El laicado, gigante dormido, que despierta, para evangelizar
(II
Encuentro Diocesano de Pastoral
Orihuela-Alicante
20, junio, 1998
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Al pensar, estos días pasados, en la conversación que debía tener con
vosotros sobre el laicado, el recuerdo se me iba persistente a los
comienzos de la Iglesia, cuando era fuerte el “signo del Espíritu” en
multitud de laicos recordados.
Es verdad que en las páginas del Nuevo Testamento en ninguna línea
aparece la palabra “laico”. Es un término inusado. Pero en la historia
de las primeras comunidades viven con espontaneidad los laicos y
escriben páginas espléndidas. Conocemos nombres, personas seglares, que
pertenecen a esa historia de nuestros orígenes : Un matrimonio
itinerante, un buen orador, Dionisio, del Areópago, Lidia de Filipos, la
primera creyente europea (Hechos 16, 12 ss). La carta a los Romanos se
cierra con una lista larga. Es la Iglesia de Roma y en ella los laicos
numerosos son signo de que el Espíritu está activo.
Impresiona que en la comunidad de Corinto los carismas reconocidos del
Espíritu se dieran abundantes entre los creyentes, sin discriminación.
El laico no plantea problemas. Eran tiempos de profunda sensibilidad
eclesial y misionera, que empujaba el Espíritu Santo.
Impresiona además que no se produzca ninguna contraposición o distancia,
aunque se confesaba con claridad que los “fundamentos” de la Iglesia
eran los Apóstoles y se reconociera con gratitud la tarea y la misión de
los “responsables y dirigentes”, y se pide para ellos el recuerdo y el
reconocimiento.
Remontaos hasta la fuente. Bebed esa agua trasparente. Abrid el cuenco
de vuestras dos manos, y dejaos sorprender en el rostro y en el alma por
el frescor del manantial del Espíritu en aquellos momentos.
Es verdad que el agua de la fuente necesita el oreo y el sol, la tierra
y las piedras del cauce que va lamiendo y la enriquecen de sales y
minerales. Así el río va haciendo su historia.
La historia del Apostolado Seglar, hasta llegar a nosotros, se realiza
en etapas, es una historia luminosa y tiene también fuertes sombras.
Es historia de voz y de silencio, de responsabilidad y de apatía, de
protagonismo y de inhibición. El río se ha hecho tan largo como veinte
siglos. Os recuerdo algunos hitos de esta historia, en ráfagas breves:
n
Al primer momento sucedió el posterior desconocimiento del laico, como
si se le ignorara.
n
Después el laico, sospechoso, opositor del clero. Y surgen, como
réplica, movimientos y fraternidades de valdenses y cátaros contra el
clero.
n
Otro momento, el laico clericalizado, porque hay que hacer la guerra a
la modernidad en el siglo XIX.
n
O el laico con derechos meramente pasivos, como consignaba el antiguo
Código (c. 682). El clero se apropia la suplencia del laico.
n
Más cerca de nosotros se esboza al laico como auxiliar de la Jerarquía y
se perfila e inicia la AC, primera asociación en la historia moderna del
Apostolado Seglar.
n
Y dirá el Papa Pío XI : “Los Apóstoles primeros y directos de los
obreros han de ser los mismos obreros” (QA 141).
n
Y por último vendrá la reflexión seria de la “Teología de las realidades
terrenas”, que irá configurando el rostro y el corazón del laico.
Como veis, la historia del laicado, a la vez va poniendo en cuestión la
autocomprensión que de sí misma hace la Iglesia, para precisar su
eclesiología como aparece en el c. IV de la Lumen
Gentium, o en la Gaudium et Spes, en Apostooicam
Actuositatem, o en Ad
Gentes. Este documento llega a
afirmar que la adultez responsable de los laicos da la medida de la
implantación de la Iglesia en un lugar, porque “la Iglesia no está
verdaderamente fundada, ni vive plenamente, ni es signo perfecto de
Cristo entre los hombres, mientras no exista y trabaje con la Jerarquía
un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede quedar
profundamente grabado en las mentes, la vida y el trabajo de un pueblo
sin la presencia activa de los laicos. Por ello, ya desde la fundación
de la Iglesia se ha de atender sobre todo a la constitución de un
laicado cristiano maduro” (AG 21).
