UN CORAZÓN NUEVO Y UN ESPÍRITU NUEVO de E. J. Cuskelly MSC: Creemos en un Amor Compasivo, capítulo 6
CAPITULO SEIS
CREEMOS EN UN AMOR COMPASIVO
Es un aspecto de nuestra vocación sobre el que tenemos poco que escribir,
pero mucho que reflexionar. Necesitamos una reflexión personal para
impregnar nuestros corazones humanos y nuestras almas de una profunda
convicción del amor maravilloso, tierno y compasivo de Dios hacia nosotros.
Es algo sobre lo que no hace falta escribir mucho, porque en nuestra
tradición espiritual es tan nuestro. Esta tradición nos propone numerosas
fuentes bíblicas en las que podemos sacar elementos para nuestra reflexión
personal. Una de las fuentes es, evidentemente, S. Juan, "el discípulo que
Jesús amaba" y que el P. Chevalier cita tan a menudo[1].
(1)
Dl P. Chevalier proponía a sus misioneros el espíritu y el ejemplo del Buen
Pastor de corazón lleno de compasión. Es más, se tiene la impresión de que
es bajo este aspecto que el P. Chevalier ve a Cristo en todo el Evangelio:
"Durante su vida mortal se sentía feliz al volcar todas las ternuras de su
Corazón sobre los pequeños, sobre los humildes, los pobres, los que sufren,
los pecadores y sobre todas miserias de la Humanidad. La vista de un
infortunio, de una desgracia, de un dolor cualquiera llenaba su corazón de
compasión"[2].
(2)
El profeta Oseas, el profeta de la
ternura, es propuesto para nuestra reflexión en las Constituciones[3].
(3)
EI Padre Fundador se refiere, explícita e implícitamente, al Cristo de la
carta a los hebreos, apóstol y Gran Sacerdote de nuestra fe. En esta carta
Cristo nos es presentado como el Gran Sacerdote compasivo[4].
(4). Compasivo y fiel. Un aspecto del sentido de "fiel" en esta carta es que
Cristo es fiel en su misericordia y compasión. Su compasión, su
misericordia, su bondad no fallarán jamás y podremos, por tanto,
presentarnos siempre ante su trono de gracia. Los Grandes Sacerdotes de
aquel tiempo no tenían la reputación de ser particularmente sensibles a los
sentimientos humanos. Filón escribía que el Gran Sacerdote no debía derramar
jamás una lágrima por la muerte de un pariente, padre, madre, hermano o
hermana. Así, con esa insensibilidad, demostraba que él estaba totalmente
consagrado a un Dios trascendente. Por contraste, el autor de la carta a los
hebreos, muestra la maravillosa sensibilidad de Cristo que "no era impotente
para compadecer nuestras debilidades". (Hebreos 4, 15).
En 1897, uno de nuestros hermanos escribía a propósito del espíritu
particular MSC: "Lo esencial es determinar su elección no a partir de las
preferencias personales, sino según la inteligencia del corazón de Nuestro
Señor. Entre todas las virtudes, ¿de cuál de ellas el corazón de Nuestro
Señor es la expresión que más se manifiesta, que debe necesariamente
imprimirse en las almas dadas a la verdadera devoción al Sagrado Corazón? Lo
encontrarán mejor que yo. Mientras más reflexiono, más pienso que el Corazón
de Nuestro Señor nos habla de una manera particular de los sentimientos,
disposiciones y virtudes que la Encarnación ha podido, por así decir, añadir
al carácter divino, o más bien, que la Encarnación nos ha revelado de una
manera especial. El Sagrado Corazón nos dice la caridad divina, no en la
sequedad y metafísica de su esencia, sino desbordante en la compasión, la
piedad sobre la miseria, la misericordia, la bondad, la ternura. . . Es el 'apparuit
benignitas Salvatoris nostri Dei" (la bondad de Dios nuestro Salvador se ha
manifestado Tit. 3, 4. Es el ' 'misereor super turbam" tengo compasión de
esta muchedumbre, Mc. 8, 2 es el "vidit ilum pater ipsius et misericordia
motus est" su padre lo vio y se movió a compasión, Lc. 15, 20, etc. etc.[5]
(5)
En el texto citado de la carta a Tito, está la revelación de la bondad y
benevolencia de Dios, y lo que es más chocante es que esa revelación viene
dada en un contexto de pecado y de odio: "En otro tiempo vivíamos alocados,
rebeldes, esclavos de toda clase de deseos y placeres, viviendo en la
malicia y la envidia, odiosos y odiándonos los unos a los otros". (Tit. 3,
3). En contraste con las tinieblas de la malicia y del odio, tenemos la
espléndida revelación, en Cristo, de la bondad y del amor benevolente de
Dios.
La meditación de textos como estos
es muy apta para alimentar la fe de la que hacemos profesión (le vivir.
"Hemos reconocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él". (1 Jn.
4, 16).
[1] (1)
Cf. J. F. Lescrauwet, MSC. "Tríptico para una espiritualidad del
corazón". Prólogo.
[2] (2)
Chevalier, Meditaciones, Vol. II, pág. 32
[3] (3)
No. 8
[4] (4)
Los Misioneros del Sagrado Corazón, 1866.
[5] (5)
Julio Vandel al P. Meyer, 31 de Mayo 1897.