Nuestra Señora del Sagrado Corazón Mejor Conocida (Julio Chevalier)
Capítulo IX
Significado del Santo Nombre de María y el Título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón
María es Madre de Dios; como Madre, tiene todo poder de intercesión ante su Hijo y ante el Corazón de su Hijo, como ya hemos visto. María es también Madre de los hombres: es una consecuencia de su Maternidad divina. Tal dignidad le confiere derechos y le impone deberes. Esos derechos y esos deberes están excelentemente expresados por medio del Título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, según queda ya demostrado.
Lo que ahora quisiéramos demostrar es que el nombre de María significa cuanto hemos venido diciendo en anteriores capítulos.
Según Santo Tomás, un nombre es una especie de definición abreviada. Debe expresar la naturaleza del ser que indica o, por lo menos, responder a sus propiedades (Suma T. III, q.37,art. 2). Y lo mismo afirma Cornelio a Lapide en su comentario al libro 1 de Esdras.
Así fue como Adán, aleccionado por Dios, dio a cada uno de los animales el nombre adecuado: su auténtico nombre, añade el Espíritu Santo: Ipsum est nomen ejus (Gén 11,19), es decir, el nombre que expresa realmente su naturaleza.
Tales son, con mayor razón, los nombres dados a algunos hombres, por Dios mismo. Todos están llenos de profundo y profético sentido. Ellos son, más o menos, el compendio de la vida o la síntesis de la misión a ellos confiada.
ADÁN, por ejemplo, significa: Sacado de la tierra. EVA, Madre de los vivientes. NOE, suspensión o apaciguamiento.
ABRAHAM, Padre de los creyentes o de la muchedumbre. JOSUÉ, Liberador. Etc. etc.
En la Nueva Ley, SIMÓN se convierte en PEDRO, porque sobre esa Piedra edificará su Iglesia (Mt XVI,18): "Simon Bar-Jona... tu es Petrus et super hanc Petram aedificabo Eccle-siam meam".
Y, por encima de todos los nombres, está el de JESÚS. Bien entendido, este NOMBRE divino nos dice todo lo que es JESÚS, en sí mismo y para nosotros. Es un Espejo donde el ojo contempla la gran figura del Mesías con todos los caracteres de su divinidad. Es un libro en el que está condensada toda la vida del Verbo Encarnado. En él se pueden leer sus grandezas, la sublimidad de su misión, el heroísmo de su sacrificio y la inmensidad de su amor a los hombres.
Y si esto es así en el Hijo, lo mismo debe decirse de la Madre.
En efecto, puede suponerse que Dios ha dado a esta divina Madre un nombre elegido, preferido, el más apropiado, por consiguiente, para describir lo que Ella es.
Cristóbal de Castro dice que ""el nombre de María fue traído del Cielo y revelado a su padres"" Divinitus revelatum fuit parentibus nomen Mariae (Histor. B. Virg. II). Y, por su parte, San Antonino afirma: "'El día en que María nació, su Padre y su Madre le dieron el NOMBRE de MARIA para conformarse a una revelación".
Ciertamente, esta opinión no se puede decir que está basada en los textos evangélicos, pero, no obstante, Benedicto XIV no quiere contradecirla (Sobre Fiestas de N.S.J. y la Virgen María).
¿Cuál es, por lo tanto, el sentido de ese NOMBRE misterioso del que dice San Pedro Crisólogo que es una ESPECIE de PROFECÍA: Nomen hoc prophetiae germanum est", y San Pedro Damiano que "Fue extraído del tesoro de la Divindidad" (Serm., sobre la Anunc.)?
A este augusto NOMBRE se le han venido atribuyendo diversos sentidos aunque, en verdad, tal vez más por motivos de piedad que de precisión. Se los puede admitir; se los debe respetar, al igual que a Otros títulos dados a María, tan bellos como merecidos. Pero, bajo el punto de vista etimológico, no sería posible considerarlos todos como exactos.
He aquí diversas interpretaciones que parecen ser las más autorizadas por la crítica y la ciencia.
Ellas resumen admirablemente la doctrina que hemos venido exponiendo en los capítulos precedentes.
I.- Ante todo, existe la Maternidad divina, fuente de todas las grandezas de la Virgen Inmaculada. En efecto, según San Ambrosio, María quiere decir: Dios es de mi linaje, "Deus ex genere meo". En realidad, añade el Padre d'Argentan, no vemos de qué raíz de lenguas, hebraica, griega o latina, ha sacado San Ambrosio esa interpretación del nombre de María; mas, la autoridad de un tan insigne Doctor nos es suficiente para aceptarlo" (Confer. sobre el sagrado nombre de María).
Lo que el Padre d'Argentan no sabía..., Cristóbal de Vega nos lo enseña y demuestra perfectamente la legitimidad de esa interpretación:
"San Ambrosio, dice, se apoya en la más rigurosa verdad al dar al nombre de María tal interpretación. La hace derivar de dos palabras hebreas que quieren decir: Dios ha tomado mi naturaleza o Dios es de mi linaje".
