Catequesis del Papa Francisco sobre la Familia: Prueba y miseria, vulnerabilidad de la Familia
Ciudad del Vaticano,
03 de junio de 2015
El Santo Padre prosigue con la serie de catequesis sobre la familia. Los
responsables de la vida pública tienen que trabajar por la unión social y
combatir la espiral perversa entre familia y pobreza
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estos miércoles hemos reflexionado sobre la familia. Y vamos adelante con
este tema. Reflexionar sobre la familia. Y desde hoy nuestras catequesis se
abren con la reflexión de la consideración de las vulnerabilidades que tiene
la familia, en las condiciones de vida que la ponen a prueba. La familia
tiene muchos problemas que le ponen a prueba. Hoy comenzaremos por una.
Una de estas pruebas es la pobreza. Pensemos en tantas familias que pueblan
las periferias de las megalópolis, también en las zonas rurales… ¡Cuánta
miseria, cuánto degrado! Y además, para agravar la situación, en algunos
lugares llega también la guerra. La guerra es siempre algo terrible. Además
golpea especialmente a las poblaciones civiles, las familias. Realmente la
guerra es la madre de todas las pobrezas, la guerra empobrece la familia.
Una gran depredadora de vidas, de almas, y de los afectos más sagrados y más
queridos.
A pesar de todo esto, hay muchas familias pobres que con dignidad buscan
conducir su vida cotidiana, a menudo confiando abiertamente en la bendición
de Dios. Esta lección, sin embargo, no debe justificar nuestra indiferencia,
¡sino aumentar nuestra vergüenza! que haya tanta pobreza. Es casi un milagro
que, también en la pobreza, la familia continúa formándose, e incluso que
hasta conserve --como puede-- la humanidad especial de sus uniones. El hecho
irrita a esos planificadores del bienestar que consideran los afectos, la
generación, las uniones familiares, como una variable secundaria de la
calidad de vida. No entienden nada. Sin embargo, tendremos que arrodillarnos
delante de estas familias, que son una verdadera escuela de humanidad que
salva las sociedades de la barbarie.
¿Qué queda, entonces, si cedemos al chantaje de César y Mammón, de la
violencia y del dinero, y renunciamos también a los afectos familiares? Una
nueva ética civil llegará solamente cuando los responsables de la vida
pública reorganicen la unión social a partir de la lucha a la espiral
perversa entre familia y pobreza, que nos lleva al abismo.
La economía actual a menudo se ha especializado en el goce del bienestar
individual, pero practica ampliamente la explotación de las uniones
familiares. ¡Esta es una contradicción grave! ¡El inmenso trabajo de la
familia no aparece en los balances, naturalmente! De hecho, la economía y la
política son avaras en el reconocer esto. Además, la formación interior de
la persona y la circulación social de los afectos tienen precisamente allí
su pilar. Si lo quitas, se cae todo.
No es solo cuestión de pan. Hablamos de trabajo, instrucción, sanidad. Es
importante entender esto. Nos conmueve siempre cuando vemos las imágenes de
niños desnutridos y enfermos que se nos muestran en tantas partes del mundo.
Al mismo tiempo, nos conmueve también mucho la mirada brillante de muchos
niños, privados de todos, que están en escuelas hechas de nada, cuando
muestran con orgullo su lápiz y su cuaderno. ¡Y cómo miran con amor a su
maestro o su maestra! ¡Realmente los niños saben que el hombre no vive solo
de pan! También el afecto familiar está. Cuando hay miseria sufren los niños
porque ellos quieren el amor, la unión familiar.
Nosotros los cristianos tenemos que estar cada vez más cerca de las familias
que están a prueba por la pobreza. Pesemos todos si conocemos a alguno. Papá
sin trabajo, mamá sin trabajo. La familia sufre. Las uniones se debilitan.
Es feo esto. De hecho, la miseria social golpea la familia y a veces la
destroza. La falta o la pérdida de trabajo, o su fuerte precariedad, inciden
pesadamente sobre la vida familiar, poniendo a dura prueba las relaciones.
Las condiciones de vida de los barrios más desfavorecidos, con problemas de
vivienda y de transporte, como también la reducción de los servicios
sociales, sanitarios, escolares, causan más dificultades. A estos factores
materiales se añade el daño causado a la familia por los pseudo-modelos,
difundidos por los medios de comunicación basados en el consumismo y el
culto del aparentar, que afectan a las clases sociales más pobres e
incrementan la desintegración de las uniones familiares. Cuidar las
familias, cuidar el afecto, pero la miseria pone a prueba a la familia.
La Iglesia es madre, y no debe olvidar este drama de sus hijos. También ella
debe ser pobre, para hacerse fecunda y responder a tanta miseria. Una
Iglesia pobre es una Iglesia que practica une sencillez voluntaria en la
propia vida --en sus instituciones, en el estilo de vida de sus miembros--
para abatir cada muro de separación, sobre todo de los pobres. Es necesaria
la oración y la acción. Recemos intensamente al Señor, que nos sacuda, para
hacer a nuestras familias cristianas protagonistas de esta revolución de la
proximidad familiar, que ahora es tan necesaria. De esta proximidad
familiar, desde el principio, está hecha la Iglesia. Y no olvidemos que
nuestro juicio sobre los necesitados, de los pequeños y de los pobres
anticipa al juicio de Dios. No olvidemos esto.
Y hagamos todo, todo lo que podamos para ayudar a las familias a ir adelante
en la prueba de la pobreza y la miseria, que golpean los afectos y las
uniones familiares.
Yo quisiera leer otra vez el texto de la Biblia que hemos escuchado al
principio. Y que cada uno de nosotros piense en las familias que pasan por
la prueba, que son probados por la miseria y la pobreza. La Biblia dice así:
“Hijo mío, no prives al pobre de su sustento ni hagas languidecer los ojos
del indigente” Pero pensemos cada palabra. “No hagas sufrir al que tiene
hambre ni irrites al que está en la miseria. No exasperes más aún al que
está irritado ni hagas esperar tu don al que lo necesita. No rechaces la
súplica del afligido ni apartes tu rostro del pobre. No apartes tus ojos del
indigente ni des lugar a que alguien te maldiga”. Porque esto será lo que
haga el Señor, lo dice el Evangelio, si no hacemos estas cosas.
Gracias".