Iniciación de los Niños en el arte de Meditar: La Formación de los Niños en el arte de Meditar
Parte primera: La formación de los niños en el arte de meditar
La meditación espontánea y natural del niño
La meditación natural de los niños, cultivada por los mayores
¿Qué es la meditación?
¿Cómo medita el niño?
Parte primera. LA FORMACIÓN DE LOS NIÑOS EN EL ARTE DE MEDITAR
Si alguno lanzara la idea de que quienes tenemos cura de almas
debiéramos iniciar y dirigir a los niños y a los jóvenes en el arte de la
meditación, chocaría en seguida con múltiples resistencias abiertas o
solapadas, Se le tacharía de fantasista y amigo de proyectos que enredan,
complican y cargan las tareas harto difíciles del ministerio pastoral
moderno de las almas. Se le objetaría que, apuntando menos alto, sería ya
grande la satisfacción si se consiguiera simplemente infundir en los niños y
en los jóvenes una fe instruida y los principios de la educación cristiana.
Acaso un especialista, un superdotado o un carismá-tico acertara a dirigir a
los niños y a los jóvenes en las formas elevadas de la vida de oración;
pero, en la labor práctica del ministerio pastoral, eso de educar a los
niños y a los jóvenes en el arte de la meditación es un experimento y un
lujo que no nos
podemos permitir, Porque, avanzando resultados sin temeridad, cabe decir que
será mínimo el porcentaje de los niños a quienes podamos iniciar y dirigir
en el arte de meditar.
Para tareas tan especializadas y para una influencia tan reducida, no queda
ni sobra tiempo.
Las objeciones de esta índole no afectan al núcleo de la cuestión. Al hablar
aquí de la meditación, no nos referimos en primer lugar, y menos de manera
exclusiva, a las formas de oración discursiva y contemplativa, en las que se
ejercitan los seminaristas o los novicios, que siguen diariamente y paso a
paso los puntos de la meditación, El concepto de meditar es mucho más vasto;
la meditación es incluso un fenómeno primordial y elemental de la vida
humana, Tanto en el terreno religioso como en el profano, la existencia
humana está plagada de actos de meditación que revisten una variedad de
formas muy superior a la que se admite comúnmente. Existe toda una gama de
modos de concentrarse que no hemos de pasar por alto cuando se trata de
enseñar la conducta que han de seguir los niños y los jóvenes en la
meditación y en el desenvolvimiento de sus facultades mentales. En contra,
por otra parte, de lo que se cree ordinariamente, la experiencia demuestra
ser grande el número de los jóvenes capaces y bien dispuestos para meditar
con tal de que se sepa dirigirlos adecuadamente, comenzando por ejercicios
que no excedan sus fuerzas.
Pero ante todo es menester que reflexionemos
clara y seriamente sobre el hecho siguiente: si las capacidades de reflexión
y de meditación de los hombres siguen atrofiándose más y más, tanto más
incapaz irá también haciéndese nuestra juventud de recibir la fe y de
atenerse a sus exigencias. Si no se desarrolla el espíritu de reflexión y de
meditación, no nos servirán los cuadernos de notas, ni las proyecciones, ni
los magnetófonos, ni los tocadiscos para la instrucción catequística; la
susceptibilidad y la sensibilidad de la fe se embotan, y la consecuencia la
palpamos con harta frecuencia - es que la doctrina cristiana no prende en el
alma de los niños y de los jóvenes.
Meditar es, como veremos, uno de los fenómenos más naturales del mundo,
Responde a una de las necesidades más íntimas del hombre, que se pregunta
por el sentido de la vida y de su vida; lo encontramos en la vida de
cualquier hombre no cultivado y ni siquiera está ausente de la vida interior
de los mismos niños, Hay muchas maneras de meditar y existe sobre todo una
variadísima gama en cuanto a la profundidad y a la intensidad de la
meditación, ya de las materias religiosas, ya de las naturales o profanas.
