DIRECTORIO GENERAL PARA LA CATEQUESIS - SEGUNDA PARTE: El mensaje evangélico
“ Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a tu enviado Jesucristo ” (Jn 17, 3).
“ Jesús proclamaba la Buena Nueva de Dios: ‘El tiempo se ha cumplido y el
Remo de Dios está cerca: convertios y creed en la Buena Nueva ” (Mc
1,14-15).
“ Os recuerdo el Evangelio que os proclamé... Lo primero que os transmití,
como lo había recibido, fue esto: Que Cristo murió por nuestros pecados,
según las Escrituras; que fue sepultado y resucitó al tercer día, según las
Escrituras ” (1 Co 15, 1-4).
Significado y finalidad de esta parte
92. La fe cristiana, por la que una persona da el “ sí ” a Jesucristo, puede
ser considerada en un doble aspecto:
— Como adhesión a Dios que se revela, hecha bajo el influjo de la gracia. En
este caso la fe consiste en entregarse a la Palabra de Dios y confiarse a
ella (fides qua).
— Como contenido de la Revelación y del mensaje evangélico. La fe, en este
sentido, significa el empeño por conocer cada vez mejor el sentido profundo
de esa Palabra (fides quae).
Estos dos aspectos, por su propia naturaleza, no pueden separarse. La
maduración y crecimiento de la fe exigen que ambas dimensiones progresen
orgánica y coherentemente. Sin embargo,
por razones metodológicas, ambos pueden considerarse separadamente. (295)
93. En esta segunda parte se trata del contenido del mensaje evangélico
(fides quae).
— En el capítulo primero se indican las normas y criterios que debe seguir
la catequesis para fundamentar, formular y exponer su propio contenido. Cada
forma del ministerio de la Palabra, en efecto, ordena y presenta el mensaje
evangélico con arreglo a su carácter propio.
— El capítulo segundo se refiere al contenido de la fe tal como se expone en
el Catecismo de la Iglesia Católica, que es texto de referencia doctrinal
para la catequesis. Se ofrecen por ello algunas indicaciones que puedan
ayudar a asimilar e interiorizar el Catecismo, así como a situarlo dentro de
la acción catequizadora de la Iglesia. Igualmente, se presentan algunos
criterios para que, en referencia al Catecismo de la Iglesia Católica, se
elaboren en las Iglesias particulares Catecismos locales que, guardando la
unídad de la fe, tengan debidamente en cuenta las diversas Situaciones y
culturas.
CAPITULO 1
Normas y criterios para la presentación del mensaje evangélico en la
catequesis
“ Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor
tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las
palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus
hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y
levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una
señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales ” (Di
6,4-9).
“ Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros ” (Jn 1,14).
La Palabra de Dios, fuente de la catequesis
94. La fuente de donde la catequesis toma su mensaje es la misma Palabra de
Dios:
“ La catequesis extraer siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra
de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura, dado que la
Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen el único depósito
sagrado de la Palabra de Dios confiado a la Iglesia ”. (296)
Este “ depósito de la fe ” (297) es como el arca del padre de la casa, que
ha sido confiado a la Iglesia, la familia de Dios, y de donde ella saca
continuamente lo viejo y lo nuevo. (298) Todos los hijos del Padre, animados
por su Espíritu, se nutren de este tesoro de la Palabra. Ellos saben que la
Palabra de Dios es Jesucristo, el Verbo hecho hombre y que su voz sigue
resonando por medio del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.
La Palabra de Dios, por admirable “ condescendencia ” (299) divina, se
dirige y llega a nosotros a través de “ obras y palabras ”humanas, “a la
manera como un día el Verbo del Padre eterno, al tomar la carne de la
flaqueza humana, se hizo semejante a los hombres ”.(300) Sin dejar de ser
Palabra de Dios, se expresa en palabra humana. Cercana, permanece sin
embargo velada, en estado “ kenótico ”. Por eso la Iglesia, guiada por el
Espíritu, necesita interpretarla continuamente y, al tiempo que la contempla
con profundo espíritu de fe, “ la escucha piadosamente, la custodia
santamente y la anuncia fielmente ”.(301)
La fuente y “ las fuentes ” del mensaje de la catequesis (302)
95. La Palabra de Dios contenida en la Sagrada Tradición y en la Sagrada
Escritura:
— es meditada y comprendida cada vez más profundamente por el sentido de la
fe de todo el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, que la enseña con
autoridad;
— se celebra en la liturgia, donde constantemente es proclamada, escuchada,
interiorizada y comentada;
— resplandece en la vida de la Iglesia, en su historia bimilenaría, sobre
todo en el testimonio de los cristianos, particularmente de los santos;
— es profundizada en la investigación teológica, que ayuda a los creyentes a
avanzar en la inteligencia vital de los misterios de la fe;
— se manifiesta en los genuinos valores religiosos y morales que, como
semillas de la Palabra, están esparcidos en la sociedad humana y en las
diversas culturas.
96. Todas éstas son las fuentes, principales o subsidiarias, de la
catequesis, las cuales de ninguna manera deben ser tomadas en un sentido
unívoco.(303) La Sagrada Escritura “ es Palabra de Dios en cuanto que, por
inspiración del Espíritu Santo, se consigna por escrito ”; (304) y la
Sagrada Tradición “ transmite íntegramente a los sucesores de los apóstoles
la Palabra de Dios que fue a éstos confiada por Cristo Señor y por el
Espíritu Santo ” (305) El Magisterio tiene la función de “ interpretar
auténticamente la Palabra de Dios ”, (305) realizando —en nombre de
Jesucristo— un servicio eclesial fundamental. Tradición, Escritura y
Magisterio, íntimamente entrelazados y unidos, son, “ cada uno a su modo ”,
(307) fuentes principales de la catequesis.
Las “ fuentes ” de la catequesis tienen cada una su propio lenguaje, que
queda plasmado en una rica variedad de “ documentos de la fe ”. La
catequesis es tradición viva de esos documentos: (308) perícopas bíblicas,
textos litúrgicos, escritos de los Padres de la Iglesia, formulaciones del
Magisterio, símbolos di testimonios de santos, reflexiones teológicas.
La fuente viva de la Palabra de Dios y las “ fuentes ” que ella derivan y en
las que ella se expresa, proporcionan a la catequesis los criterios para
transmitir su mensaje a todos aquello que han tomado la decisión de seguir a
Jesucristo.
Los criterios para la presentación del mensaje
97. Los criterios para presentar el mensaje evangélico en la catequesis
están íntimamente relacionados entre sí, pues brotar una única fuente.
— El mensaje, centrado en la persona de Jesucristo (cristetrismo), por su
propia dinámica interna, introduce en la dimensión trinitaria del mismo
mensaje.
— El anuncio de la Buena Nueva del Reino de Dios, centrado en el don de la
salvación, implica un mensaje de liberación.
— El carácter eclesial del mensaje remite a su carácter histórico, pues la
catequesis —como el conjunto de la evangelización se realiza en el “ tiempo
de la Iglesia ”.
— El mensaje evangélico, por ser Buena Nueva destinación todos los pueblos,
busca la inculturación, la cual se lograr profundidad sólo si el mensaje se
presenta en toda su integridad y pureza.
— El mensaje evangélico es necesariamente un mensaje orgánico, con su
jerarquía de verdades. Es esta visión armónica Evangelio la que convierte en
acontecimiento profundamente significativo para la persona humana.
Aunque estos criterios son válidos para todo el ministerio la Palabra, aquí
se presentan referidos en relación a la catequesis.
El cristocentrismo del mensaje evangélico
98. Jesucristo no sólo transmite la Palabra de Dios: El es la Palabra de
Dios. Por eso, la catequesis —toda ella— está referida a El.
En este sentido, lo que caracteriza al mensaje que transmite la catequesis
es, ante todo, el “ cristocentrismo ”, (309) que debe entenderse en varios
sentidos:
— En primer lugar, significa que “ en el centro de la catequesis encontramos
esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad ”. (310) En realidad, la tarea fundamental de la
catequesis es mostrar a Cristo:
todo lo demás, en referencia a El. Lo que, en definitiva, busca es propiciar
el seguimiento de Jesucristo, la comunión con El: cada elemento del mensaje
tiende a ello.
— El cristocentrísmo, en segundo lugar, significa que Cristo está “ en el
centro de la historia de la salvación ”, (311) que la catequesis presenta.
El es, en efecto, el acontecimiento último hacia el que converge toda la
historia salvífica. El, venido en “ la plenitud de los tiempos ” (Ga 4,4),
es “ la clave, el centro y el fin de toda la historia humana ” (312) El
mensaje catequético ayuda al cristiano a situarse en la historia, y a
insertarse activamente en ella, al mostrar cómo Cristo es el sentido último
de esta historia.
