«La familia numerosa es una escuela de solidaridad y convivencia y un beneficio para la sociedad»: Papa Francisco
Fiesta de la Sagrada Familia
2014
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En un encuentro marcado por una gran alegría, enriquecido con la ternura
bulliciosa de tantos niños, Francisco saludó a miles de familias que
quisieron celebrar con el Papa la fiesta de la Sagrada Familia, en el Aula
Pablo VI.
«Han venido con los frutos más bellos de su amor. Maternidad y paternidad
son un don de Dios, pero acoger el don, dejarse asombrar por su belleza y
hacer que resplandezca en la sociedad es tarea de ustedes», dijo el Santo
Padre en su cordial bienvenida a los miembros de la asociación fundada hace
diez años que reúne a las familias numerosas en Italia, acompañados por
delegaciones de otros países de Europa.
«Cada uno de sus hijos es una criatura única que no se repetirá nunca más en
la historia de la humanidad. ¡Cuando se comprende esto, es decir que cada
uno ha sido querido por Dios, quedamos asombrados ante el gran milagro de un
hijo! ¡Un hijo cambia la vida! Todos hemos visto a hombres y mujeres que,
cuando reciben a un hijo, les cambia la vida. ¡Un hijo es un milagro que
cambia la vida!», reiteró el Sumo Pontífice.
La familia numerosas, beneficio para toda la sociedad
Y dedicó unos minutos muy expresivos a ensalzar el bien social que suponen
las familias numerosas: «Ustedes, niños y niñas, son precisamente esto: cada
uno de ustedes es un fruto único del amor, vienen del amor y crecen en el
amor. ¡Son únicos, pero no solos! Y el hecho de tener hermanos y hermanas
les hace bien: los hijos y las hijas de una familia numerosa son más capaces
de la comunión fraterna desde la primera fase de la infancia. En un mundo
marcado frecuentemente por el egoísmo, la familia numerosa es una escuela de
solidaridad y de convivencia; y estas actitudes luego son un beneficio para
toda la sociedad»
Tras subrayar las dificultades que afrontan las familias, en particular las
numerosas, deseando que las instituciones públicas y la política les
dediquen mayor atención y apoyo, y recordando la Exhortación Apostólica
Familiaris Consortio de Juan Pablo II, el Papa alentó asimismo el compromiso
de las asociaciones familiares en los foros nacionales y locales, así como
en la Iglesia y en la sociedad: «Estoy a su lado con la oración y los
encomiendo a la protección de la Sagrada Familia de Jesús, José y María.
¡Qué linda noticia saber que en Nazaret se está realizando una casa para las
familias del mundo que peregrinan allí donde Jesús creció en edad, sabiduría
y gracia (cfr Lc 2,40)!»
«Rezo en particular por las familias más probadas por la crisis económica,
aquellas donde el papá o la mamá han perdido el trabajo, donde los jóvenes
no logran encontrarlo. Por las familias probadas en sus afectos más queridos
y por aquellas que sienten la tentación de rendirse a la soledad y a la
división», añadió.
Recordando que las familias numerosas son una escuela de solidaridad y del
compartir, en beneficio de toda la sociedad ante un mundo marcado a menudo
por egoísmos, el Papa hizo hincapié en el encuentro entre generaciones. Y
destacó el papel de los abuelos, que son una presencia preciosa tanto en la
ayuda práctica como en la educación. Pues los «abuelos custodian los valores
de un pueblo, de una familia y ayudan a los padres a transmitirlos a los
hijos». Y recordó cómo en el siglo pasado en tantos países europeos fueron
los abuelos los que transmitieron la fe, llevando incluso a escondidas a los
niños para bautizarlos.
A los queridos padres, les expresó su gratitud por «el ejemplo de amor a la
vida que custodian desde la concepción hasta el ocaso natural, aun en medio
de todas las dificultades y pesos de la vida, que lamentablemente las
instituciones públicas no siempre ayudan a llevar».
Con su bendición el Papa Bergoglio deseó a todas las familias la ternura y
la consolación de Dios y pidió oraciones por él, que se siente como «el
abuelo de todos».
Texto íntegro de la intervención del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Antes que nada una pregunta y una curiosidad. Díganme: ¿a qué hora se han
despertado hoy? ¿a las seis? ¿a las cinco? ¿y no tienen sueño? ¡Pero yo con
este discurso los haré dormir!
Estoy contento de encontrarlos en ocasión de los diez años de la Asociación
que reúne en Italia a las familias numerosas. ¡Se ve que ustedes aman a la
familia y aman la vida! Y es bello agradecer al Señor por esto en el día en
el cual celebramos la Sagrada Familia.
El Evangelio de hoy nos muestra a María y José que llevan al Niño Jesús al
templo, allí encuentran a dos ancianos, Simeón y Ana, que profetizan sobre
el Niño. Es la imagen de una familia “alargada”, un poco como son sus
familias, donde las diversas generaciones se encuentran y se ayudan.
Agradezco a Mons. Paglia, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia
-especialista en hacer estas cosas– que ha deseado tanto este momento, y a
Mons. Beschi, que ha fuertemente colaborado en hacer nacer y crecer su
Asociación, surgida en la ciudad del beato Pablo VI, Brescia.
