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EZEQUIEL, Parábolas, alegorías, cantos, enigmas y acciones simbólicas: 22. LOS PASTORES DE ISRAEL

Emiliano Jiménez Hernández

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El profeta Ezequiel y los pastores de Israel

 

                                              22. LOS PASTORES DE ISRAEL

 

Si el profeta está constituido por Dios como centinela de su pueblo, el rey y sus gobernantes están puestos al frente del pueblo como sus pastores. Además del rey entran en la categoría de pastores los príncipes, sacerdotes, los jefes del pueblo, los funcionarios públicos, es decir, cuantos tienen una misión de guías para el pueblo. La alegoría no la inventa Ezequiel. Ya ha sido usada antes de él. Más bien Ezequiel se inspira en Jeremías (Jr 23,1-4). Pero Ezequiel amplía la imagen, desarrollándola a su gusto en un largo capítulo. Sobre todo Ezequiel se preocupa de denunciar a los malos pastores, hasta concluir anunciando su sustitución, cuando el Señor en persona será el Pastor de Israel. Entonces el Señor, congregado su rebaño en su tierra, separará a las ovejas de los machos cabríos, que perturban la paz de la grey. Es el Señor quien se encargará de recoger a sus ovejas dispersas entre las naciones, congregándolas de nuevo en la tierra de Israel. Luego el Señor elegirá un pastor, el Buen Pastor, que cuide a su rebaño. Así lo que comienza con un ¡ay! de amenaza concluye con una promesa de salvación.

Ezequiel comienza su parábola sobre los pastores denunciando enérgicamente el uso del poder en provecho propio:

-¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? (34,2)

A los pastores se les hace sobre todo un reproche y es que, en lugar de servir al rebaño, se sirven de las ovejas para su provecho. En lugar de defender a las ovejas, se dedican a devorarlas. Son los que denuncia Pablo diciendo que “buscan sus intereses y no los de Cristo Jesús” (Flp 2,20). Sigue una enumeración de diez acciones malvadas o negligencias de los pastores:

El profeta Ezequiel y los pastores de Israel

-Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más gordas; no  habéis apacentado el rebaño. No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la herida, no habéis recogido a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza (34,3-4).

San Agustín aterriza la palabra diciendo que “buscan el dinero con que remediar sus necesidades y la aureola del honor con que cubrirse de alabanzas”. “Los bienes que el pueblo ofrece para el sustento de los pastores es como la leche del rebaño” y “con la imagen del vestido queda bien significado el honor, pues el vestido sirve para cubrir la desnudez”. Con pastores así las ovejas del Señor, -constantemente resuena el eco en todo el capítulo “mis ovejas”-, se han dispersado, desbandadas primero por los montes de Israel y luego entre las naciones paganas:

-Y ellas, por falta de pastor, se han dispersado y se han convertido en presa de todas las fieras del campo. Mis ovejas se han dispersado y andan errantes por todos los montes y altos collados; mis ovejas se han dispersado por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de ellas ni salga en su busca (34,5-6).

El Señor sigue insistiendo en que las ovejas son suyas, no pertenecen a los pastores. Los pastores, puestos por el Señor, son sólo ministros del Señor, a quien han de dar cuenta de las ovejas:

-Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, lo juro: Porque mis ovejas han sido expuestas al pillaje y se ha hecho pasto de todas las fieras del campo por falta de pastor, porque mis pastores no se ocupan de mis ovejas, porque ellos, los pastores, se apacientan a sí mismos y no apacientan mis ovejas; por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh. Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mis ovejas de sus manos y les quitaré de apacentar mis ovejas. Así los pastores no volverán a apacentarse a sí mismos. Yo arrancaré mis ovejas de su boca, y no serán más su presa (34,8-10). 

