Iniciación de los Niños en el arte de Meditar: Nuevas explicaciones fundamentales sobre la interiorización religiosa del niño
Nuevas explicaciones fundamentales
L
a interiorización religiosa del niño;
su desarrollo y cultivo
1. La interiorización del niño, cultivada por los padres
2. La interiorización cultivada en la instrucción religiosa
3. El desarrollo de la meditación infantil en el ministerio pastoral
a) El recorrido del templo
b) La hora de los monaguillos
c) Los niños de primera comunión y los ejercicios de meditación
d) La "hora de san Juan"
4. Las funciones religiosas de los niños y la meditación
a) El vía crucis
b) Otras funciones religiosas a discreción
c) El rosario
d) Las peregrinaciones de los niños
La misa de los niños y la meditación
Factores favorables y perjudiciales
El niño solo
NUEVAS EXPLICACIONES
FUNDAMENTALES
De todo lo dicho se desprende que los empeños por la formación del
niño en el arte de meditar tocan uno de los puntos más importantes de la
vida religiosa. Se trata de si los niños han de aprender sólo
superficialmente las verdades de la fe, como símiles objetos de la
inteligencia y la memoria, o de si más bien hay que vaciar esas verdades en
el corazón de los niños, en lo más íntimo de su espíritu, en sus
sentimientos y en su voluntad. Se trata de si el niño ha de enfrentarse con
las verdades de la fe como con realidades plenas, que se apoderen de toda su
personalidad; de si hay que llevarle a un contacto íntimo con Dios, dejando
actuar a la gracia divina y despertando sus facultades más valiosas y
profundas y su interés por lo divino, o de si más bien se ha de limitar todo
a un aprendizaje de las verdades de la fe, que luego se olvidan y
desvanecen, sin haber ejercido una influencia íntima sobre la psicología
interior del niño. La mera posición de la cuestión refuta la objeción que
nos hacíamos en las primeras páginas de este libro. Nuestros empeños por la
formación de los niños en el arte de meditar no tienden a añadir una carga
más sobre el ministerio pastoral ni a encomendarle un trabajo de lujo, como
tampoco persiguen algo de importancia sólo para cierto número de niños
superdotados y cuyo éxito esté reservado a unos cuantos catequistas
carismáticos. Se trata de uno de los puntos más céntricos y vitales de la
vida religiosa de los niños que ningún educador creyente debe perder de
vista.
De lo dicho se desprende también lo siguiente: no es necesario, y muchas
veces no será ni siquiera útil, emplear las palabras "meditación de los
niños), sobre todo cuando se habla a los niños mismos. Es mucho más atinado
emplear expresiones embozadas: que se refieren a los modos externos de
suscitar en ellos el fenómeno de la meditación. Para entender el concepto de
meditación hace falta un trabajo de reflexión, Por eso es mejor que digamos,
por ejemplo: "Vamos a contar una historia piadosa, prestad pues atención;
vamos a hacer con devoción y recogimiento el ejercicio del vía crucis; vamos
a guardar silencio y recogernos pensando en Dios; imaginémonos al Salvador
en la cruz; acudamos todos al divino amigo de los niños, para hablar con Él;
nosotros somos el corderito que el divino Salvador lleva en sus brazos."
Estas maneras de expresarse son más aptas que estas otras: "Vamos a hacer
una meditación sobre el Buen Pastor." Hemos de evitar, por consiguiente, la
palabra "meditación". En las páginas siguientes emplearemos el neologismo
"interiorizar".
Otro dato importante, que se deriva del análisis de los ejemplos citados de
la meditación religiosa de los niños, es el siguiente: cuando se trata de
hacer meditar a los niños y a los muchachos, es siempre preciso que suceda
algo, que los niños tengan algo que hacer. Los niños son incapaces de
considerar la verdad en sí y detenerse en ella. Cuando se les lee el
comienzo de la historia de la pasión de Cristo, ellos se imaginan y
representan interiormente la puerta de la ciudad de Jerusalén, la calle, el
torrente Cedrón, el resplandor de la luna, el viento, el susurro de las
hojas, las palabras de Jesús, etc.; afluyen incesantemente en su fantasía
nuevas imágenes y hechos; y mientras los sentidos de las facultades más
superficiales están ocupados - el oído, la fantasía, la memoria, la primera
compaginación de estos datos -, las facultades interiores están amorosamente
dirigidas a Jesús y concentradas en su tragedia.
Lo mismo sucede en el
ejercicio del vía crucis. Las impresiones continuamente renovadas de los
ojos, de los oídos y de la fantasía, los detalles del cuadro, el ponerse de
pie y de rodillas, el moverse de una estación a otra son elementos que
absorben la atención exterior del niño mientras su interior está en Jesús.
Esta misma ley rige en las catequesis meditativas, Cuando se habla del
sacrificio de Abel, el niño cavila: Abel va a ofrecer un sacrificio de
acción de gracias al buen Dios, de quien proceden todos los bienes. Y el
niño vive esta idea mientras está siguiendo las reflexiones monologadas que
hace Abel sobre los dones de su sacrificio; y está imaginándose cómo Abel
reúne las piedras, construye el altar, pone debajo la leña, coge el
corderito y lo mata, lo coloca sobre la leña, enciende el fuego, se
arrodilla y levanta las manos al cielo, adora a Dios, le da gracias por el
sol y por la lluvia, por los pastos y por el fuego, por su amor y bondad
paternales. Al paso que se le va describiendo todo esto, el interior del
niño está meditativo en torno al sacrificio y al Señor homenajeado. Estos
mismos fenómenos interiores pueden desplegarse cuando el niño dibuja el
sacrificio de Abel, cuando contempla los cuadros o las figuras bíblicas
comentados en sus detalles, o cuando toma parte en una escenificación
catequística y, haciendo el papel de Abel, remeda la ofrenda del sacrificio
y ora.
Quien conoce esta ley de la meditación infantil, me parece que posee la
clave de hacer meditar a los niños y a los muchachos. Si no hay algo que
sucede, si el niño no tiene algo que hacer, la cosa se le hará aburrida y
fastidiosa; el niño va a las cosas interesantes. Por lo mismo, se ha de
buscar siempre algo acomodado a los niños, cuyo sentido comprendan y les
impresione bien y pueda arrastrarlos en la corriente de la meditación. Por
otra parte, tenemos que evitar cuidadosamente que no quede todo en
exterioridades, que no se reduzca la actividad infantil a ver las figuras, a
escuchar cuentos, a dibujar o representar un hecho escenificado; hay que
despertar la llama interior y ponerla en movimiento vital. Cómo puede
conseguirse esto, cuáles son los temas y los modos adecuados de tratarlos
serán el objeto de las páginas siguientes.
LA
INTERIORIZACIÓN RELIGIOSA DEL NIÑO. SU DESARROLLO Y CULTIVO
1. La interiorización del niño, cultivada por los padres
La primera formación del niño en el arte de la meditación religiosa
tiene lugar en el seno de la familia, a partir de los primeros años de la
niñez. Los primeros diálogos religiosos que entabla la madre con el niño
tienden ya, de por sí, no solamente a la mera ilustración de la
inteligencia, sino también a la formación en la piedad. Son charlas devotas,
descriptivas, llenas de colorido, ungidas de amor y devoción; las palabras
de la madre engendran en el niño sentimientos de reverencia, admiración,
alegría, gratitud y amor; excitan la piedad y nutren la devoción. Son, en
suma, diálogos espirituales de matiz y tonalidad meditativos.
Deben mantenerse a este nivel anímico, y esta postura es la que deben
guardar siempre la madre y el hijo cuando hablan sobre Dios, sobre las cosas
piadosas y sagradas, o cuando hojean juntos un libro de figuras religiosas,
o bien cuando la madre lee al niño algún tema religioso.
La madre ambienta al niño en la oración diciéndole que tenemos que dar
gracias a Dios, que Dios nos está viendo. Entonces el niño hace su acto de
meditación: mira a Dios, "busca la faz de Dios", como dicen los salmos.
