CAMINO DE PERFECCIÓN 2 (Santa Teresa de Ávila)
Contenido
En que declara qué es oración mental.
Trata cómo se ha de rezar oración vocal con perfección, y cuán junta anda
con ella la mental.
En que declara qué es oración de recogimiento, y pónense algunos medios para
acostumbrarse a ella.
Prosigue en la misma materia. -Es muy bueno para después de haber recibido
el Santísimo Sacramento.
Acaba la materia comenzada con una exclamación al Padre Eterno.
Trata de estas palabras del paternóster: «Dimitte nobis debita nostra».
Dice cómo procurando siempre andar en amor y temor de Dios, iremos seguras
entre tantas tentaciones.
Que habla del temor de Dios, y cómo nos hemos de guardar de pecados
veniales.
CAPÍTULO 22
En que declara
qué es oración mental.
1. Sabed, hijas, que no está la falta para ser o no ser
oración mental en tener cerrada la boca. Si hablando, estoy enteramente
entendiendo y viendo que hablo con Dios con más advertencia que en las
palabras que digo, junto está oración mental y vocal. Salvo si no os dicen
que estéis hablando con Dios rezando el Paternóster y pensando en el mundo;
aquí callo. Mas si habéis de estar, como es razón se esté, hablando con tan
gran Señor, que es bien estéis mirando con quién habláis y quién sois vos,
siquiera para hablar con crianza. Porque ¿cómo podéis llamar al rey Alteza,
ni saber las ceremonias que se hacen para hablar a un grande (1), si no
entendéis bien qué estado tiene y qué estado tenéis vos? Porque conforme a
esto se ha de hacer el acatamiento, y conforme al uso, porque aun esto es
menester también que sepáis. Si no, enviaros han para simple (2) y no
negociaréis cosa.
Pues ¿qué es esto, Señor mío? ¿Qué es esto, mi Emperador?
¿Cómo se puede sufrir? Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado
el que tenéis. Cuando en el Credo se dice «vuestro reino no tiene fin», casi
siempre me es particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre;
en fin, vuestro reino durará para siempre. Pues nunca Vos, Señor, permitáis
se tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos, sea sólo con la boca.
2. ¿Qué es esto, cristianos, los que decís no es menester
oración mental, entendéisos? (3) Cierto, que pienso que no os entendéis, y
así queréis desatinemos todos: ni sabéis cuál es oración mental ni cómo se
ha de rezar la vocal ni qué es contemplación, porque si lo supieseis no
condenaríais por un cabo lo que alabáis por otro.
3. Yo he de poner siempre junta oración mental con la
vocal, cuando se me acordare, porque no os espanten, hijas; que yo sé en qué
caen (4) estas cosas, que he pasado algún trabajo en este caso, y así no
querría que nadie os trajese desasosegadas, que es cosa dañosa ir con miedo
este camino. Importa mucho entender que vais bien, porque en diciendo a
algún caminante que va errado y que ha perdido el camino, le hacen andar de
un cabo a otro, y todo lo que anda buscando por dónde ha de ir se cansa y
gasta el tiempo y llega más tarde.
¿Quién puede decir es mal, si comenzamos a rezar las
Horas o el rosario, que comience a pensar con quién va a hablar y quién es
el que habla, para ver cómo le ha de tratar? Pues yo os digo, hermanas, que
si lo mucho que hay que hacer en entender estos dos puntos se hiciese bien,
que primero que comencéis la oración vocal que vais a rezar, ocupéis harto
tiempo en la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con
el descuido que a un labrador, o como con una pobre como nosotras, que como
quiera que nos hablaren va bien (5).
4. Razón es que, ya que por la humildad de este Rey, si
como grosera no sé hablar con él, no por eso me deja de oír ni me deja de
llegar a sí ni me echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que
están allí la condición de su Rey, que gusta más de estas groserías de un
pastorcito humilde que ve que si más supiera más dijera, que de los muy
sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con
humildad (6). Así que no porque El sea bueno, hemos de ser nosotros
descomedidos. Siquiera para agradecerle el mal olor que sufre en consentir
cabe sí una como yo, es bien que procuremos conocer su limpieza y quién es.
Es verdad que se entiende luego en llegando, como con los señores de acá,
que con que nos digan quién fue su padre y los cuentos que tiene de renta y
el dictado (7), no hay más que saber. Porque acá no se hace cuenta de las
personas para hacerlas honra, por mucho que merezcan, sino de las haciendas.
5. ¡Oh miserable mundo! Alabad mucho a Dios, hijas, que
habéis dejado cosa tan ruin, adonde no hacen caso de lo que ellos en sí
tienen, sino de lo que tienen sus renteros y vasallos; y si ellos faltan,
luego falta de hacerle honra. Cosa donosa es ésta para que os holguéis
cuando hayáis todas de tomar alguna recreación, que éste es buen pasatiempo,
entender cuán ciegamente pasan su tiempo los del mundo.
6. ¡Oh Emperador nuestro, sumo poder, suma bondad, la
misma sabiduría, sin principio, sin fin, sin haber término en vuestras
obras, son infinitas, sin poderse comprender, un piélago sin suelo de
maravillas, una hermosura que tiene en sí todas las hermosuras, la misma
fortaleza! ¡Oh, válgame Dios! ¡quién tuviera aquí junta toda la elocuencia
de los mortales, y sabiduría para saber bien -como acá se puede saber, que
todo es no saber nada, para este caso- dar a entender alguna de las muchas
cosas que podemos considerar para conocer algo de quién es este Señor y bien
nuestro!
7. Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con
quién vais a hablar o con quién estáis hablando. En mil vidas de las
nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor, que
los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo lo puede, su querer
es obrar. Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos en estas
grandezas que tiene nuestro Esposo y que entendamos con quién estamos
casadas, qué vida hemos de tener. ¡Oh, válgame Dios!, pues acá, cuando uno
se casa, primero sabe con quién, quién es y qué tiene. Nosotras, ya
desposadas, antes de las bodas, que nos ha de llevar a su casa, pues acá no
quitan estos pensamientos a las que están desposadas con los hombres (8),
¿por qué nos han de quitar que procuremos entender quién es este hombre y
quién es su Padre y qué tierra es ésta adonde me ha de llevar y qué bienes
son los que promete darme, qué condición tiene, cómo podré contentarle
mejor, en qué le haré placer, y estudiar cómo haré mi condición que conforme
con la suya? Pues si una mujer ha de ser bien casada, no le avisan otra cosa
sino que procure esto, aunque sea hombre muy bajo su marido.
8. Pues, Esposo mío, ¿en todo han de hacer menos caso de
Vos que de los hombres? Si a ellos no les parece bien esto, dejen os
vuestras esposas, que han de hacer vida con Vos. Es verdad que es buena
vida. Si un esposo es tan celoso que quiere no trate con nadie su esposa,
¡linda cosa es que no piense en cómo le hará este placer y la razón que
tiene de sufrirle y de no querer que trate con otro, pues en él tiene todo
lo que puede querer!
Esta es oración mental, hijas mías, entender estas
verdades. Si queréis ir entendiendo esto y rezando vocalmente, muy
enhorabuena. No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas, que
esto hace no entender qué cosa es oración mental. Creo va dado a entender.
Plega al Señor lo sepamos obrar, amén (9).
NOTAS
1 Hablar un grande, escribió la Santa. Seguimos la
enmienda de Fray Luis de León (p. 128).
2 Por simple, decía la 1ª redacción, en la cual se lee a
continuación un episodio acaecido a la Santa durante su permanencia en el
palacio de Dña. Luisa de la Cerda (cf. Vida c. 34): Y más habréis menester
si no lo sabéis bien, de informaros y aun de deletrear lo que habéis de
decir. A mí me acaeció una vez; no tenía costumbre a hablar con señores, e
iba por cierta necesidad a tratar con una que había de llamar «señoría», y
es así que me lo mostraron deletreado. Yo como soy torpe y no lo había
usado, en llegando allá no lo acertaba bien. Acerté decirle lo que pasaba y
echarlo en risa, porque tuviese por bueno llamarla «merced»; y así lo hice.
3 La 1ª redacción proseguía: que querría dar voces y
disputar -con ser la que soy- con los que dicen que no es menester oración
mental.
4 En qué caen: en qué vienen a parar.
5 En la 1ª redacción: ... primero que comencéis la
oración vocal -que es rezar las horas o el rosario-, ocupéis hartas horas en
la mental. Sí, que no hemos de llegar a hablar con un príncipe como con un
labradorcillo o como con una pobre como nosotras, que no va más que nos
llamen tú que vos.
6 En la 1ª redacción escribió: gusta más de estas
groserías ... que de las 'teulogías' muy ordenadas, si no van con tanta
humildad.
7 Los cuentos de renta: millones de renta. -El dictado:
el título de dignidad al que correspondía el «tratamiento»: merced, señoría,
alteza, majestad...
8 Fray Luis en su edición (p. 132) creyó necesario
completar el original, redondeando el primer período: «pues acá cuando uno
se casa, primero sabe con quién... nosotras ya desposadas... no pensaremos
en nuestro esposo? -Su enmienda ha sido seguida por casi todos los editores,
a pesar de ser francamente superflua. Nótese el paralelo entre la 1ª
redacción: Pues acá, si uno se casa, primero sabe quién es y cómo y qué
tiene. Nosotras estamos desposadas y todas las almas por el bautismo. Antes
de las bodas y que nos lleve a su casa el desposado -pues no quitan acá
estos pensamientos con los hombres- ¿por qué nos han de quitar que
entendamos nosotras quién es este hombre? -Para la recta inteligencia del
texto teresiano, téngase en cuenta su precisión lexical y el ceremonial
matrimonial de entonces: «desposados» y «esposos» eran los dos prometidos
después del «desposorio» y antes de las «bodas» o matrimonio, con el cual
pasaban a ser «casados». Ya antes de las «bodas» era de rito que el «esposo»
llevase la esposa a la propia casa, para completar las «vistas».
9 La 1ª redacción concluía así: No os espante nadie con
esos temores. Alabad a Dios, que es poderoso sobre todos y que no os lo
pueden quitar. Antes la que no pudiere rezar vocalmente con esta atención,
sepa que no hace lo que es obligada; y que lo está -si quiere rezar con
perfección- de procurarlo con todas sus fuerzas, so pena de no hacer lo que
debe a esposa de tan gran rey. -Suplicadle, hijas, me dé gracia para que lo
haga como os lo aconsejo, que me falta mucho. Su Majestad lo provea por
quien es.
CAPÍTULO 23
Trata de lo
que importa no tornar atrás quien ha comenzado camino de oración, y torna a
hablar de lo mucho que va en que sea con determinación.
1. Pues digo que va muy mucho en comenzar con gran
determinación, por tantas causas que sería alargarme mucho si las dijese.
Solas dos o tres os quiero, hermanas, decir: (1)
La una es que no es razón que a quien tanto nos ha dado y
continuo da, que una cosa que nos queremos determinar a darle, que es este
cuidadito (no,) cierto, sin interés, sino con tan grandes ganancias), no se
lo dar con toda determinación sino como quien presta una cosa para tornarla
a tomar. Esto no me parece a mí dar, antes siempre queda con algún disgusto
a quien han emprestado una cosa cuando se la tornan a tomar, en especial si
la ha menester y la tenía ya como por suya, o que si son amigos y a quien la
prestó debe muchas dadas sin ningún interés: con razón le parecerá poquedad
y muy poco amor, que aun una cosita suya no quiere dejar en su poder,
siquiera por señal de amor.
2. ¿Qué esposa hay que recibiendo muchas joyas de valor
de su esposo no le dé siquiera una sortija, no por lo que vale, que ya todo
es suyo, sino por prenda que será suya hasta que muera? Pues ¿qué menos
merece este Señor, para que burlemos de él, dando y tomando una nonada que
le damos? Sino que este poquito de tiempo que nos determinamos de darle de
cuanto gastamos en nosotros mismos y en quien no nos lo agradecerá, ya que
aquel rato le queremos dar, démosle libre el pensamiento y desocupado de
otras cosas, y con toda determinación de nunca jamás se le tornar a tomar,
por trabajos que por ello nos vengan, ni por contradicciones ni por
sequedades; sino que ya como cosa no mía tenga aquel tiempo y piense me le
pueden pedir por justicia cuando del todo no se le quisiere dar.
3. Llamo «del todo», porque no se entiende que dejarlo
algún día, o algunos, por ocupaciones justas o por cualquier indisposición,
es tomársele ya. La intención esté firme, que no es nada delicado mi Dios:
no mira en menudencias. Así tendrá qué os agradecer; es dar algo. Lo demás,
bueno es a quien no es franco, sino tan apretado que no tiene corazón para
dar; harto es que preste. En fin, haga algo, que todo lo toma en cuenta este
Señor nuestro; a todo hace como lo queremos. Para tomarnos cuenta no es nada
menudo, sino generoso; por grande que sea el alcance, tiene El en poco
perdonarle. Para pagarnos es tan mirado, que no hayáis miedo que un alzar de
ojos con acordarnos de El deje sin premio.
4. Otra causa (2) es porque el demonio no tiene tanta
mano para tentar. Ha gran miedo a ánimas determinadas, que tiene ya
experiencia le hacen gran daño, y cuanto él ordena para dañarlas, viene en
provecho suyo y de los otros y que sale él con pérdida. Y ya que no hemos
nosotros de estar descuidados ni confiar en esto, porque lo habemos con
gente traidora, y a los apercibidos no osan tanto acometer, porque es muy
cobarde; mas si viese descuido, haría gran daño. Y si conoce a uno por
mudable y que no está firme en el bien y con gran determinación de
perseverar, no le dejará a sol ni a sombra. Miedos le pondrá e
inconvenientes que nunca acabe. Yo lo sé esto muy bien por experiencia, y
así lo he sabido decir, y digo que no sabe nadie lo mucho que importa.
5. La otra cosa es -y que hace mucho al caso- que pelea
con más ánimo. Ya sabe que, venga lo que viniere, no ha de tornar atrás. Es
como uno que está en una batalla, que sabe, si le vencen, no le perdonarán
la vida, y que ya que no muere en la batalla ha de morir después; pelea con
más determinación y quiere vender bien su vida -como dicen- y no teme tanto
los golpes, porque lleva adelante lo que le importa la victoria y que le va
la vida en vencer.
Es también necesario comenzar con seguridad de que, si no
nos dejamos vencer, saldremos con la empresa; esto sin ninguna duda, que por
poca ganancia que saquen, saldrán muy ricos. No hayáis miedo os deje morir
de sed el Señor que nos llama a que bebamos de esta fuente. Esto queda ya
dicho (3), y querríalo decir muchas veces, porque acobarda mucho a personas
que aún no conocen del todo la bondad del Señor por experiencia, aunque le
conocen por fe. Mas es gran cosa haber experimentado con la amistad y regalo
que trata a los que van por este camino, y cómo casi les hace toda la costa
(4).
6. Los que esto no han probado, no me maravillo quieran
seguridad de algún interés. Pues ya sabéis que es ciento por uno, aun en
esta vida, y que dice el Señor: «Pedid y daros han» (5). Si no creéis a Su
Majestad en las partes de su Evangelio que asegura esto, poco aprovecha,
hermanas, que me quiebre yo la cabeza a decirlo. Todavía digo que a quien
tuviere alguna duda, que poco se pierde en probarlo; que eso tiene bueno
este viaje (6), que se da más de lo que se pide ni acertaremos a desear.
Esto es sin falta, yo lo sé. Y a las de vosotras que lo sabéis por
experiencia, por la bondad de Dios, puedo presentar por testigos (7).
NOTAS
1 Dirá tres: nn. 1, 4, 5. -En la 1ª redacción alegaba la
razón de su brevedad: En otros libros están dichas.
2 Cf. la 1ª en el n. 1.
3 En el c. 19, n. 15.
4 Les hace toda la costa: paga los gastos.
5 Doble alusión a Mt 19, 29 y Lc 11, 9.
6 Este viaje: el camino de oración (cf. n. 5 fin).
7 La 1ª redacción concluía: Esto es sin falta; yo sé que
es así. Si no hallaren ser verdad, no me crean cosa de cuantas os digo. Ya
vosotras, hermanas, lo sabéis por experiencia y os puedo presentar por
testigos, por la bondad de Dios. Por las que vinieren es bien esto que está
dicho.
CAPÍTULO 24
Trata cómo se
ha de rezar oración vocal con perfección, y cuán junta anda con ella la
mental.
1. Ahora, pues, tornemos (1) a hablar con las almas que
he dicho que no se pueden recoger ni atar los entendimientos en oración
mental ni tener consideración. No nombremos aquí estas dos cosas, pues no
sois para ellas, que hay muchas personas en hecho de verdad que sólo el
nombre de oración mental o contemplación parece las atemoriza, [2] y porque
(2) si alguna viene a esta casa, que también, como he dicho, no van todos
por un camino.
Pues lo que quiero ahora aconsejaros (y) aun puedo decir
enseñaros, porque, como madre, con el oficio de priora que tengo, es lícito)
(3), cómo habéis de rezar vocalmente, porque es razón entendáis lo que
decís. Y porque quien no puede pensar en Dios puede ser que oraciones largas
también le cansen, tampoco me quiero entremeter en ellas, sino en las que
forzado habemos de rezar, pues somos cristianos, que es el Paternóster y
Avemaría; porque no puedan decir por nosotras que hablamos y no nos
entendemos, salvo si no nos parece basta irnos por la costumbre, con sólo
pronunciar las palabras, que esto basta. Si basta o no, en eso no me
entremeto, los letrados lo dirán (4). Lo que yo querría hiciésemos nosotras,
hijas, es que no nos contentemos con solo eso. Porque cuando digo «credo»,
razón me parece será que entienda y sepa lo que creo; y cuando «Padre
nuestro», amor será entender quién es este Padre nuestro y quién es el
maestro que nos enseñó esta oración.
3. Si queréis decir que ya os lo sabéis y que no hay para
qué se os acuerde, no tenéis razón; que mucho va de maestro a maestro, pues
aun de los que acá nos enseñan es gran desgracia no nos acordar; en
especial, si son santos y son maestros del alma, es imposible, si somos
buenos discípulos (5). Pues de tal maestro como quien nos enseñó esta
oración y con tanto amor y deseo que nos aprovechase, nunca Dios quiera que
no nos acordemos de El muchas veces cuando decimos la oración, aunque por
ser flacos no sean todas.
4. Pues cuanto a lo primero, ya sabéis que enseña Su
Majestad que sea a solas; que así lo hacía El siempre que oraba (6), y no
por su necesidad, sino por nuestro enseñamiento. Ya esto dicho se está que
no se sufre hablar con Dios y con el mundo, que no es otra cosa estar
rezando y escuchando por otra parte lo que están hablando, o pensar en lo
que se les ofrece sin más irse a la mano; salvo si no es algunos tiempos
que, o de malos humores -en especial si es persona que tiene melancolía- o
flaqueza de cabeza, que aunque más lo procura no puede, o que permite Dios
días de grandes tempestades en sus siervos para más bien suyo, y aunque se
afligen y procuran quietarse, no pueden ni están en lo que dicen, aunque más
hagan, ni asienta en nada el entendimiento, sino que parece tiene frenesí,
según anda desbaratado.
5. Y en la pena que da a quien lo tiene, verá que no es a
culpa suya. Y no se fatigue, que es peor, ni se canse en poner seso a quien
por entonces no le tiene, que es su entendimiento, sino rece como pudiere; y
aun no rece, sino como enferma procure dar alivio a su alma: entienda en
otra obra de virtud.
Esto es ya para personas que traen cuidado de sí y tienen
entendido no han de hablar a Dios y al mundo junto.
Lo que podemos hacer nosotros es procurar estar a solas,
y plega a Dios que baste, como digo, para que entendamos con quién estamos y
lo que nos responde el Señor a nuestras peticiones. ¿Pensáis que está
callado? Aunque no le oímos, bien habla al corazón cuando le pedimos de
corazón.
Y bien es consideremos somos cada una de nosotras a quien
enseñó esta oración y que nos la está mostrando, pues nunca el maestro está
tan lejos del discípulo que sea menester dar voces, sino muy junto. Esto
quiero yo entendáis vosotras os conviene para rezar bien el Paternóster: no
se apartar de cabe el Maestro que os le mostró.
6. Diréis que ya esto es consideración, que no podéis ni
aun queréis sino rezar vocalmente; porque también hay personas mal sufridas
y amigas de no se dar pena, que como no lo tienen de costumbre, esla recoger
el pensamiento al principio; y por no cansarse un poco, dicen que no pueden
más ni lo saben, sino rezar vocalmente.
Tenéis razón en decir que ya es oración mental. Mas yo os
digo, cierto, que no sé cómo lo aparte (7), si ha de ser bien rezado lo
vocal y entendiendo con quién hablamos. Y aun es obligación que procuremos
rezar con advertencia. Y aun plega a Dios que con estos remedios vaya bien
rezado el Paternóster y no acabemos en otra cosa impertinente. Yo lo he
probado algunas veces, y el mejor remedio que hallo es procurar tener el
pensamiento en quien enderezó las palabras. Por eso tened paciencia y
procurad hacer costumbre de cosa tan necesaria (8).
NOTAS
1 Cf. c. 19, n. 2 s, cuyo tema ahora reanuda; cf. además
el c. 21, n. 3.
2 Léase por (cf. Fr. Luis p. 139). -Como he dicho: cf. c.
17, n. 2; c. 20, n. 1 s; c. 19, n. 9.
3 Súplase es (cf. Fr. Luis p. 139: lo que ahora quiero
aconsejaros... es cómo habéis de rezar).
4 En la 1ª redacción escribió: si os basta o no, no me
entrometo. Eso es de letrados: ellos lo dirán a las personas que les diere
Dios luz para que se lo quieran preguntar. Y en los que no tienen nuestro
estado no me entremeto.
5 ... y si es maestro del alma y somos buenos discípulos,
es imposible [no nos acordar de él], sino tenerle mucho amor y aun honrarnos
de él y hablar en él muchas veces. -Así, en la 1ª redacción.
6 Doble alusión bíblica: a Mt 6, 6 y a Lc 6, 12 y 22, 41.
-En el ms. de Toledo la propia Autora enmendó esta afirmación demasiado
perentoria, así: que así lo hacía Su Majestad muchas veces. -Con las
palabras lo primero la Santa se refiere al «cómo habéis de rezar vocalmente,
que se propuso tratar en el n. 1-2: su plan abarca dos puntos: el 1o,
exponer la oración vocal en general; el 2o, cómo rezar en especial el
paternóster y avemaría. De hecho, sólo expondrá la oración dominical,
omitiendo el comentario a la salutación angélica (cf. c. 42, nota 7).
7 No sé cómo lo aparte: no sé cómo se pueda separar la
oración mental de la vocal.
8 La 1ª redacción concluía así: Por eso, tened paciencia,
que esto es menester para ser monjas y aun para rezar como buenos
cristianos, a mi parecer.
CAPÍTULO 25
En que dice lo
mucho que gana un alma que reza con perfección vocalmente, y cómo acaece
levantarla Dios de allí a cosas sobrenaturales.
1. Y porque no penséis se saca poca ganancia de rezar
vocalmente con perfección, os digo que es muy posible que estando rezando el
Paternóster os ponga el Señor en contemplación perfecta, o rezando otra
oración vocal; que por estas vías muestra Su Majestad que oye al que le
habla, y le habla su grandeza, suspendiéndole el entendimiento y atajándole
el pensamiento (1), y tomándole -como dicen- la palabra de la boca, que
aunque quiere no puede hablar si no es con mucha pena; [2] entiende que sin
ruido de palabras le está enseñando este Maestro divino, suspendiendo las
potencias, porque entonces antes dañarían que aprovecharían si obrasen.
Gozan sin entender cómo gozan. Está el alma abrasándose en amor y no
entiende cómo ama. Conoce que goza de lo que ama y no sabe cómo lo goza.
Bien entiende que no es gozo que alcanza el entendimiento a desearle.
Abrázale la voluntad sin entender cómo. Mas en pudiendo entender algo, ve
que no es éste bien que se puede merecer con todos los trabajos que se
pasasen juntos por ganarle en la tierra. Es don del Señor de ella y del
cielo, que en fin da como quien es.
Esta, hijas, es contemplación perfecta.
3. Ahora entenderéis la diferencia que hay de ella a la
oración mental, que es lo que queda dicho: (2) pensar y entender qué
hablamos y con quién hablamos y quién somos los que osamos hablar con tan
gran Señor. Pensar esto y otras cosas semejantes de lo poco que le hemos
servido y lo mucho que estamos obligados a servir es oración mental. No
penséis es otra algarabía, ni os espante el nombre. Rezar el Paternóster y
Avemaría o lo que quisiereis, es oración vocal.
Pues mirad qué mala música hará sin lo primero: (3) aun
las palabras no irán con concierto todas veces. En estas dos cosas (4)
podemos algo nosotros, con el favor de Dios; en la contemplación que ahora
dije, ninguna cosa: Su Majestad es el que todo lo hace, que es obra suya
sobre nuestro natural.