            El juicio de Dios exaspera la metáfora y los pastores aparecen como fieras, que hacen de las ovejas su presa. El Señor, en defensa de sus ovejas, se ve obligado a ejercer las tareas de un pastor. Los malos pastores han hecho necesaria la presencia del Señor, su actuación personal. Él interviene para recobrar lo que es suyo: “mis ovejas”:

-Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas. Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé  por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra. Las apacentaré en buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán ricos pastos por los montes de Israel. Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo del Señor Yahveh (34,11-15).

El profeta Ezequiel y los pastores de Israel

“Para ti, Israel, comenta san Agustín, el Señor constituyó montes, es decir, suscitó profetas que escribieran las divinas Escrituras. Apacentaos en ellas y tendréis un pasto que nunca engaña. Todo cuanto en ellas encontréis gustadlo y saboreadlo bien; lo que en ellas no se encuentre repudiadlo. No os descarriéis entre la niebla, escuchad más bien la voz del pastor. Retiraos a los montes de las santas Escrituras, allí encontraréis las delicias de vuestro corazón, nada hallaréis allí que os pueda envenenar o dañar, pues ricos son los pastizales que allí se encuentran. Venid, pues, vosotras, las ovejas que estáis sanas; venid, y apacentaos en los montes de Israel”.

Después de la dura reprensión dirigida contra los pastores malvados, Dios proclama que él mismo será pastor de su pueblo, inaugurando una era de paz. Cristo se aplicó a sí mismo esta palabra, para mostrar su misión (Jn 10,1-18; Mt 12,14; Lc 15,4-7). Para presentar la figura luminosa del futuro Buen Pastor, Ezequiel ha hecho el recuento del triste pasado. El contraste entre los pastores, que han llevado a Israel a la perdición, y el Pastor que lo llevará a la salvación, hace más radiante el anuncio de esperanza que Ezequiel presenta a los exiliados, las ovejas dispersas entre las naciones.

El Señor lo primero que hace es licenciar a los malos pastores, para que no le devoren sus ovejas. Luego él personalmente congrega a las ovejas dispersas, formando un verdadero rebaño. Su palabra de salvación es para todas sus ovejas dispersas por los cuatro ángulos de la tierra. Las llama a todas, pero lo hace llamando una a una, y yendo en busca de la que no responde a su silbido. Y a continuación comienza a ejercer el trabajo cotidiano de un pastor, el cuidado personal de cada oveja según sus necesidades. El Señor, como Buen Pastor, atiende a cada oveja según su estado, dando a cada una lo que le conviene:

-Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada, curaré a la herida, curaré a la enferma; guardaré a las gordas y robustas y las pastorearé con justicia (34,16).

En el famoso comentario de San Agustín a este discurso de Ezequiel contra los pastores, interpreta alegóricamente todos los tipos de ovejas. Ovejas débiles son aquellos a quienes la tentación les puede hacer caer fácilmente; ovejas enfermas son aquellos a quienes les domina una pasión, que les impide someterse al yugo de Cristo... Así San Agustín especifica el cuidado personal que Dios tiene de cada oveja. Un buen pastor tiene cuidado de cada miembro y de toda la grey, de cada persona y de su lugar en la comunidad.

El Señor, que recrimina a los malos pastores, tiene también ciertos reproches que hacer a algunas ovejas:

-En cuanto a vosotras, ovejas mías, yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío. ¿Os parece poco pacer en buenos pastos, para que pisoteéis con vuestras pezuñas el resto de los pastos? Os parece poco beber el agua limpia, para que enturbiéis el resto con las pezuñas? ¡Mis ovejas tienen que pastar lo que han pisoteado vuestras pezuñas y beber lo que vuestras pezuñas han enturbiado! (34,17-19)

El Señor sigue acusando a las ovejas, denunciando sus delitos:

-Yo mismo voy a juzgar entre la oveja gorda y la flaca. Porque vosotras habéis empujado con el flanco y con el lomo y habéis topado con los cuernos a todas las ovejas  más débiles hasta dispersarlas en desbandada, yo salvaré a mis ovejas para que no estén más expuestas al pillaje (34,20-22).