— El cristocentrismo significa, igualmente, que el mensaje evangélico no
proviene del hombre sino que es Palabra de Dios. La Iglesia, y en su nombre
todo catequista, puede decir con verdad: “ Mi doctrina no es mía, sino del
que me ha enviado ”(Jn 7,16). Por eso, lo que transmite la catequesis es “
la enseñanza de Jesucristo, la verdad que El comunica o, más exactamente, la
Verdad que El es ” . (313) El cristocentrismo obliga a la catequesis a
transmitir lo que Jesús enseña acerca de Dios, del hombre, de la felicidad,
de la vida moral, de la muerte... sin permitirse cambiar en nada su
pensamiento. (314)
Los evangelios, que narran la vida de Jesús, están en el centro del mensaje
catequético. Dotados ellos mismos de una “ estructura catequética ”, (315)
manifiestan la enseñanza que se proponía a las primitivas comunidades
cristianas y que transmitía la vida de Jesús, su mensaje y sus acciones
salvadoras. En la catequesis, “ los cuatro evangelios ocupan un lugar
central, pues su centro es Cristo Jesús ” (316)
El cristocentrismo trinitario del mensaje evangélico
99. La Palabra de Dios, encarnada en Jesús de Nazaret, Hijo de María Virgen,
es la Palabra del Padre, que habla al mundo por medio de su Espíritu. Jesús
remite constantemente al Padre, del que se sabe Hijo Único, y al Espíritu
Santo, por el que se sabe Ungido. El es el “ camino ” que introduce en el
misterio íntimo de Dios. (317)
El cristocentrismo de la catequesis, en virtud de su propia dinámica
interna, conduce a la confesión de la fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. Es un cristocentrismo esencialmente trinitario. Los cristianos, en el
Bautismo, quedan configurados con Cristo, “ Uno de la Trinidad ”, (318) y
esta configuración sitúa a los bautizados, “ hijos en el Hijo ”, en comunión
con el Padre y con el Espíritu Santo. Por eso su fe es radicalmente
trinitaria. “ El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de
la fe y de la vida cristiana ” (319)
100. El cristocentrismo trinitario del mensaje evangélico impulsa a la
catequesis a cuidar, entre otros, los siguientes aspectos:
— La estructura interna de la catequesis, en cualquier modalidad de
presentación, será siempre cristocéntrico-trinitaria: “ Por Cristo al Padre
en el Espíritu ” (320) Una catequesis que omitiese una de estas dimensiones
o desconociese su orgánica unión, correría el riesgo de traicionar la
originalidad del mensaje cristiano. (321)
— Siguiendo la misma pedagogía de Jesús, en su revelación del Padre, de sí
mismo como Hijo y del Espíritu Santo, la catequesis mostrará la vida íntima
de Dios, a partir de sus obras salvíficas en favor de la humanidad. (322)
Las obras de Dios revelan quién es El en sí mismo y, a la vez, el misterio
de su ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Sucede así,
analógicamente, en las relaciones humanas: las personas se revelan en su
obrar y, a medida que las conocemos mejor, comprendemos mejor su conducta.
(323)
— La presentación del ser íntimo de Dios revelado por Jesús, uno en esencia
y trino en personas, mostrará las implicaciones vitales para la vida de los
seres humanos. Confesar a un Dios único significa que “ el hombre no debe
someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal ”.
(324) Significa, también, que la humanidad, creada a imagen de un Dios que
es “ comunión de personas ”, está llamada a ser una sociedad fraterna,
compuesta por hijos de un mismo Padre, iguales en dignidad personal. Las
implicaciones humanas y sociales de la concepción cristiana de Dios son
inmensas. (325) La Iglesia, al profesar su fe en la Trinidad y anunciarla al
mundo, se comprende a sí misma como “ una muchedumbre reunida por la unidad
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo ” (326)
Un mensaje que anuncia la salvación
101. El mensaje de Jesús sobre Dios es una buena noticia para la humanidad.
Jesús, en efecto, anunció el Reino de Dios: (327) una nueva y definitiva
intervención divina, con un poder transformador tan grande, y aún mayor, que
el que utilizó en la creación del mundo. (328) En este sentido, “ como
núcleo y centro de la Buena Nueva, Cristo anuncia la salvación: ese gran don
de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre
todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a
Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a El ” (329)
La catequesis transmite este mensaje del Reino, central en la predicación de
Jesús. Y al hacerlo, este mensaje “ se profundiza poco a poco y se
desarrolla en sus corolarios implícitos ”, (330) mostrando las grandes
repercusiones que tiene para las personas y para el mundo.
102. En esta explicación del kerigma evangélico de Jesús, la catequesis
subraya los siguientes aspectos fundamentales:
— Jesús, con la llegada del Reino, anuncia y revela que Dios no es un ser
distante e inaccesible, “ no es un poder anónimo y lejano (331) sino que es
el Padre, que está en medio de sus criaturas actuando con su amor y poder.
Este testimonio acerca de Dios como Padre, ofrecido de una manera sencilla y
directa, es fundamental en la catequesis.
— Jesús indica, al mismo tiempo, que Dios con su reinado ofrece el don de la
salvación integral: libera del pecado, introduce en la comunión con el
Padre, otorga la filiación divina y promete la vida eterna, venciendo a la
muerte. (332) Esta salvación integral es, a un tiempo, inmanente y
escatológica, ya que “ comienza ciertamente en esta vida, pero tiene su
cumplimiento en la eternidad. (333)
— Jesús, al anunciar el Reino, anuncia la justicia de Dios:
proclama el juicio divino y nuestra responsabilidad. El anuncio del juicio
de Dios, con su poder de formación de las conciencias, es contenido central
del Evangelio y buena noticia para el mundo. Lo es para el que sufre la
falta de justicia y para todo el que lucha por implantarla; lo es, también,
para el que no ha sabido amar y ser solidario, porque es posible la
penitencia y el perdón, ya que en la cruz de Cristo se nos gana la redención
del pecado. La llamada a la conversión y a creer en el Evangelio del Reino,
que es reino de justicia, amor y paz, y a cuya luz seremos juzgados, es
fundamental para la catequesis.
— Jesús declara que el Reino de Dios se inaugura con él, en su propia
persona. (334) Revela, en efecto, que él mismo, constituido Señor, asume la
realización de ese Reino hasta que lo entregue, consumado plenamente, al
Padre, cuando venga de nuevo en su gloria. (335) “ El Reino está ya
misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor se
consumará su perfección ”. (336) Jesús indica, así mismo, que la comunidad
de sus discípulos, su Iglesia, “constituye el germen y el comienzo de este
Reino en la tierra ” (337) y que, como fermento en la masa, lo que ella
desea es que el Reino de Dios crezca en el mundo como un árbol frondoso,
incorporando a todos los pueblos y a todas las culturas. “ La Iglesia está
efectiva y concretamente al servicio del Reino ” (338)
— Jesús manifiesta, finalmente, que la historia de la humanidad no camina
hacia la nada sino que, con sus aspectos de gracia y pecado, es —en El—
asumida por Dios para ser transformada. Ella, en su actual peregrinar hacia
la casa del Padre, ofrece ya un bosquejo del mundo futuro donde, asumida y
purificada, quedará consumada. “ La evangelización no puede menos de incluir
el anuncio profético de un más allá, vocación profunda y definitiva del
hombre, en continuidad y discontinuidad a la vez con la situación presente
”. (339)
Un mensaje de liberación
103. La Buena Nueva del Reino de Dios, que anuncia la salvación, incluye un
mensaje de liberación. (340) Al anunciar este Reino, Jesús se dirigía de una
manera muy particular a los pobres:
“ Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que
tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Dichosos los que lloráis ahora,
porque reiréis ” (Lc 6,20-21). Estas bienaventuranzas de Jesús, dirigidas a
los que sufren, son un anuncio escatológico de la salvación que el Reino
trae consigo. Ellas apuntan a esa experiencia tan lacerante a la que el
Evangelio es tan sensible: la pobreza, el hambre y el sufrimiento de la
humanidad.
La comunidad de los discípulos de Jesús, la Iglesia, participa hoy de la
misma sensibilidad que tuvo su Maestro. Con profundo dolor se fija en esos “
pueblos empeñados con todas sus energías en el esfuerzo y en la lucha por
superar todo aquello que les condena a quedar al margen de la vida: hambres,
enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las
relaciones internacionales, ... situaciones de neocolonialismo económico y
cultural ”. (341) Todas las formas de pobreza, “ no sólo económica sino
también cultural y religiosa (342) preocupan a la Iglesia.
