¿Te cuesta entender lo que pasa en la Misa? Te lo explicamos de forma sencilla (parte 1 - Liturgia de la Palabra)
Explicación sencilla parte 2
P. Juan José Paniagua
La Misa es el sacrificio de Cristo que se ofreció a si mismo una vez para siempre en la Cruz. Es el centro de nuestra vida cristiana y la acción de gracias que presentamos a Dios por su gran amor hacia nosotros. No es otro sacrificio, no es una repetición. Es el mismo sacrificio de Jesús que se hace presente. Es una re-presentación del Calvario, memorial, aplicación de los méritos de Cristo.
Tiene dos partes: la liturgia de la palabra(después de estar bien preparados por la petición de perdón de los pecados) y la liturgia de Eucaristía, que es el ofrecimiento al Padre por parte de Jesús y nuestra, pues también nosotros somos hijos de Dios.
Para saber aprovechar los grandes frutos espirituales que se nos dan a
través de la Celebración Eucarística, hay que conocerla, entender sus
gestos y símbolos, y participar en ella con reverencia. Aquí
te ofrecemos la primera entrega de una muy buena explicación que puede
ayudarte a participar mejor
en este sacrificio
1. Ritos iniciales:
• Canto de entrada:
Nos
preparamos para comenzar la misa con el canto de entrada. Es un canto
que nos une a todos porque a la misa venimos personas de distintos
lugares, culturas, edades ycantamos
a una voz, como un cuerpo que somos en torno a Cristo. Nos
unimos para celebrar uno de los dones más grandes que Jesús nos dejó: la
Eucaristía.
• Señal de la cruz:
La
misa empieza propiamente con la señal de la cruz y terminará también de
la misma manera, cuando recibimos la bendición final. Hacer
la señal de la cruz nos recuerda que le pertenecemos a Cristo. En
el lenguaje bíblico, el nombre representa a la persona misma. Empezar en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo no es sólo mencionar
el nombre de Dios, sino ponernos en su presencia.
• Acto penitencial:
Puestos
en la presencia de Dios, la Iglesia nos invita a reconocer con humildad
que somos pecadores. Porque como dice San Pablo: “Mi
proceder no lo comprendo, pues no hago el bien que quiero, sino el mal
que no quiero” (Rm 7,
15). Algo así nos sucede a todos… Por eso, al empezar la Eucaristía
reconocemos humildemente frente a todos nuestros hermanos, que somos
pecadores. Y para pedirle perdón a Dios, usamos las palabras del ciego
que oyó que Jesús pasaba cerca, y como sabía que no podía curarse a sí
mismo, sino necesitaba del auxilio de Dios, se puso a gritar en medio de
la multitud: “Señor,
ten piedad de mí”. Así, con confianza en la misericordia
de Dios, rezamos también el “Señor
ten piedad”.
• Canto del Gloria:
En
los domingos y solemnidades se reza este himno, que resume el sentido
máximo de la vida cristiana: darle
gloria a Dios. Alabar a Dios, no sólo porque es bueno, o porque nos
ayuda, o por las cosas que nos da. Darle gloria por quién es Él, porque
es Dios. Nos ayuda a
estar bien orientados, a afirmar que el sentido máximo de nuestra vida
es Él.
• Oración colecta:
Este
no es el momento en el que se pasa la limosna, eso viene después. Se
trata de la oración colecta. Es el momento en el que el sacerdote invita
a toda la comunidad a rezar pidiendo. Por eso al empezar la oración el
sacerdote dice a todos: “oremos”.
Y extiende las manos en señal de súplica. Es
el momento de recogernos todos en silencio y pedirle también al Señor
por nuestras necesidades. Al
terminar la oración colecta todos nos unimos a lo que el sacerdote ha
pedido, diciendo juntos: Amén! Se llama colecta porque es la oración que
recoge las peticiones de todos. Porque como dice el Señor en el
Evangelio: “Si
dos de Uds se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, lo
conseguirán de mi Padre que está en los Cielos” (Mt
18, 19-20). Y es una oración que nos une con la Iglesia toda, ya que en
cualquier rincón del mundo donde se celebre la misa ese día, se pedirá
por lo mismo.
2. Liturgia de la Palabra:
El Señor Jesús, antes de alimentarnos con su Cuerpo y con su Sangre en la mesa del sacrificio, nos alimenta primero en la mesa de la Palabra. A través de las lecturas, vamos a escuchar directamente a Dios que nos habla a nosotros, que somos su pueblo.
• Lecturas:
La
primera lectura está
tomada de alguno de los libros del Antiguo Testamento. Es importante
meditarlas, porque por estas palabras, Dios fue preparando a su Pueblo
para la venida de Cristo. Y también nos preparan a nosotros para
escuchar a Jesús, ya que la primera lectura está directamente
relacionada con el Evangelio que se va a leer.
Después de la primera lectura, se lee el salmo. Los salmos siempre han sido una oración muy importante en la historia de la Iglesia, porque cuando rezamos con los salmos rezamos con las mismas palabras de Dios, palabras que Él pone en nuestra boca para que sepamos cómo pedir, cómo expresarnos. Con los salmos aprendamos a rezar, aprendemos a hablar con Dios, usando sus mismas palabras, que se convirtieron en oración.
La segunda lectura está tomada del Nuevo Testamento: de las cartas de San Pablo, o las Epístolas Católicas o del libro de los Hebreos o el Apocalipsis. Es decir, son los escritos de los apóstoles, escuchamos la predicación de los primeros hombres a los que Jesús les dijo: “Vayan y hagan discípulos míos a todas las gentes… enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado.” (Mt 28, 19-20).
• Evangelio:
En
la primera lectura Dios nos habló por sus profetas, en la segunda por
sus apóstoles, ahora en
el Evangelio nos habla directamente por medio de su Hijo Jesucristo. Es
el momento más importante de la liturgia de la Palabra, vamos
a escuchar directamente a Jesús hablando, enseñando, curando. La palabra
Evangelio significa “buena noticia” y esta buena noticia no es sólo un
mensaje, ¡es Jesús mismo! ¡La mejor noticia que ha existido! Es un
momento muy importante, por eso nos ponemos de pie, cantamos con alegría
el aleluya y el Evangelio es proclamado por el sacerdote. Lo escuchamos
de pie, en señal de atención y de la prontitud que queremos tener para
seguirlo. Y al iniciar, nos hacemos la señal de la cruz en la frente, la
boca y el pecho, como diciendo que recibimos la Palabra de Dios en la
mente, la confesamos con la boca y la guardamos en el corazón.
• Y por último … La Homilía:
No basta oír la Palabra de Dios, sino que también necesitamos que nos sea explicada de manera adecuada. Homilía viene de una palabra griega que significa “diálogo”, “conversación”. Es el momento en el que el sacerdote explica los pasajes proclamados para poder ahondar en ellos. Si en el Evangelio Dios nos habla por su Hijo Jesucristo, en la homilía nos habla por su Iglesia.