La necesidad de orientar y dirigir a los niños y a los jóvenes en el arte de
la meditación es hoy especialmente apremiante; porque lo que en otro tiempo
podía desarrollarse casi por sí mismo y espontánea-mente en el ambiente de
una vida cristiana sana - había, naturalmente, muchas cosas que no llegaban
a florecer a causa de los falsos métodos de educación e instrucción -,
tropieza hoy con dificultades externas específicas, Es por eso necesario que
reflexionemos sobre la esencia de la meditación, sobre los modos de
cultivarla y desarrollarla. Es asimismo necesario que nos hagamos una idea
clara de los diversos grados y formas que reviste la meditación en los niños
y examinemos qué puede servirnos más eficazmente en la dirección de los
niños en el arte de la meditación.>
Comenzaremos por analizar unos ejemplos tomados de la vida real, en los que
veremos en qué consiste la meditación natural y espontánea del niño. Para
distinguir esta meditación espontánea de la religiosa y de la meditación
reflexiva y deliberadamente ejercitada, la llamaremos meditación
natural(Tengo Que agradecer una serie de observaciones. que hago en las
páginas siguientes, a ml hermano en religión Philipp Dessauer, quien ha dado
unas cuantas conferencias sobre la meditación natural)'.
LA MEDITACIÓN
ESPONTÁNEA Y NATURAL DEL NIÑO
Todos hemos observado el deseo que manifiestan los niños de que se
les repita el cuento que acabamos de contarles. Sería un error responder a
los deseos del niño diciéndole: "Ya lo sabes"; esto manifestaría que
nosotros estamos convencidos de que el interés del niño se cifra en ir
oyendo y aprendiendo cosas nuevas. Por el contrario, el niño que pide la
repetición del cuento no busca tanto aprender cosas nuevas como profundizar
las oídas y llegar a poseerlas mejor mediante la repetición incansable de la
historieta, Trata de sentir otra vez las emociones que vivió cuando el lobo
dialogaba con Caperucita Roja; quiere asistir de nuevo a la escena en que el
lobo remedaba la voz de la abuelita y decía a la niña:"Te voy a comer";
busca reavivar la alegría del triunfo al ver caer muerto al lobo y libres la
abuelita y Caperucita. El niño se interesa por una dimensión de profundidad
que no capta al escuchar por vez primera la narración ni vive
suficientemente y con hartura. Lo que el niño busca precisamente es la
meditación.
Otro hecho que es también muy conocido por todos: En los brazos del padre o
de la madre, el niño hojea un libro de figuras, Se le explican éstas, y él
no se cansa y vuelve constantemente a pasar y rcpasar las figuras. No siente
solamente el placer de enriquecer su mente con novedades; no es esto lo que
le induce a hojear el libro sin cansarse. Hay un trabajo más profundo de
asimilación de las figuras y dc su sentido; revive de nuevo las anteriores
vivencias, descubre nuevos aspectos, capta con frescor y lozanía todo un
mundo de cosas bellas cuyos contornos no había podido captar o que quizá ha
olvidado, y así sigue disfrutando sumido en el libro. Está meditando. Por
eso, porque el niño puede meditar y porque sigue sana y espontáneamente los
estímulos de esa necesidad mental, no estando todavía maleado y corrompido
por la inundación de excitaciones que impelen siempre hacia cosas nuevas, se
da el hecho de estos recuerdos de la niñez profundamente grabados y que
persisten a través de todas las vicisitudes de la vida madura.
El niño no medita solamente cuando está a la escucha o contemplando algo que
le atrae. Medita también repasando y elaborando las vivencias que ha tenido.
En su forma más sencilla, que casi no puede llamarse meditación, se acusa
esta actividad interior del niño en la necesidad que le impele a con-tar a
su madre lo que ha visto, vivido y experimentado, Al contárselo, lo vivido y
experimentado toman más campo en su conciencia; lo revive iluminado por la
presencia de la madre, completado acaso por las observaciones de ésta, y
siempre, en definitiva, más profundamente elaborado y asimilado.
Hay otra forma de meditación más profunda e in-tensa: El niño está cm sus
juguetes. Coloca las pie-zas aquí y allá. Al verle, el observador
superficial pensará que el niño se entretiene sin ton ni son. Sin embargo,
lo que va diciendo el niño cuando pone y quita las piezas de su juguete
manifiesta claramente que se trata de algo muy distinto.