La madre prepara el ambiente por medios externos cuando, al comenzar la
oración, baja la voz, hace ponerse de rodillas al niño ante una imagen
sagrada y enciende los cirios. La celebración del año eclesiástico: la
expectación del adviento, los belenes de navidad, el recuerdo de la pasión
de Cristo, las pequeñas penitencias de cuaresma, la visita a los monumentos
en semana santa, las alegrías pascuales, la fiesta de la Ascensión y la de
Pentecostés, es el origen de vivencias religiosas que pertenecen al dominio
de la meditación. El niño puede captarlas y constituyen para él una
meditación en germen e incluso a veces una meditación en toda forma, Llegan
a vibrar las fibras más íntimas del alma, y los sentimientos, una vez
vividos, se reavivan, volviendo a impregnar las profundidades de donde han
brotado, Esto explica el hecho de que las impresiones religiosas de la niñez
quedan con frecuencia indeleblemente grabadas en la memoria y forman un
venero de vida que puede saltar en ondas en cualquier momento, confluyendo
en una meditación profunda. Nunca y en ninguna parte pueden desarrollarse
las facultades meditativas del niño como cuando van dirigidas y sostenidas
por las palabras y los pensamientos piadosos de una madre creyente.
Lo que los padres ponen en marcha en el alma de sus hijos sigue su proceso
subterráneo y muchas veces lo realizan los niños en forma de juego,
evocándolo una y otra vez para saborearlo y apurarlo hasta el fondo.
Recuérdense si no las diversiones de los niños cuando fingen decir misa, o
representan escenas de temas navideños, como la huida a Egipto, y otras.
No es necesario decir que muchas de las cosas que acabamos de mencionar
tienen también aplicación en las guarderías de niños o kindergarten. Falta,
es cierto, la presencia de la madre, pero se ofrecen otras posibilidades que
no se aprovechan generalmente en las familias: las escenificaciones, el
dibujo, los cantos y la celebración de las fiestas.
2. La
interiorización cultivada en la instrucción religiosa
La instrucción catequística es lo que más tiempo abarca en la
formación religiosa de los niños. Ella nos depara una coyuntura importante
para iniciar y dirigir al niño en el arte de la meditación.
El primer paso y el más sencillo a dar en la educación del niño en el arte
de la meditación, en las horas de la instrucción religiosa, consiste en
habituarle seriamente a recogerse en el momento que precede a la oración:
ante todo el silencio y la compostura exteriores, luego el dirigir la mirada
interior hacia Dios. Para conseguir esto, el catequista puede emplear frases
como las siguientes: "Ahora vamos a hablar con Dios. Guardemos un momento de
silencio; pongámonos con los pies juntos, las manos recogidas ante el pecho.
Todos mirando hacia adelante. Pensemos en Dios. Está cerca de nosotros. Nos
está mirando, Nos mira con amor. Espera nuestra plegaria. [El catequista
hace aquí una pausa.] Comenzamos." Esto es una especie de meditación breve
sobre el tema "Dios me ve" o "Estoy en la presencia de Dios."
El catequista puede también hacer converger la atención de los niños sobre
un cuadro o una imagen. Puede también recurrir a la imaginación de los niños
y hacer que se imaginen algo que no se vea en los cuadros de la clase:
"Imaginémonos cómo Jesús está sentado a la derecha del Padre, rodeado de
gloria infinita. Está hablando de nosotros al Padre, nos presenta a Él y
pide por nosotros que se digne escuchar nuestra oración, Y Dios dirige sobre
nosotros su amorosa mirada."
Al hacer la oración final después de la instrucción catequística, el
catequista evoca a los ojos de los niños la escena del tema que se acaba de
dar:"Imaginémonos a Jesús en el Jordán; el agua se desliza susurrando entre
sus pies, tiene las manos recogidas, está orando, El ciclo se abre, brilla
una luz, el Espíritu Santo se cierne sobre Jesús, y Jesús ora por nosotros y
por todos los hombres, Ahora nos mira. Vamos a dirigirle una plegaria."
Tanto en este como en los demás ejercicios, el catequista debe evitar con
cuidado decir cosas superfluas para la actividad interior de los niños. Es
lastimoso y completamente inadecuado a este momento sagrado el uso de frases
y detalles que ni él ni el niño pueden representarse interiormente.
Otro medio de hacer meditar a los niños consiste en mandarles cerrar los
ojos y dirigir su atención interna, En el tercer curso, en el que los niños
están ya habituados, bajo la dirección del catequista, a hacer el examen de
conciencia de sus pecados a ojos cerrados, el catequista puede contarles la
perícopa evangélica de Jesús y la pecadora y decirles luego lo siguiente:
"Ahora vamos a pensar en cosas bellas y hermosas, Vamos a imaginarnos que
nosotros mismos estamos allí, en la casa donde entró la pecadora. Cerrad los
ojos. Estamos en el jardín del fariseo que invitó a Jesús. Vemos la casa,
Está rodeada de flores y de hermosos árboles, Allí está la puerta de la
casa, ¡Está abierta! Miramos adentro y vemos a Jesús sentado a la mesa,
¿Quién es aquella que está fuera, cerca de la puerta? ¡Ah!, es la pecadora,
No se atreve todavía a entrar. Pero, mirad, ya entra. Vayamos también
nosotros tras ella, de puntillas. Nos acercamos a Jesús. Vemos que la
pecadora se arrodilla, Llora. Está pensando en sus pecados. Nosotros nos
acordamos también de los nuestros: la mentira, la desobediencia, la
glotonería... ¿No vamos a decírselos a Jesús? Nos arrodillamos ante Él y le
miramos. "Querido Salvador, mira cómo llora la pecadora, ¡ Ah!, nosotros
tenemos también de qué llorar, también nosotros hemos pecado." Ahora nos
quedamos un rato en silencio profundo y cada cual confiesa sus pecados al
Salvador... En seguida diremos todos juntos: "Magdalena enjuga tus pies con
sus cabellos, Yo también te demostraré de alguna manera mi amor, Me
arrepiento de mis pecados, Quiero hacer hoy algo por ti." Cada uno tiene que
pensar ahora lo que va a hacer. ¿Qué haré?.., "Sí, voy a hacer esto por ti."
Ahora podéis todos abrir los ojos."
A los pequeños les agradan esta clase de ejercicios, Pueden repetirse cada
tres o cuatro semanas o con mayor frecuencia, según las materias. Podemos
comenzarlos anunciándolos de la forma siguiente: "Vamos a considerar
interiormente algo."
En cierta ocasión di a los niños una meditación semejante en la víspera de
la primera comunión. Era el sábado que sigue a la fiesta de la Ascensión, En
una clase anterior se había ya estudiado el tema de la transfiguración del
Señor como preparatorio para la primera comunión, y los niños habían visto
el cuadro de Fugel Jesús cura a los enfermos. Comencé por recordarles el
hecho de la transfiguración y el sentido que encerraba para los niños de la
primera comunión. Luego pasé a la meditación de la ascensión del Señor a los
cielos: "En el cuadro que visteis, Jesús no llevaba las llagas, pero sí las
tenía en otra ocasión, en la resurrección, en la ascensión. Vamos ahora a
hacer todos juntos una cosa hermosa. Sentaos bien, poned los brazos sobre la
mesa y las manos levantadas, apoyando ligeramente la frente sobre ellas.
Cerremos los ojos. Voy a contaros una historia muy interesante y vosotros os
vais a imaginar cómo sucedió."
Hablé entonces despacio e intercalando de cuando en cuando una pausa:
"Subimos con los apóstoles al monte de los Olivos, El viento susurra en las
ramas de los árboles. ¿Veis cómo se mueven las hojas? ¿No oís un suave
murmullo? Entre los árboles vemos a los apóstoles que suben, Allí, delante,
va san Pedro. Junto a él marcha san Juan, ¿Adónde van? ¡Ah, sí!, Jesús les
ha citado en el monte, Quiere despedirse de ellos. ¿Habrá llegado Él arriba?
Los apóstoles llegan y miran en derredor. Allí está el Resucitado, Escuchad
lo que les dice: "La paz sea con vosotros." Los mira con ojos cariñosos y
cordiales; luego les dice: "Id por todo el mundo y enseñad a todos los
pueblos y naciones y bautizadlos." Ahora Jesús va a despedirse: "En la casa
de mi Padre hay muchas mansiones, Me voy a prepararos una." Los bendice.
¡Mirad a sus pies! ¿Qué pasa? Se levantan poco a poco de la tierra, Ya no la
tocan. Jesús sube, va hacia las alturas, está ya muy alto, muy alto, cada
vez más alto, Los apóstoles le miran. El viento agita el manto de Jesús y
ondea sus cabellos, Él permanece con la vista hacia abajo, les hace una
señal y va subiendo más y más, Ya se acerca a las nubcs, Las miradas de
todos están fijas en los ojos de arriba. ¿Cuánto tiempo podrán seguir
viéndole? Ya toca unos retazos de nube, Una nube blanca le cubre, ya no se
le puede ver más desde la tierra,
"Pero vamos a ver qué pasa allá arriba, Estamos más allá de las nubes. ¿Qué
luz tan esplendorosa es esa que baja de allá arriba? ¡Ah! , es la luz que
irradia el trono de Dios. Sí, allí vemos al Padre celestial. Está mirando a
su Hijo y le saluda desde lejos, Envía a los ángeles al encuentro de Jesús;
le rodean, le saludan, le adoran, le acompañan, mientras Jesús se acerca
cada vez más al trono de su Padre. ¿Y todos aquellos hombres que vienen allí
abajo? ¿Quiénes son? ¡Son más de diez mil! ¡Ah!. son los buenos, los justos
del Antiguo Testamento, que han sido libertados por Jesús de las antesalas
del infierno, del limbo, Allí está Moisés, más allá el rey David con una
corona en la cabeza, allí vienen san José y todos los otros.
