UN CORAZÓN NUEVO Y UN ESPÍRITU NUEVO de E. J. Cuskelly MSC: Mateo 11, Capítulo 4
CAPITULO CUARTO
Mateo 11, 25-30
El P. Chevalier tuvo como primeros compañeros a los PP. Maugenest y Piperón.
El primero fue cofundador; el segundo, a título de Director Espiritual y
Maestro de novicios, inició a muchos jóvenes en el Espíritu de la
Congregación.
Estos dos hombres poseían un amplio conocimiento del carisma y de la
espiritualidad de la Sociedad. Cuando el P. Piperón murió, en 1915, el P.
Maugenest escribió: "Hoy, primer viernes de mes, celebré la Santa Misa en
honor del Sagrado Corazón pidiéndole que por sus infinitos méritos se abran
las puertas del cielo a nuestro querido P. Piperón, que amó tantísimo al
Corazón de Jesús y le sirvió tan bien, y durante sesenta (60) arios trabajo
tanto para su gloria"
"Hizo mucho para El con su palabra, su oración y su cooperación a la
fundación, al mantenimiento y al progreso de la gran obra de los Misioneros
del Sagrado Corazón de Issoudun. Pero, sobre todo contribuyó poderosamente
con su ejemplo al establecimiento y continuidad de la obra y a la formación
del espíritu de sus miembros. El espíritu de vuestra Congregación había de
ser, en efecto, la realización del gran mandato del Sagrado Corazón:
"Aprendan de mí que soy manso y humilde de Corazón". Gracias a Dios, los M.
S. C. practican sobre todo y en el más alto grado, las virtudes de este
adorable Corazón. También por encima de cualquier otra cosa, esta es su
fuerza; en esto se fundamenta su ejemplaridad y es lo que les gana la
admiración, la estima y confianza de los hombres; es lo que atrae las
bendiciones de Dios sobre sus empresas, sus trabajos y sus ministerios.
"Estas abundantes bendiciones aparecen presentes en la inmensa propagación
de la Archicofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en la
sorprendente vitalidad de sus Escuelas apostólicas, en la rapidez y el
desarrollo de las conquistas de su celo apostólico, en sus misiones de
Oceanía.
"Si es de tan alto valor el espíritu de su Congregación, ¿qué más podemos
decir para gloria del humilde P. Piperón, sino saludar en su vida admirable
el perfecto ejemplo de este espíritu, que no es otro que el del Sagrado
Corazón?
"Ciertamente, si el mérito y gloria del eminente P. Chevalier son la
fundación de su Congregación por la fuerza de su genio creativo, el mérito y
la gloria del humilde P. Piperón son el haberles dado su espíritu por la
práctica de las virtudes del Sagrado Corazón. Durante más de 60 años fue el
modelo de esas virtudes delante de sus mismos ojos.
"Yo le guise mucho y le admiro aún más. No he conocido a otra persona más
humilde, ni alguien que me pareciera marcado en el mismo grado con un sello
de santidad”.
Leyendo esta carta, nos llama la atención el contraste que pueda existir
entre lo expresado en ella y nuestras consideraciones anteriores acerca del
Carisma de nuestra Congregación. Tenemos la impresión de estar proyectados
en otro mundo menos cinámico, menos inspirador. No se encontraría hoy mucha
gente que se animaría por una vocación a "ser manso y humilde de corazón" o
para imitar las virtudes del Corazón de Cristo. ¿Dónde se encuentra el
Espíritu dador de vida, el Corazón nuevo, la preocupación por los demás, la
revelación de la bondad de Dios?
Es verdad, pero si queremos hacer, con toda honestidad, una
investigación sobre el carisma de nuestra congregación, no podemos pasar por
alto el testimonio de los primeros compañeros del P. Chevalier.
Entonces, observémoslo detenidamente, si hace falta, ¡seamos humildes!