Y el Papa Juan Pablo II, después del Sínodo sobre los laicos, escribe
con mano decidida la
ChL. Se
divulga entre nosotros el documento de la CEE, “Los Cristianos laicos,
Iglesia en el mundo”. Este texto, mirando con pasión hacia la nueva
evangelización de nuestra sociedad, concluye con estas palabras, que son
esperanza y son un reto : “La nueva evangelización se hará sobre todo
por los laicos, o no se hará”. De este modo vuelve la frescura de la
primera fuente, pero con el enriquecimiento de 20 siglos de ir corriendo
el agua sin cesar, en noches muy largas o en días luminosos.
Mirando a nuestra Diócesis veo una mañana clara. Habéis escrito una
página personal y esperanzadora del laicado en nuestra Iglesia. Porque
de los 229 “Grupos 2000”, 220
los habéis formado laicos exclusivamente o con preferencia. Y de los 12
signos propuestos, el del apostolado seglar ha sido con mucho el más
estudiado y, por eso, lo hemos traído a nuestro Encuentro.
Esta apretada historia nos orienta en las tres partes, brevemente
enunciadas, de mi intervención y del título de ella. Es una afirmación.
Es una pregunta. Y es un brindis o deseo profundo por la evangelización
de la sociedad actual.
1.- Una afirmación : El laicado es un gigante.
n
Alicante, Orihuela-Alicante : Un millón doscientos mil habitantes de
derecho. Son laicos un millón ciento noventa y nueve mil novecientos
noventa y nueve. Entre sacerdotes, religiosos y religiosas no llegamos a
un millar. ¿No es esto un gigante, un enorme gigante ? Es el dato
sociológico más fuerte.
n
En España, cada domingo participan en la Eucaristía, entre nueve y diez
millones. Son los que llamamos “dominicales”. No sé con exactitud el
número correspondiente de Alicante. En todo caso, no hay ninguna
concentración humana equiparable, teniendo, además, en cuenta que es una
presencia semanal, reiterada.
n
Otro dato, doscientos mil alicantinos en la Peregrina, número repetido
en los días de ese fin de semana.
n
Y aludo, por último, a los muchos miles de hermanos y hermanas en las
Cofradías.
Son 4 pinceladas númericas. Pero el gigante no es sólo número amorfo. Es
potencialidad y tiene rostro :
n
En primer lugar, como veía y describe San Pablo, el Espíritu Santo
distribuye, con mano rota, carismas, gracias y servicios en cada
comunidad. Nadie se puede apropiar el Espíritu, ni es lícito pensar que
el brazo de Dios se ha acortado. Es año del Espíritu. Os invito a soplar
las brasas y descubriréis los abundantes signos de su presencia. Enseñad
a detectar las huellas del Espíritu, que está activo en la más pequeña
comunidad, porque los carismas están sembrados en esta amplia porción
del pueblo de Dios.
Dice el Señor : Te digo que eres rico del Espíritu. El Bautismo y la
Confirmación son dos fuentes permanentes de fuerza y de vigor. Mira
quién eres, y de qué estás enriquecido.
n
Aplicando la mirada, he de decir que es gigantesco el esfuerzo de muchos
miles de laicos. Dan horas e ilusión. Son catequistas o grupos de
Cáritas. Visitan la cárcel o los enfermos. La generosidad es su tónica
constante. Es dar sin regateos. Apostar por la evangelización arriesgada
en Movimientos Apostólicos. En ningún grupo humano existe tan abundante
gratuidad y está acompañada de gozo. Así lo recogéis en tantas
respuestas.