Como dimensión importante de su misión, la Iglesia “ tiene el deber de
anunciar la liberación de millones de seres humanos entre los cuales hay
muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar
testimonio de la misma, de hacer que sea total ” (343)
104. Para preparar a los cristianos a esta tarea, la catequesis cuidará,
entre otros, los siguientes aspectos:
— Situará el mensaje de liberación en la perspectiva de “ la finalidad
específicamente religiosa de la evangelización ”, (344) ya que ésta perdería
su razón de ser “ si se desviara del eje religioso que la dirige: ante todo
el Reino de Dios, en su sentido plenamente teológico ”. (345) Por eso, el
mensaje de la liberación “ no puede reducirse a la simple y estrecha
dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al
hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto,
que es Dios ”. (346)
— La catequesis, en la tarea de la educación moral, presentará la moral
social cristiana como una exigencia y una consecuencia de “ la liberación
radical obrada por Cristo ”. (347) Esta es, en efecto, la Buena Nueva que
los cristianos profesan, con el corazón lleno de esperanza: Cristo ha
liberado al mundo y continúa liberándolo. Aquí se genera la praxis
cristiana, que es el cumplimiento del gran mandamiento del amor.
— Igualmente, en la tarea de la iniciación a la misión, la catequesis
suscitará en los catecúmenos y en los catequizandos “ la opción preferencial
por los pobres ” (348) que, “ lejos de ser un signo de particularismo o de
sectarismo, manifiesta la universalidad del ser y de la misión de la
Iglesia. Dicha opción no es exclusiva ”, (349) sino que lleva consigo “ el
compromiso por la justicia según la función, vocación y circunstancias de
cada uno ”. (350)
La eclesialidad del mensaje evangélico
105. La naturaleza eclesial de la catequesis confiere al mensaje evangélico
que transmite un intrínseco carácter eclesial. La catequesis tiene su origen
en la confesión de fe de la Iglesia y conduce a la confesión de fe del
catecúmeno y del catequizando. La primera palabra oficial que la Iglesia
dirige al bautizando adulto, después de interesarse por su nombre, es
preguntarle: “ ¿Qué pides a la Iglesia de Dios? ”. “ La fe ”, es la
respuesta del candidato. (351) El catecúmeno sabe, en efecto, que el
Evangelio que ha descubierto y desea conocer, está vivo en el corazón de los
creyentes. La catequesis no es otra cosa que el proceso de transmisión del
Evangelio tal como la comunidad cristiana lo ha recibido, lo comprende, lo
celebra, lo vive y lo comunica de múltiples formas.
Por eso, cuando la catequesis transmite el misterio de Cristo, en su mensaje
resuena la fe de todo el Pueblo de Dios a lo largo de la historia: la de los
apóstoles, que la recibieron del mismo Cristo y de la acción del Espíritu
Santo; la de los mártires, que la confesaron y la confiesan con su sangre;
la de los santos, que la vivieron y viven en profundidad; la de los Padres y
doctores de la Iglesia, que la enseñaron luminosamente; la de los
misioneros, que la anuncian sin cesar; la de los teólogos, que ayudan a
comprenderla mejor; la de los pastores, en fin, que la custodian con celo y
amor y la enseñan e interpretan auténticamente. En verdad, en la catequesis
está presente la fe de todos los que creen y se dejan conducir por el
Espíritu Santo.
106. Esta fe, transmitida por la comunidad eclesial, es una sola. Aunque los
discípulos de Jesucristo forman una comunidad dispersa por todo el mundo y
aunque la catequesis transmite la fe en lenguajes culturales muy diferentes,
el Evangelio que se entrega es sólo uno, la confesión de fe es única y uno
sólo el Bautismo: “ un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo
Dios y Padre de todos” (Ef 4,5).
La catequesis es, así, en la Iglesia, el servicio que introduce a los
catecúmenos y catequizandos en la unidad de la confesión de fe. (352) Por su
propia naturaleza alimenta el vínculo de la unidad, (353) creando la
conciencia de pertenecer a una gran comunidad que ni el espacio ni el tiempo
pueden limitar: “ Desde el justo Abel hasta el último elegido; hasta los
extremos de la tierra; hasta la consumación del mundo ”. (354)
Carácter histórico del misterio de la salvación
107. La confesión de fe de los discípulos de Jesucristo brota de una Iglesia
peregrina, enviada en misión. No es aún la proclamación gloriosa del final
del camino, sino la que corresponde al “ tiempo de la Iglesia ” (355) La “
economía de la salvación ” tiene un carácter histórico, pues se realiza en
el tiempo: “ empezó en el pasado, se desarrolló y alcanzó su cumbre en
Cristo; despliega su poder en el presente; y espera su consumación en el
futuro ”. (356)
Por eso la Iglesia, al transmitir hoy el mensaje cristiano desde la viva
conciencia que tiene de él, guarda constante “ memoria ”de los
acontecimientos salvíficos del pasado, narrándolos de generación en
generación. A su luz, interpreta los acontecimientos actuales de la historia
humana, donde el Espíritu de Dios renueva la faz de la tierra y permanece en
una espera confiada de la venida del Señor. En la catequesis patrística, la
narración (narratio) de las maravillas obradas por Dios y la espera
(expectatio) del retorno de Cristo acompañaban siempre la exposición
(explanatio) de los misterios de la fe. (357)
108. El carácter histórico del mensaje cristiano obliga a la catequesis a
cuidar estos aspectos:
— Presentar la historia de la salvación por medio de una catequesis bíblica
que dé a conocer las “ obras y palabras ” con las que Dios se ha revelado a
la humanidad: las grandes etapas del Antiguo Testamento, con las que preparó
el camino del Evangelio; (358) la vida de Jesús, Hijo de Dios, encamado en
el seno de María que con sus hechos y enseñanzas llevó a plenitud la
Revelación; (359) y la historia de la Iglesia, transmisora de esa
Revelación. Esta historia, leída desde la fe, es también parte fundamental
del contenido de la catequesis.
— Al explicar el Símbolo de la fe y el contenido de la moral cristiana por
medio de una catequesis doctrinal, el mensaje evangélico ha de iluminar el “
hoy ” de la historia de la salvación. En efecto, “ el ministerio de la
Palabra no sólo recuerda la revelación de las maravillas de Dios hechas en
el pasado... sino que, al mismo tiempo, interpreta, a la luz de esta
revelación, la vida de los hombres de nuestra época, los signos de los
tiempos y las realidades de este mundo, ya que en ellos se realiza el
designio de Dios para la salvación de los hombres ”. (360)
— Situar los sacramentos dentro de la historia de la salvación por medio de
una catequesis mistagógica, que “ relee y revive los acontecimientos de la
historia de la salvación en el “ hoy ” de la liturgia ”. (361) Esta
referencia al “ hoy ” histórico-salvífico es esencial en esta catequesis. Se
ayuda, así, a catecúmenos y catequizandos “ a abrirse a la inteligencia “
espiritual ” de la economía de la salvación ” (362)
— Las “ obras y palabras ” de la Revelación remiten al “ misterio contenido
en ellas ”. (363)“ La catequesis ayudará a hacer el paso del signo al
misterio. Llevará a descubrir, tras la humanidad de Jesús, su condición de
Hijo de Dios; tras la historia de la Iglesia, su misterio como “ sacramento
de salvación ”; tras los “ signos de los tiempos ”, las huellas de la
presencia y de los planes de Dios. La catequesis mostrará, así, el
conocimiento propio de la fe, “ que es un conocimiento por medio de signos
”. (364)
La inculturación del mensaje evangélico (365)
109. La Palabra de Dios se hizo hombre, hombre concreto, situado en el
tiempo y en el espacio, enraizado en una cultura determinada: “ Cristo, por
su encarnación, se unió a las concretas condiciones sociales y culturales de
los hombres con quienes convivió ”.(366) Esta es la originaria “
inculturación ” de la Palabra de Dios y el modelo referencial para toda la
evangelización de la Iglesia, “ llamada a llevar la fuerza del Evangelio al
corazón de la cultura y de las culturas ” (367)
La “ inculturación ” (368) de la fe, por la que se “ asumen en admirable
intercambio todas las riquezas de las naciones dadas a Cristo en herencia ”,
(369) es un proceso profundo y global y un camino lento. (370) No es una
mera adaptación externa que, para hacer más atrayente el mensaje cristiano,
se limitase a cubrirlo de manera decorativa con un barniz superficial. Se
trata, por el contrario, de la penetración del Evangelio en los niveles más
profundos de las personas y de los pueblos, afectándoles “ de una manera
vital, en profundidad y hasta las mismas raíces ” (371) de sus culturas.
