Sobre la corrupción: Capítulo 5: ¿Qué hacer?
Cardenal Jorge Medina Estévez
(cortesía http://es.catholic.net/)
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El tema de la corrupción es pluridimensional. Influyen en ella factores
personales y sociales, problemas derivados de la falta de formación moral y
de muy bajos ingresos. No es sólo un problema circunscrito a la realidad de
un país, sino que tiende a ser "transnacional". Poner atajo a la corrupción
supone acciones concertadas y convergentes, algunas de las cuales se
enumeran a continuación:
Lo primero, la formación moral sólida, fundada en principios firmes y no
sólo en "conveniencias". Formación ajena al relativismo que si se acepta en
un campo moral, no hay cómo impedir que se propague a otros. Nada puede
suplir el factor de reciedumbre moral para contrarrestar la corrupción. Si
el corazón está corrompido, pocas esperanzas hay de poner atajo externo y
eficaz a que se produzcan frutos de corrupción. Si no hay limpieza de
corazón, algo se podrá obtener por la vía de la coacción, pero los logros
serán siempre frágiles y se aguzará la creatividad para burlar las normas.
Lo segundo es el ejemplo de quienes detentan el poder o las influencias. Si
exhiben una conducta sobria, ajena a los halagos; si demuestran un espíritu
de servicio y una actitud transparente en el manejo de los recursos de que
disponen; si desalientan el consumismo desenfrenado, y lo hacen con su
propio ejemplo, todo ello redundará en ayudar a que se afiancen los valores
que hacen imposible la corrupción.
Lo tercero es una formación clara y firme en cuanto al significado, el
valor, y los peligros del dinero. Quien hace del dinero o del consumo un
verdadero "dios" está a un paso de caer en la trampa de la corrupción. Al
contrario, quien es austero, sobrio en sus gastos, vigilante para no dejarse
cautivar por la propaganda que promete la felicidad a base de bienes
materiales, comodidad y placer, esa persona está bien defendida ante las
tentaciones de corrupción.
Lo cuarto es la transparencia en el manejo de los recursos de la sociedad, a
todos sus niveles. Las aguas corrompidas no son transparentes.
Lo quinto es la sanción justa de quien o quienes son sorprendidos en actos
de corrupción, tanto de los corruptores como de los que se dejan corromper,
cualquiera sea el nivel de su cargo o autoridad. Pocas cosas son más
desalentadoras que la impunidad de los corruptos, impunidad que es ella
misma una forma sutil de corrupción. La autoridad pública no puede ser un
mero espectador de la corrupción, ni hacerse cómplice encubriendo casos
comprobados de venalidad.
En la Iglesia Católica suele recitarse, antes de comenzar las reuniones de
los cuerpos colegiados que tienen poder de decisión, una antigua oración
compuesta por el célebre Obispo de Sevilla y doctor de la Iglesia, San
Isidoro (560-636), que dice así:
"¡Espíritu Santo y Señor!, aquí estamos, impedidos por la gravedad del
pecado, pero especialmente congregados en tu nombre...
Ya que amas la perfecta justicia, no permitas que nosotros la perturbemos.
Que la ignorancia no nos desvíe de lo que es recto,
ni nos incline la simpatía,
ni nos corrompan las dádivas,
o la acepción de personas."
¡Qué importante es orar para que el Espíritu Santo nos preserve de la
corrupción y de la injusticia que siempre entraña!.