Domingo 20 del Tiempo Ordinario B - Iglesia del Hogar: Preparémonos en Familia para que todos puedan acoger con Fruto la Palabra de Dios proclamada en la Misa Dominical
Leamos las Lecturas del Domingo
Reflexionemos los Padres
Reflexionemos con los Hijos
Conexión Eucarística
Vivencia Familiar
Nos habla la Iglesia
Oraciones
Falta un dedo: Celebrarla
lEAMOS Las Lecturas del Domingo
Primera Lectura (Prov 9, 1 -6)
La sabiduría personificada de Dios anhela compartir el "banquete" del conocimiento que hace referencia al camino hacia Dios. ¿Quiénes son los invitados? Se trata de los pobres y de todos aquellos que quieren convertirse y alejarse de sus errores. ¿Acaso nunca te has equivocado? Dios te busca porque quiere ayudarte y darte sabiduría para que encuentres el camino de la verdad.
Segunda Lectura (Ef 5, 15 -20)
El cristiano debería vivir su vida en las dos dimensiones, de un lado la realidad humana y del otro lado la realidad divina. Y esto se vive en el momento actual. Nunca tratemos de vivir solamente un aspecto. Lo maravilloso es que somos humanos e hijos de Dios a la vez.
Evangelio (Jn 6, 51 -58)
Para el evangelista San Juan la carne entregada para la vida del mundo (v. 51) es toda la realidad de Jesús desde la encarnación hasta la muerte en la cruz. Es el camino total del enviado del Padre (v. 57) que se hace pan de vida eterna. ¿Cómo entender eso de comer su carne? ¿Sólo espiritualmente como en el banquete de la sabiduría de la primera lectura? Los oyentes de Jesús se dan cuenta que se trata de algo más. Por eso todo el debate. Los discípulos recién en la última cena entenderán lo que quiere decir Jesús. Luego de su ascensión se reunirán para celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo en el banquete de la eucaristía. Al comulgar, pues, participas en la salvación total y de todos.
Reflexionemos Los Padres
¡Qué reducida y estrecha la comprensión de aquellos que, por ejemplo, van a comulgar porque se lo han ofrecido a Dios en gratitud por algún favor que le han pedido. Es como hacerle un favor al Señor. Y en realidad es Señor que nos hace el favor. Y al unirme a Cristo de una manera tan misteriosa como real, yo me hago parte de su vida, muerte y resurrección. Me uno vivencialmente con su sacrificio que ha realizado una vez para siempre en el calvario y que se renueva en nuestros altares, en nuestras comunidades eucarísticas. Nos involucra en ese mismo momento con la salvación del Señor y esta salvación está destinada para todos. Por eso la comunión es y debe ser a la vez un unirnos con el Señor pero también nos asimila cada vez más al cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia. El cristiano debería tener un anhelo profundo de encontrarse frecuentemente con Él en la eucaristía pero también debería sentir una preocupación profunda por los hermanos y por el mundo que espera nuestro testimonio de amor.
Reflexionemos con los hijos
Cuando los miembros de familia se sientan alrededor de la mesa entonces es para algo más que ingerir alimentos al mismo tiempo. Es algo como una reunión de corazones. Conocemos a todos los que están alrededor de la mesa porque hemos vivido con ellos y hemos compartido con ellos tantas cosas, agradables y desagradables. Así cada uno está a la mesa recordando más o menos vívidamente todo lo que hemos compartido. Por eso comer juntos es tan maravilloso. Es compartir con todos la vida, la unión familiar, el cariño, todo lo que ha pasado hasta el día de hoy y es como una promesa que esta familia seguirá unida.
Cuando comulgamos pasa algo muy similar: no sólo recibimos a Cristo y su gracia, su fuerza para una vida cristiana sino compartimos con Jesús toda su vida, todos los acontecimientos, todo el amor que ha mostrado a los hombres, sus milagros, sus enseñanzas, su muerte, su resurrección y también su gloria del cielo. Compartimos esto con el a señor pero también con todos todos los demás que están participando.
Conexión eucarística
La gran promesa de Jesús es la vida eterna, su misma vida. Jesús vive con el Padre y el Espíritu Santo en eterna unión y esta misma unión quiere compartirla con nosotros al renovar la eucaristía porque tendremos parte en Él al comulgar.
Vivencia familiar
Debería ser una costumbre entrañable muy cultivada en la familia la de preparar la participación en la eucaristía dominical parroquial con la lectura y el comentario de la palabra de Dios que se proclamará en la Santa Misa.
Nos habla la Iglesia
Constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra (Cfr. Mt 28.18), obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre, no sólo despertando el anhelo del siglo futuro, sino alentando, purificando y robusteciendo también con ese deseo aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera propia vida y someter la tierra este fin. Más los dones del Espíritu Santo son diversos: si a unos llama a dar testimonio manifiesto del anhelo de la morada celestial y a mantenerlo vivo en la familia humana, a otros los llama para que se entreguen al servicio temporal de los hombres, y así preparen el material del reino de los cielos. Pero a todos los libera, para que, con la abnegación propia y el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida humana, se proyecten hacia las realidades futuras cuando la propia humanidad se convertirá en oblación acepta a Dios (Cfr. Rm 15.16). El Señor dejó a los suyos prenda de tal esperanza y alimento para el camino en aquel sacramento de la fe en que el que los elementos de la naturaleza, cultivados por el hombre, se convierten en el cuerpo y sangre gloriosos con la cena de la comunión fraterna y la degustación del banquete celestial (Vat. II G. S. 36).
ORACIONES
Oración antes de comulgar
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre y la cooperación del Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo: líbrame por tu santo cuerpo y sangre de todos mis pecados y de todos los males. Haz que cumpla con tus preceptos y no permitas que me separe nunca de ti. Que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén