John Henry Newman, profeta de la Verdad católica
Autor:Daniel Iglesias Grèzes
INDICE
1. Introducción.
2. Biografía.
2.1 Los primeros años (1801-1833).
2.2 Líder del Movimiento de Oxford (1833-1841).
2.3 La conversión al catolicismo (1841-1845).
2.4 En la Iglesia católica (1845-1890).
3. Un precursor del Concilio Vaticano II.
3.1 La inhabitación divina.
3.2 La historia cristocéntrica de la salvación.
3.3 La centralidad del misterio pascual.
3.4 El desarrollo del dogma.
3.5 La Iglesia-sacramento.
3.6 El ecumenismo.
3.7 La vía de la conciencia.
3.8 La vuelta a los Padres de la Iglesia.
3.9 La cuestión de la inerrancia bíblica.
3.10 La autonomía de lo temporal.
3.11 La promoción del laicado.
4. Conclusiones.
5. Cronología.
6. Siglas empleadas.
6.1 Libros de la Biblia.
6.2 Documentos del Concilio Vaticano II.
7. Bibliografía consultada.
1. Introducción.
Mi interés por la vida y el pensamiento de John Henry Newman proviene de un
comentario efectuado por el Papa Pablo VI en una entrevista. Pablo VI
sostuvo que a menudo la obra de un teólogo sólo da frutos plenos en la
Iglesia mucho tiempo después de su muerte. Así, por ejemplo, la teología de
Santo Tomás de Aquino fue asumida plenamente en el Concilio de Trento, tres
siglos después de la muerte del santo doctor. Enseguida Pablo VI añadió esta
afirmación que en su momento me pareció asombrosa: Cuando se analice la
cuestión en profundidad, se verá que el Concilio Vaticano II fue el concilio
de Newman.
Este interés por Newman resultó aumentado por la mención que del mismo hace
el Papa Juan Pablo II en el número 74 de su reciente encíclica Fides et
Ratio. Allí Juan Pablo II presenta una breve lista de filósofos cristianos
que fueron ejemplares en su intento de realizar una nueva síntesis entre la
razón y la fe, análoga a la llevada a cabo por Santo Tomás en el siglo XIII.
Significativamente, a mi juicio, esa lista está encabezada por el nombre de
John Henry Newman.
El presente trabajo tiende hacia dos objetivos principales:
1. Contribuir a la difusión del conocimiento de la vida y las obras de
Newman en un medio cultural en el cual ese conocimiento es todavía demasiado
escaso.
Por ello incluimos a continuación un capítulo biográfico, que es básicamente
un resumen de la excelente biografía de Newman de Charles S. Dessain (cf.
Bibliografía).
2. Analizar brevemente las razones que existen para caracterizar el Concilio
Vaticano II como "el Concilio de Newman".
En el capítulo 3 intentamos una primera aproximación a este amplio tema,
mostrando cómo once de las características principales del único Concilio
ecuménico de este siglo fueron prefiguradas por el pensamiento de Newman.
Las citas incluidas en ese capítulo fueron tomadas del libro "Persuadido por
la Verdad", antología de textos de Newman seleccionados por Onorato Grassi
(cf. Bibliografía).
La cronología del capítulo 5 fue tomada principalmente del libro "Esperando
a Cristo", que contiene seis sermones y una conferencia de Newman (cf.
Bibliografía).
2. Biografía.
1. Los primeros años (1801-1833).
John Henry Newman nació el 21 de febrero de 1801 en el centro de Londres, en
el seno de una familia anglicana acomodada. Fue el mayor de seis hermanos.
Su padre era un banquero, bastante liberal en materia religiosa. Su madre,
de antepasados hugonotes, lo educó desde niño en el gusto por la lectura de
la Biblia. Sin embargo, aunque conocía muy bien su Biblia y su catecismo
anglicano, hasta los quince años no tuvo convicciones religiosas precisas.
De niño y de adolescente era imaginativo y algo supersticioso. Desde 1808
hasta 1816 asistió al colegio privado de Ealing, donde se destacó como
alumno brillante. Hacia 1815 pensaba que le gustaría ser virtuoso, pero no
religioso, y no veía el sentido de amar a Dios. Por esa época tuvo una
crisis de fe producida por la lectura de algunos autores incrédulos del
siglo XVIII. Entonces ocurrió el hecho decisivo de su vida: su primera
conversión. Él mismo la describe así:
"A mis quince años (en el otoño de 1816) un gran cambio hubo lugar en mi
pensamiento. Caí bajo la influencia de un credo definido y recibí en mi
inteligencia impresiones de lo que es un dogma que, por la misericordia de
Dios, nunca se han borrado ni oscurecido" (Apologia pro vita sua, 5).
En marzo de 1816 el banco del padre de Newman hizo suspensión de pagos y
posteriormente cerró, terminando así la prosperidad de la familia Newman.
Entretanto John sufrió una grave enfermedad, por lo cual se le permitió
permanecer en el colegio durante las vacaciones de verano. También
permaneció entonces en el colegio el reverendo Walter Mayers, quien fue el
instrumento humano para el comienzo de la fe divina en Newman. Más que las
palabras y el ejemplo de Mayers, influyeron en Newman los libros calvinistas
que él puso en sus manos. El escritor que más lo impresionó fue Thomas
Scott. Éste, partiendo del deísmo y el unitarismo, después de un largo
proceso de búsqueda ardiente de la verdad, llegó al cristianismo en su forma
calvinista más moderada. La lectura de sus obras imprimió profundamente en
el alma de Newman la fe en las doctrinas de la Santísima Trinidad, la
Encarnación y la Redención. Otros dos libros que leyó poco después
produjeron en él tendencias contrarias: Milner lo hizo enamorarse de los
Padres de la Iglesia, mientras que Newton lo convenció firmemente de que el
Papa era el Anticristo predicho por San Pablo y San Juan.
Esta primera conversión introdujo a Newman en la tendencia evangélica dentro
del anglicanismo y lo impulsó a estudiar a fondo la religión revelada y a
aceptar el ideal de santidad según el Evangelio. Poco después llegó a
discernir que era la voluntad de Dios que se mantuviera célibe de por vida.
En octubre de 1817 ingresó en el Trinity College de Oxford. En ese entonces
sólo los anglicanos podían estudiar o enseñar en la Universidad de Oxford.
En noviembre de 1817 Newman celebró su primera comunión en la capilla del
colegio. En 1820 se graduó como Bachelor of Arts. El 12 de abril de 1822 fue
elegido "miembro" del Oriel College, centro universitario de Oxford que se
hallaba en la cumbre de su fama intelectual.
El 13 de junio de 1824 Newman fue ordenado diácono. Entonces asumió la
responsabilidad pastoral sobre las almas, a la que fueron dirigidas todas
sus empresas. Poco después fue nombrado coadjutor de una parroquia pobre de
Oxford (San Clemente). Por esos tiempos empezaron a desaparecer las
doctrinas protestantes de Newman. Durante los años siguientes, Newman fue
recuperando lentamente el conjunto casi completo de las verdades de la
religión revelada. Edward Hawkins, párroco de Santa María, le enseñó a
aceptar la doctrina de la regeneración bautismal y la necesidad de la
tradición eclesial para interpretar la Biblia. La lectura de una obra del
obispo Butler le enseñó la doctrina de la Iglesia visible, oráculo de la
verdad y modelo de santidad, los deberes de la religión exterior y el
carácter histórico de la revelación.
En 1826 Newman fue promovido al puesto de tutor oficial en el colegio Oriel.
Allí se hizo amigo de Richard Hurrell Froude, por medio del cual entró en
contacto con las creencias de la High Church, es decir la tendencia católica
dentro del anglicanismo, muy minoritaria en ese entonces. Gracias a la
influencia de Froude, Newman poco a poco se alejó de la reforma protestante
y comenzó a mirar con simpatía a la Iglesia de Roma. Froude también enseñó a
Newman a creer en la presencia real de Cristo en la eucaristía, a tener
devoción a la santísima Virgen y a aceptar la doctrina de la sucesión
apostólica.
Newman había estudiado a fondo la sagrada Escritura y sabía de memoria gran
parte de la misma. En 1828 empezó a leer las obras de los Padres de la
Iglesia, por orden cronológico. Entonces se le abrió el otro gran
receptáculo del tesoro de la revelación.
En enero de 1828 Newman fue nombrado párroco de la iglesia universitaria de
Santa María. La parroquia abarcaba también la humilde aldea de Littlemore.
Newman fue un predicador extraordinario. Sus sermones, sumamente prácticos e
intensamente dogmáticos, tuvieron un profundo influjo en muchos estudiantes
de la Universidad y posteriormente en un sector importante de la clase
dirigente e instruida. De los aproximadamente seiscientos sermones que
Newman escribió como anglicano, bastante más de la mitad fueron predicados
antes de 1833. Hasta fines de 1832 Newman predicó además varios sermones
oficiales en la universidad.
En 1833 publicó su primer libro, titulado "Los arrianos del siglo IV".
Contiene una de las mejores presentaciones en inglés de la doctrina de la
Santísima Trinidad.
2. Líder del Movimiento de Oxford (1833-1841).
Mientras Newman estaba recuperando el credo católico en la
Inglaterra protestante, iban en aumento los ataques de los liberales y
secularistas contra el mismo y contra la Iglesia de Inglaterra.
Agotado por el exceso de trabajo, Newman se dejó persuadir para acompañar a
Hurrel Froude y su padre en un viaje por el sur de Europa. Partieron en
diciembre de 1832. Durante este viaje Newman escribió la mayor parte de su
poesía (la "Lira Apostólica"). En ella se muestra convencido de los graves
males que amenazaban a la Iglesia de Inglaterra y de la rigurosa necesidad
de reformarla. En abril de 1833 Newman enfermó gravemente en Sicilia, pero
confiaba en que no moriría, porque Dios le reservaba una tarea en
Inglaterra. Regresó a casa de su madre el martes 9 de julio de 1833. Al
domingo siguiente John Keble predicó desde el púlpito de Santa María el
"sermón de los jueces" sobre la apostasía nacional, que Newman consideró
como el comienzo del Movimiento de Oxford.
El pequeño grupo de seguidores de la Iglesia Alta se movilizó rápidamente.
Su primer objetivo era defender la libertad de la Iglesia respecto al
Estado, basándola en el origen apostólico de la autoridad eclesiástica.
Newman propuso a Keble y a Froude asociarse para publicar folletos. Keble y
Froude lo apoyaron. Estos "folletos de actualidad" (Tracts for the Times)
eran breves artículos en defensa de la independencia de la Iglesia. Al final
del año habían aparecido veinte tracts, once de los cuales escritos por
Newman. En los últimos días de 1833 se unió al movimiento el prestigioso
doctor Pusey. Pronto los tracts se vendieron en grandes cantidades. Newman
dedicó gran parte de sus energías al movimiento que estaba en marcha.
Asistía a reuniones y asambleas de todo tipo, cenas y veladas, y mantenía
abundante correspondencia.
En marzo de 1834 Newman publicó el primer volumen de sus "Sermones
parroquiales", una selección de sermones predicados en Santa María. Entonces
su nombre comenzó a sonar más allá de los círculos de Oxford. En los años
1834- 1843 publicó en total ocho volúmenes de "Sermones parroquiales y
sencillos".
El propio Newman resume así los tres principios básicos de sus ideas
religiosas hacia 1833:
"El primero era el principio del dogma. Mi batalla era contra el
liberalismo; y por liberalismo entiendo el principio antidogmático y sus
consecuencias... Desde los quince años, el dogma ha sido el principio
fundamental de mi religión. No conozco otra; no puedo hacerme a la idea de
otra especie de religión; la religión como mero sentimiento es para mí un
sueño y una burla. Sería como haber amor filial sin la realidad de un padre,
o devoción sin la realidad de un ser supremo...
En segundo lugar, yo tenía confianza en la verdad de cierta enseñanza
religiosa definida, basada sobre los cimientos del dogma, a saber: que hay
una Iglesia visible, con sacramentos y ritos que son los canales de la
gracia invisible...
En cuanto al tercer punto,... -mi opinión [negativa] sobre la Iglesia de
Roma-..." (Apologia pro vita sua, 42-45).
Newman mantuvo durante toda su vida una firme adhesión a sus dos primeros
principios (el dogma y el sistema sacramental). Por el contrario, su tercer
principio (la oposición a la Iglesia de Roma) se fue diluyendo gradualmente,
hasta que renunció a él completamente en 1845. Al ir recuperando el ciclo
completo de las verdades cristianas, Newman dio la impresión de estar
difundiendo la doctrina de la Iglesia de Roma. Por eso fue acusado de
"papismo", la acusación más nociva que podía formularse en la Inglaterra de
esa época. Teniendo esto en cuenta, Newman dedicó tres tracts a la cuestión
de la Iglesia romana. En ellos sostuvo que la Iglesia anglicana estaba
situada en la Via media entre los reformadores protestantes y los seguidores
de Roma, que la única Iglesia visible se había dividido en tres ramas, la
griega, la romana y la anglicana, y que la verdad revelada debía hallarse
íntegra antes de la división, en la doctrina de la antigüedad. El propio
Newman señalaba la grave dificultad de su teoría: Hasta entonces la Via
media sólo había existido en el papel, pero nunca había sido puesta en
práctica.
Hurrell Froude murió el 28 de febrero de 1836. Newman y Keble publicaron en
1838 los "Retazos de Richard Hurrell Froude", extractos de sus diarios
personales y sus cartas. Newman creía que los papeles de Froude mostraban
que las opiniones católicas estaban inseparablemente vinculadas con las
nociones más elevadas de santificación interior, de una vida y un corazón
renovados. El protestantismo inglés se escandalizó y endureció su oposición
a los "tractarianos".
