CON UN CORAZÓN HUMANO CONCLUSIÓN: Capítulo 13: LA MADRE DEL DIOS-HECHO-HOMBRE Andrés Tostain, M.S.C.
A imagen y
semejanza de su amor Trinitario, Dios nos ha creado hombre y mujer; a menudo
Él se describe como una madre, una madre que no puede olvidarse de sus
hijos.
Cuando llegó la
plenitud de los tiempos, Dios nos habló en su Hijo; y este Hijo quiso nacer
de una mujer. Su corazón humano fue formado de la carne de María su madre,
formado del “corazón de María por la educación humana, espiritual y
religiosa que de él la recibió".
En esto hay una
maravillosa y gozosa armonía: María fue la que Dios había preparado, a la
que encargó su Palabra-hecha-carne. Fue ella, también, guardando todo en su
corazón, la que enseñó a su hijo a crecer poco a poco en edad y sabiduría
hasta Ilegar a su plena madurez.
AI leer la
versión de la fiesta de las bodas en Caná, nos deleita notar la atenta
solicitud de María hacia la joven pareja agobiada con su problema (“No
tienen vino"). Este hecho no es un hecho aislado de su “humanidad”. Tal
delicadeza de bondad humana tiene
que existir constantemente a Io largo de todos sus años ocultos.
En Caná, también,
como señalan los exégetas modernos, María, la madre humana perfecta, invita
a su hijo a ser como El mismo es. Su tarea humana de formación se había
cumplido. Lo invita a comenzar su misión como Salvador, a traer la Buena
Nueva a los pobres.
Esta Madre muy
“humana”, esta madre que Io formó, que orientó su crecimiento, que se retiró
para dejarle ser, permaneció con él en la Cruz. El Io había deseado as í. La
quería ahí. Y ahí quería darla a todos nosotros. Ella nos ayuda a
“contemplar a quien han atravesado” y “a beber con gozo de las fuentes vivas
de la salvación"; y todo esto unidos con ella.
Fue en el
Cenáculo donde María comenzó a ejercer su maternidad hacia la Iglesia,
implorando para ella el Espíritu, de quien había recibido su propio don de
la maternidad. Su función continuará hasta el día en que el Cuerpo de
Cristo, que es la Iglesia, crezca en sabiduría y gracia hasta llegar a su
plena madurez.
Para seguir a
Cristo, debemos amar con un corazón humano. Debemos estar atentos y ser
sensibles a los pobres y pequeños. Debemos trabajar en la Iglesia,
receptivos a la influencia del Espíritu Santo, para formar cristianos
adultos (dejándoles ser ellos mismos). Somos Ilamados a dar un verdadero
testimonio del Dios que no teme en hablar de sus “sentimientos y actitudes
maternas”. Debemos dar testimonio del Dios que nos hizo hombre y mujer a su
propia imagen y semejanza. No debemos nunca olvidarnos del menor de sus
hijos. Para todo esto, necesitamos ser como el discípulo a quien Jesús
amaba, el que Ilevó a María a su propia casa.
Por este camino
de fe, encontraremos, también, las ciencias humanas actuales que enfatizan
la importancia de Io femenino para la salud y el balance humano.