Maestros
secuestrados:
II. TRES INFLUENCIAS
MORTÍFERAS PARA LA EDUCACIÓN: LOS CONTADORES, LOS PSICÓLOGOS Y LOS PEDAGOGOS
Hace veinte años estos personajes no existían en las escuelas (al menos en
mi escuela) y las cosas iban bastante mejor que ahora. Por lo menos, los
niños aprendían lo que debían aprender y terminaban la tarea en menos de
veinte minutos.
Coincidiendo con la llegada de estas personas (contadores, psicólogos y
pedagogos), el aprendizaje empezó a declinar, así que… supongo que algo
tendrán que ver en el asunto.
LOS
CONTADORES
Analicemos primero a los CONTADORES… ¿cómo ha sido su colaboración para
destruir la excelencia educativa que antaño buscaban muchas instituciones,
entre las que estaba el colegio de mis niños y muchos otros colegios
católicos?
Con
el término “contadores” no me refiero a los profesionistas que estudiaron
Contaduría en la Universidad y que llevan los estados financieros en las
empresas. No, no me refiero a ellos. Me refiero a otro tipo de “contadores”,
esos siniestros personajes que se dedican a contar las cosas, cualquier
cosa: dinero, alumnos, escuelas, canchas de fútbol, computadoras… lo que
sea… y concluyen invariablemente, con sus cuentas, que siempre es mejor el
que tiene más (de lo que sea).
La
influencia de los contadores fue terrible, pues… haciendo sus números…
convencieron a los grandes educadores de que, para demostrarle al mundo que
ellos eran “los mejores educadores” tenían que tener más escuelas, con más
alumnos, más canchas de fútbol, más computadoras y, por supuesto, más
utilidades financieras (números grandes en todo).
Nuestros queridos y sabios educadores católicos, sacerdotes y religiosas
pertenecientes a afamadas congregaciones con una tradición educativa de
siglos, se dejaron persuadir… ilusionados en un principio con llevar a más y
más almas al contacto con la fe católica a través de sus muchos colegios.
Después la persuasión creció más… al ver también los grandes números
financieros que les acarrearía la multiplicación de sus locales educativos
por todo lo largo y ancho del mundo.
¿Qué sucedió? Lo que tenía que suceder: empezaron a abrir colegios como si
de franquicias de McDonald’s se tratara. El problema, claro, fue que no es
lo mismo aprender a hacer hamburguesas que aprender a educar a un niño.
Es
humanamente imposible que 200 sacerdotes (por más sabios y santos que sean)
puedan supervisar y controlar lo que sucede en 8000 colegios y 50
universidades.
Pero… orgullosos y embelesados con los grandes números (que podemos ver
publicados en todos sus folletos) muy pronto dejaron que prevaleciera la
cantidad sobre la calidad. Olvidaron su carisma educativo que decía que sus
escuelas fueron fundadas para formar niños sabios y santos, verdaderos
hombres cristianos, amantes del saber, buscadores de la verdad, capaces de
transformar la cultura, pues… al tener que contratar maestros de todo tipo,
sin mayor selección, para poder “medio-atender” a los cientos de miles de
alumnos, muy pronto limitaron su acción educadora a cumplir con el mínimo
requerido por las leyes educativas de cada país y en “sacar horneadas de
alumnos” cada año, que supieran más o menos lo indispensable para sobrevivir
en la Universidad.
Y
digo “más o menos”, porque ni siquiera eso se está consiguiendo. Las
Universidades, al estar recibiendo alumnos pésimamente preparados, han
tenido que inventarse una materia “cero”, en la que les intentan enseñar a
los alumnos las bases matemáticas indispensables que debieron aprender en
primero de secundaria.
La
escuela católica, gracias a los “contadores”, ya no se preocupa de cumplir
con su misión de formar hombres con sed por conocer la Verdad y alcanzar la
Sabiduría. Se ha convertido en una fábrica de niños “capacitados” y
“competentes” para insertarse en una sociedad pragmática en la cual se busca
el éxito fácil y sobre todo el utilitarismo económico.
El
ideal de la escuela católica para sus egresados, ya no es el caballero
cristiano, honrado, trabajador, estudioso, sabio y santo, sino simplemente
un homo faber, industrioso, productivo, eficiente y consumidor.
