La Iglesia se encuentra con el arte: talentos estropeados
Exposición
“Esplendor de la Caridad;
Belleza de la Verdad”
honra a Benedicto XVI
Por Elizabeth Lev
para ir de frente a Gaga
sobre Gaga
¿Qué ofrecerle al Papa que lo tiene todo?
Para el 60º aniversario de la ordenación de Benedicto XVI, el cardenal
Gianfranco Ravasi, cabeza del Consejo Pontificio para la Cultura, fue más
allá y organizó una exposición de 60 artistas contemporáneos en honor al
Papa.
La exposición, que se realizó en el Aula Pablo VI (en sí misma una pieza de
arquitectura contemporánea de Pier Luigi Nervi, 1971), cuenta con 18
pintores, 12 escultores, seis orfebres, seis músicos, seis arquitectos,
siete fotógrafos y cinco poetas del siglo XX, y recibe el título de “Lo
Splendore della Carità; La Bellezza della Verità” (El esplendor de la
caridad; la belleza de la verdad).
Se ha abierto al público de forma gratuita hasta el 4 de septiembre. La
muestra reúne a artistas provenientes de todo el mundo -desde Japón, Kengiro
Azuma a Rusia, Natalia Tsarkova, a Escocia con James McMillan, quien trajo
el manuscrito de su obra “Tu es Petrus”, dedicado a Benedicto XVI para su
visita a la Abadía de Westminster del 18 de septiembre de 2010.
La intención de la exposición es continuar el diálogo entre la Iglesia y el
arte iniciado por el Papa durante su encuentro con los artistas del 21 de
noviembre de 2009, en la Capilla Sixtina. Hay una impresionante variedad de
obras, desde un tapiz hecho con material reciclado en homenaje al “Papa
verde” hasta la obra escrita por Ennio Morricone en forma de cruz, “una
reunión de la música y de la iconografía” como la describe el artista.
A unos pocos parecía que se habían escapado del ático de alguien -una obra,
llamada “Azul” de Agostino Bonalumi de 1996, presenta una lona azul
extendida sobre lo que parecen dos columnas con un cojín acolchado en el
centro. Creo que en este caso la intención es lo que cuenta.
La fotografía conquista la exposición. Jack Nickerson presentó dos
fotografías de la vida católica en su Irlanda natal. La primera, “Altar”,
muestra el santuario de una iglesia en la oscuridad con el resplandor de la
luz al cruzar el vacío. La Iglesia está preparada, Cristo espera. La
segunda, situada debajo, titulada “Refectorio II”, muestra unas sencillas
mesas de madera en las que están los restos de un frugal desayuno. La
confusión humilde contrasta con la supervisión de un crucifijo: Ambos en el
gran rito de la Misa y en el sencillo servicio de nuestras vidas diarias,
Cristo es omnipresente.
“La Cruz solidaria”, fotografías de la austriaca Claudia Henzler, me pareció
profundamente conmovedora. Tomada en Haití durante la semana de Pascua de
2010, tres mese después del devastador terremoto, las cinco imágenes están
dispuestas en forma de cruz. En el centro dos manos juntas, una negra y otra
blanca, el dibujo de la energía en el corazón de la cruz. A la izquierda y a
la derecha dos personas están en contemplación: en una un hombre tiene la
Biblia en las manos, y en la otra una mujer abraza a su hija. La meditación,
la oración, el silencia y el amor están bellamente expresadas. Al pie de la
cruz un niño se sienta vuelto de espaldas con la cabeza entre las manos,
símbolo del dolor terrenal; pero la parte superior de la cruz, un niño mira
hacia el espectador, sus grandes ojos en busca de esperanza. La habilidad de
Henzler para reunir los eventos recientes y las técnicas modernas con ,la
eterna iconografía cristiana, dieron una gran esperanza a esta historiadora
del arte.
Las maravillas arquitectónicas obtuvieron la mayor parte de la atención. El
español Santiago Calatrava presentó su proyecto para el crucero de la
iglesia de San Juan el Divino de Nueva York con sus chapiteles de acero
blanco. Parece una evolución extrema del estilo gótico del edificio,
familiar, aunque incongruente. Reflexionando sobre los siglos en que los
artesano que trabajaron en las catedrales góticas trataban de combinar su
trabajo con la generación anterior, el trabajo de Calatrava evoca nuestra
nueva época, donde la marca personal ensombrece el esfuerzo colectivo. El
planificado bio-jardín invernadero de la azotea exalta la nueva religión de
la ecología, que proyecta su sombra sobre los altares.