Como se ve, este nombre sublime en su raíz, a la luz de la ciencia, expresa la Maternidad divina"[14], es decir, el gran misterio del amor de Dios a los hombres.
¡Oh, Dios, Vos sois adorable en vuestras obras!
Los pueblos están a la espera, desde hace cuatro mil años. Ha llegado el solemne momento en que el sol de justicia va a elevarse pronto sobre el mundo para disipar las tinieblas que lo envuelven por todas partes, mas, Vos lo hacéis preceder de una dulce aurora que anuncia su venida. La fuerte voz de los profetas queda apagada después de tantos siglos. Todo está en silencio. La tierra gime y clama por su salvador. María mira el cielo para asir de él un signo, una señal que eleve su ánimo y avive sus esperanzas. ¿Qué es lo que quiere? Un nombre que brille como la estrella de Jacob. Signum magnum apparuit in coelo. Mulier amicta sole (Apoc 12,1). María se estremece... Ese nombre es toda una revelación para Ella: al estudiarlo, ve que se trata del que debe llevar la Madre del Redentor. Y comprende, desde entonces, que la hora de su liberación está próxima; y se entrega al júbilo, y entona el cántico de triunfo.
Cuando Dios hubo creado la primera mujer, le dio un nombre que revela todo el plan de su Providencia; y, cuando quiere regenerar al mundo mediante la Encarnación de su Verbo, hace brillar otro nombre que desvele todos los misterios de su amor.
¡Oh eterna Sabiduría! ¡Yo os bendigo, os adoro! ¡Qué sublime armonía! ¡Qué infinita delicadeza admiro en vuestros designios, en la realización de vuestros deseos!
II.- La augusta Virgen no es solamente Madre de Dios, que es lo que significa su nombre; es, igualmente, Soberana, y eso quiere decir también el nombre de MARIA.
María significa precisamente Señora, Dueña o Soberana, dice Ricardo de San Lorenzo y también Cristóbal de Vega, y "tal es el sentido más incuestionable de ese nombre" (Abate Daniel, "estudios sobre el Nombre de María").
En su verdadera etimología, el nombre de María, dice a su vez Cornelio a Lapide, significa Soberana, Dueña y Princesa, y a este fin, aduce en su apoyo la autoridad de San Epifanio, San Juan Damasceno, San Pedro Crisólogo, San Euquerio, Orígenes, San Jerónimo, San Beda el Venerable y otros Santos Doctores[15].
Para apoyar su aserción sobre pruebas irrefutables, descompone la palabra, examinando cada parte en su raíz hebraica, demostrando que contiene los títulos que venimos especificando[16].
¡Hecho admirable! El sentido del nombre de María, tan lleno de misterios, había sido presentido y anunciado antes de la Encarnación por Rabino Haccados, tan famoso por su ciencia y virtud. La Madre del Mesías, decía, se llamará SEÑORA[17].
Y a esta augusta Señora, a quien por condescendencia ha querido someterse el Verbo Encarnado, nosotros la llamamos Nuestra Señora del Sagrado Corazón para expresar su todopoderosa intercesión ante el Soberano Monarca, Nuestro Señor Jesucristo.
Este nombre bendito que nos habla de tan grandes cosas, debe aportarnos aún nuevas revelaciones.
Descendamos a sus profundidades y allí descubriremos para nosotros nuevos tesoros. Nos va a dar la llave de todos esos misterios de grandeza y de amor que en él se hallan encerrados, al revelarnos que, para el cuerpo místico de Cristo, es decir, para los elegidos del Señor, se le otorgó un tan excelso poder a la Virgen inmaculada: Omnia propter electos.
III.- En efecto, ¿a qué obedece esa "omnipotencia" de intercesión que Jesús concede a María ante su Divino Corazón y que tan bien simboliza su Nombre? Ya lo hemos apuntado, únicamente para los hombres cuya Madre es Ella, María.
Sí ciertamente, María lo ha recibido para nosotros; para salvamos de los innumerables peligros que hacen que tan justamente se compare al mundo a un mar tempestuoso y fecundo en naufragios. María debe, pues, reinar también como Soberana sobre ese mar para calmar sus olas, amainar las tempestades y sacarnos a nosotros de sus abismos si hubiéramos tenido la desgracia de caer en ellos. Pues bien, este sentido, dice el sabio Cornelio a Lapide, también está contenido en el NOMBRE de María que, de acuerdo con su raíz hebraica, quiere decir igualmente Señora del mar, Domina maris". Nomen "Maria" compositum est ex MORA, id est, Magistra, Domina, et IAM, id est, maris (Cornelio a Lapide, Coment. al Éxodo, XV, 20).
... La forma masculina, mor, mar, tiene, pues, indiscutiblemente, en arameo, lengua que se hablaba en Palestina en tiempos de Nuestro Señor Jesucristo, el sentido de "dueño, señor", Este apelativo fue dado al mismo Nuestro Señor por San Pablo (1 Cor XVI, 22): Maran atha, que significa: Nuestro Señor o Jesucristo ha Venido. Maran es la palabra mor con la vocal "a", de acuerdo con la pronunciación judía, seguida del sufijo o del adjetivo posesivo de la primera persona del plural, an, nuestro.
