Primera Comunión: Inicio del fracaso pastoral
Publicado por Catolicos Hispanos
diciembre 14, 2012
Un interesante análisis sobre la forma vigente de impartir la catequesis,
realizado por José Huerta Morales, que nos ayuda a entender por qué la
catequesis actual parece más una escuela de desertores que un taller de vida
cristiana.
Un sistema que no funciona
Si nos atenemos a las últimas estadísticas publicadas por una
Iglesia europea en su Memoria Justificativa, referentes al año 2009, en un
año como aquel se dieron 249,255 comuniones y 96,347 confirmaciones. En
otras palabras: por cada diez niños que hacenla Primera Comunión, sólo
cuatro adolescentes se confirman en el mismo año.
Obviamente hay algo que fracasa, que hace aguas en la pastoral de Primera
Comunión. Por eso desde la Iglesia se está virando la nave para adelantar la
edad de Confirmación con la intención de primar la gracia y no privar de la
iniciación cristiana completa a los que de otra forma acabarán marchándose
sin recibirla.
Por loable y teológicamente fundado que sea este intento de relanzar la
pastoral de infancia, no puedo evitar pensar que lo que hay que cambiar es
algo que va a la raíz misma del modelo o presupuesto de Iglesia bajo el que
trabajamos.
Permítanme desarrollar esto tomando como ejemplo una parroquia cualquiera,
pero sin concretar cual para no hacer una crítica particular, pues estoy
convencido de que el problema es del sistema, no de los individuos o
comunidades que lo protagonizan.
Catequesis
rutinaria sin vida cristiana
En esta parroquia la preparación a la Primera Comunión se plantea
como una catequesis que se da una hora a la semana durante dos cursos
escolares a niños de tercero y cuarto de educación primaria.
Para empezar, nadie le pide un compromiso cristiano a los padres, ni se
preocupa de su participación en la comunidad, ni en el proceso de
catequesis, ni de predicarles el Primer Anuncio si fuera menester.
Cualquiera que tenga al niño bautizado puede llevarlo a recibirla Primera
Comunión, y para esto no hace falta interactuar con nadie, basta apuntarse y
acudir a la catequesis.
El catequista, que puede cambiar de un año a otro, tiene un temario que
cubrir, y su labor empieza y acaba con la hora de catequesis. No es alguien
que conecte a los niños con la parroquia. Más bien es percibido como un
profesor que imparte una materia escolar y nada más.
Si se le da bien la cosa, los niños aprenden las oraciones más comunes,
algunos rudimentos de fe y, finalmente, se instruye a los padres sobre la
ceremonia muy correctamente: su finalidad, el espíritu con el que se hará, y
la necesidad de acompañar a los niños a Misa en lo sucesivo.
Finalmente se hacela Comunión, con mayor o menor lujo, según las personas y
parroquias; eso sí al día siguiente de la comunión, ya no hay catequesis.
Nos vemos el año que viene en confirmación (tres meses después como pronto).
¿Qué falla en este cuadro?
a) Vivir la fe en comunidad
Primero, como me decía un obispo muy cercano, hay que pedir a los padres una
participación más activa en la comunidad. Si no la tienen, se les puede
proponer un camino. Y mientras tanto, se puede posponer el sacramento del
niño, porque no tiene sentido dárselo sin más. Hacerlo de otra forma es
rebajar a la familia y al sacramento y desperdiciar pastoralmente un momento
propicio para el retorno de los alejados.
b) Kerigma
Segundo, los niños no reciben una catequesis de Primer Anuncio, en la que se
les intente formar en la profundidad del sacramento, la espiritualidad y un
trato personal con Jesucristo.
No nos engañemos, una hora de reunión precedida de cinco minutos en capilla
es un atajo mal tomado que no lleva a ninguna parte. Si San Juan Bosco
levantara la cabeza, seguro que tendría mucho que decir sobre el
acompañamiento, los oratorios, la dedicación que merecen los niños…
c) Catequesis como medio y no como fin
Tercero, seguimos empeñados en una catequesis finalista, que busca llegar a
la culminación que no es otra que recibir el sacramento por primera vez. Los
sacramentos no son fines, son medios. Ayudan a la vida cristiana. Si no hay
vida cristiana, dar el sacramento es tontería, porque está hecho para ayudar
a la misma. Y la vida cristiana no florece sin más por recibir la iniciación
a la misma, necesita que la rieguen.
d) Conectar la pastoral infantil con la vida parroquial
Cuarto, la desconexión que existe entre la pastoral de la infancia y la vida
de la parroquia es evidente. Un amigo que trabaja pastoralmente con infancia
me dice que el 80% de la gente conoce a Dios entre los 6 y los 14 años, pero
no dedicamos ni el 10% de los recursos de una comunidad cristiana a este
espectro de edad.
