Solemnidad de Corpus Christi A - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa
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1.1 Primera Lectura: Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a
1.2 Segunda Lectura: 1 Corintios
10,16-17
1.3 Evangelio: San Juan 6,51-59
5. Nos Habla la Iglesia: El presbítero y la Eucaristía
6.
Leamos la Biblia con la Iglesia
7. 1.2 Alabanza de Sano Tomás de Aquino
7.2.2 ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
7.2.3 ORACIÓN A NUESTRA
SEÑORA
7.3 ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA
MISA
7.3.1 ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
7.3.3. ORACIÓN PARA PEDIR TODAS LAS GRACIAS
Falta un dedo: Celebrarla
1. Introducción a
la Palabra
1.1 Primera Lectura: Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a (lectura)
Cuando pensamos en la hostia,
recordamos las procesiones de Corpus Christi, las adoraciones y visitas del
Santísimo, el respeto con el que nos acercamos al altar cuando estaban allí
los signos sacramentales. Dicen que hasta ha habido cristianos que eran asiduos
adoradores del Santísimo Sacramento, pero nunca comulgaban.
Forma parte del sentir cristiano el
agradecer a Dios esta maravillosa dádiva, la presencia callada de Cristo en el
Sagrario o en el Ostensorio. Sin embargo Jesús ha instituido la Última Cena, el
pan y el cáliz para que comamos el Cuerpo de Cristo y bebamos su Sangre.
Esta
lectura es uno de estos ejemplos maravillosos como el Espíritu Santo por medio
del pueblo elegido quiso anunciar realidades más grandes a cumplirse en
Jesucristo. La misma existencia del pueblo de Israel y su historia son
realmente una profecía de lo que Dios tenía preparado para los últimos tiempos.
En cierto sentido cada cristianos puede ver reflejada su vida en la historia de
nuestros padres en la fe pero en una dimensión insospechada.
El pueblo elegido del Antiguo
Testamento es imagen, y promesa del pueblo santo del Nuevo Testamento. Ellos
recorrieron el largo camino desde la "casa de la esclavitud" para
pasar por el desierto y llegar a la tierra prometida, siempre bajo la mirada
vigilante y amorosa de Dios. Es la historia de la salvación.
Nosotros, el nuevo pueblo de Dios, estamos en camino hacia la
patria en los cielos, alimentados por el pan del cielo que da vida eterna. La
Eucaristía es ante todo comida, sustento en el camino arduo de la vida. Demos
gracias a Dios porque siempre nos
acompaña con sus dones para que no desfallezcamos en el amino.
1.2 Segunda Lectura: 1 Corintios 10,16-17 (lectura)
Los antiguos tenían una conciencia
muy viva que compartir el pan con alguien lo hacía miembro de la familia, de la
tribu, del pueblo. Compartir el pan y
la copa significaba unión. De una
manera infinitamente más profunda el compartir el pan eucarístico nos une con
Cristo, y con los demás que comen del mismo pan.
Hasta aquí estamos todos de acuerdo.
Pero pensemos un poco con quiénes
compartimos el alimento, el tiempo y el diálogo. Con ellos también en cierto
sentido nos hacemos uno. ¿Por qué no nos llama la atención estar sentado en la
misma mesa con un libertino, con
alguien que ha hecho mucho daño? ¿Por qué no nos preocupa compartir nuestro
tiempo en actividades que francamente nos llevan a ser menos puros, menos
generosos, menos rectos? Piense en los momentos cuando le han hecho una
catequesis del mundo: "No seas tonto.
Engaña, goza, adultera, bebe, etc.” Nos hemos hecho en cierto sentido
uno con ellos.
El
cristiano no participa en todo, no quiere verlo todo, no desea experimentarlo
todo. Cuando sabe que algo aleja de Dios, lo rehuye como de la peste. ¿Un punto
de vista muy estrecho? Mira les malos pensamientos, las ideas indignas que
llenan la cabeza como consecuencia de ser amplios y liberales. A lo mejor no te
haces uno realmente con Cristo en la comunión. Entonces no hay que admirarse
que tu interior ni tu exterior refleje a Cristo. Es que te has hecho uno con el mundo. Santiago lo dice escuetamente:
“El que ama al mundo no es de Cristo”.
