Buscar la verdad - tres vías: vía de la verdad, vía de la bondad y vía de la belleza
El papa Francisco ha recibido esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio
Apostólico Vaticano, a los miembros de la Asociación "Corallo", una red de
emisoras locales de inspiración católica presentes en todas las regiones
italianas. Este es el discurso que el Pontífice ha dirigido a los
participantes en la audiencia:
Palabras del Santo Padre a los miembros de la Asociación "Corallo"
Agradezco mucho esto que ha dicho, y les agradezco por el trabajo que hacen.
Aquella verdad... buscar la verdad con los medios. Pero no sólo la verdad,
¿eh? Verdad, bondad y belleza, las tres juntas. Vuestro trabajo debe
desarrollarse en estas tres vías: la vía de la verdad, la vía de la bondad y
la vía de la belleza. Pero, aquella verdad, bondad y belleza que son
consistentes, ¿eh? Que vienen de dentro, que son humanas. Y, en el camino de
la verdad, en las tres vías podemos encontrar fallos, también trampas.
“Pero, yo pienso, busco la verdad...”: pero estate atento ¿eh? No te
conviertas en un intelectual sin inteligencia. “Pero, yo voy, busco la
bondad...”: pero estate atento, no te conviertas en un fanático de la ética
sin bondad. “ A mí me gusta la belleza”: si, pero está atento, no hagas eso
que se hace tanto, ¿no? Maquillar la belleza, buscar los cosméticos para
hacer una belleza artificial que no existe. La verdad, la bondad, y la
belleza como vienen de Dios, y están en el hombre. Y esto es el trabajo de
los medios, el suyo. Usted ha mencionado dos cosas: yo querría retomarlas.
Primero de todo, la unidad armónica de su trabajo. Pero, hay medios grandes,
otros más pequeños...
Pero si nosotros leemos el capítulo XII de la Carta de San Pablo a los Corintios, vemos que en la Iglesia no hay ni grande ni pequeño: cada uno tiene su función, su ayuda al otro, la mano no puede existir sin la cabeza... Todos somos miembros, y también vuestros medios, que sean más grandes o más pequeños, son miembros y armonizan la vocación del servicio en la Iglesia. Ninguno debe sentirse pequeño, muy pequeño respecto a otro más grande. Todos pequeños delante de Dios, en la humildad cristiana, pero todos tenemos una función. ¡Todos, todo! Como en la Iglesia.... Yo haría esta pregunta: ¿Quién es más importante en la Iglesia: El Papa o aquella viejecita que todos los días reza el Rosario por la Iglesia? Que lo diga Dios: Yo no puedo decirlo. La importancia de cada uno es esta armonía, porque la Iglesia es la armonía de la diversidad. El cuerpo de Cristo es esta armonía de la diversidad, y aquello que hace la armonía es el Espíritu Santo: eso es lo más importante de todo. Esto y lo otro que usted ha dicho: yo lo quiero subrayar. Es importante: buscar la unidad, y no seguir la lógica que el pez grande se come al pequeño.
Usted ha dicho otra cosa, que la menciono también yo en la Exhortación
apostólica “Evangelii Gaudium”.
Ha hablado de clericalismo. Es uno de los males, es uno de los males de la
Iglesia. pero es un mal cómplice, ¿eh?, porque a los sacerdotes les gusta la
tentación de clericalizar a los laicos. Pero, tantos laicos, de rodillas,
piden ser clericalizados, porque es más cómodo: es más cómodo ¿eh? y esto es
un pecado a dos manos, ¡eh! Y tenemos que vencer esta tentación. El laico
tiene que ser laico, bautizado; tiene la fuerza que viene de su bautismo.
Servidor, pero con su vocación laica, y aquello no se vende, no se negocia,
no se es cómplice con el otro porque…¡No! ¡Yo soy así! Porque allí está la
identidad.
Tantas veces he escuchado esto, ¿eh? en mi tierra: “pero yo, en mi
parroquia, ¿sabe?, tengo un laico buenísimo: este hombre sabe
organizar…Eminencia, ¿por qué no lo hacemos diácono?” y la propuesta del
cura inmediatamente es: clericalizar. Este laico…hagámoslo. Y ¿por qué?
Porque ¿es más importante el diácono, el cura, del laico?
¡No! ¡Esto es un error! Ah, ¿es un buen laico? Que continúe así y que crezca
así. Porque está la identidad de la pertenencia cristiana allí. Para mí, el
clericalismo impide el crecimiento del laico. Pero tengan presente lo que he
dicho ¿eh? Es una tentación cómplice entre los dos, ¿eh? Porque no habría
clericalismo si no existieran laicos que quieren ser clericalizados. ¿Es
claro esto? Por esto agradezco por lo que hacen. Armonía: también esta es
otra armonía, porque la función del laico no puede ejercerla el sacerdote y
el Espíritu Santo está libre: algunas veces inspira al cura a hacer una
cosa, otras veces inspira al laico.
Se habla en el Consejo pastoral, tan importantes son los Consejos
pastorales, una parroquia – y en esto cito el Código Canónico – una
parroquia que no tenga Consejo pastoral y Consejo de los asuntos económicos
no es una buena parroquia: falta la vida. Luego, son tantas las virtudes. Lo
indiqué al comienzo: ir por el camino de la bondad, de la verdad y de la
belleza y son tantas virtudes en estos caminos. Pero también hay pecados de
los medios, ¿eh? Me permito hablar un poco de esto, ¿no? Para mí, los
pecados de los medios de comunicación, los más grandes, son los que van por
el camino de la mentira, de la falsedad, y son tres: la desinformación, la
calumnia y la difamación.
Estas dos últimas son graves, ¿eh? pero no tan peligrosas como la primera.
¿Por qué? Les explico. La calumnia es pecado mortal, pero se puede aclarar y
llegar a conocer que aquella es una calumnia. La difamación es pecado
mortal, pero se puede llegar a decir: “pero esta es una injusticia porque
esta persona ha hecho aquello en aquel tiempo, después se ha arrepentido, ha
cambiado de vida”. Pero la desinformación es decir la mitad de las cosas,
las que son para mí más convenientes y no decir la otra mitad. Es así, de lo
que se ve en la televisión o aquello que se escucha en la radio no se puede
dar un juicio perfecto, porque no se tiene los elementos y no se los dan. De
estos tres pecados, por favor, huyan. Desinformación, calumnia y difamación.
Les agradezco por lo que hacen y le he dicho a mons. Sanchirico que les
entregue el discurso que tenía escrito: pero sus palabras me han inspirado a
decirles esto espontáneamente y lo he dicho con un lenguaje del corazón: les
agradezco tanto, y ahora los invito a rezar un Ave María a la Virgen para
darles la bendición. Ave María…
(CIUDAD
DEL VATICANO, 22 de marzo de 2014)