Benedicto XVI: 'El amor de Cristo nos urge a proclamar su Nombre en todos los rincones de América'
Benedicto XVI al inicio del congreso por el décimoquinto aniversario de la 'Ecclesia in America' 9 diciembre 2012.
Señores Cardenales,
Queridos Hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,
Apreciados Caballeros de Colón:
Agradezco vivamente las palabras del Señor Cardenal Marc Ouellet, Presidente
de la Comisión Pontificia para América Latina, y me alegra que, junto a los
Caballeros de Colón, haya querido promover un Congreso internacional para
ahondar en la consideración y proyección de la Exhortación apostólica
postsinodal Ecclesia in America, del beato Juan Pablo II, y que recoge las
aportaciones de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para América.
Saludo cordialmente a los Señores Cardenales, Obispos, sacerdotes y personas
consagradas, así como a los numerosos laicos venidos para participar en esta
importante iniciativa. Vuestros rostros me traen nuevamente a la mente y al
corazón los latidos del Continente americano, tan presente en la plegaria
del Papa, y cuya devoción a la Sede Apostólica he podido gratamente
experimentar, no sólo durante mis visitas pastorales a algunos de sus
países, sino cada vez que encuentro aquí a pastores y fieles de esas
queridas tierras.
Mi venerado Predecesor, el beato Juan Pablo II, tuvo la clarividente
intuición de incrementar las relaciones de cooperación entre las Iglesias
particulares de toda América, del Norte, del Centro y del Sur, y, a la vez,
suscitar una mayor solidaridad entre sus naciones. Hoy dichos propósitos
merecen ser retomados con vistas a que el mensaje redentor de Cristo se
ponga en práctica con mayor ahínco y produzca abundantes frutos de santidad
y renovación eclesial.
El tema que guió las reflexiones de aquella Asamblea sinodal puede servir
también de inspiración para los trabajos de estos días: "El encuentro con
Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en
América". En efecto, el amor al Señor Jesús y la potencia de su gracia han
de arraigar cada vez más intensamente en el corazón de las personas, las
familias y las comunidades cristianas de vuestras naciones, para que en
éstas se avance con dinamismo por las sendas de la concordia y el justo
progreso. Por eso, es un regalo de la Providencia que vuestro Congreso tenga
lugar poco después de comenzar el Año de la fe y tras la Asamblea general
del Sínodo de los Obispos dedicada a la nueva evangelización, pues vuestras
deliberaciones contribuirán valiosamente a la ardua e imperiosa tarea de
hacer resonar con claridad y audacia el Evangelio de Cristo.
La citada Exhortación apostólica apuntaba ya a retos y dificultades que en
la hora actual siguen presentes con singulares y complejas características.
En efecto, el secularismo y diferentes grupos religiosos se expanden por
todas las latitudes, dando lugar a numerosas problemáticas. La educación y
promoción de una cultura por la vida es una urgencia fundamental ante la
difusión de una mentalidad que atenta contra la dignidad de la persona y no
favorece ni tutela la institución matrimonial y familiar. ¿Cómo no
preocuparse por las dolorosas situaciones de emigración, desarraigo o
violencia, especialmente las causadas por la delincuencia organizada, el
narcotráfico, la corrupción o el comercio de armamentos? ¿Y qué decir de las
lacerantes desigualdades y las bolsas de pobreza provocadas por
cuestionables medidas económicas, políticas y sociales?
[El papa continuó en inglés y sigue la traducción].
Todas estas importantes cuestiones requieren un esmerado estudio. Sin
embargo, más allá de su evaluación técnica, la Iglesia católica tiene la
convicción de que la luz para una solución adecuada sólo puede provenir del
encuentro con Jesucristo vivo que suscita actitudes y comportamientos
cimentados en el amor y la verdad. Ésta es la fuerza decisiva para la
transformación del Continente americano.
Queridos amigos, el amor de Cristo nos urge a dedicarnos sin reservas a
proclamar su Nombre en todos los rincones de América, llevándolo con
libertad y entusiasmo a los corazones de todos sus habitantes. No hay labor
más apremiante ni benéfica que ésta. No hay servicio más grande que podamos
prestar a nuestros hermanos. Ellos tienen sed de Dios. Por ello es preciso
asumir este cometido con convicción y gozosa entrega, animando a los
sacerdotes, a los diáconos, los consagrados y los agentes de pastoral a
purificar y vigorizar cada vez más su vida interior a través del trato
sincero con el Señor y la participación digna y asidua en los sacramentos. A
esto ayudará una adecuada catequesis y una recta y constante formación
doctrinal, con fidelidad total a la Palabra de Dios y al Magisterio de la
Iglesia y buscando dar respuesta a los interrogantes y anhelos que anidan en
el corazón del hombre. De este modo, el testimonio de vuestra fe será más
elocuente e incisivo, y se acrecentará la unidad en el desempeño de vuestro
apostolado. Un renovado espíritu misionero y el ardor y generosidad de
vuestro compromiso serán una aportación insustituible que la Iglesia
universal espera y necesita de la Iglesia en América.
Como modelo de disponibilidad a la gracia divina y de total solicitud por
los demás, resplandece en ese Continente la figura de María Santísima,
Estrella de la nueva evangelización, y a quien se invoca en toda América
bajo el glorioso título de Nuestra Señora de Guadalupe. A la vez que
encomiendo a su materna y amorosa protección este Congreso, imparto a sus
organizadores y participantes la Bendición Apostólica, prenda de incesantes
favores divinos.