De hecho, un examen a profundidad revelará la existencia de dos
mundos muy diferentes, no a partir del contenido y la inspiración, sino más
bien en la superficie y en el modo de expresión.
No debemos limitar nuestro estudio partiendo de máximas o frases aisladas.
Hay que estudiar el texto entero de Mateo 11, 25-30 que llamamos "El Himno
del Júbilo":
"Por aquel tiempo, exclamo Jesús: "Padre, Señor del cielo y de la tierra, yo
te alabo porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes y
las revelaste a la gente sencilla. Si, Padre, así te pareció bien. El Padre
puso todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni
nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquellos a los que el Hijo quiere
dárselo a conocer.
"Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados porque yo los aliviare.
Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso de corazón y sus almas
encontraran alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
Si estudiamos detenidamente este texto, redescubriremos que contiene todos
los elementos esenciales de la espiritualidad MSC.
Podemos proceder, aunque sea someramente, de la manera siguiente:
MATEO 11, 25-30
HIMNO DEL JUBILO
1. Gratitud (eucaristía):
a) Recordando (unde et memores)
las maravillas que Dios hizo
por nosotros.
b) Alabanza (Llenos de alegría)
c) Acción de Gracias (Llenos de
alegría)
d) Confianza (tanto tiempo bendecido por tu poder. . . estoy seguro que el
seguirá guiándome).
e) Petición "acuérdate de
nosotros en medio de nuestras necesidades".
2. Cristo se da a conocer como
el primero de los Anawin, los pobres de corazón.
3. Cristo nos da el Espíritu
Santo.
4. Para poner en nuestros corazones los sentimientos de su Corazón.
5. ¿Por qué? para que
"los dernás" puedan llegar a Cristo y al Padre.
6.
¿Quienes? los "que sufren bajo
el peso de la carga" — los que sienten necesidades.
1. Cristo comienza su oración con esta frase: "Te alabo Padre. . ." ("Te doy
gracias. . ."). Fijemos nuestra atención en dos aspectos importantes:
—primero, la importancia del sentido del agradecimiento, y —segundo, (puesto
que la oración forma parte de toda espiritualidad) la utilidad de
reflexionar sobre el modelo de oración tan común. La humildad es una virtud
que muy a menudo, cuando se trataba de darla a conocer a los religiosos
jóvenes, ha sido deformada por esfuerzos mal orientados. Los maestros más
experimentados de la vida espiritual están de acuerdo en no tratar de
enseñar la humildad. "Traten más bien, dicen, de desarrollar el sentido de
agradecimiento en los jóvenes. Un hombre agradecido es un hombre humilde. El
que no es capaz de agradecer, tampoco es capaz de ser humilde” '; Si nos
consideramos merecedores de todo lo que recibimos de parte de Dios y de los
hombres, nos encontramos lejos de la humildad. Desgraciadamente, también
nosotros, dejamos que se nos escapen muchas oportunidades de gozar de la
alegría de los que se asombran y maravillan de recibir dones que reconocen
no ser merecedores.
La oración eucarística u oración de acción de gracias de la Biblia es mucho
más que una simple acción de gracias formal. El primer paso consiste en
recordar las maravillas que Dios ha realizado para con nosotros, a todo lo
largo de la historia de nuestra Salvación, en Cristo Jesús y en nuestras
propias vidas. Además, recordamos que es Dios, el Creador, el Señor del
cielo y de la tierra, quien ha creado todo para nosotros, no teniendo en
cuenta lo insignificante que somos. Un escritor moderno ha dicho que
tendemos a tratar a Dios como a "un igual o un extra". Hemos perdido algo
que el P. Chevalier, no había perdido en su descubrimiento del amor de Dios,
y es el sentido de la grandeza del Dios todopoderoso, que es a la vez
nuestro Padre. Sin este sentido de la grandeza de Dios no podemos ser
cogidos por este estremecimiento de admiración frente a todo lo que Dios ha
hecho por nosotros. Desde este sentido de agradecimiento y de admiración,
nuestra oración pasara a ser, con toda naturalidad, la expresión de la
acción de gracias, de la alabanza y del amor.