Las piezas tienen su sentido y significan algo para el niño, que va
reconstruyendo con ellas sus viven-cias y observaciones. Esto es una casa
donde se vive; aquello son las casas que enmarcan las calles más
importantes, Aquí está la panadería, donde de vez en cuando le dan un
regalo. Allí está la draga, que trabaja en la limpieza de los escombros,
como la vio un día que iba con su madre y ante la que se hubiera detenido
para contemplarla si su madre no le hubiese llamado para seguir el camino de
casa, Una piececita le representa a él mismo. La coloca delante de la draga
para que pueda mirarla con toda calma, y en su interior va dándose a sí
mismo la explicación que su padre le dio sobre la draga. Luego mueve la
pieza que le representa a él mismo y la empuja hasta la panadería, donde se
le regala un bizcocho Y viene y vuelve otra vez a comprar el pan y los
bollos y paga ocho pesetas con sesenta céntimos
Todavía es niño, demasiado
pequeño para ir a comprar solo a una panadería verdadera, pero lo hace ya
desde ahora interiormente, en el juego, sirviéndose de las piezas de su
juguete, donde están concentrados los sentidos externos mientras los
internos van tejiendo una meditación, El niño está completamente absorto en
su realidad. Y esta realidad no son simple. mente las piezas del juguete,
sino lo que va meditando en el ir y venir de las piezas; va elaborando y
asimilándose las vivencias, los conocimientos, las explicaciones dadas2
()'Este caso fue comunicado por Günter Stache; cf. Weltall-Weltblid
Weltanschauung, Echter-Vertag, Wurzburg 1958. p, 564.
El niño no tiene por objeto único de sus meditaciones los hechos y
acontecimientos de la índole de los tres ejemplos que acabamos de analizar;
la mente del niño penetra más allá de lo meramente visto u oído. Observemos
al niño que va por primera vez al parque zoológico y ve también por vez
primera una foca. Este animal es completamente nuevo para él. El niño lo
admira, lo contempla y, asido a la verja o a la mano de su madre, queda
inmóviI. ¿Por qué? ¿No ha visto ya la foca? Sí y no. La ha visto con los
ojos, pero hay algo más que quisiera ver, Quiere saber qué animal es ése. No
le basta con que se le diga el nombre. Aspira a saber algo más, conocerlo
más a fondo, porque solamente así llega a coordinar sus impresiones, tan
variadas. Para esto necesita mirarle largo rato, observar cómo se mueve,
cómo se porta con los otros animales, qué posturas y andares tiene. No es un
pez, pero tampoco tiene patas, ¿Qué es, pues? Cuando grita a los otros
animales, ¿es porque es malo o porque quiere jugar? ¿Se mete en el agua
porque tiene miedo o porque le gusta estar en ella?
Todas estas preguntas no se perfilan, es cierto, con toda nitidez en la
conciencia del niño, pero, en su forma embrionaria, cautivan su atención,
por lo cual permanece parado, mirando al animal a través de las verjas y
captando admirado mil detalles: ¡Qué animal tan raro! El niño va buscando en
el fondo de su alma, con la vista fija en el animal, la solución de una
serie de cuestiones.
El comportamiento del niño frente a otras cosas es semejante. Una vez,
después de haber dado un largo paseo con una niña de ocho años, llegamos a
un restaurante sito en un jardín que estaba junto a la orilla de un lago. La
niña no quiso sentarse a la mesa; se marchó corriendo a un petril que daba
directamente a las aguas del lago, se encaramó, sentóse y se quedó mirando
durante un cuarto de hora o algo más. Estaba absorta mirando y mirando; ni
siquiera un refresco que le ofrecí pudo apartarla de su contemplación, ¿Qué
podía estar viendo? Miraba las olas en movimiento, observaba los
innumerables dibujos que formaban éstas al chocar contra el muro, al volver
y arremolinarse con las que venían. Más todavía: aquella niña estaba
viviendo lo que es el agua, el lago; sentía necesidad se saciarse de una vez
con la realidad que son el agua y el lago.
Era presa de esa necesidad espontánea y sana de no dejar a medias las nuevas
impresiones recogidas; antes de pasar a otras había que asimilarlas y
coordinarlas, Esta necesidad era en ella, niña no instruida pero bien
dirigida, más atractiva que el refresco que le ofrecí. El fenómeno que
estaba viviendo era el de la meditación natural.