El arquitecto brasileño de 103 años de edad Oscar Niemeyer, aportó su
proyecto para la catedral de Belo Horizonte. La Iglesia parece una cometa
que está en la tierra pero cuya larga cola todavía se mantiene en el cielo
unos 104 metros. Ciertamente capta la atención del espectador, pero la forma
en la que proclama que es el espacio para adora a Dios hecho hombre, se me
escapa.
Un proyecto atrae la atención más que los demás. Historiador del arte
barroco y famoso arquitecto, Paolo Portoghesi (que también diseñó la
mezquita más importante de Roma), presentó un modelo para una iglesia a
Benedicto XVI, dedicada a San Benito de Nursia. Inspirado por el “Espíritu
de Liturgia”, escrito por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, Portoghesi
(quien afirma haber leído todas las obras de Benedicto XVI) diseñó un curvo
y dinámico espacio, no muy diferente del arquitecto barroco Francesco
Borromini, su campo de especialización.
Aunque el edificio tiene ocho lados con la tradicional imaginería cristiana
del octavo día de la redención, mantiene un eje hacia el altar donde está el
tabernáculo de acuerdo a los escritos de san Carlos Borromeo. Los
confesionarios están localizados en la entrada de la iglesia al igual que el
Yo Confieso abre la misa. Las áreas especiales se abren a la Lectura de la
Palabra de Dios, siguiendo los intereses propios de Benedicto XVI en el uso
de los ambones. Es una iglesia muy barroca, destinada a causar controversia
por sus espirales y complejos diseños geométricos, pero sobre todo centrada
en la liturgia y atrayendo a la gente a Cristo.
Muchas de las obras no tienen nada que ver con la Iglesia, pero la muestra
pretende llamar a los artistas a comprometerse con las grandes verdades en
vez de con trivialidades subjetivas. El hecho de que los artistas intentan
reconocer las verdades universales, en la humanidad o la creatividad
individual parece ser un paso en la correcta dirección.
El Papa Benedicto hizo un discurso a los artistas en la muestra del 4 de
julio, diciéndoles que el mundo moderno “necesita que la Verdad brille y que
no sea oscurecida por mentiras o banalidades; necesita inflamarse con la
caridad y no estar sobrepasada por el orgullo o el egoísmo”.
Mientras que la Iglesia y el arte están lejos todavía de la relación que
compartieron en los días de Rafael o Bernini, un diálogo continuo e intenso
parece ser el mejor modo de atraer estos dos mundos.
* * *
Gaga sobre Gaga
Cualquier reparo que pueda surgir sobre la forma y el significado que el
arte contemporáneo pueda plantear, al menos Calatrava y Arnaldo Pomodoro
pueden ostentar el duramente ganado título de artista. Esta semana me
enfrenté a otro uso del título, el de pop star.
Mientras llevaba a dos niñas, de 11 y 13 años de edad, el otro día a través
del Vaticano, apenas dejamos la Capilla Sixtina, la más mayor me preguntó:
“¿Quién fue Judas?”. No me hacía ilusiones de que estas chicas pidieran una
catequesis sobre la Pasión de Cristo, pero no puedes culpar a un historiador
de arte por intentarlo. Contesté que fue el amigo de Jesús que le traicionó
al venderle a sus enemigos por dinero y entonces, incapaz de creer que
pudiera ser perdonado, se suicidó en su desesperación.
De repente, las chicas dijeron, “Lady Gaga hizo una canción sobre ��l: ¡es mi
artista favorita!”. (La “artista en cuestión acaba de hacer un concierto en
Roma para celebrar el Día del Orgullo Gay). Después de una tarde con Miguel
Ángel, Rafael y las esculturas griegas clásicas, debo admitir que encontré
la referencia cultural de las jóvenes señoritas un poco chocante.
Artistas de la talla de Miguel Ángel, que, 500 años después de su muerte,
todavía atrae a 5 millones de visitantes al año, a las calurosas y
abarrotadas salas del Vaticano para maravillarse con sus logros
extraordinarios y la declaración gloriosa del valor de la persona humana,
tiene poco en común con Lady Gaga (Stefani Germanotta), cuyo “mensaje” es
marcadamente trivial en comparación.
Defendiendo calurosamente a su heroína, las chicas dijeron que el mensaje de
la señorita Germanotta es que la gente “nace del modo en que son y deberían
ser libres para que pudiesen vivir como quisiesen”. Así que pregunté:
¿pirómanos y cleptómanos, adúlteros en serie que reclaman haber nacido con
esta tendencia, a estos se les debería permitir vivir “como quieren”? El
mantra de Germanotta de “nací así” es la excusa más frívola para el mal
comportamiento desde aquello de “el diablo me obligó a hacerlo”.
Mi consternación ante este mensaje atrajo la inevitable acusación de la niña
de 13 años: “Entonces ¿a ti no te gustan los bisexuales?”.