Pero la labor de los contadores no sólo quedó en contar el número de
escuelas y canchas de futbol, sino que también decidieron contar, en cada
escuela, el número de “placas de bronce” que tenían colgadas en el muro de
entrada al plantel. Me refiero a las múltiples certificaciones nacionales e
internacionales que están de moda y que debe tener (según el criterio de los
contadores) cualquier escuela de prestigio. Con la inclusión de las escuelas
en las certificaciones, se les obligó a asumir un modelo educativo “moderno”
que tiene un bajísimo nivel académico. Más adelante hablaré de él.
Señores contadores: con sus conteos y sus folletos publicitarios llenos de
grandes números y elegantes certificaciones, han deformado los verdaderos
objetivos de la educación. Si mis hijos no saben ahora cómo resolver sus
tareas, en muy buena parte se los debo a ustedes.
LOS
PSICÓLOGOS
Pasemos a los segundos implicados, terribles y dañinos implicados en el
deterioro escolar: LOS PSICÓLOGOS
¿Qué tienen que ver los psicólogos con el deterioro de la enseñanza? Mucho.
En
primer lugar, no sé bien porqué los metieron en las escuelas. Hacían mucho
menos daño antes, cuando estaban fuera, en sus consultorios, encargados
solamente de los exámenes de admisión (que me parecen muy bien) en la época
de inscripciones. Y sólo les llegaban, en medio del año, los casos de
alumnos problema. Cuando así era, le hacían daño sólo a los alumnos
problema, que ya eran de por sí un problema, así que su labor no hacía mayor
mella en la institución educativa.
Pero ahora… la moda dicta que hay que tener un psicólogo de planta en la
escuela. Y los pobres psicólogos, para justificar su puesto y su sueldo, se
sienten comprometidos a encontrar un niño problema en cada uno de los
alumnos.
Si
ven a un niño tímido… seguramente fue un niño no deseado por su madre en el
embarazo.
Si
ven a un niño violento… seguramente es porque su padre es alcohólico y abusa
de él.
Si
ven a un niño flojo… con toda seguridad es que su madre no le presta
atención.
Si
ven a un niño soñador y pensativo… seguro tiene ADHD… hay que medicarlo.
Si
ven a un niño inquieto y activo… quiere llamar la atención de sus
compañeros
Si
ven a un niño solitario… es porque se siente rechazado.
Si
ven a un niño que obtiene puro sobresaliente… seguro es porque lo presionan
demasiado en su casa.
Si
el niño reprueba varias asignaturas, es porque está pasando por un momento
de tensión familiar.
Si
no sabe escribir, tiene dislexia. Si hace los números al revés, tiene
dislalia; si no saber sumar, discalculia. Si no quiere correr, seguro tiene
distrofia.
Si
come rápido su almuerzo a la hora del recreo, es porque sufre de ansiedad.
Si no se lo come… seguro tiene anorexia.
De
esa manera, todos los alumnos (absolutamente todos) necesitan tratamientos y
terapias, que le aseguran al psicólogo su puesto, su sueldo y además un
futuro lleno de bonanza por las terapias extra escolares que imparte… por
periodos interminables… a los niños y, por supuesto, a los familiares de los
niños.
Ahí
está el problema con los psicólogos: ven como enfermedades los defectos,
errores y pecados y con eso quitan toda la responsabilidad al alumno. Los
maestros ya no pueden regañarlos, llamarles la atención o castigarlos, pues
eso sería tan ridículo como castigar a alguien porque le dio varicela.
El
resultado de la invasión de psicólogos en las escuelas… niños ingobernables,
violencia en las aulas, faltas de respeto a la autoridad… pues está
prohibido prohibir, está prohibido regañar… está prohibido castigar… ya que
todos los niños, dicen los psicólogos, están psicológicamente enfermos.
Pero no son culpables los psicólogos, como individuos, sino la Psicología en
sí misma. La única culpa de los psicólogos es haber estudiado una carrera
dedicada a una pseudociencia que está mal fundamentada desde sus mismos
orígenes.