En este trabajo de inculturación, sin embargo, las comunidades cristianas
deberán hacer un discernimiento: se trata de “ asumir ”. (372) por una
parte, aquellas riquezas culturales que sean compatibles con la fe; pero se
trata también, por otra parte, de ayudar a “ sanar ” (373) y “ transformar ”
(374) aquellos criterios, líneas de pensamiento o estilos de vida que estén
en contraste con el Reino de Dios. Este discernimiento se rige por dos
principios básicos: “ la compatibilidad con el Evangelio de las varias
culturas a asumir y la comunión con la Iglesia universal ”. (375) Todo el
pueblo de Dios debe implicarse en este proceso, que “ necesita una
gradualidad para que sea verdaderamente expresión de la experiencia
cristiana de la comunidad ”. (376)
110. En esta inculturación de la fe, a la catequesis, se le presentan en
concreto diversas tareas. Entre ellas cabe destacar:
— Considerar a la comunidad eclesial como principal factor de inculturación.
Una expresión, y al mismo tiempo un instrumento eficaz de esta tarea, es el
catequista que, junto a un sentido religioso profundo, debe poseer una viva
sensibilidad social y estar bien enraizado en su ambiente cultural. (377)
— Elaborar unos Catecismos locales que respondan “ a las exigencias que
dimanan de las diferentes culturas (378) presentando el Evangelio en
relación a las aspiraciones, interrogantes y problemas que en esas culturas
aparecen.
— Realizar una oportuna inculturación en el Catecumenado y en las
instituciones catequéticas, incorporando con discernimiento el lenguaje, los
símbolos y los valores de la cultura en que están enraizados los catecúmenos
y catequizandos.
— Presentar el mensaje cristiano de modo que capacite para “ dar razón de la
esperanza ” (1 P 3,15) a los que han de anunciar el Evangelio en medio de
unas culturas a menudo ajenas a lo religioso, y a veces postcristianas. Una
apologética acertada, que ayude al diálogo “ fe-cultura ”, se hace
imprescindible.
La integridad del mensaje evangélico
111. En la tarea de la inculturación de la fe, la catequesis debe transmitir
el mensaje evangélico en toda su integridad y pureza. Jesús anuncia el
Evangelio íntegramente: “ Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer ” (Jn 15,15). Y esta misma integridad la exige Cristo de sus
discípulos, al enviarles a la misión: “ Enseñadles a guardar todo lo que yo
os he mandado ”(Mt 28,19). Por eso, un criterio fundamental de la catequesis
es el de salvaguardar la integridad del mensaje, evitando presentaciones
parciales o deformadas del mismo: “ A fin de que la “oblación de su fe” sea
perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la
“palabra de la fe” no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e
integral, en todo su rigor y su vigor ”. (379)
112. Dos dimensiones íntimamente unidas subyacen a este criterio. Se trata,
en efecto de:
— Presentar el mensaje evangélico íntegro, sin silenciar ningún aspecto
fundamental o realizar una selección en el depósito de la fe. (380) La
catequesis, al contrario, “ debe procurar diligentemente proponer con
fidelidad el tesoro íntegro del mensaje cristiano ”. (381) Esto debe
hacerse, sin embargo, gradualmente, siguiendo el ejemplo de la pedagogía
divina, con la que Dios se ha ido revelando de manera progresiva y gradual.
La integridad debe compaginarse con la adaptación.
La catequesis, en consecuencia, parte de una sencilla proposición de la
estructura íntegra del mensaje cristiano, y la expone de manera adaptada a
la capacidad de los destinatarios. Sin limitarse a esta exposición inicial,
la catequesis, gradualmente, propondrá el mensaje de manera cada vez más
amplia y explícita, según la capacidad del catequizando y el carácter propio
de la catequesis. (382) Estos dos niveles de exposición íntegra del mensaje
son denominados “ integridad intensiva ” e “ integridad extensiva ”.
— Presentar el mensaje evangélico auténtico, en toda su pureza, sin reducir
sus exigencias, por temor al rechazo; y sin imponer cargas pesadas que él no
incluye, pues el yugo de Jesús es suave. (383)
Este criterio acerca de la autenticidad está íntimamente vinculado al de la
inculturación, porque ésta tiene la función de “ traducir ” (384) n lo
esencial del mensaje a un determinado lenguaje cultural. En esta necesaria
tarea, se da siempre una tensión: “ la evangelización pierde mucho de su
fuerza si no toma en consideración al pueblo concreto al que se dirige ”,
pero también “ corre el riesgo de perder su alma y desvanecerse si se vacía
o desvirtúa su contenido, bajo el pretexto de traducirlo ”. (385)
113. En esta compleja relación entre inculturación e integridad del mensaje
cristiano, el criterio que debe seguirse es el de una actitud evangélica de
“ apertura misionera para la salvación integral del mundo ”. (386) Esta
actitud debe saber conjugar la aceptación de los valores verdaderamente
humanos y religiosos, por encima de cerrazones inmovilistas, con el
compromiso misionero de anunciar toda la verdad del evangelio, por encima de
fáciles acomodaciones que llevarían a desvirtuar el Evangelio y a
secularizar la Iglesia. La autenticidad evangélica excluye ambas actitudes,
contrarias al verdadero sentido de la misión.
Un mensaje orgánico y jerarquizado
114. El mensaje que transmite la catequesis tiene “ un carácter orgánico y
jerarquizado ”, (387) constituyendo una síntesis coherente y vital de la fe.
Se organiza en torno al misterio de la Santísima Trinidad, en una
perspectiva cristocéntrica, ya que este misterio es “ la fuente de todos los
otros misterios de la fe y la luz que los ilumina ”. (388) A partir de él,
la armonía del conjunto del mensaje requiere una “ jerarquía de verdades
(389) por ser diversa la conexión de cada una de ellas con el fundamento de
la fe cristiana. Ahora bien “ esta jerarquía no significa que algunas
verdades pertenezcan a la fe menos que otras, sino que algunas verdades se
apoyan en otras como más principales y son iluminadas por ellas ” (390)
115. Todos los aspectos y dimensiones del mensaje cristiano participan de
esta organicidad jerarquizada:
— La historia de la salvación, al narrar las “maravillas de Dios” (mirabilia
Dei), las que hizo, hace y hará por nosotros, se organiza en torno a
Jesucristo, “ centro de la historia de la salvación ”. (391) La preparación
al Evangelio, en el Antiguo Testamento, la plenitud de la Revelación en
Jesucristo, y el tiempo de la Iglesia, estructuran toda la historia
salvífica, de la que la creación y la escatología son su principio y su fin.
— El Símbolo apostólico muestra cómo la Iglesia ha querido siempre presentar
el misterio cristiano en una síntesis vital. Este símbolo es el resumen y la
clave de lectura de toda la Escritura y de toda la doctrina de la Iglesia,
que se ordena jerárquicamente en torno a él. (392)
— Los sacramentos son, también, un todo orgánico, que como fuerzas
regeneradoras brotan del misterio pascual de Jesucrísto, ��� formando un
organismo en el que cada sacramento particular tiene su lugar vital (393) La
Eucaristía ocupa en este cuerpo orgánico un puesto único, hacia el que los
demás sacramentos están ordenados: se presenta como “ sacramento de los
sacramentos ”. (394)
— El doble mandamiento del amor, a Dios y al prójimo, es —en el mensaje
moral— la jerarquía de valores que el propio Jesús estableció: “ De estos
mandamientos pende toda la Ley y los Profetas ” (Mt 22, 40). El amor a Dios
y al prójimo, que resumen el decálogo, si son vividos con el espíritu de las
bienaventuranzas evangélicas, constituyen la carta magna de la vida
cristiana que Jesús proclamó en el sermón del Monte. (395)
— El Padre nuestro, condensando la esencia del Evangelio, sintetiza y
jerarquiza las inmensas riquezas de oración contenidas en la Sagrada
Escritura y en toda la vida de la Iglesia. Esta oración, propuesta a sus
discípulos por el propio Jesús, trasluce la confianza filial y los deseos
más profundos con que una persona puede dirigirse a Dios. (396)
Un mensaje significativo para la persona humana
116. La Palabra de Dios, al hacerse hombre, asume la naturaleza humana en
todo menos en el pecado. De este modo, Jesucristo que es “imagen de Dios
invisible” (Col 1,15), es también el hombre perfecto. De ahí que “ en
realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo
encarnado ”. (397)
La catequesis, al presentar el mensaje cristiano, no sólo muestra quién es
Dios y cuál es su designio salvífico, sino que, como hizo el propio Jesús,
muestra también plenamente quién es el hombre al propio hombre y cuál es su
altísima vocación. (398) La revelación, en efecto, “ no está aislada de la
vida, ni yuxtapuesta artificialmente a ella. Se refiere al sentido último de
la existencia y la ilumina, ya para inspirarla ya para juzgarla, a la luz
del Evangelio ”. (399)
La relación del mensaje cristiano con la experiencia humana no es puramente
metodológica, sino que brota de la finalidad misma de la catequesis, que
busca la comunión de la persona humana con Jesucristo. Jesús, en su vida
terrena, vivió plenamente su humanidad: “ trabajó con manos de hombre, pensó
con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de
hombre ”. (400) Pues bien, “ todo lo que Cristo vivió, hace que podamos
vivirlo en El y que El lo viva en nosotros ”. (401) La catequesis actúa
sobre esta identidad de experiencia humana entre Jesús, Maestro, y el
discípulo, y enseña a pensar como El, obrar como El, amar como El (402)
Vivir la comunión con Cristo es hacer la experiencia de la vida nueva de la
gracia. (403)
117. Por esta razón, eminentemente crístológica, la catequesis, al presentar
el mensaje cristiano, “ debe preocuparse por orientar la atención de los
hombres hacia sus experiencias de mayor importancia, tanto personales como
sociales, siendo tarea suya plantear, a la luz del Evangelio, los
interrogantes que brotan de ellas, de modo que se estimule el justo deseo de
transformar la propia conducta ”. (404) En este sentido:
— En la primera evangelización, propia del precatecumenado o de la
precatequesis, el anuncio del Evangelio se hará siempre en íntima conexión
con la naturaleza humana y sus aspiraciones, mostrando cómo satisface
plenamente al corazón humano. (405)
— En la catequesis bíblica, se ayudará a interpretar la vida humana actual a
la luz de las experiencias vividas por el pueblo de Israel, por Jesucristo y
por la comunidad eclesial, en la cual el Espíritu de Cristo resucitado vive
y opera continuamente.
