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EL ESPIRITU SANTO,  DADOR DE VIDA, EN LA IGLESIA, AL CRISTIANO:  3.7 DONES Y FRUTOS DEL ESPIRITU

 

 

Emiliano Jiménez Hernández
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El Espíritu Santo Dador de Vida, en la Iglesia, al Cristiano

 

 

3.7. DONES Y FRUTOS DEL ESPIRITU

a) El Espíritu Santo, Don del Padre

b) Dones del Espíritu Santo 

c) Frutos del Espíritu Santo

 

 

 

  3. 7. DONES Y FRUTOS DEL ESPIRITU

a) El Espíritu Santo, Don del Padre

Hablando de la oración, Lucas dice: "Porque si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¡cuán­to más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!" (11,12-13). El Espíritu Santo es el Don del Padre, compendio de todos los dones o "cosas buenas" que el cristiano puede recibir de Dios. El Espíritu Santo es el verdadero Don, que no hay que olvidar, mirando sólo a los dones o mani­festa­ciones de su acción en nosotros.[1]

 

Los siete dones del Espíritu Santo, que recoge la teolo­gía y la vida espiritual de la Iglesia, aparecen en el texto mesiánico de Isaías:

 

Saldrá un renuevo del tronco de Jesé,

un retoño brotará de sus raíces.

Reposará sobre él el Espíritu de Yahveh:

espíritu de sabiduría y de inteligencia,

espíritu de consejo y de fortaleza,

espíritu de ciencia y de piedad,

y lo llenará el espíritu de temor del Señor (11,1-3).[2]

 

El Espíritu que, desde antes de la creación, se cernía sobre el caos (Gén 1,2), da vida a todos los seres,[3] suscita a los Jueces[4] y a Saúl (1Sam 11,6), da la habilidad a los arte­sanos (Ex 31,3;35,31), discernimiento a los Jueces (Nu 11,17), la sabiduría a José (Gén 41,38) y, sobre todo, inspira a los profetas,[5]... este mismo Espíritu será dado al Mesías, confiriéndole la plenitud de sus dones: la sabiduría e inteligencia de Salomón, la prudencia y fortaleza de David, la ciencia, piedad y temor de Yahveh de los Patriarcas y Profetas...

 

Pero el mismo Isaías no separa los siete dones del Espíritu mismo. No habla del don de sabiduría o del don de inteligencia, sino del Espíritu de sabiduría o Espíritu de consejo. Así nos invita a ver en los dones la presencia y actuación personal del Espíritu Santo. Es el Espíritu mismo quien, en cada caso, en las innumerables situaciones, se comunica, dando sabiduría, inteligencia, piedad o santo temor de Dios.[6]

 

 

 Dones y Frutos del Espíritu Santo

 

 

 

b) Dones del Espíritu Santo

 

El único Espíritu enriquece a la Iglesia con la diversidad de sus dones[7]: "El Espíri­tu Santo habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo...Guía a la Iglesia y la provee con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos" (LG,n.4). La acción vivificante del Espíritu inspira con la multiforme variedad de su dones toda la vida del cristiano. El es el inicio de la justificación, moviendo al pecador a conversión (Denz.797):

 

También el inicio de la fe, más aún, la misma disposición a creer tiene lugar en nosotros por un don de la gracia, es decir, de la inspiración del Espíritu Santo, quien lleva nuestra voluntad de la incredulidad a la fe8.
 

Nadie puede acoger la predicación evangélica sin la iluminación y la inspiración del Espíritu Santo, que da a todos la docilidad necesaria para aceptar y creer en la verdad9. 

Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente a la fe...y penetra más profundamente en ella con juicio certero (LG,n.12).