4. Como está dado a entender esto de contemplación muy
largamente, lo mejor que yo lo supe declarar, en la relación que tengo dicho
escribí para que viesen mis confesores de mi vida (6) -que me lo mandaron-,
no lo digo aquí ni hago más de tocar en ello. Las que hubiereis sido tan
dichosas que el Señor os llegue a estado de contemplación, si le pudieseis
haber, puntos tiene y avisos que el Señor quiso acertase a decir, que os
consolarían mucho y aprovecharían, a mi parecer y al de algunos que le han
visto, que le tienen para hacer caso de él; que vergüenza es deciros yo que
hagáis caso del mío, y el Señor sabe la confusión con que escribo mucho de
lo que escribo. ¡Bendito sea que así me sufre! Las que -como digo- tuvieren
oración sobrenatural, procúrenle después de yo muerta; las que no, no hay
para qué, sino esforzarse a hacer lo que en éste va dicho, y deje al Señor,
que es quien lo ha de dar y no os lo negará si no os quedáis en el camino,
sino que os esforzáis hasta llegar a la fin (7)
NOTAS
1 Pensamiento, en la vaga acepción de «imaginación».
2 Queda dicho en el c. 22.
3 Sin lo primero: la oración vocal sin la mental.
4 En estas dos cosas: oración mental y vocal.
5 Al margen del autógrafo, uno de los censores anotó:
«contemplación»; pero sobrevino el segundo censor, tachó esta palabra y
enmendó el texto teresiano así: «en la contemplación que ahora dije, ninguna
cosa [podemos], si no es disponernos con la oración: Su Majestad es el que
ve lo hace, que es obra suya...».
6 La relación que tiene dicha (cf. prólogo n. 4) es el
libro de la Vida. Trató ampliamente de la contemplación en los cc. 14-21, y
en casi toda la tercera parte del libro, cc. 22-31. Cf. especialmente el c.
14, nn. 2 y 6; y c. 18, n. 14.
7 En la 1ª redacción varía todo este n.: ... como está
todo lo mejor dado a entender en el libro que digo tengo escrito, y así no
hay que tratar de ello particularmente aquí: allí dije lo que supe. Quien
llegare a haberle Dios llegado a este estado de contemplación de vosotras
-que, como dije, algunas estáis en él-, procuradle, que os importa mucho, de
que yo me muera. Las que no, no hay para qué; sino esforzarse a hacer lo que
en este libro va dicho, de ganar por cuantas vías pudiere y tener diligencia
que el Señor se lo dé con suplicárselo y ayudarse. Lo demás, el Señor mismo
lo ha de dar y no lo niega a nadie que llegue hasta el fin del camino
peleando como queda dicho.
CAPÍTULO 26
En que va
declarando el modo para recoger el pensamiento. -Pone medios para ello. -Es
capítulo muy provechoso para los que comienzan oración.
1. Ahora, pues, tornemos a nuestra oración vocal para que
se rece de manera que, sin entendernos, nos lo dé Dios todo junto, y para
-como he dicho- (1) rezar como es razón.
La examinación de la conciencia y decir la confesión y
santiguaros, ya se sabe ha de ser lo primero.
Procurad luego, hija, pues estáis sola, tener compañía.
Pues ¿qué mejor que la del mismo maestro que enseñó la oración que vais a
rezar? Representad al mismo Señor junto con vos y mirad con qué amor y
humildad os está enseñando. Y creedme, mientras pudiereis no estéis sin tan
buen amigo. Si os acostumbráis a traerle cabe vos y El ve que lo hacéis con
amor y que andáis procurando contentarle, no le podréis -como dicen- echar
de vos; no os faltará para siempre; ayudaros ha en todos vuestros trabajos;
tenerle heis en todas partes: ¿pensáis que es poco un tal amigo al lado?
2. ¡Oh hermanas, las que no podéis tener mucho discurso
del entendimiento ni podéis tener el pensamiento sin divertiros!,
¡acostumbraos, acostumbraos! Mirad que sé yo que podéis hacer esto, porque
pasé muchos años por este trabajo de no poder sosegar el pensamiento en una
cosa, y eslo muy grande. Mas sé que no nos deja el Señor tan desiertos, que
si llegamos con humildad a pedírselo, no nos acompañe. Y si en un año no
pudiéremos salir con ello, sea en más. No nos duela el tiempo en cosa que
tan bien se gasta. ¿Quién va tras nosotros? Digo que esto, que puede
acostumbrarse a ello, y trabajar andar cabe este verdadero Maestro.
3. No os pido ahora que penséis en El ni que saquéis
muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con
vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis. Pues ¿quién os quita
volver los ojos del alma, aunque sea de presto si no podéis más, a este
Señor? Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar la cosa más
hermosa que se puede imaginar? Pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo los
ojos de vosotras. Haos sufrido mil cosas feas y abominaciones contra El y no
ha bastado para que os deje de mirar, ¿y es mucho que, quitados los ojos de
estas cosas exteriores, le miréis algunas veces a El? Mirad que no está
aguardando otra cosa, como dice a la esposa, sino que le miremos (2). Como
le quisiereis, le hallaréis. Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no
quedará por diligencia suya.
4. Así como dicen ha de hacer la mujer, para ser bien
casada, con su marido, que si está triste, se ha de mostrar ella triste y si
está alegre, aunque nunca lo esté, alegre (mirad) de qué sujeción os habéis
librado, hermanas), esto con verdad, sin fingimiento, hace el Señor con
nosotros: que El se hace el sujeto, y quiere seáis vos la señora, y andar El
a vuestra voluntad. Si estáis alegre, miradle resucitado; que sólo imaginar
cómo salió del sepulcro os alegrará. Mas ¡con qué claridad y con qué
hermosura! ¡Con qué majestad, qué victorioso, qué alegre! Como quien tan
bien salió de la batalla adonde ha ganado un tan gran reino, que todo le
quiere para vos, y a sí con él. Pues ¿es mucho que a quien tanto os da
volváis una vez los ojos a mirarle?
5. Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del
huerto: ¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma, pues con ser el mismo
sufrimiento la dice y se queja de ella! O miradle atado a la columna, lleno
de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama; tanto
padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos,
desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por El, helado de frío, puesto en
tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado
con la cruz, que aun no le dejaban hartar de huelgo. Miraros ha El con unos
ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por
consolar los vuestros, sólo porque os vayáis vos con El a consolar y volváis
la cabeza a mirarle (3).
6. «¡Oh Señor del mundo, verdadero Esposo mío! -le podéis
vos decir, si se os ha enternecido el corazón de verle tal, que no sólo
queráis mirarle, sino que os holguéis de hablar con El, no oraciones
compuestas, sino de la pena de vuestro corazón, que las tiene El en muy
mucho-, ¿tan necesitado estáis, Señor mío y Bien mío, que queréis admitir
una pobre compañía como la mía, y veo en vuestro semblante que os habéis
consolado conmigo? Pues ¿cómo, Señor, es posible que os dejan solo los
ángeles, y que aun no os consuela vuestro Padre? Si es así, Señor, que todo
lo queréis pasar por mí, ¿qué es esto que yo paso por Vos? ¿De qué me quejo?
Que ya he vergüenza, de que os he visto tal, que quiero pasar, Señor, todos
los trabajos que me vinieren y tenerlos por gran bien por imitaros en algo.
Juntos andemos, Señor. Por donde fuereis, tengo de ir. Por donde pasareis,
tengo de pasar».
7. Tomad, hija, de aquella cruz. No se os dé nada de que
os atropellen los judíos, porque El no vaya con tanto trabajo. No hagáis
caso de lo que os dijeren. Haceos sorda a las murmuraciones. Tropezando,
cayendo con vuestro Esposo, no os apartéis de la cruz ni la dejéis. Mirad
mucho el cansancio con que va y las ventajas que hace su trabajo a los que
vos padecéis, por grandes que los queráis pintar. Y por mucho que los
queráis sentir, saldréis consolada de ellos, porque veréis son cosa de burla
comparados a los del Señor.
8. Diréis, hermanas, que cómo se podrá hacer esto, que si
le vierais con los ojos del cuerpo en el tiempo que Su Majestad andaba en el
mundo, que lo hicierais de buena gana y le mirarais siempre.
-No lo creáis, que quien ahora no se quiere hacer un
poquito de fuerza a recoger siquiera la vista para mirar dentro de sí a este
Señor (que) lo puede hacer sin peligro, sino con tantito cuidado), muy menos
se pusiera al pie de la cruz con la Magdalena, que veía la muerte al ojo.
Mas ¡qué debía pasar la gloriosa Virgen y esta bendita Santa! ¡Qué de
amenazas, qué de malas palabras y qué de encontrones, y qué descomedidas!
Pues ¡con qué gente lo habían tan cortesana! Sí, lo era del infierno, que
eran ministros del demonio. Por cierto que debía ser terrible cosa lo que
pasaron; sino que, con otro dolor mayor, no sentirían el suyo.
Así que, hermanas, no creáis erais para tan grandes
trabajos, si no sois para cosas tan pocas. Ejercitándoos en ellas, podéis
venir a otras mayores (8).
9. Lo que podéis hacer para ayuda de esto, procurad traer
una imagen o retrato de este Señor que sea a vuestro gusto; no para traerle
en el seno y nunca le mirar, sino para hablar muchas veces con El, que El os
dará qué le decir. Como habláis con otras personas, ¿por qué os han más de
faltar palabras para hablar con Dios? No lo creáis; al menos yo no os
creeré, si lo usáis; porque si no, el no tratar con una persona causa
extrañeza y no saber cómo nos hablar con ella, que parece no la conocemos, y
aun aunque sea deudo, porque deudo y amistad se pierde con la falta de
comunicación.
10. También es gran remedio tomar un libro de romance
bueno, aun para recoger el pensamiento, para venir a rezar bien vocalmente,
y poquito a poquito ir acostumbrando el alma con halagos y artificio para no
la amedrentar. Haced cuenta que ha muchos años que se ha ido de con su
esposo, y que hasta que quiera tornar a su casa es menester mucho saberlo
negociar, que así somos los pecadores: tenemos tan acostumbrada nuestra alma
y pensamiento a andar a su placer, o pesar, por mejor decir, que la triste
alma no se entiende, que para que torne a tomar amor a estar en su casa es
menester mucho artificio, y si no es así y poco a poco, nunca haremos nada.
Y tórnoos a certificar que si con cuidado os acostumbráis
a lo que he dicho (5), que sacaréis tan gran ganancia que, aunque yo os la
quisiera decir, no sabré. Pues juntaos cabe este buen Maestro, muy
determinadas a deprender lo que os enseña, y Su Majestad hará que no dejéis
de salir buenas discípulas, ni os dejará si no le dejáis. Mirad las palabras
que dice aquella boca divina, que en la primera entenderéis luego el amor
que os tiene, que no es pequeño bien y regalo del discípulo ver que su
maestro le ama.
NOTAS
1 En el c. 24, n. 2.
2 Ct 2, 14.
3 Al margen del autógrafo escurialense escribió la Santa,
a modo de título del n. siguiente: exclamación.
4 En la 1ª redacción se lee: Y creed que digo verdad
-porque he pasado por ello-, que lo podréis hacer.
5 A lo que he dicho: en la 1ª redacción: ... a considerar
que traéis con vos a este Señor, y a hablar con El muchas veces...
CAPÍTULO 27
En que trata
el gran amor que nos mostró el Señor en las primeras palabras del
Paternóster, y lo mucho que importa no hacer caso ninguno del linaje las que
de veras quieren ser hijas de Dios.
1. «Padre nuestro que estás en los cielos» (1).
¡Oh Señor mío, cómo parecéis Padre de tal Hijo y cómo
parece vuestro Hijo hijo de tal Padre! ¡Bendito seáis por siempre jamás! ¿No
fuera al fin de la oración esta merced, Señor, tan grande? En comenzando,
nos henchís las manos y hacéis tan gran merced que sería harto bien
henchirse el entendimiento para ocupar de manera la voluntad que no pudiese
hablar palabra.
¡Oh, qué bien venía aquí, hijas, contemplación perfecta!
¡Oh, con cuánta razón se entraría el alma en sí para poder mejor subir sobre
sí misma (2) a que le diese este santo Hijo a entender qué cosa es el lugar
adonde dice que está su Padre, que es en los cielos! Salgamos de la tierra,
hijas mías, que tal merced como ésta no es razón se tenga en tan poco, que
después que entendamos cuán grande es nos quedemos en la tierra.
2. ¡Oh Hijo de Dios y Señor mío!, ¿cómo dais tanto junto
a la primera palabra? Ya que os humilláis a Vos con extremo tan grande en
juntaros con nosotros al pedir y haceros hermano de cosa tan baja y
miserable, ¿cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede
dar, pues queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede
faltar? (3) Obligáisle a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en
siendo Padre nos ha de sufrir por graves que sean las ofensas. Si nos
tornamos a El, como al hijo pródigo hanos de perdonar (4), hanos de consolar
en nuestros trabajos, hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre,
que forzado ha de ser mejor que todos los padres del mundo, porque en El no
puede haber sino todo bien cumplido (5), y después de todo esto hacernos
participantes y herederos con Vos.
3. Mirad, Señor mío, que ya que Vos, con el amor que nos
tenéis y con vuestra humildad, no se os ponga nada delante, en fin, Señor,
estáis en la tierra y vestido de ella, pues tenéis nuestra naturaleza,
parece tenéis causa alguna para mirar nuestro provecho; mas mirad que
vuestro Padre está en el cielo; Vos lo decís; es razón que miréis por su
honra. Ya que estáis Vos ofrecido (6) a ser deshonrado por nosotros, dejad a
vuestro Padre libre; no le obliguéis a tanto por gente tan ruin como yo, que
le ha de dar tan malas gracias (7).
4. ¡Oh buen Jesús, qué claro habéis mostrado ser una cosa
con El (8), y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra! ¡Qué
confesión tan clara, Señor mío! ¡Qué cosa es el amor que nos tenéis! Habéis
andado rodeando, encubriendo al demonio que sois Hijo de Dios, y con el gran
deseo que tenéis de nuestro bien no se os pone cosa delante por hacernos tan
grandísima merced. ¿Quién la podía hacer sino Vos, Señor? Yo no sé cómo en
esta palabra no entendió el demonio quién erais, sin quedarle duda (9). Al
menos bien veo, mi Jesús, que habéis hablado, como Hijo regalado, por Vos y
por nosotros, y que sois poderoso para que se haga en el cielo lo que Vos
decís en la tierra. Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois
de dar, que no se os pone cosa delante.
5. Pues ¿paréceos, hijas, que es buen maestro éste, pues
para aficionarnos a que deprendamos lo que nos enseña, comienza haciéndonos
tan gran merced? Pues ¿paréceos ahora que será razón que, aunque digamos
vocalmente esta palabra, dejemos de entender con el entendimiento, para que
se haga pedazos nuestro corazón con ver tal amor? Pues ¿qué hijo hay en el
mundo que no procure saber quién es su padre, cuando le tiene bueno y de
tanta majestad y señorío? Aun si no lo fuera, no me espantara no nos
quisiéramos conocer por sus hijos, porque anda el mundo tal que si el padre
es más bajo del estado en que está el hijo, no se tiene por honrado en
conocerle por padre.
6. Esto no viene aquí, porque en esta casa nunca plega a
Dios haya acuerdo de cosa de éstas, sería infierno; sino que la que fuere
más, tome menos a su padre en la boca. Todas han de ser iguales.
¡Oh Colegio de Cristo, que tenía más mando San Pedro con
ser un pescador y le quiso así el Señor, que San Bartolomé, que era hijo de
rey! (10) Sabía Su Majestad lo que había de pasar en el mundo sobre cuál era
de mejor tierra, que no es otra cosa sino debatir si será buena para adobes
o para tapias (11). ¡Válgame Dios, qué gran trabajo traemos! Dios os libre,
hermanas, de semejantes contiendas, aunque sea en burlas. Yo espero en Su
Majestad que sí hará. Cuando algo de esto en alguna hubiese, póngase luego
remedio y ella tema no sea estar Judas entre los Apóstoles; denla
penitencias hasta que entienda que aun tierra muy ruin no merecía ser (12).
Buen Padre os tenéis, que os da el buen Jesús. No se
conozca aquí otro padre para tratar de él. Y procurad, hijas mías, ser tales
que merezcáis regalaros con El, y echaros en sus brazos. Ya sabéis que no os
echará de sí, si sois buenas hijas. Pues ¿quién no procurará no perder tal
Padre?
7. ¡Oh, válgame Dios!, y que hay aquí en qué os consolar,
que por no me alargar más lo quiero dejar a vuestros entendimientos; que por
disparatado que ande el pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado ha
de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan
grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran interés.
NOTAS
1 Mt 24, 35.
2 Entrar en sí y subir sobre sí, eran expresiones
corrientes entre los espirituales contemporáneos y con significado más o
menos alambicado. Aquí la usa la Santa para designar con la primera la
acción de recogerse al interior, y con la segunda una elevación mística en
general. -En otras ocasiones critica ella misma la teoría del «subir sobre
sí» (cf. Vida c. 22, nn. 1, 4, 5, 7; y Moradas IV, c. 3, nn. 2 y 6).
3 Lc 24, 35.
4 Lc 15, 20.
5 En la 1ª redacción sigue insistiendo: hanos de regalar;
hanos de sustentar, que tiene con qué. -Siguen dos alusiones bíblicas a Ef
3, 15 y 2 Pt 1, 4.
6 Estar ofrecido: haber hecho una promesa o voto
personal, como un «romero» o peregrino; frase típica, tomada del lenguaje
popular.
7 ... y otros también hay que no se las dan buenas, añade
la 1ª redacción.
8 Alusiones a Jn 10, 30 y 8, 29.
9 Un censor tachó en el autógrafo esta afirmación de la
Santa, probablemente por escrúpulo teológico: la fe del diablo no pudo estar
exenta de dudas.
10 No sé dónde lo halló, anotó marginalmente uno de los
censores del autógrafo. -La Santa leyó esta peregrina noticia en el Flos
Sanctorum de su tiempo, que basados en la etimología de la palabra
(Bartolomaeus), hacían al Apóstol descendiente de los Ptolomeos.
11 Que no es otra cosa sino debatir ni será para bodoques
buena o para adobes, había escrito en la 1ª redacción. Bodoque era una
«pelotilla de barro que se tira con el arco o con la ballesta que llaman de
bodoque» (Cobarruvias). La Santa o quizá un corrector enmendó esa palabra
cambiándola en «lodo».
12 En la 1ª redacción: Y cuando algo de esto en alguna
hubiere, no la consintáis en casa, que es Judas entre los apóstoles. Haced
cuanto pudiéreis de libraros de tan mala compañía. Y si esto no podéis, más
graves penitencias que por otra cosa ninguna, hasta que conozca que aun
tierra muy ruin no merecía ser. Buen Padre os da el buen Jesús. No se
conozca aquí otro padre para tratar de él, si no fuere el que nos da vuestro
Esposo.
CAPÍTULO 28
En que declara
qué es oración de recogimiento, y pónense algunos medios para acostumbrarse
a ella.
1. Ahora mirad que dice vuestro Maestro: «Que estás en
los cielos».
¿Pensáis que importa poco saber qué cosa es cielo y
adónde se ha de buscar vuestro sacratísimo Padre? Pues yo os digo que para
entendimientos derramados que importa mucho, no sólo creer esto, sino
procurarlo entender por experiencia. Porque es una de las cosas que ata
mucho el entendimiento y hace recoger el alma.
2. Ya sabéis que Dios está en todas partes. Pues claro
está que adonde está el rey, allí dicen está la corte. En fin, que adonde
está Dios, es el cielo. Sin duda lo podéis creer que adonde está Su Majestad
está toda la gloria. Pues mirad que dice San Agustín que le buscaba en
muchas partes y que le vino a hallar dentro de sí mismo (1). ¿Pensáis que
importa poco para un alma derramada entender esta verdad y ver que no ha
menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con
El, ni ha menester hablar a voces? Por paso (2) que hable, está tan cerca
que nos oirá. Ni ha menester alas para ir a buscarle (3), sino ponerse en
soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped; sino con
gran humildad hablarle como a padre, pedirle como a padre, contarle sus
trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su
hija.
3. Se deje de unos encogimientos que tienen algunas
personas y piensan es humildad. Sí, que no está la humildad en que si el rey
os hace una merced no la toméis, sino tomarla y entender cuán sobrada os
viene y holgaros con ella. ¡Donosa humildad, que me tenga yo al Emperador
del cielo y de la tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced
y por holgarse conmigo, y que por humildad ni le quiera responder ni estarme
con El ni tomar lo que me da, sino que le deje solo. Y que estándome
diciendo y rogando le pida, por humildad me quede pobre, y aun le deje ir,
de que ve que no acabo de determinarme!
No os curéis, hijas, de estas humildades, sino tratad con
El como con padre y como con hermano y como con señor y como con esposo; a
veces de una manera, a veces de otra, que El os enseñará lo que habéis de
hacer para contentarle. Dejaos de ser bobas; pedidle la palabra, que vuestro
Esposo es, que os trate como a tal (4).
4. Este modo de rezar, aunque sea vocalmente, con mucha
más brevedad se recoge el entendimiento, y es oración que trae consigo
muchos bienes. Llámase recogimiento, porque recoge el alma todas las
potencias y se entra dentro de sí con su Dios, y viene con más brevedad a
enseñarla su divino Maestro y a darla oración de quietud, que de ninguna
otra manera. Porque allí metida consigo misma, puede pensar en la Pasión y
representar allí al Hijo y ofrecerle al Padre y no cansar el entendimiento
andándole buscando en el monte Calvario y al huerto y a la columna.
5. Las que de esta manera se pudieren encerrar en este
cielo pequeño de nuestra alma, adonde está el que le hizo, y la tierra (5),
y acostumbrar a no mirar ni estar adonde se distraigan estos sentidos
exteriores, crea que lleva excelente camino y que no dejará de llegar a
beber el agua de la fuente (6), porque camina mucho en poco tiempo. Es como
el que va en una nao, que con un poco de buen viento se pone en el fin de la
jornada en pocos días, y los que van por tierra tárdanse más (7).
6. Estos (8) están ya, como dicen, puestos en la mar;
que, aunque del todo no han dejado la tierra, por aquel rato hacen lo que
pueden por librarse de ella, recogiendo sus sentidos a sí mismos. Si es
verdadero el recogimiento, siéntese muy claro, porque hace alguna operación.
No sé cómo lo dé a entender. Quien lo tuviere, sí entenderá. Es que parece
se levanta el alma con el juego, que ya ve lo es las cosas del mundo (9).
Alzase al mejor tiempo y como quien se entra en un castillo fuerte para no
temer los contrarios: un retirarse los sentidos de estas cosas exteriores y
darles de tal manera de mano que, sin entenderse, se le cierran los ojos por
no las ver, porque más se despierte la vista a los del alma.
Así, quien va por este camino casi siempre que reza tiene
cerrados los ojos, y es admirable costumbre para muchas cosas, porque es un
hacerse fuerza a no mirar las de acá. Esto al principio, que después no es
menester; mayor se la hace cuando en aquel tiempo los abre. Parece que se
entiende un fortalecerse y esforzarse el alma a costa del cuerpo, y que le
deja solo y desflaquecido, y ella toma allí bastimento para contra él (10).
7. Y aunque al principio no se entienda esto, por no ser
tanto -que hay más y menos en este recogimiento-, si se acostumbra (aunque)
al principio dé trabajo, porque el cuerpo torna de su derecho (11), sin
entender que él mismo se corta la cabeza en no darse por vencido), si se usa
algunos días y nos hacemos esta fuerza, verse ha claro la ganancia y
entenderán, en comenzando a rezar, que se vienen las abejas a la colmena y
se entran en ella para labrar la miel, y esto sin cuidado nuestro; porque ha
querido el Señor que por el tiempo que le han tenido, se haya merecido estar
el alma y voluntad con este señorío, que en haciendo una seña no más de que
se quiere recoger, la obedezcan los sentidos y se recojan a ella. Y aunque
después tornen a salir, es gran cosa haberse ya rendido, porque salen como
cautivos y sujetos y no hacen el mal que antes pudieran hacer. Y en tornando
a llamar la voluntad, vienen con más presteza, hasta que a muchas entradas
de éstas quiere el Señor se queden ya del todo en contemplación perfecta.
8. Entiéndase mucho esto que queda dicho, porque, aunque
parece oscuro, se entenderá a quien quisiere obrarlo.
Así que caminan por mar; (12) y pues tanto nos va no ir
tan despacio, hablemos un poco de cómo nos acostumbraremos a tan buen modo
de proceder. Están más seguros de muchas ocasiones; pégase más presto el
fuego del amor divino, porque con poquito que soplen con el entendimiento,
como están cerca del mismo fuego, con una centellica que le toque se
abrasará todo. Como no hay embarazo de lo exterior, estáse sola el alma con
su Dios: hay gran aparejo para entenderse (13).
9. Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un
palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas,
en fin, como para tal Señor; y que sois vos parte para que este edificio sea
tal, como a la verdad es así, que no hay edificio de tanta hermosura como
una alma limpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecen
las piedras; y que en este palacio está este gran Rey, que ha tenido por
bien ser vuestro Padre; y que está en un trono de grandísimo precio, que es
vuestro corazón.
10. Parecerá esto al principio cosa impertinente -digo,
hacer esta ficción para darlo a entender- y podrá ser aproveche mucho, a
vosotras en especial; porque, como no tenemos letras las mujeres, todo esto
es menester para que entendamos con verdad que hay otra cosa más preciosa,
sin ninguna comparación, dentro de nosotras que lo que vemos por de fuera.
No nos imaginemos huecas en lo interior. Y plega a Dios sean solas mujeres
las que andan con este descuido; que tengo por imposible, si trajésemos
cuidado de acordarnos tenemos tal huésped dentro de nosotras, nos diésemos
tanto a las cosas del mundo, porque veríamos cuán bajas son para las que
dentro poseemos. Pues ¿qué más hace una alimaña que en viendo lo que le
contenta a la vista harta su hambre en la presa? Sí, que diferencia ha de
haber de ellas a nosotras.