Escojan la teoría psicológica que más les guste: Freud, Jung, Adler, Fromm o
el mismo Frankl… el que quieran. No hay una sola corriente psicológica que
contemple al hombre como lo que es: un ser creado por Dios, dotado de cuerpo
y alma, con una naturaleza herida por el pecado, que habiendo sido redimido
por Cristo, está llamado a alcanzar la vida eterna con la ayuda de la
gracia.
Todas las corrientes psicológicas contemplan sólo al hombre terrestre (en
sentido horizontal) y pretenden sólo guiarlo a una felicidad terrena,
olvidando la eternidad. Con eso yerran absolutamente el camino, pues
eliminan de sus terapias el valor del sufrimiento, del esfuerzo, de la
entrega, del olvido de sí mismo y encaminan a sus pacientes por un camino de
egoísmo… en el cual los obligan a mirarse sólo a sí mismos y a su bienestar
personal . Un camino que va exactamente en sentido contrario al que nos ha
enseñado Jesucristo para alcanzar la felicidad eterna: “El que quiera venir
en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga”
El
psicólogo trata de quitarle todas las cruces al niño y lo hace pensar
primero en sí mismo y sólo en sí mismo. Olvidándose de Dios, pretenden tomar
su lugar. Es imposible que puedan orientar al alma humana yendo en contra de
las recomendaciones de su Creador.
Pero bueno… el asunto es que los psicólogos llegaron a las escuelas y parece
ser que llegaron para quedarse, así que no nos queda otro remedio a las
mamás, más que enseñar a nuestros hijos la responsabilidad de sus actos, de
sus logros y yerros, y conseguir que nos crean, aunque en la escuela les
digan constantemente que no son ellos los responsables, sino “el ambiente
tan difícil que les ha tocado vivir”.
LOS
PEDAGOGOS
Pasemos al tercer grupo enemigo de la educación católica, el más nocivo de
todos: Los PEDAGOGOS.
¿Por qué son tan malos?
En
primer lugar, porque para que tenga razón de existir un pedagogo,
forzosamente debe existir un mal maestro. Para justificar su existencia, no
les ha quedado otro remedio más que pregonar a los cuatro vientos que todos
los maestros son malos, que ningún maestro sabe enseñar, que los maestros
son seres obtusos, impositivos y pasados de moda.
Su
extensa labor de desacreditación del magisterio y de todas las técnicas
tradicionales de enseñanza ha surtido efecto (un efecto abrumador) y han
terminado desterrando de las aulas a los mejores maestros, ésos que sí
enseñaban a los alumnos y han ocupado sus puestos, conociendo mucho del
“desarrollo evolutivo del niño” y sin saber nada, absolutamente nada, de las
materias que deben enseñar.
Con
los maestros “obtusos, tradicionales, impositivos y pasados de moda”, mis
hijos (los seis mayores) aprendieron a contar a los tres años; a leer y
escribir a los cuatro; a sumar y restar a los cinco; y a deletrear palabras
complejas en inglés, a los seis. Además, claro, de saber, desde los tres
años, los días de la semana, los meses del año, las estaciones, las partes
del cuerpo, la lectura de las manecillas del reloj y las principales figuras
geométricas.
El
paso a la Primaria era sencillísimo, pues los niños llevaban ya tres largos
años de haber dominado la lectura y estaban plenamente capacitados para
poder leer, comprender y asimilar pequeñas historias que narraban la forma
de vida del hombre prehistórico, la vida de los animales y las plantas, las
divisiones del reino animal y vegetal, las partes del cuerpo humano, las
señales de tránsito, las reglas de urbanidad y… muchas cosas más, que
aparecían en esos “arcaicos” planes de estudio.
Llevando ya dos años de haber aprendido a sumar y restar, los niños en
primero de primaria, antes de cumplir los siete años, eran capaces de hacer
largos y rápidos cálculos mentales, de diez o quince operaciones en serie y
se encontraban capacitados para aprender los fundamentos de la
multiplicación.