De alguna manera, a los ojos de estas niñas, el rechazo a la increíblemente
irritante música de la señorita Germanotta y a su absurda representación de
arte me convirtió automáticamente en “homófoba”. No caminar hombro con
hombro con la cultura secular debe ser el único acto intolerable en esta
sociedad tolerante con estilo propio. En la Antigua Roma, dudar de la
divinidad del emperador constituía alta traición, como muchos cristianos
descubrieron en el circo. Enseñar a los niños a juzgar a sus mayores de esta
forma tampoco era inusual en el Tercer Reich. La señorita Germanotta gritará
un mensaje de tolerancia, pero sólo para ella misma y sus seguidores.
En el umbral de la Basílica de San Pedro, me giré a ellas y les dije: “No
creo que en la definición de ti mismo importe mucho con quien mantienes
relaciones sexuales para decir quien eres realmente”. Las chicas se rieron y
cuchichearon entre ellas.
Esta conversación se me quedó grabada durante los siguientes días, algunos
momentos de la misma me preocuparon profundamente.
Como acto de penitencia, vi varios vídeos de Lady Gaga durante los
siguientes días (la mayoría con el sonido desactivado, que al fin y al cabo
tampoco estamos en Cuaresma), y me llamó la atención el hecho de que los
enormes grupos de modelos organizados para las superproducciones de 4
minutos, la única cara que se ve es la de la señorita Germanotta. Los
magníficos cuerpos que giran y se ondulan están siempre privados de caras.
Parecen máquinas para proveer placer (y beneficios) a sólo una persona: la
señorita Germanotta. Su mundo es decididamente Gaga-céntrico, todos los
demás son sus satélites en las sombras.
Miguel Ángel se rodeó de un número similar de cuerpos (incluso menos
vestidos) para su Juicio Final. Estos cuerpos rodean la figura de Cristo el
Juez, al igual que los bailarines rodean a la señorita Germanotta. Los
desnudos de Miguel Ángel, sin embargo, tiene caras, y lo más importante,
almas. El espectáculo del remolino de cuerpos rodeando a una joven de 25
años que proclama que no hay nada como el pecado (excepto no adoptar su
estilo de vida), es como una parodia de Mad Magazine del Cristo triunfante
de Miguel Ángel que atrae las almas hacia él después de sufrir y morir para
redimir los pecados de la humanidad.
Lo que me lleva al punto más chocante de las extravagancias de Lady Gaga.
Parece que después de tantos años, no hay imagen más poderosa que el amor,
el sufrimiento y el compromiso total que la producida por el Cristianismo.
Me temo que muchos de sus seguidores no saben lo que es una religiosa (de
hecho, las niñas estaban fascinadas por las religiosas), pero el hábito
religioso todavía proclama la castidad y el compromiso con algo y Alguien
más grande que uno mismo. Mantiene su poder, razón por la que una estrella
del pop haya intentado explotarlo. En videolandia donde menos (ropa) es más
y la novedad lo es todo, la tradición todavía puede cautivar y
desestabilizar. La señorita Germanotta puede intentar exorcizar sus raíces
católicas con chistes sobre monjas de látex, pero la sencillez que ella
ridiculiza será siempre más simbólica que sus extravagantes bufonerías.
Nadie ha sido capaz de superar la imagen del sufrimiento por amor
ejemplificada por la pasión de Jesucristo. La corona de espinas, los brazos
extendidos, las heridas y la humillación han alimentado a muchos más que una
estrella del pop buscando atención. Ninguna estrella pop fantasea sobre la
extracción azteca de corazones o la decapitación de la Revolución Francesa,
pero sin embargo sí erotizan con el sufrimiento de Cristo, porque admiten
sus efectos duraderos. Jesús sufrió, no por una excitación física vana como
la señorita Germanotta, y lo que queremos conocer es la profundidad de su
amor, un amor que está disponible para todos. Y de nuevo, la señorita
Gemanotta no entiende que la sexualidad omnívora no es lo mismo que el amor
universal.
Stefani Germanotta creció en una familia católica romana. Recibió los
sacramentos y fue a una escuela católica, al contrario que los fans que la
adoran que ignoran el Cristianismo. La señorita Germanotta cogió sus
“talentos”, y los vendió por una cantidad más considerable de plata que su
predecesor, Judas. Una todavía puede esperar y rezar para que ella no siga
el camino de la desesperación, llevando a sus discípulos con ella.
Elizabeth Lev enseña Arte y arquitectura
cristianos en el campus italiano de la Universidad de Duquesne y en el
programa de estudios católicos de la Universidad de St. Thomas. Se le puede
contactar en: lizlev@zenit.org