Una vez recogido el rebaño disperso y puesto en orden, el Señor promete un nuevo pastor. Es un pastor según los rasgos conocidos del rey David, un pastor según el corazón de Dios. Será un pastor nuevo y definitivo. Es un pastor único para todo el rebaño. No habrá dos reinos, sino un solo rebaño y un solo pastor:

-Yo suscitaré un pastor único que las apacentará, mi siervo David: él las pastoreará y será su pastor. Yo, Yahveh, seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo, Yahveh, he hablado (34,23-24).

El Señor no llama rey a este nuevo pastor, sino príncipe. En adelante sólo Dios será rey de su pueblo. El anuncio de un nuevo pastor, sin embargo, se alarga y adquiere sentido mesiánico. Mediante él Dios establece una nueva alianza con su pueblo. En ella el desierto y los bosques inhóspitos se vuelven acogedores para las ovejas. La lluvia será signo de las bendiciones del Señor:

-Concluiré con ellos una alianza de paz, haré desaparecer de esta tierra las bestias feroces. Habitarán seguros en el desierto y dormirán en los bosques. Yo los asentaré en los alrededores de mi colina, y mandaré a su tiempo la lluvia, que será una lluvia de bendición (34,25-26).

Las bendiciones del Señor llenarán la tierra de frutos:

            -El árbol del campo dará su fruto, la tierra dará sus productos, y ellos vivirán en seguridad en su suelo. Y sabrán que yo soy Yahveh, cuando rompa las coyundas de su yugo y los libre de la mano de los que los tienen esclavizados. No volverán a ser presa de las naciones, las bestias salvajes no volverán a devorarlos. Habitarán en seguridad  y no se les turbará más. Haré brotar para ellos un plantío famoso; no habrá más víctimas del hambre en el país, ni sufrirán más el ultraje de las naciones. Y sabrán que yo, Yahveh su Dios, estoy con ellos, y que ellos, la casa de Israel, son mi pueblo, oráculo del Señor Yahveh. Vosotras, ovejas mías, sois el rebaño humano que yo apaciento, y yo soy vuestro Dios, oráculo del Señor Yahveh (34,27-31).

Resuena el eco de las bendiciones con que, dos siglos antes, describía la época mesiánica el profeta Amós: “He aquí que vienen días en que el arador empalmará con el segador y el pisador de la uva con el sembrador; destilarán vino los montes y todas las colinas se derretirán. Entonces haré volver a los deportados de mi pueblo Israel; reconstruirán las ciudades devastadas, y habitarán en ellas, plantarán viñas y beberán su vino, harán huertas y comerán sus frutos. Yo los plantaré en su suelo y no serán arrancados nunca más del suelo que yo les di, dice Yahveh, tu Dios” (Am 9,13).

Dios se ha presentado como pastor de Israel desde los orígenes. Cuando Dios libra a su pueblo de la esclavitud de Egipto, se comporta como un pastor. Dios guía a su pueblo como un rebaño, le protege de sus enemigos, le conduce a aguas de vida, le alimenta con el maná y le conduce a una tierra rica y hermosa. El salmista resume esta experiencia, cantando: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23). Pero Dios realiza su función de pastor mediante sus ayudantes:  “Tú guiaste a tu pueblo cual rebaño por la mano de Moisés y de Aarón” (Sal 77,21). Para ejercer como pastor de Israel, Moisés se preparó cuidando el rebaño de su suegro (Ex 3,1). Y David, el rey por excelencia, el único que recibe el título de pastor de Israel, fue igualmente elegido y sacado de detrás del rebaño: “Y eligió a David su siervo, le sacó de los apriscos del rebaño, le trajo de detrás de las ovejas, para pastorear a su pueblo Jacob, y a Israel, su heredad. El los pastoreaba con corazón perfecto, y con mano diestra los guiaba” (Sal 78,70-72).

El profeta Ezequiel y los pastores de Israel

 

 


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