José Mari discierne y comparte la presencia de Dios en la historia de su cáncer
Muy queridos todos:
La Paz de Nuestro Señor Jesucristo esté con todos Y cada uno de vosotros.
Antes que nada mostraros mi agradecimiento por las muestras de cariño y
verdadero amor que me habéis mostrado en vuestras distintas comunicaciones,
bien por teléfono, por correo electrónico o por carta. Pero sobre todo
agradeceros las oraciones que constantemente me manifestáis que eleváis al
Señor por mi curación. Ciertamente mi vida está en sus manos y ya desde el
principio de mi enfermedad acepté su divino designio sobre mí.
Él es mi Señor y a mí me toca bendecirle, alabarle y glorificarle, pues para
eso me pensó desde antes de la creación del mundo, para ser feliz
eternamente y gozar de su Presencia en el Amor. Siempre en toda mi vida el
Señor Jesús me ha tratado con infinita misericordia y nunca como se
merecieran mis pecados e infidelidades. Ciertamente que cuando se goza de
buena salud y estás en tus propias fuerzas con harta frecuencia se olvida
uno de cuál sea la voluntad de Dios en el cada día y llevado de la propia
necedad y tonto orgullo se limite en intentar satisfacer su propia voluntad
y capricho.
¿Qué he conseguido con eso? Insatisfacción, tristeza y amargura interior.
Por eso la experiencia de una cruel, larga y dolorosa enfermedad viene en
auxilio de un espíritu que como el mío tantas veces ha deseado una
conversión sincera de corazón en tantas convivencias y encuentros con el
Señor y a la vuelta de la esquina me he dejado seducir por los engaños del
demonio, el mundo y la carne. Clarísimo ejemplo de divorcio entre fe, que
decía que profesaba, y vida buscándome a mí mismo y mi gusto lejos de la
Voluntad de Dios.
Cuando se da tantas veces coces contra el aguijón nuestro Buen Padre Dios
tiene que hacer verdaderas filigranas para que de una vez por todas te
enteres de lo que significa vivir según su Voluntad. Y esto es lo que ha
hecho conmigo permitiendo que el "hermano cáncer" entre como compañero
inseparable de mi vida. Es verdad que se trata de una enfermedad que amenaza
con quitarme la vida, el don más precioso que Dios me ha concedido, pero no
va más allá del límite que le haya puesto el Señor. Sea ahora o en un futuro
impredecible sé que, al fin, mi vida terminará ante El pues en El soy y
existo y para El soy y existo. Si en el tiempo de indulto que tiene previsto
vivo con más coherencia mi fe, me dedico de todo corazón a mi conversión y a
combatir el buen combate de la fe, ¡Bendito sea Dios!
Ya sé yo, y además por propia experiencia que como dice la Palabra de Dios
mi combate no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados,
contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso,
contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. El Señor me está
permitiendo escrutar el Apocalipsis y este libro profetiza el tiempo
presente de una manera tan real y convincente que veo palpablemente la
seducción que la Gran Ciudad ejerce en los que desean seguir a Jesucristo.
Por eso, no hay otra solución que tomar las armas de Dios, para que podamos
resistir en el día malo que llega.
Y así me sucede que si no fuera por vuestra oración estaría lejos de la
alegría de saberme hijo de Dios y miembro del mismísimo Cuerpo de nuestro
Señor Jesucristo, la Santa Iglesia. Ceñida cintura con la Verdad y revestido
de la Justicia como coraza. En ella fueron calzados mis pies con el Celo por
el Evangelio de la paz, y se me regaló el escudo de la Fe, para poder apagar
con él todos los encendidos dardos del Maligno. Y en ella recibí el yelmo de
la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre he
experimentado en ella, en mi Comunidad la oración y súplica en común, orando
en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e
intercediendo por todos los santos, para que puedan dar a conocer con
valentía el Misterio del Evangelio. ¿Hay mayor gracia que vivir en la
Iglesia, en una Comunidad concreta donde se experimentan todos los tesoros
escondidos en el Misterio del Amor de Dios para con los hombres? Por eso los
sufrimientos presentes son nada comparados con la esperanza a la que estamos
llamados.
