El laicado, ese gigante dormido
Jesús Espeja
blogs.periodistadigital.com
Páginas relacionadas
Desde la reforma gregoriana en el s.XI la Iglesia se fue clericalizando cada
vez más, hasta convertir la eclesiología en una jerarcología. Los seglares
cristianos, que no sabían latín, lo más que llegaron, ya en el s. XX, fue a
ser considerados como “brazo de la jerarquía”. En el reciente mensaje al
foro internacional de Acción Católica Benedicto XVI dijo: la
corresponsabilidad “exige un cambio de mentalidad especialmente respecto al
papel de los laicos en la Iglesia, que no se han de considerar como
«colaboradores» del clero, sino como personas realmente «corresponsables»
del ser y del actuar de la Iglesia”.
Se venía definiendo al seglar cristiano como aquel que no es clérigo ni
religioso. Por primera vez el Vaticano II lo define como el bautizado que en
el mundo y desde dentro del mundo es otro Cristo y realiza la misión de la
Iglesia. Cuando frecuentemente los laicos se clericalizan mientras los
ministros del altar siguen siendo amos en vez de amor, es decisivo para la
salud de la Iglesia como pueblo de Dios, que los seglares cristianos se
responsabilicen de su vocación. Sin negar al mundo ni las realidades
terrenas. Cooperando a que la humanidad y la creación caminen hacia la
plenitud de vida que es su destino, lo que Jesús de Nazaret expresó con el
símbolo reino de Dios. La espiritualidad de los laicos no es monacal basada
en la renuncia al mundo, la entera familia humana con las realidades en que
vive; debe ser una espiritualidad “mundana”, en el mundo y desde el mundo.
No es cuestión de que los seglares entren en las sacristías y se pongan
atuendo clericales. Deben buscar y encontrarse con Dios en la inmanencia
histórica; no sólo en la oración y en los sacramentos, sino en su compromiso
responsable por construir una sociedad más humana y más justa.
El Vaticano II, al presentar a la Iglesia como pueblo de Dios, quiso
despertar a ese gigante dormido que es el laicado. Pero el letargo viene de
siglos y cuesta mucho volver en sí. No sólo porque los clérigos a veces
actúan como si fueran los únicos responsables, tratan a los seglares como
menores de edad y sólo quieren monaguillos. Es más grave la
irresponsabilidad de lo laicos que se conforman con obedecer a lo que les
digan los clérigos en vez de ser responsables de su papel y corresponsables
en la misión de la Iglesia. El tema es preocupante porque la evangelización
dependerá de la capacidad y relevancia que vayan teniendo los seglares. La
verdadera promoción del laicado postula un buen fundamento y una exigencia:
crecimiento de todos en la fe como encuentro personal con Jesucristo y una
remodelación estructural de la misma Iglesia-laicos dejando intacto el
anterior modelo eclesiológico. Urge una revalorización de la actividad
humana en la historia, y una conciencia vida de la presencia del Espíritu,
Dios en esa historia sosteniendo al cristiano e impulsando para que lleve
adelante su misión..