En 1839 Newman presintió por primera vez que después de todo la Iglesia de
Roma podía tener razón en su controversia con la Iglesia anglicana. Al
estudiar las historias de los monofisitas y los donatistas entrevió que la
Iglesia de Roma era igual a la Iglesia de los Padres. Sin embargo ese
pensamiento se desvaneció y sus antiguas convicciones permanecieron como
antes.
En 1840 Newman publicó "La Iglesia de los Padres", compilación de artículos
anteriores, en los que intentaba presentar la atmósfera, sentimientos y
costumbres de la Iglesia primitiva. De 1838 a 1841 dirigió la revista
mensual British Critic y la convirtió en un órgano eficaz del movimiento
tractariano.
Entretanto muchos tractarianos comenzaron a inclinarse hacia Roma. Para
mantenerlos dentro de la Iglesia anglicana, mostrándoles que era
genuinamente católica, Newman escribió el Tract 90. Éste, el último y más
famoso de los Tracts for the Times, fue publicado el 27 de febrero de 1841.
Su objetivo era demostrar que los "Treinta y nueve artículos" anglicanos
podían ser interpretados de modo que fuesen compatibles con la doctrina
católica. La reacción protestante fue muy fuerte. En Oxford la junta de
directores de colegios condenó a Newman por desleal. Newman fue objeto de
mucha maledicencia por parte de los liberales de Oxford y de la tendencia
evangélica en general.
Durante el verano de 1841, cuando Newman se encontraba en Littlemore
traduciendo los tratados de San Atanasio contra Arrio, la historia de los
arrianos se le apareció bajo una nueva luz: Los arrianos eran como los
protestantes, los semiarrianos seguían la Via media como los anglicanos y de
nuevo Roma era ahora lo que fue entonces. Poco después vino sobre Newman un
segundo golpe. Uno tras otro los obispos anglicanos comenzaron a acusarlo y
a rechazar el Tract 90; y continuaron haciéndolo durante los siguientes tres
años. En octubre de 1841 un tercer golpe sacudió la fe de Newman en la
Iglesia anglicana: la creación de un obispado anglicano en Jerusalén, con
jurisdicción sobre las congregaciones luteranas y calvinistas. En noviembre
de ese año Newman redactó una protesta solemne contra dicha medida y la
envió al arzobispo de Canterbury y a su propio obispo.
3. La conversión al catolicismo (1841-1845).
A fines de 1841 Newman decidió vivir retirado en Littlemore. Así
evitaría actuar como líder de un sector opuesto a los obispos, y en una
atmósfera de oración y penitencia podría reflexionar sobre los problemas que
lo preocupaban. Puesto que se requería la firma de los "Treinta y nueve
artículos" a todos los que ocupaban un cargo en la Iglesia de Inglaterra, y
su interpretación de los mismos había sido rechazada, se proponía reducirse
gradualmente a la forma de vida laical.
En octubre de 1842 se quedó definitivamente en Littlemore, acompañado por
discípulos o visitantes durante períodos más o menos largos. El sistema de
vida allí era libre, pero resultó una especie de punto de partida de la vida
religiosa regular dentro de la Iglesia anglicana. Newman dedicaba cada día
cuatro horas y media a la oración y nueve al estudio y el trabajo de
traducción.
La mayor dificultad que encontraba Newman en el catolicismo era el culto
tributado a la Virgen María y a los santos. La lectura de los Sermones de
San Alfonso de Ligorio, uno de los libros que le regaló el doctor Russell
(un amigo católico), le ayudó a comenzar a superar esa dificultad. Poco
después el estudio de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola
le mostró que la Iglesia católica no permite que entre el alma y su Creador
se interponga nada. En todas las cosas entre el hombre y Dios se trata de un
cara a cara, del solus cum solo.
A fines de 1842 Newman dedicó su atención al tema del desarrollo de la
doctrina cristiana. Percibía que todas las ideas cristianas (la Sagrada
Eucaristía, la Santísima Virgen, etc.) habían crecido con el transcurso del
tiempo, manteniéndose sin embargo la individualidad de la doctrina católica.
Las "añadiduras romanas" podían ser vistas como desarrollos originados por
una realización intensa y penetrante del depósito divino de la fe.
En febrero de 1843 Newman se retractó formalmente de todas las cosas duras
que había dicho contra la Iglesia de Roma. En septiembre de ese año predicó
su último sermón como anglicano y presentó renuncia a su puesto
eclesiástico. Sentía un intenso dolor por la angustia que su itinerario
espiritual producía en sus muchos amigos anglicanos.
La virtual condenación del tract 90 había iniciado lo que después se
transformó en una gran oleada de conversiones a la Iglesia Católica.
Convertirse al catolicismo en la Inglaterra de mediados del siglo XIX tenía
consecuencias sociales muy graves. Los católicos sufrían fuertes
discriminaciones y tenían sus derechos civiles recortados. La misma Iglesia
Católica, tal como existía en concreto, le parecía a Newman poco atractiva.
Sólo lo empujó a ella un estado de certeza inquebrantable.
A comienzos de 1845 Newman comenzó a escribir su "Ensayo sobre el Desarrollo
de la Doctrina". Si al final de su labor sus convicciones favorables a la
Iglesia de Roma permanecían, debería actuar conforme a ellas. Trabajó
firmemente hasta octubre. Según fue avanzando, sus dificultades se
aclaraban. Antes de terminar el libro quedó convencido de que la Iglesia
romana era idéntica a la Iglesia de la antiguëdad. Por consiguiente resolvió
entrar en la Iglesia Católica y el libro quedó inconcluso.
Abandonar el anglicanismo fue extremadamente doloroso para Newman. Implicaba
dejar las cosas que amaba, romper con la mayoría de sus amigos e incluso con
su propia familia. Pusey continuó escribiéndole, pero Keble, Church y muchos
otros se mantuvieron alejados de Newman durante veinte años.
4. En la Iglesia católica (1845-1890).
Newman fue recibido en la Iglesia católica por el Padre Domingo
Barberi, pasionista italiano, en Littlemore, el 9 de octubre de 1845. Dos
amigos de Newman entraron en la Iglesia Católica junto con él, un número
considerable lo había precedido, y en los años siguientes varios centenares
de hombres instruidos y relacionados con la Universidad siguieron su
ejemplo.
Al hacerse católico, Newman no sintió ningún cambio en su espíritu, salvo la
paz y la felicidad que lo acompañaron desde entonces. No obstante, poco
después experimentó un gran cambio en su manera de ver a la Iglesia
anglicana: al mirarla desde fuera, la vio espontáneamente como una mera
institución nacional, aunque nunca la despreció (cf. Apologia pro vita sua,
257-259).
Después de su conversión al catolicismo, Newman empezó una segunda vida.
Respondiendo a un llamado del Cardenal Wiseman, el 23 de febrero de 1846
dejó Oxford y se estableció en Oscott, en las afueras de Birmingham. No
volvió a ver su querida universidad durante 32 años. En Oscott reunió a
algunos de los convertidos que habían vivido con él en Littlemore y en
septiembre partió para Roma junto a uno de ellos, Ambrose Saint John.