— En la explicación del Símbolo, la catequesis mostrará cómo los grandes
temas de la fe (creación, pecado original, Encarnación, Pascua, Pentecostés,
escatología...) son siempre fuente de vida y de luz para el ser humano.
— La catequesis moral, al presentar en qué consiste la vida digna del
Evangelio (406) y promover las bienaventuranzas evangélicas como espíritu
que impregna al decálogo, las enraizará en las virtudes humanas, presentes
en el corazón del hombre (407)
— En la catequesis litúrgica, deberá ser constante la referencia a las
grandes experiencia humanas, significadas por los signos y los símbolos de
la acción litúrgica a partir de la cultura judía y cristiana. (408)
Principio metodológico para la presentación del mensaje (409)
118. Las normas y criterios señalados en este capítulo y “ que pertenecen a
la exposición del contenido de la catequesis, deben ser aplicadas en las
diferentes formas de catequesis: es decir, en la catequesis bíblica y
litúrgica, en el resumen doctrinal, en la interpretación de las situaciones
de la existencia humana, etc. ”. (410)
De estos criterios y normas, sin embargo, no puede deducirse el orden que
hay que guardar en la exposición del contenido. En efecto, “ es posible que
en la situación actual de la catequesis, razones de método de pedagogía
aconsejen organizar la comunicación de las riquezas del contenido de la
catequesis de un modo más bien que de otro ”. (411) Se puede partir de Dios
para llegar a Cristo, y al contrario; igualmente, se puede partir del hombre
para llegar a Dios, y al contrario. La adopción de un orden determinado en
la presentación del mensaje debe condicionarse a las circunstancias y a la
situación de fe del que recibe la catequesis.
Hay que escoger el itinerario pedagógico más adaptado a las circunstancias
por las que atraviesa la comunidad eclesial o los destinatarios concretos a
los que se dirige la catequesis. De aquí la necesidad de investigar
cuidadosamente y de encontrar los caminos y los modos que mejor respondan a
las diversas situaciones.
Corresponde a los Obispos dar normas más precisas en esta materia y
aplicarlas mediante Directorios catequéticos, Catecismos para diferentes
edades y situaciones culturales, y con otros medios que parezcan oportunos.
(412)
CAPÍTULO II
“ Esta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia ”
“ Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir,
para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se
encuentra perfecto y preparado para toda obra buena ” (2 Tm 3,16).
“Mantenéos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de
nosotros, de viva voz o por carta ” preparado para toda obra buena ” (2 Ts
2,15).
119. Este capítulo reflexiona sobre el contenido de la catequesis tal como
la Iglesia lo expone en las síntesis de fe que oficialmente elabora y
propone en sus Catecismos.
La Iglesia ha dispuesto siempre de formulaciones de la fe que, en forma
breve, condensan lo esencial de lo que Ella cree y vive: textos
neotestamentarios, símbolos o credos, fórmulas litúrgicas, plegarias
eucarísticas. Más tarde ha considerado también conveniente explicar de modo
más amplio la fe, a manera de una síntesis orgánica, por medio de los
Catecismos que, en numerosas Iglesias locales, se han ido elaborando en
estos últimos siglos. En dos momentos históricos, con ocasión del concilio
de Trento y en nuestros días, se ha considerado oportuno ofrecer una
exposición orgánica de la fe mediante un Catecismo de carácter universal,
como punto de referencia para la catequesis en toda la Iglesia. Así, en
efecto, ha procedido Juan Pablo II, al promulgar el Catecismo de la Iglesia
Católica el 11 de octubre de 1992.
El presente capítulo trata de situar estos instrumentos oficiales; de la
Iglesia, como son los Catecismos, en relación a la actividad o práctica
catequética.
En primer lugar reflexionará sobre el Catecismo de la Iglesia Católica,
procurando clarificar el papel que le corresponde desempeñar en el conjunto
de la catequesis eclesial. Se analiza, después, la necesidad de los
Catecismos locales, que tienen por objeto adaptar el contenido de la fe a
las diferentes situaciones y culturas y se ofrecerán algunas orientaciones
para facilitar su elaboración. La Iglesia, al contemplar la riqueza del
contenido de la fe expuesta en estos instrumentos que los propios Obispos
proponen al Pueblo de Dios y que, a modo de “ sinfonía ” (413) expresan lo
que Ella cree, celebra, vive y proclama: “ Esta es nuestra fe, esta es la fe
de la Iglesia ”.
El Catecismo de la Iglesia Católica y el Directorio General para la
Catequesis
120. El Catecismo de la Iglesia Católica y el Directorio General para la
Catequesis son dos instrumentos distintos y complementarios, al servicio de
la acción catequizadora de la Iglesia:
— El Catecismo de la Iglesia Católica es “ una exposición de la fe de la
Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas e iluminadas por la Sagrada
Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia ” (414)
— El Directorio General para la Catequesis es la proposición de “ unos
principios teológico-pastorales de carácter fundamental, tomados del
Magisterio de la Iglesia y particularmente del Concilio Ecuménico Vaticano
II, por los que pueda orientarse y regirse más adecuadamente ” (415) la
actividad catequética de la Iglesia.
Ambos instrumentos, cada uno en su género y desde su específica autoridad,
se complementan mutuamente:
— El Catecismo de la Iglesia Católica es un acto del Magisterio del Papa por
el que, en nuestro tiempo, sintetiza normativamente, en virtud de la
Autoridad apostólica, la totalidad de la fe católica y la ofrece, ante todo
a las Iglesias particulares, como punto de referencia para la exposición
auténtica del contenido de la fe.
— El Directorio General para la Catequesis, por su parte, tiene el valor que
la Santa Sede ordinariamente otorga a estos instrumentos de orientación, al
aprobarlos y confirmarlos. Es un instrumento oficial para la transmisión del
mensaje evangélico y para el conjunto del acto de catequizar.
— El carácter de complementariedad de ambos instrumentos justifica, como se
indica en el Prefacio, que el presente Directorio General para la Catequesis
no tenga que dedicar un capítulo a la exposición de los contenidos de la fe,
como lo hacía el Directorio de 1971 bajo el título: “ Principales elementos
del mensaje cristiano ”. (416) Por eso, en lo concerniente al contenido del
mensaje, el Directorio General para la Catequesis remite al Catecismo de la
Iglesia Católica, del cual quiere ser el instrumento metodológico para su
aplicación concreta.
La presentación del Catecismo de la Iglesia Católica, que seguidamente se
hace, no ha sido elaborada ni para resumir ni para justificar dicho
instrumento del Magisterio, sino para procurar una mejor comprensión y
recepción del Catecismo en la actividad catequética.
EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Finalidad y naturaleza del Catecismo de la Iglesia Católica
121. El propio Catecismo de la Iglesia Católica indica, en su prólogo, el
fin que persigue: “ Este catecismo tiene por fin presentar una exposición
orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la
doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del
Concilio Vaticano II y del conjunto de la Tradición de la Iglesia ”. (417)
El Magisterio de la Iglesia con el Catecísmo de la Iglesia Católica ha
querido ofrecer un servicio eclesial para nuestro tiempo, reconociéndolo:
— “ Instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial ”.