Esta desconexión se intenta aliviar con misas de niños en las que si hay un
poco de suerte, el cura tendrá la gracia de hablar a los niños de una manera
inteligible a su edad, y no simplemente predicar más lento y con voz de
tonto como hacen algunos. Pero no nos engañemos, la mayoría de las misas de
niños son aburridas para los niños y para los padres. Y no tiene por qué ser
así.
e) Catequesis bidireccional
Quinto, la falta de feedback o bidireccionalidad en el planteamiento de la
catequesis es absoluta. Pensar que tras dos años no haya una simple reunión
del día después para que los niños compartan sus experiencias al comulgar,
sus gozos y devociones, es algo que lo dice todo y hace que a uno se le
caiga el alma a los pies.
Dar catequesis en una dirección, magistralmente, enseñando contenidos, sin
recabar en la importancia del camino, sin enseñar a orar, a comulgar
frecuentemente, sin hacer nexo con la comunidad… ¿tan difícil es hacer una
segunda comunión dominical para los de Primera Comunión? ¿Cuesta tanto
plantear una introducción ala Eucaristíavivida desde el hecho de que los
niños ya se acercan a comulgar? La respuesta subconsciente es que no
procede, que ya han recibido el sacramento, y se supone que el asunto
funciona solo, pero la realidad no es así. El asunto apenas acaba de
comenzar…
Conversión y catequesis
El problema es que seguimos pensando que la vida cristiana es la de
Trento, donde todo se reduce a generar buenos y devotos cristianos aislados
de la comunidad, aferrados a una práctica litúrgica en torno a la cual gira
toda la acción de la Iglesia. El presupuesto de trabajo es que recibido el
sacramento, se recibió la gracia, por lo que todo es color de rosa… pero
¿dónde queda la gracia para esos 6 de cada 10 que luego no harán la
confirmación?
En el fondo no se trabaja con la infancia, se la catequiza, pero no se la
convierte. Parece que hay prisa en que reciban los sacramentos, y por eso no
se piensa mucho en adelantar la edad de los mismos… todo prácticas muy
adecuadas en una sociedad cristianísima… pero diametralmente opuestas a las
de la Iglesia Primitiva que vivía en un mundo pagano muy parecido al
nuestro.
Estructuras pastorales
caducas
¿Aparte de la misa qué más tenemos? Encuentro de niños en Semana
Santa, encuentro de monaguillos, catequesis de post-comunión o de
confirmación… pero al final todo esto es redundar en las carencias de la
catequesis de Primera Comunión (desconexión con la comunidad, desconexión
con la práctica litúrgica de la parroquia, sacramentalidad finalista, falta
de Primer Anuncio, falta de atención personalizada estilo oratorios)
Luego nos extrañamos de que los adolescentes no quieran saber nada de una
Iglesia que no se adapta a ellos, sino que los lanza con nueve años a
celebraciones que no entienden, liturgias que les resultan muy barrocas, con
músicas que a sus abuelos ya les parecían escandalosamente modernas, pero
que a ellos les suenan a cuando Jesucristo instituyó la Última Cena.
Poco a poco vamos configurando una Iglesia con desequilibrios aún más
acentuados que los de nuestra pirámide poblacional, cargada de senectud y
canas en su parte media y superior, la cual es infinitamente más ancha que
la exigua base inferior que recoge a los pocos jóvenes que todavía quedan en
la Iglesia.
Los defectos son estructurales, porque vivimos de estructuras pastorales
caducas, que por fuerza crean unos coladeros pastorales monumentales, por
los que pasan miles y miles de bautizandos, confirmandos, novios y demás
gentes que se acercan a recibir algún sacramento de la Iglesia y salen de
ella con el sacramento recibido pero con el corazón frío.
Vino nuevo en odres nuevos
Ojalá me perdonen estas palabras si suenan exageradas o alarmistas,
y que nadie piense que se trata de un frío calcular de marketing religioso
de lo que estoy hablando.
Se trata de encontrar la clave de conversión y seguimiento de la infancia,
la clave de la presencia sacramental en los corazones, el núcleo mismo de la
vida cristiana.
Es recordar las razones por las que iniciamos el camino de los sacramentos,
las necesidades que llevaron a edificar una estructura pastoral que entonces
funcionaba, las encrucijadas que hicieron crecer a la Iglesia a los cuatro
confines del orbe.
Es saber que a cada época hay una manera y a todas las épocas hay un mismo
mensaje. Es no quedarse atrancados ni en el pasado, ni en el edificio, ni en
las costumbres, sino anclarse enla Tradiciónprofunda de las cosas, y caminar
hacia esa culminación de los tiempos en Jesucristo que aguardamos.
En otras palabras, se trata de dejar que el Espíritu Santo sople un poco,
pues lo tenemos completamente aprisionado en estructuras pastorales y
maneras de hacer que patentemente no ayudan y nos están vaciando las
iglesias. Se trata de recordar las indicaciones de Jesús: vino nuevo en
odres nuevos (Mt 9, 14-17).
Por José Huerta Morales
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