En Roma estudiaron teología en el colegio de la congregación Propaganda
Fide. Por ese entonces Newman tuvo que clarificar su vocación y la del
pequeño grupo que lo seguía. Reflexionó sobre su entrada en diversas órdenes
religiosas, pero finalmente se decidió por el oratorio de San Felipe Neri.
En la Roma del siglo XVI San Felipe no fundó una nueva orden religiosa, sino
un grupo de sacerdotes seculares que vivían en común sin emitir votos y con
el único vínculo de la caridad fraterna. Newman sintió enseguida el
atractivo de San Felipe, que le recordaba a Keble por muchas razones.
El Papa Pío IX dio a Newman autoridad para establecer oratorios en
Inglaterra y para ello le permitió adaptar la regla de San Felipe. Newman,
después de estudiar intensivamente la historia de San Felipe y su instituto,
se dedicó a realizar fielmente la idea de San Felipe en circunstancias muy
distintas.
El Oratorio fue el marco en que se desarrolló el resto de la larga vida de
Newman. Como ha sucedido muy a menudo con los fundadores, por él le vinieron
algunas de sus pruebas más duras. Aunque esperaba fundar muchos oratorios,
Newman sólo consiguió fundar dos: El primero en Birmingham (en 1848) y el
segundo en Londres (en 1849). Esta segunda casa quedó a cargo de Frederick
Faber, un convertido exuberante. Muchos de los convertidos se volvieron
extremistas ("ultramontanos") y comenzaron a menospreciar a Newman por su
moderación, considerándolo sólo católico a medias. Este fenómeno produjo
mucha tensión entre los dos oratorios. Finalmente en 1855 se produjo la
ruptura entre ambos.
Mientras servía a los pobres de Birmingham, Newman escribió y predicó su
primer volumen de sermones católicos, "Discursos de misión a asambleas
interconfesionales" (publicado en 1849). En el verano de 1850 pronunció una
serie de conferencias en el oratorio de Londres, que fue publicada bajo el
título "Ciertas dificultades que perciben los anglicanos en la doctrina
católica".
En octubre de 1850 la instauración de una jerarquía territorial católica en
Inglaterra hizo estallar una furiosa agitación protestante contra esa
supuesta "agresión papal". Newman impulsó un plan para que se dieran
conferencias a cargo de laicos en las ciudades grandes, en defensa de esa
medida eclesiástica. El propio Newman colaboró en Birmingham, escribiendo
una de sus mejores obras, las "Conferencias sobre la situación actual de los
católicos en Inglaterra". Como consecuencia de esas conferencias, Newman fue
demandado por difamación por el ex dominico Giacinto Achilli, quien había
cometido delitos de seducción de mujeres y cautivaba a sus auditorios
ingleses con relatos de las corrupciones de Roma y las crueldades de la
Inquisición. Los jueces y el jurado se dejaron llevar por sus prejuicios
protestantes, por lo cual Newman fue declarado culpable de difamación y
multado con cien libras. A los ojos del pueblo inglés su prestigio quedó
bastante rebajado.
En medio de estos desvelos, los obispos irlandeses pidieron a Newman que
fundara una universidad católica en Dublín. Era una gran oportunidad para
servir a la educación superior del laicado, objetivo de gran importancia
para Newman. En 1852 Newman pronunció diez discursos en Dublín sobre la
naturaleza y objetivo de la educación universitaria, los cuales fueron
publicados como primera parte de su obra "Idea de una universidad". Newman
sostenía que apartar la teología de las universidades era menoscabar la
plenitud e invalidar el crédito de todo aquello que se enseñaba en ellas.
Sin embargo la nueva universidad debía tener autonomía. Su objetivo (la
educación liberal) no quedaba modificado por ser católica.
Newman inauguró la universidad el 3 de noviembre de 1854, con un equipo de
profesores de primera categoría y un puñado de estudiantes. La desconfianza
que el arzobispo de Dublín (Cullen) sentía hacia Newman obstaculizó mucho la
labor de este último, quien finalmente renunció al rectorado en noviembre de
1858.
En mayo de 1859 Newman fundó la escuela del Oratorio. Su ejemplo y
competencia elevó el nivel de las demás escuelas católicas del país. A
petición de los obispos ingleses, Newman trabajó mucho para preparar una
nueva traducción de la Biblia, pero los obispos abandonaron el proyecto más
tarde. También en 1859 Newman, a pedido de su obispo de Birmingham
(Ullathorne) y del Cardenal Wiseman, aceptó asumir la dirección del Rambler,
revista literaria que defendía la causa católica. Un mes después de la
aparición del primer número, el obispo Ullathorne le pidió la renuncia por
sus expresiones sobre la consulta a los fieles laicos en materia doctrinal.
Newman fue acusado de herejía en Roma. Una carta de Propaganda Fide a Newman
no fue entregada a éste. En Roma se pensó que Newman no quería responderla,
lo que creó una mala impresión de él. Newman también sufrió por sus
opiniones sobre el poder temporal del Papa: consideraba su poder temporal
como algo completamente aparte de su poder espiritual.
Todos estos contratiempos llevaron a Newman a no escribir nada durante cinco
años (de 1859 a 1864). Todo lo movía a quedarse callado. Entonces, de modo
inesperado, recuperó su capacidad de acción. Charles Kingsley, un novelista
famoso, introdujo sin necesidad en una recensión bibliográfica una calumnia
contra la veracidad del Padre Newman y el clero católico. Muchos ingleses
creían que Newman había dirigido un movimiento católico secreto para socavar
a la Iglesia de Inglaterra cuando aún era miembro de la misma. Ahora Newman
tenía la oportunidad de defenderse de esta acusación. El resultado fue la
Apologia pro vita sua, que apareció en fragmentos semanales de abril a junio
de 1864. Newman expuso sin reservas los motivos profundos de su vida al
escrutinio de los demás. La franqueza de su relato hizo mella en los
ingleses, que en general quedaron convencidos de su integridad.
Apenas terminada la Apología, el obispo Ullathorne ofreció a Newman la
dirección de la misión de Oxford. Una conspiración de los católicos enemigos
de Newman impidió la instalación de un oratorio allí.
En 1866 Newman publicó su Carta a Pusey con motivo de su Eirenicon, donde
distinguía el catolicismo del extremismo, que consistía en la exageración de
la infalibilidad papal y otras doctrinas católicas. Antes del Concilio
Vaticano I se sugirió desde Roma que Newman podía ser consultor de una de
las comisiones preparatorias, pero Newman declinó el ofrecimiento. La forma
final de la definición dogmática de la infalibilidad papal fue moderada y
fue aceptada por casi todos los católicos. En 1874 el primer ministro
Gladstone sostuvo que, después de la definición de 1870, los católicos ya no
podían ser ciudadanos leales. Newman respondió con su "Carta dirigida al
duque de Norfolk con motivo de la reciente reconvención del señor
Gladstone", analizando en forma brillante la autoridad de la conciencia y
los límites de la soberanía y la obediencia.