Con
la llegada de los pedagogos y sus “modernas” técnicas de enseñanza, basadas
en el “desarrollo evolutivo del niño”… mi hijo de diez años (cuarto de
primaria) apenas está empezando a dominar las tablas de multiplicar, lee
trastabillando, sin puntuación ni entonación alguna; escribe con una letra
terrible, sin respetar márgenes ni renglones y sin poner mayúsculas, acentos
ni puntos. Por supuesto, tiene una noción bastante borrosa de cómo vivía el
hombre primitivo y no tiene ni la mas remota idea de las divisiones del
reino animal y vegetal (al parecer, los pedagogos eliminaron esos temas
“difíciles” en los nuevos programas educativos). Lo más triste del asunto es
que mi niño tiene muy buenas calificaciones… ¿cómo es esto posible? ¿en qué
piensa la maestra cuando imprime en el cuaderno de mi hijo un sello de tinta
que dice “¡ERES UN CAMPEÓN!” sobre una plana plagada de tachones y faltas de
ortografía?
Es
totalmente frustrante esa falta de exigencia en la forma de calificar, pues
nos quitan todas las armas a los padres que queremos que nuestro hijo haga
las cosas bien hechas.
Me
ha sucedido cientos de veces que les he dicho:
–
Vuelve a hacerlo. Si entregas eso tan mal hecho te van a poner un Cero
grande y redondo!
–
No… ma’ … ¿cómo crees? ¡La maestra no se fija en eso!
Y…
tristemente siempre han tenido razón. Al día siguiente llegan con su sello
de “¡MUY BIEN HECHO!” sobre la tarea a la que yo le hubiera puesto cero y
hubiera obligado a repetir.
Más
adelante hablaré de los nefastos “sistemas modernos de evaluación”. Ahora no
me detendré en ellos.
LA
PEDAGOGÍA NO TIENE LA CULPA
Aquí, la culpable del deterioro en la enseñanza no es la Pedagogía en sí
(por lo que realmente es), sino los que se han autonombrado “pedagogos” por
haber estudiado, durante cuatro años, las teorías de algunos que se
adueñaron de la palabra “pedagogía”.
La
Pedagogía, como tal, no es nada moderno.
Existe… exactamente desde que el mundo es mundo. Dios mismo, el Creador de
todo el Universo, es un magnífico pedagogo y lo podemos ver en las etapas
que fue siguiendo en la Revelación. Jesucristo fue un magnífico pedagogo,
por eso nos enseñaba en parábolas. San Pablo, otro pedagogo extraordinario…
sabía que existen almas que pueden asimilar filetes y otras a las que hay
que darles papillas. San Benito y su Regla, absolutamente pedagógica; San
Juan Ma. Vianney… todas sus homilías son 100% pedagógicas; San Juan Bosco,
San Alberto Hurtado, San Marcelino Champagnat, San Juan Bautista de La
Salle… todos ellos sabían de Pedagogía, aplicaban la Pedagogía, sin haber
leído jamás (gracias a Dios) ni a Piaget, ni a Dewey, ni a Sneill, ni a
Marcuse, ni a ningún otro de la misma tribu.
En
1997 tuve que estudiar, siendo actuario matemático de profesión, un curso de
posgrado en Pedagogía. Recuerdo que en cada clase me asombraba de la
cantidad de terminajos extraños que usaban los pedagogos para nombrar las
cosas más sencillas: “constructo”, “taxonomía”, “proceso metacognitivo” y
otras cosas por el estilo… un lenguaje claramente complicado y
antipedagógico.
Mientras tomaba mis clases, tratando de asimilar y recordar esos terminajos
tan extraños, llegué a la conclusión de que ese lenguaje tan rebuscado lo
utilizaban los pedagogos sólo para justificar un poco la existencia de su
carrera, pues… después de largas explicaciones de los constructos,
taxonomías, contenidos actitudinales y currículums estandarizados… llegaban
a conclusiones demasiado obvias, a las que puede llegar cualquiera que no
haya estudiado absolutamente nada: tales como que hay que planear, poner un
objetivo concreto a la clase, dar el contenido, hacer ejercicios y luego
evaluar.
Vamos… ¡que eso se ha hecho siempre en las escuelas! Y no necesitaba ningún
maestro haber leído a Bloom ni a Gagné.
En
aquél entonces (hace 13 años), yo tenía hijos de 6 meses, de 2 años, de
cuatro, de siete, de once… y varios más.
Aún
recuerdo el asombro que sentí al leer “el desarrollo evolutivo del niño”
según Piaget.