11. Reiránse de mí, por ventura, y dirán que bien claro
se está esto, y tendrán razón; porque para mí fue oscuro algún tiempo. Bien
entendía que tenía alma; mas lo que merecía esta alma y quién estaba dentro
de ella, si yo no me tapara los ojos con las vanidades de la vida para
verlo, no lo entendía. Que, a mi parecer, si como ahora entiendo que en este
palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le dejara tantas
veces solo, alguna me estuviera con El, y más procurara que no estuviera tan
sucia. Mas ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundos y muy
mucho más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! (14) A la
verdad, como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a
nuestra medida.
12. Cuando un alma comienza, por no la alborotar de verse
tan pequeña para tener en sí cosa tan grande, no se da a conocer hasta que
va ensanchándola poco a poco, conforme a lo que es menester para lo que ha
de poner en ella. Por esto digo que trae consigo la libertad, pues tiene el
poder de hacer grande este palacio (15). Todo el punto está en que se le
demos por suyo con toda determinación, y le desembaracemos para que pueda
poner y quitar como en cosa propia. Y tiene razón Su Majestad, no se lo
neguemos (16). Y como El no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le
damos, mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo.
Esto es cosa cierta y, porque importa tanto, os lo
acuerdo tantas veces: ni obra en el alma como cuando del todo sin embarazo
es suya, ni sé cómo ha de obrar; es amigo de todo concierto. Pues si el
palacio henchimos de gente baja y de baratijas, ¿cómo ha de caber el Señor
con su corte? Harto hace de estar un poquito entre tanto embarazo.
13. ¿Pensáis, hijas, que viene solo? ¿No veis que dice su
Hijo: «que estás en los cielos?». Pues un tal Rey, a osadas que no le dejen
solo los cortesanos, sino que están con El rogándole por nosotros todos para
nuestro provecho, porque están llenos de caridad. No penséis que es como
acá, que si un señor o prelado favorece a alguno por algunos fines, o porque
quiere, luego hay las envidias y el ser malquisto aquel pobre sin hacerles
nada.
NOTAS
1 Alusión a los Soliloquios pseudoagustinianos, c. 31, o
a las Confesiones L. 10, c. 27. Cf. Vida c. 40, n. 6.
2 Por paso que hable: por muy bajo y suave que hable.
3 Alusión al Salmo 54, 7.
4 En la 1ª redacción: ... que os trate como tales. Mirad
que os va mucho tener entendida esta verdad: que está el Señor dentro de
nosotras, y que allí nos estemos con él.
5 Más claro en la 1ª redacción: ...cielo pequeño de
nuestra alma, adonde está el que hizo el cielo y la tierra.
6 Con el favor de Dios, añadió la Santa de su letra en el
ms. de Toledo.
7 A continuación se leía en la 1ª redacción: Es camino
del cielo; digo del cielo, que están metidos allí en el palacio del rey, no
están en la tierra, y más seguros de muchas ocasiones. En la 2ª redacción
desarrolló estos conceptos en los nn. 6, 7 y 8.
8 Estos: los que saben recogerse.
9 Se levanta con el juego: frase que ha dado lugar a
peregrinas interpretaciones. De por sí, significa apoderarse de lo ganado
(en el juego) y cesar de jugar. Este significado material parece ser exigido
por las dos alusiones siguientes: «alzarse al mejor tiempo» y «no temer a
los contrarios». Doctrinalmente, bajo la figura, quiere decir que el
recogimiento, por sí mismo, hace al alma dueña de la situación, la impulsa,
la «levanta». «Levantar» no tiene aquí significación mística por razón del
contexto. -El docto redactor o el amanuense del ms. de Toledo modificaron la
frase así: «es que parece se levanta el alma con el fuego; ya ve que lo es
las cosas de él»; la Santa no advirtió el truco, y se dejó llevar a la
corrección del propio texto así: «[fuego que ya] siente en sí de las cosas
del mundo». -En cambio, en el ms. de Madrid corrigió «fuego» en «juego».
10 Toma allí bastimento: se provee, toma
abastecimiento...
11 Torna por su derecho, decimos hoy.
12 Así que caminan por mar: alusión al principio del n.
6, refiriéndose a los que «saben recogerse».
13 También podría leerse encenderse siguiendo a fr. Luis
(p. 162) y la mayoría de los editores. Preferimos, sin embargo, entenderse
por ser lectura más probable del autógrafo, y por coincidir con la 1ª
redacción. En ésta añade: Yo querría que entendieseis muy bien esta manera
de orar, que -como he dicho-, se llama recogimiento.
14 Así quiso caber en el vientre de su sacratísima Madre.
Lo añade en la 1ª redacción.
15 Uno de los censores tachó -probablemente con cierta
displicencia de teólogo profesional-, toda esta bella digresión sobre la
inmensidad de Dios y su presencia en el alma (desde Más ¡qué cosa... hasta
todo él»).
16 Aun acá nos da pesadumbre huéspedes en casa, cuando no
podemos decirlos que se vayan. De la 1ª redacción.
CAPÍTULO 29
Prosigue en
dar medios para procurar esta oración de recogimiento. -Dice lo poco que se
nos ha de dar de ser favorecidas de los prelados.
1. Huid, por amor de Dios, hijas, de dárseos nada de
estos favores. Procure cada una hacer lo que debe, que si el prelado no se
lo agradeciere, segura puede estar lo pagará y agradecerá el Señor. Sí, que
no venimos aquí a buscar premio en esta vida. Siempre el pensamiento en lo
que dura, y de lo de acá ningún caso hagamos, que aun para lo que se vive no
es durable; que hoy está bien con la una; mañana, si ve una virtud más en
vos, estará mejor con vos, y si no, poco va en ello. No deis lugar a estos
pensamientos, que a las veces comienzan por poco y os pueden desasosegar
mucho, sino atajadlos con que no es acá vuestro reino y cuán presto tiene
todo fin.
2. Mas aun esto es bajo remedio, y no mucha perfección.
Lo mejor es que dure, y vos desfavorecida y abatida, y lo queráis estar por
el Señor que está con vos. Poned los ojos en vos y miraos interiormente,
como queda dicho; (1) hallaréis vuestro Maestro, que no os faltará, antes
mientras menos consolación exterior, más regalo os hará. Es muy piadoso, y a
personas afligidas y desfavorecidas jamás falta, si confían en El solo. Así
lo dice David, que está el Señor con los afligidos (2). O creéis esto o no.
Si lo creéis, ¿de qué os matáis?
3. ¡Oh Señor mío, que si de veras os conociésemos, no se
nos daría nada de nada, porque dais mucho a los que de veras se quieren fiar
de Vos! Creed, amigas, que es gran cosa entender es verdad esto, para ver
que los favores de acá todos son mentira cuando desvían algo el alma de
andar dentro de sí. ¡Oh, válgame Dios, quién os hiciese entender esto! No
yo, por cierto. Sé que con deber yo más que ninguno, no acabo de entenderlo
como se ha de entender.
4. Pues tornando a lo que decía (3), quisiera yo saber
declarar cómo está esta compañía santa con nuestro acompañador, Santo de los
Santos, sin impedir a la soledad que ella y su Esposo tienen, cuando esta
alma dentro de sí quiere entrarse en este paraíso con su Dios, y cierra la
puerta tras sí a todo lo del mundo. Digo «quiere», porque entended que esto
no es cosa sobrenatural (4), sino que está en nuestro querer y que podemos
nosotros hacerlo con el favor de Dios, que sin éste no se puede nada, ni
podemos de nosotros tener un buen pensamiento. Porque esto no es silencio de
las potencias; es encerramiento de ellas en sí misma el alma.
5. Vase ganando esto de muchas maneras, como está escrito
en algunos libros (5), que nos hemos de desocupar de todo para llegarnos
interiormente a Dios, y aun en las mismas ocupaciones retirarnos a nosotros
mismos. Aunque sea por un momento solo, aquel acuerdo de que tengo compañía
dentro de mí es gran provecho. En fin, irnos acostumbrando a gustar de que
no es menester dar voces para hablarle, porque Su Majestad se dará a sentir
cómo está allí.
6. De esta suerte rezaremos con mucho sosiego vocalmente,
y es quitarnos de trabajo. Porque a poco tiempo que forcemos a nosotros
mismos para estarnos cerca de este Señor, nos entenderá por señas, de manera
que si habíamos de decir muchas veces el Paternóster, nos entenderá de una.
Es muy amigo de quitarnos de trabajo. Aunque en una hora no le digamos más
de una vez, como entendamos estamos con El y lo que le pedimos y la gana que
tiene de darnos y cuán de buena gana se está con nosotros, no es amigo de
que nos quebremos las cabezas hablándole mucho (6).
7. El Señor lo enseñe a las que no lo sabéis, que de mí
os confieso que nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el
Señor me enseñó este modo. Y siempre he hallado tantos provechos de esta
costumbre de recogimiento dentro de mí, que eso me ha hecho alargar tanto.
Concluyo con que quien lo quisiere adquirir -pues, como
digo, está en nuestra mano-, no se canse de acostumbrarse a lo que queda
dicho (7), que es señorearse poco a poco de sí mismo, no se perdiendo en
balde; sino ganarse a sí para sí, que es aprovecharse de sus sentidos para
lo interior. Si hablare, procurar acordarse que hay con quien hable dentro
de sí mismo. Si oyere, acordarse que ha de oír a quien más cerca le habla.
En fin, traer cuenta que puede, si quiere, nunca se apartar de tan buena
compañía, y pesarle cuando mucho tiempo ha dejado solo a su Padre, que está
necesitada de él. Si pudiere, muchas veces en el día; si no, sea pocas. Como
lo acostumbrare, saldrá con ganancia, o presto o más tarde. Después que se
lo dé el Señor, no lo trocaría por ningún tesoro.
8. Pues nada se deprende sin un poco de trabajo, por amor
de Dios, hermanas, que deis por bien empleado el cuidado que en esto
gastareis. Y yo sé que, si le tenéis, en un año y quizá en medio, saldréis
con ello, con el favor de Dios. Mirad qué poco tiempo para tan gran ganancia
como es hacer buen fundamento para si quisiere el Señor levantaros a grandes
cosas, que halle en vos aparejo, hallándoos cerca de sí. Plega a Su Majestad
no consienta nos apartemos de su presencia, amén (8).
NOTAS
1 Queda dicho en el c. 28, n. 2.
2 Salmos 90, 15 y 33, 19. -En la redacción 1ª, la cita
era doble: así lo dice David «que nunca vio al justo desamparado» [36, 25],
y otra vez «que está el Señor con los afligidos» [34, 19].
3 Reanuda el tema del c. 28 (nn. 2 y 11-13).
4 Al margen del autógrafo se lee: «Quiere decir
sobrenatural lo que no está puesto en nuestro albedrío con los favores
ordinarios de Dios». Al final de la anotación se leen las iniciales: «f. D.
B.», que equivaldrían a «fray Domingo Báñez», pero que en realidad son un
amaño mal logrado. La anotación no es del ilustre dominico.
5 Probablemente alusión a B. de Laredo, Subida del Monte
Sión, P. I, cc. 10 y 22. -En la 1ª redacción desarrollaba extensamente este
pensamiento: está escrito en algunos libros [...] los que escriben oración
mental. Como yo no hablo sino en cómo ha de rezarse la vocal para ir bien
rezada, no hay para qué decir tanto; pues lo que pretendo sólo es para que
veamos y estemos con quien hablamos sin tenerle vueltas las espaldas, que no
me parece otra cosa estar hablando con Dios y pensando en mil vanidades. Y
viene todo el daño de no entender con verdad que está cerca, sino imaginarle
lejos. y ¿cuán lejos si le vamos a buscar al cielo! Pues ¿rostro es el
vuestro, Señor, para no mirarle estando tan cerca de nosotros? No parece que
nos oyen los hombres cuando hablamos, si no vemos que nos miran, y ¿cerramos
los ojos para no mirar que nos miráis Vos? ¿Cómo hemos de entender si habéis
oído lo que os decimos?
Sólo esto es lo que querría dar a entender: que para
irnos acostumbrando a con facilidad ir asegurando el entendimiento para
entender lo que habla y con quién habla, es menester recoger estos sentidos
exteriores a nosotros mismos y que les demos en qué se ocupar; pues es así
que tenemos el cielo dentro de nosotros, pues el Señor de él lo está.
6 El autógrafo de El Escorial prosigue: Por eso,
Hermanas, por amor del Señor, os acostumbréis a rezar con este recogimiento
el Paternóster y veréis la ganancia antes de mucho tiempo. Porque es modo de
orar que hace tan presto costumbre a no andar el alma perdida y las
potencias alborotadas como el tiempo os lo dirá; sólo os ruego lo probéis,
aunque os sea algún trabajo, que todo lo que no está en costumbre le da. Mas
yo os aseguro que antes de mucho os sea gran consuelo entender que sin
cansaros a buscar adonde está este santo Padre a quien pedís, le halléis
dentro de vos.
7 En el c. 28, n. 7.
8 En lugar de esta conclusión (nn. 7-8), la primera
redacción tenía un breve epílogo: Y por ventura todas os lo sabéis, mas
alguna vendrá que no lo sepa; por eso, no os pese de que lo haya aquí dicho.
-Ahora vengamos a entender cómo va adelante nuestro buen Maestro y comienza
a pedir a su santo Padre para nosotros, y qué pide, que es bien lo
entendamos.
CAPÍTULO 30
Dice lo que
importa entender lo que se pide en la oración. -Trata de estas palabras del
paternóster: «Sanctificetur nomen tuum, adveniat regnum tuum». -Aplícalas a
oración de quietud y comiénzala a declarar (1).
1. ¿Quién hay, por disparatado que sea, que cuando pide a
una persona grave no lleva pensado cómo la pedir, para contentarle y no
serle desabrido, y qué le ha de pedir, y para qué ha menester lo que le ha
de dar, en especial si pide cosa señalada, como nos enseña que pidamos
nuestro buen Jesús? Cosa me parece para notar. ¿No pudierais, Señor mío,
concluir con una palabra y decir: «dadnos, Padre, lo que nos conviene», pues
a quien tan bien lo entiende todo, no parece era menester más?
2. ¡Oh Sabiduría eterna! Para entre Vos y vuestro Padre
esto bastaba, que así lo pedisteis en el huerto; mostrasteis vuestra
voluntad y temor, mas dejásteisos en la suya (2). Mas a nosotros
conocéisnos, Señor mío, que no estamos tan rendidos como lo estabais Vos a
la voluntad de vuestro Padre, y que era menester pedir cosas señaladas para
que nos detuviésemos en mirar si nos está bien lo que pedimos, y si no, que
no lo pidamos. Porque, según somos, si no nos dan lo que queremos, con este
libre albedrío que tenemos no admitiremos lo que el Señor nos diere; porque,
aunque sea lo mejor, como no vemos luego el dinero en la mano, nunca nos
pensamos ver ricos.
3. ¡Oh, válgame Dios, qué hace tener tan dormida la fe
para lo uno y lo otro, que ni acabamos de entender cuán cierto tendremos el
castigo ni cuán cierto el premio! Por eso es bien, hijas, que entendáis lo
que pedís en el Paternóster, para que, si el Padre Eterno os lo diere, no se
lo tornéis a los ojos, y penséis muy bien si os está bien, y si no, no lo
pidáis (3), sino pedid que os dé Su Majestad luz; porque estamos ciegos y
con hastío para no poder comer los manjares que os han de dar vida, sino los
que os han de llevar a la muerte, y ¡qué muerte tan peligrosa y tan para
siempre!
4. Pues dice el buen Jesús que digamos estas palabras en
que pedimos que venga en nosotros un tal reino: «Santificado sea tu nombre,
venga en nosotros tu reino» (4).
Ahora mirad, hijas, qué sabiduría tan grande de nuestro
Maestro. Considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este
reino. Mas como vio Su Majestad que no podíamos santificar ni alabar ni
engrandecer ni glorificar este nombre santo del Padre Eterno conforme a lo
poquito que podemos nosotros, de manera que se hiciese como es razón, si no
nos proveía Su Majestad con darnos acá su reino, y así lo puso el buen Jesús
lo uno cabe lo otro, porque entendamos, hijas, esto que pedimos, y lo que
nos importa importunar por ello y hacer cuanto pudiéremos para contentar a
quien nos lo ha de dar. Os quiero decir aquí lo que yo entiendo. Si no os
contentare, pensad vosotras otras consideraciones, que licencia nos dará
nuestro Maestro, como en todo nos sujetemos a lo que tiene la Iglesia, y así
lo hago yo aquí (5).
5. Ahora, pues, el gran bien que me parece a mí hay en el
reino del cielo, con otros muchos, es ya no tener cuenta con cosa de la
tierra, sino un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren
todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene
de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y no le
ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino
en amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce. Y así le amaríamos
acá, aunque no en esta perfección, ni en un ser; (6) mas muy de otra manera
le amaríamos de lo que le amamos, si le conociésemos.
6. Parece que voy a decir que hemos de ser ángeles para
pedir esta petición y rezar bien vocalmente. Bien lo quisiera nuestro divino
Maestro, pues tan alta petición nos manda pedir, y a buen seguro que no nos
dice pidamos cosas imposibles; que posible sería, con el favor de Dios,
venir un alma puesta en este destierro, aunque no en la perfección que están
salidas de esta cárcel, porque andamos en mar y vamos este camino; mas hay
ratos que, de cansados de andar, los pone el Señor en un sosiego de las
potencias y quietud del alma, que como por señas les da claro a entender a
qué sabe lo que se da a los que el Señor lleva a su reino. Y a los que se
les da acá como le pedimos, les da prendas para que por ellas tengan gran
esperanza de ir a gozar perpetuamente lo que acá les da a sorbos.
7. Si no dijeseis que trato de contemplación, venía aquí
bien en esta petición hablar un poco de principio de pura contemplación, que
los que la tienen la llaman oración de quietud. Mas como digo trato de
oración vocal, parece no viene lo uno con lo otro a quien no lo supiere, y
yo sé que viene. Perdonadme que lo quiero decir, porque sé que muchas
personas, rezando vocalmente -como ya queda dicho- (7) las levanta Dios, sin
entender ellas cómo, a subida contemplación. Conozco una persona (8) que
nunca pudo tener sino oración vocal, y asida a ésta lo tenía todo. Y si no
rezaba, íbasele el entendimiento tan perdido que no lo podía sufrir. Mas
¡tal tengamos todas la mental! En ciertos Paternostres que rezaba a las
veces que el Señor derramó sangre, se estaba -y en poco más rezado- algunas
horas. Vino una vez a mí muy congojada, que no sabía tener oración mental ni
podía contemplar, sino rezar vocalmente. Preguntéle qué rezaba; y vi que,
asida al Paternóster, tenía pura contemplación y la levantaba el Señor a
juntarla consigo en unión; y bien se parecía en sus obras recibir tan
grandes mercedes, porque gastaba muy bien su vida. Así, alabé al Señor y
hube envidia a su oración vocal.
Si esto es verdad -como lo es-, no penséis los que sois
enemigos de contemplativos que estáis libres de serlo, si las oraciones
vocales rezáis como se han de rezar, teniendo limpia conciencia (9).
NOTAS
1 La Santa escribió su latín así: santificetur nomen tuun
adveniad renuun [reunun] tuun.
2 Mt 26, 39.
3 Sino advirtiendo que ha de ser conforme a la voluntad
de Dios, como se pide en esta oración; añadido por la Santa al margen del
ms. de Toledo.
4 Mt 6, 9-10.
5 La 1ª redacción era más espontánea y confidencial: ...
nos sujetemos a lo que tiene la Iglesia, como lo hago yo siempre (y aun esto
no os daré a leer hasta que lo vean personas que lo entiendan); al menos si
no lo fuere [acertado] no va con malicia, sino con no saber más. -Es
interesante notar que también esta vez, al revisar el texto, la Santa añadió
respetuosamente: «la santa romana Iglesia».
6 Ni en un ser: es decir, ni con estabilidad.
7 Lo ha dicho en el c. 25, n. 1.
8 Por esto pongo tanto, hijas, en que recéis bien las
oraciones vocales (1ª redacción). -También el pasaje que sigue era más
concreto en la 1ª redacción: esa persona era una monja; rezando el
Paternóster en honor de las veces que el Señor derramó su sangre se estaba
dos o tres horas; era ya vieja y había gastado su vida harto bien y
religiosamente.
9 En la 1ª redacción concluía: Así que todavía lo habré
de decir. Quien no lo quisiere oír, pase adelante.
CAPÍTULO 31
Que prosigue
en la misma materia. -Declara qué es oración de quietud. -Pone algunos
avisos para los que la tienen. -Es mucho de notar.
1. Pues todavía quiero, hijas, declarar -como lo he oído
platicar, o el Señor ha querido dármelo a entender, por ventura para que os
lo diga- esta oración de quietud, adonde a mí me parece comienza el Señor,
como he dicho (1), a dar a entender que oye nuestra petición y comienza ya a
darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su
nombre y procuremos lo hagan todos.
2. Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar
nosotros (2) por diligencias que hagamos. Porque es un ponerse el alma en
paz, o ponerla el Señor con su presencia, por mejor decir, como hizo al
junto Simeón, porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma, por
una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que está ya
junto cabe su Dios, que con poquito más llegará a estar hecha una misma cosa
con El por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del
alma. Tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso Niño pobrecito; que
en lo que llevaba envuelto y la poca gente con El que iban en la procesión,
más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre que por Hijo del Padre
celestial; (3) mas dióselo el mismo Niño a entender. Y así lo entiende acá
el alma, aunque no con esa claridad; porque aun ella no entiende cómo lo
entiende, más de que se ve en el reino, al menos cabe el Rey que se le ha de
dar, y parece que la misma alma está con acatamiento aun para no osar pedir.
Es como un amortecimiento interior y exteriormente, que no querría el hombre
exterior (digo) el cuerpo, porque mejor me entendáis) (4), que no se querría
bullir, sino como quien ha llegado casi al fin del camino descansa para
poder mejor tornar a caminar, que allí se le doblan las fuerzas para ello.
3. Siéntese grandísimo deleite en el cuerpo y grande
satisfacción en el alma (5). Está tan contenta de sólo verse cabe la fuente,
que aun sin beber está ya harta. No le parece hay más que desear. Las
potencias sosegadas, que no querrían bullirse, todo parece le estorba a
amar, aunque no tan perdidas, porque pueden pensar en cabe quién están, que
las dos están libres. La voluntad es aquí la cautiva, y si alguna pena puede
tener estando así es de ver que ha de tornar a tener libertad. El
entendimiento no querría entender más de una cosa, ni la memoria ocuparse en
más. Aquí ven que ésta sola es necesaria y todas las demás la turban. El
cuerpo no querrían se menease, porque les parece han de perder aquella paz,
y así no se osan bullir. Dales pena el hablar; en decir «Padre nuestro» una
vez, se les pasará una hora. Están tan cerca, que ven que se entienden por
señas. Están en el palacio cabe su Rey y ven que las comienza ya a dar aquí
su reino. No parece están en el mundo ni le querrían ver ni oír, sino a su
Dios. No les da pena nada, ni parece se la ha de dar. En fin, lo que dura,
con la satisfacción y deleite que en sí tienen, están tan embebidas y
absortas, que no se acuerdan que hay más que desear, sino que de buena gana
dirían con San Pedro: «Señor, hagamos aquí tres moradas» (6).
4. Algunas veces en esta oración de quietud hace Dios
otra merced bien dificultosa de entender si no hay gran experiencia; mas si
hay alguna, luego lo entenderéis la que la tuviere, y daros ha mucha
consolación saber qué es, y creo muchas veces hace Dios esta merced junto
con estotra. Cuando es grande y por mucho tiempo esta quietud, paréceme a mí
que si la voluntad no estuviese asida a algo, que no podría durar tanto en
aquella paz; porque acaece andar un día o dos que nos vemos con esta
satisfacción y no nos entendemos -digo los que la tienen- y verdaderamente
ven que no están enteros en lo que hacen, sino que les falta lo mejor, que
es la voluntad, que, a mi parecer, está unida con su Dios y deja las otras
potencias libres para que entiendan en cosas de su servicio. Y para esto
tienen entonces mucha más habilidad; mas para tratar cosas del mundo están
torpes y como embobados a veces.
5. Es gran merced ésta a quien el Señor la hace, porque
vida activa y contemplativa es junta. De todo sirven entonces al Señor
juntamente; porque la voluntad estáse en su obra sin saber cómo obra y en su
contemplación; las otras dos potencias sirven en lo que Marta; así que ella
y María andan juntas.
Yo sé de una persona que la ponía el Señor aquí muchas
veces, y no se sabía entender, y preguntólo a un gran contemplativo (7), y
dijo que era muy posible, que a él le acaecía. Así que pienso que, pues el
alma está tan satisfecha en esta oración de quietud, que lo más continuo
debe estar unida la potencia de la voluntad con el que solo puede
satisfacerla.
6. Paréceme será bien dar aquí algunos avisos para las
que de vosotras, hermanas, el Señor ha llegado aquí por sola su bondad, que
sé que son algunas.
El primero es, que como se ven en aquel contento y no
saben cómo les vino, al menos ven que no le pueden ellas por sí alcanzar,
dales esta tentación: que les parece podrán detenerle, y aun resolgar no
querrían. Y es bobería, que así como no podemos hacer que amanezca, tampoco
podemos que deje de anochecer. No es ya obra nuestra, que es sobrenatural y
cosa muy sin poderla nosotros adquirir. Con lo que más detendremos (8) esta
merced, es con entender claro que no podemos quitar ni poner en ella, sino
recibirla como indignísimos de merecerla, con hacimiento de gracias, y éstas
no con muchas palabras, sino con un alzar los ojos con el publicano (9).