(418) Desea fomentar el vínculo de unidad al facilitar en los discípulos de
Jesucristo “ la profesión de una misma fe recibida de los apóstoles ” (419)
— “ Norma segura para la enseñanza de la fe ” (420) Ante el legítimo derecho
de todo bautizado de conocer lo que la Iglesia ha recibido y cree, el
Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una respuesta clara. Es, por ello,
referente fundamental para la catequesis y para las demás formas del
ministerio de la Palabra.
— “ Punto de referencia para los catecismos o compendios que se redacten en
las diversas regiones ”. (421) El Catecismo de la Iglesia Católica, en
efecto, no está destinado a sustituir a los catecismos locales, (422) sino a
“ alentar y facilitar la redacción de nuevos catecismos locales que tengan
en cuenta las diversas situaciones y culturas, pero que guarden
cuidadosamente la unidad de la fe y la fidelidad a la doctrina católica ”.
(423)
La naturaleza o carácter propio de este documento del Magisterio consiste en
el hecho de que se presenta como síntesis orgánica de la fe de valor
universal. En esto difiere de otros documentos del Magisterio, que no
pretenden ofrecer dicha Síntesis. Es diferente también de los Catecismos
locales, los cuales, aunque elaborados en la comunión eclesial, se destinan,
sin embargo, al servicio de una porción determinada del Pueblo de Dios.
La articulación del Catecismo de la Iglesia Católica
122. El Catecismo de la Iglesia Católica se articula en torno a cuatro
dimensiones fundamentales de la vida cristiana: la profesión de fe, la
celebración litúrgica, la moral evangélica y la oración. Las cuatro brotan
de un mismo núcleo, el misterio cristiano, que:
— “ es el objeto de la fe (primera parte);
— es celebrado y comunicado en las acciones litúrgicas (segunda parte);
— está presente para iluminar y sostener a los hijos de Dios en su obrar
(tercera parte);
— es el fundamento de nuestra oración, cuya expresión privilegiada es el “
Padre nuestro ”, y que constituye el objeto de nuestra petición, nuestra
alabanza y nuestra intercesión (cuarta parte) ”. (424)
Esta articulación cuatripartita desarrolla los aspectos esenciales de la fe:
— creer en Dios creador, Uno y Trino, y en su designio salvífico;
— ser santificado por El en la vida sacramental;
— amarle con todo el corazón y amar al prójimo como a sí mismo;
— orar esperando la venida de su Reino y el encuentro cara a cara con El.
El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere así a la fe creída,
celebrada, vivida y hecha oración y constituye una llamada a una educación
cristiana integral.
La articulación del Catecismo de la Iglesia Católica remite a la unidad
profunda de la vida cristiana. En él se hace explícita la interrelación
entre “ lex orandi ”, “ lex credendi ” y “ lex vivendi ”. “ La Liturgia es,
por sí misma, oración; la confesión de fe tiene su justo lugar en la
celebración del culto. La gracia, fruto de los sacramentos, es la condición
insustituible del obrar cristiano, igual que la participación en la liturgia
requiere la fe. Si la fe no se concreta en obras permanece muerta y no puede
dar frutos de vida eterna ”. (425)
Con esta articulación tradicional en torno a los cuatro pilares que
sostienen la transmisión de la fe (símbolo, sacramentos, decálogo, Padre
nuestro), (426) el Catecismo de la Iglesia Católica se ofrece como referente
doctrinal en la educación de las cuatro tareas básicas de la catequesis
(427) y para la elaboración de Catecismos locales, pero no pretende imponer
ni a aquélla ni a éstos una configuración determinada. El modo más adecuado
de ordenar los elementos del contenido de la catequesis debe responder a las
respectivas circunstancias concretas y no se debe establecer a través del
Catecismo común. (428) La exquisita fidelidad a la doctrina católica es
compatible con una rica diversidad en el modo de presentarla.
La inspiración del Catecismo de la Iglesia Católica: el cristocentrismo
trinitario y la sublimidad de la vocación de la persona humana
123. El eje central de la articulación del Catecismo de la Iglesia Católica
es Jesucristo, “ camino, verdad y vida ” (Jn 14,6).
El Catecismo de la Iglesia Católica, centrado en Jesucristo, se abre en dos
direcciones: hacia Dios y hacia la persona humana.
— El misterio de Dios, Uno y Trino, y su economía salvífica, inspira y
jerarquiza desde dentro al Catecismo de la Iglesia Católica en su conjunto,
así como a cada una de sus partes. La profesión de fe, la liturgia, la moral
evangélica y la oración tienen, en el Catecismo de la Iglesia Católica, una
inspiración trinitaria, que atraviesa toda la obra como hilo conductor.
(429) Este elemento central inspirador contribuye a dar al texto un profundo
carácter religioso.
— El misterio de la persona humana es presentado por el Catecismo de la
Iglesia Católica a lo largo de sus páginas y, sobre todo, en algunos
capítulos especialmente significativos: “ El hombre es capaz de Dios ”, “ La
creación del hombre ”, “ El Hijo de Dios se hizo hombre ”, “ La vocación del
hombre: la vida en el Espíritu ”... y otros más. (430) Esta doctrina,
contemplada a la luz de la naturaleza humana de Jesús, hombre perfecto,
muestra la altísima vocación y el ideal de perfección a la que toda persona
humana es llamada.
En verdad, toda la doctrina del Catecismo de la Iglesia Católica queda
sintetizada en este pensamiento conciliar: “ Jesucristo, en la misma
revelación del Padre y de su amor, manifiesta plenamente lo que es el hombre
al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación ”. (431)
El género literario del Catecismo de la Iglesia Católica
124. Es importante descubrir el género literario del Catecismo de la Iglesia
Católica para respetar la función que la autoridad de la Iglesia le atribuye
en el ejercicio y renovación de la actividad catequética en nuestro tiempo.
Los rasgos principales que definen el género literario del Catecismo de la
Iglesia Católica son:
— El Catecismo de la Iglesia Católica es, ante todo, un catecismo; es decir,
un texto oficial del Magisterio de la Iglesia que, con autoridad, recoge de
forma precisa, a modo de síntesis orgánica, los acontecimientos y verdades
salvíficas fundamentales, que expresan la fe común del pueblo de Dios, y que
constituyen la referencia básica e indispensable para la catequesis.
— Por ser un catecismo, el Catecismo de la Iglesia Católica recoge lo que es
básico y común en la vida cristiana, sin proponer como doctrina de fe
interpretaciones particulares, que no son sino opiniones privadas o
pareceres de alguna escuela teológica. (432)
— El Catecismo de la Iglesia Católica es, por otra parte, un catecismo de
carácter universal, ofrecido a toda la Iglesia. En él se presenta una
síntesis actualizada de la fe, que incorpora la doctrina del Concilio
Vaticano II y los interrogantes religiosos y morales de nuestra época. Pero,
“ por su misma finalidad, este catecismo no se propone dar una respuesta
adaptada, tanto en el contenido como en el método, a las exigencias que
dimanan de las diferentes culturas, de las edades, de la vida espiritual y
de situaciones sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la
catequesis. Estas indispensables adaptaciones corresponden a catecismos
propios de cada lugar, y más aún a aquellos que toman a su cargo instruir a
los fieles ”. (433)
El depósito de la fe y el Catecismo de la Iglesia Católica
125. El Concilio Vaticano II se propuso como tarea principal la de custodiar
y explicar mejor el depósito precioso de la doctrina cristiana, con el fin
de hacerlo más accesible a los fieles de Cristo y a todos los hombres de
buena voluntad.
El contenido de este depósito es la Palabra de Dios, custodiada en la
Iglesia. El Magisterio de la Iglesia, habiéndose propuesto elaborar un texto
de referencia para la enseñanza de la fe, ha elegido de este precioso tesoro
las cosas nuevas y antiguas que ha considerado más convenientes para el fin
pretendido. El Catecismo de la Iglesia Católica se presenta así como un
servicio fundamental: ayudar a que el anuncio del Evangelio y la enseñanza
de la fe, que toman su mensaje del depósito de la Tradición y de la Sagrada
Escritura confiado a la Iglesia se realicen con total autenticidad. El
Catecismo de la Iglesia Católica no es la única fuente de la catequesis, ya
que, como acto del Magisterio, no está por encima de la Palabra de Dios,
sino a su servicio. Pero es un acto, especialmente relevante, de
interpretación auténtica de esa Palabra, con el propósito de ayudar a que el
Evangelio sea anunciado y transmitido en toda su verdad y pureza.