Este "acordarse" —reconocimiento— hace nacer la esperanza y la
confianza. Así como lo escribía el Cardenal Newman: "tanto tiempo bendecido
por tu poder, seguirás, tengo esta seguridad, guiándome en tu camino". En
medio de esta esperanza y confianza, pedimos a Dios el acordarse de nosotros
en medio de nuestras necesidades presentes y futuras.
Confiamos en su constante bendición.
2. Estos sentimientos de gratitud y humildad, los encontramos en el Corazón
de Cristo. Cuando Jesús dice de el mismo "que es manso y humilde de
corazón", se presenta (a través de los términos que usa) como el primero de
los Anawin, el pobre de corazón según la expresión tan rica de la Biblia.
Estas dos palabras "mansos y humildes" expresan la realidad total de una
persona que es "pobre de
corazón" en el sentido entendido por los profetas. El "pobre" es aquel que,
consciente de su propia debilidad, se vuelve constantemente hacia Dios para
recibir ayuda y apoyo. Es justo y piadoso, de ninguna manera autosuficiente;
no busca sus intereses propios y no oprime a sus hermanos, lo espera todo de
Dios, está sometido a su Voluntad.
3. El don del Espíritu Santo está, en el Evangelio de San Juan, ligado al
Corazón de Cristo traspasado por la Lanza en la Cruz. (J. F. Lescrauwaet,
MSC, "Tríptico para una espiritualidad del Corazón"). Aquí, en San Mateo,
hay también, según los exegetas, una enseñanza clara del don del Espíritu
Santo. No es el momento, ni la hora, de disertar acerca de este razonamiento
exegético: podemos mejor
referirnos a los trabajos hechos sobre este tema. El argumento principal
está sacado del paralelismo entre las expresiones usadas aquí y los textos
de la Sabiduría, por ejemplo:
"Acérquense a ml, ignorantes, vengan a vivir en la casa de instrucción. . .
Sometan al yugo su cuello, que sus almas acepten su carga". (Eclo. 51, 31 y
34).
Aquí, Jesús se revela como la Sabiduría Encarnada, como aquel que da el
Espíritu. Es más: "El Himno del Júbilo tiene una conexión íntima y profunda
con la doctrina del cuarto Evangelio. En este Evangelio, el Padre ofrece a
los hombres dos dones estrechamente ligados entre sí: —el don de su Hijo y
el don del Espíritu Santo. En el Evangelio de San Juan, ir a la escuela de
Jesús (Mt. 11, 29: "aprendan de mi"), es ir por lo menos incoativamente a la
escuela del Espíritu Santo. Y esto, primero, porque cuando Jesús enseña, ya
da el Espíritu (Jn. 3, 34; 6, 63) y segundo, sobre todo porque Jesús
glorificado comunica el Espíritu a los que aceptan ser sus discípulos (Jn.
7, 39; las promesas del Paráclito de los discursos de la Ultima Cena). Es la
comunicación del Espíritu la que debe hacer ligero el yugo de Jesús
comunicando luz y fuerza para satisfacer sus exigencias". (1).* *
4. Existe una diferencia importante entre el texto de San Juan y el texto
actual. En aquel, el Espíritu es dado para recordarnos las verdades que
Cristo ha enseñado. En este, el papel del Espíritu es el de poner dentro de
nuestros corazones las inclinaciones del Corazón de Cristo.
5. Jesús no habla de su bondad y mansedumbre como si se tratara de una
manifestación de su virtud, ni siquiera para proponerse como un modelo de
imitación. Puesto que estas cualidades manifiestan en El el amor benevolente
de Dios, son los motivos por los cuales, por él, los hombres serán atraídos
al Padre y animados a aceptar el yugo ligero de su voluntad.
