Decálogo de la educación en familia
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Darío López Tejada, S.I.,
A&O 498
Un decálogo imprescindible
¿En
qué hemos fallado los padres? La primera pregunta la hacen algunos padres
que se encuentran en la triste situación que se describe. Qué pueden hacer
ante los problemas a los que se enfrentan, se lo plantean no sólo ellos,
sino también quienes no quieren incurrir en esos fallos y desean ayudar en
sus proyectos cristianos a otras personas
Esa pregunta –¿en qué hemos fallado los padres?– se produce, en una familia
de tradición cristiana, cuando los niños abandonan los sacramentos, se
distancian de la Iglesia, su fe y su moralidad se desmoronan, se divorcian,
se unen sin ningún tipo de vínculo o con vínculos falsos, se hunden en la
droga y en el sexismo.
No pocas veces, la responsabilidad no es de los padres, sino de los hijos y
de cuantos favorecieron su deserción espiritual. Aunque, la mayoría de las
veces, la responsabilidad se reparte entre padres, hijos, compañeros y
educadores. Es grande la responsabilidad de aquellos padres que cerraron los
ojos ante un mal sangrante y en auge. Ahora, abrumados por los efectos de la
tragedia que ellos mismos provocaron, preguntan con angustia o sorpresa, y
algunos responsabilizan a Dios.
Quiero hacer llegar a esas personas un mensaje de esperanza cristiana,
exigente y delicado, conciso y práctico:
1- «Si seguís en mi
doctrina, conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres». Esa Verdad no
es la mera sinceridad subjetiva, ni la simple verdad objetiva, sino Cristo.
La libertad, al margen de la verdad objetiva y del amor verdadero, es fuente
enfangada de libertinaje y de opresión.
2-Muchas veces, se da en los padres una responsabilidad primera: la
mediocridad de su fe, insuficientemente cultivada. La fe cristiana hay que
estudiarla, rezarla, vivirla, irradiarla.
3-La fe se transmite por contagio. Todo el tejido familiar debe estar
impregnado por la presencia de Dios. Si no, la ruina espiritual se cierne
sobre esa familia. Muchos padres se alarman ante una pequeña enfermedad de
sus hijos, mientras se despreocupan de su salud espiritual. ¿Cuántos
pedirían para sus hijos lo que otros pidieron y piden: Antes muertos que
manchados?
4-Muchos padres se desentienden de sus deberes fundamentales para con
sus hijos, en las diversas etapas de su vida: explicarles el Catecismo,
introducirlos en una oración frecuente y sentida, preparar la Liturgia,
invitarlos con el ejemplo y la palabra, a recibir los Sacramentos, visitar a
Jesús y a María, elegir unas imágenes religiosas que presidan la vida de la
familia, leer y comentar con ellos la Palabra de Dios, aficionarlos a los
libros buenos y variados, no envenenarse y envenenarles con periódicos
laicistas y apoyando partidos anticristianos.
5-Los padres han de conquistar el amor de sus hijos no con permisiones,
sino con una entrega sincera, que busca no tanto agradar como hacer el bien;
respetándolos, compartiendo sus intereses y preocupaciones, haciéndoles
atractiva la vida familiar… Sin aislarlos; pero cuidando sus amistades y
diversiones…
6-Deben facilitarles su incorporación progresiva a grupos cristianos de
plena garantía –selectos y abiertos, aunque no exclusivistas–, donde juntos
cultiven su fe, se diviertan, hagan apostolado, ejerciten la caridad,
experimenten la llamada a la santidad y disciernan su vocación personal.
7-Los padres deben educar en y para el diálogo. Han de dedicar tiempo a
sus hijos, darles pruebas de su amor, escucharlos con atención, respetarlos,
comprenderlos… Pero sin hacer dejación de su legítima autoridad. Con
palabras de verdad, aliento y alabanza sincera, pero también de advertencia
clara y de reproche justo y cariñoso.
8-A los hijos hay que prepararlos para que vayan formando criterios
verdaderos y firmes, y puedan librarse de los engaños y seducciones del
mundo y rechazar el consumismo, libertinaje, desapego de la familia, vida
nocturna, diversiones incontroladas, abuso de la televisión…
9-Hay que educar a los hijos desde muy pequeños, para que adquieran
hábitos sanos en todos los aspectos de la vida. Educar no es domesticar,
sino ayudar a buscar y vivir la verdad y el bien, el amor y la belleza
integral, la excelencia.
10-Y cuando los hijos van creciendo, hay que proporcionarles criterios
para que sepan estar y actuar cristianamente ante la vida eclesial, política
y social. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia, junto con el
Catecismo de la Iglesia católica, y con su Compendio, deberían ser
consultados constantemente por los cristianos.
(Darío López Tejada, S.I., A&O 498)