7. Bien es procurar más soledad para dar lugar al Señor y
dejar a Su Majestad que obre como en cosa suya; y cuanto más, una palabra de
rato en rato, suave, como quien da un soplo en la vela, cuando viere que se
ha muerto, para tornarla a encender; mas si está ardiendo, no sirve de más
de matarla, a mi parecer. Digo que sea suave el soplo, porque por concertar
muchas palabras con el entendimiento no ocupe la voluntad.
8. Y notad mucho, amigas, este aviso que ahora quiero
decir, porque os veréis muchas veces que no os podáis valer con esotras dos
potencias: (10) que acaece estar el alma con grandísima quietud, y andar el
entendimiento tan remontado, que no parece es en su casa aquello que pasa; y
así lo parece entonces que no está sino como en casa ajena por huésped y
buscando otras posadas adonde estar, que aquélla no le contenta, porque sabe
poco estar en un ser. Por ventura es sólo el mío, y no deben ser así otros.
Conmigo hablo, que algunas veces me deseo morir, de que no puedo remediar
esta variedad del entendimiento. Otras parece hace asiento en su casa y
acompaña a la voluntad, que cuando todas tres potencias se conciertan, es
una gloria. Como dos casados, que si se aman, que el uno quiere lo que el
otro; mas si uno es malcasado, ya se ve el desasosiego que da a su mujer.
Así que la voluntad, cuando se ve en esta quietud, no haga caso del
entendimiento más que de un loco; (11) porque si le quiere traer consigo,
forzado se ha de ocupar e inquietar algo. Y en este punto de oración todo
será trabajar y no ganar más, sino perder lo que le da el Señor sin ningún
trabajo suyo.
9. Y advertid mucho a esta comparación, que me parece
cuadra mucho: (12) está el alma como un niño que aún mama cuando está a los
pechos de su madre, y ella, sin que él paladee, échale la leche en la boca
por regalarle. Así es acá, que sin trabajo del entendimiento está amando la
voluntad, y quiere el Señor que, sin pensarlo, entienda que está con El y
que sólo trague la leche que Su Majestad le pone en la boca y goce de
aquella suavidad; que conozca le está el Señor haciendo aquella merced y se
goce de gozarla; mas no que quiera entender cómo la goza y qué es lo que
goza, sino descuídese entonces de sí, que quien está cabe ella no se
descuidará de ver lo que le conviene. Porque si va a pelear con el
entendimiento para darle parte trayéndole consigo, no puede a todo; forzado
dejará caer la leche de la boca y pierde aquel mantenimiento divino.
10. En esto diferencia esta oración de cuando está toda
el alma unida con Dios: (13) porque entonces aun sólo este tragar el
mantenimiento no hace; dentro de sí, sin entender cómo, le pone el Señor.
Aquí parece que quiere trabaje un poquito, aunque es con tanto descanso que
casi no se siente. Quien la atormenta es el entendimiento; lo que no hace
cuando es unión de todas tres potencias, porque las suspende el que las
crió; porque con el gozo que da, todas las ocupa sin saber ellas cómo ni
poderlo entender.
Así que, como digo, en sintiendo en sí esta oración, que
es un contento quieto y grande de la voluntad, sin saberse determinar de qué
es señaladamente, aunque bien se determina que es diferentísimo de los
contentos de acá y que no bastaría señorear el mundo con todos los contentos
de él para sentir en sí el alma aquella satisfacción, que es en lo interior
de la voluntad -que otros contentos de la vida paréceme a mí que los goza lo
exterior de la voluntad, como la corteza de ella, digamos- ... Pues cuando
se viere en este tan subido grado de oración (que) es, como he dicho ya
(14), muy conocidamente sobrenatural), si el entendimiento -o pensamiento,
por más me declarar- a los mayores desatinos del mundo se fuere, ríase de él
y déjele para necio, y estése en su quietud, que él irá y vendrá; que aquí
es señora y poderosa la voluntad, ella se le traerá sin que os ocupéis. Y si
quiere a fuerza de brazos traerle, pierde la fortaleza que tiene para contra
él, que viene de comer y admitir aquel divino sustentamiento, y ni el uno ni
el otro ganarán nada, sino perderán entrambos. Dicen que quien mucho quiere
apretar junto, lo pierde todo; así me parece será aquí.
La experiencia dará esto a entender, que quien no la
tuviere no me espanto le parezca muy oscuro esto y cosa no necesaria; mas ya
he dicho (15), que con poca que haya, lo entenderá y se podrá aprovechar de
ello y alabará al Señor, porque fue servido se acertase a decir aquí.
11. Ahora, pues, concluyamos con que puesta el alma en
esta oración, ya parece le ha concedido el Padre Eterno su petición de darle
acá su reino. ¡Oh dichosa demanda, que tanto bien en ella pedimos sin
entenderlo! ¡Dichosa manera de pedir! Por eso quiero yo, hermanas, que
miremos cómo rezamos esta oración del Paternóster y todas las demás vocales.
Porque hecha Dios esta merced (16), descuidarnos hemos de las cosas del
mundo; porque llegando el Señor de él, todo lo echa fuera. No digo que todos
los que la tuvieren, por fuerza estén desasidos del todo del mundo; al menos
querría que entiendan lo que les falta y se humillen y procuren irse
desasiendo del todo, porque si no, quedarse ha aquí. Y alma a quien Dios le
da tales prendas es señal que la quiere para mucho: si no es por su culpa,
irá muy adelante. Mas si ve que poniéndola el reino del cielo en su casa se
torna a la tierra, no sólo no la mostrará los secretos que hay en su reino,
mas serán pocas veces las que le haga este favor, y breve espacio.
12. Ya puede ser yo me engañe en esto, mas véolo y sé que
pasa así, y tengo para mí que por eso no hay muchos más espirituales;
porque, como no responden en los servicios conforme a tan gran merced, con
no tornar a aparejarse a recibirla, sino sacar al Señor de las manos la
voluntad que ya tiene por suya y ponerla en cosas bajas, vase a buscar
adonde le quieran para dar más, aunque no del todo quita lo dado cuando se
vive con limpia conciencia.
Mas hay personas, y yo he sido una de ellas, que está el
Señor enterneciéndolas y dándolas inspiraciones santas y luz de lo que es
todo, y, en fin, dándoles este reino y poniéndolos en esta oración de
quietud, y ellos haciéndose sordos. Porque son tan amigas de hablar y de
decir muchas oraciones vocales muy apriesa, como quien quiere acabar su
tarea, como tienen ya por sí de decirlas cada día, que aunque, -como digo-
les ponga el Señor su reino en las manos, no lo admiten; sino que ellos con
su rezar piensan que hacen mejor, y se divierten (17).
13. Esto no hagáis, hermanas, sino estad sobre aviso
cuando el Señor os hiciere esta merced. Mirad que perdéis un gran tesoro y
que hacéis mucho más con una palabra de cuando en cuando del Paternóster,
que con decirle muchas veces aprisa. Está muy junto a quien pedís, no os
dejará de oír. Y creed que aquí es el verdadero alabar y santificar de su
nombre, porque ya, como cosa de su casa, glorificáis al Señor y alabáisle
con más afección y deseo, y parece no podéis dejarle de servir (18).
NOTAS
1 En el c. 30, n. 6. -Al fin del número, la 1ª redacción
proseguía: ... y procuremos le alaben otros, aunque por tenerlo escrito en
otra parte -como he dicho- no me alargaré mucho en declararlo, diré algo.
2 En el autógrafo, un censor acotó al margen: «por
nuestra habilidad». -Es interesante notar que la propia Santa en el ms. de
Toledo tachó procurar y escribió de propia mano adquirir. -Sigue una alusión
al «nunc dimittis» (Lc 2, 29).
3 Mucho más tierna y plásticamente escribía en la 1ª
redacción: más pudiera juzgarle por romerito, hijo de padres pobres...
-Romerito: pequeño peregrino que va a la romería «con bordón y esclavina»
(así en tiempo de la Santa).
4 El paréntesis contenía en la 1ª redacción una deliciosa
ironía teresiana: digo el cuerpo, que alguna simplecita vendrá que no sepa
qué es interior y exterior.
5 Al margen del autógrafo escurialense escribió uno de
los censores: «divinamente declara esta oración de quietud... [el resto
tachado e ilegible]».
6 Mt 17, 4.
7 En el ms. de Toledo anotó la Santa: que era el P.
Francisco, de la Compañía de Jesús, que había sido duque de Gandía, y lo
sabía bien por experiencia. -Era San Francisco de Borja, y la persona que lo
consultó, la propia Santa Teresa. -Un corrector tachó el último miembro de
la anotación marginal autógrafa.
8 Detendremos, en la acepción de «retendremos».
9 Lc 18, 13.
10 Esotras dos potencias son el entendimiento y la
memoria. Ya otra vez las designó con esos términos genéricos en este mismo
capítulo (n. 5), por contraposición a la voluntad (nn. 3 y 4, única que
entra en estado de quietud». -El entendimiento tan remontado, de que hablará
en seguida, comprende en confuso a «entendimiento e imaginación». De hecho,
en el ms. de Toledo, la misma Santa escribió sobre la palabra
«entendimiento»: o imaginación. (Véase la nota que sigue).
11 En la 1ª redacción la Santa recalcó este consejo: y
nótese mucho este aviso, que importa. A su vez, al dar los últimos retoques
al texto en el ms. de Toledo, sobre la palabra «entendimiento» escribió: o
pensamiento o imaginación, que no sé lo que es. -Este titubeo entre
entendimiento y pensamiento e imaginación, le hizo introducir una acotación
similar al principio del presente número: andar el entendimiento «o
pensamiento» tan «remontado» (ms. de Toledo); y poco más adelante (n. 10):
quien la atormenta es el entendimiento -«o imaginación», vuelve a añadir la
Autora en el ms. toledano.
12 Prueba de la fruición con que escribió Santa Teresa
esta famosa «comparación» son los sucesivos retoques a que la sometió:
escribió en la 1ª redacción: Y advertid mucho a esta comparación que me puso
el Señor estando en esta oración, y cuádrame mucho. -En nuestro texto (2ª
redacción), la desarrolló ampliamente, pero omitiendo la alusión al origen
místico de la comparación. -En la redacción final (ms. de Toledo), el texto
quedó así: y advertid mucho a esta comparación, que me parece cuadrar [la
Santa tacha «mucho»] y que lo da a entender. -En el ms. de Salamanca quedan
huellas de otras elaboraciones del mismo pasaje. Dice así: Por esta
comparación se puede entender cómo es posible amar sin entender lo que se
ama ni qué se ama, que es dificultoso de entender. -Esa misma ampliación
había sido añadida al margen del autógrafo de Valladolid por uno de los
revisores del texto.
13 El sentido es: en esto se diferencia esta oración de
quietud, de la oración de unión. -La 1ª redacción añade: Quien tuviere esta
oración entenderá claro lo que digo, si lo mira con advertencia, después de
haber leído esto, y ¡mire que importa!; si no, parece algarabía.
14 Lo ha dicho en el n. 6. -Obsérvese de nuevo (cf. nota
al n. 8) la aclaración «o pensamiento, por más me declarar», que no existía
en la 1ª redacción. -Déjele para necio: equivale a «por necio» (cf. c. 22,
n. 1: enviaros han para simple).
15 Lo ha dicho en el n. 4. -Es interesante la variante de
la 1ª redacción: La experiencia dará esto a entender, que para entenderlo
sin que nos lo digan es menester mucha, y para hacerlo y entenderlo después
de leído, es menester poca.
16 ... hecha por Dios esta merced; hizo imprimir fr. Luis
de León (p. 185).
17 Se divierten, es decir, se distraen de la oración de
quietud.
18 La 1ª redacción terminaba inculcando: así que en esto
os aviso que tengáis mucho aviso, porque importa muy mucho.
CAPÍTULO 32
Que trata de
estas palabras del Paternóster: «Fiat voluntas tua sicut in coelo et in
terra», y lo mucho que hace quien dice estas palabras con toda
determinación, y cuán bien se lo paga el Señor (1).
1. Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido y
enseñado a pedir cosa de tanto valor, que encierra en sí todas las cosas que
acá podemos desear, y nos ha hecho tan gran merced como hacernos hermanos
suyos, veamos qué quiere que demos a su Padre y qué le ofrece por nosotros y
qué es lo que nos pide; que razón es le sirvamos con algo tan grandes
mercedes. ¡Oh buen Jesús, que tampoco dais poco de nuestra parte como pedís
para nosotros! Dejado que ello en sí es nonada para adonde tanto se debe y
para tan gran Señor, mas cierto, Señor mío, que no nos dejáis con nada, y
que damos todo lo que podemos; si lo damos como lo decimos, digo.
2. «Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo,
así se haga en la tierra» (2).
Bien hicisteis, nuestro buen Maestro, de pedir la
petición pasada para que podamos cumplir lo que dais por nosotros; porque,
cierto, Señor, si así no fuera, imposible me parece. Mas haciendo vuestro
Padre lo que Vos le pedís de darnos acá su reino, yo sé que os sacaremos
verdadero en dar lo que dais por nosotros; porque hecha la tierra cielo,
será posible hacerse en mí vuestra voluntad. Mas sin esto, y en tierra tan
ruin como la mía y tan sin fruto, yo no sé, Señor, cómo sería posible. Es
gran cosa lo que ofrecéis.
3. Cuando yo pienso esto, gusto de las personas que no
osan pedir trabajos al Señor, que piensan está en esto el dárselos luego
(3). No hablo en los que lo dejan por humildad, pareciéndoles no serán para
sufrirlos; aunque tengo para mí que quien les da amor para pedir este medio
tan áspero para mostrarle, le dará para sufrirlos. Querría preguntar a los
que por temor no los piden de que luego se los han de dar (4), lo que dicen
cuando suplican al Señor cumpla su voluntad en ellos, o es que lo dicen por
decir lo que todos, mas no para hacerlo. Esto, hermanas, no sería bien.
Mirad que parece aquí el buen Jesús nuestro embajador y que ha querido
intervenir entre nosotros y su Padre, y no a poca costa suya; y no sería
razón que lo que ofrece por nosotros dejásemos de hacerlo verdad, o no lo
digamos.
4. Ahora quiérolo llevar por otra vía. Mirad, hijas: ello
se ha de cumplir, que queramos o no, y se ha de hacer su voluntad en el
cielo y en la tierra; creedme, tomad mi parecer, y haced de la necesidad
virtud. ¡Oh Señor mío, qué gran regalo es éste para mí, que no dejaseis en
querer tan ruin como el mío el cumplirse vuestra voluntad! Bendito seáis por
siempre y alaben os todas las cosas. Sea glorificado vuestro nombre por
siempre. ¡Buena estuviera yo, Señor, si estuviera en mis manos el cumplirse
vuestra voluntad o no! Ahora la mía os doy libremente, aunque a tiempo que
no va libre de interés; porque ya tengo probado, y gran experiencia de ello,
la ganancia que es dejar libremente mi voluntad en la vuestra. ¡Oh amigas,
qué gran ganancia hay aquí, o qué gran pérdida de no cumplir lo que decimos
al Señor en el Paternóster en esto que le ofrecemos!
5. Antes que os diga lo que se gana, os quiero declarar
lo mucho que ofrecéis, no os llaméis después a engaño y digáis que no lo
entendisteis. No sea como algunas religiosas que no hacemos sino prometer, y
como no lo cumplimos, hay este reparo de decir que no se entendió lo que se
prometía. Y ya puede ser, porque decir que dejamos nuestra voluntad en otra
parece muy fácil, hasta que, probándose, se entiende es la cosa más recia
que se puede hacer, si se cumple como se ha de cumplir. Mas no todas veces
nos llevan con rigor los prelados de que nos ven flacos; y a las veces
flacos y fuertes llevan de una suerte. Acá no es así, que sabe el Señor lo
que puede sufrir cada uno, y a quien ve con fuerza no se detiene en cumplir
en él su voluntad (5).
6. Pues quiéroos avisar y acordar qué es su voluntad. No
hayáis miedo sea daros riquezas, ni deleites, ni honras, ni todas estas
cosas de acá; no os quiere tan poco, y tiene en mucho lo que le dais y
quiéreoslo pagar bien, pues os da su reino aún viviendo. ¿Queréis ver cómo
se ha con los que de veras le dicen esto? -Preguntadlo a su Hijo glorioso,
que se lo dijo cuando la oración del Huerto (6). Como fue dicho con
determinación y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en El en lo que
le dio de trabajos y dolores e injurias y persecuciones; en fin, hasta que
se le acabó la vida con muerte de cruz.
7. Pues veis aquí, hijas, a quien más amaba lo que dio;
por donde se entiende cuál es su voluntad. Así que éstos son sus dones en
este mundo. Da conforme al amor que nos tiene: a los que ama más, da de
estos dones más; a los que menos, menos, y conforme al ánimo que ve en cada
uno y el amor que tiene a Su Majestad. A quien le amare mucho, verá que
puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la
medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor. Así que,
hermanas, si le tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las que
decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que Su Majestad quisiere.
Porque si de otra manera dais la voluntad, es mostrar la joya e irla a dar y
rogar que la tomen, y cuando extienden la mano para tomarla, tornarla Vos a
guardar muy bien.
8. No son estas burlas para con quien le hicieron tantas
por nosotros. Aunque no hubiera otra cosa, no es razón burlemos ya tantas
veces, que no son pocas las que se lo decimos en el Paternóster. Démosle ya
una vez la joya del todo, de cuantas acometemos a dársela; es verdad que no
nos da primero, para que se la demos (7). Los del mundo harto harán si
tienen de verdad determinación de cumplirlo. Vosotras, hijas, diciendo y
haciendo, palabras y obras, como a la verdad parece hacemos los religiosos;
sino que a las veces no sólo acometemos a dar la joya, sino ponémossela en
la mano, y tornámossela a tomar. Somos francos de presto, y después tan
escasos, que valdría en parte más que nos hubiéramos detenido en el dar.
9. Porque todo lo que os he avisado en este libro va
dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad
en la suya y desasirnos de las criaturas, y tendréis ya entendido lo mucho
que importa, no digo más en ello; sino diré para lo que pone aquí nuestro
buen Maestro estas palabras dichas, como quien sabe lo mucho que ganaremos
de hacer este servicio a su Eterno Padre. Porque nos disponemos para que con
mucha brevedad nos veamos acabado de andar el camino y bebiendo del agua
viva de la fuente que queda dicha (8). Porque sin dar nuestra voluntad del
todo al Señor para que haga en todo lo que nos toca conforme a ella, nunca
deja beber de ella.
Esto es contemplación perfecta, lo que me dijisteis os
escribiese. [10] Y en esto -como ya tengo escrito- (9) ninguna cosa hacemos
de nuestra parte, ni trabajamos, ni negociamos, ni es menester más, porque
todo lo demás estorba e impide de decir «fiat voluntas tua»: cúmplase,
Señor, en mí vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor
mío, quisiereis. Si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con
persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no
volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas. Pues vuestro
Hijo dio en nombre de todos esta mi voluntad, no es razón falte por mi
parte; sino que me hagáis Vos merced de darme vuestro reino para que yo lo
pueda hacer, pues él me le pidió, y disponed en mí como en cosa vuestra,
conforme a vuestra voluntad.
11. ¡Oh hermanas mías, qué fuerza tiene este don! No
puede menos, si va con la determinación que ha de ir, de traer al
Todopoderoso a ser uno con nuestra bajeza y transformarnos en sí y hacer una
unión del Criador con la criatura. Mirad si quedaréis bien pagadas y si
tenéis buen Maestro, que, como sabe por dónde ha de ganar la voluntad de su
Padre, enséñanos a cómo y con qué le hemos de servir.
12. Y mientras más se va entendiendo por las obras que no
son palabras de cumplimiento, más más nos llega el Señor a sí y la levanta
de todas las cosas de acá y de sí misma para habilitarla a recibir grandes
mercedes, que no acaba de pagar en esta vida este servicio. En tanto le
tiene, que ya nosotros no sabemos qué nos pedir, y Su Majestad nunca se
cansa de dar. Porque no contento con tener hecha esta alma una cosa consigo
por haberla ya unido a sí mismo (10), comienza a regalarse con ella, a
descubrirle secretos, a holgarse de que entienda lo que ha ganado y que
conozca algo de lo que la tiene por dar. Hácela ir perdiendo estos sentidos
exteriores, porque no se la ocupe nada. Esto es arrobamiento. Y comienza a
tratar de tanta amistad, que no sólo la torna a dejar su voluntad, mas dale
la suya con ella; porque se huelga el Señor, ya que trata de tanta amistad,
que manden a veces -como dicen- y cumplir El lo que ella le pide, como ella
hace lo que El la manda, y mucho mejor, porque es poderoso y puede cuanto
quiere y no deja de querer.
13. La pobre alma, aunque quiera, no puede lo que
querría, ni puede nada sin que se lo den. Y ésta es su mayor riqueza: quedar
mientras más sirve, más adeudada, y muchas veces fatigada de verse sujeta a
tantos inconvenientes y embarazos y atadura como trae el estar en la cárcel
de este cuerpo, porque querría pagar algo de lo que debe. Y es harto boba de
fatigarse; porque, aunque haga lo que es en sí, ¿qué podemos pagar los que,
como digo, no tenemos qué dar si no lo recibimos, sino conocernos, y esto
que podemos, que es dar nuestra voluntad, hacerlo cumplidamente? Todo lo
demás, para el alma que el Señor ha llegado aquí, le embaraza y hace daño y
no provecho, porque sola humildad es la que puede algo, y ésta no adquirida
por el entendimiento, sino con una clara verdad que comprende en un momento
lo que en mucho tiempo no pudiera alcanzar trabajando la imaginación, de lo
muy nonada que somos y lo muy mucho que es Dios (11).
14. Doos (12) un aviso: que no penséis por fuerza vuestra
ni diligencia llegar aquí, que es por demás; antes si teníais devoción,
quedaréis frías; sino con simplicidad y humildad, que es la que lo acaba
todo, decir: «fiat voluntas tua».
NOTAS
1 Fiad voluntas tua sicud yn çelo et yn terra, escribió
la Santa.
2 Mt 6, 10.
3 Y he topado algunos tan pusilánimes, que aun sin este
amparo de humildad, no tienen corazón para pedírselos [trabajos], que
piensan luego se los ha de dar; así la 1ª redacción.
4 Fray Luis (p. 188) ordenó así este pasaje: «querría
preguntar a los que por temor de que luego se los han de dar no los piden,
lo que dicen cuando suplican a el Señor cumpla su voluntad en ellos».
5 En lugar de este último pasaje, se leía en la 1ª
redacción: No sea como algunas monjas que no hacen sino prometer y, como no
cumplen nada, dicen que cuando hicieron profesión que no entendieron lo que
prometían. Así lo creo yo, porque es fácil de hablar y dificultoso de obrar;
y si pensaron que no era más lo uno que lo otro, cierto no lo entendieron.
Hacedlo entender a las que acá hicieren profesión, por larga prueba, no
piensen que ha de haber solas palabras, sino obras también. Así, quiero
entendáis con quién lo habéis -como dicen- y lo que ofrece por vos el buen
Jesús al Padre y lo que le dais vos cuando decís que se cumpla su voluntad
en vos, que no es otra cosa.
6 Mt 26, 39.
7 En la 1ª redacción quedaba claro el sentido de esta
última frase con la efusión lírica que lo seguía: ¡Oh, válgame Dios! ¡cómo
se le parece a mi buen Jesús que nos conoce! pues no dijo al principio
diésemos esta voluntad al Señor hasta que estuviésemos bien pagados de este
pequeño servicio, para con quien entiende la gran ganancia que en el mismo
servicio quiere el Señor ganemos; que aun en esta vida nos comienza a pagar,
como ahora diré...
8 En el c. 19.
9 Como ya tengo escrito: en el c. 19, n. 4, cf. nota. El
mismo censor que apostilló el pasaje del c. 19, escribió ahora al margen del
autógrafo: «que por nuestra industria y habilidad quisiéremos negociar
quietud».
10 Unido a sí mismo. En la 1ª redacción escribió:
convertido en sí. Uno de los censores tachó la frase, por demasiado atrevida
teológicamente, y la substituyó entre líneas con la otra que fue aceptada
por la Autora en la 2ª redacción.
11 En la 1ª redacción decía, en lugar de este último
párrafo: Porque -como he dicho- está ya escrito en otra parte cómo es esta
oración y lo que ha de hacer el alma entonces y cosas harto largamente
declaradas de lo que el alma siente aquí y en lo que se conoce ser Dios, no
hago más de tocar en estas cosas de oración para daros a entender cómo
habéis de rezar esta oración del paternóster. Sólo os doy un aviso...
12 Doos: os doy.
CAPÍTULO 33
En que trata
la gran necesidad que tenemos de que el Señor nos dé lo que pedimos en estas
palabras del Paternóster: «Panem nostrum quotidianum da nobis hodie» (1).