126. A la luz de esta relación del Catecismo de la Iglesia Católica respecto
al depósito de la fe conviene esclarecer dos cuestiones de vital importancia
para la catequesis:
— la relación de la Sagrada Escritura y el Catecismo de la Iglesia Católica
como puntos de referencia para el contenido de la catequesis;
— la relación entre la tradición catequética de los Padres de la Iglesia,
con su riqueza de contenidos y comprensión del proceso catequético, y el
Catecismo de la Iglesia Católica.
La Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica y la catequesis
127. La Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II, subraya la
importancia fundamental de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. La
Sagrada Escritura es presentada, juntamente con la Sagrada Tradición, como
regla suprema de la fe ”, ya que transmite “ inmutablemente la palabra del
mismo Dios y, en las palabras de los Apóstoles y los Profetas, hace resonar
la voz del Espíritu Santo ” (434) Por eso la Iglesia quiere que, en todo el
ministerio de la Palabra, la Sagrada Escritura tenga un puesto preeminente.
La catequesis, en concreto, debe ser “ una auténtica introducción a la
‘lectio divina’, es decir, a la lectura de la Sagrada Escritura, hecha según
el Espíritu que habita en la Iglesia ” n (435)
En este sentido, “ hablar de la Tradición y de la Escritura como fuentes de
la catequesis es subrayar que ésta ha de estar totalmente impregnada por el
pensamiento, el espíritu y las actitudes bíblicas y evangélicas, a través de
un contacto asiduo con los mismos textos; y es también recordar que la
catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los textos con la
inteligencia y el corazón de la Iglesia ” (436) En esta lectura eclesial de
la Escritura, hecha a la luz de la Tradición, el Catecismo de la Iglesia
Católica desempeña un papel muy importante.
128. La Sagrada Escritura y el Catecismo de la Iglesia Católica se presentan
como dos puntos de referencia para inspirar toda la acción catequizadora de
la Iglesia en nuestro tiempo:
— En efecto, la Sagrada Escritura, como “ Palabra de Dios escrita bajo la
inspiración del Espíritu Santo ” (437) y el Catecismo de la Iglesia
Católica, como expresión relevante actual de la Tradición viva de la Iglesia
y norma segura para la enseñanza de la fe, están llamados, cada uno a su
modo y según su específica autoridad, a fecundar la catequesis en la Iglesia
contemporánea.
— La catequesis transmite el contenido de la Palabra de Dios según las dos
modalidades con que la Iglesia lo posee, lo interioriza y lo vive: como
narración de la Historia de la Salvación y como explicación del Símbolo de
la fe. La Sagrada Escritura y el Catecismo de la Iglesia Católica han de
inspirar tanto la catequesis bíblica como la catequesis doctrinal, que
canalizan ese contenido de la Palabra de Dios.
— Es importante que, en el desarrollo ordinario de la catequesis, los
catecúmenos y catequizandos puedan apoyarse tanto en la Sagrada Escritura
como en el Catecismo local. La catequesis, en definitiva, no es otra cosa
que la transmisión, vital y significativa, de estos documentos de la fe.
(438)
La tradición catequética de los Santos Padres y el Catecismo de la Iglesia
Católica
129. En el “ depósito de la fe ”, junto con la Escritura, está contenida
toda la Tradición de la Iglesia. “ Los dichos de los Santos Padres
atestiguan la presencia vivificante de esta Tradición, cuyas riquezas se
infunden en la práctica y la vida de la Iglesia creyente y orante ” (439)
En referencia a tanta riqueza doctrinal y pastoral, algunos aspectos merecen
destacarse:
— La importancia decisiva que los Padres atribuyen al Catecumenado bautismal
en la configuración de las Iglesias particulares.
— La concepción gradual y progresiva de la formación cristiana, estructurada
en etapas. (440) Los Padres configuran el catecumenado inspirándose en la
pedagogía divina. En el proceso catecumenal, el catecúmeno, como el pueblo
de Israel, recorre un camino para llegar a la tierra de la promesa: la
identificación bautismal con Cristo. (441)
— La estructuración del contenido de la catequesis según las etapas de ese
proceso. En la catequesis patrística, la “ narración ” de la historia de la
salvación era lo primero. Después, avanzada la Cuaresma, se hacían las
entregas del Símbolo y del Padre nuestro y se procedía a su “ explicación ”,
con todas sus implicaciones morales. La catequesis mistagógica, una vez
celebrados los sacramentos de la iniciación, ayudaba a interiorizarlos y
gustarlos.
130. El Catecismo de la Iglesia Católica, por su parte, aporta a la
catequesis la gran tradición de los catecismos. (442) De la gran riqueza de
esta tradición, también aquí algunos aspectos merecen destacarse:
— La dimensión cognoscitiva o veritativa de la fe. Esta no es sólo adhesión
vital a Dios sino también asentimiento intelectual y de la voluntad a la
verdad revelada. Los catecismos recuerdan constantemente a la Iglesia la
necesidad de que los fieles, aunque sea de modo sencillo, tengan un
conocimiento orgánico de la fe.
— La educación de la fe, enraizada en todas las fuentes de las que brota,
abarca diferentes dimensiones: una fe profesada, celebrada, vivida y hecha
oración.
La riqueza de la tradición patrística y la de los catecismos confluye en la
catequesis actual de la Iglesia, enriqueciéndola tanto en su misma
concepción como en sus contenidos. Recuerdan a la catequesis los siete
elementos básicos que la configuran: las tres etapas de la narración de la
Historia de la salvación: el Antiguo Testamento, la vida de Jesucristo y la
historia de la Iglesia; y los cuatro pilares de la exposición: el Símbolo,
los Sacramentos, el Decálogo y el Padre nuestro. Con estas siete piezas
maestras, base tanto del proceso de la catequesis de iniciación como del
proceso permanente de maduración cristiana, pueden construirse edificios de
diversa arquitectura o articulación, según los destinatarios o las
diferentes situaciones culturales.
LOS CATECISMOS EN LAS IGLESIAS LOCALES
Los Catecismos locales su necesidad (443)
131. El Catecismo de la Iglesia Católica se ofrece a todos los fieles y a
todo hombre que quiera conocer lo que la Iglesia cree; (444) y, de modo muy
particular, “ se destina a alentar y facilitar la redacción de nuevos
catecismos locales que tengan en cuenta las diversas situaciones y culturas,
pero que guarden cuidadosamente la unidad de la fe y la fidelidad a la
doctrina católica. (445)
Los Catecismos locales, en efecto, elaborados o aprobados por Obispos
diocesanos o por Conferencias Episcopales, (446) son instrumentos
inapreciables para la catequesis, “ llamada a llevar la fuerza del Evangelio
al corazón de la cultura y de las culturas ”(447)
Por esta razón, Juan Pablo II ha dirigido un cálido llamamiento a las
Conferencias episcopales de todo el mundo, diciéndoles:
“ Emprendan, con paciencia, pero también con firme resolución, el imponente
trabajo a realizar de acuerdo con la Sede Apostólica, para lograr catecismos
fieles a los contenidos esenciales de la Revelación, y puestos al día en lo
que se refiere al método, capaces de educar en una fe robusta a las
generaciones cristianas de los tiempos nuevos ” (448)
Por medio de los Catecismos locales, la Iglesia actualiza la “ pedagogía
divina ” (449) que Dios utilizó en la Revelación, al adaptar su lenguaje a
nuestra naturaleza con su providencia solícita. (450) En los Catecismos
locales, la Iglesia comunica el Evangelio de una manera muy accesible a la
persona humana, para que ésta pueda realmente percibirlo como buena noticia
de salvación. Los Catecismos locales se convierten, así, en expresión
palpable de la admirable “ condescendencia ” (451) de Dios y de su “ amor
inefable ” (452) al mundo.
El género literario de un Catecismo local
132. Tres rasgos principales caracterizan a todo catecismo, asumido como
propio de una Iglesia local: su carácter oficial, la síntesis orgánica y
básica de la fe que ofrece y el hecho de ser ofrecido, junto a la Sagrada
Escritura, como punto de referencia para la catequesis.
— El Catecismo local, en efecto, es texto oficial de la Iglesia. De alguna
forma visibiliza la “ entrega del Símbolo ” y la “entrega del Padre nuestro
” a los catecúmenos y a los que van a ser bautizados. Es la expresión, por
tanto, de un acto de tradición.
El carácter oficial del Catecismo local establece una distinción cualitativa
respecto a los demás instrumentos de trabajo, útiles en la pedagogía
catequética (textos didácticos, catecismos no oficiales, guías del
catequista...).
— Todo catecismo es, además, un texto de base y de carácter:
sintético, en el que se presentan, de manera orgánica y atendiendo a la
“jerarquía de verdades ”, los acontecimientos y verdades., fundamentales del
misterio cristiano.
