PLEGARIA DE UN PADRE
Siendo tan necesaria la ayuda de DIOS para entender a los hijos y educarlos,
te dirijo, ¡Oh Señor Misericordioso!, desde el fondo de mi alma esta
ferviente plegaria:
Ayúdame, Señor, te lo suplico, a entender a mis hijos, a escucharlos
pacientemente cuando tengan algo que decirme, y a contestar sus preguntas
sin alterarme.
No permitas que los interrumpa y menos que los contradiga sin razón,
concédeme la Gracia de ser siempre tan cortés para mis hijos, como yo quiero
que ellos sean conmigo cuando crezcan.
Dame el valor suficiente para confesar mis faltas contra mis hijos, y para
pedir perdón cuando sienta que les he hecho algún daño.
No permitas nunca que hiera con mis actos los sentimientos de mis hijos.
Evita que me ría de sus errores o que los castigue avergonzándolos o
poniéndolos en ridículo.
Jamás permitas que induzca yo a mis hijos a mentir o a tomar lo ajeno.
Guíame siempre. Señor, hora tras hora, para que pueda yo demostrarles con
todo cuanto haga o diga, que sólo la honestidad y la honradez traen consigo
la felicidad.
Hazme cada día más humilde y que deje ya de sermonearlos continuamente.
Cuando me salga de mis casillas, ayúdame. Señor, a contener la lengua.
Ciégame para no ver los pequeños errores de mis hijos, pero dame Tu luz para
ver bien las cosas buenas que tienen y que hacen.
Pon siempre en mis labios la palabra justa para cuando merezcan elogio.
Ayúdame a tratarlos de acuerde con su edad y no permitas que exija de ellos
que razonen como adultos y tengan el juicio que sólo da la experiencia.
No permitas que les robe la oportunidad de cuidarse ellos mismos y de que
piensen y lleven a cabo sus propias decisiones.
Una cosa sobre todo, te pido, Señor; que no permitas que llegue nunca a
castigar a mis hijos tan sólo para satisfacer mi egoísmo, que nunca
descargue en ellos mi ira.
Permíteme que pueda yo concederles todas las satisfacciones que sean
razonables, pero al mismo tiempo haz que tenga el valor suficiente para no
concederles cualquier privilegio que pueda perjudicarlos.
Permíteme que sea yo tan equitativo, tan justo y amigable para con mis
hijos, que ellos sientan auténtica estimación por mí.
Concédeme, finalmente, ¡Señor Todopoderoso!, que sea siempre digno de que
mis hijos me amen y de que me imiten en lo bueno y que guiándoles, les lleve
a Ti. Amén.
(cortesía: LOGROS Y METAS, Asociación Nacional de Scouts Peruanos, Nº 261 -
Lima, 12 de julio de 2009)