El título de "mor" se daba, en los libros siríacos, no sólo a los vivos de quienes se quería hablar honoríficamente, sino también a los muertos y, en particular, a los santos. Por este motivo, se dice Mor Efrén, como nosotros, San Efrén. Cuando se habla de reyes, en lugar de decir mor, se dice moran, nuestro señor. Así se explica que San Pablo empleara este título real al referirse a Jesucristo y, en consecuencia, resulta clarísimo el creer que, al expresarse así, se servía sencillamente de la expresión utilizada, en las iglesias de Palestina y de Siria, para designar al Divino Maestro.
Los primeros cristianos de lengua aramea, al tener el hábito de llamar a Jesucristo Maran, Nuestro Señor, como nosotros mismos lo hacemos y que no es sino la traducción de ese nombre, fácilmente se concibe que ya, desde un principio, hayan aceptado que el nombre de su madre tuviera idéntica raíz: esa palabra, Maran. De ahí la interpretación de Maria Domina en toda la Iglesia Oriental, tanto por parte de los Padres de esa Iglesia, como por San Jerónimo, en la Occidental.
Sin embargo, si el sentido de "señor" es cierto para mar, no lo es menos el de "soberana" para Mariam. La forma femenina de mar es Martha, en lengua aramea. Es el nombre que lleva la hermana de Lázaro, que nos da a conocer el Evangelio. Todos los orientalistas admiten que el nombre de Martha significa señora, soberana.
Mas la forma Mariam ¿no podría ser otra forma femenina, irregular o arcaica, o más bien, hebraica, de mar? Ciertamente no se sabría sentar lo contrario. Es verdad que es más natural buscar la etimología de un nombre llevado por la hermana de Moisés, en lengua hebraica que en la siríaca, y que no se encuentra en hebreo raíz alguna "mar" con el sentido del mandar, sino que se encuentra más en siríaco, donde mar está aislado y solamente tiene derivados, sin que se le pueda asignar una raíz cierta.
Aún es posible alegar otra dificultad contra la etimología que estamos estudiando: se trata de la terminación am de Mariam. Esta última dificultad que, con todo, se aduce con frecuencia, no es seria. Los mejores gramáticos y los más hábiles lexicógrafos están de acuerdo en admitir que la silaba am es un final que se añade a los substantivos propios, lo mismo que a los comunes, como una especie de letras superfluas o rutinarias.
No es fácil determinar el origen y el valor de ese apéndice, pero el hecho no queda menos probado y constatado en múltiples ejemplos. De todo esto podrían aportarse muchas citas. El que la desinencia am unos la maticen genéricamente y otros más estrictamente, no parece tener importancia. Lo que sí es cierto es que se nos ofrece como elemento esencial del nombre de María y que Mar tiene el sentido de soberana, dueña. Si no lleva la terminación femenina del arameo, es que no viene del arameo, sino del hebreo: Martha es la forma siríaca; Mariam, la forma hebraica que encontramos en la Biblia, desde los tiempos de Moisés, refiriéndose a la hermana del Legislador de los Hebreos.
Allí se encuentra, pues, de todas las etimologías del nombre de María, la que nos parece más verosímil y la mejor fundamentada. Y no es la menos aceptable. El significado no es el mismo que el de Sara, "la princesa, la reina". Dios ha querido que la Madre de los cristianos tuviera un nombre semejante al sentido del de la madre del pueblo judío, la madre de Isaac, la espera de Abraham.
O Imperatrix coelitum,
María, lux terrigenum.
Esthere pulchra pulchrior,
Juditha forti fortior,
Rebeca miti mitior,
Rachele cara carior,
Quo te celebrem nomine,
O Virgo plena numine"...
Tu, REGINA es.
(Himno antiguo)
P.S.- Tenemos la prueba de que la palabra: mar, mor, moran, mara, en el sentido de dueño, señor, era conocida en
Egipto, por los mismos egipcios, ya en tiempo de Moisés.
En un papiro, en el que el escriba Hui narra el viaje de Mohar por Palestina y Siria, en tiempo de Ramsés II, el autor da a Mohar el título de Marina. Todos los egiptólogos están de acuerdo en reconocer que ese título es semítico y significa: dueño, señor. Por otra parte, no hay duda posible sobre su significado, puesto que el grupo jeroglífico que expresa la palabra marina está seguido del signo que indica la idea de Señor, jefe, el que manda, el hombre provisto de bastón de mando. Esta palabra, marina, aparece dos veces en dicho papiro. Se lee también en el papiro Harris, en plural, y precisamente para designar a jefes de los Hebreos, lo que demuestra cada vez más cuán familiar era tanto a los Hebreos como a los Egipcios.
Nada, pues, de extraño que se haya dado el nombre Mariam a la hermana de Moisés en el sentido que acreditan los monumentos egipcios, el de señora, soberana. (Estudios del Abate Daniel, sobre el NOMBRE de MARÍA).
Del año 1912: Certificado de Admisión a la Archicofradía de Nuestra Señora del Sagrado Corazón