Un sacerdote escribe al Papa antes de morir a los 31 años.
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Aquí ofrecemos la carta
"No
le pido a Dios mi curación, sino la fuerza y la alegría de continuar siendo
un testimonio verdadero de su amor y un sacerdote según su corazón".
Fabrizio nació en Nápoles el 8 de septiembre de 1982. Miles, casi tres mil
personas, se reunieron en Ponticelli (NA), para darle el último saludo en la
Basílica de Nuestra Señora de la Nieve, donde era vice-párroco. Un
sufrimiento grande el del padre Fabrizio en los últimos meses, vivido
siempre con gran fe y con una gran fuerza de ánimo. Siempre con una sonrisa,
siempre con una palabra de consuelo para sus familiares y amigos que han
estado con él hasta su último aliento. Aquí os ofrecemos la carta que envió
al Papa.
A Su Santidad el Papa Francisco
Santo Padre,
En las oraciones diarias que dirijo a Dios, no dejo de rezar por usted y por
el ministerio que el Señor mismo Le ha confiado, para que pueda darle
siempre fuerza y alegría para continuar anunciando la bella noticia del
Evangelio.
Me llamo Fabricio De Michino y soy un sacerdote joven de la diócesis de
Nápoles. Tengo 31 años y hace cinco que soy sacerdote. Desarrollo mi
servicio en el Seminario Arzobispal de Nápoles como educados del grupo de
diáconos, y en una parroquia en Ponticelli, que se encuentra en la periferia
de Nápoles. La parroquia, recordando el milagro sucedido en la colina
Esquilino, recibe el nombre de la Señora de las Nieves y en 2014 celebrará
el primer centenario de la Coronación de la estatua de madera del 1500, muy
querida para todos sus habitantes.
Ponticelli es un barrio degradado por su pobreza y alta criminalidad, pero
cada día descubro verdaderamente la belleza de ver lo que el Señor realiza
en estas personas que se fían de Dios y de la Virgen.
También yo, desde que estoy en esta parroquia he podido ampliar cada vez más
mi amor confiado hacia la Madre Celeste, experimentando también en las
dificultades, su cercanía y protección. Por desgracia, hace tres años que me
encuentro peleando contra una enfermedad rara: un tumor justo en el interior
del corazón y desde hace algún mes, con metástasis en el hígado y en el
bazo. En estos años nada fáciles, sin embargo, nunca he perdido la alegría
de ser anunciador del Evangelio. También en el cansancio percibo,
verdaderamente, esta fuerza que no viene de mí sino de Dios que me permite
desarrollar con sencillez mi ministerio. Hay una cita bíblica que me está
acompañando y me infunde confianza en la fuerza del Señor, es la de
Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo, meteré dentro de vosotros un Espíritu
nuevo, arrancaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de
carne” (Ez 36, 26).
En este tiempo ha sido muy cercana la presencia de mi obispo, el card.
Crescenzio Sepe, que me apoya contantemente, aunque a veces me dice que
descanse para no cansarme demasiado.
Agradezco a Dios también por mis familiares y mis amigos sacerdotes que me
ayudan y sostienen sobre todo cuando hago las distintas terapias,
compartiendo conmigo los diversos momentos de inevitable sufrimiento.
También mis médicos me apoyan muchísimo y hacen lo imposible para encontrar
los tratamientos adecuados para mí.
Santo Padre,
Me estoy alargando demasiado, pero solo quiero decirle que ofrezco al Señor
todo esto por el bien de la Iglesia y por Usted de un modo especial, para
que el Señor le bendiga siempre y le acompañe en este ministerio de servicio
y amor.
Le ruego que me añada a sus oraciones: lo que le pido todos los días al
Señor es hacer su voluntad, siempre y en todas partes. A menudo, es verdad,
no le pido a Dios mi curación, sino la fuerza y la alegría de continuar
siendo un testimonio verdadero de su amor y un sacerdote según su corazón.
Seguro de sus paternales oraciones, le saludo devotamente.
Don Fabrizio De Michino