Que esta meditación natural y espontánea se da también en los niños mayores,
nos lo muestra el ejemplo siguiente, Sobre la tribuna, desde donde el
profesor de latín da sus explicaciones, cuelga un cuadro que representa un
dolmen de los germanos antiguos. Un niño de once años mira el cuadro, donde
se ven unas nubes oscuras y amenazadoras, unos enebros que se doblegan a la
violencia del viento, unas malezas que sugieren la austeridad del páramo y
la gran piedra enhiesta, símbolo de fuerza poderosa y concentrada, El
muchacho no se sacia de mirar el cuadro, vuelve una y otra vez los ojos para
contemplarlo durante todo el año, Siempre que el latín le sabe a palo seco,
se expansiona mirando el cuadro: la soledad, el silencio, la grandeza del
dolmen, la inmensidad del páramo, la austeridad, la simplicidad, la
tenacidad, el mundo de los germanos antiguos - ¡ había visto tantas veces el
cuadro cuando el profesor les hablaba de los antiguos germanos! -, la calma
majestuosa, el sentimiento de la lejanía inaccesible de aquellos tiempos.
Todo esto le evoca el cuadro, todo esto lee cada vez que mira el cuadro, y
ello le satisface. ¿No se acuerdan muchos hombres de semejantes impresiones
y de estados anímicos parecidos, vividos en la juventud?
LA
MEDITACIÓN NATURAL DE LOS NIÑOS, CULTIVADA POR LOS MAYORES
La meditación es un acto mental, elevado y personal del hombre, El
hecho de que se le impone muchísimas veces, sin aprendizaje ni formación
alguna, a pesar de las distracciones y estorbos que causan la curiosidad
instintiva, cierta volubilidad mental y otras impresiones más bajas, muestra
que la meditación natural es un fenómeno que tiene su raigambre en la
esencia misma del viviente humano.
Esta afirmación es incontrovertible y nada puede contra ella el hecho de que
hoy se medite raramente. Como en otros aspectos y en otras esferas del
espíritu, el niño necesita también ser dirigido y educado en la meditación
natural. ¡Qué ayuda tan enorme reciben los niños en casa y en la escuela
para lo que a sus estudios concierne o cuando se trata de tomar una
resolución! El desenvolvimiento del niño, como cualquier otra actividad
mental y espiritual, requiere la colaboración de los mayores, quienes lo
facilitan y fomentan apartando los obstáculos, enseñándole las formas más
provechosas de meditar, estimulándole y, sobre todo, meditando juntamente
con él, El ambiente de la escuela y de la enseñanza, en su forma
tradicional, es más bien contrario al desarrollo de las facultades de
meditación infantiles. Sin embargo, hemos visto claramente en el último
ejemplo la espontaneidad con que se ponen en movimiento esas potencialidades
de los niños, El niño de once años les daba rienda suelta contemplando el
cuadro que pendía sobre la tribuna del profesor de latín.
Pero se dan también en los niños meditaciones naturales no espontáneas, como
vamos a ver en tres ejemplos.
Una firma comercial organizó un concurso de pintura de cuadros infantiles.
De los 32 000 cuadros enviados, sesenta obtuvieron los premios de honor.
Quinientos recibieron el de consolación, Entre los primeros hubo once
cuadros que habían sido pintados por niños de una misma escuela y la misma
clase. Este hecho sorprendió al jurado, ¿Tenían esos niños un profesor de
dotes pedagógicas tan distinguidas para enseñar el dibujo? No. Pero tenían
un profesor que presentaba con tanta viveza el objeto que tenían que pintar
los niños, que encendía las imaginaciones de éstos y les hacía copiarlo con
vigor y energía en el papel, Por su palabra, convertía el tema del dibujo o
de la pintura en objeto de la meditación de los niños, y de esta meditación
despertada y dirigida brotaron los cuadros de los once que estaban entre los
premiados3. (Schwarze, Rote und Menschen wie wir, pintado y narrado por los
niños, recogidos y explicados por Max Burchanz, Prestel-Verlag, Munich 1956.
p. 76.3).
Podemos columbrar la forma que toman en los niños semejantes esbozos de
meditación por el siguiente ejemplo. Un profesor explica en estos tér-minos
el modo como el catequista puede iniciar a los niños del segundo curso en el
dibujo: "Comenzaba por exigir a todos los niños que cerrasen los ojos.
Entonces, dejándoles la iniciativa personal en plena libertad, les describía
el cuadro que habían de dibujar; lo hacía más o menos del modo
siguiente:"Allí viene nuestro Carlos por la calle principal, Viene con su
padre. ¿O es acaso Guillermo?, ¿o es Juanito con su tío? No le veo del todo
bien; acaso vosotros le veis mejor, Ahora mismo ha pasado por delante de la
panadería del señor Vicente. ¿Cómo sé yo esto? Porque veo el pan y los
panecillos que están en el escaparate, ¿o son quizás bizcochos? Y a la
derecha, cerquita, está la roja casa de Enrique, y a la izquierda la Caja de
Ahorros. Cualquier turista se percata inmediatamente de que aquella casa es
la Caja de Ahorros: por las ventanas, las escaleras, el escudo. Ahora va
Carlos a la iglesia. Está mirando si la puerta principal está abierta o no,
¿No es la señora Gómez la que baja por la escalinata? Mirando con mucha
fijeza, se puede divisar la hora que marca el reloj de la torre y a donde
mira la veleta, si al sol o a las nubes. Yo conocí a un niño que se opuso a
pintar una iglesia y después de pintar la torre se le olvidó poner lo de la
punta, lo más importante. Al que quiera dibujarla bien, le diré que nuestra
iglesia tiene seis ventanas por costado, Pero lo que queríamos era seguir y
observar a Carlos. ¡Atención! Está ya en la iglesia. Llevaba las manos
metidas en los bolsillos y ahora las ha sacado. ¡Bien hecho, Carlos! ¿Qué
pensáis que está haciendo Carlos?" Y ahora es cuando los niños co-mienzan a
dibujar4 (Josef QUADFLIEG, Katechetisches Beiheft zum Aachener
Sakramentbüchlein: Das Gotteskind, Patmos-Verlag. Dusseldorf 1958, p. 11
s,).
De aquí a la meditación no hay más que un paso; basta que les demos otra
materia, y los niños estarán en plena meditación durante la instrucción
religiosa.
No es posible presentar aquí los cuadros premiados arriba mencionados, Pero,
con el objeto de familiarizar. al lector con los efectos positivos de la
meditación de los niños, nos permitimos ofrecerle algunas composiciones de
niños de 7 a 12 años de edad de una escuela de Stuttgart5
('ALBRECHT L. MERZ. Sprache ohne Fessel-Vom Begriff zum Bild. Verlag Fritz
Ifland, Stuttgart, 23).
El capullo
Ábrete paso, rompe las mallas, tú, vida apresada, Temblorosa al primer uso
de tus fuerzas, ocupas tu puesto en la vida.
La hoja del otoño
Marchito temblor busca la tierra, susurrando en la rama al golpe de la
lluvia.
Las piñas
Blindado espiral que protege la semilla, maternalmente la estrecha y
paternalmente la defiende, hasta que madura se abre y nódulos marrones
revolotean por la tierra corno hijos de la selva.
Las fuentes
De oscuras profundidades lanzada con potente presión, del seno de la tierra
hasta el cielo azul, se abre en palmera, quebrándose en la caída en húmedas
gotas de lluvia.
El otoño
¿No veis las bengalas que ondean allí al viento? Alegres todavía siguen,
Pronto las mecerá la lluvia en la rama desnuda.
Examinando estas breves composiciones literarias, uno se pregunta: ¿Qué ha
pasado aquí?, ¿qué proceso de elaboración mental acusan?, ¿qué atención y
recogimiento han sido necesarios para que pudieran los niños formar frases
que atinan con pre-cisión la realidad y reflejan una plenitud? No se trata
de un rendimiento de la función racional de la mente. Se ha dirigido
sencillamente al niño a percatarse de una realidad que "atraía como un imán
la abundancia de imágenes adecuadas que dormían en el fondo de su alma" (p.
104), "Es el hecho de expresar por escrito un momento de identificación
natural con el mundo de los fenómenos y de las vivencias… Es registrar un
momento vivido al con-tacto de la cosa vista u oída." Se da aquí "la plena
identificación con el suceso y la consignación de lo que se ha vivido
activamente.., por medio de frases no artificiosas, sino naturales y
extremadamente poéticas..." (p, 91 s). Se han desencadenado esas fuerzas
anímicas secretas que dormitan en todos los niños y que fácilmente se
atrofian y quedan sepultadas en una formación escolar intelectualística y
racionalista. Es muy instructiva la frase que le salió espontánea-mente a un
muchacho de segundo curso de una escuela elemental: "No he pensado
absolutamente nada y me ha ido muy bien, Cuando menos pienso es cuando me va
mejor." Este muchacho tenía la experiencia de que el proceso de meditación
natural, intuitivo es distinto que el de la reflexión racional e
intelectual. Tenía su forma de meditar,
¿QUÉ ES LA MEDITACIÓN?