1.3 Evangelio: San Juan 6,51-59 (lectura)
¿Deseas tener vida eterna? ¿Quieres resucitar?
¿Anhelas de permanecer en Cristo y que
Él permanezca en ti? ¿Te atreves a soñar de una participación tuya en la misma unión que existe entre Dios
Padre y Jesús? Escucha el evangelio, y sabrás lo que tienes que hacer.
2. REFLEXIONEMOS
2.1 Los Padres
La Misa (¡Es
peligroso leer esta reflexión!)
La Santa
Misa es la verdadera "imitación de Cristo", el medio seguro de
conformarnos, de configurarnos a su vida y
muerte. Por ella entramos en
obediencia, en la misma devoción
total que vive Cristo por su Padre. En ella nos convertimos en hijos, en hermanos,
en alimento a nuestra vez para el prójimo, en pan consagrado y sacrificado, en
pan que se aniquila para ser un pan viviente. En ella comulgamos con un cuerpo
entregado, con una sangre vertida. Este cuerpo comienza de nuevo a darse, y
somos nosotros quienes lo damos. Esta sangre en quien la ha recibido, se hace
fuente, una fuente que brota sin cesar. Y nos inspira que también nosotros
derramemos para los demás, esta sangre que para nosotros fue vertida.
Comulgar es
comer la carne espiritualizada de Cristo
para apropiarnos su energía resucitante. Tanto es así que a San Pablo le
sorprendía que, después de comer este pan de vida eterna, un cristiano pudiera
aún enfermar o morir. Y no aceptaba a explicárselo sino por unas comuniones indignas. Hasta tal punto la carne de Cristo se asimila nuestra carne para no hacer, de
todos nosotros, sino un solo Cuerpo para siempre vivo. Celebramos la eucaristía
"hasta que Él venga", dice san Pablo. ¿No significan estas palabras que apresuraremos su retorno si
coadyuvamos al crecimiento de su Cuerpo haciéndole donación del nuestro?
La ultima
comunión, el viático, pondrá de manifiesto la sinceridad de todas las demás: la
vida eterna sólo ha sido prometida a
aquellos que, de nosotros, se hayan convertido en cuerpo de Cristo a fuerza de
comuniones: "¡Que el que el Cuerpo de Cristo nos guarde para la vida
eterna”!
2.2 Con los Hijos
La
celebración de la Santa Misa es un momento cuando encontramos reposo, cuando
nos alimentarnos en nuestro caminar y
peregrinaje de la vida terrena. Somos solazados y fortalecidos con la Palabra
de Dios en medio de las dificultades de la vida y gozamos del privilegio de
poder alimentarnos del pan de vida que él sólo puede calmar el hambre profundo
de verdad y de bondad.
Esto
significa ciertamente que la Eucaristía exige acción de gracias. Por eso nos
quedamos unos momentos en recogimiento después de haber recibido al Señor en la
Santa Comunión. Esta acción de gracias ya debe ser realidad antes de recibir la comunión. Al entrar al templo para
participar en la Santa Misa, aún al caminar hacia el templo dispondremos
nuestro corazón a la venida del Señor.
Por eso también nuestra participación en la Misa, nuestra postura, nuestras
actitudes son expresión de nuestra reverencia, fe, esperanza y amor por el
Señor. El Señor siempre viene a
nosotros, pero la intensidad del encuentro con Él depende de nuestra
preparación y de nuestra reverencia.
Algunos dejan de comulgar porque
piensan que son indignos o porque tienen algún problema y primero piensan resolverlo
antes de volver a la Santa Comunión. Es
loable esta actitud. Sin embargo, cuando se trata de pecados veniales, no
dejemos de comulgar. Nadie es digno de recibir al Señor. Recordemos que la
Santa Comunión no es un premio para los santos sino un remedio para los
pecadores. Mientras que estemos en la gracia de Dios, es decir, mientras que no
estemos separados de Dios por medio del
pecado grave, podemos acercarnos y comer el pan de vida.
