Revelaciones Celestiales de Santa Brígida - Libro 4, Revelación 2
Admirable visión que tuvo la Santa, en la que le representa Dios al pecador cristiano en forma de un anímal monstruoso; a los gentiles en forma de un pez horrible y extraño, y a los amigos de Dios divididos en tres clases.
REVELACIÓN 2

Después de la anterior revelación, vió santa Brígida un peso con dos platillos cerca de la tierra y el fiel y anillo estaba en las nubes y penetraba en el cielo. En uno de los platillos había un pez que tenía escamas cortadoras y agudas, y su mirar era de basilisco, su boca como de unicornio que arrojaba veneno, y las orejas agudas como lanzas y como planchas de hierro. En el otro platillo había un animal de piel como pedernal, la boca muy grande echando llamas de fuego, los párpados como afilados cuchillos y las orejas como dos arcos despidiendo de sí agudísimas saetas.

Aparecieron después tres grupos de gente. El primero era de poco número; el segundo de menos, y el tercero de muy pocos. Luego oyó la Santa una voz del cielo que dijo a estos tres grupos: Amigos, ansío con vehemencia el corazón de ese maravilloso animal, si hubiese alguien que me lo presentara con amor. Deseo también muchísimo la sangre de ese pez, con tal que hubiese un hombre que me la trajera. Salió de los grupos una voz que contestó por todos, y dijo: Creador nuestro, ¿cómo podremos presentaros el corazón de ese animal tan grande, que tiene la piel más dura que el pedernal? Si nos acercamos a su boca, seremos abrasados con llamas de fuego, y si miramos sus ojos, nos cubrirá con saetas. Y dado caso de que tuviésemos alguna esperanza de apoderarnos de este animal, ¿quién será capaz de cojer el pez, cuyas escamas y aletas son más agudas que filos de espada, cuyos ojos deslumbran nuestra vista y su boca nos arroja motrífero veneno?
Oyóse otra voz del cielo que dijo: Amigos míos, a vosotros os parecen invencibles el animal y el pez, pero al Omnipotente todo le es fácil. Y así, si alguien quisiere salir a la conquista de ellos, yo desde el cielo seré su padrino, y le daré sabiduría y fortaleza para que lo venza, y al que estuviere dispuesto a morir por mí, yo mismo seré su paga.

Altísimo Padre, dijo la gente del primer grupo, vos sois el Dador de todo bien, y nosotros, hechura vuestra, os daremos de buena gana nuestro corazón para vuestra honra y servicio; pero las demás cosas que están fuera de nuestro corazón, dispondremos de ellas para nuestro sustento y mantenimiento. Y como la muerte nos parece cosa dura, pesada la flaqueza de la carne y nuestra ciencia es muy escasa, regidnos vos interior y exteriormente, recibid con gusto lo que os ofrecemos y pagadnos como queráis.

El segundo grupo dijo: Señor, conocemos nuestra flaqueza y vemos las vanidades y vicisitudes del mundo. Por tanto, te daremos de buena gana nuestro corazón, y entregamos nuestra voluntad en manos de otros, porque mejor queremos estar sometidos que poseer lo más insignificante del mundo.
Señor, dijo la poca gente del tercer grupo, dignaos oirnos: vos que deseáis el corazón del animal y estáis sediento por la sangre del pez, sabed que de buena gana os daremos nuestro corazón, y estamos dispuestos a morir por vos.

Esos platillos de la balanza, dijo Dios a la santa, representan estas palabras: Perdona y sufre, espera y ten misericordia. Como si alguno viendo la injusticia de otro, lo estuviese siempre apartando del mal y amonestándole. De la misma manera yo, Dios y Criador de todas las cosas, al modo de una balanza suelo bajar hasta el hombre, y lo amonesto y perdono, y lo pruebo con tribulaciones. Otras veces subo como la balanza, e ilustro e inflamo los corazones de los hombres, y los visito con extraordinaria gracia. El anillo y fiel de estas balanzas que viste en las nubes y pendía del cielo, significa que yo, Dios de todos, a todos los sustento, así a los gentiles como a los cristianos, a los amigos como a los enemigos, a todos los convido con mi gracia y los visito, para ver si hay quien quiera corresponder a mi llamamiento y apartar de la maldad su afecto y deseo.
El animal que viste, significa aquellos que recibieron el bautismo, y cuando pasaron de los años de la infancia, no siguieron las palabras del santo Evangelio, sino que inclinaron su corazón y su boca a las cosas de la tierra, sin atender a las del cielo. El pez significa a los gentiles fluctuando entre las oleadas de la concupiscencia, y suya sangre, esto es, su fe en mí es poca, y escaso el conocimiento que tienen de Dios.

Deseo, pues, el corazón del animal y la sangre del pez, si hubiese quien por amor se empeñara en presentármelos.
Los tres grupos son mis amigos. Los primeros son los que usan razonablemente de las cosas de este mundo: los segundos, los que todo lo dejaron por obedecer con humildad, y los terceros, los que están además dispuestos a morir por Dios.