6. Aquí también, nos encontramos con los pobres, los desposeídos, aquellos
que sufren y se doblan bajo el yugo, aquellos de los cuales se preocupa el
Cristo compasivo.
Por supuesto, examinando a fondo este texto, encontramos de nuevo los mismos
elementos que hemos descubierto en la constitución del carisma o de la
espiritualidad MSC. Hemos visto que el MSC trata, por su vida, sus
actitudes, su predicación, llevar el testimonio de la bondad y del amor de
Cristo por los que sufren y son aplastados por los males de este mundo.
"Nuestro deseo más profundo será el de persuadir a los cristianos que el
yugo de nuestro amado Salvador es suave y su carga ligera" (Const. No. 8).
Si la congregación debe tener "una convicción más clara, de su carácter, un
esbozo más preciso de su fisonomía", conviene tener la seguridad de que las
diferentes líneas de pensamiento son convergentes. Y resulta claro que lo
son, a partir del P. Chevalier, de la reflexión de los MSC modernos, de los
PP. Maugenest y Piperón.
Sin embargo, antes de concluir este
capítulo, creemos útil sacar algunas aplicaciones más del texto de San Mateo
o por lo menos llamar la atención sobre dos puntos ya señalados y
particularmente importantes.
Primero, se trata de insistir, en este texto tratando del Corazón de
Cristo, sobre la Enseñanza acerca del Espíritu Santo. En la reevaluación de
la doctrina escriturística y bíblica, constatamos que, en la teología
corriente, el Espíritu y el Corazón están estrechamente unidos. Insistir
sobre esta conexión seria ciertamente, un "aggiornarnento" razonable de
nuestra devoción. Mateo 11, 25-40 es un texto que ha sido citado en varias
versiones de nuestras constituciones; es un texto al cual los PP. Piperón y
Maugenest ligaban nuestro espíritu. En su manera de expresarse, queda claro
que usaban términos adaptados a la piedad de su tiempo. Difícilmente se les
hubiera podido escapar el profundo alcance espiritual de este texto. Para
nosotros, toda la importancia que le dedicamos significa que apreciamos
plenamente el don prodigioso del Espíritu que nos viene del Corazón de
Cristo.
En segundo lugar, nuestras Constituciones nos dicen que debemos ser "los
discípulos del que se ha declarado manso y humilde de Corazón". En estos
últimos años, cuando tratábamos de renovar la expresión de nuestra identidad
MSC, hubo una especie de aversión hacia la concesión de un sitio tan
prominente a la "mansedumbre" y a "la humildad". Existen varios motivos para
explicar esto; uno de él es sin lugar a dudas una reacción a la manera de
como anteriormente se "ha enseñado la humildad". Sea lo que sea, nos será de
mucho provecho poder redescubrir el sentido pleno de la frase bíblica.
"Cuando uno se ha familiarizado con el Antiguo Testamento, escribe el
P. Feuillet, no se puede dudar que la afirmación "mitis sum et humilis
corde" está ligada a la tradición bíblica sobre los pobres, la palabra pobre
entendida en este caso en el sentido religioso como lo hacen los profetas
del exilio y postexilio"[1].
* (2)
El próximo capítulo propondrá más amplias consideraciones acerca de la
"pobreza de corazón". Podemos concluir este capítulo con una larga cita del
P. Feuillet: "Cuando . . . el Salvador se presenta como manso y humilde de
corazón, es primero en relación a Dios que se define así, y se da a conocer
como el primero de los anawin. Asombra bastante un lenguaje como este cuando
se sabe que el "venite ad me" es un llamado calcado de los de la Sabiduría
divina del Antiguo Testamento. Y uno se asombra más todavía cuando
aproximamos este llamado a un contexto anterior: ¿Jesús, así, no reivindica
el privilegio de formar parte con el Padre, de un misterio divino análogo al
misterio de las relaciones de la Sabiduría con Dios? Si el Padre y el Hijo
son los únicos en conocerse mutuamente, de la misma manera, en el Antiguo
Testamento, nadie conoce a Dios sino la Sabiduría y nadie conoce la
Sabiduría sino Dios. Además, cuando Jesús declara: "todas las cocas me han
sido dadas por mi Padre", se expresa como el Hijo del hombre trascendente de
Daniel, al cual es dado el poder sobre todas las naciones de la tierra.