"¡Redimidos,
redimidos!", gritan alborozados de júbilo, "¡Te damos gracias, gracias te
sean dadas!", dicen a Jesús.
"Ya llega Jesús muy cerca de su Padre. El Padre abre los brazos y recibe con
todo amor a su Hijo. Le dice: "Siéntate a mi derecha. Has consumado la gran
obra. Desde ahora reinarás por siempre."
"Jesús se sienta en el regio trono del cielo junto al Padre, Desde allí
dirige su mirada sobre la tierra, Ve a sus discípulos, que vuelven a
Jerusalén. Contempla todos los pueblos y naciones a los que han de ir los
apóstoles. Ve el futuro, mira hacia nuestra ciudad, ve a los niños que van a
recibir la primera comunión, Está mirando a cada uno en particular; a
Juanito, a Mónica, a Gerardo. Ahora te mira a ti, está viendo tu corazón.
"¿Me quieres también tú?", pregunta É1. "¿Te alegras también tú porque
mañana vendré a tu pecho? Sí, he visto tus buenas obras. Mañana bajaré con
toda mi gloria." Nosotros respondemos a Jesús: "Amado Salvador, nos
alegramos mucho. Es una gracia muy grande la de que vengas a nuestros pechos
y que nosotros tengamos la dicha de recibirte. Ayúdanos para que lo hagamos
todo bien y para que nos portemos siempre como niños de primera comunión!"
Ahora podéis abrir los ojos." Uno de los muchachos gritó espontáneamente:
"Todo lo he visto muy bien."
El tercer modo de hacer meditar a los niños es el de considerar atentamente
un cuadro o una figura. Podemos tomarlo como el tema principal de una clase.
Pero podemos emplearlo también en relación con el estudio de la Biblia,
profundizando la página bíblica correspondiente, o con el tema de la
instrucción catequística, sirviéndose de la parte intuitiva o del ejemplo de
la lección, Las figuras o los cuadros tienen que ser ricos en detalles,
porque son más fáciles de utilizar al principio que las figuras o los
cuadros más simples. Son más adecuados los cuadros cargados de episodios que
los de un motivo escueto. Puede servirnos de ejemplo de esta manera de
meditar profundizando lo que se ve en el cuadro o figura, el siguiente
procedimiento:
En el segundo curso y en el tercero suele explicarse a los niños la historia
del divino amigo de los niños, Pues bien, se manda a los niños que abran el
libro, busquen el grabado correspondiente y lo contemplen, El catequista da
tiempo suficiente para que lo miren tranquilamente. No comenzará a hablar en
seguida. Dirá: "No pidáis todavía la palabra. Primero tenéis que aprender de
memoria todos los de-talles que presenta el grabado. Ahora cerrad todos el
libro. ¿Qué habéis visto?" Y se describen todos los detalles de la figura;
al mismo tiempo el catequista puede preguntar los detalles, ordenarlos y
ayudar a los niños, cuidando de que no se les escape ninguno,
"Abrid de
nuevo el libro. Mirad, allí donde están los apóstoles han estado antes los
niños y las madres. ¿Qué han pensado los apóstoles? ¿Qué han dicho a las
madres? ¿Y las madres y los niños? Están deseando vehementemente acercarse a
Jesús, Jesús oye las palabras que se cruzan las mujeres y los apóstoles.
Entonces les dice: "¡Dejad que los niños se acerquen a mí!" Ya vienen,
Algunos casi no se atreven. ¿Qué estará pensando ese pequeñuelo que está ahí
delante? ¿Y aquel otro? ¿Y la madre que está detrás? Ese otro niño quiere
que Jesús le coja en los brazos, quiere estar muy cerca de Jesús. ¡Qué
contentos estaríamos también nosotros allí, cer-quita, para poder cogerle de
la mano! ¡Y si Jesús nos cogiera en brazos! ¡Nos quiere tanto! Pero mirad,
también vosotros podéis estar tan cerca de Jesús como aquellos niños, sobre
todo en la sagrada comunión. Él os abraza entonces. Vosotros le pertenecéis
totalmente, sois de ÉI. Vamos a decirle también nosotros: "Querido Jesús, yo
quisiera estar siempre junto a ti, pensar en ti, amarte."
Se puede pasar toda la clase meditando sobre un grabado correspondiente a un
tema determinado, Por ejemplo, vamos a explicar el tema 25 del Catecismo
Católico (Herder, Barcelona 91961): "Jesucristo se ha compadecido de los
hombres."
Más adelante exponemos cómo se puede desarrollar la meditación teniendo a la
vista un cuadro mural, por ejemplo, el que podríamos titular Jesús sana a
los enfermos. Lo que allí decimos para la "hora de san Juan", que se celebra
en la iglesia, puede adaptarse fácilmente a otras circunstancias como las de
la clase.
El catequista dirige continuamente la atención de los niños a la figura que
tienen ante los ojos, a las ideas y a las posturas interiores que refleja la
figura. El niño tiene que percatarse de los sentimientos de Jesús, de la
incredulidad de los hombres y de todas las realidades diseñadas en ella.
Una vez que se ha considerado toda la figura, el catequista amplía las
consideraciones y las aplica a la materia de la lección. Aquí se da menos
relieve al carácter de la meditación como tal, dando más lugar a la
comprensión racional de la doctrina y a la adquisición de los nuevos
conocimientos. Al fin de la catequesis se vuelve de nuevo a la oración. Es
condición indispensable para este ejercicio no solamente la calma y
tranquilidad exteriores, sino también y sobre todo el recogimiento interior,
que surge del interés despertado por el tema.
El tiempo dedicado a considerar las figuras por vía de meditación puede ser
también mucho más breve. Al profundizar o al resumir la catequesis se puede,
por ejemplo, mirar la figura correspondiente del Catecismo, y de la
contemplación de la figura se pasa a las consideraciones mentales,
entablando un breve diálogo, explicándola o deteniéndose sencilla-mente en
silencio a mirar la figura. Con este espíritu veremos los cielos abiertos en
el grabado de la resurrección de la hija de Jairo (Catecismo, tema 22);
re-flexionando sobre el sentido de la figura, consideraremos la figura de
María (tema 28), la del pecado mortal (tema 81), la caída fulminante en la
sima de la condenación eterna (tema 134). Son éstos unos breves momentos de
meditación que, si cuajan bien, impregnan de devoción y de vida las fibras
más íntimas del alma.
Ya hemos hablado en otra ocasión de la posibilidad de repasar un tema
catequístico a base de unas letanías compuestas ad hoc que se recitan y
meditan6 (Tilman Die Erziehung des Kindes zum Beten, Paulus-Verlag,
Recklinghausen, p. 16).
Cuando se explican los grandes acontecimientos de la redención y de la
historia sagrada, como el de la resurrección de Cristo, y los niños han
captado su sentido y belleza, urge que el catequista y todos los alumnos de
la clase traduzcan sus sentimientos en una oración inspirada por el tema. Si
se escoge la forma de las letanías, el catequista recitará tales
in-vocaciones que reflejen uno a uno todos los aspectos de la verdad
estudiada, y los niños irán respondiendo con fórmulas que recojan los
sentimientos oportu-nos: los de adoración, gozo, gratitud, etc.
El
catequista les enseñará cuál ha de ser la primera res-puesta, por ejemplo:
"Nos alegramos contigo, ¡oh Señor! ", y comenzará: "Tú has vencido a la
muerte; tú has resucitado gloriosamente; tú eres más fuerte que la muerte y
el sufrimiento; tú eres impasible por siempre en adelante; tú, coronado de
gloria..." Y a cada una de estas invocaciones los niños dan la respuesta
consabida. Otra respuesta podría ser: " ¡Cuán bueno eres, oh Jesús! ", que
los niños irían diciendo después de las siguientes invocaciones: "Tú, que te
apareciste a los apóstoles; tú que les dijiste: "No temáis"; tú, que
conversaste tan bondadosamente con ellos; tú, que te dejaste tocar por tus
apóstoles; tú, que los colmaste de inefable gozo..." La tercera respuesta
podría ser la siguiente: "Te damos gracias, ¡oh Jesús! ", correspondiente a
las siguientes invocaciones: "Tú venciste por nosotros a la muerte; por ti
resucitaremos también gloriosamente nosotros; tú transformarás nuestro
cuerpo a semejanza del tuyo; tú nos has hecho partícipes desde ahora de tu
vida gloriosa por medio del bautismo; tú nos alimentas continuamente con el
pan de la sagrada comunión; haz que podamos verte un día en la gloria del
cielo..."