1. Pues entendiendo, como he dicho (2), el buen Jesús
cuán dificultosa cosa era ésta que ofrece por nosotros, conociendo nuestra
flaqueza y que muchas veces hacemos entender que no entendemos cuál es la
voluntad del Señor -como somos flacos y El tan piadoso-, y que era menester
medio, porque dejar de dar lo dado vio que en ninguna manera nos conviene,
porque está en ello toda nuestra ganancia; (3) pues cumplirlo vio ser
dificultoso, porque decir a un regalado y rico que es la voluntad de Dios
que tenga cuenta con moderar su plato para que coman otros siquiera pan, que
mueren de hambre, sacará mil razones para no entender esto, sino a su
propósito; pues decir a un murmurador que es la voluntad de Dios querer
tanto para su prójimo como para sí, no lo puede poner a paciencia ni basta
razón para que lo entienda; pues decir a un religioso que está mostrado a
libertad y a regalo, que ha de tener cuenta con que ha de dar ejemplo y que
mire que ya no son solas palabras con las que ha de cumplir cuando dice esta
palabra, sino que lo ha jurado y prometido, y que es voluntad de Dios que
cumpla sus votos, y mire que si da escándalo que va muy contra ellos, aunque
no del todo los quebrante; que ha prometido pobreza, que la guarde sin
rodeos, que esto es lo que el Señor quiere; no hay remedio aun ahora de
quererlo algunos, ¿qué hiciera si el Señor no hiciera lo más con el remedio
que puso? No hubiera sino muy poquitos que cumplieran esta palabra que por
nosotros dijo al Padre, de «fiat voluntas tua».
Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio
admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene (4), y en su
nombre y en el de sus hermanos pidió esta petición: «El pan nuestro de cada
día, dánoslo hoy, Señor».
Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto que pide
nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello, y
tened en muy poco lo que habéis dado pues tanto habéis de recibir.
2. Paréceme ahora a mí -debajo de otro mejor parecer- que
visto el buen Jesús lo que había dado por nosotros y cómo nos importa tanto
darlo y la gran dificultad que había -como está dicho- (5) por ser nosotros
tales y tan inclinados a cosas bajas y de tan poco amor y ánimo, que era
menester ver el suyo para despertarnos, y no una vez, sino cada día, que
aquí se debía determinar de quedarse con nosotros. Y como era cosa tan grave
y de tanta importancia, quiso que viniese de la mano del Eterno Padre.
Porque, aunque son una misma cosa, y sabía que lo que El hiciese en la
tierra lo haría Dios en el cielo y lo tendría por bueno, pues su voluntad y
la de su Padre era una, era tanta la humildad del buen Jesús (6) que quiso
como pedir licencia, porque ya sabía era amado del Padre y que se deleitaba
en El. Bien entendió que pedía más en esto que ha pedido en lo demás, porque
ya sabía la muerte que le habían de dar, y las deshonras y afrentas que
había de padecer.
3. Pues ¿qué padre hubiera, Señor, que habiéndonos dado a
su hijo, y tal hijo, y parándole tal, quisiera consentir se quedara entre
nosotros cada día a padecer? -Por cierto, ninguno, Señor, sino el vuestro.
Bien sabéis a quién pedís.
¡Oh, válgame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué gran
amor del Padre! Aun no me espanto tanto del buen Jesús, porque como había ya
dicho «fiat voluntas tua», habíalo de cumplir como quien es. ¡Sí, que no es
como nosotros! Pues como sabe la cumple con amarnos como a Sí, así andaba a
buscar cómo cumplir con mayor cumplimiento, aunque fuese a su costa, este
mandamiento. Mas Vos, Padre Eterno, ¿cómo lo consentisteis? ¿Por qué queréis
cada día ver en tan ruines manos a vuestro Hijo? Ya que una vez quisisteis
lo estuviese y lo consentisteis, ya veis cómo le pararon. ¿Cómo puede
vuestra piedad cada día, cada día, verle hacer injurias? ¡Y cuántas se deben
hoy hacer a este Santísimo Sacramento! ¡En qué de manos enemigas suyas le
debe de ver el Padre! ¡Qué de desacatos de estos herejes!
4. ¡Oh Señor eterno! ¿Cómo aceptáis tal petición? ¿Cómo
lo consentís? No miréis su amor, que a trueco de hacer cumplidamente vuestra
voluntad y de hacer por nosotros, se dejará cada día hacer pedazos. Es
vuestro de mirar, Señor mío, ya que a vuestro Hijo no se le pone cosa
delante (7), por qué ha de ser todo nuestro bien a su costa. ¿Porque calla a
todo y no sabe hablar por sí sino por nosotros? Pues ¿no ha de haber quien
hable por este amantísimo Cordero? (8)
He mirado yo cómo en esta petición sola duplica las
palabras, porque dice primero y pide que le deis este pan cada día, y torna
a decir «dádnoslo hoy, Señor». Pone también delante a su Padre. Es como
decirle que ya una vez nos le dio para que muriese por nosotros, que ya
nuestro es, que no nos le torne a quitar hasta que se acabe el mundo; que le
deje servir cada día. Esto os enternezca el corazón, hijas mías, para amar a
vuestro Esposo, que no hay esclavo que de buena gana diga que lo es, y que
el buen Jesús parece se honra de ello.
5. ¡Oh Padre Eterno! ¡Qué mucho merece esta humildad!
¿Con qué tesoro compramos a vuestro Hijo? Venderle, ya sabemos que por
treinta dineros; (9) mas para comprarle no hay precio que baste. Como se
hace aquí una cosa con nosotros por la parte que tiene de nuestra naturaleza
y como señor de su voluntad, lo acuerda a su Padre, que pues es suya, que
nos la puede dar. Y así dice: «pan nuestro». No hace diferencia de El a
nosotros; mas hacémosla nosotros de El, para no nos dar cada día por Su
Majestad (10).
NOTAS
1 «Panen nostrun cotidiano da nobis odie», escribió la
Santa.
2 Como he dicho: ha sido el tema del c. anterior.
3 Este prolijo preámbulo tan teresiano y tan rebelde a
toda ley de puntuación, fue remediado por la Autora con una larga tacha y
nuevo fraseo, al preparar el texto definitivo (ms. de Toledo): pues
entendiendo el buen Jesús cuán dificultoso era esto que ofrece por nosotros,
conociendo nuestra miseria -que muchas veces hacemos entender que no
entendemos cuál es la voluntad del Señor, como somos flacos-, y que era
menester medio «para cumplirlo, pídenos al Padre Eterno remedio soberano
como este pan de cada día del Santísimo Sacramento, que da fuerza y
fortaleza». -La frase encomillada es autógrafa de la Santa. Con ella
formuló, desde el encabezamiento del capítulo su exégesis eucarística del
«panem nostrum». -Fray Luis de León arregló a su modo este pasaje (p. 196).
4 Alusión a la institución de la Eucaristía, Jn 13, 1.
5 En el c. 32.
6 Por escrúpulo teológico, el ya mencionado censor
advirtió al margen del autógrafo: «por la parte que era hombre».
7 El escrupuloso censor de otras veces sometió a dura
prueba el presente pasaje, tachando y marginando el autógrafo: «No miréis,
Hermanas, el amor de vuestro esposo, que a trueco de hacer cumplidamente la
voluntad del Padre y de hacer por nosotros, se dejará cada día hacer
pedazos. Vuestro era de mirar, oh Padre Eterno, por vuestro Hijo; no se le
pone cosa delante que le estorbe...». -Los cursivos corresponden a las
añadiduras del teólogo censor, y dan una idea del purismo y convencionalismo
teológicos con que chocó el ingenuo y diáfano pensar teresiano.
8 En la 1ª redacción, la Santa entraba en tierno monólogo
o plegaria al Padre: Dadme licencia, Señor, que hable yo, ya que vos
quisisteis dejarle en nuestro poder, y os suplique que pues tan de veras os
obedeció y con tanto amor se nos dio...
9 Alusión a Mt 26, 15.
10 En el ms. de Toledo la Santa rehizo así la frase
final: «pues no la hagamos nosotros, porque juntando nuestra oración con la
suya tendrá mérito delante de Dios para alcanzar lo que pidiéremos».
CAPÍTULO 34
Prosigue en la
misma materia. -Es muy bueno para después de haber recibido el Santísimo
Sacramento.
1. Pues en esta petición, «de cada día» parece que es
«para siempre». Estando yo pensando por qué después de haber dicho el Señor
«cada día», tornó a decir «dánoslo hoy, Señor» (1), ser nuestro cada día, me
parece a mí porque acá le poseemos en la tierra y le poseeremos también en
el cielo, si nos aprovechamos bien de su compañía, pues no se queda para
otra cosa con nosotros sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a
hacer esta voluntad que hemos dicho se cumpla en nosotros.
2. El decir «hoy», me parece es para un día, que es
mientras durare el mundo, no más. ¡Y bien un día! Y para los desventurados
que se condenan, que no le gozarán en la otra, no es a su culpa (2) si se
dejan vencer, que El no los deja de animar hasta el fin de la batalla; no
tendrán con qué se disculpar ni quejarse del Padre porque se le tomó al
mejor tiempo. Y así le dice su Hijo que, pues no es más de un día, se le
deje ya pasar en servidumbre; que pues Su Majestad ya nos le dio y envió al
mundo por sola su voluntad, que El quiere ahora por la suya propia no
desampararnos, sino estarse aquí con nosotros para más gloria de sus amigos
y pena de sus enemigos; (3) que no pide más de «hoy», ahora nuevamente; que
el habernos dado este pan sacratísimo para siempre, cierto lo tenemos. Su
Majestad nos le dio -como he dicho- este mantenimiento y maná de la
Humanidad, que le hallamos como queremos, y que si no es por nuestra culpa,
no moriremos de hambre; que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma
hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación (4). No hay necesidad
ni trabajo ni persecución que no sea fácil de pasar, si comenzamos a gustar
de los suyos.
3. Pedid vosotras, hijas, con este Señor al Padre que os
deje «hoy» a vuestro Esposo, que no os veáis en este mundo sin El; que
baste, para templar tan gran contento, que quede tan disfrazado en estos
accidentes de pan y vino, que es harto tormento para quien no tiene otra
cosa que amar ni otro consuelo; mas suplicadle que no os falte y que os dé
aparejo para recibirle dignamente.
4. De otro pan no tengáis cuidado las que muy de veras os
habéis dejado en la voluntad de Dios; digo en estos tiempos de oración, que
tratáis cosas más importantes, que tiempos hay otros para que trabajéis y
ganéis de comer (5). Mas con el cuidado no curéis gastar en eso el
pensamiento en ningún tiempo; sino trabaje el cuerpo, que es bien procuréis
sustentaros, y descanse el alma. Dejad ese cuidado -como largamente queda
dicho- (6) a vuestro Esposo, que El le tendrá siempre.
5. Es como si entra un criado a servir; tiene cuenta con
contentar a su señor en todo. Mas él está obligado a dar de comer al siervo
mientras está en su casa y le sirve, salvo si no es tan pobre que no tiene
para sí ni para él. Acá cesa esto; siempre es y será rico y poderoso. Pues
no sería bien andar el criado pidiendo de comer, pues sabe tiene cuidado su
amo de dárselo y le ha de tener. Con razón le dirá que se ocupe él en
servirle y en cómo le contentar, que por andar ocupado el cuidado en lo que
no le ha de tener no hace cosa a derechas.
Así que, hermanas, tenga quien quisiere cuidado de pedir
ese pan; nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el nuestro pan
celestial de manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden deleitar en
mirarle por estar tan encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a
conocer, que es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la
vida (7).
6. ¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos
cuerpos este santísimo manjar, y gran medicina aun para los males
corporales? Yo sé que lo es, y conozco una persona de grandes enfermedades
que, estando muchas veces con graves dolores, como con la mano se le
quitaban y quedaba buena del todo (8). Esto muy ordinario, y de males muy
conocidos que no se podían fingir, a mi parecer. Y porque de las maravillas
que hace este santísimo Pan en los que dignamente le reciben son muy
notorias, no digo muchas que pudiera decir de esta persona que he dicho, que
lo podía yo saber y sé que no es mentira. Mas ésta habíala el Señor dado tan
viva fe, que cuando oía a algunas personas decir que quisieran ser (9) en el
tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el mundo, se reía entre sí,
pareciéndole que, teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento
como entonces, que ¿qué más se les daba?
7. Mas sé de esta persona que muchos años, aunque no era
muy perfecta, cuando comulgaba, ni más ni menos que si viera con los ojos
corporales entrar en su posada el Señor, procuraba esforzar la fe, para que,
como creía verdaderamente entraba este Señor en su pobre posada,
desocupábase de todas las cosas exteriores cuanto le era posible, y
entrábase con El (10). Procuraba recoger los sentidos para que todos
entendiesen tan gran bien, digo, no embarazasen al alma para conocerle.
Considerábase a sus pies y lloraba con la Magdalena, ni más ni menos que si
con los ojos corporales le viera en casa del fariseo. Y aunque no sintiese
devoción, la fe la decía que estaba bien allí.
8. Porque, si no nos queremos hacer bobos y cegar el
entendimiento, no hay que dudar; que esto no es representación de la
imaginación, como cuando consideramos al Señor en la cruz o en otros pasos
de la Pasión, que le representamos en nosotros mismos como pasó. Esto pasa
ahora y es entera verdad, y no hay para qué le ir a buscar en otra parte mas
lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor natural los
accidentes del pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a
El. Pues, si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los
enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si
tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no
suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje.
9. Si os da pena no verle con los ojos corporales, mirad
que no nos conviene, que es otra cosa verle glorificado, o cuando andaba por
el mundo; no habría sujeto que lo sufriese, de nuestro flaco natural, ni
habría mundo ni quien quisiese parar en él; porque en ver esta verdad
eterna, se vería ser mentira y burla todas las cosas de que acá hacemos
caso. Y viendo tan gran majestad, ¿cómo osaría una pecadorcilla como yo, que
tanto le ha ofendido, estar tan cerca de El? Debajo de aquel pan (11) está
tratable; porque si el rey se disfraza no parece se nos daría nada de
conversar sin tantos miramientos y respetos con El; parece está obligado a
sufrirlo, pues se disfrazó. ¡Quién osara llegar con tanta tibieza, tan
indignamente, con tantas imperfecciones!
10. ¡Oh, cómo no sabemos lo que pedimos, y cómo lo miró
mejor su sabiduría! (12) Porque a los que ve se han de aprovechar de su
presencia, El se les descubre; que aunque no le vean con los ojos
corporales, muchos modos tiene de mostrarse al alma por grandes sentimientos
interiores y por diferentes vías. Estaos vos con El de buena gana. No
perdáis tan buena sazón de negociar como es la hora después de haber
comulgado (13). Si la obediencia os mandare, hermanas, otra cosa, procurad
dejar el alma con el Señor; que si luego lleváis el pensamiento a otra y no
hacéis caso ni tenéis cuenta con que está dentro de vos, ¿cómo se os ha de
dar a conocer? Este, pues, es buen tiempo para que os enseñe nuestro
Maestro, y que le oigamos y besemos los pies porque nos quiso enseñar, y le
supliquéis no se vaya de con vos (14).
11. Si esto habéis de pedir mirando una imagen de Cristo
que estamos mirando, bobería me parece dejar la misma persona por mirar el
dibujo (15). ¿No lo sería, si tuviésemos un retrato de una persona que
quisiésemos mucho y la misma persona nos viniese a ver, dejar de hablar con
ella y tener toda la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es muy
bueno y cosa en que yo me deleito mucho? Para cuando está ausente la misma
persona, o quiere darnos a entender lo está con muchas sequedades, es gran
regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos (16). A cada cabo que
volviésemos los ojos, la querría ver. ¿En qué mejor cosa ni más gustosa a la
vista la podemos emplear, que en quien tanto nos ama y en quien tiene en sí
todos los bienes? Desventurados estos herejes que han perdido por su culpa
esta consolación, con otras.
12. Mas acabando de recibir al Señor, pues tenéis la
misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del
alma y miraros al corazón; que yo os digo, y otra vez lo digo y muchas lo
querría decir, que si tomáis esta costumbre todas las veces que comulgareis,
y procurad tener tal conciencia que os sea lícito gozar a menudo de este
bien, que no viene tan disfrazado que, como he dicho (17), de muchas maneras
no se dé a conocer, conforme al deseo que tenemos de verle. Y tanto lo
podéis desear, que se os descubra del todo.
13. Mas si no hacemos caso de El, sino que en
recibiéndole nos vamos de con El a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de
hacer? ¿Hanos de traer por fuerza a que le veamos que se nos quiere dar a
conocer? No, que no le trataron tan bien cuando se dejó ver a todos al
descubierto y les decía claro quién era, que muy pocos fueron los que le
creyeron. Y así harta misericordia nos hace a todos, que quiere Su Majestad
entendamos que es El el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean
descubiertamente y comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere
sino a los que entiende que mucho le desean, porque éstos son sus verdaderos
amigos. Que yo os digo que quien no le fuere y no llegare a recibirle como
tal, habiendo hecho lo que es en sí, que nunca le importune porque se le dé
a conocer. No ve la hora de haber cumplido con lo que manda la Iglesia,
cuando se va de su casa y procura echarle de sí. Así que este tal, con otros
negocios y ocupaciones y embarazos del mundo, parece que lo más presto que
puede, se da prisa a que no le ocupe la casa el Señor de él.
NOTAS
1 En la 1ª redacción escribió más extensamente: ... pide
a su Padre que nos le deje «cada día»; parece que es «para siempre», que
escribiendo esto he estado con deseo de saber por qué después que el Señor
dijo «cada día», tornó a decir «hoy». Quiéroos decir mi bobería; si lo
fuere, quédese por tal, que harta lo es meterme yo en esto; mas, pues ya
vamos entendiendo lo que pedimos, pensemos bien qué es, para que -como he
dicho- lo tengamos en lo que es razón, y lo agradezcamos a quien con tanto
cuidado está enseñándonos. Así que, ser nuestro «cada día» me parece a mí...
2 No es culpa del Señor, corrigió fray Luis en la edición
príncipe (p. 202). -En 1ª redacción había ampliado hermosamente este
concepto: ... para los desventurados que se han de condenar, que no le
gozarán en la otra [vida] para hacer todo lo que como de cosa suya se pueden
aprovechar y estar con ellos este «hoy» de esta vida esforzándolos; y si
dijeran vencer, no es a su culpa. Y porque se lo otorgue el Padre, tráele a
la memoria que es solo un día... Uno de los censores tildó de poco teológica
la frase «tráele a la memoria», y la Santa la sustituyó con: pónele delante.
3 Un censor tachó: y pena de sus enemigos. -Había escrito
en la 1ª redacción: que todo será un día estos malos tratamientos de
llegarse a él indignamente; que mire está obligado (pues ha ofrecido por
nosotros cosa tan grande como dejar nuestra voluntad en la suya) a ayudarnos
por todas las vías que pudiere; que nos pide más de «hoy» ahora nuevamente.
Que el habernos dado este pan sacratísimo «para siempre», cierto lo tenemos,
y que nos le dio sin pedírsele este mantenimiento y maná de la Humanidad...
-La misma Santa o acaso uno de sus catonianos censores tachó un inciso
intercalado en este mismo período: [lo tenemos] ¡y que nos le dio sin
pedírsele!.
4 Alusión al maná bíblico (Sb 16, 20). -La 1ª redacción
proseguía: que otro pan de los mantenimientos y necesidades corporales, no
quiero yo pensar se le acordó el Señor de esto, ni querría se os acordase de
vosotras. Está puesto en subidísima contemplación (que quien está en aquel
punto no hay más memoria de que está en el mundo que si no estuviese,,
cuánto más si ha de comer); y ¿había el Señor de poner tanto en pedir qué
comiésemos, para él y para nosotros? -No hace a mi propósito. Estános
enseñando a poner nuestras voluntades en las cosas del cielo y a pedir le
comencemos a gozar desde acá, y ¿habíanos de meter en cosa tan baja como
pedir de comer?- ¡Cómo que no nos conoce!, que comenzados a entrometer en
necesidad del cuerpo, se nos olvidarían las del alma. Pues ¡qué gente tan
concertada, que nos contentaremos poco y pediremos poco!, sino que mientras
más nos diere, más parece nos ha de faltar el agua. Pídanlo esto, hijas, lo
que quieren más de lo necesario. -Todo este pasaje fue tachado por uno de
los censores del primer manuscrito teresiano, que agregó al margen la
siguiente anotación: «todo lo que era sustentación del cuerpo y alma pidió
Cristo nuestro Señor, como es el pan material y la Eucaristía, y por
reverencia para el alma; y así la Iglesia lo pide en la letanía». -Esta dura
censura motivó la supresión del párrafo en la segunda redacción. Otro tanto
sucederá en el c. 36, n. 2.
5 La 1ª redacción insistía en el tema descartado por el
censor: tiempos hay otros para que la que tiene encargo tenga cuidado de lo
que habéis de comer, digo de daros lo que tuviere. No hayáis miedo que os
falte si no faltáis vosotras en lo que habéis dicho de dejaros en la
voluntad de Dios. Y por cierto, hijas, de mí os digo que si de eso faltare
ahora con malicia -como otras veces lo he hecho muchas-, que yo no le
suplicase me diese ese pan ni otra cosa para comer. Déjenme morir de hambre;
¡para qué quiero vida, si con ella voy cada día más ganando muerte eterna?.
A continuación, en el ms. de El Escorial, para introducir el símil del
criado y el señor, escribió la Santa entre líneas: «comparación».
6 Queda dicho en los cc. 2 y 8.
7 La 1ª redacción insistía de nuevo en el tema de la
pobreza de espíritu: que para sustentar la vida, más veces que queremos la
vendremos a desear y a pedir, aun sin sentirnos. No es menester despertarnos
para ello; que nuestra inclinación ruin a cosas bajas despertará -como digo-
más veces que queramos. Mas de advertencia no curemos poner nuestro cuidado
sino en suplicar al Señor lo que tengo dicho; que teniendo esto, lo
tendremos todo.
8 Habla de sí misma. En la 1ª redacción aludía también a
otros muchos efectos que hacía [la comunión] en esta alma que no hay para
qué decirlos.
9 Querrían ser: «vivir» o «estar».
10 Fray Luis de León (p. 101) redujo a ley gramatical el
libre fraseo teresiano: ... esforzar la fe, para (como creía verdaderamente
que entraba este Señor en su pobre posada) desocuparse de todas las cosas...
11 Por escrúpulo teológico, fray Luis corrigió esta frase
en la edición príncipe: «debajo de aquellos accidentes de pan...» (p. 207).
12 Alusión a la respuesta de Jesús a Santiago y San Juan
(Mt 20, 22).
13 La 1ª redacción añadía: Estaos vos con El de buena
gana. Mirad que es esta hora de gran provecho para el alma, y en que se
sirve mucho el buen Jesús que le tengáis compañía. Tened gran cuenta, hijas,
de no la perder.
14 También aquí suprimió la Santa un bello pasaje de la
primera redacción: No digo que no recéis (porque no me asgáis a palabras y
digáis que trato de contemplación, salvo si el Señor no os llevare a ella),
sino que si rezaréis el Paternóster, entendáis con cuánta verdad estáis con
quien os lo enseñó y le beséis los pies por ello y le pidáis os ayude a
pedir y no se vaya de con vos.
15 Al margen del autógrafo escurialense escribió la
Autora: comparación.
16 En la 1ª redacción era más explícita: Para cuando está
ausente la misma persona, es gran regalo ver una imagen de nuestra Señora o
de algún santo a quien tenemos devoción -cuánto más la de Cristo-, y cosa
que despierta mucho y cosa que a cada cabo querría ver que volviese los
ojos.
17 Lo ha dicho en los nn. 5 y 10.
CAPÍTULO 35
Acaba la
materia comenzada con una exclamación al Padre Eterno.
1. Heme alargado tanto en esto, aunque había hablado en
la oración del recogimiento de lo mucho que importa este entrarnos a solas
con Dios, por ser tan importante (1). Y cuando no comulgareis, hijas, y
oyereis misa, podéis comulgar espiritualmente, que es de grandísimo
provecho, y hacer lo mismo de recogeros después en vos, que es mucho lo que
se imprime el amor así de este Señor. Porque aparejándonos a recibir, jamás
por muchas maneras deja de dar que no entendemos (2). Es llegarnos al fuego
que, aunque le haya muy grande, si estáis desviadas y escondéis las manos,
mal os podéis calentar, aunque todavía da más calor que no estar adonde no
haya fuego. Mas otra cosa es querernos llegar a El, que si el alma está
dispuesta -digo que esté con deseo de perder el frío- y se está allí un
rato, para muchas horas queda con calor.
2. Pues mirad, hermanas, que si a los principios no os
hallareis bien (que) podrá ser, porque os pondrá el demonio apretamiento de
corazón y congoja, porque sabe el daño grande que le viene de aquí), haraos
entender que halláis más devoción en otras cosas y aquí menos. No dejéis
este modo; aquí probará el Señor lo que le queréis. Acordaos que hay pocas
almas que le acompañen y le sigan en los trabajos; pasemos por El algo, que
Su Majestad os lo pagará. Y acordaos también qué de personas habrá que no
sólo quieran no estar con El, sino que con descomedimiento le echen de sí.
Pues algo hemos de pasar para que entienda le tenemos deseo de ver. Y pues
todo lo sufre y sufrirá por hallar sola un alma que le reciba y tenga en sí
con amor, sea ésta la vuestra. Porque, a no haber ninguna, con razón no le
consintiera quedar el Padre Eterno con nosotros; sino que es tan amigo de
amigos y tan señor de sus siervos, que, como ve la voluntad de su buen Hijo,
no le quiere estorbar obra tan excelente y adonde tan cumplidamente muestra
el amor que tiene a su Padre (3).