El que ha
cometido pecado grave, necesita primero confesarse porque el que como el Cuerpo
de Cristo indignamente se hace culpable porque no distingue el Cuerpo de Cristo
del pan natural.
Puede ser
que comulgamos frecuentemente pero no vemos en nosotros ningún cambio. Acaso
será que nuestras comuniones son muy rutinarias. Por eso el Señor no puede
obrar en nosotros. Por eso nunca permitamos que en la recepción de la Santa
Comunión falten la preparación, la acción de gracias y la reverencia debidas.
3. Relación con la Misa
Olvidamos frecuentemente que
necesitamos comer el Cuerpo de Cristo porque e El mismo ha dicho:"El que
no come mi Cuerpo y bebe mi Sangre no tiene vida eterna".
4. Vivencia Familiar
Hay familias que se han dado
cuenta que salir apurados de la casa para llegar a tiempo a la Misa no contribuye a una celebración auténtica. Por
eso
se han impuesto de estar listos un
tiempo antes. Rezan juntos la oración de la mañana y luego se ponen en camino al templo. Ayuda mucho nuestra fe rezar antes y después de participar en la
Santa Misa los himnos y las oraciones de la Iglesia y de los Santos.
Los que hacen visitas al
Santísimo muy pronto se dan cuenta qué importante es el silencio
del templo, y más aún, la presencia
eucarística del Señor, permite orar profundamente.
Conservemos también la
costumbre de saludar al Señor cuando pasemos delante de un templo haciendo la
señal de la cruz.
5. Nos Habla la Iglesia: El presbítero y la Eucaristía
Ahora
bien, los otros sacramentos, así como todos los ministerios eclesiásticos y
obras de apostolado, están íntimamente trabados con la sagrada Eucaristía y a
ella se ordenan. Y es que en la santísima Eucaristía se contiene todo el bien
espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo por
su carne, que da la vida a los hombres, vivificada y vivificante por el
Espíritu Santo. Así son ellos invitados y conducidos a ofrecerse a sí mismo,
sus trabajos y todas sus cosas en unión con El mismo. Por lo cual la Eucaristía
aparece como la fuente y la culminación de toda la predicación evangélica, como
quiere que los catecúmenos son poco a
poco introducidos a la participación de la Eucaristía, y los fieles, sellados
ya por el sagrado bautismo, se insertan, por la recepción de la Eucaristía,
plenamente en el Cuerpo de Cristo.
Es, pues,
la sínaxis eucarística el centro de toda la asamblea de los fieles que preside
el presbítero. Los presbíteros (sacerdotes) consiguientemente, enseñan a los fieles a ofrecer a Dios Padre
la Víctima divina en el sacrificio de la Misa y a hacer, juntamente con ella,
oblación de su propia vida en el espíritu de Cristo Pastor. Los instruyen para
que con espíritu contrito sometan sus pecados la Iglesia en el sacramento de la
penitencia, de suerte que día a día se conviertan más y más al Señor,
recordando aquellas palabras suyas: Hagan penitencia, pues se acerca el reino
de los cielos(Mt 4,17). Enséñenles igualmente a participar en las funciones de
la sagrada liturgia, de forma que también en ellos susciten sincera oración;
llévenlos como de la mano a practicar durante toda su vida un espíritu de
oración cada vez más perfecto, según las gracias y necesidades de cada uno, y a
todos incitan al cumplimiento de los deberes del propio estado, y a los más
adelantados, al seguimiento de los consejos evangélicos del modo a cada uno
congruente. Instruyen, por ende, a los fieles para que puedan cantar en su
corazón al Señor los himnos y cánticos espirituales, dando siempre gracias
por todo a Dios y al Padre en el
nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Las alabanzas y acción de gracias
que elevan en la celebración de la Eucaristía
prosiguen los mismos presbíteros en el rezo del Oficio divino, en el
que, en nombre de la Iglesia, oran a Dios por todo el pueblo que les ha sido
confiando y hasta por todo el mundo.