n
Puesto a soñar, -a soñar y a pedir al Señor,- pienso en el día en que
los militantes activos y conscientes animen de cerca y con tenacidad, el
grupo de los “dominicales”, inhibidos, y puedan pasar de la ley de los
mínimos a la alegría de apostar por escalar la cima, por arriesgar y por
sentir que ser cristiano es una suerte, que no se cambia.
n
Finalmente, en una sociedad fría a lo religioso, en proceso de
secularismo, con un ateísmo militante y en expansión, bajo el principio
de que la fe, a lo sumo, es asunto reducido a la esfera de lo privado,
se percibe el gigante que anida en la religiosidad popular, tan
enraizada en nuestra tierra. Con lastre y con sombras, con opacidad y
ambigüedad, es puente transitable, se unen las orillas, se vislumbra la
esperanza.
Son otras cuatro pinceladas de la fuerza de este gigante, el día en que
se ponga en pie. Porque no es el número quien determina principalmente a
este gigante. Es la fuerza insertada del Espíritu, que asoma en
despuntes de generosidad, de gratuidad, de servicio, de esfuerzo, de
hambre de Dios.
2.- ¿Está dormido?
Afirmamos a veces, que este impresionante gigante está dormido. ¿Tenéis la impresión
de que está dormido? Dormido o con otras limitaciones. Nos dirá el
Espíritu : “Esto tengo contra ti”. Vamos a escuchar al Espíritu que,
entiendo, habla a la Iglesia de Orihuela-Alicante.
. Salid a la calle, donde los hombres entrecruzan su vida, sus
proyectos, y la pregunta sorprendida es : ¿Dónde están los laicos
comprometidos ? La historia de los hombres se va trenzando sobre una
urdimbre, que da la impresión de ser ignorada. A veces, la vida de los
creyentes parece una vida paralela.
. ¿Dónde están esos laicos en el vivo mundo de la cultura de Alicante?
¿O en la vida asociativa de los barrios? ¿O en los medios de
comunicación? ¿O en el mundo obrero? ¿O entre los jóvenes? ¿Están
escondidos o aletargados? ¿Qué se ha hecho de la sal?
. ¿Nos hemos replegado en nuestra propia finca a veces bien amueblada y
confortante? Y nos puede despistar el espejismo de que, en muchas
ocasiones, nuestros templos se llenen de buena gente mayor. ¿Hasta
cuándo durará?
. Este enclaustramiento parece denotar una carencia de ilusión y de
coraje entre nosotros. Se decía de los primeros cristianos que tenían
audacia, no conocían el complejo, pensaban siempre en caminar y en
salir. Es cierto que se reunían asiduamente, participaban en la
enseñanza de los Apóstoles, y también en la oración y en la Eucaristía.
Pero eran “vistos”, bien vistos, se les veía, visitaban las ciudades,
iban donde se reunían las personas, se cita que acudían a las playas, se
alejaban de vivir siempre a la sombra del templo.
. ¿Dónde están los laicos comprometidos? Esta cuestión, a veces,
equivale a la pregunta que un mundo pagano hacía al salmista: ¿Dónde
está tu Dios? Expresa la impresionante coexión y coherencia entre Dios y
su testigo.
n
Además de dormido, el gigante está
troceado. Crecen
espontáneamente grupos pequeños o se multiplican grupos muy parecidos,
que, por otra parte, se ignoran. Existe atomización y la carencia de un
proyecto común. La dispersión es tónica dominante y los cotos cerrados
se defienden. El grupo mira desde el grupo y para el grupo. Las siglas
se multiplican o nacen sin nombre. Esta característica crea y produce
protagonismos personales, o son los protagonismos los que crean la
dispersión. Tenemos un gigante desarticulado. Los pies son de barro,
aunque tenga un corazón de oro.
Este troceamiento persistente delata una débil conciencia de Iglesia
diocesana, y pesa mucho el particularismo del grupo o la idea del
fundador. No digo que los grupos no hayan hecho bien, pero este hecho
nos denuncia el escaso signo de pertenencia a la Diócesis y la lejana
apuesta por un proyecto compartido.
