Un decálogo de la felicidad y uno del amor
Los abuelos, transmisores de la fe
La carta de hace cinco años...
Queridos nietos:
Como todos los abuelos del mundo, nuestro mayor deseo es que seáis felices.
Aquí en el mundo ya se puede vivir la felicidad, que es como una antesala de
la felicidad eterna que os deseamos.
Hemos
pensado qué cosas os podrían ayudar a conseguirla, resumidas en un decálogo
que titulamos Decálogo de la felicidad y la vida limpia, y que a
continuación enumeramos.
1- Buscad la felicidad de los demás antes que la vuestra.
2- La felicidad está dentro de cada uno.
3- La felicidad no la podéis alcanzar solos, tenéis necesidad de Dios y de
su gracia.
4- Si todos los días dedicáis 5 minutos a hablar con Él, la conseguiréis.
5- Vuestro mayor enemigo, el amor propio, siempre lo debéis de tener debajo
de vuestros pies.
6- No paséis ni un solo día sin dar gracias a Dios por todo lo que tenéis,
no os lo merecéis.
7- Todo en vuestra vida os llevará al Cielo si ponéis una intención: amor a
Dios y amor a los demás.
8- Haced, sin que nadie se dé cuenta –sólo Dios te ve– cosas pequeñas, como
dejar colgada y del derecho una prenda de vestir, cerrar la puerta del
armario, sonreír, callarse, no protestar, comer de todo, hacer lo que les
gusta a los demás… Es importantísimo hacer bien el trabajo.
9- Para conseguir estas metas, necesitáis mucha fuerza de voluntad,
ejercitándoos diariamente en detalles pequeños.
10- Para que no se os olvide, os pedimos dos cosas: que no perdáis estos
consejos, y que los leáis de vez en cuando. Los propósitos son vuestros,
ponedlos en manos de la Virgen.
Sus abuelos
Rafael Díaz y Dolores Izquierdo.
Navidad 2001
La carta del año 2006
Queridos nietos:
Hace años que os escribimos una carta en la que os deseábamos a todos una
vida feliz, aquí en este mundo, y para siempre en el Cielo. Os proponíamos,
como ayuda, diez puntos para que intentarais vivirlos, el Decálogo de la
felicidad.
Han pasado los años, y algunos de vosotros empezáis una nueva etapa en
vuestra vida, por caminos diversos, pero con una misma realidad, «que Dios
nos ama, hasta dar la vida por cada uno de nosotros». Hemos pensado ampliar
el Decálogo de la felicidad con otro: el Decálogo del amor, que os ayude a
vivir el amor divino y humano en toda su plenitud. Recibidlo como nuestre
herencia.
- Puede haber diversos caminos de entrega y fidelidad, que a cada uno le
tocará descubrir. Si eliges el matrimonio cristiano como vocación, no
olvides que es un compromiso entre tres, Dios y vosotros dos.
- Formarás una familia; comunión de personas, donde reina el amor gratuito,
desinteresado y generoso; el lugar donde se aprende a amar; el amor
recíproco de los esposos se prolonga en el amor a los hijos; este es el
ámbito en el cual el hombre es amado por sí mismo; es comunidad estable de
amor entre un hombre y una mujer, basada en el matrimonio y abierta a la
vida.
- Tienes el derecho y el deber de transmitir todos los dones y valores
recibidos de Dios, la fe de tus padres, el cariño y el desvelo para darte la
mejor educación; y de la sociedad, la oportunidad favorable que has tenido
para poder formarte profesionalmente. Da gracias a Dios, todo lo has
recibido de Él.
- Vive, en toda su grandeza, el don de la sexualidad; ésta tiene necesidad
de disciplina, de purificación y de madurez, para no perder su dignidad
original y no degradarse en puro sexo, convirtiéndose en mercancía. La regla
del vivir no puede ser la búsqueda egoísta del placer, porque sólo la
renuncia y el sacrificio llevan al verdadero amor.
- La felicidad del otro es más importante que la tuya; piensa más en dar que
en recibir, cambia el yo por el nosotros, estate siempre dispuesto a
perdonar, y te sentirás colmado de alegría.
- La fidelidad, imprescindible, es un continuo sí amoroso y libre a tus
compromisos adquiridos.
- El dolor y el sufrimiento son compañeros de viaje en esta vida. Cuando
Dios lo permite, es siempre para nuestro bien; pide la gracia para llevarlos
con alegría, y abrázate a la cruz.
- En la oración y en los sacramentos encontrarás la fuerza para los momentos
difíciles, y el vigor necesario para ejercer la misión, excelsa y ardua, de
la paternidad y la maternidad.
- Busca a los mayores, ponte a su lado. Gracias a su madura experiencia,
están en condiciones de ofrecerte consejos y enseñanzas preciosas.
- No tengas miedo a la vida, la ayuda de la fuerza divina es mucho más
potente que las dificultades que en ella te encuentres.
Te pedimos dos cosas: lee estos consejos de vez
en cuando; algunos son de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y ponte bajo la
protección de la Virgen, Madre de las Familias y Esperanza nuestra.
Tus abuelos Rafael Díaz y Dolores Izquierdo.
Julio 2006, Encuentro Mundial de las Familias
(A&O 507)