La casa de
la oración, en que se celebra y se guarda la santísima Eucaristía y se
consagran los fieles, y en que se adora, para auxilio y consuelo de los fieles,
la presencia del Hijo de Dios, salvador nuestro, ofrecido por nosotros en el
ara del sacrificio, debe estar nítida, dispuesta para la oración y las sagradas
solemnidades. En ella se invita a los pastores y fieles a responder con
agradecimiento al don de Aquel mismo, que por medio de su humanidad, infunde
sin cesar la vida divina en los miembros de su cuerpo. Procuren los presbíteros cultivar
debidamente la ciencia y el arte litúrgicos, a fin de que, por su ministerio
litúrgico , las comunidades que les han sido encomendadas alaben cada día con
más perfección a Dios, Padre e Hijo y Espíritu Santo
(Vat. II Ministerio de los
Presbíteros no.5).
6. Leamos la Biblia con la Iglesia
Vea la
semana correspondiente del Tiempo Ordinario
7.- Oraciones
7.1 Invocaciones e Himnos
7.1.1 Alma de Cristo
Lector Todos
Alma
de Cristo, santifícame
Cuerpo
de Cristo sálvame
Sangre
de Cristo embriágame
Agua
del costado de Cristo lávame,
Pasión
de Cristo confórtame
Oh
buen Jesús óyeme
Dentro
de tus llagas escóndeme
No
permitas �� que
me aparte de ti
Del
maligno enemigo defiéndeme
En
la hora de mi muerte llámame
y
mándame ir a ti para que con tus santos te alabe
por
los siglos de los
siglos.
Amén.
7. 1.2 Alabanza de Sano Tomás de
Aquino
Cante, oh Sión, con voz
solemne, al que a redimirte viene, a tu
Rey, a tu Pastor.
Alaba cuanto se puede que a toda
alabanza excede todo es poco en su loor.
De alabanza sin medida el pan vivo y
que da vida es alto objeto es hoy doquier.
Que al colegio de los doce nuestra
Iglesia reconoce dando en la cena postrer.
Al cantar lleno y sonoro, con trasporte , con decoro, acompañe
el corazón.
Pues la fiesta hoy se repite que
recuerda del convite la primera institución
Nueva Pascua es la ley nueva el Rey
nuevo al mundo lleva y a la antigua pone fin
Luz sucede a noche oscura, la verdad
a la figura, el nuevo al viejo festín.
Lo que practicó en la cena,
repetirlo Cristo ordena, en memoria de su amor.
Y en holocausto divino consagramos
pan y vino, al ejemplo del Señor.
Siendo
dogma el fiel no duda que en sangre el vino se muda y la hostia en carne divina
Lo que no
ve ni comprendes con fe valiente defiendes por ser preternatural
Bajo especies diferentes solo signos
y accidentes gran portento oculto está.
Sangre, el vino, es del Cordero;
carne el pan; más Cristo entero bajo cada especie está.
No en pedazos dividido, ni
incompleto , ni partido, sino entero se nos da.
Uno o mil tu cuerpo tomen todos
entero lo comen, ni comido pierde el ser.
Recíbelo el malo, el bueno: para
este es de vida lleno, para aquel manjar mortal
Vida al bueno, muerte al malo, da este
manjar regalado, ¡Oh qué efecto desigual!
Divido, en el Sacramento no vaciles
un momento, que encerrado en el fragmento como en el total está.
En la cosa no hay fractura, la hay
tan sólo en al figura, ni en su estado ni estatura detrimento al cuerpo da.
Pan del Ángel, pan divino, nutre al
hombre peregrino; pan de hijos, don tan fino, no a los perros se ha de echar.
Por
figuras anunciado, en Isaac es inmolado, maná del cielo bajado, cordero sobre
el altar.
Buen Pastor, Jesús clemente, Tu
manjar de gracia fuente, nos proteja y apaciente,
y en la alta región viviente, haznos
ver tu Gloria, ¡Oh Dios!
Tu que lo sabes y puedes, y que al
mortal sostienes;
por comensales perennes, al festín
de eternos bienes
con tus Santos, llámanos. Amén.
Aleluya.