Enterándome que el Sr. Piaget sacó sus conclusiones habiendo observado a sus
propios hijos, no me quedó la menor duda de que los hijos de Piaget tenían
un serio retraso mental. Los niños normales son capaces de hacer las cosas y
entender los conceptos muchísimo antes (3 o 4 años antes) de lo que dicen
las teorías de Piaget.
Lo
comenté con mis maestros… explicándoles que yo veía diariamente con mis
niños una evolución de la inteligencia y de las capacidades cognitivas mucho
más avanzada en cada edad de lo que afirmaba Piaget. Como estábamos en el
curso muchos Directores de escuela, les supliqué que no basaran los
programas de estudio de los colegios en las conclusiones piagetianas pues
iban a desperdiciar las capacidades del niño, pero… no conseguí
convencerlos.
Una
compañera del curso comentó en voz alta:
–
Tus hijos, Lucrecia, tampoco pueden servir como parámetro, pues son
demasiado listos.
Mmmmhh… eso es falso. Mis hijos son listos, muy listos, pero no “demasiado”
listos. ¿existe, acaso, algún niño que sea “demasiado” listo? Sin embargo,
ese comentario bastó para que cualquier aportación posterior de mi parte en
el curso, perdiera toda autoridad y credibilidad.
En
fin… las conclusiones pedagógicas de Piaget (que no era pedagogo, sino
psicólogo) se aplicaron en los “modernos programas educativos” y claro…
ahora tenemos niños que salen de la Primaria mal sabiendo leer y apenas
sabiendo escribir y contar…
Se
les trata como idiotas desde pequeños (gracias a Piaget y a otros que están
detrás de él), no se les enseña nada que signifique un reto para ellos, se
aburren y… como consecuencia directa, pierden el interés por aprender. Una
hermosa obra la de los pedagogos… para destruir la educación en las
escuelas.
DE
PEDAGOGOS, PEDAGOGOS Y PEDAGOGOS
El
problema no se queda en las teorías mal llamadas “pedagógicas” que se han
aplicado a los programas escolares. El problema de fondo también está en
quiénes son los cerebros que están aplicando estas teorías en las escuelas.
Para visualizar la magnitud del problema, debemos distinguir tres clases de
pedagogos:
La
primera son los pedagogos de verdad, los maestros ejemplares que ya hemos
nombrado antes: San Juan Bosco, San Alberto Hurtado, San Marcelino
Champagnat, San Juan B. de La Salle y muchos más, expertos en pedagogía
desde hace varios siglos.
La
segunda clase la componen los “pedagogos” que son los creadores
intelectuales de todo este mamotreto con fondo marxista de lenguaje
rebuscado y que pretenden adueñarse de las mentes de los niños para sus
fines políticos y económicos.
El
tercer grupo son los jóvenes que, inocentemente, han estudiado pedagogía en
la Universidad, sin tener idea de qué es lo que realmente están estudiando.
Ellos también significan un severísimo problema.
¿Quién es el que entra a la Universidad a estudiar la carrera de Pedagogía?
¿El
alumno más brillante de la clase? ¿El alumno que ama las Matemáticas, la
Física, la Química y todo el conocimiento científico? ¿El alumno que ama la
lectura, el estudio, la cultura, el lenguaje, la música, las artes y la
historia?
No,
tristemente no. Los alumnos más destacados intelectualmente, los amantes del
estudio y del esfuerzo, eligen por lo general otras carreras: Matemáticas,
Ingeniería, Química, Biología, Economía, Filosofía o Medicina (y algunas
más, de corte científico o humanista que hoy se llaman con nombres diversos)
Tampoco son los más creativos los que estudian Pedagogía, pues ésos optan
por Comunicación, Diseño o Arquitectura.
El
alumno “tipo” que opta por la carrera de Pedagogía (no niego que pueden
existir honrosas excepciones) es el alumno “buena gente” que desde pequeño
decidió que no le gustaban las matemáticas, que nunca las entendió ni les
encontró aplicación alguna; es el alumno que jamás le halló mucho sentido a
la gramática ni a la ortografía, para quien el estudio de la Historia le
parecía algo aburrido; es el alumno que nunca adquirió gran gusto por la
lectura, al que no le gustaba demasiado estudiar y mucho menos memorizar. Es
el alumno que siempre justificó sus malas notas diciendo “Es que el maestro
no sabe enseñar”.
