UN CORAZÓN NUEVO Y UN ESPÍRITU NUEVO de E. J. Cuskelly MSC: Algunos Aspectos de la Renovación de la Vida Religiosa, capítulo 1
CAPITULO PRIMERO
ALGUNOS ASPECTOS DE LA RENOVACIÓN
DE LA VIDA RELIGIOSA
Desde hace algunos años discutimos sobre "Renovación y adaptación". Las
ideas acerca de lo que hay que hacer no faltan; muchos cambios han sido ya
realizados. Sin embargo, unas divergencias de opiniones son frecuentemente
un obstáculo a los esfuerzos concertados y fructíferos. Cada grupo religioso
debe seguir sus búsquedas según su camino propio, teniendo en cuenta su
espíritu y su historia. Las consideraciones siguientes podrán, así espero,
ayudamos a situar las necesidades de la renovación en su contexto esencial y
así, ver en qué dirección se debe orientar el trabajo de la adaptación.
A. "Hubo una vez" en que la vida religiosa era, hasta cierto punto,
considerada como en una expresión esquemática a la que vemos en el diagrama
A. Era entonces relativamente fácil para los Superiores religiosos definir
las líneas de orientación para unificar y dirigir su Instituto.
1.
Una autoridad central podía tomar las decisiones: esas decisiones eran
aceptadas y ejecutadas sin muchas dificultades.
2.
Una teología y una ideología comunes realizaban la unidad del grupo y lo
empujaban fuertemente hacia unos objetivos comunes u obras comunes.
3.
Las obras comunes aceptadas por todos como fin de la Sociedad eran factores
de unidad.
4.
Las reglas, comunes a todos, daban un sentimiento de unidad y permitían a
los Provinciales vigilar con bastante facilidad por el "bienestar
espiritual" de los individuos y de las comunidades. Estaban también nuestros
ejercicios de comunidad.
5.
Más todavía, en tiempos de abundancia se daba la afluencia habitual de
vocaciones, trayendo a los miembros de la comunidad el refuerzo de jóvenes
para ayudar a continuar sus obras, a la vez que un apoyo moral y la
confirmación del valor de su propia vocación. Esos jóvenes eran ardientes,
disponibles, y aceptaban de buena gana vivir allí donde las necesidades de
las obras los llamaban.
Nota: En
el fondo de este cuadro:
a)
No se cuestionaba la propia identidad.
b)
Se cuestionaba poco sobre la comunidad.
c)
No había mucha preocupación por la persona -y por su ''realización".
No se sentía tanto esta necesidad.
B. El tiempo del cambio: Las líneas tradicionales han perdido su claridad y
su consistencia. Nuevos elementos han entrado en el diagrama, los antiguos
han desaparecido.
1.
La autoridad es menos categórica, sus decisiones no se aceptan tan
fácilmente.
2.
Hay pluralidad de ideologías exigiendo expresiones prácticas diferentes;
pero para un cierto grupo de religiosos, la ideología antigua permanece y
debe permanecer igual. Resultados: perplejidad, rigidez, reacción.
Nota: En
este reducido cuadro:
1) El
problema de nuestra identidad se nos muestra muy agudo.
2) El
grupo aparece como una suma de individuos: el I del diagrama; la renovación.
. . un pretexto para hacer lo que uno quiere. . . por no admitir que el bien
común debe preferirse al bien particular. Las estructuras de disgregación no
dan más seguridad, por eso el individuo busca "asegurarse" a sí mismo (a su
manera).
3)
Hablamos mucho de la comunidad (C). . . muchas palabras, pero poco acuerdo
sobre lo que exige la comunidad. Al fin de cuentas, ¿qué es lo común a
todos? Los individuos, ¿que ponen en común?
3.
Algunas "obras de la comunidad" han desaparecido; el valor de las que quedan
está puesto en tela de juicio.
4.
¿Reglas? ¿Ejercicios comunes?
5.
En la mayoría de las Provincias las vocaciones han disminuido, en algunas
hasta han desaparecido.
En poco tiempo los factores principales de unidad (aparentes o reales) sobre
los cuales se apoyaba la dirección de la Provincia han disminuido en gran
manera o más aún han desaparecido.