7.2 PREPARACIÓN A LA MISA
7.2.1 ORACIÓN DE SAN AMBROSIO
Señor Jesucristo, yo, pecador,
confiado en tu misericordia y bondad más que en mis propios méritos, me
acerco humildemente a la mesa de tu banquete. Reconozco mis muchos pecados; mi mente y mi lengua no han sido
cuidadosamente guardados. Por lo cual, Señor de bondad, en mi miseria recurro a
ti que eres fuente de misericordia; a ti acudo en busca de salud, me acojo bajo tu protección, y deseo tener como
Salvador a quien no puedo soportar como juez. Señor, a ti descubro mis llagas,
a ti manifiesto mi vergüenza. Sé que mis pecados son muchos y grandes y temo
por causa de ellos, pero espero en tu infinita misericordia. Mírame con ojos
misericordiosos, Señor Jesucristo Rey eterno, Dios y hombre, crucificados por
los hombres. Óyeme, pues, en ti tengo puesta mi esperanza; apiádate de mí, que
estoy lleno de miserias y pecados tú que eres fuente inagotable de
misericordia. Salve, Víctima de salvación, ofrecida en el patíbulo de la cruz
por mí y por todos los hombres. Salve, noble y preciosa sangre que mana de las
llagas de mi Señor Jesucristo crucificado y lava todos los crímenes del mundo
entero. Acuérdate, Señor de tu creatura rescatada por tu sangre. Me arrepiento de
haberte ofendido y deseo reparar le mal que he hecho; líbrame, oh Padre
clementísimo de todas mis iniquidades. y pecados, para que enteramente
purificado, merezca participar de los Santos Misterios. Concede que este Cuerpo
y esta Sangre que deseo tomar aunque indigno sirva de perdón por mis pecados y
de purificación para mis culpas. Que alejen de mí los pensamientos malos y
despierten los buenos sentimientos; que den eficacia a las obras que te
agradan, y protejan mi cuerpo y mi alma contra las acechanzas del enemigo.
Amén.
7.2.2 ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE
AQUINO
Dios eterno y todopoderoso, he aquí
que vengo al sacramento de tu Hijo único, nuestro Señor Jesucristo. Impuro,
vengo a la fuente de la misericordia; ciego, vengo a la luz de la eterna
claridad, pobre e indigente, vengo al Señor del cielo y de la tierra. Imploro,
pues, la abundancia de tu inmensa generosidad para que te dignes curar mi
flaqueza, lavar mis manchas, iluminar mi ceguera, enriquecer mi pobreza y
vestir mi desnudez. Que así pueda yo recibir el Pan de los ángeles, al Rey de
los Reyes, Señor de los señores, con tanta reverencia y humildad, con tanta
contrición y ternura, con tanta pureza y fe, con tal propósito e intención cual
conviene a mi salvación. Concédeme, te ruego, recibir no sólo el sacramento del
Cuerpo y Sangre del Señor, sino también su gracia y su virtud. Oh Dios de
mansedumbre, concédeme de tal manera recibir el Cuerpo de tu único Hijo que él
tomó de la Virgen María, que merezca ser incorporado en su cuerpo místico y
contado entre sus miembros. Oh Padre lleno de amor, haz que recibiendo ahora a
tu Hijo en el signo del sacramento, pueda en la eternidad contemplarlo cara a
cara. El cual vive y reina en la unidad del Espiritu Santo por los siglos de
los siglos. Amén.
7.2.3 ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA
Oh Madre de bondad y misericordia,
santa Virgen María, heme aquí pobre e indigno pecador, a ti vengo con todo el
afecto de mi corazón implorando tu piedad. Así como estuviste de pie junto a la
cruz de tu Hijo, también dígnate asistirme, y no sólo a mí, pobre pecador, sino
también a todos los sacerdotes que hoy celebran la Eucaristía en la Santa
Iglesia. Auxiliados por ti, podemos ofrecer al Dios uno y trino la Victima de
su amado Hijo. Amén.