 

Esta fe suscitada en el fiel por el Espíritu Santo, luego, la guía e impulsa en todas las etapas de su santificación, como "Espíritu santificador"10. Actúa como principio de vida nueva en el baño de regeneración (Tit 3,5-7), que sella con su unción; forma el hombre nuevo (Ef 3,16) o la nueva criatura (2Cor 5,17);consagra a los fieles como pueblo de Dios (2Cor 1,22), templo de Dios y templo propio (1Cor 6,19-20);como dador de conocimiento y sabiduría (1Cor 12,8), instruye11, manifiesta y revela a Dios (Ef 1,17), enseña a orar (Rom 8,26);­habitando en el cristiano, su templo (1Cor 6,19-20), crea y atestigua nuestra filiación adoptiva (Rom 8,16;Gál 4,5-6), derrama en nosotros el amor de Dios (Rom 5,5), nos guía hacia Dios (Rom 8,14), nos une con Cristo (Rom 8,9), nos atestigua que estamos en el amor de Dios y en Dios mismo (1Jn 4,19;3,24), nos consagra a Dios (Ef 1,13-14), nos inserta en la vida trinitaria en comunicación con el Padre y el Hijo (1Jn 1,3);es prenda y primicia de nuestra glorificación plena en el cielo (Rom 8,23). Como dice San Ireneo, el Espíritu Santo es la escala de nuestras ascensiones hacia Dios12. Y San Cirilo nos dice:

 

El Espíritu predicó acerca de Cristo en los profetas. Actuó en los Apóstoles. El, hasta el día de hoy, sella las almas en el bautismo. Y el Padre da al Hijo y el Hijo comunica al Espíritu Santo. Y el Padre por medio del Hijo, con el Espíritu Santo, da todos los dones. No son unos los dones del Padre y otros los del Hijo y otros los del Espíritu Santo, pues una es la salvación, uno el poder, una la fe (Ef 4,5). Un solo Dios, el Padre; un solo Señor, su Hijo unigénito; un solo Espíritu Santo, el Paráclito13. 

Entre los dones del Espíritu Santo cabe destacar el don de la esperanza (1Cor 12,13), que se ofrece a quien se abre a Cristo. Pablo desea que rebosemos "de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo" (Rom 15,13). Y Juan Pablo II dirá:

Se puede decir que la vida cristiana en la tierra es como una iniciación en la participación plena en la gloria de Dios; y el Espíritu Santo, como prenda de la felicidad futura (Ef 1,13-14), es la garantía de alcanzar la plenitud de la vida eterna cuando, por efecto de la Redención, sean vencidos también los restos del pecado, como el dolor y la muerte. Así, la esperanza cristiana no sólo es garantía, sino también anticipación de la realidad futura14. 

Don importante del Espíritu es la parresía que hace a los apóstoles anunciar con fuerza el Evangelio15. El es el Paráclito, que defiende en la persecución e inspira el testimonio ante jueces y magistrados (Mt 10,20). El Espíritu Santo, con el don de fortaleza, otorga al cristiano la fidelidad, la paciencia y la perseverancia en el camino del Evangelio (Gál 5,22).

 

Orígenes, por su parte, considera el don del discernimiento como el más necesario y permanente en la Iglesia16. Este discernimiento se basa, no en criterios de sabiduría humana, que es necedad ante Dios, sino en la sabiduría que viene de Dios. Y Novaciano, antes de su cisma de la Iglesia, escribió esta bella página:

 

El Espíritu que dio a los discípulos el don de no temer, por el nombre del Señor, ni los poderes del mundo ni los tormentos, este mismo Espíritu hace regalos similares, como joyas, a la esposa de Cristo, la Iglesia. El suscita profetas en la Iglesia, instruye a los doctores, anima las lenguas, procura fuerzas y salud, realiza maravillas, otorga el discernimiento de los espíritus, asiste a los que dirigen, inspira los consejos, dispone los restantes dones de la gracia. De esta manera perfecciona y consuma la Iglesia del Señor por doquier y en todo17. 