A principios de 1870 Newman publicó su obra filosófica principal, el "Ensayo
para contribuir a una gramática del asentimiento", en el que había trabajado
durante veinte años. El objetivo del libro es doble: en la primera parte
demuestra que se puede creer lo que no se puede comprender. En la segunda
parte demuestra que se puede creer lo que no se puede probar estrictamente.
Newman muestra cómo, a partir de nuestro sentido de la obligación moral,
podemos llegar a prestar un asentimiento firme a la realidad de Dios como
presencia viviente y personal, no como una simple noción intelectual.
De 1868 a 1877 Newman reeditó casi todos sus escritos anglicanos, con
algunas notas de corrección.
En mayo de 1875 murió Ambrose Saint John, el fiel amigo de Newman y el único
que le quedaba en el Oratorio de los que habían estado con él desde los
tiempos de Littlemore. La pena de Newman fue muy intensa.
Hasta el final de su vida Newman estuvo rodeado por amigos íntimos, entre
los cuales había muchos seglares (incluso familias enteras). Newman
consideraba su inmensa correspondencia como una de sus principales tareas
pastorales. Se conservan unas veinte mil cartas de las muchas que escribió.
Cuando la vida de Newman parecía casi terminada, le llegó el reconocimiento
oficial. En diciembre de 1877 el Trinity College de Oxford lo nombró su
primer miembro honorario. Volvió al colegio en febrero de 1878, su primera
visita a Oxford desde 1846. En el mismo mes murió el Papa Pío IX y fue
elegido Papa León XIII. Un año después Newman fue nombrado cardenal, pese a
la oposición de quienes lo consideraban demasiado liberal. Este nombramiento
fue una reivindicación providencial de su persona. Por un privilegio
extraordinario se permitió al Cardenal Newman permanecer en su Oratorio de
Birmingham.
Los últimos once años de vida de Newman transcurrieron relativamente en paz,
con su comunidad en auge, su escuela, sus numerosas visitas y su
correspondencia. Murió el 11 de agosto de 1890. Newman pidió que en su
lápida esculpieran las siguientes palabras: Ex umbris et imaginibus in
veritatem ("De las sombras e imágenes hasta la verdad"). En su nota
necrológica, un amigo anglicano, el deán Church, lo retrató como casi el
nuevo fundador de la Iglesia anglicana. Desde la muerte de Newman, su
influencia en la Iglesia Católica creció mucho y llegó a ser uno de los
inspiradores del Concilio Vaticano II.
3. Un precursor del Concilio Vaticano II.
A continuación indicaré algunos de los múltiples aspectos en los
cuales la teología de Newman fue un anticipo y una fuente de inspiración de
las doctrinas proclamadas en el Concilio Vaticano II.
1. La inhabitación divina.
Uno de los aspectos más destacados de la predicación de Newman es
su insistencia en la doctrina de la inhabitación en el alma del Espíritu
Santo y, por medio de Él, del Padre y del Hijo. El verdadero cristianismo es
presencia de personas: conocer al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo.
Esta inhabitación es el fundamento de la vida nueva de unión con Dios que la
religión cristiana ofrece a la humanidad. Newman recordaba a sus oyentes que
eran templos de Dios e insistía en la presencia personal de Nuestro Señor
Jesucristo en el alma, además de su presencia otorgada en la eucaristía.
La doctrina de la inhabitación divina, de tanto relieve en la teología
patrística, había sido algo descuidada por la escolástica, que por lo común
insistía más en la gracia creada (las virtudes y los dones del Espíritu
Santo) que en la gracia increada (el don del mismo Dios uno y trino). Este
descuido fue una de las causas de la falta de desarrollo de la pneumatología
y de la escasez de referencias al Espíritu Santo en la piedad católica
corriente.
La teología del siglo XX, siguiendo los pasos de Newman, ha continuado el
desarrollo de la doctrina de la gracia increada y ha reflexionado sobre la
relación del cristiano con cada una de las tres personas divinas. El
Concilio Vaticano II, recogiendo esa reflexión, destacó el origen trinitario
de la Iglesia (cf. LG 2-4) y de su actividad misionera (cf. AG 2-4) y enseñó
que, por su Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada
hombre (cf. GS 22).
2. La historia cristocéntrica de la salvación.
Otro aspecto importante de la predicación de Newman es su
insistencia en el carácter histórico de la revelación y el puesto central de
Jesucristo en la historia de la revelación y la salvación. El Dios invisible
se reveló en la condición e historia del hombre. El Espíritu Santo ha hecho
que la historia se convirtiera en doctrina. Todas las etapas de la economía
divina tienden a la manifestación de su centro: el nacimiento, la vida, la
muerte y la resurrección de Cristo. La encarnación del Hijo de Dios es la
promesa y el comienzo de nuestro nacimiento como hijos de Dios en el
Espíritu Santo. Para ilustrar este punto citamos uno de los sermones de
Newman:
"La revelación nos sale al encuentro con hechos sencillos y acciones claras,
no con laboriosas inducciones a partir de ciertos fenómenos que se dan en el
mundo, no con leyes generalizadas o conjeturas metafísicas, sino con Jesús y
la resurrección (Hch 17,18)... La vida de Cristo reúne y concentra verdades
que se refieren al bien principal de nuestro ser y a las leyes que lo rigen,
verdades que andan sueltas, baldías y abandonadas en la superficie del mundo
moral, y que a menudo dan la impresión de discrepar entre sí." (Sermones
Universitarios, 2).
El enfoque histórico-salvífico y cristocéntrico es una de las
características principales de la doctrina del Concilio Vaticano II y de la
teología contemporánea. Este enfoque se puede encontrar en todos los
documentos del Concilio, particularmente en la constitución dogmática Dei
Verbum. El Concilio enseña que la revelación no es un simple conjunto de
proposiciones, sino que resplandece en la persona de Cristo (cf. DV 2). Él
mismo, en todos los momentos y aspectos de su vida, es la gran manifestación
del misterio de Dios y del misterio del hombre, el gran don salvífico de
Dios a la humanidad (cf. DV 4).
3. La centralidad del misterio pascual.
Newman enfatizó mucho el puesto central que ocupa el misterio
pascual en el cristianismo, en una época en que muchos cristianos
descuidaban su importancia. La Pasión de Cristo es la clave de la
interpretación cristiana de la vida y el origen de la regeneración del
hombre. De ella emana la fuerza de los sacramentos. Todos los discípulos de
Cristo resucitado debemos ser elevados y transfigurados con Él. Después de
su Ascensión, Cristo envió su Espíritu para consumar su presencia en los
fieles cristianos.
La primacía del misterio pascual es otra de las características más marcadas
de la enseñanza del Concilio Vaticano II y de la teología actual. Este
aspecto se puede descubrir particularmente en la constitución Sacrosanctum
Concilium, entre otros documentos conciliares (cf. SC 5-6). Poner de relieve
la centralidad de la Pascua en la vida cristiana fue uno de los objetivos
fundamentales de la reforma litúrgica anterior y posterior al Concilio.
