenes. La Iglesia se ha implicado durante
muchos siglos en esta misión. En ella han surgido innumerables
congregaciones religiosas e iniciativas en todos los niveles, desde pequeños
centros educativos parroquiales hasta prestigiosas universidades. Estas
iniciativas han surgido en los lugares más próximos a nosotros y en
latitudes más remotas, donde muchos misioneros y misioneras han desarrollado
de modo admirable una vocación educativa y han defendido e impulsado
culturas propias de los diversos pueblos más diversos. Nuestro
agradecimiento a las familias, a los educadores y a todas las instituciones
eclesiales dedicadas a la tarea educativa. La Iglesia ha estado y está muy
presente en el campo educativo ofreciendo lo mejor de sí misma. Desde el
diálogo, respeto, servicio y colaboración está llamada a ayudar a las
familias en esta tarea y a servir a la sociedad en la edificación de un
mundo más humano y fraterno, en el desarrollo de una cultura que promueva la
verdadera dignidad humana, en el servicio a los pobres y a los que sufren o
se encuentran en riesgo de exclusión. Pedimos a Dios que nos dejemos
iluminar y enseñar por Él; que nos ayude en esta vocación y misión. Pedimos
su bendición y la intercesión materna de la Virgen María en este hermoso
campo de la educación, haciendo nuestras, humildemente, las palabras del
salmista: “Me enseñarás el camino de la vida” (Sal 15, 11).
4 de junio de 2017. Solemnidad de Pentecostés
Con gran afecto
+ Francisco, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela
+ Mario, obispo de Bilbao
+ José Ignacio, obispo de San Sebastián
+ Juan Carlos, obispo de Vitoria
+ Juan Antonio, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela
Categorías: Cartas pastorales 2017, Documentos Pastorales, Mons. Francisco
Pérez, Uncategorized