Santo Tomás, confrontando la ley antigua con la nueva, dice límpidamente: "...Puesto que el reino de Dios está hecho de santidad, paz y gozo interiores, todos los actos externos que se oponen a la santidad, a la paz y al gozo espirituales son contrarios al reino de Dios y, por tanto, deben rechazarse en el evangelio del reino"18. Para él, precisamente, el don de consejo tiene la misión de "calmar el ansia de la duda". La acción del Espíritu Santo da una luz especial, como una intuición que hace al cristiano actuar "con prontitud y seguridad", "como si hubiese pedido consejo a Dios"19.

 

Conviene insistir, con San Pablo, en que la riqueza de los dones del Espíritu Santo, al ser suscitados por el único Espíritu, hace que todos ellos converjan en "la edificación del único Cuerpo" de Cristo, que es la Iglesia (1Cor 12,13):

 

Ya que aspiráis a los dones espirituales, procurad abundar en ellos para la edificación de la asamblea (1Cor 14,12).

 

Por ello, es evidente que el don más excelente del Espíritu Santo es el amor (1Cor 14,1), al que Pablo eleva el himno del capítulo 13 de esta carta, "himno a la caridad que puede considerarse un himno a la influencia del Espíritu Santo en la vida del cristiano"20. En el cristiano hay un amor nuevo, participación del amor de Dios:

 

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rom 5,5).

 

El Espíritu Santo hace al cristiano partícipe del amor de Dios Padre y del amor filial del Hijo al Padre. Amor que lleva al cristiano a amar, no sólo a Dios, sino también al prójimo como Cristo le ama a él. Es el amor signo y distintivo de los cristianos (Jn 13,34-35).

 

 

 

Dones y Frutos del Espíritu Santo

 

 

 

c) Frutos del Espíritu Santo

 

San Agustín relacionó los dones del Espíritu Santo con las bienaventuranzas y con las peticiones del Padrenuestro21.Pues los dones, que el Espíritu siembra en el cristiano, producen su fruto, que es "la cosecha del Espíritu". Frente a las obras de la carne, San Pablo enumera los frutos del Espíritu: "Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes. En cambio el fruto  del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza" (Gál 5,19-23)22. 


Pablo presenta otras enumeraciones de estos frutos deleitables, provenientes de la savia del Espíritu:

 

-bondad, justicia, verdad (Ef 5,9)

-justicia, piedad, fe, amor, perseverancia, dulzura (1Tim 6,11)

-justicia, paz, alegría en el Espíritu Santo (Rom 14,17): "El Dios de la esperanza             os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por                la fuerza del Espíritu Santo" (Rom 15,1­3)

-honradez, conocimiento, comprensión, Espíritu Santo, amor sincero, palabra de              verdad, poder de Dios (2­Cor 6,6-7;Sant 3,17-18)23 

-el espíritu de sabiduría (Ef 1,17)

-el espíritu de dulzura (1Cor 4,21)

-la fe (2Cor 4,13)

-espíritu de adopción (Rom 8,15)

-unción gozosa, agradable (Heb 6,5), refrigerante (1Cor 12,13).

 

Pero, entre todos estos frutos, San Pablo coloca como fruto primero del Espíritu el amor. Este fruto no es el primero de una lista, sino el generador de los demás, que engloba y da sentido a los otros. El que ama, cumple la totalidad de la ley (Rom 13,8). Pero no se trata de un amor cualquiera, sino del amor de Dios "que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5,5). Este Espíritu nos constituye hijos de Dios, hace que nuestra vida sea santa, como participación de la santidad de Dios.

 

Este amor se manifiesta en la alegría, fruto genuino del Espíritu (Gál 5,22); es la alegría profunda, plena, a la que aspira el corazón de todo hombre. Es la alegría del saludo del ángel a María, la alegría que el Espíritu suscita en la visitación de María a Isabel (Lc 1,44);la alegría que canta María en el Magnificat: "mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador" (Lc 1,47);es la alegría de Simeón, al contemplar al Mesías (Lc 2,26,32). Es la alegría en el Espíritu que experimenta Jesús hasta exclamar en exultación al Padre:

 

Jesús, en aquel momento, se estremeció de gozo en el Espíritu Santo y exclamó: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y las has revelado a los sencillos (Lc 10,21).