3. Pues, Padre santo que estás en los cielos, ya que lo
queréis y lo aceptáis, y claro está no habíais de negar cosa que tan bien
nos está a nosotros, alguien ha de haber -como dije al principio- (4) que
hable por vuestro Hijo, pues El nunca tornó de Sí. Seamos nosotras, hijas,
aunque es atrevimiento siendo las que somos; mas confiadas en que nos manda
el Señor que pidamos, llegadas a esta obediencia (5), en nombre del buen
Jesús supliquemos a Su Majestad que, pues no le ha quedado por hacer ninguna
cosa haciendo a los pecadores tan gran beneficio como éste, que quiera su
piedad y se sirva de poner remedio para que no sea tan maltratado. Y que
pues su santo Hijo puso tan buen medio para que en sacrificio le podamos
ofrecer muchas veces, que valga tan precioso don para que no vaya adelante
tan grandísimo mal y desacatos como se hacen en los lugares adonde estaba
este Santísimo Sacramento entre estos luteranos, deshechas las iglesias,
perdidos tantos sacerdotes, quitados los sacramentos (6).
4. Pues ¡qué es esto mi Señor y mi Dios! O dad fin al
mundo, o poned remedio en tan gravísimos males; que no hay corazón que lo
sufra, aun de los que somos ruines. Suplícoos, Padre Eterno, que no lo
sufráis ya Vos. Atajad este fuego, Señor, que si queréis podéis. Mirad que
aún está en el mundo vuestro Hijo; por su acatamiento cesen cosas tan feas y
abominables y sucias; por su hermosura y limpieza, no merece estar en cosa
adonde hay cosas semejantes. No lo hagáis por nosotros, Señor, que no lo
merecemos; hacedlo por vuestro Hijo. Pues suplicaros que no esté con
nosotros, no os lo osamos pedir: ¿qué sería de nosotros? Que si algo os
aplaca, es tener acá tal prenda. Pues algún medio ha de haber, Señor mío,
póngale Vuestra Majestad.
5. ¡Oh mi Dios! ¡quién pudiera importunaros mucho y
haberos servido mucho para poderos pedir tan gran merced en pago de mis
servicios, pues no dejáis ninguno sin paga! Mas no lo he hecho, Señor; antes
por ventura soy yo la que os he enojado de manera que por mis pecados vengan
tantos males. Pues ¿qué he de hacer, Criador mío, sino presentaros este Pan
sacratísimo y, aunque nos le disteis, tornárosle a dar y suplicaros, por los
méritos de vuestro Hijo, me hagáis esta merced, pues por tantas partes lo
tiene merecido? Ya, Señor, ya ¡haced que se sosiegue este mar! No ande
siempre en tanta tempestad esta nave de la Iglesia, y salvadnos, Señor mío,
que perecemos (7).
NOTAS
1 El último inciso falta en la redacción de Valladolid:
lo añadió la Santa de propia mano en el ms. de Toledo.
2 Fray Luis de León ordenó así la frase: jamás dejar de
dar por muchas maneras que no entendemos (p. 211), tomándola de la primera
redacción del Camino.
3 En la 1ª redacción añadía: en haber buscado tan
admirable invención para mostrar lo que nos ama y para ayudarnos a pasar
nuestros trabajos.
4 Alude a la «exclamación» del c. 3, n. 8-10. -La frase
siguiente (pues El nunca tornó de Sí [= por Sí]) fue tachada en el
autógrafo, probablemente por un censor.
5 Uno de los censores tachó «obediencia» y escribió al
margen «audiencia»; pero la corrección no fue admitida en las copias
autorizadas por la Santa.
6 En la 1ª redacción había escrito más expresivamente:
que parece le quieren ya tornar a echar del mundo, quitanto de los templos,
perdidos tantos sacerdotes, profanadas tantas iglesias, aún entre los
cristianos, que a las veces van allá más con intención de ofenderle que no
de adorarle.
7 Alusión a Mt 8, 25-26.
CAPÍTULO 36
Trata de estas
palabras del paternóster: «Dimitte nobis debita nostra».
1. Pues viendo nuestro buen Maestro que con este manjar
celestial todo nos es fácil, si no es por nuestra culpa, y que podemos
cumplir muy bien lo que hemos dicho al Padre de que se cumpla en nosotros su
voluntad, dícele ahora que nos perdone nuestras deudas, pues perdonamos
nosotros. Y así, prosiguiendo en la oración que nos enseña, dice estas
palabras: «Y perdónanos, Señor, nuestras deudas, así como nosotros las
perdonamos a nuestros deudores» (1).
2. Miremos, hermanas, que no dice «como perdonaremos»,
porque entendamos que quien pide un don tan grande como el pasado y quien ya
ha puesto su voluntad en la de Dios, que ya esto ha de estar hecho, y así
dice: «como nosotros las perdonamos». Así que quien de veras hubiere dicho
esta palabra al Señor, «fiat voluntas tua», todo lo ha de tener hecho, con
la determinación al menos.
Veis aquí cómo los santos se holgaban con las injurias y
persecuciones, porque tenían algo que presentar al Señor cuando le pedían.
¿Qué hará una tan pobre como yo, que tan poco ha tenido que perdonar y tanto
hay que se me perdone?
Cosa es ésta, hermanas, para que miremos mucho en ella:
que una cosa tan grave y de tanta importancia como que nos perdone nuestro
Señor nuestras culpas, que merecían fuego eterno, se nos perdone con tan
baja cosa como es que perdonemos. Y aun de esta bajeza tengo tan pocas que
ofrecer, que de balde me habéis, Señor, de perdonar (2). Aquí cabe bien
vuestra misericordia. Bendito seáis Vos, que tan pobre me sufrís, que lo que
vuestro Hijo dice en nombre de todos, por ser yo tal y tan sin caudal, me he
de salir de la cuenta.
3. Mas, Señor mío, ¿si habrá algunas personas que me
tengan compañía y no hayan entendido esto? Si las hay, en vuestro nombre les
pido yo que se les acuerde de esto y no hagan caso de unas cositas que
llaman agravios, que parece hacemos casas de pajitas, como los niños, con
estos puntos de honra. ¡Oh, válgame Dios, hermanas, si entendiésemos qué
cosa es honra y en qué está perder la honra! Ahora no hablo con nosotras,
que harto mal sería no tener ya entendido esto, sino conmigo el tiempo que
me precié de honra sin entender qué cosa era; íbame al hilo de la gente (3).
¡Oh, de qué cosas me agraviaba, que yo tengo vergüenza ahora! Y no era,
pues, de las que mucho miraban en estos puntos; mas erraba en el punto
principal, porque no miraba yo ni hacía caso de la honra que tiene algún
provecho, porque ésta es la que hace provecho al alma. Y qué bien dijo quien
dijo, que honra y provecho no podían estar juntas, aunque no sé si lo dijo a
este propósito. Y es al pie de la letra, porque provecho del alma y esto que
llama el mundo honra nunca puede estar junto. Cosa espantosa es qué al revés
anda el mundo. Bendito sea el Señor que nos sacó de él (4).
4. Mas mirad, hermanas, que no nos tiene olvidadas el
demonio; también inventa sus honras en los monasterios y pone sus leyes, que
suben y bajan en dignidades como los del mundo. Los letrados deben de ir por
sus letras -que esto no lo sé-, que el que ha llegado a leer teología (5),
no ha de bajar a leer filosofía, que es un punto de honra que está en que ha
de subir y no bajar. Y aun si se lo mandase la obediencia, lo tendría por
agravio y habría quien tornase de él, que es afrenta. Y luego el demonio
descubre razones que aun en ley de Dios parece lleva razón. Pues entre
nosotras, la que ha sido priora ha de quedar inhabilitada para otro oficio
más bajo; un mirar en la que es más antigua, que esto no se nos olvida, y
aun a las veces parece merecemos en ello, porque lo manda la Orden.
5. Cosa es para reír, o para llorar, que lleva más razón.
Sí, que no manda la Orden que no tengamos humildad. Manda que haya
concierto. Mas yo no he de estar tan concertada en cosas de mi estima, que
tenga tanto cuidado en este punto de orden como de otras cosas de ella, que
por ventura guardaremos imperfectamente; no esté toda nuestra perfección de
guardarla en esto; otras lo mirarán por mí, si yo me descuido. Es el caso
que como somos inclinadas a subir -aunque no subiremos por aquí al cielo-,
no ha de haber bajar. ¡Oh Señor, Señor! ¿Sois Vos nuestro dechado y maestro?
Sí, por cierto. ¿Pues en qué estuvo vuestra honra, honrador nuestro? ¿No la
perdisteis, por cierto, en ser humillado hasta la muerte? No, Señor, sino
que la ganasteis para todos.
6. ¡Oh, por amor de Dios, hermanas!, que llevamos perdido
el camino, porque va errado desde el principio (6), y plega a Dios que no se
pierda algún alma por guardar estos negros puntos de honra sin entender en
qué está la honra. Y vendremos después a pensar que hemos hecho mucho si
perdonamos una cosita de éstas, que ni era agravio ni injuria ni nada; y muy
como quien ha hecho algo, vendremos a que nos perdone el Señor, pues hemos
perdonado. Dadnos, mi Dios, a entender que no nos entendemos y que venimos
vacías las manos, y perdonadnos Vos por vuestra misericordia. Que en verdad,
Señor, que no veo cosa (pues) todas las cosas se acaban y el castigo es sin
fin) que merezca ponérseos delante para que nos hagáis tan gran merced, si
no es por quien os lo pide (7).
7. Mas ¡qué estimado debe ser este amarnos unos a otros
del Señor! Pues pudiera el buen Jesús ponerle delante otras, y decir:
«perdonadnos, Señor, porque hacemos mucha penitencia, o porque rezamos mucho
y ayunamos y lo hemos dejado todo por Vos y os amamos mucho»; y no dijo
«porque perderíamos la vida por Vos» (8), y -como digo- otras cosas que
pudiera decir, sino sólo «porque perdonamos». Por ventura, como nos conoce
por tan amigos de esta negra honra y como cosa más dificultosa de alcanzar
de nosotros y más agradable a su Padre (9), la dijo y se la ofrece de
nuestra parte.
«Efectos que deja el buen espíritu».
8. Pues tened mucha cuenta, hermanas, con que dice: «como
perdonamos»; ya como cosa hecha, como he dicho (10). Y advertid mucho en
esto, que cuando de las cosas que Dios hace merced a un alma en la oración
que he dicho (11) de contemplación perfecta no sale muy determinada y, si se
le ofrece, lo pone por obra de perdonar cualquier injuria por grave que sea,
no estas naderías que llaman injurias, no fíe mucho de su oración; (12) que
al alma que Dios llega a Sí en oración tan subida no llegan (13) ni se le da
más ser estimada que no. No dije bien, que sí da, que mucha más pena le da
la honra que la deshonra, y el mucho holgar con descanso que los trabajos.
Porque cuando de veras le ha dado el Señor aquí su reino, ya no le quiere en
este mundo; y para más subidamente reinar, entiende es éste el verdadero
camino, y ha ya visto por experiencia la gran ganancia que le viene y lo que
se adelanta un alma en padecer por Dios. Porque por maravilla llega Su
Majestad a hacer tan grandes regalos sino a personas que han pasado de buena
gana muchos trabajos por El. Porque, como dije en otra parte de este libro
(14), son grandes los trabajos de los contemplativos, y así los busca el
Señor gente experimentada.
9. Pues entended, hermanas, que como éstos tienen ya
entendido lo que es todo, en cosa que pasa no se detienen mucho. Si de
primer movimiento da pena una gran injuria y trabajo, aún no lo ha bien
sentido cuando acude la razón por otra parte, que parece levanta la bandera
por sí y deja casi aniquilada aquella pena con el gozo que le da ver que le
ha puesto el Señor en las manos cosa que en un día podra ganar más delante
de Su Majestad de mercedes y favores perpetuos, que pudiera ser ganará él en
diez años por trabajos que quisiera tomar por sí. Esto es muy ordinario, a
lo que yo entiendo, que he tratado muchos contemplativos y sé cierto que
pasa así; que como otros precian oro y joyas, precian ellos los trabajos y
los desean, porque tienen entendido que éstos les han de hacer ricos.
10. De estas personas está muy lejos estima suya de nada.
Gustan entiendan sus pecados y de decirlos cuando ven que tienen estima de
ellos. Así les acaece de su linaje, que ya saben que en el reino que no se
acaba no han de ganar por aquí. Si gustasen ser de buena casta, es cuando
para más servir a Dios fuera menester; cuando no, pésales los tengan por más
de lo que son, y sin ninguna pena desengañan, sino con gusto. Es el caso que
debe ser a quien Dios hace merced de tener esta humildad y amor grande a
Dios, que en cosa que sea servirle más ya se tiene a sí tan olvidado, que
aun no puede creer que otros sienten algunas cosas ni lo tienen por injuria.
11. Estos efectos que he dicho a la postre son de
personas ya más llegadas a perfección, y a quien el Señor muy ordinario hace
mercedes de llegarle a Sí por contemplación perfecta. Mas lo primero, que es
estar determinados a sufrir injurias, y sufrirlas aunque sea recibiendo
pena, digo que muy en breve lo tiene quien tiene ya esta merced del Señor de
tener oración hasta llegar a unión. Y que si no tiene estos efectos y sale
muy fuerte en ellos de la oración, crea que no era la merced de Dios, sino
alguna ilusión y regalo del demonio, porque nos tengamos por más honrados.
12. Puede ser que al principio, cuando el Señor hace
estas mercedes, no luego el alma quede con esta fortaleza; mas digo que si
las continúa a hacer, que en breve tiempo se hace con fortaleza, y ya que no
la tenga en otras virtudes, en esto de perdonar sí. No puedo yo creer que
alma que tan junto llega de la misma misericordia, adonde conoce la que es y
lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad
y quede allanada en quedar muy bien con quien la injurió. Porque tiene
presente el regalo y merced que le ha hecho, adonde vio señales de grande
amor, y alégrase se le ofrezca en qué le mostrar alguno.
13. Torno a decir que conozco muchas personas que las ha
hecho el Señor merced de levantarlas a cosas sobrenaturales, dándoles esta
oración o contemplación que queda dicha, y aunque las veo con otras faltas e
imperfecciones, con ésta no he visto ninguna ni creo la habrá, si las
mercedes son de Dios, como he dicho (15). El que las recibiere mayores, mire
en sí cómo van creciendo estos efectos; y si no viere en sí ninguno, témase
mucho y no crea que esos regalos son de Dios -como he dicho- (16) que
siempre enriquece el alma adonde llega. Esto es cierto, que aunque la merced
y regalo pase presto, que se entiende despacio en las ganancias con que
queda el alma. Y como el buen Jesús sabe bien esto, determinadamente dice a
su Padre Santo que «perdonamos nuestros deudores».
NOTAS
1 Mt 6,12.
2 En la 1ª redacción este pasaje era mucho más extenso y
personal ... se nos perdonen con tan baja cosa como es que perdonemos
nosotras cosas que ni son agravios ni son nada. Porque ¿qué se puede decir
ni qué injuria se puede hacer a una como yo, que merecía que los demonios
siempre me maltratasen, en que me traten mal en este mundo? -Que es cosa
justa. En fin, Señor mío, que por esta causa no tengo qué os dar para
pediros perdonéis mis deudas. Perdóneme vuestro Hijo, que nadie me ha hecho
injusticia, y así no he tenido qué perdonar por vos, si no tomáis, Señor, mi
deseo; que me parece cualquier cosa perdonar ayo porque vos me perdonarais a
mí, o por cumplir vuestra voluntad sin condición. Mas no sé qué hiciera
venida a la obra, si me condenaran sin culpa. Que ahora véome tan culpada
delante de vuestros ojos, que todos quedan cortos; aunque los que no saben
la que soy, como Vos lo sabéis, piensan que me agravian. -La supresión de
este hermoso pasaje en la 2ª redacción fue debida a la actitud de uno de los
censores que lo tachó íntegro en el ms. escurialense, y anotó al margen: «no
son verdaderos agravios y injurias las que nos hacen, aunque mayores
pecadores seamos; mas hanse de perdonar porque El nos perdona a nosotros».
-La misma suerte cupo a este pasaje en la 2ª redacción: fue tachado (quizá
por la propia Autora, como opina el P. Silverio) desde «cosa es esta» hasta
entendido esto?» (n. 3).
3 Por lo que, añadía la primera redacción, aclarando la
frase.
4 La 1ª redacción proseguía: Plegue a Su Majestad quien
esté siempre tan fuera de esta casa como está ahora; porque ¡Dios nos libre
de monasterios adonde hay puntos de honra! nunca en ellos se honra mucho a
Dios. ¡Válgame Dios, qué desatino tan grande!, que ponen los religiosos su
honra en unas cositas que yo me espanto! -Esto no lo sabéis, hermanas; mas
quiérooslo decir porque os guardéis de ello...
5 Leer teología o filosofía equivalía a ser profesor
de...
6 En una copia de Toledo añadió la Santa al margen: que
llevaremos perdido el camino si fuésemos por aquí, que ahora -¡bendito sea
Dios!- no lo van, ni se tome por esta casa, porque sería levantárselo, que
la que ha sido priora es después la que más se humilla, sino que se usan
tanto en los monasterios que temo no nos tiente el demonio por aquí, que lo
tengo por tan peligroso que plega a Dios no se pierda algún alma por guardar
estos negros puntos de honra.
7 Que tiene razón, que es siempre el agraviado y el
ofendido, añade la 1ª redacción. En cambio en el autógrafo de la 2ª
redacción (Valladolid), todo este período («que en verdad... lo pide») fue
borrado, quizá por la misma Autora.
8 Alusión a Mt 26, 35.
9 Y también este inciso («y más agradable a su Padre»)
fue tachado en el autógrafo. El inciso no existía en la 1ª redacción. y no
pasó a las restantes copias revisadas por la Santa (Toledo, Salamanca,
Madrid).
10 En el n. 2. -Al margen del pasaje que sigue escribió
la Santa: efectos que deja el buen espíritu. Y volvió a escribir la misma
nota marginal en el ms. de Salamanca. Coincide con el epígrafe del título
correspondiente de la 1ª redacción que comenzaba justamente a principio de
este número 8, y decía: «En que trata de los efectos que hace la oración
cuando es perfecta». -En el autógrafo escurialense (1ª redacción), uno de
los censores escribió a grandes trazos, cruzando de abajo arriba el margen
derecho: «¡Oh gran señal!». Quizá se deba a esta nota la ampliación de este
pasaje en la 2ª redacción (nn. 9-13).
11 En el c. 25 y siguiente.
12 El inciso en cursiva fue añadido por fray Luis de León
(p. 219) para completar el sentido. Figuraba ya en el ms. de Toledo,
revisado por la Santa.
13 No llegan las injurias.
14 Dedicó a este tema el c. 18.
15 En los nn. 8-9.
16 En el n. 8.
CAPÍTULO 37
Dice la
excelencia de esta oración del Paternóster, y cómo hallaremos de muchas
maneras consolación en ella.
1. Es cosa para alabar mucho al Señor cuán subida en
perfección es esta oración evangelical, bien como ordenada de tan buen
Maestro, y así podemos, hijas, cada una tomarla a su propósito. Espántame
ver que en tan pocas palabras está toda la contemplación y perfección
encerrada, que parece no hemos menester otro libro sino estudiar en éste.
Porque hasta aquí nos ha enseñado el Señor todo el modo de oración y de alta
contemplación, desde los principiantes a la oración mental y de quietud y
unión, que a ser yo para saberlo decir, se podía hacer un gran libro de
oración sobre tan verdadero fundamento (1). Ahora ya comienza el Señor a
darnos a entender los efectos que deja cuando son mercedes suyas, como
habéis visto.
2. Pensado he yo cómo no se había Su Majestad declarado
más en cosas tan subidas y oscuras para que todos lo entendiésemos. Hame
parecido que, como había de ser general para todos esta oración, que porque
pudiese pedir cada uno a su propósito y se consolase, pareciéndonos le damos
buen entendimiento (2), lo dejó así en confuso, para que los contemplativos
que ya no quieren cosas de la tierra, y personas ya muy dadas a Dios, pidan
las mercedes del cielo que se pueden por la bondad de Dios dar en la tierra;
y los que aún viven en ella y es bien que vivan conforme a sus estados,
pidan también su pan, que se han de sustentar y sustentar sus casas, y es
muy justo y santo, y así las demás cosas, conforme a sus necesidades.
3. Mas miren que estas dos cosas, que es darle nuestra
voluntad y perdonar, que es para todos. Verdad es que hay más y menos en
ello, como queda dicho: (3) los perfectos darán la voluntad como perfectos y
perdonarán con la perfección que queda dicha; nosotras, hermanas, haremos lo
que pudiéremos, que todo lo recibe el Señor (4). Porque parece una manera de
concierto que de nuestra parte hace con su Eterno Padre, como quien dice:
«haced Vos esto, Señor, y harán mis hermanos estotro». Pues a buen seguro
que no falte por su parte. ¡Oh, oh, que es muy buen pagador y paga muy sin
tasa!
4. De tal manera podemos decir una vez esta oración, que
como entienda no nos queda doblez, sino que haremos lo que decimos, nos deje
ricas. Es muy amigo tratemos verdad con El. Tratando con llaneza y claridad,
que no digamos una cosa y nos quede otra, siempre da más de lo que le
pedimos.
Sabiendo esto nuestro buen Maestro, y que los que de
veras llegasen a perfección en el pedir habían de quedar tan en alto grado
con las mercedes que les había de hacer el Padre, entendiendo que los ya
perfectos o que van camino de ello, -que no temen ni deben, como dicen-,
tienen el mundo debajo de los pies, contento el Señor de él (como) por los
efectos que hace en sus almas pueden tener grandísima esperanza que Su
Majestad lo está), embebidos en aquellos regalos, no querrían acordarse que
hay otro mundo ni que tienen contrarios.
5. ¡Oh Sabiduría eterna! ¡Oh buen Enseñador! Y qué gran
cosa es, hijas, un maestro sabio, temeroso, que previene a los peligros. Es
todo el bien que un alma espiritual puede acá desear, porque es gran
seguridad. No podría encarecer con palabras lo que importa esto. Así que
viendo el Señor que era menester despertarlos y acordarlos que tienen
enemigos, y cuán más peligroso es en ellos ir descuidados, y que mucha más
ayuda han menester del Padre Eterno, porque caerán de más alto, y para no
andar sin entenderse, engañados, pide estas peticiones tan necesarias a
todos mientras vivimos en este destierro: «Y no nos traigas, Señor, en
tentación; mas líbranos de mal.
NOTAS
1 En la 1ª redacción se remitía al libro de la Vida: que
-a no estar escrito de ella en otra parte, y también por no me largar, que
será enfado-, se hiciera un gran libro de oración...
2 Buen entendimiento, es decir, buen sentido.
3 Lo ha dicho en el n. 2.
4 En el lugar del pasaje que precede y la mitad del n.
anterior, había escrito en la 1ª redacción: ¿Bendito sea su nombre por
siempre jamás amén! Y por El suplico yo al Padre Eterno perdone mis deudas y
grandes pecados (pues yo no he tenido a quien perdonar ni qué, y cada día
tengo de qué me perdone) y me dé gracia para que algún día tenga yo algo que
poner delante para pedir. -Pues habiendo el buen Jesús enseñándonos una
manera de oración tan subida, y pedido por nosotros un ser ángeles en este
destierro (si con todas nuestras fuerzas nos esforzamos a que sean con las
palabras las obras) en fin a parecer en algo ser hijos de tal padre y
hermanos de tal hermano, sabiendo Su Majestad que haciendo -como digo- lo
que decimos no dejará el Señor de cumplir lo que le pedimos y traer a
nosotros su reino, y ayudar con cosas sobrenaturales -que son la oración de
quietud y contemplación perfecta y todas las demás mercedes que el Señor
hace en ella a nuestras diligencias-, que todo es poquito lo que podemos
procurar y granjear de nuestra parte; mas como sea lo que podemos, es muy
cierto ayudarnos el Señor, porque nos los pide su Hijo... -La supresión de
este largo párrafo en la 2ª redacción se debió al mismo censor que intervino
en el c. 36, n. 2; ahora tachó varias líneas de la Santa (ms. de El
Escorial) y anotó al margen: «injurias son y agravios los que uno hace
contra otro, aunque merezca mil infiernos».
CAPÍTULO 38
Que trata de
la gran necesidad que tenemos de suplicar al Padre eterno nos conceda lo que
pedimos en estas palabras: «Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos
a malo», y declara algunas tentaciones. -Es de notar (1).
1. Grandes cosas tenemos aquí, hermanas, que pensar y que
entender, pues lo pedimos. Ahora mirad que tengo por muy cierto los que
llegan a la perfección que no piden al Señor los libre de los trabajos ni de
las tentaciones ni persecuciones y peleas. Que éste es otro efecto muy
cierto y grande de ser espíritu del Señor, y no ilusión, la contemplación y
mercedes que Su Majestad les diere; porque, como poco ha dije (2), antes los
desean y los piden y los aman. Son como los soldados, que están más
contentos cuando hay más guerra, porque esperan salir con más ganancia. Si
no la hay, sirven con su sueldo, mas ven que no pueden medrar mucho.
2. Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son
los que tienen contemplación y tratan de oración, no ven la hora que pelear;
nunca temen mucho enemigos públicos; ya los conocen y saben que, con la
fuerza que en ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre quedan
vencedores y con gran ganancia; nunca los vuelven el rostro. Los que temen,
y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos, son unos
enemigos que hay traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de
luz; (3) vienen disfrazados. Hasta que han hecho mucho daño en el alma, no
se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las
virtudes, y andamos en la misma tentación y no lo entendemos. De éstos
pidamos, hijas, y supliquemos muchas veces en el Paternóster que nos libre
el Señor y que no consienta andemos en tentación; que no nos traigan
engañadas, que se descubra la ponzoña, que no os escondan la luz y la
verdad. ¡Oh, con cuánta razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto y
lo pide por nosotros! (4)
3. Mirad, hijas, que de muchas maneras dañan, no penséis
que es sólo en hacernos entender que los gustos que pueden fingir en
nosotros y regalos son de Dios, que éste me parece el menos daño, en parte,
que ellos pueden hacer; antes podrá ser que con esto hagan caminar más
aprisa, porque, cebados de aquel gusto, están más horas en la oración; y
como ellos están ignorantes que es del demonio y como se ven indignos de
aquellos regalos, no acabarán de dar gracias a Dios, quedarán más obligados
a servirle, esforzarse han a disponerse para que les haga más mercedes el
Señor, pensando son de su mano.
4. Procurad, hermanas, siempre humildad y ver que no sois
dignas de estas mercedes, y no las procuréis. Haciendo esto, tengo para mí
que muchas almas pierde el demonio por aquí, pensando hacer que se pierdan,
y que saca el Señor del mal que él pretende hacer, nuestro bien. Porque mira
Su Majestad nuestra intención, que es contentarle y servirle estándonos con
El en la oración, y fiel es el Señor (5). Bien es andar con aviso no haga
quiebra en la humildad o engendrar alguna vanagloria. Suplicando al Señor os
libre en esto, no hayáis miedo, hijas, que os deje su Majestad regalar mucho
de nadie, sino de Sí.
5. Adonde el demonio puede hacer gran daño sin
entenderle, es haciéndonos creer que tenemos virtudes no las teniendo, que
esto es pestilencia (6). Porque en los gustos y regalos parece sólo que
recibimos y que quedamos más obligados a servir; acá parece que damos y
servimos y que está el Señor obligado a pagar, y así poco a poco hace mucho
daño. Que por una parte enflaquece la humildad, por otra descuidámonos de
adquirir aquella virtud, que nos parece la tenemos ya ganada.
Pues ¿qué remedio, hermanas? El que a mí me parece mejor
es lo que nos enseña nuestro Maestro: oración y suplicar al Padre Eterno que
no permita que andemos en tentación (7).
[6]. También os quiero decir otro alguno: que, si nos
parece el Señor ya nos la ha dado, entendamos que es bien recibido y que nos
le puede tornar a quitar, como, a la verdad, acaece muchas veces y no sin
gran providencia de Dios. ¿Nunca lo habéis visto por vosotras, hermanas?
Pues yo sí: unas veces me parece que estoy muy desasida, y en hecho de
verdad, venido a la prueba, lo estoy; otra vez me hallo tan asida y de cosas
que por ventura el día de antes burlara yo de ello, que casi no me conozco.
Otras veces me parece tengo mucho ánimo y que a cosa que fuese servir a Dios
no volvería el rostro; y probado, es así que le tengo para algunas; otro día
viene que no me hallo con él para matar una hormiga por Dios si en ello
hallase contradicción. Así, unas veces me parece que de ninguna cosa que me
murmurasen ni dijesen de mí no se me da nada; y probado, algunas veces es
así, que antes me da contento; vienen días que sola una palabra me aflige y
querría irme del mundo, porque me parece me cansa en todo. Y en esto no soy
sola yo, que lo he mirado en muchas personas mejores que yo y sé que pasa
así.
7. Pues esto es, ¿quién podrá decir de sí que tiene
virtud ni que está rica, pues al mejor tiempo que haya menester la virtud se
halla de ella pobre? -Que no, hermanas, sino pensemos siempre lo estamos, y
no nos adeudemos sin tener de qué pagar; porque de otra parte ha de venir el
tesoro, y no sabemos cuándo nos querrá dejar en la cárcel de nuestra miseria
sin darnos nada; y si teniéndonos por buenas nos hacen merced y honra -que
es el emprestar que digo-, quedaránse burlados ellos y nosotras. Verdad es
que, sirviendo con humildad, en fin nos socorre el Señor en las necesidades;
mas si no hay muy de veras esta virtud, a cada paso -como dicen- os dejará
el Señor. Y es grandísima merced suya, que es para que la tengáis y
entendáis con verdad que no tenemos nada que no lo recibimos.
8. Ahora, pues, notad otro aviso: hácenos entender el
demonio que tenemos una virtud, digamos de paciencia, porque nos
determinamos y hacemos muy continuos actos de pasar mucho por Dios; y
parécenos en hecho de verdad que lo sufriríamos, y así estamos muy
contentas, porque ayuda el demonio a que lo creamos. Yo os aviso no hagáis
caso de estas virtudes, ni pensemos las conocemos sino de nombre, ni que nos
las ha dado el Señor, hasta que veamos la prueba; porque acaecerá que a una
palabra que os digan a vuestro disgusto, vaya la paciencia por el suelo.
Cuando muchas veces sufriereis, alabad a Dios que os comienza a enseñar esta
virtud, y esforzaos a padecer, que es señal que en eso quiere se la paguéis,
pues os la da, y no la tengáis sino como en depósito, como ya queda dicho
(8).
9. Trae otra tentación, que nos parecemos muy pobres de
espíritu, y traemos costumbre de decirlo, que ni queremos nada ni se nos da
nada de nada. No se ha ofrecido la ocasión de darnos algo -aunque pase de lo
necesario- cuando va toda perdida la pobreza de espíritu. Mucho ayuda el
traer costumbre de decirlo, a parecer que se tiene.
Mucho hace al caso andar siempre sobre aviso para
entender esta tentación, así en las cosas que he dicho, como en otras
muchas; porque cuando de veras da el Señor una sólida virtud de éstas, todas
parece las trae tras sí; es muy conocida cosa. Mas tórnoos a avisar (9) que,
aunque os parezca la tenéis, temáis que os engañáis. Porque el verdadero
humilde siempre anda dudoso en virtudes propias, y muy ordinariamente le
parecen más ciertas y de más valor las que ve en sus prójimos.
NOTAS
1 Et ne nos ynducas yn tentacionem, sed libera nos a
malo, escribió la Santa.
2 Véase el c. 36, nn. 8-10.
3 Alusión a 2 Cr 11, 14.
4 Al margen escribió el censor de turno: «Esta es
doctrina de San Agustín.
5 Alusión al texto paulino, 1 Cr 10, 13.
6 En lugar de los nn. 5, 6, 7, 8 y mitad del 9, la 1ª
redacción decía: Que sin sentiros, pareciéndonos vamos seguros, damos con
nosotros en un hoyo que no podemos salir de él, que, aunque no sea de
conocido pecado mortal para llevarnos al infierno todas veces, es que nos
jarreta las piernas para no andar este camino de que comencé a tratar -que
no se me ha olvidado-. Ya veis cómo de andar uno, metido en una gran hoya:
allí se le acaba la vida, y harto hará si no ahonda hacia abajo para ir al
infierno; mas nunca medra. Ya que esto no es, ni aprovecha a sí ni a los
otros, antes daña; porque, como se está el hoyo hecho, muchos que van por el
camino pueden caer en él. Si sale y le tapa con tierra, no hace daño ni a sí
ni a los otros. Mas yo os digo que es bien peligrosa esta tentación; yo sé
mucho de esto por experiencia, y así os lo sabré decir, aunque no tan bien
como quisiera:
Háceos el demonio entender que sois pobre (y tiene alguna
razón, porque habéis prometido pobreza, -con la boda se entiende-), y, aun a
otras personas que tienen oración. Digo «con la boca», porque es imposible
que si con el corazón entendiésemos lo que prometimos y lo prometiésemos,
que aquí nos pudiese traer 20 años y toda nuestra vida el demonio en esta
tentación; sí, que veríamos que engañamos el mundo y a nosotros mismos.
Ahora bien, prometida la pobreza, o diciendo el que
piensa que es pobre: «Yo no quiero nada». «Esto tengo porque no puedo pasar
sin ello». En fin, he de vivir para servir a Dios». «El quiere que
sustentemos estos cuerpos...»; mil diferencias de cosas que el demonio
enseña aquí como ángel, (porque todo esto es bueno), y así hácele entender
que ya es pobre y tiene esta virtud, que todo está hecho. -Ahora vengamos a
la prueba; que esto no se conocerá de otra manera sino andándole siempre
mirando a las manos; y si hay cuidado, muy presto da señal: tiene demasiada
renta para lo que ha menester (entiéndese lo necesario, y no que si puede
pasar con un mozo traiga tres); pónenle un pleito por algo de ello, o déjale
de pagar el pobre labrador: tanto desasosiego le da y tanto pone en aquello,
como si sin ello no pudiera vivir. -Dirá que «porque no se pierda por mal
recaudo», que luego hay una disculpa. -No digo yo que lo deje; sino que lo
procure si fuere bien; y si no, también. Porque el verdadero pobre tienen en
tan poco estas cosas, que ya que por algunas causas las procura, jamás le
inquieta, porque nunca piensa le ha de faltar. Y que le falte, no se le da
mucho; tiénelo por cosa accesoria y no principal. Como tiene pensamientos
más altos, a fuerza de brazos se ocupa de estotros.
Pues un religioso o religiosa (que ya está averiguado que
lo es, al menos que lo ha de ser) no posee nada porque no lo tiene a las
veces; mas si hay quién se lo dé, por maravilla le parece le sobra. Siempre
gusta de tener algo guardado, y si puede tener un hábito de fino paño no le
pide de ruin; alguna cosilla que pueda empeñar o vender, aunque sean libros,
porque si viene una enfermedad, ha menester más regalo del ordinario.
¡Pecadora de mí! ¡Qué!, ¿eso es lo que prometísteis?
-Descuidar de vos y dejar a Dios, venga lo que viniere; porque si andáis
proveyéndoos para lo porvenir, más sin distraeros tuviérais renta cierta.
Aunque esto se pueda hacer sin pecado, es bien que nos vamos entendiendo
estas imperfecciones, para ver que nos falta mucho para tener esta virtud, y
la pidamos a Dios y la procuremos; porque, con pensar que la tenemos,
estamos descuidados y engañados, que es lo peor.
Así nos acaece en la humildad; que nos parece no queremos
honra ni se nos da nada de nada. Viene la ocasión de tocaros en un punto;
luego, en lo que sentís y hacéis, se entenderá que no sois humilde; porque,
si algo os viene para más honra, no lo desecháis -ni aun los pobres que
hemos dicho- para más provecho. Y ¡plega a Dios no lo procuren ellos! Y
traen ya tan en la boca «que no quieren nada ni se les da nada de nada» como
de hecho de verdad lo piensan así; que aun la costumbre de decirlo les hace
más que lo que crean.
7 Alusión a Mc 14, 38 y 6, 28; y Mt 6, 13.
8 Lo ha dicho en los nn. 6-7-.
9 La Santa escribió elidiendo: tórnoos avisar.
CAPÍTULO 39
Prosigue la
misma materia, y da avisos de tentaciones algunas de diferentes maneras, y
pone los remedios para que se puedan librar de ellas (1).
1. Pues guardaos también, hijas, de unas humildades que
pone el demonio con gran inquietud de la gravedad de nuestros pecados, que
suele apretar aquí de muchas maneras, hasta apartarse de las comuniones y de
tener oración particular (por) no lo merecer, les pone el demonio); y cuando
llegan al Santísimo Sacramento, en si se aparejaron bien o no, se les va el
tiempo que habían de recibir mercedes. Llega la cosa a término de hacer
parecer a un alma que, por ser tal, la tiene Dios tan dejada, que casi pone
duda en su misericordia. Todo le parece peligro lo que trata, y sin fruto lo
que sirve, por bueno que sea. Dale una desconfianza que, se le caen los
brazos para hacer ningún bien, porque le parece que lo que lo es en los
otros, en ella es mal.
2. Mirad mucho, hijas, en este punto que os diré, porque
algunas veces podrá ser humildad y virtud teneros por tan ruin, y otras
grandísima tentación. Porque yo he pasado por ella, la conozco. La humildad
no inquieta ni desasosiega ni alborota el alma, por grande que sea; sino
viene con paz y regalo y sosiego. Aunque uno, de verse ruin, entienda
claramente merece estar en el infierno, y se aflige y le parece con justicia
todos le habían de aborrecer , y que no osa casi pedir misericordia, si es
buena humildad, esta pena viene con una suavidad en sí y contento, que no
querríamos vernos sin ella. No alborota ni aprieta el alma, antes la dilata
y hace hábil para servir más a Dios. Estotra pena todo lo turba, todo lo
alborota, toda el alma revuelve, es muy penosa. Creo pretende el demonio que
pensemos tenemos humildad, y si pudiese, a vueltas, que desconfiásemos de
Dios.
3. Cuando así os hallarais, atajad el pensamiento de
vuestra miseria lo más que pudiereis, y ponedle en la misericordia de Dios y
en lo que nos ama y padeció por nosotros. Y si es tentación, aun esto no
podréis hacer, que no os dejará sosegar el pensamiento ni ponerle en cosa,
sino para fatigaros más. Harto será si conocéis es tentación (2).
Así es en penitencias desconcertadas, para hacer
entendernos que somos más penitentes que las otras y que hacéis algo. Si os
andáis escondiendo del confesor o prelada, o si diciéndoos que lo dejéis no
lo hacéis, es clara tentación. Procurad -aunque más pena os dé- obedecer,
pues en esto está la mayor perfección.
4. Pone otra bien peligrosa, que es una seguridad de
parecernos que en ninguna manera tornaríamos a las culpas pasadas y
contentos del mundo; «que ya le tengo entendido y sé que se acaba todo y que
más gusto me dan las cosas de Dios». Esta, si es a los principios, es muy
malo, porque con esta seguridad no se les da nada de tornarse a poner en las
ocasiones, y hácenos dar de ojos, y plega a Dios que no sea muy peor la
recaída. Porque, como el demonio ve que es alma que le puede dañar y
aprovechar a otras, hace todo su poder para que no se levante.
Así que, aunque más gustos y prendas de amor el Señor os
dé, nunca tanto andéis seguras que dejéis de temer podéis tornar a caer, y
guardaros de las ocasiones.
5. Procurad mucho tratar esas mercedes y regalos con
quien os dé luz, sin tener cosa secreta. Y tened este cuidado: que en
principio y fin de la oración, por subida contemplación que sea, siempre
acabéis en propio conocimiento. Y si es de Dios, aunque no queráis ni
tengáis este aviso, lo haréis aun más veces, porque trae consigo humildad y
siempre deja con más luz para que entendamos lo poco que somos.
No me quiero detener más, porque muchos libros hallaréis
de estos avisos. Lo que he dicho es porque he pasado por ello y vístome en
trabajo algunas veces. Todo cuanto se puede decir no puede dar entera
seguridad.
6. Pues, Padre Eterno, ¿qué hemos de hacer sino acudir a
Vos y suplicaros no nos traigan estos contrarios nuestros en tentación?
Cosas públicas vengan, que con vuestro favor mejor nos libraremos. Mas esas
traiciones ¿quién las entenderá, Dios mío? Siempre hemos menester pediros
remedio. Decidnos, Señor, alguna cosa para que nos entendamos y aseguremos.
Ya sabéis que por este camino no van los muchos, y si han de ir con tantos
miedos, irán muy menos.
7. Cosa extraña es ésta, ¡como si para los que no van por
camino de oración no tentase el demonio!, y que se espanten más todos de uno
que engaña de los que van más llegados a perfección, que de cien mil que ven
en engaños y pecados públicos, que no hay que andar a mirar si es bueno o
malo, porque de mil leguas se entiende es Satanás.
A la verdad, tienen razón, porque son tan poquísimos a
los que engaña el demonio de los que rezaren el Paternóster como queda
dicho, que como cosa nueva y no usada da admiración; que es cosa muy de los
mortales pasar fácilmente por lo continuo que ven, y espantarse mucho de lo
que es muy pocas veces o casi ninguna. Y los mismos demonios los hacen
espantar, porque les está a ellos bien, que pierden muchos por uno que se
llega a la perfección (3).
NOTAS
1 Uno de los censores anotó sobre el título: «El capítulo
40 es mucho de notar, así para los tentados de humildades falsas, como para
los confesores». Los amanuenses incluyeron la observación en el texto, y
dentro de él la conservó fray Luis de León (p. 235).
2 El lugar de los períodos que preceden, en la 1ª
redacción se leía: Pues guardaos, hijas, de unas humildades que pone el
demonio, con gran inquietud, de la gravedad de los pecados pasados: «si
merezco llegarme al Sacramento», «si me dispuse bien», «que no soy para
vivir entre buenos», cosas de éstas, que viniendo con sosiego y regalo y
gusto, como el trae consigo el conocimiento propio, es de estimar; mas si
viene con alboroto e inquietud y apretamiento de alma y no poder sosegar el
pensamiento, creed que es tentación, y no os tengáis por humildes, que no
viene de ahí.
3 La 1ª redacción concluía así el capítulo: Y digo que es
tan de espantar, que no me maravillo se espanten; porque, si no es muy por
su culpa, van tan más seguros que los que van por otro camino, como los que
están en el cadalso mirando al toro o los que andan poniéndosele en los
cuernos. Esta comparación he oído, y paréceme al pie de la letra.
No hayáis miedo, hermanas, de ir por estos caminos, que
muchos hay en la oración, porque unos aprovechan en uno y otros en otro,
como he dicho; camino seguro es; mas aina os libraréis de la tentación
estando cerca del Señor, que no estando lejos. Suplicádselo y pedídselo,
como lo hacéis tantas veces al día en el Paternóster.
CAPÍTULO 40
Dice cómo
procurando siempre andar en amor y temor de Dios, iremos seguras entre
tantas tentaciones.
1. Pues, buen Maestro nuestro, dadnos algún remedio cómo
vivir sin mucho sobresalto en guerra tan peligrosa.
El que podemos tener, hijas, y nos dio Su Majestad es
«amor y temor»; que el amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará
ir mirando adónde ponemos los pies para no caer por camino adonde hay tanto
en que tropezar como caminamos todos los que vivimos. Y con esto a buen
seguro que no seamos engañadas.
2. Diréisme que en qué veréis que tenéis estas dos
virtudes tan grandes. Y tenéis razón, porque cosa muy cierta y determinada
no la puede haber; porque siéndolo de que tenemos amor, lo estaremos de que
estamos en gracia (1). Mas mirad, hermanas: hay unas señales que parece los
ciegos las ven; no están secretas; aunque no queráis entenderlas, ellas dan
voces que hacen mucho ruido, porque no son muchos los que con perfección las
tienen, y así se señalan más. ¡Como quien no dice nada: amor y temor de
Dios! Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los
demonios.
3. Quien (2) de veras aman a Dios, todo lo bueno aman,
todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan, con los
buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden. No aman sino verdades
y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es posible quien muy de veras ama
a Dios amar vanidades? Ni puede, ni riquezas, ni cosas del mundo, de
deleites, ni honras; ni tiene contiendas ni envidias. Todo porque no
pretende otra cosa sino contentar al Amado. Andan muriendo porque los ame, y
así ponen la vida en entender cómo le agradarán más.
¿Esconderse? (3) -¡Oh, que el amor de Dios, si de veras
es amor, es imposible! Si no, mirad un San Pablo, una Magdalena: en tres
días el uno comenzó a entenderse que estaba enfermo de amor; éste fue San
Pablo. La Magdalena desde el primer día, ¡y cuán bien entendido! Que esto
tiene, que hay más o menos; y así se da a entender como la fuerza que tiene
el amor: si es poco, dase a entender poco; y si es mucho, mucho; mas poco o
mucho, como haya amor de Dios, siempre se entiende.
4. Mas de lo que ahora tratamos más, que es de los
engaños e ilusiones que hace el demonio a los contemplativos, no hay poco;
siempre es el amor mucho -o ellos no serán contemplativos-, y así se da a
entender mucho y de muchas maneras. Es fuego grande, no puede sino dar gran
resplandor. Y si esto no hay, anden con gran recelo, crean que tienen bien
que temer, procuren entender qué es, hagan oraciones, anden con humildad y
supliquen al Señor no los traiga en tentación; que, cierto, a no haber esta
señal, yo temo que andamos en ella. Mas andando con humildad, procurando
saber la verdad, sujetas al confesor y tratando con él con verdad y llaneza,
que, -como está dicho- (4), con lo que el demonio os pensare dar la muerte
os da la vida, aunque más cocos e ilusiones os quiera hacer (5).
5. Mas si sentís este amor de Dios que tengo dicho y el
temor que ahora diré, andad alegres y quietas, que por haceros turbar el
alma para que no goce tan grandes bienes, os pondrá el demonio mil temores
falsos y hará que otros os los pongan. Porque ya que no puede ganaros, al
menos procura hacernos algo perder, y que pierdan los que pudieran ganar
mucho creyendo son de Dios las mercedes que hace tan grandes a una criatura
tan ruin, y que es posible hacerlas, que parece algunas veces tenemos
olvidadas sus misericordias antiguas (6).
6. ¿Pensáis que le importa poco al demonio poner estos
temores? -No, sino mucho, porque hace dos daños: el uno, que atemoriza a los
que lo oyen (7) de llegarse a la oración, pensando han también de ser
engañados. El otro, que se llegarían muchos más a Dios, viendo que es tan
bueno -como he dicho- (8), que es posible comunicarse ahora tanto con los
pecadores. Póneles codicia -y tienen razón- que yo conozco algunas personas
que esto los animó y comenzaron oración, y en poco tiempo salieron
verdaderos, haciéndolos el Señor grandes mercedes.
7. Así que, hermanas, cuando entre vosotras viereis hay
alguna que el Señor las haga, alabad mucho al Señor por ello, y no por eso
penséis está segura, antes la ayudad con más oración; porque nadie lo puede
estar mientras vive y anda engolfado en los peligros de este mar
tempestuoso.
Así que no dejaréis de entender este amor adonde está, ni
sé cómo se pueda encubrir (9). Pues si amamos acá a las criaturas, dicen ser
imposible y que mientras más hacen por encubrirlo, más se descubre, siendo
cosa tan baja que no merece nombre de amor, porque se funda en nonada; ¿y
habíase de poder encubrir un amor tan fuerte, tan justo, que siempre va
creciendo, que no ve cosa para dejar de amar, fundado sobre tal cimiento
como es ser pagado con otro amor, que ya no puede dudar de él por estar
mostrado tan al descubierto, con tan grandes dolores y trabajos y
derramamiento de sangre, hasta perder la vida, porque no nos quedase ninguna
duda de este amor? ¡Oh, válgame Dios, qué cosa tan diferente debe ser el un
amor del otro a quien lo ha probado!
8. Plega a Su Majestad nos le dé antes que nos saque de
esta vida, porque será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser
juzgadas de quien habemos amado sobre todas las cosas (10). Seguras podremos
ir con el pleito de nuestras deudas. No será ir a tierra extraña, sino
propia, pues es a la de quien tanto amamos y nos ama (11). Acordaos, hijas
mías, aquí de la ganancia que trae este amor consigo y de la pérdida no le
tener, que nos pone en manos del tentador, en manos tan crueles, manos tan
enemigas de todo bien y tan amigas de todo mal.
9. ¿Qué será de la pobre alma que, acabada de salir de
tales dolores y trabajos como son los de la muerte, cae luego en ellas? ¡Qué
mal descanso le viene!; ¡qué despedazada irá al infierno!; ¡qué multitud de
serpientes de diferentes maneras!; ¡qué temeroso lugar!; ¡qué desventurado
hospedaje! Pues para una noche una mala posada se sufre mal, si es persona
regalada (que) (12) son los que más deben de ir allá), pues posada de para
siempre, para sin fin, ¿qué pensais sentirá aquella triste alma?
Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo
es una noche la mala posada. Alabemos a Dios. Esforcémonos a hacer
penitencia en esta vida. Mas ¡qué dulce será la muerte de quien de todos sus
pecados la tiene hecha y no ha de ir al purgatorio! ¡Cómo desde acá aun
podrá ser comience a gozar de la gloria! No verá en sí temor sino toda paz.
10. Ya que no lleguemos a esto, hermanas (13),
supliquemos a Dios, si vamos a recibir luego penas, sea adonde con esperanza
de salir de ellas las llevemos de buena gana, y adonde no perdamos su
amistad y gracia, y que nos la dé en esta vida para no andar en tentación
sin que lo entendamos (14).
NOTAS
1 Al margen del manuscrito añadió uno de los censores,
por escrúpulo teológico: «Lo cual no es posible sino por especial
privilegio».
2 Quien por «quienes»: uso frecuente en la Santa.
3 «Del todo», añadió al margen el mismo censor del número
2, por el mismo escrúpulo, tachando a continuación la frases alusivas a S.
Pablo y a la Magdalena, hasta: ... bien entendido.
4 Está dicho en el c. 38, nn. 3-4-. -En la 1ª redacción
alegaba de nuevo el pensamiento de S. Pablo («fiel es el Señor» 1 Cr 10,
13), y recomendaba estar sujetas a todo lo que tiene la Iglesia...
5 Hablará de él en el c. 41.
6 Alusión al Salmo 88, 50.
7 «Y temen», añadió el censor.
8 Alude a lo dicho en el c. 16, nn. 6-8; y c. 25, nn.
1-2.
9 «Del todo», acotó el censor; y en la frase siguiente:
...ser imposible «se encubra el amor». Poco más abajo, el mismo escrúpulo
teológico de otras veces lo indujo a recortar dos frases: con otro amor «del
cual ya no puede dudar», hasta perder la vida «por nosotros y» porque no nos
quedase ninguna duda de este amor «del Señor».
