La Virgen María consuela dulcemente a Santa Brígida en sus penas; utilidad de éstas y ventajas de la predicación.
REVELACIÓN 15

Tu eres esposa de mi Hijo, dice la Virgen a la Santa, y así con seguridad puedes manifestar tus deseos y decir tu petición. Bien sabéis vos, Señora, mis deseos, le dijo la Santa, pues nada se os esconde. Aunque eso es así, dijo nuestra Señora, con todo, quiero saberlo de tu boca para que lo oigan los que están presentes. Dos cosas temo, dijo santa Brígida, y me dan pena: la primera es que ni lloro ni enmiendo mis pecados como quisiera; y la segunda es, ver tantos enemigos como tiene vuestro Hijo. Para el primer mal de tus temores, dijo nuestra Señora, te quiero dar tres remedios:

lo primero, considera que todos los animales, aunque no viven para siempre, sino que su alma muere y acaba con el cuerpo, con todo padecen sus incomodidades y molestias, y tu alma ha de vivir para siempre; y así no se te harán tan penosos esos temores ni trabajos. Lo segundo, considera la misericordia de Dios que es tan grande, que no hay pecador por grande que sea, que no halle en él misericordia y perdón de sus pecados, si la pide con dolor de ellos y propósito de enmendarse. Lo tercero, considera cuán grande es la gloria de un alma que con Dios y en Dios vive para siempre. Para lo segundo que te da pena, ver tantos enemigos de Dios, te quiero dar otros tres remedios: Lo primero, considera que Dios, criador tuyo y suyo, es el juez que los ha de juzgar, y aunque por algún tiempo tolere sus maldades, nunca ellos serán los que le juzguen a Él.

Lo segundo, considera cuán grave cosa les será arder para siempre en el infierno, y que son réprobos, si no se convierten, y que han de carecer de la herencia de Dios que se da a los justos. Pero me dirás: ¿Pues para qué se les ha de predicar a estos tales? Advierte que muchos de los pecadores han de venir a ser buenos, porque los predestinados é hijos adoptivos de Dios algunas veces pecan y se apartan del bien, como aquel hijo pródigo que se fué a tierras extrañas y vivió mal; y éstos se convierten por la predicación, y son admitidos a mayor gracia y amistad con Dios que antes tenían. Por eso no se les ha de dejar de amonestar a los pecadores; pues aunque el predicador vea que casi todos son malos, considere que quizá entre estos hay algunos que han de ser hijos queridos de Dios; y así, buen premio le espera al tal predicador.

Lo tercero, considerarás que los malos viven para ejercitar y dar en qué merecer a los buenos, para que tengan paciencia del mal tratamiento que les hacen, y reciban el premio de lo que les dan a merecer. Pues así como una rosa bella, delicada y olorosa no crece ni se cría sino entre espinas feas, ásperas y sin ningún buen olor, así también los justos, mansos, apacibles y de buenas costumbres, no pueden ser ejercitados y probados sino entre los malos. Muchas veces también las espinas defienden la rosa para que no la corten sin sazón; así los malos son causa algunas veces de que los buenos no pequen, y otras de que no se distraigan y se den a contentos desordenados. Igualmente verás esto en el vino que no se conserva en su estado generoso y agradable, sino en las mismas heces; y de esa manera los justos, para conservarse en la paciencia y demás virtudes y aprovechar en ellas, han de necesitar las tribulaciones y persecuciones que se les ofrecen con los malos. Por tanto, has de sufrir de buena gana a los enemigos de mi Hijo, y considera que él es su juez, y que si fuese justicia que los destruyera a todos, bien podría hacerlo en un momento: luego toléralos tú, cuando él los tolera.

DECLARACIÓN
Apareciósele a santa Brígida san Lorenzo y le dijo: Yo, mientras viví en el mundo, procuré tener tres cosas: continencia y templanza en mi cuerpo, misericordia con mi prójimo y amor a Dios; por lo cual prediqué con fervor la palabra de Dios, fuí fiel distribuidor de los bienes de la Iglesia, y sufrí azotes, fuego y muerte con alegría.