4. El desarrollo del dogma.
Uno de los aportes teológicos fundamentales de Newman fue su teoría del
desarrollo del dogma, expuesta en su "Ensayo sobre el desarrollo de la
doctrina cristiana". Catorce años antes de la publicación del libro de
Charles Darwin sobre el origen de las especies, Newman introdujo en la
teología (de forma muy equilibrada) la idea de evolución histórica. En la
introducción al ensayo citado, Newman hace una presentación sintética de su
teoría:
"El crecimiento y la expansión del credo y del ritual cristiano, y las
variaciones que han acompañado el proceso en el caso de escritores e
Iglesias individuales, son los fenómenos que necesariamente acompañan a
cualquier filosofía o forma de gobierno que vaya al fondo del intelecto y
del corazón, y que haya tenido un predominio largo o extenso. Por la
naturaleza de la mente humana, es necesario el tiempo para comprender
plenamente y llevar a la perfección las grandes ideas. Las verdades más
sublimes y extraordinarias, aunque hayan sido comunicadas al mundo de una
vez por todas por maestros inspirados, no pueden comprenderse por sus
destinatarios de una sola vez, sino que, al haber sido recibidas y
transmitidas por mentes no inspiradas y a través de medios humanos,
requieren más tiempo y una meditación más profunda para su completa
dilucidación. Esto se puede llamar la teoría del desarrollo de la doctrina."
(Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, Introducción).
La teoría de Newman sobre el desarrollo del dogma fue generalmente aceptada
por la teología católica del siglo XX. El propio Concilio Vaticano II es un
excelente ejemplo de la validez de esa teoría. Por una parte los Padres
conciliares asumieron explícitamente las enseñanzas de los concilios
anteriores, particularmente las del Concilio de Trento y del Vaticano I (cf.
DV 1); por otra parte llevaron a cabo conscientemente un auténtico
desarrollo doctrinal, lo cual puede apreciarse sobre todo en las enseñanzas
del Vaticano II relativas a la Divina Revelación, la Iglesia, la relación
Iglesia-Mundo, el ecumenismo y la libertad religiosa (cf. DH 1).
5. La Iglesia-sacramento.
La eclesiología tuvo un desarrollo relativamente pequeño en el
período de la alta escolástica. En la eclesiología del siglo XIX
predominaban los conceptos jurídicos (la Iglesia como sociedad perfecta y
jerárquica) sobre los conceptos más propiamente teológicos (la Iglesia como
Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo). También en este tema Newman efectuó un
retorno a las doctrinas de la época patrística.
Una de las ideas religiosas básicas de Newman era lo que él denominaba el
"sistema sacramental". Los sacramentos son signos e instrumentos visibles de
la gracia invisible. La Iglesia es una institución visible que hace presente
en el mundo a Dios invisible. Por lo tanto la Iglesia tiene un carácter
sacramental, es decir mistérico. Newman tuvo una gran devoción a la santa
Iglesia y siempre procuró que sus miembros tomaran conciencia de que estaban
llamados por Dios a ser santos ellos mismos.
El tema principal del Concilio Vaticano II fue la Iglesia. Casi todos sus
documentos están referidos directamente a ese tema. El documento principal
del Vaticano II es la constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen
Gentium). La doctrina de la Lumen Gentium está centrada en el misterio de la
Iglesia (cf. LG Capítulo 1). Los dos puntos principales de su enseñanza son
la presentación de la Iglesia como "sacramento universal de salvación" (LG
48; cf. LG 1.8) y el énfasis puesto en la vocación universal a la santidad
(cf. LG Capítulo 5).
6. El ecumenismo.
En el siglo XIX las relaciones institucionales entre la Iglesia
Católica y las demás Iglesias cristianas eran virtualmente inexistentes. A
nivel popular las relaciones entre las diversas confesiones cristianas
estaban marcadas por un alto grado de agresividad. El diálogo teológico se
reducía por lo común a una fuerte controversia.
Desde joven Newman anheló la restauración de la unidad de la Iglesia y oró
fervorosamente por ella. Mientras fue anglicano, fue superando gradualmente
sus iniciales prejuicios antirromanos y llegó a apreciar vivamente a la
Iglesia Católica. Sin embargo, no cayó en el indiferentismo y cuando se
convirtió al catolicismo sintió que estaba en juego su salvación eterna.
Como católico, Newman nunca despreció ni atacó a la Iglesia anglicana,
puesto que la consideraba como una barrera que impedía en parte el progreso
de la irreligión. Pensaba que la superabundancia de la gracia divina hacía
que ésta pudiera actuar de algún modo fuera de los límites de la Iglesia
visible.
Uno de los propósitos principales del Concilio Vaticano II fue el de
promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos (cf. UR 1).
La constitución Lumen Gentium enseña que los cristianos no católicos están
en un estado de comunión incompleta con la Iglesia Católica (cf. LG 15), en
la cual subsiste la Iglesia de Cristo (cf. LG 8). La declaración sobre la
libertad religiosa (Dignitatis Humanae) enseña que la "única religión
verdadera subsiste en la Iglesia católica y apostólica" (DH 1). El ejercicio
de la religión debe ser libre, pero el hombre debe buscar la verdad en
materia religiosa y una vez conocida ésta debe adherirse a ella con un
asentimiento personal (cf. DH 3).
7. La vía de la conciencia.
Newman fue un gran defensor de los derechos de la conciencia, en
una época en que la Iglesia Católica todavía miraba con desconfianza la
"libertad de conciencia". Newman consideraba a la conciencia como el
principio esencial y la confirmación de la religión en nuestro espíritu. La
conciencia es la base de la religión natural y conduce hasta la idea de un
Dios personal y la fe cristiana. En el caso de la religión revelada, la
conciencia puede extraer de la convicción moral una certeza más fuerte que
la que proviene de los puros razonamientos lógicos. La siguiente cita
sintetiza el pensamiento de Newman sobre la conciencia como camino para el
conocimiento de Dios:
"Nuestro gran maestro interior de religión es nuestra conciencia. La
conciencia es una guía personal, y la uso porque tengo que usarme a mí
mismo. Soy tan incapaz de pensar con una mente que no sea la mía como de
respirar con los pulmones de otro. La conciencia está más cerca de mí que
cualquier otro medio de conocimiento. Y del mismo modo que se me ha dado a
mí, también se le ha dado a otros; y puesto que es llevada consigo por cada
individuo en su propio corazón y no requiere nada además de ella misma, está
por consiguiente adaptada para comunicar a cada uno separadamente ese
conocimiento que es lo más decisivo para el individuo... La conciencia, por
otra parte, nos enseña no sólo que Dios es, sino qué es; proporciona al
espíritu Su imagen real, como medio para su adoración; nos da la regla
dictada por Él de lo correcto y lo incorrecto, y un código de deberes
morales. Además, está constituida de tal manera que, si se la obedece, se
hace más clara en sus mandatos, y su campo se amplía, y corrige y completa
la fragilidad accidental de sus enseñanzas iniciales." (Gramática del
asentimiento, 10).