Vemos, pues, que la forma de las letanías ayuda a los niños a contemplar con
los ojos de la fe una verdad sagrada, deteniéndose en ella y
profundizándola, y suscitando al mismo tiempo en su alma múltiples
respuestas de gozo y gratitud, de admiración y alabanza, de amor y entrega,
de penitencia y petición. Ahora bien, todo esto constituye un fenómeno
interior de meditación auténtica.
Las escenificaciones catequísticas. ('Véase: Joseph GOLDBRUNNER, Metodología
de la enseñanza religiosa, "Orbis Catholicus" IV (Barcelona 1961) I, 38.54.)
son también útiles para despertar y desarrollar las facultades meditativas
de los niños. Cuando se pone en escena o en acción un hecho bíblico, los
niños han de sentir vivamente los papeles que desempeñan y hay que ayudarlos
a compenetrarse vivamente con el hecho representado. Al ponerlo en juego o
en escena, los niños reviven los sentimientos implicados en el hecho y se
impregnan intensamente de ellos. Estas escenificaciones están muy conformes
con el consejo que da san Ignacio al ejercitante de sumergir totalmente el
cuerpo y el espíritu en las escenas bíblicas, Hemos de precavernos,
naturalmente, de que no se quede todo en comedia y en mímica, sin
profundidad interior.
Además de estas oportunidades especiales, muchas catequesis pueden y deben
deparar otras coyunturas y acercarse a los estados meditativos creando
actitudes de meditación, Si se aprovechan todas las coyunturas, se podrán
dar unas catequesis ungidas con el espíritu de la meditación, como tuve
cierta vez la ocasión de presenciar en el tercer curso de una escuela
privada católica.
Se dedicó toda la clase a repasar las escenas bíblicas de la multiplicación
de los panes, del milagro de caminar sobre las aguas y de la promesa de la
eucaristía, temas que se habían estudiado unas cuatro semanas antes. Allí vi
cómo los niños, bajo la dirección de la catequista, trabajaban con todos los
sentidos, tanto externos como internos. Se comenzó por la representación del
paisaje que fue teatro de los acontecimientos. Muchos niños fueron dibujando
sucesivamente en el tablero, con gredas de colores: el Jordán y el lago de
Genesaret, el Líbano y el Hermón cubierto de nieve; en el emplazamiento de
la ciudad de Cafarnaúm, una casa palestina, unos viñedos, una superficie
amarilla que representaba las feraces tierras de la llanura de Esdrelón y el
país árido de las estepas allende el Jordán, Luego leyeron por partes,
distribuidas entre los niños, la narración bíblica, La catequista les
interrumpía de vez en cuando la lectura: se completaba el dibujo (la
barcaza, la trayectoria hasta la otra orilla, el camino de las turbas, que
bordearon el lago, el puente sobre el Jordán por el que pasaban, el sol en
el ocaso, porque se hacía tarde...) y los niños tenían que ir representando
cada uno de los sucesos en su imaginación o en forma visible.
Así, para
representar la bendición de los panes, todos los niños simularon el
movimiento de partir devotamente el pan. La distribución fue realizada
gráficamente por algunos niños. Del mismo modo remedaron también el ruido
del viento y el encrespamiento de las olas, moviendo todos juntos y
rítmicamente las manos y los brazos y soplando con estrépito o emitiendo una
voz sorda; un niño hizo de san Pedro, otro de Jesucristo; recitaban las
palabras que se cruzaron los dos protagonistas al hundirse uno y salvarle el
otro, cosa que remedaron con un apretón de manos dado a san Pedro,
visible-mente cansado (la mano de artesano de Jesús, la fuerza con que
levantó al que zozobraba, el recuerdo que éste guardó durante toda su vida).
Al fin leyeron la perícopa de la promesa de la eucaristía y luego se recitó
en común, como una oración, la confesión de san Pedro (Jn 6, 68 s).
Fue aquello todo un éxito catequístico-dramático meditativo que explotaba a
fondo toda la impresionabilidad del niño y todas las facultades que posee
para expresarse. La catequista, mediante su palabra y la colaboración activa
de los niños, les hacía ponerse en contacto intimísimo con los hechos de la
historia sagrada. Era éste un ejercicio de meditación que animaba con sus
alternativas toda la marcha de la catequesis y era perfecta y naturalmente
accesible a las capacidades infantiles, Se trata, es cierto, de los
resultados obtenidos a base de un conato metódico de que eran objeto los
niños desde el día que comenzaban en la escuela.
No solamente a esta forma elevada de catequesis, sino también a todas las
demás cabe aplicar el siguiente principio: supuesto que los niños capten una
realidad divina no solamente con la inteligencia, sino que aviven además el
sentimiento interior, y supuesto que se les explican las verdades religiosas
con espíritu de devoción y oración, la actualización y desarrollo de las
capacidades elementales de meditación de que está dotado el niño dependen de
la conjugación armónica de la palabra y la labor del catequista, así como de
la activa cooperación del niño mismo. Que los niños sean pocos o muchos, que
las dimensiones de profundidad alcanzadas sean mayores o menores, es dc la
incumbencia del catequista, y depende de las cualidades de los niños, de la
disposición en el momento de los interesados, de la buena voluntad de los
niños y, además, de la gracia divina, que no dejará de actuar en todas las
catequesis. El alma de toda la instrucción religiosa es la formación en la
oración. Ahora bien, todos los conocimientos que disponen a la oración y
repercuten en ella entran por medio de una meditación en germen o
desarrollada.
3. El desarrollo de la meditación infantil en el ministerio pastoral
El ministerio depara las mejores oportunidades para la
interiorización de los niños. No estamos ya en el edificio profano de una
escuela, sino en el recinto sagrado del templo. El estudio y la instrucción
ocupan un lugar de segundo rango frente a la dirección espiritual de las
almas. Acaso falten los niños botarates que no son dóciles a las
profundidades espirituales y que estorban en la escuela. La situación es, en
suma, más favorable. Vamos a estudiar unos casos típicos de oportunidades
que se ofrecen para conseguir nuestra finalidad en el ministerio pastoral
a) El recorrido del templo.
El recorrer devotamente la iglesia, meditando las cosas
sagradas que encierra, es un medio muy importante para fomentar la vida
religiosa del niño. Ayuda al niño a tomar una conciencia más clara de lo que
hasta ahora quedaba en el dominio de las meras impresiones externas o de los
conocimientos meramente intelectuales. Le ayuda a vivirlas de modo más
palpable. Contemplando las cosas sagradas, la piedad del niño se enciende.
Hay una diferencia notable entre un niño que aprende por vía de estudio lo
que es el bautismo y el que, después de haberlo estudiado, va a la fuente
bautismal y plasma, por así decirlo, el misterio del bautismo en un
pensamiento concreto: aquí, en esta pila bautismal, en este lugar se realizó
en mí el acontecimiento sagrado del bautismo. Y si renueva en este lugar su
conciencia de bautizado, dando gracias a Dios, la fuente bautismal es objeto
de una vivencia, le está diciendo algo, queda asociada a la feliz idea de
ser hijo de Dios y portador de una vida santa.
Es, por tanto, un ejercicio sencillo y eficaz de interiorización ir a la
iglesia con los niños después de haberles explicado el bautismo,
ambientarlos convenientemente y visitar el baptisterio recordándoles las
tres ceremonias del bautismo y su sentido: la unción como signo de la nueva
dignidad recibida, el vestido blanco como símbolo de la pureza y de la
inocencia, la luz del cirio como signo de la vida divina de la gracia. A
continuación se les habla de la sublimidad y excelencia de lo que sucede en
el baptisterio. Todo esto puede revestir las siguientes formas de oración:
ir indicando los diversos temas con sendas pausas intercaladas, la forma de
letanías con invocaciones de gratitud, alabanza, entrega, petición, etc., o
ir recitando lentamente una oración que los niños vayan repitiendo,
Como puede meditarse sobre el bautismo delante de la pila bautismal, se
pueden hacer meditaciones análogas ante el confesonario, el púlpito, el
altar, el reclinatorio de la comunión, el tabernáculo, explicando su sentido
y los sucesos sagrados que en ellos se verifican. El templo mismo con sus
naves y las imágenes pueden impresionar el ánimo del niño, llevando gérmenes
de meditación de vivencias religiosas.
b) La hora de los
monaguillos. El mismo servicio pueden prestarnos los utensilios
sagrados, Son especialmente adecuados los instrumentos que se usan
directamente en el servicio del altar.