Han venido con los frutos más bellos de su amor. La maternidad y la
paternidad son dones de Dios, pero recibir este don, maravillarse de su
belleza y hacerlo resplandecer en la sociedad, esto es su tarea. Cada uno de
sus hijos es una creatura única que no se repetir nunca más en la historia
de la humanidad. Cuando se entiende esto, es decir que cada uno ha sido
querido por Dios, ¡nos quedamos sorprendidos de cuanto grande es el milagro
de un hijo! ¡Un hijo cambia la vida! Todos nosotros hemos visto – hombres,
mujeres – que cuando llega un hijo la vida cambia, es otra cosa. Un hijo es
un milagro que cambia una vida. Ustedes, niños y niñas, son precisamente
esto: cada uno de ustedes es un fruto único del amor, vienen del amor y
crecen en el amor. ¡Son únicos, pero no solos! Y el hecho de tener hermanos
y hermanas les hace bien: los hijos y las hijas de una familia numerosa son
más capaces de la comunión fraterna desde la primera fase de la infancia. En
un mundo marcado frecuentemente por el egoísmo, la familia numerosa es una
escuela de solidaridad y de convivencia; y estas actitudes luego son un
beneficio para toda la sociedad.
Ustedes, niños y jóvenes, son los frutos del árbol que es la familia: serán
frutos buenos cuando el árbol tiene buenas raíces – que son sus abuelos – y
un buen tronco – que son sus padres – Decía Jesús que todo árbol bueno da
frutos buenos y que todo árbol malo da frutos malos (cfr. Mt 7,17). La gran
familia humana es como un bosque, donde los arboles buenos traen
solidaridad, comunión, confianza, ayuda, seguridad, sobriedad feliz,
amistad. La presencia de las familias numerosas es una esperanza para la
sociedad. Y por esto es muy importante la presencia de los abuelos: una
presencia preciosa sea por la ayuda práctica, sea sobre todo por el aporte
educativo. Los abuelos cuidan en sí los valores de un pueblo, de una
familia, y ayudan a los padres a transmitirlos a los hijos. En el siglo
pasado, en muchos países de Europa, han sido los abuelos a transmitir la fe:
ellos llevaban a escondidas al niño a recibir el bautismo y transmitían la
fe.
Queridos padres, les estoy agradecido por el ejemplo de amor a la vida, que
ustedes cuidan desde el concebimiento hasta el fin natural, a pesar de todas
las dificultades y lo pesado de la vida, y que lamentablemente las
instituciones públicas no siempre los ayudan a llevar adelante. Justamente
ustedes recuerdan que la Constitución Italiana, en el artículo 31, exige una
atención especial a las familias numerosas; pero esto no encuentra un
adecuado reflejo en los hechos. Se queda en las palabras. Deseo pues,
pensando también a la baja natalidad que de hace tiempo se registra en
Italia, una mayor atención de la política y de los administradores públicos,
a todo nivel, con el fin de dar la ayuda prevista para estas familias. Cada
familia es célula de la sociedad, pero la familia numerosa es una célula más
rica, más vital, y el ¡Estado tiene todo el interés de invertir en ella!
Sean bienvenidas las familias reunidas en Asociaciones – como esta italiana
y como aquellas de otros países europeos, aquí representados – y sea
bienvenida la red de asociaciones familiares capaces de estar presentes y
visibles en la sociedad y en la política. San Juan Pablo II, en este
sentido, escribía: «las familias deben crecer en la conciencia de ser
protagonistas de la llamada política familiar y deben asumir la
responsabilidad de transformar la sociedad: diversamente las familias serán
las víctimas de aquellos males que se han limitado a observar con
indiferencia» (Exh. Ap. Familiaris consortio, 44). El compromiso que las
asociaciones familiares desarrollan en los diversos “foros”, nacionales y
locales, es propio aquel de promover en la sociedad y en las leyes del
estado los valores y las necesidades de la familia.
Bienvenidos también los movimientos eclesiales, en los cuales ustedes
miembros de las familias numerosas están particularmente presentes y
activos. Siempre agradezco al Señor al ver a papás y mamás de las familias
numerosas, juntos a sus hijos, comprometidos en la vida de la Iglesia y de
la sociedad. Por mi parte les acompaño con mis oraciones, y les encomiendo
bajo la protección de la Sagrada Familia de Jesús, José y María. Y una bella
noticia es que propio en Nazaret se está realizando una casa para las
familias del mundo que van en peregrinación allá donde Jesús creció en edad,
sabiduría y gracia. (cfr. Lc 2,40).
Rezo en especial por las familias más afectadas por la crisis económica,
aquellas donde el papá o la mamá han perdido el trabajo, - y esto es duro –
donde los jóvenes no logran encontrarlo; las familias heridas en sus
sentimientos y aquellas tentadas a rendirse a la soledad y la división.
¡Queridos amigos, queridos padres, queridos jóvenes, queridos niños,
queridos abuelos, buena fiesta a todos ustedes! Cada una de sus familias sea
siempre rice de ternura y de la consolación de Dios. Con afecto los bendigo.
Y ustedes, por favor, continúen a rezar por mí, que yo soy un poco el abuelo
de todos ustedes. ¡Recen por mí! Gracias.