La teología contemporánea ha continuado la tendencia de revalorización de la
conciencia, aunque algunos autores (sobre todo moralistas) han corrido el
riesgo de caer en el subjetivismo o el relativismo. El Concilio Vaticano II
subrayó la dignidad de la conciencia moral, presentándola como el santuario
inviolable en el que se produce el encuentro y el diálogo entre Dios y el
hombre (cf. GS 16). No es lícito impedir al hombre que obre según su
conciencia ni forzarlo a obrar en contra de ella, principalmente en materia
religiosa (cf. DH 3.10).
8. La vuelta a los Padres de la Iglesia.
La teología escolástica postridentina había descuidado el contacto
directo con la teología patrística. La teología de Newman, en cambio, estaba
basada en una alta proporción en su conocimiento de los escritos de los
Padres de la Iglesia, que ocupaban una gran parte de su biblioteca. En
realidad algunos de los aportes de Newman a la teología no se debieron en
última instancia a la originalidad de su pensamiento, sino a su familiaridad
con la teología patrística. Esto se aplica por ejemplo a sus doctrinas sobre
la inhabitación divina, el misterio pascual y el misterio de la Iglesia.
Siguiendo el ejemplo de Newman, la teología del siglo XX efectuó un retorno
a los Padres de la Iglesia, considerados no sólo como teólogos sino también
como testigos privilegiados de la Tradición eclesial. El Concilio Vaticano
II se benefició de este retorno a los Padres y a su vez lo reforzó. La
fuerte influencia de la teología patrística en el Vaticano II se manifiesta
cuantitativamente en las numerosas citas de los Padres y cualitativamente en
muchas de las doctrinas expuestas por dicho Concilio.
9. La cuestión de la inerrancia bíblica.
Desde el siglo XVII el avance de las ciencias y el surgimiento del
estudio crítico de la Biblia llevaron a un número creciente de intelectuales
a cuestionar el dogma de la inerrancia bíblica. En la segunda mitad del
siglo XIX la "cuestión bíblica" pasaba por su fase más candente, sobre todo
a partir de la divulgación de la teoría evolucionista de Charles Darwin. Si
bien, después de su conversión al catolicismo, Newman no se sentía llamado a
remediar las deficiencias de la teología católica, en definitiva no se
abstuvo de hacer un aporte importante en torno a la cuestión referida.
Aunque su edad era ya muy avanzada, Newman publicó en febrero de 1884 un
artículo sobre la inspiración bíblica, en el cual opinó que la inerrancia de
la Sagrada Escritura no incluía necesariamente los obiter dicta ("cosas
dichas de paso") científicos e históricos, aunque sí incluía los asuntos de
fe y moral y la historia vinculada a ellos. Aunque Newman ya era cardenal,
su artículo le valió algunas duras críticas y su tesis fue mayoritariamente
rechazada en aquel entonces. Sin embargo -a pesar de su formulación
defectuosa- Newman se había aproximado notablemente a la solución de la
cuestión bíblica: La Biblia transmite sin error una verdad religiosa
salvífica, por medio de diversos géneros literarios que deben ser tenidos en
cuenta para su correcta interpretación. Este enfoque fue asumido finalmente
por el Concilio Vaticano II, tras prolongadas y ardorosas discusiones, en el
Capítulo 3 de la constitución dogmática Dei Verbum.
10. La autonomía de lo temporal.
Desde la Edad Media la Iglesia experimentó un fuerte proceso de
clericalización, que se vio acentuado a partir del siglo XVIII por el
proceso de secularización de la sociedad civil. La Iglesia tuvo grandes
dificultades para adaptarse a la nueva situación y en muchos casos
intervenino en cuestiones temporales de un modo que era comprensible en la
era de la Cristiandad pero que resultaba cuestionable desde la época del
Renacimiento y la Ilustración. Basta pensar en el tema del poder temporal
del Papado, que sobrevivió hasta el tiempo del Concilio Vaticano I (año
1870).
Newman reflexionó mucho sobre el aspecto cultural de la secularización.
Entendió que, si bien la razón no debe ser disociada de la fe, la razón
tiene una cierta autonomía, por lo cual la Iglesia no puede pretender
gobernar el progreso de la ciencia en cuanto tal (aunque sí debe ocuparse de
los problemas religiosos y morales conexos). La postura de Newman, muy
liberal para la época del Index y del Syllabus, está expuesta en la
siguiente cita:
"Éste, pues, imagino que es el objetivo de la Santa Sede y de la Iglesia
Católica al fundar universidades: volver a unir cosas que en el principio
estaban unidas por Dios, y que han sido separadas por el hombre. Algunas
personas dirán que estoy pensando en limitar, deformar y atrofiar el
desarrollo del intelecto por medio de la supervisión eclesiástica. No tengo
esa intención. Ni tengo ninguna intención de transigencia, como si la
religión debiera renunciar a algo y la ciencia también. Deseo que el
intelecto se expanda con la mayor libertad, y que la religión disfrute de
igual libertad, pero lo que pongo como condición es que deben encontrarse en
uno y el mismo sitio, y ejemplificado en las mismas personas... No me
satisfará lo que satisface a tantos, tener dos sistemas independientes,
intelectual y religioso, caminando uno al lado del otro al mismo tiempo, por
una especie de división del trabajo, y sólo reunidos accidentalmente. No me
satisfará si... los jóvenes conversan con la ciencia todo el día y se
presentan ante la religión por la noche... La devoción no es una especie de
final ofrecido a las ciencias, ni la ciencia es... un ornamento y una
bagatela de la devoción. Quiero que los seglares intelectuales sean
religiosos, y los eclesiásticos devotos sean intelectuales." (Discurso en la
iglesia de la Universidad Católica de Irlanda).
El Concilio Vaticano II realizó un muy esperado aggiornamento de la Iglesia
en sus relaciones con el mundo. La constitución pastoral sobre la Iglesia en
el mundo actual, Gaudium et Spes (en sí misma toda una novedad) reconoce una
determinada autonomía de las realidades terrenas -especialmente de la
cultura, las ciencias y la comunidad política- respecto de la Iglesia (cf.
GS 36.59.76). La declaración sobre la libertad religiosa establece que la
libertad de la Iglesia es un principio fundamental en las relaciones entre
la Iglesia y el orden civil. Esta libertad es necesaria para que la Iglesia
pueda cumplir plenamente su misión salvífica (cf. DH 13).
11. La promoción del laicado.
En el siglo XIX los fieles laicos eran habitualmente considerados
en la práctica como cristianos de segunda categoría, menos perfectos que los
sacerdotes y religiosos. La espiritualidad cristiana no tomaba
suficientemente en consideración la importancia de las actividades mundanas
(trabajo, estudio, etc.) como medios de santificación.