El presente pasaje era más vivaz y expresivo en la 1ª
redacción: como digo, luego se conoce adonde está [este amor]; pues no se
puede encubrir si se ama un hombrecillo o una mujercilla, sino que mientras
más lo encubren parece más se descubre -con no tener que amar sino un
gusano, ni merece nombre de amor, porque se funda en nonada, y es asco poner
esta comparación-, y ¿habíase de poder encubrir un amor tan fuerte como el
de Dios, fundado sobre tal cimiento, teniendo tanto que amar y tantas causas
por qué amar? En fin, es amor y merece este nombre, que hurtado se le deben
tener acá las vanidades del mundo.
10 Será gran cosa a la hora de la muerte - «que vamos
adonde no sabemos», añadió en la 1ª redacción; pero el censor se creyó en la
necesidad de tachar no sabemos y escribir «creemos». -Todo este número es un
delicado mosaico de reminiscencias bíblicas.
11 En la 1ª redacción: Que esto tiene mejor -con todo lo
demás- que los queredes de acá: que en amándole, estamos bien seguras que
nos ama.
12 El tenaz censor tachó el que y escribió «como».
13 El amanuense del ms. de Toledo copió: «Y que no
lleguemos a esto, hermanas», y la Santa añadió: siendo posible, gran
cobardía será.
14 La conclusión de la 1ª redacción era más compendiosa:
Alabemos a Dios, y siempre cuidado de suplicarle nos tenga de su mano, y a
todos los pecadores, y no nos traiga en estas ocultas tentaciones.
CAPÍTULO 41
Que habla del temor de Dios, y cómo nos hemos de guardar de pecados veniales.
1. ¡Cómo me he alargado! Pues no tanto como quisiera,
porque es cosa sabrosa hablar en tal amor. ¿Qué será tenerle? (1) El Señor
me le dé, por quien Su Majestad es.
Ahora vengamos al temor de Dios (2). Es cosa también muy
conocida de quien le tiene y de los que le tratan. Aunque quiero entendáis
que a los principios no está tan crecido, si no es algunas personas, a quien
-como he dicho- (3) el Señor hace grandes mercedes, que en breve tiempo las
hace ricas de virtudes. Y así no se conoce en todos, a los principios, digo.
Vase aumentando el valor creciendo más cada día; aunque desde luego se
entiende, porque luego se apartan de pecados y de las ocasiones y de malas
compañías y se ven otras señales. Mas cuando ya llega el alma a
contemplación -que es de lo que más ahora aquí tratamos-, el temor de Dios
también anda muy al descubierto, como el amor; no va disimulado, aun en lo
exterior. Aunque mucho con aviso se miren estas personas, no las verán andar
descuidadas, que por grande que le tengamos a mirarlas, las tiene el Señor
de manera que, si gran interés se le ofreciese, no harán de advertencia un
pecado venial. Los mortales temen como al fuego.
Y éstas son las ilusiones que yo querría, hermanas,
temiésemos mucho, y supliquemos siempre a Dios no sea tan recia la
tentación, que le ofendamos, sino que nos la dé conforme a la fortaleza que
nos ha de dar para vencerla. Esto es lo que hace al caso; este temor es el
que yo deseo nunca se quite de nosotras, que es lo que nos ha de valer.
2. ¡Oh, que es gran cosa no tener ofendido al Señor, para
que sus siervos y esclavos infernales estén atados!; (4) que, en fin, todos
le han de servir, mal que les pese, sino que ellos es por fuerza y nosotros
de toda voluntad. Así que, teniéndole contento, ellos estarán a raya, no
harán cosa con que nos puedan dañar, aunque más nos traigan en tentación y
nos armen lazos secretos.
3. Tened esta cuenta y aviso -que importa mucho- que no
os descuidéis (5) hasta que os veáis con tan gran determinación de no
ofender al Señor, que perderíais mil vidas antes que hacer un pecado mortal,
y de los veniales estéis con mucho cuidado de no hacerlos; esto de
advertencia, que de otra suerte, ¿quién estará sin hacer muchos? Mas hay una
advertencia muy pensada; otra tan de presto, que casi haciéndose el pecado
venial y advirtiendo, es todo uno, que no nos pudimos entender. Mas pecado
muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él (6). ¡Cuánto más
que no hay poco, siendo contra una tan gran Majestad y viendo que nos está
mirando! Que esto me parece a mí es pecado sobrepensado, y como quien dice:
«Señor, aunque os pese, haré esto; ya veo que lo veis, y sé que no lo
queréis y lo entiendo; mas quiero más seguir mi antojo y apetito que no
vuestra voluntad». Y que en cosa de esta suerte hay poco, a mí no me lo
parece, por leve que sea la culpa, sino mucho y muy mucho (7).
4. Mirad, por amor de Dios, hermanas, si queréis ganar
este temor de Dios, que va mucho entender cuán grave cosa es ofensa de Dios
y tratarlo en vuestros pensamientos muy ordinario, que nos va la vida y
mucho más tener arraigada esta virtud en nuestras almas. Y hasta que
entendáis muy de veras que le tenéis (8), es menester andar siempre con
mucho mucho cuidado, y apartarnos de todas las ocasiones y compañías que no
nos ayuden a llegarnos más a Dios. Tener gran cuenta con todo lo que
hacemos, para doblar en ello nuestra voluntad, y cuenta con que lo que
hablare vaya con edificación; huir de donde hubiere pláticas que no sean de
Dios.
Ha menester mucho que en sí quede muy impreso este temor;
aunque si de veras hay amor, presto se cobra. Mas en teniendo el alma visto
con gran determinación en sí, que -como he dicho- (9) por cosa criada no
hará una ofensa de Dios, aunque después se caiga alguna vez, porque somos
flacos y no hay que fiar de nosotros; (cuando) más determinados, menos
confiados de nuestra parte, que de donde ha de venir la confianza ha de ser
de Dios); cuando esto que he dicho entendamos de nosotros, no es menester
andar tan encogidos ni apretados, que el Señor nos favorecerá, y ya la
costumbre nos será ayuda para no ofenderle; sino andar con una santa
libertad, tratando con quien fuere justo y aunque sean distraídas (10).
Porque las que antes que tuvieseis este verdadero temor de Dios os fueran
tóxico y ayuda para matar el alma, muchas veces después os la harán para
amar más a Dios y alabarle porque os libró de aquello que veis ser notorio
peligro. Y si antes fuerais parte para ayudar a sus flaquezas, ahora lo
seréis para que se vayan a la mano en ellas por estar delante de vos, que
sin quereros hacer honra acaece esto.
5. Yo alabo al Señor muchas veces, y pensando de dónde
vendrá por qué, sin decir palabra, muchas veces un siervo de Dios ataja
palabras que se dicen contra El, debe ser que así como acá, si tenemos un
amigo, siempre se tiene respeto, -si es en su ausencia-, a no hacerle
agravio delante del que saben que lo es, y como aquél está en gracia, la
misma gracia debe hacer que, por bajo que éste sea, se le tenga respeto y no
le den pena en cosa que tanto entienden ha de sentir, como ofender a Dios.
El caso es que yo no sé la causa, mas sé que es muy ordinario esto.
Así que no os apretéis, porque si el alma se comienza a
encoger, es muy mala cosa para todo lo bueno, y a las veces dan en ser
escrupulosas, y veisla aquí inhabilitada para sí y para los otros. Y ya que
no dé en esto, será buena para sí, mas no llegará muchas almas a Dios, como
ven tanto encogimiento y apretura. Es tal nuestro natural, que las atemoriza
y ahoga y huyen de llevar el camino que vos lleváis, aunque conocen claro
ser de más virtud.
6. Y viene otro daño de aquí, que es juzgar a otros: como
no van por vuestro camino, sino con más santidad por aprovechar el prójimo
tratan con libertad y sin esos encogimientos, luego os parecerán
imperfectos. Si tienen alegría santa, parecerá disolución, en especial en
las que no tenemos letras ni sabemos en lo que se puede tratar sin pecado.
Es muy peligrosa cosa y un andar en tentación continuo y muy de mala
digestión, porque es en perjuicio del prójimo. Y pensar que si no van todos
por el modo que vos, encogidamente, no van tan bien, es malísimo.
Y hay otro daño: que en algunas cosas que habéis de
hablar y es razón habléis, por miedo de no exceder en algo no osaréis sino
por ventura decir bien de lo que sería muy bien abominaseis.
7. Así que, hermanas, todo lo que pudiereis sin ofensa de
Dios procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os
trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y
tratar y no se atemoricen y amedrenten de la virtud. A religiosas importa
mucho esto: mientras más santas, más conversables con sus hermanas, y que
aunque sintáis mucha pena si no van sus pláticas todas como vos las
querríais hablar, nunca os extrañéis de ellas, si queréis aprovechar y ser
amada. Que es lo que mucho hemos de procurar: ser afables y agradar y
contentar a las personas que tratamos, en especial a nuestras hermanas.
8. Así que, hijas mías, procurad entender de Dios en
verdad que no mira a tantas menudencias (11) como vosotras pensáis, y no
dejéis que se os encoja el ánima y el ánimo, que se podrán perder muchos
bienes. La intención recta, la voluntad determinada, como tengo dicho (12),
de no ofender a Dios. No dejéis arrinconar vuestra alma, que en lugar de
procurar santidad sacará muchas imperfecciones que el demonio le pondrá por
otras vías y, como he dicho (13), no aprovechará a sí y a las otras tanto
como pudiera.
9. Veis aquí cómo con estas dos cosas -amor y temor de
Dios- podemos ir por este camino sosegados y quietos, aunque, como el temor
ha de ir siempre delante, no descuidados; que esta seguridad no la hemos de
tener mientras vivimos, porque sería gran peligro. Y así lo entendió nuestro
Enseñador cuando en el fin de esta oración dice a su Padre estas palabras
(14), como quien entendió bien eran menester.
NOTAS
1 La 1ª redacción proseguía: ¡Oh Señor mío, dádmele Vos!
No vaya yo de esta vida hasta que no quiera cosa de ella, ni sepa qué cosa
es amar fuera de Vos, ni acierte a poner este nombre en nadie, pues todo es
falso, pues lo es el cimiento, y así no dura el edificio.
No sé por qué nos espantamos: cuando oigo decir «aquél me
pagó mal», «estotro no me quiere», yo me río entre mí; ¿qué os ha de pagar,
ni qué os ha de querer? En esto veréis quién es el mundo, que vuestro mismo
amor os da después el castigo; y eso es lo que os deshace, porque siente
mucho la voluntad de que la hayáis traído embebida n juego de niños.
A ahora vengamos al temor, aunque se me hace de mal no
hablar en este amor de mundo un rato, porque le conozco bien, por mis
pecados, y quisiéraosle dar a conocer porque os librarais de él para
siempre. Mas porque salgo de propósito lo habré de dejar. -Fray Luis incluyó
este hermoso pasaje en su edición (pp. 246-247), aunque muy retocado.
2 Véase la división del tema en el c. 10, n. 1.
3 Lo ha dicho en el c. 40, n. 3, y c. 16, nn. 6-9.
4 Estén atados: para completar la frase añadió fray Luis
esas dos palabras (p. 248), tomándolas a su vez de la edición de Evora (p.
136 v).
5 Que hasta que, escribió por descuido la Santa.
6 Yo no sé cómo tenemos tanto atrevimiento como es ir
contra un tan gran Señor, aunque sea en muy poca cosa. Así la 1ª redacción.
7 La 1ª redacción continuaba: Por amor de Dios, hijas,
que nunca os descuidéis en esto, como ahora -¡gloria sea al Señor!- lo
hacéis.
8 Por el reiterado escrúpulo teológico de la no certeza
del estado de gracia, el censor tachó en el autógrafo: «entendáis muy de
veras». Fray Luis aceptó la corrección del censor (p. 250).
9 Lo ha dicho en los nn. 1 y 3. -En el ms. de Toledo
añadió la Santa: no se desanime, que quizá lo permite para que más se
conozca; sino procure luego pedir perdón. -En la 1ª redacción era más
tajante: ... que por cosa criada, ni por medio de mil muertes no haría un
pecado venial...
10 Personas distraídas (1ª redacción).
11 Cf. 23, 3.
12 Lo ha dicho en el n. 3.
13 En los nn. 5-6.
14 Estas palabras, es decir, la última petición del
Paternóster. -He aquí la hermosa conclusión del capítulo en la 1ª redacción:
Veis aquí cómo con estas dos cosas, de amor y temor de Dios, podéis ir con
quietud por este camino y no pareciendo que veis a cada paso el hoyo adonde
caer, que nunca acabaréis de llegar. -Mas, porque aun esto no se puede saber
cierto si es verdad que tenemos estas dos cosas como son bien menester,
habiéndonos el Señor lástima de que vivimos en vida tan incierta y entre
tantas tentaciones y peligros, dice bien Su Majestad, enseñándonos que
pidamos, y El lo pide para Sí: «Mas líbranos del mal. Amen».
CAPÍTULO 42
En que trata de estas postreras palabras del Paternóster: «Sed libera nos a malo. Amen». Mas líbranos del mal. Amén.
1. Paréceme tiene razón el buen Jesús de pedir esto para
Sí, porque ya vemos cuán cansado estaba de esta vida cuando dijo en la cena
a sus Apóstoles: «Con deseo he deseado cenar con vosotros» (1), que era la
postrera cena de su vida. Adonde se ve cuán cansado debía ya estar de vivir.
Y ahora no se cansarán los que han cien años, sino siempre con deseo de
vivir más. A la verdad, no la pasamos tan mal ni con tantos trabajos como Su
Majestad la pasó, ni tan pobremente. ¿Qué fue toda su vida sino una continua
muerte, siempre trayendo la que le habían de dar tan cruel delante de los
ojos? Y esto era lo menos; mas ¡tantas ofensas como se hacían a su Padre y
tanta multitud de almas como se perdían! Pues si acá una que tenga caridad
le es esto gran tormento, ¿qué sería en la caridad sin tasa ni medida de
este Señor? Y ¡qué gran razón tenía de suplicar al Padre que le librase ya
de tantos males y trabajos y le pusiese en descanso para siempre en su
reino, pues era verdadero heredero de él!
2. «Amén» (2). Que el amén entiendo yo que pues con él se
acaban todas las cosas, que así pide el Señor seamos librados de todo mal
para siempre (3). Y así lo suplico yo al Señor me libre de todo mal para
siempre, pues no me desquito de lo que debo, sino que puede ser por ventura
cada día me adeudo más. Y lo que no se puede sufrir, Señor, es no poder
saber cierto que os amo, ni si son aceptos mis deseos delante de Vos. ¡Oh
Señor y Dios mío, libradme ya de todo mal, y sed servido de llevarme adonde
están todos los bienes! ¿Qué esperan ya aquí a los que Vos habéis dado algún
conocimiento de lo que es el mundo y los que tienen viva fe de lo que el
Padre Eterno les tiene guardado?
3. El pedir esto con deseo grande y toda determinación es
un gran efecto para los contemplativos de que las mercedes que en la oración
reciben son de Dios. Así que los que lo fueren, ténganlo en mucho (4). El
pedirlo yo no es por esta vía; digo que no se tome por esta vía, sino que,
como he tan mal vivido, temo ya de más vivir, y cánsanme tantos trabajos.
Los que participan de los regalos de Dios, no es mucho deseen estar adonde
no los gocen a sorbos y que no quieran estar en vida que tantos embarazos
hay para gozar de tanto bien y que deseen estar adonde no se les ponga el
sol de justicia (5). Haráseles todo oscuro cuanto después acá ven, y de cómo
viven me espanto. No debe ser con contento quien ha comenzado a gozar y le
han dado ya acá su reino y no ha de vivir por su voluntad, sino por la del
rey.
4. ¡Oh, cuán otra vida debe ser ésta para no desear la
muerte! ¡Cuán diferentemente se inclina nuestra voluntad a lo que es la
voluntad de Dios! Ella quiere queramos la verdad, nosotros queremos la
mentira; quiere que queramos lo eterno, acá nos inclinamos a lo que se
acaba; quiere queramos cosas grandes y subidas, acá queremos bajas y de
tierra; querría quisiésemos sólo lo seguro, acá amamos lo dudoso: que es
burla, hijas mías, sino suplicar a Dios nos libre de estos peligros para
siempre y nos saque ya de todo mal. Y aunque no sea nuestro deseo con
perfección, esforcémonos a pedir la petición. ¿Qué nos cuesta pedir mucho,
pues pedimos a poderoso? (6) Mas, por que más acertemos, dejemos a su
voluntad el dar, pues ya le tenemos dada la nuestra. Y sea para siempre
santificado su nombre en los cielos y en la tierra, y en mí sea siempre
hecha su voluntad. Amén (7)
***
5. Ahora mirad, hermanas, cómo el Señor me ha quitado de
trabajo enseñando a vosotras y a mí el camino que comencé a deciros, dándome
a entender lo mucho que pedimos cuando decimos esta oración evangelical. Sea
bendito por siempre, que es cierto que jamás vino a mi pensamiento que había
tan grandes secretos en ella, que ya habéis visto encierra en sí todo el
camino espiritual, desde el principio hasta engolfar Dios el alma y darla
abundosamente a beber de la fuente de agua viva que dije estaba al fin del
camino (8). Parece nos ha querido el Señor dar a entender, hermanas, la gran
consolación que está aquí encerrada, y es gran provecho para las personas
que no saben leer. Si lo entendiesen, por esta oración podían sacar mucha
doctrina y consolarse en ella.
6. Pues deprendamos, hermanas, de la humildad con que nos
enseña este nuestro buen Maestro, y suplicadle me perdone, que me he
atrevido a hablar en cosas tan altas. Bien sabe Su Majestad que mi
entendimiento no es capaz para ello, si El no me enseñara lo que he dicho.
Agradecédselo vosotras, hermanas, que debe haberlo hecho por la humildad con
que me lo pedisteis y quisisteis ser enseñadas de cosa tan miserable.
7. Si el Padre Presentado Fray Domingo Báñez (9), que es
mi confesor, a quien le daré antes que le veáis, viere es para vuestro
aprovechamiento y os le diere, consolarme he que os consoléis. Si no
estuviere para que nadie lo vea, tomaréis mi voluntad, que con la obra he
obedecido a lo que me mandasteis; que yo me doy por bien pagada del trabajo
que he tenido en escribir, que no por cierto en pensar lo que he dicho.
Bendito sea y alabado el Señor, de donde nos viene todo
el bien que hablamos y pensamos y hacemos. Amén (10).
NOTAS
1 Lc 22, 15. -Uno de los censores del autógrafo fue
limando teológicamente los conceptos teresianos de este pasaje: ... tiene
razón «en alguna manera» de pedir esto para Sí. -Tachó: cuán cansado, y
escribió: «gana de despedirse de esta vida». Tachó de nuevo cuán cansado
debía ya estar, y escribió «poca gana debía ya tener». -A causa, quizá, de
estas censuras, la Santa corrigió a fondo este pasaje en el ms. toledano:
tachó el primer período y escribió: Como sabe nuestro buen Maestro los
peligros y trabajos de esta vida, pide esta petición para nosotros, y aun
había probado por experiencia cuán penosa es. -Borró asimismo «cansado debía
estar de vivir» y escribió: [cuán] sabrosa le era la muerte.
2 Amén: escrito al margen, probablemente por mano
extraña.
3 Aquí la propia Santa arrancó una hoja entera de su
autógrafo, limitándose a retocar las frases siguientes para llenar la
laguna. El texto suprimido dice así en la 1ª redacción:
Excusado es, hermanas, pensar que mientras vivimos
podemos estar libres de muchas tentaciones e imperfecciones y aun pecados,
pues se dice que quien pensare está sin pecado se engaña [1 Jn 1, 10] y es
así. Pues si echamos a males del cuerpo y trabajos, ¿quién está sin muy
muchos de muchas maneras? Ni es bien pidamos estarlo.
Pues entendamos qué pedimos aquí, pues este decir «de
todo mal» parece imposible: o de cuerpo -como he dicho-, o de imperfecciones
y faltas en el servicio de Dios. De los santos no digo nada: todo lo podrán
en Cristo, como decía San Pablo [Fp 4, 13]. Mas los pecadores como yo, que
me veo rodeada d flojedad y tibieza y poca mortificación y otras muchas
cosas, veo que me cumple pedir al Señor remedio. -Vosotras, hijas, pedid
como os pareciere; yo no le hallo viviendo, y así le pido al Señor que me
libre de todo mal para siempre. ¿Qué bien hallamos en esta vida, hermanas,
pues carecemos de tanto bien, y estamos ausentes de él?
Libradme, Señor, de esta sombra de muerte, libradme de
tantos trabajos, libradme de tantos dolores, libradme de tantas mudanzas, de
tantos cumplimientos como forzado hemos de tener los que vivimos, de tantas,
tantas, tantas cosas que me cansan y fatigan, que cansaría a quien esto
leyese si las dijese todas. No hay ya quien sufra vivir. Debe de venirme
este cansancio de haber tan mal vivido, y de ver que aun lo que vivo ahora
no es como he de vivir, pues tanto debo.
4 La Santa completó así el pensamiento en el ms. de
Toledo: ... son de Dios, «no siendo por huir los trabajos, sino sólo por
gozar de El: a quien nuestro Señor los diere» ténganlo en mucho.
5 Alusión al texto litúrgico tomado de Ml. 4, 2. -Todo el
presente pasaje fue profundamente reelaborado por la Autora. En la 1ª
redacción concluía: ¡bonico es el mundo para gustar de él quien ha comenzado
a gozar de Dios y le han dado ya acá su reino y no ha de vivir por su
voluntad, sino por la del rey! -La revisión del n. siguiente se debió a
escrúpulos teológicos: ¡Cuán diferentemente se inclina la voluntad de Dios a
la nuestra! Ella desea la verdad, la nuestra la mentira; desea lo eterno,
acá lo que se acaba; desea cosas grandes y subidas, acá bajas y de tierra;
desea todo lo seguro, acá todo lo dudoso.
6 Vergüenza sería pedir a un emperador un maravedí,
-añadía la 1ª redacción.
7 La 1ª redacción proseguía: Veis aquí, amigas, cómo es
el rezar vocalmente con perfección: mirando y entendiendo a quién se pide y
quién pide y qué es lo que se pide. -Cuando os dijeren no es bien tengáis
otra oración sin vocal, no os desconsoléis: leed esto muy bien, y lo que no
entendiéreis de oración, suplicad a Dios os lo dé a entender. Que rezar
vocalmente no os lo puede quitar nadie: ni no rezar el Paternóster de
corrida y sin entenderos tampoco. -Si os lo quitaren alguna persona u os lo
aconsejare, no le creáis; creed que es falso profeta, y mirad que en estos
tiempos no habéis de creer a todos; que, aunque de los que ahora os pueden
aconsejar no hay que temer, no sabemos lo que está por venir.
También pensé deciros algo de cómo habéis de rezar el
Avemaría; mas heme alargado tanto, que se quedará. Y basta haber entendido
cómo se rezará bien el Paternóster para todas las oraciones vocales que
hubiereis de rezar.
8 Alude al c. 19. -La 1ª redacción contenía en este lugar
una interesante declaración personal de la Santa, seguida de una alusión
velada a los decretos inquisitoriales que prohibieron los «libros en
romance»: ... la fuente de agua viva de que hablamos. Y así es que, salida
de ella -digo de esta oración del Paternóster-, no sé ya más ir adelante.
-Parece ha querido el Señor entendamos, hermanas, la gran consolación que
aquí está encerrada y que, cuando os quitaren libros, no nos pueden quitar
este libro, que es dicho por la boca de la misma verdad, que no puede errar.
Y pues tantas veces, como he dicho, decimos al día el Paternóster,
regalémonos con él, y procuremos aprender de tan excelente Maestro la
humildad con que ora y todas las demás partes que quedan dichas.
Añade en seguida un texto alusivo al libro de la Vida,
suprimido íntegramente en la 2ª redacción: Pues, hermanas, ya parece no
quiere [el Señor] diga más, porque no sé qué, aunque pensé ir adelante; pues
el Señor os ha enseñado el camino y a mí que en el libro pusiese -que he
dicho está escrito [libro de la Vida]- cómo se han de haber llegadas a esta
fuente de agua viva, y qué siente allá el alma, y cómo la harta Dios y la
quita la sed de las cosas de acá y la hace que crezca en las cosas del
servicio de Dios, que para las que hubieren llegado a ella será de gran
provecho y les dará mucha luz; procuradle, que el Padre fray Domingo Báñez,
presentado de la Orden de santo Domingo (que, como he dicho, es mi confesor,
y es a quien daré éste), le tiene. Si éste va para que le veáis y os le da,
también os dará el otro.
9 Un censor -quizás el P. García de Toledo- tachó
«Presentado fray Domingo Báñez». Otro tanto había hecho en el prólogo del
libro (véase la nota al prólogo, n. 1). -En cambio, la Santa, siempre bien
informada de los títulos profesorales de su gran teólogo, al preparar el
texto para la estampa en el ms. toledano, tachó la palabra Presentado y
escribió Maestro; y a continuación del nombre completó el título añadiendo:
de la Orden de Santo Domingo.
10 He aquí dos variantes que matizan esta conclusión en
la redacción primera: ... no por cierto en pensar lo que había de decir en
lo que el Señor me había dado a entender de los secretos de esta oración
evangelical, que me ha sido gran consuelo. -Sea bendito y alabado sin fin.
Amén Jesús. -En el ms. toledano, la Santa duplicó de su propia letra: Amén,
amén.
FIN DEL CAMINO DE PERFECCIÓN