¿Dónde está tu Dios? La fe cristiana ante la increencia religiosa. Capítulo 3: Conclusión: "En tu nombre, echaré las redes" (LC 5,4)
Páginas relacionadas
Autor: Card. Paul Poupard
Los Padres del Concilio Vaticano II afirman con
convicción: «Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad
está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para
vivir y razones para esperar» (Gaudium et spes, n.
31). Para los cristianos, ha llegado la hora de la esperanza. Esta virtud
teologal es el hilo conductor de la exhortación apostólica del Papa Juan
Pablo II Novo Millennio
Ineunte, al final del Gran
Jubileo del Año 2000, horizonte de fe de toda la Iglesia en esta época
crucial de la Iglesia. Hoy como ayer, solo Cristo es capaz de ofrecer
razones para vivir y esperar. El enigma de la muerte, el misterio del
sufrimiento, sobre todo el de los inocentes, siguen siendo un escándalo para
muchos, hoy como siempre, en todas las culturas. El deseo de la vida eterna
no se ha apagado en el corazón de los hombres. Sólo Jesucristo, que ha
vencido la muerte y ha devuelto la vida a los hombres, puede ofrecer una
respuesta decisiva al sufrimiento y a la muerte, sólo Él es el verdadero
portador del agua de la vida que apaga la sed de los hombres. No hay otro
camino que contemplar su rostro, experimentar la comunión de fe, de
esperanza y de amor en la Iglesia y dar al mundo testimonio de la caridad y
del primado de la gracia, de la oración y de la santidad. Frente a los
nuevos desafíos de la increencia y de la indiferencia religiosa, de la
secularización de los creyentes y de la nueva religiosidad del Yo, hay
razones para seguir esperando, fundados en la Palabra de Dios: «Lámpara es
tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero» (Sal 119,105).
Los fenómenos simultáneos de vacío interior y de vagabundeo espiritual, de
desafío institucional y de sensibilidad emocional de las culturas
secularizadas de Occidente, exigen una renovación del fervor y autenticidad
de vida cristiana, valor e iniciativa apostólica, rectitud de vida y de
doctrina, para dar testimonio, en comunidades creyentes renovadas, de la
belleza y la verdad, la grandeza y la fuerza incomparables del Evangelio de
Cristo. Los gigantescos desafíos de la increencia, de la indiferencia
religiosa y de la nueva religiosidad son otras tantas llamadas a evangelizar
las nuevas culturas y el nuevo deseo religioso que renace en sus formas
paganas y gnósticas al alba del tercer milenio. Es la tarea pastoral más
urgente para toda la Iglesia en nuestro tiempo, en el corazón de todas las
culturas.
Tras una noche de dura fatiga sin ningún resultado, Jesús invita a Pedro a
remar mar adentro y a echar de nuevo la red. Aun cuando esta nueva fatiga
parece inútil, Pedro se fía del Señor y responde sin dudar: «Señor, en tu
palabra, echaré la red» (Lc 5,4). La red se llena de peces, hasta el punto
de romperse. Hoy, después de dos mil años de trabajo en la barca agitada de
la Historia, la Iglesia es invitada por Jesús a «remar mar adentro», lejos
de la orilla y las seguridades humanas, y a tirar de nuevo la red. Es hora
de responder de nuevo con Pedro: «Señor, en tu palabra, echaré la red».