Newman, con la mirada puesta en la Iglesia primitiva, comprendió bien que
también los seglares estaban llamados a la santidad y que su función en la
Iglesia era de extrema importancia. Por ello dedicó gran parte de su trabajo
apostólico a la promoción del laicado, sobre todo a través de una mejora de
su formación. En la siguiente cita Newman muestra que el apostolado de los
laicos no se restringe al campo de las relaciones interpersonales, sino que
abarca también el ancho campo de las relaciones sociales:
"Los cristianos se apartan de su deber, ... no cuando actúan como miembros
de una comunidad, sino cuando lo hacen por fines temporales o de manera
ilegal; no cuando adoptan la actitud de un partido, sino cuando se disgregan
en muchos. Si los creyentes de la Iglesia primitiva no interfirieron en los
actos del gobierno civil, fue simplemente porque no disponían de derechos
civiles que les permitiesen legalmente hacerlo. Pero donde tienen derechos
la situación es distinta, y la existencia de un espíritu mundano debe
descubrirse no en que se usen estos derechos, sino en que se usen para fines
distintos de los fines para los que fueron concedidos. Sin duda pueden
existir justamente diferencias de opinión al juzgar el modo de ejercerlos en
un caso particular, pero el principio mismo, el deber de usar sus derechos
civiles en servicio de la religión, es evidente. Y puesto que hay una idea
popular falsa, según la cual a los cristianos, en cuanto tales, y
especialmente al clero, no les conciernen los asuntos temporales, es
conveniente aprovechar cualquier oportunidad para desmentir formalmente esa
posición, y para reclamar su demostración. En realidad, la Iglesia fue
instituida con el propósito expreso de intervenir o (como diría un hombre
irreligioso) entrometerse en el mundo. Es un deber evidente de sus miembros
no sólo asociarse internamente, sino también desarrollar esa unión interna
en una guerra externa contra el espíritu del mal, ya sea en las cortes de
los reyes o entre la multitud mezclada. Y, si no pueden hacer otra cosa, al
menos pueden padecer por la verdad, y recordárselo a los hombres,
infligiéndoles la tarea de perseguirlos." (Los arrianos del siglo IV).
El Concilio Vaticano II, recogiendo los frutos de iniciativas anteriores
como la Acción Católica, reconoció la gran trascendencia y amplitud del
apostolado de los laicos (cf. LG 33; AA 1). Esta enseñanza ha sido
desarrollada por el Magisterio pontificio posterior, especialmente en la
exhortación apostólica Christifideles Laici del Papa Juan Pablo II. En este
siglo, sobre todo después del Concilio, han surgido por obra del Espíritu
Santo numerosos movimientos eclesiales con un fuerte componente laical.
Ellos son considerados por el Papa Juan Pablo II como uno de los signos más
esperanzadores en la actual situación de la Iglesia.
4. Conclusiones.
La vida de Newman fue un sacrificio por la Verdad. Desde joven
Newman abrazó la causa de la religión revelada y se entregó a ella
totalmente. La fidelidad a esa causa lo llevó a retirarse de la Iglesia
anglicana cuando estaba en la cumbre de su prestigio y a iniciar una nueva
vida en el seno de la Iglesia católica. Con toda su vida de creyente e
intelectual, Newman dio testimonio de la profunda compatibilidad entre las
exigencias de la fe y las de la razón.
El pensamiento de Newman se anticipó a muchos de los rasgos principales del
Concilio Vaticano II. De ese modo contribuyó a la muy necesaria reforma de
la Iglesia promovida por dicho Concilio. En esta fase de la historia de la
Iglesia, dominada por la puesta en práctica de las enseñanzas y directivas
del Vaticano II, Newman puede ser aún un guía confiable y una referencia
adecuada, particularmente en el gran combate de la fe contra el ateísmo y
sus "preámbulos": escepticismo, agnosticismo, "liberalismo" o modernismo,
protestantismo.
5. Cronología.
1801 Nace en la City de Londres.
1808 Comienza sus estudios en la Escuela de Ealing, Londres.
1817 Ingresa en el Trinity College, Oxford.
1822 Fellow de Oriel College, Oxford.
1824 Diácono de la Iglesia Anglicana.
1825 Presbítero de la Iglesia Anglicana.
1826 Tutor de Oriel College.
1828 Párroco de Santa María, iglesia de la Universidad de Oxford.
1833 Viaja por el Mediterráneo durante seis meses.
Comienza el Movimiento de Oxford.
1842 Se retira a Littlemore, junto a Oxford.
1843 Último sermón en Santa María.
1845 Es recibido en la Iglesia Católica el 9 de Octubre.
1846 Alumno del Colegio de Propaganda Fide en Roma.
1847 Ordenado sacerdote.
1848 Establece el Oratorio de San Felipe de Neri en Birmingham.
1849 Inaugura el Oratorio de Londres.
1851 Encargado de iniciar la Universidad Católica de Irlanda.
1853 Condenado por difamación en el proceso promovido por un fraile apóstata
italiano.
1854 La Universidad Católica de Irlanda comienza sus actividades. Newman,
Rector.
1856 Viaje a Roma para resolver dificultades surgidas con el Oratorio de
Londres.
1858 Dimite como Rector de la Universidad de Irlanda.
1859 Director del Rambler.
Inaugura la Oratory School.
1864 Polémica con Charles Kingsley y publicación de Apologia pro Vita Sua.
1866 Acepta emprender la misión de Oxford. Obligado a abandonar pocos meses
después.
1869 Declina acompañar al obispo francés Dupanloup como perito al Concilio
Vaticano I.
1870 Publica A Grammar of Assent.
1875 Aparece la "Carta al Duque de Norfolk".
1878 Fellow Honorario de Trinity College. De nuevo en Oxford tras 32 años.
Nombrado Cardenal por León XIII.
1890 Fallece en Birmingham.
1990 Aprobado el Decreto de Virtudes Heroicas y declarado Venerable.
6. Siglas empleadas.
1. Libros de la Biblia.
Hch Hechos de los Apóstoles.
2. Documentos del Concilio Vaticano II.
DV Constitución dogmática sobre la Divina Revelación, Dei Verbum.
LG Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium.
GS Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et
Spes.
SC Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium.
AG Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, Ad Gentes divinitus.
UR Decreto sobre el ecumenismo, Unitatis Redintegratio.
AA Decreto sobre el apostolado de los seglares, Apostolicam Actuositatem.
DH Declaración sobre la libertad religiosa, Dignitatis Humanae.
7. Bibliografía consultada.
Concilio Vaticano II Documentos del Vaticano II.
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1986.
Dessain, Charles Stephen Vida y pensamiento del cardenal Newman.
Ediciones Paulinas, Madrid, 1990.
Juan Pablo II Fides et Ratio. Carta Encíclica a los Obispos de la
Iglesia Católica sobre las relaciones entre la fe y la razón.
Paulinas, Buenos Aires, 1998 (2ª edición).
Newman, John Henry Apología "pro vita sua". Historia de mis ideas
religiosas.
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1977.
Esperando a Cristo.
Editorial Rialp, Madrid, 1997.
Persuadido por la Verdad.
Ediciones Encuentro, Madrid, 1995.
(cortesía feyrazon.org)