Exhorta la Virgen María a santa Brígida a que medite mucho la Pasión de su Divino Hijo.
REVELACIÓN 15

Tú, hija mía, le dice la Virgen, has de imprimir en ti por cadena y joyel la Pasión de mi Hijo, como lo hizo san Lorenzo, que cada día la meditaba y decía en su alma: Mi Dios mismo es mi Señor, y yo soy su siervo. Mi Señor Jesucristo fué desnudo, burlado y escarnecido, ¿cómo siendo yo su siervo, tengo de andar vestido pomposamente? Mi Señor Jesucristo fué azotado y clavado en un madero, ¿cómo es justo que, si yo soy verdaderamente su siervo, pase sin dolores y tribulaciones? Movido de semejante pensamiento, cuando lo extendían sobre las brasas y la grasa líquida corría por el fuego, y éste le abrasaba todos sus miembros, alzó los ojos al cielo y dijo: Bendito seáis mi Dios y Criador, mi Señor Jesucristo. Conozco que no he empleado bien los días de mi vida, y que he hecho poco por vuestra honra. Mas porque vuestra misericordia es grandísima, os ruego obréis conmigo según vuestra misericordia. Y pronunciando estas palabras, expiró.

Mira, hija mía, ¡el que tanto amó a mi Hijo, y tales cosas padeció por su honra, todavía se llamaba indigno de alcanzar el cielo! ¿Cómo han de ser dignos los que viven según su voluntad? Por tanto, considera continuamente la Pasión de mi Hijo y de sus santos, que no padecieron sin causa tan grandes tormentos, sino para dar ejemplo a los otros, y para mostrar el rigor con que mi Hijo castiga los pecados, que no quiere quede impune ni aun el más pequeño.