Ponemos, por ejemplo, el misal sobre la mesa y decimos:"Vosotros lleváis con
frecuencia este libro sagrado en vuestras manos. Vamos a ponerlo aquí y
mirarlo bien. ¿Qué pensáis al verlo?" Quizás los monaguillos respondan:"Este
libro es para alabar a Dios; contiene la palabra de Dios; en todos los
pueblos se lee este libro; de ese libro emana fuerza y virtud para el mundo;
son millones los que leen las oraciones de ese libro en sus misales; el
padrenuestro, contenido en él, lo saben de memoria todos los cristianos: sus
cantos son cantados por todo el haz de la tierra", etc. El sacerdote
continúa, por su parte: "Siglos y siglos ha costado la elaboración de este
libro. Es un libro que está lleno del Espíritu santo, ¡Con qué atención
debemos leerlo y escucharlo cuando se hace la lectura de sus oraciones e
instrucciones traducidas a la lengua materna!" Y luego lo importante:
"Cuando lo veáis en el altar, durante la misa, podéis pensar todo esto,
Podéis gustar, por así decirlo, en vuestro corazón el gran tesoro que
encierra este libro para vosotros. Podéis incluso orar cuando lo veis, ¿Qué
podéis decir, por ejemplo, en esa oración?" Y aquí se hace la aplicación:
tratarlo con respeto, pensar altamente de él, amarlo, tomarlo como ocasión
de rezar.
A fin de que lo que una vez se ha encendido en el alma de los niños no
vuelva a apagarse, el sacerdote cuelga de la tabla de los monaguillos, en la
que está dibujado el misal, una hoja en la que van escritas algunas de las
ideas consideradas, de modo que los niños puedan leerlas y recordarlas
después de la oración preparatoria para la misa.
Lo mismo puede hacerse con otros utensilios sagrados: la patena, el cáliz,
el altar, el incensario (recuérdese la antífona: "Suba a ti, oh Dios, mi
oración como el humo del incienso en el sacrificio vespertino"; recuérdese
asimismo el pasaje de Apoc 5, 8: "la copa de oro llena de perfumes, que son
las oraciones de los santos", la antífona de la festividad de san Miguel
arcángel, etc.); son también susceptibles a esta clase de consideraciones el
pan, el vino, los cirios (léase lo que GUARDINI ha escrito sobre esto en su
libro Vom heiligen Licht [La llama sagrada]) y las demás cosas que se usan
en el culto.
c) Los niños de primera comunión y los ejercicios de meditación.
Una vez invitamos nosotros a los niños de la primera comunión a
reunirse el jueves santo por la tarde en la sala parroquial, Iban a ver por
primera vez de cerca las cosas sagradas que empleamos en la misa.
Vieron primero el ara del altar, luego los manteles, que los mismos niños
ponían en el altar, Luego se trajo la patena y en ella se puso el pan
blanco. Después se sacó el cáliz de su caja y los niños lo con-templaron,
Luego el vino, Luego el copón de las pequeñas hostias y la gran bandeja
plateada con el pelícano grabado, de donde los que van a comulgar cogen las
hostias y las colocan en el copón de la puerta de la iglesia, Se les
explicaron todas estas cosas, Les enseñamos finalmente el misal. Entonces
consideramos lo que Jesús había hecho el día de jueves santo con el pan y el
vino en el cenáculo. y las emociones y los sentimientos de los apóstoles,
añadiendo cómo Jesús hace lo mismo que entonces con las cosas que veían
sobre la mesa, Los ojos de la cara y los del corazón iban desplazándose
meditativamente de un objeto a otro, hasta que lo visto y lo considerado se
traducían en una oración,
Estando los niños de pie en torno al altar y oyendo las explicaciones
oportunas, hacían una especie de hora santa; más todavía, una meditación en
la que el hecho de la última cena, cuya conmemoración se celebraba
precisamente este día, lo veían concretado en los utensilios de la
celebración de la misa, que iban contemplando pausadamente.
Notemos a este respecto la siguiente regla. Se facilitan enormemente las
meditaciones de los niños y de los jóvenes si se tienen en consonancia con
el tiempo (el año litúrgico) o con un lugar determinado (el sepulcro de un
santo, el lugar del bautismo, etc.), de modo que el tema meditado tenga
visos de presencia y de actualidad. En las catacumbas romanas se me-dita
casi involuntariamente.
d) La "hora de san Juan".
La forma de la meditación religiosa, metódicamente seguida en sus líneas
fundamentales, es la que llamamos la "hora de san Juan". La expondremos
extensamente en la segunda parte de esta obrita, contentándonos aquí con dar
una breve indicación, La "hora de san. Juan" se tendrá delante de una
imagen, El catequista tomará como punto de partida la imagen, cuyo sentido
explicará a los niños. Después hará la aplicación de las consideraciones a
la vida del niño; tres o cuatro veces volverá a insistir sobre estas
aplicaciones, haciéndoles ver cómo las ideas consideradas a base de la
imagen pueden ser objeto de sus pensamientos y cómo pueden hablar de ellas
con el Señor. A continuación se está unos momentos en silencio, mientras los
niños expresan en su interior los sentimientos que se han despertado en
ellos. Al fin, el catequista formula una oración compuesta a base de las
ideas meditadas. No se tendrá con demasiada frecuencia la "hora de san
Juan"; lo mejor será celebrarla en los días que ofrecen un motivo
particular; por ejemplo, el día del aniversario de la primera comunión, en
la semana que precede a la fiesta de Cristo Rey y en otras ocasiones
similares, Son también fechas señaladas para esta clase de meditaciones el
día de la "hora de los monaguillos", el día de retiro de los muchachos.
4. Las funciones religiosas de los niños y la meditación
Las funciones religiosas exclusivamente preparadas para los niños
deparan oportunidades peculiares para ahondar su espíritu meditativo. No
debemos rebajar estas funciones a la categoría de unos números más del
programa, de mero cumplimiento. Debemos, por el contrario, organizarlas y
dirigirlas para que sean realmente un ejercicio interior al nivel de las
capacidades infantiles.
a) El vía crucis. Es una de
las formas de meditación más conocidas, Hemos dicho ya que, si se ha
escogido un buen texto o si el director comenta los pasos del vía crucis con
sus propios recursos, se convierte en una oración meditativa muy acomodada a
las capacidades de los niños, La contemplación del cuadro que representa la
estación, la explicación oral o leída que le acompaña, el momento de
silencio y las plegarias que siguen a la lectura, el moverse de una estación
a otra y la renovación de los cuadros y sus motivos conmovedores son medios
muy eficaces para desencadenar en el niño el proceso psíquico de la
meditación.
b) Otras
funciones religiosas a discreción. Si queremos preparar una
función religiosa especial-mente dedicada a los niños con motivo del viernes
santo, de la octava del Corpus Christi o de otras festividades, no tenemos
que contentarnos con seguir un plan de hora santa concebido para mayores,
como el que señala el cantoral diocesano. Estas horas santas son demasiado
uniformes para los niños y se celebran en una tesitura poco variada de
vivencias y sentimientos; no conducen a las profundidades que se pueden
alcanzar con otras formas de hora santa más libres, en las que se alternan a
discreción la palabra viva en forma de meditación, las plegarias hechas en
común o individualmente, los cantos, las procesiones por la iglesia y hasta
alguna realización escénica donde toman parte todos los asistentes.
En navidades, por ejemplo, reunimos a los niños en la iglesia, en una
capilla lateral o en la sacristía. Los que saben tocar un instrumento como
la flauta o la guitarra, lo llevan consigo para acompañar al canto. El
catequista comienza: "Queridos niños, vamos a ir en espíritu a Belén, donde
están los pastores cuidando sus rebaños. Es de noche; las ovejas duermen y
dos perros pastores están guardando el ganado y vigilan en torno al aprisco.
Los pastores están echados junto al fuego. ¿Qué hablan entre sí? Uno
dice:"¿Creéis que tardará todavía mucho en llegar el Mesías?" Otro: "Me
gustaría estar vivo cuando llegue." Y entonces, de repente, brilla una luz
en el cielo..." (el catequista sigue describiendo la escena). Luego se
interpreta el canto, que ya conocen los chicos: "Blanco y resplandeciente
descendió el ángel." A continuación el catequista prosigue la narración
describiendo detalladamente lo que hablan los pastores, cómo se ponen en
marcha, lo que toman con-sigo. El catequista dice:"Van a la gruta. Nosotros
vamos a hacer otro tanto." El catequista organiza la procesión y los niños,
cantando, se acercan al belén.
Una vez llegados a él, se colocan los más
pequeños adelante. El catequista comenta a modo de meditación lo que están
viendo. Los hace pensar sobre lo que van a decir en la oración y se tiene un
momento de silencio para que oren. Luego recita una oración que los niños
irán repitiendo. Entonan otro cántico de navidad. Al fin el catequista
recuerda a los niños que en la iglesia no solamente hay un belén, sino que
el mismo Salvador está realmente presente. Y van en procesión al altar
mayor. Se expone el Santísimo, se recita una oración de acción de gracias
por la fiesta de navidad, se da la bendición y se interpreta el último
cántico,
Cosa parecida puede hacerse en la fiesta de la Epifanía. En la primera
parte, nos trasladamos en espíritu al oriente y escuchamos lo que están
diciéndose entre sí los reyes, Uno ha comunicado a otro la noticia de la
aparición de la estrella, y ambos la comunican al tercero, que se les agrega
para la expedición. Y se hace la procesión ("Vamos con los tres reyes a
través del desierto, buscando al niño Jesús en la gruta"). La segunda parte
de la función se tiene ante el belén, combinando el comentario a modo de
meditación, la oración, el momento de silencio y unas invocaciones oportunas
en forma de letanía.
Se puede recurrir asimismo a artificios semejantes el viernes santo. La
historia de la pasión, desde el cenáculo hasta la casa de Pilatos, se narra
en una capilla lateral, interrumpiéndola de vez en cuando con cánticos o
estrofas comentadas (por ejemplo, "En la noche silenciosa..."), Luego,
elevando un canto de la pasión, se va procesionalmente al altar mayor ("Aquí
está nuestro Calvario"). En el altar hay una gran cruz. Se narra la segunda
parte de la historia de la pasión, entrecortándola con actos de gratitud y
contrición, que pueden quizás inspirarse en la liturgia del viernes santo, y
con plegarias al estilo infantil inspiradas también en la misma liturgia. Si
se hace esto por la mañana, no nos parece oportuno adelantar la adoración de
la cruz. Se puede realizar este acto con los niños si es que la función
religiosa preparada para ellos viene después de la celebración de la
liturgia del viernes santo.
Si la iglesia o la capilla fuere demasiado pequeña para una procesión, se
podría comenzarla fuera de la iglesia, por ejemplo en la capilla del
cementerio. Y, tratándose de un colegio o de una guardería de niños, la
primera parte puede realizarse en el salón de juegos o en el comedor,
puestos a media luz o aderezándolos un poco, Luego se hace la procesión y se
sube cantando a la capilla, donde se hará la segunda parte. Los niños, bien
dirigidos y ambientados, harán todo esto sin perder el recogimiento o, mejor
dicho, sin privarse de los valores de interiorización que poseen estas
escenificaciones.
¿Es acaso todo esto un simple pasatiempo infantil cuya justificación nadie
pondrá en cuarentena pero sin concederle ningún otro valor? ¿Pues qué hace
entonces la Iglesia en la procesión de los ramos? La Iglesia manda que se
represente el misterio de la fiesta, que se le escenifique en cierto modo en
un ambiente de gravedad y meditación. Aquí la liturgia se apoya y fundamenta
en la meditación, mientras que la acción litúrgica a su vez sostiene y
fundamenta la meditación. El que celebra con los niños funciones religiosas
en la forma descrita ejercita a los niños en la interiorización y les da
además una educación pre-litúrgica importante.
c) Et rosario. El rosario es
una oración mental. La ocupación de los labios, repitiendo las mismas
palabras, el ritmo del rezo, los misterios sucesivos y el repaso material de
las cuentas de las avemarías facilitan a muchos el mantener la atención
interna y gustar con el corazón el contenido de los misterios, ¿Es también
éste el caso de los niños? ¿Es una forma de rezo adecuada para ellos?
Con todo respeto al bellísimo libro de Moschner que se propone iniciar a los
niños en el rezo del santo rosario 8 ('Franz MOSCHNER, Kinderrosenkranz,
Verlag Regensberg, Münster de Westfalia 1957), no podemos dejar de hacer
algunas observaciones. A muchos niños el rezo del rosario se les vuelve
aburrido, monótono, algo que nunca se acaba. Esto tiene sus dificultades y
peligros, En todo caso, los niños deben también aprender que la oración
cuesta su trabajo, El rosario de Altenber, en el que se recita solamente un
avemaría por cada misterio, nos parece ser poco útil para acostumbrar a los
niños a meditar. Acaso podría ser eficaz el método siguiente.
Como en la época en que nació la devoción del rosario, haremos oralmente
unas breves considera-ciones sobre el misterio que se va a rezar, Luego los
niños se arrodillan y rezan un padrenuestro, tres avemarías y el gloria
patri, correspondientes al misterio, A continuación se levantan y escuchan
las con-sideraciones sobre el siguiente misterio. Se puede aprovechar la
parte introductoria del rosario para ambientar a los niños con breves
palabras, Este variado surtido de oír y rezar, ponerse de pie y de rodillas,
las palabras del que dirige el rosario, quien recupera, por así decirlo,
continuamente la atención de los niños, facilitan mucho el rezo devoto y lo
pone al nivel de las capacidades infantiles. Acaso de este modo evitamos
ciertas pretensiones exageradas que acaban por exasperar a los niños y
degeneran en reacciones contrarias.
d) Las
peregrinaciones de los niños. Acaso en algunas partes existe la
costumbre de organizar peregrinaciones de niños. Quizás tengamos nosotros
mismos ocasiones para realizarlas. Pues bien, no deben quedar tampoco estas
peregrinaciones privadas de su eficacia para fomentar la meditación de los
niños.
Ante todo hay que explicarles el motivo de la peregrinación, infundiéndoles
una idea que sea como el punto cardinal de la peregrinación, Dividiremos el
trayecto en varias etapas, separadas por unos momentos de pausa, en las que
se les hable algo y se les den unas ideas sobre lo que deben tener
pre-sente, lo que deben pedir, sobre los cantos que van a cantar.
Parece ser más oportuno el rezo del santo rosario en estas ocasiones, No se
les hará pesado ni aburrido, puesto que están en marcha, llenando el tiempo
y menos preocupados por el camino. Los niños en marcha pueden detener su
atención en una idea, en una verdad, en un deseo que manifiestan a Dios,
Esta fijeza en una idea o en un sentimiento es uno de los elementos de la
meditación.
El motivo de la peregrinación, las distancias, las costumbres y las
coyunturas de meditación que se ofrezcan son, evidentemente, tan variables,
que su aprovechamiento y organización queda en manos de los curas de almas.
LA MISA DE LOS NIÑOS
Y LA MEDITACIÓN
El supremo acto religioso de la Iglesia, el más sublime, en el que
pueden los niños tomar parte, es la celebración de la santa eucaristía.
Sería raro que este acto tan importante no tuviera nada que ver con la
meditación.
La celebración de la eucaristía es la fiesta del recuerdo, de la
conmemoración, pero de una conmemoración que renueva incruentamente el
sacrificio de la cruz. "Haced esto en mi memoria", dijo el Señor. Recordamos
al Crucificado y al Resucitado. Para celebrar una fiesta conmemorativa es
ante todo necesario tener ante los ojos del espíritu el objeto de la fiesta.
Por eso ha estructurado la Iglesia la celebración de la eucaristía de modo
que el interés principal de la liturgia se dirija a despertar la
contemplación interior de la verdad.
El culto eucarístico de la misa
comienza por la palabra divina. El evangelio es principalmente el que nos
pone ante los ojos las palabras y acciones del Salvador; la predicación las
explica y dispone los corazones a recibirlas y acatarlas. Además, es un
canto meditativo, el introito, el que abre la solemnidad y tiende a centrar
nuestra atención sobre el motivo de la fiesta, repitiendo el tema como un
estribillo. Las palabras introductorias del salmo resuenan todos los
domingos en nuestros oídos. Lo mismo pretende la Iglesia con el versículo de
la postcomunión, Cuando, el domingo in albis, cantamos "extiende tu mano y
mete tus dedos en las llagas de los clavos; y no quieras ser incrédulo, sino
fiel", los fieles meditan, sirviéndose de este texto evangélico, sobre la
realidad misteriosa de la comunión y llegan así al encuentro íntimo o y
personal con Cristo resucitado. Respecto del carácter meditativo de la misa,
podemos también citar los Oremus, especie de pausas que dan espacio para la
oración interior de los fieles. El silencio del canon, que conviene poner de
relieve en nuestros días por la concelebración de los fieles, pertenece
también a los elementos meditativos de la santa misa. ¿No sirve también,
acaso, la imagen de Cristo sentado en un trono que se ve en el ábside de
tantos altares, para actualizar, por la meditación, la presencia y la acción
del Señor, presente en la misa? Cuando SCHREIBMAYR, en su Schülermesse [La
misa de los colegiales]9 ('Editorial Herder. Friburgo de Brisgovia 1949.),
re-presenta a Cristo en actitudes diferentes en cada una de las partes
principales de la misa, no hace sino traducir consecuentemente el
significado de la imagen del ábside a formas acomodadas a los niños que les
ayudan a percibir la realidad espiritual.
¿No hemos dicho ya que la mesa del altar, el pan, el cáliz, los cirios
mismos pueden ser objetos de meditación? ¿Para qué aquellas consideraciones,
sino para que todo cuanto vea el niño durante la celebración de la misa le
delate un contenido espiritual que no debe estar ausente de un modo más o
menos claro de la conciencia del niño que asiste a la misa? El fruto de la
asistencia del niño a la misa depende de lo que el niño sea capaz de
asimilar en su inter-subjetividad personalísima"10 ("Entra en el depósito de
las verdades de la fe, y no es fruto del subjetivismo contemporáneo, que el
opus operatum (= el efecto directo), el sacramento, tiene eficacia y
significación en cuanto es recibido en la subjetividad humana indispensable
e inseparable', KARL RAHNER, "Katechetische Blätter, 1958, P, 73).
La liturgia no es meditación, sino acción sagrada, Pero ésta tiene su base
en lo que la meditación ha elaborado y vivido con fe y devoción. Pero la
liturgia, a su vez, es un estímulo a la meditación y es portadora de
contenidos sagrados que deben hacerse presentes a los ojos de los
concelebrantes,
¿Qué consecuencias emanan de estos principios? La celebración de la
eucaristía no debe causar al niño la impresión de una reunión obligatoria de
masas de gente que despacha su obligación entre cantos y sermón, Hay que
conseguir que su asistencia se convierta en un fenómeno religioso interior
en el que Dios y la acción sagrada invadan el alma orante del niño.
Un medio para lograr esto es la predicación dirigida a los niños en la que
se les instruya y disponga para la concelebración, Siendo una predicación al
alcance de los niños, irá formándose la actitud meditativa con que deben
asistir a la misa11 ("Cf. Kindermesse und Kinderpredigt, "Katechetische
Blätter. 1949. página 398 ss). Otro medio es el texto de la misa para niños
que, desde la oración preparatoria, les indica lo que se va a hacer y los
dirige en la concelebración de cada una de las partes de la misa,
especialmente durante el canon y la comunión. Mencionemos también aquí las
oraciones jaculatorias o breves fórmulas de oración, las cuales pueden leer
los niños o se pueden repetir muchas veces, sumergiéndose así en la oración
meditativa12 ("Cf. TILMANN, Die Feier des heiligen Messopfers für Kinder,
páginas 9, 12 s).
Sería asimismo de desear que, como la predicación y las
oraciones, se acomodaran también las lecturas a fin de que no contengan
cosas ininteligibles para los niños y éstos puedan seguirlas con una
atención fácil. Los niños deben ser casi tan activos durante la misa como en
las funciones religiosas a discreción de las que hemos hablado antes. Por
nuestra parte, debemos acomodarles la misa, dentro de lo posible, al estilo
de las mencionadas funciones. Entre otras cosas, cabe celebrar versus
populum (de cara hacia la asamblea).
Hay otra forma en la que el niño puede meditar con más facilidad,
participando interiormente en la misa. Si, por ejemplo, el que dirige la
misa les dice después del credo: "Miremos con atención y fijémonos cómo el
sacerdote prepara las ofrendas", el niño mira y ve cómo las hostias, que
estaban en la puerta, son llevadas adelante, cómo el sacerdote eleva el pan
y lo pone sobre el altar, infunde el agua en el cáliz, y luego se le coloca
junto al pan; y entre tanto se realiza un fenómeno meditativo en el alma del
niño, El director de la misa hace de vez en cuando, en el transcurso de
ella, unas pequeñas observaciones por las que los niños asocien las cosas
aprendidas con las vistas y se muevan a participar orando en el santo
sacrificio.
Es necesario crear una atmósfera de paz y recogimiento, de amor y alegría,
de presencia de Dios y devoción. Es condición indispensable para que los
niños se pongan a meditar durante la misa. Los siguientes medios pueden ser
útiles para el caso.
Reunir a los niños en el pórtico de la iglesia y llevarlos adentro cinco
minutos antes de comenzar la función. Infundirles seriedad y formalidad en
el pórtico mismo y hacer que entren y vayan en silencio a sus puestos;
hacerles en voz baja algunas indicaciones sobre el culto divino que van a
celebrar (se puede hacer una statio=reunión previa en otro lugar propiamente
dicha). Ayudarlos a mantenerse quietos y formales por medio de una
vigilancia bondadosa, no coercitiva; recitar pausada y devotamente las
oraciones (si es una alumna la que dirige el rezo, llegará difícilmente a
crear la atmósfera conveniente). Dar en voz baja las indicaciones relativas
a la parte técnica, No emplear nunca los medios disciplinarios de la
escuela, Evitar el aburrimiento y la inacción de los niños; que no se
encuentren éstos sin saber qué hacer. Tener en cada misa un momento de
silencio en el que cada cual pueda pedir y orar por lo que más desee. A los
pequeños se les indica el número de la página del texto; a los mayores se
les indica brevemente el objeto de las oraciones secretas a medida que
llegan.
Nuestra finalidad ha de ser que se celebren con seriedad y devoción todas
las partes de la misa, que los niños participen con la misma actividad que
pro-curamos despertarles en los momentos que siguen a la comunión, Entonces
se puede reavivar todo el caudal de conocimientos y sentimientos adquirido
por vía de meditación en la instrucción religiosa, en la "hora de los
monaguillos" o en las otras funciones religiosas (el tema del divino amigo
de los niños, el del Buen Pastor, el de la celebración de la última cena, la
explicación de los utensilios sagrados...), solidificando los estratos que
han ido echando la costumbre de la interiorización.
Serán muy raros los casos en los que se pueda celebrar semanalmente un
ejercicio de meditación con los niños, Pero en la misa hay que actualizar,
suscitar y reavivar lo más posible el espíritu de recogimiento, la
interiorización, el ponerse en presencia de Dios, la atención y
contemplación de los sagrados misterios"13 ("Se asoma aquí de nuevo el
problema de la misa diaria de los niños. La misa diaria, o sea la frecuencia
máxima, es ciertamente demasiado pretender de los niños. Cualesquiera que
sean las dotes de los niños y su situación religiosa, se exige a los niños
lo que nunca se exige a los mayores. La praxis muestra también que la misa
diaria de los niños no suele dar los resultados apetecidos bajo el punto de
vista pastoral. Se convierte en cierto mecanismo y formalismo y sirve poco a
la vida interior; se llega incluso a perder el respeto de lo sagrado y,
finalmente, con frecuencia, la coacción hecha sobre los niños redunda en
perjuicio espiritual. Piénsese en esas iglesias de aldea en que los niños,
sin una iniciación en la participación personal en la misa, asisten
diariamente a misa y hasta, en ocasiones, ¡cinco veces a la semana a una
misa de réquiem en latín!).
FACTORES FAVORABLES Y
PERJUDICIALES
No solamente se desarrolla la vida meditativa del niño mediante la
ayuda y los estímulos que el educador creyente aplica de modo directo y
consciente. Desde la tierna infancia está el niño sujeto a numerosas
influencias indirectas que pueden ser favorables o perjudiciales a la
evolución de su vida meditativa.