— El Catecismo local presenta, en su organicidad, un compendio de los “
documentos de la Revelación y de la tradición cristiana ”, (453) que son
ofrecidos en la rica diversidad de “ lenguajes ”en que se expresa la Palabra
de Dios.
El Catecismo local se ofrece, finalmente, como punto de referencia
inspirador de la catequesis. La Sagrada Escritura y el Catecismo son los dos
documentos doctrinales de base en el proceso de catequización, para tener
siempre a mano. Siendo uno y otro los instrumentos primordiales, no son los
únicos: se requieren otros instrumentos de trabajo más inmediatos. (454) Por
tanto, es legítimo preguntarse si un Catecismo oficial debe incluir
elementos pedagógicos o, por el contrario, debe limitarse a ser una síntesis
doctrinal, ofreciendo sólo las fuentes.
En cualquier caso, al ser el catecismo un instrumento para el acto
catequético, que es acto de comunicación, responde siempre a una clara
inspiración pedagógica, y siempre debe transparentar, dentro de su género,
la pedagogía divina. Las cuestiones más claramente metodológicas son,
ordinariamente, más propias de otros instrumentos.
Los aspectos de la adaptación en un Catecismo local. (455)
133. El Catecismo de la Iglesia Católica indica cuáles son los aspectos que
deben ser tenidos en cuenta a la hora de adaptar o contextualizar la
síntesis orgánica de la fe que todo Catecismo local debe ofrecer. Esta
síntesis de fe debe responder a las exigencias que dimanan de “ las
diferentes culturas, de las edades, de la vida espiritual, de las
situaciones sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la
catequesis ”. (456) También el Concilio Vaticano II afirma con énfasis la
necesidad de adaptar el mensaje evangélico: “ Esta predicación acomodada de
la palabra revelada debe mantenerse como ley de toda evangelización ”. (457)
Según esto:
— Un Catecismo local ha de presentar la síntesis de fe en referencia a la
cultura concreta en que viven inmersos los catecúmenos y catequizandos.
Incorporará, por tanto, todas aquellas “ expresiones originales de vida, de
celebración y de pensamiento cristianos ”, (459) surgidas de la propia
tradición cultural y que son fruto del trabajo y de la inculturación de la
Iglesia local.
— Un Catecismo local, “ fiel al mensaje y fiel a la persona humana ~
presenta el misterio cristiano de modo significativo y cercano a la
psicología y mentalidad de la edad del destinatario concreto y, en
consecuencia, en clara referencia a las experiencias nucleares de su vida.
(460)
— También se debe cuidar, de manera muy especial, la forma concreta de vivir
el hecho religioso en una sociedad determinada. No es lo mismo ofrecer un
Catecismo en un ambiente de marcada indiferencia religiosa que en un
contexto de honda religiosidad. (461) El tratamiento, en concreto, de la
relación “ fe-ciencia ” ha de estar muy cuidado en todo catecismo.
— La problemática social circundante, al menos en sus elementos
estructurantes más profundos (económicos, políticos, familiares...), es un
factor importante para contextualizar el Catecismo. Inspirándose en la
doctrina social de la Iglesia, el Catecismo sabrá ofrecer criterios,
motivaciones y pautas de acción que iluminen la presencia cristiana en medio
de esa problemática. (462)
— Finalmente, la situación eclesial concreta que vive la Iglesia particular
es, sobre todo, el contexto obligado al que referir el Catecismo.
Obviamente, no las situaciones coyunturales, a las que se atiende mediante
otros escritos magisteriales, sino la situación más permanente que reclama
una evangelización con acentos más específicos y determinados. (463)
La creatividad de las Iglesias locales respecto a la elaboración de
Catecismos
134. Las Iglesias locales, en la tarea de adaptar, contextualizar e
inculturar el mensaje evangélico a las diferentes edades, situaciones y
culturas, por medio de los Catecismos, necesitan una certera y madura
creatividad. Del depositum fidei, confiado a la Iglesia, las Iglesias
locales han de seleccionar, estructurar y expresar, bajo la guía del
Espíritu Santo, Maestro interior, todos aquellos elementos con los que
transmitir, en una situación determinada, el Evangelio en toda su
autenticidad.
En esta difícil tarea, el Catecismo de la Iglesia Católica es “ punto de
referencia ” para garantizar la unidad de la fe. El presente Directorio
General para la Catequesis, por su parte, ofrece los criterios básicos que
deben orientar la presentación del mensaje cristiano.
135. En la elaboración de los Catecismos locales conviene recordar lo
siguiente:
— Se trata, ante todo, de elaborar verdaderos Catecismos adaptados e
inculturados. En este sentido conviene distinguir entre lo que es un
Catecismo, que actualiza el mensaje cristiano a las distintas edades,
situaciones y culturas, y lo que es una mera síntesis del Catecismo de la
Iglesia Católica, como instrumento de introducción al estudio del mismo. Son
dos géneros diferentes. (464)
— Los Catecismos locales pueden tener un carácter diocesano, regional o
nacional. (465)
— Atendiendo a la estructuración de los contenidos, los diferentes
Episcopados publican, de hecho, Catecismos con diversas articulaciones o
configuraciones. Como ya se ha indicado, el Catecismo de la Iglesia Católica
es propuesto como referente doctrinal, pero no quiere imponerse con él, para
toda la Iglesia, una configuración determinada de catecismo. Hay, así,
Catecismos con una configuración trinitaria, otros se estructuran según las
etapas de la historia de la salvación, otros siguiendo un tema bíblico o
teológico de gran densidad (Alianza, Reino de Dios, etc.), otros lo hacen
según las dimensiones de la fe, otros siguiendo el año litúrgico.
— Atendiendo a la manera de expresar el mensaje evangélico, la creatividad
de un Catecismo incide, también, en la misma formulación del contenido.
(466) Evidentemente, un catecismo debe ser fiel al depósito de la fe en el
modo de expresar la sustancia doctrinal del mensaje cristiano: “ Las
Iglesias particulares profundamente compenetradas no sólo con las personas,
sino con las aspiraciones, las riquezas y límites, las maneras de orar, de
amar, de considerar la vida y el mundo que distinguen a tal o cual conjunto
humano, tienen la función de asimilar lo esencial del mensaje evangélico, de
traducirlo, sin la menor traición a su verdad esencial, al lenguaje que esos
hombres comprenden y de anunciarlo después en ese mismo lenguaje ”. (467)
El principio a seguir en esta delicada tarea es el indicado por el Concilio
Vaticano II: “ buscar siempre el modo más apropiado de comunicar la doctrina
a los hombres de nuestra época, porque una cosa es el depósito mismo de la
fe, o sea sus verdades, y otra cosa es el modo de formularlas, conservando
el mismo sentido y el mismo significado ”. (468)
El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales: la “sinfonía”
de la fe
136. El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales,
naturalmente con la específica autoridad de cada uno, forman una unidad. Son
la expresión concreta de la “ unidad en la misma fe apostólica ” (469) y, al
mismo tiempo, de la rica diversidad de la formulación de esa misma fe.
El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales juntos, al
contemplar su armonía, muestran la sinfonía de la fe:
una sinfonía, ante todo, interna al mismo Catecismo de la Iglesia Católica,
elaborado con la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica;
y una sinfonía derivada de él y manifestada en los Catecismos locales. Esta
“ sinfonía ”, este “ coro de voces de la Iglesia universal ” (470)
manifestada en los Catecismos locales, fieles al Catecismo de la Iglesia
Católica, tiene un significado teológico importante:
— Expresa, ante todo, la catolicidad de la Iglesia. Las riquezas culturales
de los pueblos se incorporan a la expresión de la fe de la única Iglesia.
— El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales manifiestan
también la comunión eclesial de la que la “ profesión de una sola fe ” (471)
es uno de sus vínculos visibles. Las Iglesias particulares, “ en las cuales
y partir de las cuales existe la Iglesia católica, una y única ” (472)
forman con el todo, con la Iglesia universal, “ una peculiar relación de
mutua interioridad ” (473) La unidad entre el Catecismo de la Iglesia
Católica y los Catecismos locales visibiliza esa comunión.
— El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales expresan,
igualmente, de forma palpable, la realidad de la colegialidad episcopal. Los
obispos, cada uno en su diócesis, y juntos como colegio, en comunión con el
sucesor de Pedro, tienen la máxima responsabilidad de la catequesis en la
Iglesia. (474)
El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales, por su unidad
profunda y su rica diversidad, están llamados a ser fermento renovador de la
catequesis en la Iglesia. Al contemplarlos con una mirada católica y
universal, la Iglesia, es decir, la entera comunidad de discípulos de Cristo
puede decir en verdad:
“ ¡Esta es nuestra fe, ésta es la fe de la Iglesia!