Las secuelas que la primera sesión de quimio me produjeron fueron muy
dolorosas y molestas. En general estaba confortado por el Señor pero llegó
un momento que lo pasé mal, muy mal. Me sentí desolado, abandonado de todos,
de Carmenchu y de mis hijos y aún del Señor, Fueron unos momentos muy
críticos, muy deprimido y con ganas de morirme. Fue un instante, pero que
mal, que mal. No me extraña que muchos hombres cometan cualquier tontería
cuando están bajo los efectos de dolores tan agudos. Gracias a Dios fue
solamente un momento de debilidad extrema. Me agarré a la oración y gemí al
Señor... El Señor me ayudó.
El día 29 pasé toda la mañana en el hospital pues tenía que hacerme un
análisis para ver si había recuperado defensas y podían ponerme el segundo
ciclo. También una radiografía de tórax y con esas pruebas tener entrevista
con el oncólogo que sustituía a la Dra. Garrido, la doctora que me lleva
desde el principio y ahora está de vacaciones. El doctor me recibió muy
cariñoso y me dijo que el análisis estaba bien y por lo tanto que el día 30
podían ponerme el segundo ciclo. Que en la radiografía, como en las otras
que me han hecho no se percibe con claridad el tumor... y esto es lo que nos
ha despistado en radiografías anteriores, pero que parece que el hilio del
bronquio se ve más expedito. Me ha programado un escáner (TAC de tórax y
abdomen) para el día 6 de agosto y visita con la oncóloga previo análisis
para el 19. A la vista de la evolución del tumor como consecuencia de la
quimio en ese día decidirán si continúan con ella o me pasan a la
radioterapia.
El día 30 me pusieron el segundo ciclo Entré a las diez de la mañana pero no
me cogieron hasta las 12; me tumbaron en una cama, pusieron la vía y el
suero con la medicación, hasta las seis de la tarde en que terminó el goteo
y regresamos a casa. Me han dado medicinas para paliarlos efectos de la
quimio en este ciclo y evitar en lo posible los agudos dolores que me
produjo el primero. Pero han surtido poco efecto. Ciertamente no han sido
dolores tan agudos como en el ciclo anterior. He estado tomando calmante
cada cuatro horas pero no me los han suprimido, a lo sumo los han paliado.
Empezaron por la noche del día 31 y estos días, uno, dos y tres de agosto
han sido tremendos, sin ninguna fuerza, con insomnio y con el dolor en las
articulaciones constante. Le pedía al Señor que me fortaleciera, que me
defendiera del demonio, que me diera paciencia en el sufrimiento y hasta
contento interior por asociarme a su Pasión. Le ofrecía mis dolores para que
unidos a los que padeció El sirvieran para mi purificación y la conversión
de esta generación. Los ofrecía por el Perú, por la Evangelización, por los
seminaristas y presbíteros de los Redemptoris.
Pero me cansaba Tengo pocas ganas de rezar pero le digo a Carmenchu que rece
en alta voz y escucho. Me está ayudando mucho en mi situación en el Oficio
de Lecturas el libro de Job. Si Job era un hombre justo -ajustado a la
voluntad de Dios, como dice Kiko, y es figura de alguna manera de la total
gratuidad del designio de Dios sobre el hombre y la humanidad y si también
de alguna manera es figura del Siervo, entonces...se me ocurre pensar, "si
con el leño seco se hace esto...con el verde, ¿qué se hará?" Siempre mucho
menos de lo que merecen mis pecados. Ya parece que lo peor ha pasado pues
han remitido los dolores de las articulaciones. Me he levantado mejor aunque
con un total agotamiento, sin fuerza en el brazo para llevarme un vaso de
agua a la boca. He dormido en la tarde un par de horas y me he encontrado
mucho mejor pero aun estoy con una sensación tremenda de agotamiento y
cansancio.
Continuad rezando por mí...para que no desfallezca, acepte la historia como
es, sin querer cambiarla y para que en mi corazón surja un himno de
adoración, alabanza y Acción de Gracias a Dios nuestro Señor en el Espíritu
Santo.
Con cariño, José Mari.
José Mª Soler Zulategui