Hay que ser un líder para el hijo. Díganme si no es típica la
imagen del papá fumando un puro y diciéndole a su hija que no fume, que es
muy malo para la salud, que va a terminar con su vida y que además se ve muy
feo. Imagínense la mente de la niña, una completa confusión: “si no es
bueno, ¿por qué lo hace mi papá?”. En ese momento, la imagen del papá bajó
bastantes puntos en la mente de la niña.
La diferencia entre el poder y la autoridad es que con el premio y el
castigo tenemos poder para educar a nuestros hijos, pero para tener
autoridad en la educación hacen falta cuatro cosas:
Testimonio: es decir, coherencia absoluta entre lo que digo y lo que
vivo y, junto a eso, rectitud de vida. Para alcanzar un testimonio positivo
sobre tu hijo seguramente la rectitud y la coherencia son fundamentales,
pero además hay otro factor que es muy importante, presentar como atractivo
el modelo de vida que tú quieres darle a tus hijos. Volvemos al tema de los
medios de comunicación, ellos son expertos en presentar modelos atractivos.
Tenemos que competir con ellos. Testimonio es también, en su grado más
elevado, que los hijos perciban en nosotros una constante mejora personal.
La dejadez no genera deseos de emulación y no hace atractivo nuestro
mensaje.
Cercanía afectiva. Esto es fundamental para que nuestros hijos
aprecien de verdad que lo que les mostramos es para su bien. Cercanía
afectiva es hacerles ver que los consejos que les damos, que las decisiones
que tomamos sobre ellos, nacen del amor. Y no consiste en decírselo
abiertamente, sino en hacérselo ver con mi comportamiento, un
comportamiento, que busca su bien por encima de todo y que le demuestra
cariño.
Interés real. Cuántos padres de familia hay que no prestan interés a
sus hijos simplemente porque se pasan el día viendo los deportes por
televisión. Esto es una forma de decir a los hijos: “no me interesas, me
interesa más el béisbol, el soccer o el basket que tú”. Nunca seremos
capaces de decirles esto abiertamente, pero se lo estamos comunicando con
nuestra conducta y ellos lo captan así. No es necesario decir que esto resta
autoridad porque hace que nuestros hijos sientan que no son importantes para
nosotros y que, por lo tanto lo que les decimos es simplemente para que no
nos molesten y no por su bien.
Dar razones. La autoridad se basa en razones, no en órdenes. Dar un
consejo o una indicación sin razones claras y concisas es hacer que nuestros
hijos obedezcan sólo por el amor o por el respeto que nos tienen. No está
mal, pero creo que ya no es suficiente. Pienso que hoy por hoy hay que
estar, por lo menos, en condiciones de saber responder a los porqués de
nuestros hijos con serenidad y equilibrio o hay que saber cómo encauzarles a
descubrir la solución a sus problemas. Educar con razones genera autoridad.
El adolescente capta que sus papás no actúan por capricho y encuentra en
ellos, precisamente, lo que más busca en esta etapa: alguien que le ayude a
poner orden en su vida.