Al reflexionar sobre estos cambios, es fácil ver que un deterioro en la
calidad de la vida era inevitable. Hay que repetirlo: "donde la
desintegración de las estructuras produce inseguridad, el individuo busca su
propia seguridad como él la entiende". Algunos han buscado su seguridad
atándose a la antigua concepción "ortodoxa" de la vida religiosa y a sus
prácticas. Otros la han buscado en unos oficios o en un trabajo que
estimaban válidos, ya sea consagrándose a unos estudios especializados más
avanzados. Así se explica el fenómeno mencionado por muchos superiores
religiosos, por ejemplo, la tendencia a tomar compromisos individuales (o
personales). a dar más importancia a las iniciativas privadas que a las de
la comunidad.
Frente a esta situación, ¿qué debemos hacer? En tales circunstancias, muchos
superiores han visto primero las dificultades personales y han creído bueno
para enfrentarlas, orientar su acción sobre el apoyo y la comprensión. Han
hecho esfuerzos para manifestar un interés amistoso y comprensivo a las
personas en particular. Está bien, pero es insuficiente. Insuficiente porque
la fase B no puede ser otra cosa que un período de transición. Será un
período de transición sea para un brote de vitalidad, sea para una muerte
más o menos tranquila de un grupo o de una Provincia. Constatamos en el
transcurso de la historia que ciertas sociedades han desaparecido
totalmente, otras han perdido algunas de sus provincias.
¿Cómo vamos a realizar esta renovación? Creo que podemos sacar unas
lecciones provechosas de la historia de la vida religiosa de algunas órdenes
y de la manera según la cual han rebasado las crisis del pasado. En general,
lo han hecho: 1) por un redescubrimiento de lo esencial del carisma y del
espíritu de su fundación; 2) atentos a los "signos de los tiempos"; 3) por
una vida centrada en Cristo en la fe y en la oración, conscientes de ser
esencialmente una comunidad de fe.
Estos elementos, particularmente los dos primeros, exigirán un desarrollo
amplio. Pero me falta tiempo. Sin embargo, insistiré porque es exactamente
en
ellos donde se encuentran los Principios de la renovación. No podemos pensar
sencillamente en un tipo de remiendo del sistema de las antiguas
estructuras. Debemos entrever un nuevo cuadro, teniendo una forma diferente
y un nuevo dinamismo.
En el interior de este cuadro los puntos fuertes son diferentes a los que
estaban en el diagrama A. Son estos:
1.
El carisma del Instituto como elemento vital y dinámico.
2.
Una búsqueda de los "signos de los tiempos" y un esfuerzo constante para
darles una respuesta a la luz de nuestra espiritualidad y de nuestra misión.
Así podemos llegar hasta comprometernos en unas obras diferentes que van en
el sentido de nuestra misión y que son una respuesta a una llamada de la
Iglesia en el mundo hoy. La unidad, ni la identidad dependen de las obras.
3.
Diferentes ideologías pueden adaptarse más fácilmente a este tipo de
comunión; constituyen ellas mismas uno "de los signos de los tiempos".
4.
La comunión como signo del compartir de una inspiración y un interés común.
5.
Muchos jóvenes pueden actualmente dedicarse a un ideal propuesto de este
modo.
En conclusión, me parece útil desarrollar más ampliamente algunos puntos.
Decimos que, en este tiempo de crisis, si los antiguos cuadros aguantan, es
porque hay una espiritualidad sólida, que domina toda su vida y toda su
existencia. Por otra parte, se afirma también que las congregaciones más
recientes, fundadas para unas obras específicas, pueden desaparecer en el
momento en que estas obras ya no tienen razón de ser. Antes de dar demasiada
credibilidad a esta opinión, resulta conveniente ver el provecho y las
conclusiones que de ellas podemos sacar para nuestro futuro. Si una
congregación religiosa no existe más que para realizar una obra particular,
la primera conclusión que debemos sacar de ella es que su futuro es
inseguro. Este punto amerita ser considerado con gran atención.
Sin embargo, debemos examinar con cuidado esta suposición de que
congregaciones activas modernas han sido fundadas para unas obras
determinadas. Seguramente es la urgencia de unas necesidades lo que ha
dictado la elección de tales obras. A pesar de esto, cualquiera que haya
sido la importancia de estas obras, algo más fundamental y más importante ha
motivado su compromiso. Era una visión particular del Cristo del Evangelio
conjuntamente con una inspiración a seguirle en el servicio de nuestros
hermanos de una manera original. Hablar así, ya es, en sentido amplio,
describir el carisma del fundador del Instituto, lo que ha sido su
inspiración y lo que inspira actualmente todavía a los que le siguen.