Antes de pasar adelante es necesario que nos de-tengamos en una
breve reflexión. Tenemos que con-venir claramente en lo que debe entenderse
propia-mente por meditación, Solamente después de hecho esto podremos
abordar con la claridad necesaria el círculo de nuestros problemas,
valorando, ordenando y aplicando con fruto las múltiples formas en que se
inicia y evoluciona la meditación. Los ejemplos antes mencionados nos
ofrecen materia suficiente de análisis.
Comenzaremos con un excursus. Hay una manera de llegar al conocimiento de la
verdad que consiste sencilla y únicamente en observar un hecho. Yo conozco,
por ejemplo, que el frontis de la casa tiene 23 metros de ancho y que los
colores de Francia son el azul, el blanco y el rojo.
Aquí no hay materia de elucubración mental, la verdad escueta del hecho
carece de la dimensión de profundidad. No necesito comparar este
conocimiento con otros, elaborar una síntesis o referir este conocimiento a
otras experiencias mías. El interés de esta clase de conocimientos estriba
solamente en la mera consignación del hecho. Si alguien viniera a decirnos
un día que el frontis de la casa tiene 23 metros de ancho, le
contestaríamos: "Ya lo sé." Éste es a menudo el interés con que leemos los
periódicos, de modo que, habiendo una noticia conocida, la pasamos por alto,
sin detenernos en ella.
Hay otra manera de conocer que difiere de la anterior y en la que el interés
reviste otra tonalidad. Nos enfrentamos con una realidad, percatándonos de
su dimensión de profundidad, dándonos cuenta de que encierra un sentido, una
significación, Y quisiéramos captarla, sondearla, penetrarla, elaborarla,
comprenderla, asimilarla, sentimos que su conocimiento nos enriquece, nos
nutre y sacia, Se trata de realidades que admiramos en cierto modo y cuyo
contenido nos parece valioso, Son dignas de que entren a formar parte de
nosotros mismos, Colman con su novedad nuestra vida y merecen incluso que
ajustemos nuestra conducta a ellas y nos sirvan en adelante como directrices
o como bases de nuestra vida,
Tal es, por ejemplo, nuestro comportamiento interior frente al fenómeno o
complejo de fenómenos de la primavera, Quien se contenta con decir:"Ya sé
qué es la primavera", es un fatuo que no ha sentido, en último término,
ninguna de las maravillas de la vida en flor. Tal es también nuestro
comportamiento acaso al contemplar la caída del sol, al ver un cuadro, al
leer un capítulo sobre el amor de Dios. La actitud ante la verdad que se
guarda aquí es reflexiva, pausada, concentrada, activa, meditativa
(meditare) significa no solamente considerar, sino preocuparse mentalmente
de algo, darle vueltas, como suele decirse, ejercitarse). No se trata de
hilvanar en horizontal novedades y novedades, sino de tocar su cañamazo, de
buscar la profundidad y penetrarla, Esta actitud o comportamiento interior
frente a la verdad, con toda la variedad de matices accesorios que se dan en
la actividad mental del hombre, es lo que llamaremos meditar y meditación en
las páginas siguientes.
La finalidad que nosotros perseguimos es la de formar y dirigir a los niños
en la meditación religiosa. Pero no se debe aislar el estudio de la
meditación religiosa, porque se apoya como en su base sobre la meditación
natural, de la que hemos apuntado algunas cosas, El que sea incapaz de
con-:entrarse sobre un tema o sobre un asunto profano, tampoco podrá
concentrarse ante Dios; el que anda a la merced de todas las impresiones
exteriores y sensibles, no será capaz de sostener una meditación religiosa.