 

 

Dones y Frutos del Espíritu Santo

 

 

Esta es la alegría, "gozo colmado", que desea Jesús para sus discípulos (Jn 15,11;17,13). Esta alegría, la misma alegría de Jesús, el Espíritu Santo la da a los discípulos, la alegría de la fidelidad al amor que viene de Dios: "Los discípulos quedaron llenos de gozo y de Espíritu Santo" (He 13,52)24. 

San Cirilo de Jerusalen eleva un bello canto al Espíritu, describiendo con riqueza de imágenes la acción del Espíritu en el cristiano, especialmente con su actuación en los sacramentos. La acción del Espíritu es como el agua que se asimila en una variedad maravillosa de flores; su venida es dulce y suave, fragante su sentimiento; como rayo puro ilumina la mente más allá de todo poder con sus carismas; de su poderosa y oculta acción proceden todas las iniciativas y virtudes: "Hay algo grande, omnipotente, en sus dones, algo admirable: el Espíritu Santo". En su catequesis XVI, podemos leer:

 

La acción del Espíritu Santo penetra en los fieles y en la vida de la Iglesia. Es la gran luz que se esparce por doquier y rodea con su fulgor a todas las almas y las enriquece con sus dones. Enseña el pudor a unos, convence a otros a mantenerse vírgenes, a los de más allá les comunica la fuerza para ser misericordiosos, pobres, fuertes contra los asaltos del demonio. Ilumina las mentes, fortalece las voluntades, purifica los corazones, nos hace estables en el bien, libra las almas del demonio, nos somete a todos a la caridad de Dios. Es verdaderamente bueno y comunica al alma la salvación; se acerca con suavidad y ligereza; su presencia es dulce y fragante. Viene para salvar, sanar, enseñar, advertir, reforzar, consolar, iluminar la mente de quien lo recibe en primer lugar y, luego, por medio de éste, de los demás. La docilidad al Espíritu eleva al alma a contemplar, como en un espejo, los cielos y a ser revestida con toda su potencia del mismo Espíritu Santo25.
 

Y Nicetas de Remasiana, en el siglo IV, hace él mismo una síntesis de su escrito sobre el Espíritu Santo, donde recoge los dones y frutos del Espíritu Santo:

 

Así pues haré un resumen de lo dicho: si, como dice el Apóstol, procede del Padre; si libera; si santifica; si es Señor; si crea con el Padre y con el Hijo; si vivifica; si tiene presciencia como el Padre y el Hijo; si revela; si está en todas partes; si llena el orbe de la tierra; si habita en los elegidos; si acusa al mundo; si juzga; si es bueno y recto; si creó a los profetas; si envió a los Apóstoles; si es consolador; si purifica y justifica; si aniquila a los que le tientan; si aquel que blasfema contra El no tiene perdón ni en este mundo ni en el futuro, lo cual es ciertamente propio de Dios; si estas cosas son así, más aún, puesto que son verdaderas, ¿para qué se me pide que diga qué es el Espíritu Santo si mediante la grandeza de sus obras se manifiesta lo que El es en persona? Ciertamente no es extraño a la majestad del Padre y del Hijo, el que tampoco es extraño al poder de sus obras. En vano se le niega el nombre de la divinidad a aquel cuya potestad no puede negarse; en vano se me prohíbe que adore con el Padre y el Hijo a aquel a quien me veo obligado por la misma verdad a confesarlo con el Padre y el Hijo. Si El junto con el Padre y el Hijo me confiere el perdón de los pecados, me dona la santificación y la vida perpetua, seré demasiado ingrato, si no le rindo gloria con el Padre y el Hijo. Y si no ha de ser venerado junto con el Padre y el Hijo, tampoco se le ha de confesar  en el bautismo. En efecto también daré culto, como es debido, a aquel en quien se me manda creer26. 