En
los años de 1984-1985 me pidieron que impartiera la cátedra de Estadística a
los alumnos de 5º semestre de Pedagogía en una Universidad, carrera que en
ese entonces, se llamaba “Ciencias de la Educación”. Mis alumnos eran tres
chicos religiosos consagrados (no sacerdotes) y 19 chicas. Los chicos eran
bastante dóciles, no es que mostraran demasiado interés por la materia, pero
al menos tomaban apuntes y cumplían con sus deberes. Estaban ahí por
obediencia a sus superiores, que los querían preparar para dirigir alguna
escuela en el futuro. Las chicas… no dejaban de quejarse continuamente,
haciendo imposible la enseñanza:
–
¿Para que nos va a servir esto?
–
¡No entiendo la fórmula! ¡Está muy difícil!
–
¿Por qué nos exiges tanto si no nos gustan las matemáticas?
–
¡No nos dejes tarea, tenemos una fiesta!
–
¿Me lo explicas otra vez… con manzanitas?
–
¿Podemos sacar el formulario?
Los
contenidos “tan difíciles” que yo intentaba enseñarles, eran solamente el
cálculo de la media, la moda y la varianza, pero… como estaban profundamente
convencidas de que “odiaban las matemáticas” y “odiaban el estudio y la
memorización”, al igual que “odiaban las tareas” fue un curso poco
fructífero. Tres de ellas reprobaron el examen final y luego convencieron a
la directora de la carrera que las aprobara (sin mi consentimiento) “porque
no era una materia tan importante para sus intereses pedagógicos”.
Salí despavorida de esa escuela
Ahora… estos alumnos mediocres que seleccionaron la carrera de Pedagogía
justamente porque odiaban las matemáticas, la lectura, el estudio y la
memorización, tienen en sus manos el mundo de la educación. Un panorama que
da terror, por supuesto.
¿EN
QUÉ CONSISTE EL NUEVO SISTEMA EDUCATIVO?
El
“nuevo” sistema educativo (que no es tan nuevo… pues fue ideado a finales
del siglo XIX y principios del XX) ha tomado ideas de varias corrientes,
principalmente del Constructivismo, que enseña que el niño debe conocer la
verdad por sí mismo y que el maestro no debe imponer sus ideas sino que sólo
debe ser un mediador entre el saber y el niño.
Utilizan en su mercadotecnia algunos slogans, sobre los que luego volveré y
que ahora enlisto someramente:
-
Un sistema basado en el desarrollo de competencias
-
El maestro es sólo un guía y no un dictador
-
No hay exámenes ni calificaciones
-
Las evaluaciones son colegiadas
-
El niño descubre el saber por sí mismo
-
Aprende a aprender en ambientes acogedores y estimulantes
-
Un currículum estandarizado y certificado a nivel internacional
-
El aprendizaje no se confunde con la memorización
No
me entretendré demasiado en esto, pues cualquiera puede conocer en qué
consiste el nuevo sistema dando un click en las páginas publicitarias de los
colegios (de casi cualquier colegio en el mundo), en donde diga “Sistema
basado en el desarrollo de competencias”
Por
ahora, sólo haré hincapié en los principales slogans que han usado los
modernos pedagogos para infiltrar su ideología (que, como veremos más
adelante, procede del marxismo y la masonería) en las escuelas católicas y
en el mundo de la educación en general.
Continúa con el siguiente capítulo:
III. LOS FALACES SLOGANS DE LA PEDAGOGÍA MODERNA
Para consultar los demás capítulos:
I.
DE CUANDO LOS NIÑOS APRENDÍAN EN LA ESCUELA
II.TRES INFLUENCIAS MORTÍFERAS PARA LA EDUCACIÓN: LOS CONTADORES, LOS
PSICÓLOGOS Y LOS PEDAGOGOS
III. LOS FALACES SLOGANS DE LA PEDAGOGÍA MODERNA
IV.
IDEOLOGÍAS MARXISTAS DETRÁS DE LA PEDAGOGÍA Y CONCLUSIÓN