La meditación responde a la necesidad que siente el niño de grabar, elaborar
y coordinar sus observaciones y vivencias. El niño está, por esencia, dotado
para la verdad, y aspira a comprender el sentido el valor de las cosas,
descubriendo el orden que reina en ellas, En sus empeños por abrirse a la
plenitud del mundo, éste se le va mostrando comprensible, y el niño va
adquiriendo así su señorío sobre las cosas. El ensayo de apartar al niño de
la meditación no renta casi nunca, porque el niño siente que de otro modo se
le van las vivencias antes de haberlas apurado, que todo se escurre y
esfuma, que la vida le desbarata, comenzando a sentir una molestia
insoportable que no le dejaría ya más en condiciones de poder dominar su
vida mental, Con frecuencia no comienza el encogimiento de las capacidades
meditativas de los niños hasta los primeros pasos en la edad madura,
¿CÓMO MEDITA EL NIÑO?
En los ejemplos analizados podemos ver los tipos fundamentales a
que pueden reducirse las formas de meditación de los niños. Convine que nos
familiaricemos ahora con ellos, porque son los tipos de meditación que
encontraremos al hablar de la meditación religiosa y, más tarde, con motivo
de la meditación de los niños mayores,
La primera forma de meditación infantil es la que toman los niños cuando
están escuchando a los mayores. Es la que entraba en juego en el ejemplo del
cuento de Caperucita Roja, La segunda forma es la que toman los niños cuando
se quedan a mirar algo, Es el caso del muchacho que pasaba largos ratos
contemplando el cuadro colgado sobre la tribuna del profesor de latín, el de
la niña que quedó embebida en la contemplación del lago, el del niño que va
al parque zoológico y el de todos los niños que hojean los libros mirando
"los santos". Lo mismo es que se trate de contemplar las cosas naturales o
los objetos artísticos. Hay otra tercera forma de meditación, en la que el
niño está ocupado en representar una acción o poner una idea en acción.
Trátase aquí de una escena, como en el caso del niño que henos visto jugar
con las piezas de su juguete, y lo veremos en otros juegos de
escenificación. Nos referimos también al dibujo, a la pintura y a todos los
trabajos de diseño: los niños no pueden ejecutar estas acciones sin la
visión y contemplación interior de los objetos, Asimismo contamos en este
tipo de meditación la ocupación de los niños en el canto: baste recordar los
villancicos navideños que cantan los niños en los belenes, enunciando en sus
letras verdades y sentimientos de gratitud y amor que llegan a conmover a
los niños y hacerlos meditar.
Oído, vista acción son los receptores para la meditación del riño; son al
mismo tiempo la superficie bajo la cual se hace la meditación y a través de
la cual asciende; son los motivos que ponen en marcha la meditación,
simultáneamente de una manera prolongada o en pausas que se conceden al
niño.
¿Cuánto dura la meditación? Puede extenderse durante largo rato; por espacio
de un cuarto de hora el niño está quizá absorto en sus juegos. Con
frecuencia durará mucho menos. Quizá son solamente unos instantes los que
está abierto y empieza a vivir lo más profundo. Luego vuelve a cerrarse la
entrada. La capacidad meditativa es como agua en el suelo del bosque. Está
debajo de la superficie, pero humedece e1 terreno sobre el que está.
Casualmente se perfora la superficie, sale el agua y por un breve instante
refleja la luz del cielo. Luego vuelve a des-aparecer bajo la superficie. No
importa que la meditación sea breve, el fenómeno puede volver a repetirse.
Lo importante es que las capas profundas estén interesadas y adquieran vida;
que sean sentidas por el niño como real posibilidad de vida, y que su
función sea vivida como conveniente y bienhechora.
La comparación de las facultades meditativas infantiles con el agua nos hace
ver claramente otros dos aspectos que son importantes para nuestro tema.
Así como el agua aflora a la superficie de tierras de diversa composición,
la del bosque, la del prado, la de una huerta, así también la meditación
puede surgir a través de distintos medios, figuras, imágenes, narraciones y
objetos como si estuvieran dotados de vasos capilares, Además, así como
puede haber una gran diferencia en el grado de humedad y en la cantidad de
agua de la gleba fresca, por ejemplo, o del suelo pantanoso, o donde el agua
inunda la superficie como en un lago, así también la meditación ofrece una
escala variadísima de recogimiento, de profundidad y de intensidad,
Solamente si se tienen en cuenta estas diferencias podremos responder con
acierto al problema de cómo iniciar y dirigir a los niños y a los jóvenes en
las formas de meditación que les son apropiadas,