Evidentemente, las obras de apostolado, sobre todo cuando están bien
llevadas y apreciadas por la Iglesia y el mundo, toman una importancia tal
que pueden aparecer como la razón de ser de un instituto particular, Unidos
para conseguir unos objetivos válidos, sus miembros adquieren un espíritu de
fraternidad, un espíritu corporal. La situación se mantiene mientras las
obras tienen validez y prosperidad. Pero cuando se las pone en tela de
juicio, cuando algunos buscan su propio apostolado, ha llegado el tiempo
entonces de evaluar de nuevo y de redescubrir los motivos más profundos que
justifican el vivir juntos en el mismo instituto.
Creo que todas las órdenes religiosas, en estos últimos años, han tenido en
sus filas jóvenes ardientes, impacientes en dar una respuesta a "los signos
de los tiempos", en experimentar unos caminos nuevos, en hacer algo nuevo.
¡Muchos de ellos, quizás demasiado!
—han abandonado la vida religiosa y el sacerdocio—. Hemos tenido
también nuestro lote de este tipo de fracasos. Somos lentos en descubrir el
cómo responder a los nuevos desafíos, tardamos en correr riesgos, mientras
estos riesgos se imponen.
De hecho, algunos nos han abandonado al no encontrar todos los elementos
necesarios para descubrir nuevos caminos. Será solamente cuando haya surgido
de un profundo descubrimiento espiritual del valor y de la conveniencia de
mi propia vocación que mi respuesta a los "signos de los tiempos" será
también una respuesta a la llamada de Cristo, Muchas de estas supuestas
"respuestas a los signos de los tiempos" han nacido de la impaciencia
causada por el orden establecido de las cosas o han venido de una necesidad
de éxito demasiado humana. Así el resultado no podía ser otra cosa que un
fracaso.
Sin embargo, tengamos cuidado aquí de caer en unas actitudes reaccionarias.
Así se dan en los que denuncian los fracasos que he mencionado y que sacan
de ellos la conclusión de que "toda búsqueda de novedad", como dicen, es
mala. Este error es tan funesto como cualquier otro. Más aún será fatal para
un instituto religioso.
Todo hombre necesita sentir que su vida y su trabajo son válidos y dignos.
Para responder a esta necesidad, debe apuntar ciertas metas personales. Aún
en el seno de una comunidad, el religioso permanece como persona. Es por eso
que se reconoce en la vida religiosa como un deber importante de la
dirección el promover una mezcla armoniosa de objetivos personales y de
objetivos comunitarios. En un instituto religioso moderno, para alcanzar
esta amalgama, la comunidad debe evidentemente estar atenta a lo que Dios
espera de cada individuo, teniendo en cuenta sus aspiraciones y sus talentos
personales, Por su parte el individuo debe preguntarse qué uso debe hacer de
sus talentos como miembro de la comunidad en la cual está llarnado a
compartir la vida y el espíritu.
Debemos invertir tiempo y esfuerzo en la oración y en el compartir si
queremos redescubrimos como una comunidad religiosa en la cual unas
expresiones y unas fuerzas nuevas han substituido a las antiguas —al menos
para la mayoría de los miembros. La desintegración sicológica que muchas
veces ha causado el cambio no desaparecerá sencillamente con el transcurso
de los años. Rebasaremos la etapa de transición bajo la condición de
trabajar juntos por el progreso comunitario en un nuevo tipo de unidad más
dinámica. Debemos aceptar las implicaciones de esta verdad que, como
miembros de un mismo instituto religioso, estamos llamados a una Comunión,
"una Koinonia", un compañerismo, una fraternidad en Cristo. Esta comunión es
el resultado de algo más fundamental que el cumplimiento de una obra en
común. Debe nutrirse de la realización de dos verdades importantes: la
primera, es que debemos tratar de vivir la misma visión particular del
Cristo del evangelio, y la misma inspiración que brota de ella; la segunda,
es que debemos que tener la misma inquietud de expresar esta visión y esta
inspiración de un modo válido para atestiguarlas en el mundo moderno.
Nuestros criterios en cuanto a los medios de realizarlas podrían no ser ni
claros ni unánimes. Sin embargo, con la luz que tenemos, en el respeto mutuo
y con la paciencia que inspira la fe, tratamos de seguir a Cristo que nos ha
llamado a caminar después de El por los caminos que quiere que sigamos.