Juega desde luego un papel importantísimo el ambiente familiar. Donde el
niño encuentra espacio para ocupar sus facultades de meditación natural, la
vida meditativa se desarrollará felizmente. El niño tomará más conciencia de
sí y de sus experiencias, Forman este ambiente favorable la conversación
reflexiva con el niño, los cuentos, las lecturas comentadas, el hojear las
figuras de los libros; una atmósfera familiar tranquila y alegre en la que
el niño puede pasar ratos alegres silenciosos; la confianza mutua; los
hogares donde el niño encuentra diversiones sencillas, pasatiempos no
enervantes, gusto por los pequeños placeres, donde se juega en común y se
celebran las fiestas familiares, se hacen pequeños trabajos, se toca la
música; donde, en una palabra, abundan las alegrías y los gustos formativos
y espirituales, La vida religiosa del hogar, la piedad de la familia
contienen muchas veces en germen todo lo que hemos ido exponiendo
detenidamente en las páginas precedentes.
Es, por el contrario, hostil a la evolución de la vida meditativa el
ambiente de excitación, de intemperancia, de superficialidad y de banalidad
de mu-chas familias; el lujo inmoderado, los mimos y la condescendencia
excesiva, que son una deformación del verdadero cariño a los hijos; las
disensiones familiares; la prisa y el afán; la frecuentación de los cines,
las largas sentadas ante el televisor y el desenfreno de la radio; los
viajes vertiginosos en automóvil, todas las impresiones fuertes; en una
palabra, aquellas vivencias numerosas y rápidas que el niño no puede digerir
e imposibilitan la meditación natural. Todo lo que perturba la tranquilidad
y el orden interior del alma es perjudicial al desarrollo de las facultades
meditativas de los niños.
Pero no son perjudiciales los juegos musculares, las algazaras y las
travesuras de los chavales. El movimiento y el deporte son sanos, y lo que
es sano no es nocivo para la interiorización, No se piense que, por cultivar
la interiorización de los niños, conviene educarlos en los internados y en
los seminarios en un ambiente de cohibición y modosidad exterior. Los
movimientos vigorosos y los juegos de mucha expansión física son casi la
mejor preparación para tenerlos recogidos interiormente en la clase, con tal
de que la agitación de los niños no sea expresión de la inquietud y del
vértigo interiores que muchos sufren hoy por el acelerado ritmo de la vida
técnica o por las impresiones enervantes de las películas del Oeste.
La escuela puede fomentar, por su parte, el ambiente necesario de calma y
meditación. No tanto por la disciplina externa, conseguida por la amenaza de
castigo, como esforzándose por infundir la tranquilidad interior,
despertando el interés por las realidades espirituales, incitándolos a
preocuparse de ellas y a ponerlas en práctica, si es el caso, Hay que crear
en los niños esa calma natural, alegre y espontánea, en que se ponen cuando
el profesor los cautiva con el objeto de sus lecciones. Podemos citar aquí
los coloquios y los ejercicios silenciosos de María Montessori, Las materias
de la enseñanza profana deparan también con frecuencia ocasiones propicias
para la meditación natural, lo mismo que las materias religiosas se prestan
a la meditación religiosa, Si una profesora hiciera una excursión con los
niños de una gran ciudad, que no tienen contacto con la naturaleza, y les
diera la siguiente ocupación:
"Vamos a espiar todos los ruidos que se oyen en este bosque o prado", los
niños ejercitarían sus facultades meditativas y las desarrollarían al
ponerse a la expectativa, al descubrir cosas nuevas y comunicarse con
interés unos a otros sus observaciones.
Mucho más a fondo van todavía los "ejercicios de recogimiento" que mandaba
hacer una directora a los chicos de su escuela, Habiéndosele preguntado una
vez cómo conseguía que los hicieran, respondió:"A nuestros niños no se les
sigue contando el cuento o la narración hasta que no se hayan figurado
internamente el arroyo mencionado en el cuento y no hayan oído interiormente
el canto del pájaro en cuestión. La última vez que hicimos este ejercicio,
los niños tenían que comparar con los sentidos interiores el aroma de las
violetas y el de los jazmines. Les dije así: "Ahora vamos a oler de nuevo
las violetas; fijémonos bien en su aroma. Luego haremos lo mismo con los
jazmines y compararemos los aromas de ambas clases de flores."" Esta manera
de despertar y ejercitar los sentidos interiores es uno de los elementos más
sobresalientes que ayudan al desenvolvimiento de las facultades meditativas
de los niños, es ponerlos a las puertas de la meditación.
El estudio de esta clase de ejercicios de meditación natural lo reservaremos
para una obra ulterior, que tratará de la educación de los niños mayores en
el arte de la meditación. Esta clase de ejercicios, en efecto, tienen una
importancia especial para los años de la adolescencia, en que los jóvenes
tienen que dar un paso nuevo en el camino de la interiorización.
EL NIÑO SOLO
Hemos expuesto muchos medios y modos de fo-mentar la
interiorización del niño, acostumbrándole al silencio interior, a ponerse en
presencia de Dios, a mirarle y a tener una oración dialogada con ÉI. La
continua necesidad de dirección y ayuda es propia de la edad infantil, así
como la vida interior propia del niño no se desarrolla sino en contacto y
convivencia con la de los mayores. Pero no debemos olvidar que no se trata
solamente de iniciar al niño y de dirigirle en la meditación, sino que se
trata además de conservarle en la meditación, que comienza a realizar por sí
mismo desde pequeño. Considerado de este modo, el hecho que nosotros
pretendamos educar al niño en el arte de la meditación se presenta como algo
en consonancia con la naturaleza, no siendo por lo mismo una pretensión
exagerada ni una exageración religiosa. Desde el punto de vista puramente
natural, el niño siente una auténtica necesidad de profundizar lo que ve,
elaborar lo que oye, coordinarlo todo y armonizarlo con su vida, dar una
respuesta a las novedades que se le ofrecen. La continua afluencia de
estímulos externos, así como una postura falsa adquirida ante la vida, puede
atrofiar y hasta matar esa necesidad natural.
Entonces apenas se manifiesta,
como la conciencia embotada por las continuas transgresiones.
En cambio, si se la estimula y cultiva va ganando terreno, recibe su
satisfacción y subsiste, desarrollándose las facultades correspondientes.
¿Puede llegar el niño a desarrollar de tal modo sus capacidades innatas de
meditación, que llegue a meditar religiosa-mente él solo? Algo de esto ha
hecho en los ejercicios que hemos descrito, en las pausas que le concedíamos
cuando tejíamos las consideraciones en torno a una imagen, cuando escuchaba
la historia sagrada y cuando todos juntos orábamos en profundo recogimiento.
Tiene la experiencia de su propia actividad interior, vislumbra que él
puede.
A nosotros nos es posible formarle para que pueda meditar solo, El
recogimiento que guardamos en la escuela antes de la oración, podemos
recomendárselo para sus oraciones de la mañana y de la noche; podemos
enseñarle lo que debe imaginarse cuando las hace, cómo puede pensar en el
Salvador, Igual-mente podemos describirle los procesos internos que se dan
al orar después de haber recibido la sagrada comunión, y ejercitarle en
ellos, El niño tiene que ir aprendiendo a meditar solo. Hemos enseñado
también al niño a visitar la iglesia y podemos enseñarle lo que puede pensar
allí y las cosas que puede hablar con Jesús, A un niño de primera comunión
le gustaba imaginarse, al orar, que él era un corderito que estaba en un
prado y que Jesús le apacentaba y le cogía luego entre sus brazos. Esto es
una auténtica meditación que el mismo niño había inventado. Un joven se
imaginaba que se hallaba solo en una choza, en la montaña. No bien salía de
ella, cuando veía venir a Jesús, al que invitaba a entrar en su choza, le
dirigía y hablaba allí con Él. También es éste un caso de auténtica
meditación religiosa. Si bien estos casos son por ahora destacados, acaso no
seguirán siéndolo si iniciamos y formamos a muchos niños en una auténtica
vida interior. Por otra parte, no ha de ser nuestro criterio de acción la
medianía, sino que tenemos también la obligación de orientar y marcar el
camino a los niños más abiertos, mejor dotados y agraciados, y, si Dios
quiere, a nuestros pequeños santos.
Una meditación sobre materias escogidas de ante-mano y articuladas en varios
puntos, al estilo de esas en que se ejercitan los seminaristas, está por
encima de las posibilidades de los niños. El ejercicio consciente y
reflexivamente desarrollado de la meditación comienza, cuando antes, en los
años de la adolescencia, e incluso en esta edad no conviene que sea la
primera ni la única forma de meditar. Las formas, con sus diversos grados de
meditación que hemos estudiado, están al alcance de los niños.
Con las páginas que preceden, abrigamos la esperanza de haber dirigido la
atención de los catequistas a un terreno que no ha sido hasta ahora
analizado en nuestra literatura catequística y cuya importancia, sin
embargo, es, a nuestro juicio, de primer orden. Es un terreno en el que nos
queda todavía mucho que investigar y descubrir.