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De temporibus novissimis - De los Últimos Tiempos (José de Acosta):  Primer Libro

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Index de Materia y de Citas Bíblicas
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José de Acosta de ls Sociedad de Jesús

 

Primer Libro

Las Sagradas Escrituras transmiten que el día del juicio se está acercando.
Capítulo I
Varios de los Santos Padres han opinado que el fin del mundo ya había llegado. ¿Cómo ha de entenderse esta sentencia?
Capítulo II.
Contra la temeridad de aquellos que tienen la audacia de predecir el año o el tiempo fijo del juicio.
Capítulo III.
Los daños que resultan cuando uno puntualiza la inminencia del juicio.
Capítulo IV
Cuál es la razón que las Sagradas Escrituras dicen que la venida del Señor está realmente cerca y, sin embargo, hay que esperarla con paciencia?
Capítulo V.
Los días del juicio son cercanos para cada uno porque el día de la muerte no está muy distante.
Capítulo VI
Cada uno ha de meditar que es inminente el día del juicio.
Capítulo VII
Las razones por las cuales Dios, además del juicio particular de los individuos, fija también el juicio universal de todos.
Capítulo VIII
Cómo ha de entenderse la expresión que no pasará esta generación sin que todo esto suceda.
Capítulo IX
Es de suma utilidad tratar la historia de los últimos tiempos.
Capítulo X
La regla más necesaria para que se pueda entender las Sagradas Escrituras.
Capítulo XI.
La finalidad del discurso del Señor en el monte de los olivos es predecir fin del mundo entero más que la destrucción de una ciudad.
Capítulo XII
También en los demás textos de la Escritura muchas veces se predicen propiamente los eventos de los últimos tiempos.
Capítulo XIII.
El sumario del sermón pronunciado en el monte de los olivos: cuatro signos que durante un largo espacio de tiempo precederán la consumación del siglo.
Capítulo XIIII.
Cómo describe el Salvador los signos de la consumación del siglo que sufrirá el mundo mucho antes de su destrucción.
Capítulo XV.
Entre todos los signos el más seguro consiste en el hecho cuando se ha completado la predicación del evangelio en el mundo entero.
Capítulo XVI
La promulgación del evangelio no ha llegado aún a todas las naciones.
Capítulo XVII.
¿Se puede saber cuándo el evangelio habrá sido anunciado a todos para que venga el fin?
Capitulo XVIII

 

 

Primer Libro

 

Las Sagradas Escrituras transmiten que el día del juicio se está acercando.

Capítulo I

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 407La entera Escritura Divina nos amonesta que el día del juicio final es inminente. El príncipe de los apóstoles dice: Se acerca el fin de todas estas cosas[1]. Lo mismo Santiago: Sed pacientes y afirmad vuestro corazón, porque la venida del Señor está cerca[2].  También Pablo[3]  recuerda que el final de los siglos ha venido. Juan[4] (1 Jn 8) no afirma solamente igual como el coro de los apóstoles que el  día se acerca sino quiere que  se trata de la última hora.  ¿Qué enseña el mismo Cristo, el Señor? ¿Acaso no enseña prominentemente que ha llegado la última  generación  con las siguientes palabras: En verdad os digo, no pasará esta generación hasta que todo suceda[5] y aquello del juicio final no sólo ha de entenderse de la destrucción de Jerusalén como lo indica [p. 408]  la célebre exposición de los Padres y patentemente  el mismo contexto del evangelio? Y no son los testimonios apostólicos y evangélicos solamente sino también los oráculos proféticos que denuncian la celeridad de aquel día. PuesDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 408 Sofonías clama así: Cerca está el gran día del Señor, cerca está y es muy veloz[6]. Joel casi de la misma época transmite una profecía[7]  que interpreta Pedro respecto al descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles y como signo de la última venida del Señor[8]. Ezequiel lo anuncia como si estuviera presente: Viene el fin, viene el fin sobre las cuatro plagas de la tierra’[9], También Isaías nos amonesta que demos alaridos como suelen hacer los acongojados por un repentino desastre porque está cerca el día del Señor, cruel y atiborrado de indignación. Además hay innumerables argumentos por medio de los cuales el Espíritu Santo nos anima a que esperemos aquel día en un futuro muy cercano. Aunque frecuentemente la Escritura hable de las cosas propias del pueblo de Israel o trate de la ruina de algunas naciones paganas, con todo, frecuentemente también designa  este día  como último para todo mortal.   Indudablemente quiere significar las dos cosas a la vez. Es más, se trata de ponernos ante los ojos  el día supremo de toda creatura. Aunque lo haya excluido al presente, sin embargo,  pensemos con mayor avidez acerca de la eternidad. De manera que cuando se pregunta: ¿Cuándo es el fin futuro de este mundo? El cristiano puede responder con absoluta seguridad y con toda verdad: Muy pronto.

