Todo el tiempo de esta vida es como un instante en mi presencia; y así, lo que ahora te digo, siempre estuvo presente en mi entendimiento.
Yo soy un Dios con el Padre y con el Espíritu Santo, trino en personas. No se separa el uno del otro ni se divide, sino que el Padre está en el Hijo y en el Espíritu Santo, y el Hijo está en el Padre y en el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo en ambos. Dios envió su Verbo a la Virgen María por medio del ángel Gabriel; pero el mismo Dios que enviaba a Gabriel, estaba en la Virgen al llegar Gabriel y antes de Gabriel. Y cuando fueron dichas por el ángel las palabras de la salutación: el Verbo se hizo carne en las entrañas de la Virgen.
Este Verbo soy yo, que estoy hablando contigo. El Padre me envió por sí mismo y con el Espíritu Santo a las entrañas de la Virgen, y no por eso los ángeles carecieron de ver a Dios y de su presencia, sino que yo el Hijo, que estuve con el Padre y con el Espíritu Santo en las entrañas de la Virgen, estaba también en el cielo con el Padre y con el Espíritu Santo a vista de los ángeles, gobernando todas las cosas y manteniéndolas, aunque mi Humanidad, que yo sólo tomé, estaba descansando en el vientre de María.
Yo, pues, que en mi divinidad y humanidad soy un solo Dios, no mé desdeño de hablar contigo, para mostrarte mi amor y fortalecer tu fe santa. Y aunque parezca que mi humanidad está junto a ti y habla contigo; con todo, lo cierto es que tu alma y tu conciencia están conmigo y en mí, porque nada me es imposible ni dificultoso en el cielo y la tierra. Soy como un rey poderoso, que al llegar con su ejército a una ciudad, todo lo llena y todo lo ocupa; así mi gracia llena todo tu cuerpo y te fortalece. Yo estoy en ti y fuera de ti, y aunque estoy hablando contigo ahora, también me encuentro al mismo tiempo en la gloria. ¿Qué hay dificultoso para mí, que con mi poder sustento todas las cosas, con mi sabiduría lo dispongo todo, y con mi excelencia lo supero todo? Yo soy un Dios con el Padre y con el Espíritu Santo, sin principio y sin fin, que en la humanidad que tomé por la salud de los hombres, quedando ilesa la divinidad, padecí verdaderamente, resucité y subí a los cielos, y ahora estoy hablando contigo.
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