¡Qué gigantesco testimonio supondría recomponer los trozos y soldarlos!
Para que emerja esa realidad viva, que es sacramento de la unión de los
hombres con Dios y de los hombres entre sí. Esa es la Iglesia. Yo os
llamo desde aquí a daros la mano, a sentaros en el mismo plano, en torno
a la mesa de todos. ¿Quién está intentando y minando nuestra
aproximación y cercanía, nuestra comunión necesaria?
n
Otras veces el gigante está
entretenido en luchar contra pequeñas alimañas, y no sale al campo
de los graves problemas o de las serias batallas. Discutimos de
palabras, decía San Pablo. Nos disputamos los puestos. Aseguramos y
levantamos las paredes, que nos alejan o pueden alejarnos de los hombres
o de otros movimientos.
“Acércate” es la invitación, que resuena con imperiosidad.
¿Es verdad que los gozos, las esperanzas y los sufrimientos de los
hombres nos escuecen? ¿Caminamos en el mismo tren?
Me duele que nuestro gigante esté, a veces,
inhibido, pronunciando
afirmaciones de falsa seguridad o superioridad. La imagen que hoy tira a
la Iglesia es la del “Buen Samaritano”. Se escribe con frecuencia que la
Iglesia ha de ser buena samaritana de una sociedad mal herida. No
simular ningún rodeo. Ha de detener la marcha y bajarse de la
cabalgadura. Para curar y cargarse al hombro al hombre. Eso hizo
Jesucristo. Y éste es el camino que ha de seguir nuestro gigante.
n
Quiero señalar un cuarto rasgo defectuoso. ¡Laicos, sed vosotros mismos!
Sed laicos. El mimetismo puede deformar el rostro. O el deseo, no
confesado, de asemejaros al clero. Cuando sois vosotros mismos, nos
hacéis bien a los sacerdotes y a los religiosos. No se trata de asumir
tareas o talantes de otros, sino de ejercer la corresponsabilidad y
complementariedad necesaria. Cada miembro, cuando realiza su tarea
propia, enriquece al organismo entero, y acelera su buen funcionamiento.
Hubiera querido pasar rápido sobre este capítulo. Que quede
poderosamente marcado con señal de dirección prohibida, o, al menos, con
una señal de peligro.
3.- Un brindis
San Pablo decía a los romanos: “Tened en cuenta el momento que vivís”
(Rom 13,11). El Papa lo precisa y concreta. Dice que estamos en
“primavera”, la “primavera de la Iglesia”, y lo afirma observando el
momento que vivimos arañando el siglo XXI. El amplio programa de la TMA
es el anuncio de una primavera cercana, y es un chorro de esperanza.
La esperanza, que no defrauda, porque se nos ha dado el Espíritu, que,
entre otras pruebas, ha sembrado la historia de “signos de esperanza”.
Entre esos signos potentes, alumbrando el próximo milenio, está el
laicado consciente y responsable, son los laicos adultos y militantes.
Son jóvenes y son niños.
Y ésta es nuestra apuesta y nuestro compromiso y nuestro proyecto. Es
hora de los laicos. Es un principio teológico que “nada se haga sin el
obispo”. Hablando de evangelizar, he de afirmar que queda muy mermada y
reducida la nueva evangelización sin los laicos.
n
Espero que así lo veamos los
sacerdotes. Uno de nuestros empeños primeros, para responder al PDP,
y, por encima de todo, para dar respuesta a la evangelización nueva, es
que los sacerdotes demos un tiempo ilusionado y paciente a la promoción
de laicos militantes, presentes en la comunidad y presentes en la vida
pública.
Esta promoción requiere una formación seria, integradora e integral,
progresiva y permanente, que abarca su espiritualidad laical, el
conocimiento de la fe y se insiste con frecuencia en el conocimiento de
la DSI. Es tiempo de dedicarnos a los laicos. Este es el momento que
vivimos. Sin el
sacerdote, queda truncado hoy cualquier intento serio de promoción de
laicos. Y no es por una realidad sociológica de falsa inseguridad del
laico, sino por un principio teológico que, afirma que la Iglesia se
hace plenamente, cuando conviven el sacerdote, el laico y la vida
consagrada.
Son fecundos los tiempos en que los sacerdotes se dedican con empeño a
formar laicos adultos, responsables, militantes, también a los jóvenes y
a los niños. Y sale ganando la Iglesia, la evangelización y la sociedad.
Soy consciente de que para realizar este empeño providencial, los
sacerdotes hemos de cambiar esquemas y preferencias, y hemos de
formarnos. Y emplazo a que, en breve, se prepare un curso para
formarnos. Formarnos para formarles. Y para acompañarles. Acompañar al
laico fue y es una vocación generosa y fructífera. Acompañarlos en su
formación y, sobre todo, estar cerca de ellos, cuando se toman en serio
su presencia transformadora, que tantos riesgos comporta. Todos los
capítulos del CLIM terminan mirando al sacerdote.
No temáis los sacerdotes. Si la primavera hoy, en gran medida, la marcan
los laicos, es también nuestra primavera. La hora de los laicos marca la
hora exacta de los sacerdotes. Pongamos en hora nuestro reloj. Escuchad
lo que dice PDV (nº3) :
“Los mismos laicos habían pedido la dedicación de los sacerdotes a su
formación, para ser ayudados oportunamente en el cumplimiento de su
misión eclesial. Y en realidad, ‘cuanto más se desarrolla el apostolado
de los laicos, tanto más fuertemente se percibe la necesidad de contar
con sacerdotes bien formados, sacerdotes santos... Cuanto más se
profundiza el sentido de la vocación propia de los laicos, más se
evidencia lo que es propio del sacerdocio ‘”.
- Espero que así lo veáis los
religiosos y religiosas. Muchas de vuestras obras las descargáis
sobre los laicos. La penuria de vocaciones os ha forzado a ello. Pero
junto a esta imperiosa necesidad, quiero descubrir una acción
providencial y una llamada del Espíritu. Deseamos que seáis más en
número. Sentimos con vosotros y vosotras que estén casi vacíos los
noviciados. Ayudándoos, nos ayudamos, porque necesitamos vuestro
testimonio fraterno, claro y radical. Dedicaos a dárnoslo. Y estáis
comprobando cómo los laicos os hacen redescubrir la frescura de vuestras
fuentes y la limpieza de vuestros carismas.
Para comprobarlo os invito a leer los números 54 a 56 de “Vita
consecrata”. Entresaco un par de párrafos : “... se puede decir que se
ha comenzado un nuevo capítulo, rico de esperanzas, en la historia de
las relaciones entre las personas consagradas y el laicado. Estos nuevos
caminos de comunión y de colaboración merecen ser alentados por diversos
motivos...
No es raro que la participación de los laicos lleve a descubrir
inesperadas y fecundas implicaciones de algunos aspectos del carisma,
suscitando una interpretación más espiritual e impulsando a encontrar
válidas indicaciones para nuevos dinamismos apostólicos” (Vita
Consecrata, n.54.55).
Una cosa me atrevo a pediros a los religiosos y religiosas : Formar a
los laicos, cercanos a vosotros, para la Iglesia Diocesana. Dadles a
conocer esta realidad, que es “sacramento” de Dios. No os contentéis con
estar en Orihuela-Alicante.
Sed de Orihuela-Alicante. El
momento presente pide la comunión sin reservas. Os digo que saldréis
ganando. Y con esta perspectiva se escriben páginas luminosas en “Vita
Consecrata” (cfr. nº 48 y ss), además del “Mutuae relationes” .
„
Y cuando hablo de evangelizar, confío, por último, en vosotros, los
laicos. Brindo por vosotros.
Brindar quiere decir que veo una apuesta del Espíritu por vosotros, para
relanzar la evangelización, para llenar de alegría, de ilusión, de
esperanza nuestra Iglesia Diocesana con vuestra responsabilidad.