(Daniel 7, 14)
"En el mismo instante en que Jesús se auto-proclama el Hijo Único de Dios,
expresándose a la vez como Sabiduría divina y como el personaje mesiánico
celestial de Daniel, es bastante singular, por cierto, que, a la vez, se
presenta como un hombre "manso y humilde de corazón", es decir, como el tipo
mismo de estas almas libres de orgullo, plenamente sumisas a Dios y
disponibles que El mismo ha beatificado en su discurso inaugural.
"Reflexionándolo, semejante actitud se explica muy bien porque Jesús es el
Hijo de Dios encarnado, la Sabiduría divina encarnada y además, en su pecho
de hombre, late un corazón animado de sentimientos plenamente humanos de
humildad y de mansedumbre. Es verdad que el Cristo de los Evangelios está
plenamente consciente de ser el "Señor y Maestro", pero al mismo tiempo, se
sabe destinado a cumplir los oráculos misteriosos acerca del Servidor de
Yave, es decir la humildad por excelencia, la que soporta los peores
sufrimientos sin decir ni una palabra (Is. 53, 4-6). Y es el mismo Cristo
quien en su predicación se da a conocer como médico lleno de paciencia,
evitando romper la caña quebrada y aplastar la mecha que está por apagarse
(Is. 42, 1-4, citado por Mateo 12, 18-21). Esa sumisión perfecta de Jesús a
Yave tiene así su repercusión en su comportamiento hacia los hombres: por
eso es tan difícil ser manso en sus relaciones con los hombres si uno no es
primero humilde frente a Dios.
"Es sin duda bajo la influencia de los cantos del Siervo que el
Deutero-Zacarias nos dice que el Mesías Davídico será humilde ('ani; LXX:
praus; Zac. 9, 9 citado por Mat. 21, 5) al mismo tiempo que describe su
triunfo. Pero, en el Evangelio, nos encontramos frente a una síntesis
original y única, mucho más emocionante todavía. El que, realmente, es Hijo
de Dios, se sitúa al alcance del último de los hombres y se coloca en la
categoría de los humildes. Podemos confiar plenamente en un médico así:
viviendo en una intimidad perfecta con el Padre Jesús sabe y puede revelar
todo lo que Él es: "nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a los que
el Hijo quiere dárselo a conocer". Siendo, por otra parte, manso y humilde
de corazón y estando en comunión con la miseria de la humildad y dado su
abandono total en presencia de Dios, no ignora nuestra debilidad congénita:
no hay peligro, entonces, de que las almas sean aplastadas bajo una carga
demasiado pesada.
De esta manera la excelencia de la nueva alianza, que la opone no solamente
al yugo de los fariseos, sino también a la antigua alianza, le viene según
Mt. 11, 28-30, del mismo Corazón de Nuestro Señor, Corazón de un hombre
perfectamente manso y humilde; Corazón del Hijo de Dios encarnado. La
invitación dirigida a las almas a aceptar a Jesús como guía único de sus
vidas depende de las cualidades sobresalientes de su Corazón humano-divino;
pueden leer en el Corazón del mismo Jesús la disposición fundamental de
humildad que se necesita para abrirse a las promesas de la nueva economía".
[2]* (3)
[1]
(2) "Le Nouveau Testament et le Coeur du Christ", Ami du Clergé
1964, pag. 323.
[2] *(3)
IBÍDEM - paginas 324 – 325