Concluyamos con las palabras con que termina San Cirilo sus catequesis sobre el Espíritu Santo:

 

Que el mismo Dios de todas las cosas, que habló en el Espíritu Santo por medio de los profetas, que lo envió sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, que ese mismo os lo envíe a vosotros y que por El nos guarde, concediéndonos a todos nosotros su común benignidad, para que demos siempre los frutos (Gál 5,22) del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia, en Cristo Jesús Señor nuestro, por quien y con quien juntamente con el Espíritu Santo sea la gloria al Padre ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén27. 



     [1] Cfr. SANTO TOMAS, Summa T. I,38,1.

     [2] Los LXX y la Vulgata, añaden el don de piedad, desdoblando el don de temor y así da la clásica lista de los "siete dones del Espíritu Santo", tan repetida por los Padres: SAN IRENEO, Adv.Haer.,III,17,3.

     [3] Sal 104,29-30;Gén 2,7;Ez 37,5-6.9-10.

     [4] Ju 3,10;6,34;11,29.

     [5] Nú 11,17: a Moisés;11,25-26;24,2­;1Sam 10,6.10;19,20;2­Sam 23,2: a David;2Re 2,9:a Elías; Mq 3,8;Is 48,16; 61,1;Zaq 7,12;2Cro 15,1;20,14;2­4,20...

     [6] Cuando el Nuevo Testamento habla del "don del Espíritu Santo" usa casi siempre el genitivo epexegético o explicativo, con el sentido: don que es el Espíritu Santo.

     [7] 1Cor 3,10;12,4-10;Rom 15,20.

     [8] Concilio de Orange (529), can. 5:DS 375. Ya San Pablo dice: "A vosotros se os ha dado la gracia de que creáis en Cristo" (Flp 1,29); esta fe en Cristo es suscitada por el Espíritu Santo:1Cor 12,3.

     [9] Concilio de Trento, Const. Dei Filius, c.3:DS 3010.

     [10] Ef 1,7;Rom 1,4;1Pe 1,2.

     [11] Jn 16,15;Lc 12,11-12;1Jn 1,2.

     [12] SAN IRENEO, Adv.Haer. 3,24,1.

     [13] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Cat. XVI 24.

     [14] JUAN PABLO II, Catequesis del 3-6-1991.

     [15] He 1,8;2,29;4,13.29;4,31;14,3;Lc 24,49;Ef 3,16-17.

     [16] In Num, homilía XXVII,11.

     [17] NOVACIANO, De trinitate, l.XXIX.

     [1|8] SANTO TOMAS, Summa Teol. I-II, 108, 1 ad 2.

     [19] IDEM, II-II,52, 1 ad 1;52,3.

     [20] JUAN PABLO II, Catequesis del 22-5-1991.

     [21] SAN AGUSTIN, De sermone Domini in monte I,4,3;II,11,38.

     [22] Pentecostés ya era en la tradición de Israel la fiesta de la siega. Ahora ha adquirido el significado nuevo de fiesta de la cosecha del Espíritu: Cfr. JUAN PABLO II, Catequesis del 5-7-1989.

     [23] Los frutos del Espíritu coinciden, en realidad, con las manifestaciones del amor descritas en 1Cor 13,4-7, Gál 5,19-21 y Rom 1,29-31.

     [24] La alegría en el Espíritu llena la vida de la comunidad primitiva: He 2,46-47;5,41-42;Lc 24,52-53; 1Tes 1,6. Es la alegría de la bienaventuranzas: Mt 5,4.10-12;Col 1,24;1Pe 4,13.

     [25] CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis 16,2. Las cat XVI y XVII recorren la acción del Espíritu Santo en el Antiguo y Nuevo Testamento y en la evangelización de los Apóstoles.

     [26] NICETAS DE REMESIANA, De Spiritus Santi potentia,n.20.

     [27] SAN CIRILO DE JERUSALEN, Cat. XVII 38.

 

Dones y Frutos del Espíritu Santo

 


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