7.2.4 FÓRMULA DE INTENCIÓN
Quiero
celebrar la Misa y consagrar el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo
conforme al rito de la Santa Iglesia Romana, en honor de Dios todopoderoso y de
toda la Iglesia triunfante, para mi propio bien y el de toda la Iglesia
militante por todos aquellos que se encomendaron a mis oraciones, de modo general
y particular, y por la felicidad de la santa Iglesia católica. Amén. Que Dios
todopoderoso y rico en misericordia nos conceda alegría y paz, conversión de
vida, tiempo para la verdadera penitencia gracia y fuerza del Espíritu Santo y
perseverancia en las buenas Obras ama. ;
Amén.
7.3 ACCIÓN
DE GRACIAS DESPUÉS DE LA MISA
7.3.1 ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE
AQUINO
Gracias te doy, Padre santo, Dios
eterno y todopoderoso, porque sin mérito alguno de mi parte, sino por la sola
condescendencia de tu misericordia, te has dignado alimentarme a mí, pecador e
indigno siervo tuyo, con el santo Cuerpo y la preciosa Sangre de tu Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo. Te suplico,
Padre, que esta santa comunión no sea para mi ocasión de castigo sino
intercesión saludable de perdón. Séame armadura de fe, escudo de buena voluntad
y liberación de mis vicios. Extinga en mi la concupiscencia y los malos deseos,
aumente la caridad y la paciencia, la humildad y la obediencia, y todas las
virtudes. Séame firme defensa de todos mis enemigos, visibles e invisibles,
perfecto sosiego de mi espíritu, perfecta unión contigo, Dios uno y verdadero,
prenda y garantía para la vida eterna. Te ruego que tengas por bien llevarme a
mí, pobre pecador, a aquel convite inefable en donde con tu Hijo y el Espíritu
Santo, eres, para tus elegidos, luz verdadera, satisfacción plena, gozo
perdurable, felicidad perfecta y alegría eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén
7.3.2
OFRECIMIENTO PERSONAL.
Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi
entendimiento y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Tú me lo diste; a ti,
Señor, lo devuelvo, todo es tuyo. Dispón de mí según tu voluntad. Dame tu amor
y gracia que esto me basta.
7.3.3.
ORACIÓN PARA PEDIR TODAS LAS GRACIAS
Creo,
Señor, fortalece mi fe; espero, Señor, asegura mi esperanza; amo, Señor,
inflama mi amor; pésame, Señor, aumenta mi arrepentimiento. Te adoro como a
primer principio, te deseo como a último fin, te alabo como a bienhechor
perpetuo, te invoco como a defensor propicio. Dirígeme con tu sabiduría,
contenme con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder.
Te ofrezco
mis pensamientos para pensar en ti, mis palabras, para hablar de ti, mis obras
para obrar conforme a ti, mis trabajos, para padecerlos por ti. Quiero lo que
tú quieres, lo quiero porque lo quieres, lo quiero como lo quieres, lo quiero
en cuanto lo quieres-
Te ruego,
Señor, que alumbres mi entendimiento, abrases mi voluntad, purifiques mi
cuerpo, santifiques mi alma. Llore los pecados pasados, rechace las tentaciones
futuras, corrija las inclinaciones viciosas, cultive las virtudes necesarias.
Concédeme,
buen Dios, amor a ti, celo del prójimo, desprecio del mundo. Procure yo
obedecer a los superiores, atender a los inferiores, favorecer a los amigos,
perdonar a los enemigos. Venza el deleite con la mortificación, la avaricia con
la largueza, la ira con la mansedumbre, la tibieza con el fervor. Hazme
prudente en las determinaciones, vigilante en los peligros, paciente en las
adversidades, humilde en las prosperidades. Haz, Señor, que sea en la oración
atento, en la comida, sobrio, en mi oficio,
diligente, en los propósitos, constante.
Cuide de tener inocencia interior, modestia exterior,
conducta edificante, vida recta. Que me aplique a domar la naturaleza, a
corresponder a la gracia, a guardar tu ley, a merecer la salvación,
aprenda de ti cuan frágil es lo
terreno, cuan grande lo divino, cuán breve lo temporal cuán duradero lo eterno.
Concédeme, que me prepare a la muerte, que tema el juicio, que evite el
infierno, que obtenga el paraíso. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.