Carta del Papa que acompaña al "Motu Proprio" sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970
Queridos Hermanos en el Episcopado:
Con gran confianza y esperanza pongo en vuestras manos de Pastores el texto
de una nueva Carta Apostólica "Motu Proprio data" sobre el uso de la
liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970. El documento es
fruto de largas reflexiones, múltiples consultas y de oración.
Noticias y juicios hechos sin información suficiente han creado no poca
confusión. Se han dado reacciones muy divergentes, que van desde una
aceptación con alegría a una oposición dura, a un proyecto cuyo contenido en
realidad no se conocía.
A este documento se contraponían más directamente dos temores, que quisiera
afrontar un poco más de cerca en esta carta.
En primer lugar existe el temor de que se menoscabe la Autoridad del
Concilio Vaticano II y de que una de sus decisiones esenciales - la reforma
litúrgica - se ponga en duda. Este temor es infundado. Al respecto, es
necesario afirmar en primer lugar que el Misal, publicado por Pablo VI y
reeditado después en dos ediciones sucesivas por Juan Pablo II, obviamente
es y permanece la Forma normal - la Forma ordinaria - de la Liturgia
Eucarística. La última redacción del Missale Romanum, anterior al Concilio,
que fue publicada con la autoridad del Papa Juan XXIII en 1962 y utilizada
durante el Concilio, podrá, en cambio, ser utilizada como Forma
extraordinaria de la Celebración litúrgica. Non es apropiado hablar de estas
dos redacciones del Misal Romano como si fueran "dos Ritos". Se trata, más
bien, de un doble uso del mismo y único Rito.
Por lo que se refiere al uso del Misal de 1962, como Forma extraordinaria de
la Liturgia de la Misa, quisiera llamar la atención sobre el hecho de que
este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en
principio, ha quedado siempre permitido. En el momento de la introducción
del nuevo Misal, no pareció necesario emitir normas propias para el posible
uso del Misal anterior. Probablemente se supuso que se trataría de pocos
casos singulares que podrían resolverse, caso por caso, en cada lugar.
Después, en cambio, se demostró pronto que no pocos permanecían fuertemente
ligados a este uso del Rito romano que, desde la infancia, se les había
hecho familiar. Esto sucedió, sobre todo, en los Países en los que el
movimiento litúrgico había dado a muchas personas una notable formación
litúrgica y una profunda e íntima familiaridad con la Forma anterior de la
Celebración litúrgica. Todos sabemos que, en el movimiento guiado por el
Arzobispo Lefebvre, la fidelidad al Misal antiguo llegó a ser un signo
distintivo externo; pero las razones de la ruptura que de aquí nacía se
encontraban más en profundidad. Muchas personas que aceptaban claramente el
carácter vinculante del Concilio Vaticano II y que eran fieles al Papa y a
los Obispos, deseaban no obstante reencontrar la forma, querida para ellos,
de la sagrada Liturgia. Esto sucedió sobre todo porque en muchos lugares no
se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevo Misal, sino
que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una
obligación a la creatividad, lo cual llevó a menudo a deformaciones de la
Liturgia al límite de lo soportable. Hablo por experiencia porque he vivido
también yo aquel periodo con todas sus expectativas y confusiones. Y he
visto hasta qué punto han sido profundamente heridas por las deformaciones
arbitrarias de la Liturgia personas que estaban totalmente radicadas en la
fe de la Iglesia.
El Papa Juan Pablo II se vio por tanto obligado a ofrecer con el Motu
Proprio "Ecclesia Dei" del 2 de julio de 1988, un cuadro normativo para el
uso del Misal de 1962, pero que no contenía prescripciones detalladas sino
que apelaba, en modo más general, a la generosidad de los Obispos respecto a
las "justas aspiraciones" de aquellos fieles que pedían este uso del Rito
romano. En aquel momento el Papa quería ayudar de este modo sobre todo a la
Fraternidad San Pío X a reencontrar la plena unidad con el Sucesor de Pedro,
intentando curar una herida que era sentida cada vez con más dolor. Por
desgracia esta reconciliación hasta ahora no se ha logrado; sin embargo una
serie de comunidades han utilizado con gratitud las posibilidades de este
Motu Proprio. Permanece difícil, en cambio, la cuestión del uso del Misal de
1962 fuera de estos grupos, para los cuales faltaban normas jurídicas
precisas, sobre todo porque a menudo los Obispos en estos casos temían que
la autoridad del Concilio fuera puesta en duda. Enseguida después del
Concilio Vaticano II se podía suponer que la petición del uso del Misal de
1962 se limitaría a la generación más anciana que había crecido con él, pero
desde entonces se ha visto claramente que también personas jóvenes descubren
esta forma litúrgica, se sienten atraídos por ella y encuentran en la misma
una forma, particularmente adecuada para ellos, de encuentro con el Misterio
de la Santísima Eucaristía. Así ha surgido la necesidad de un reglamento
jurídico más claro que, en tiempos del Motu Proprio de 1988 no era
previsible; estas Normas pretenden también liberar a los Obispos de tener
que valorar siempre de nuevo cómo responder a las diversas situaciones.