Esperamos de vosotros. Vosotros que aceleráis la primavera del Espíritu.
Sois signo suyo, cuando vivís la comunión fecunda y no el partidismo
enervante.
Sois signo del Espíritu, porque os escondéis como levadura fértil en
cualquier realidad humana, como tierra santa, desde la que el Espíritu
os llama.
Sois signo del Espíritu, porque traéis a la comunidad el dolor de la
humanidad y a ella lleváis, en nombre de Jesús, el mensaje divino de
humanidad, que posee la Iglesia.
Sois signo, porque de vosotros, que amáis a la Iglesia, saldrán con toda
seguridad vocaciones para la vida religiosa y para el seminario.
Sois ya un signo, porque estáis presentes en el centro de la ciudad, pero
también en los barrios y en el arrabal y lo hacéis con dosis impresionantes
de esfuerzo, de gratuidad, de gozo y de generosidad.
Pensando en vosotros, comprendo que es tiempo de primavera, no soñada, sino
real. “Despierta tú que duermes”, decía San Pablo (Ef 5,14) y deja que te dé
en la cara la luz de Cristo. “Reconoced el momento que vivís, que ya es hora
de despertar del sueño” (Rom 13,11)
Dejad la siesta. “Id también vosotros a mi viña”, que es Orihuela-Alicante.
Decálogo
para seguir caminando
Para seguir caminando, en el Apostolado Seglar, hacia el año 2000, en el
horizonte de nuestro Plan Diocesano de Pastoral :
1.
Pon a Cristo
como cimiento de tu trabajo y como
cepa de tu vida. Sin Cristo se pierde el sentido más hondo y es vano
todo proyecto. Alimenta tu vida de su Palabra y de su Pan, de la oración y
de la contemplación.
2.
Ama a la Iglesia y cobíjate en la Iglesia diocesana.
Sintoniza con ella. Con el Espíritu planta a la Iglesia en terrenos eriales
y la consolidas en la comunidad. No te contentes con construir ermitas o
capillas. Haz Iglesia.
3.
Tu palabra
clara es precisa, pero se vuelve
creíble sólo por la coherencia de tu vida. La fe se expresa también y
con necesidad en la vida y está fuertemente anudada a ella. Esto quiere
decir “ser testigo”.
4.
Cuando salgas a la mar, no te embarques solo.
Asóciate. Necesitamos con urgencia
Movimientos Apostólicos y Asociaciones. Llamamos a la Acción Católica.
Haz grupo que revise tu vida y tu misión. Siente como amigo necesario al
sacerdote, al consiliario.
5.
Ama a tu Movimiento o Asociación. Dale tiempo e interés. Pero llama, a la
vez, a los compañeros de otras barcas.
Ofrece tu mano a los otros grupos, rompe distancias, dialoga con ellos y
siéntate en la misma mesa de trabajo.
6.
La vida es también escuela.
Dios te habla en ella. La vida de los hombres te marca el camino y el rumbo
y te señala el ritmo. El buen militante aprende cada día a leer la vida con
la mirada de Cristo. La tierra, que pisas, es santa.
7.
Recuerda que eres luz y levadura.
Tu puesto está en la masa, en el corazón del mundo. En él te ha sembrado
Jesucristo, y para eso confía en ti. El amó al mundo
8.
Siéntete protagonista, junto a Cristo y al Espíritu.
De ti depende. Si callas, o huyes, el hueco queda abierto y será difícil
cubrirlo.
9.
Tu tarea es ingente. Tu responsabilidad es corresponsabilidad y nace del
Bautismo y de la Confirmación. Si aprecias la misión, querrás
formarte permanentemente en todos
los campos que te capaciten para servir hoy al Reino.
10.
La palabra de Jesús y del Espíritu es : “Acércate
y camina a su lado”. Ten a punto las sandalias, en tu alforja mucho
coraje y esperanza, humildad y servicio y una cruz. Ponte en camino con
ilusión. El que te envía camina contigo y en su Nombre echas la red.