En segundo lugar, en las discusiones sobre el esperado Motu Proprio, se
expresó el temor de que una más amplia posibilidad de uso del Misal de 1962
podría llevar a desórdenes e incluso a divisiones en las comunidades
parroquiales. Tampoco este temor me parece realmente fundado. El uso del
Misal antiguo presupone un cierto nivel de formación litúrgica y un acceso a
la lengua latina; tanto uno como otro no se encuentran tan a menudo. Ya con
estos presupuestos concretos se ve claramente que el nuevo Misal
permanecerá, ciertamente, la Forma ordinaria del Rito Romano, no sólo por la
normativa jurídica sino por la situación real en que se encuentran las
comunidades de fieles.
Es verdad que no faltan exageraciones y algunas veces aspectos sociales
indebidamente vinculados a la actitud de los fieles que siguen la antigua
tradición litúrgica latina. Vuestra caridad y prudencia pastoral serán
estímulo y guía para un perfeccionamiento. Por lo demás, las dos Formas del
uso del Rito romano pueden enriquecerse mutuamente: en el Misal antiguo se
podrán y deberán inserir nuevos santos y algunos de los nuevos prefacios. La
Comisión "Ecclesia Dei", en contacto con los diversos entes locales
dedicados al usus antiquior, estudiará las posibilidades prácticas. En la
celebración de la Misa según el Misal de Pablo VI se podrá manifestar, en un
modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella
sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo. La garantía más segura
para que el Misal de Pablo VI pueda unir a las comunidades parroquiales y
sea amado por ellas consiste en celebrar con gran reverencia de acuerdo con
las prescripciones; esto hace visible la riqueza espiritual y la profundidad
teológica de este Misal.
De este modo he llegado a la razón positiva que me ha motivado a poner al
día mediante este Motu Proprio el de 1988. Se trata de llegar a una
reconciliación interna en el seno de la Iglesia. Mirando al pasado, a las
divisiones que a lo largo de los siglos han desgarrado el Cuerpo de Cristo,
se tiene continuamente la impresión de que en momentos críticos en los que
la división estaba naciendo, no se ha hecho lo suficiente por parte de los
responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la reconciliación y
la unidad; se tiene la impresión de que las omisiones de la Iglesia han
tenido su parte de culpa en el hecho de que estas divisiones hayan podido
consolidarse. Esta mirada al pasado nos impone hoy una obligación: hacer
todos los esfuerzos para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el
deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o
reencontrarla de nuevo. Me viene a la mente una frase de la segunda carta a
los Corintios donde Pablo escribe: "Corintios, os hemos hablado con toda
franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par. No está cerrado
nuestro corazón para vosotros; los vuestros sí que lo están para nosotros.
Correspondednos; ... abríos también vosotros" (2 Cor 6,11-13). Pablo lo dice
ciertamente en otro contexto, pero su invitación puede y debe tocarnos a
nosotros, justamente en este tema. Abramos generosamente nuestro corazón y
dejemos entrar todo a lo que la fe misma ofrece espacio.
No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Missale Romanum.
En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna
ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para
nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente
prohibido o incluso perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las
riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles
el justo puesto. Obviamente para vivir la plena comunión tampoco los
sacerdotes de las Comunidades que siguen el uso antiguo pueden, en
principio, excluir la celebración según los libros nuevos. En efecto, no
sería coherente con el reconocimiento del valor y de la santidad del nuevo
rito la exclusión total del mismo.
En conclusión, queridos Hermanos, quiero de todo corazón subrayar que estas
nuevas normas no disminuyen de ningún modo vuestra autoridad y
responsabilidad ni sobre la liturgia, ni sobre la pastoral de vuestros
fieles. Cada Obispo, en efecto es el moderador de la liturgia en la propia
diócesis (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 22: "Sacrae Liturgiae moderatio ab
Ecclessiae auctoritate unice pendet quae quidem est apud Apostolicam Sedem
et, ad normam iuris, apud Episcoporum").
Por tanto, no se quita nada a la autoridad del Obispo cuyo papel será
siempre el de vigilar para que todo se desarrolle con paz y serenidad. Si
surgiera algún problema que el párroco no pueda resolver, el Ordinario local
podrá siempre intervenir, pero en total armonía con cuanto establecido por
las nuevas normas del Motu Proprio.
Además os invito, queridos Hermanos, a escribir a la Santa Sede un informe
sobre vuestras experiencias tres años después de que entre en vigor este
Motu Proprio. Si vinieran a la luz dificultades serias se buscarían vías
para encontrar el remedio.
Queridos Hermanos, con ánimo agradecido y confiado, confío a vuestro corazón
de Pastores estas páginas y las normas del Motu Prorpio. Recordemos siempre
las palabras que el Apóstol Pablo dirigió a los presbíteros de Efeso "Tened
cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el
Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se
adquirió con la sangre de su propio Hijo" (Hechos 20,28).
Confío a la potente intercesión de María, Madre de la Iglesia, estas nuevas
normas e imparto de corazón mi Bendición Apostólica a Vosotros, queridos
Hermanos, a los párrocos de vuestras diócesis y a todos los sacerdotes,
vuestros colaboradores, así como a todos vuestros fieles.
Dado en San Pedro, el 7 de Julio 2007.
BENEDICTUS PP. XVI