 

 

Varios de los Santos Padres han opinado que el fin del mundo ya había llegado. ¿Cómo ha de entenderse esta sentencia?

Capítulo II.

 

No hay que admirarse si varios de los Santos Padres movidos  y provocados, tanto por el hecho de tanta celeridad divina, cuanto  por la magna demostración de los siglos predichos por el Señor, con todo, ellos han creído en su época que el fin del mundo estaba tan cercano que se aprestaron como si pudieran contemplar ese espectáculo futuro ya realizado.  Por ejemplo, el beato Gregorio, admirable como solo él contemplativo y predicador del severo juicio, cuando sopesaba con cuidado [p. 409] las variadas calamidades de su época, la peste, digo, hambrunas, sediciones, guerras cruentas, la ruina del imperio romano,De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 407 grandes terremotos y otras cosas horribles, no dudó en anunciar  frecuentemente no tanto que el fin estaba cerca sino que realmente ya se daba el fin del mundo[10]. ¿Qué dijo Ambrosio? Escúchalo como expone elegantemente: No hay nada más grande que las palabras celestiales y de las cuales somos testigos, a los que encuentra el fin del mundo. ¡Cuántas guerras y tantos rumores que recibimos respecto a las guerras! Los hunos se levantaron contra los alanos, los alanos contra los godos, y los godos contra los taifalos y los sármatas. ¡Cuánta hambre de todos! ¡Peste de animales y de hombres![11] Y lo demás que sigue.

Los supera  Hilario quien afirma, al haber experimentado bajo Constancio la rabia de loa arrianos y su furor contra la Iglesia católica, que esta tribulación  es aquella de la cual se ha predicho que habría ninguna mayor en el futuro. Es por eso que  sin duda el último día estará cercano[12]. En su tratado contra los arrianos y contra Augentius escribe de la siguiente manera: Expondré brevemente a lo que se refiere esto y lo cual ya no se puede ignorar más. De acuerdo al beneplácito completo  de Dios se han acortado los tiempos. Se enseña en los libros celestiales que no están limitados (circunscriptos) y que es necesario que en esta nuestra época se nos viene el Anticristo[13].

De manera similar escribió también el santísimo mártir Cipriano hace más de mil doscientos años de la manera siguiente: ‘Debéis saber y aceptar y mantener con certeza que está por comenzar el día de la opresión. Se acerca el fin del mundo y el tiempo del Anticristo de manera  que todos estemos preparados para la lucha.  Ni creamos que las cosas sucedan a la manera como fueron las del pasado[14].

De la misma manera, si alguien mira de cerca, hablan los demás Padres[15]. Además San Vicencio  Valentino, un gran apóstol de su siglo, también  advertido por una divina revelación y gozando de  autoridad (p. 410) pontificia afirma que, la edad siguiente,  para el orbe aterrado ya se ha cumplido la rauda  llegada del juicio divino[16]

Tomando en peso estas advertencias de los padres y mirando simultáneamente el transcurso del mundo después de tanto tiempo, uno puede pensarDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 410 humanamente que habían sido defraudados. Sin embargo, no es injuria para aquellos hombres, si pensamos que les ha estado oculto lo que también lo ha sido para los apóstoles y hasta a los mismos ángeles. Dios quiso que siguiera velado. Por eso no hay que pensar que ellos han emitido una doctrina precipitada de lo que no sabían[17]. ¿Qué entonces? Ellos predicaban que estaba por venir el día del juicio de la manera como lo leyeron en las Escrituras. Así se preparaban y así instruyeron  a los pueblos a ellos confiados para que mirasen como que iban a perecer pronto todas las cosas caducas, para que dieran de nuevo importancia  a Dios y a la vida, que desprecien estas cosas vanas, que aspiren a conseguir las eternas, que custodien integras la fe y las costumbres; en fin que vivan sobria, justa y piadosamente esperando la alegre esperanza y la llegada de la gloria del gran Dios[18].

No se puede ofrecer predicación más saludable ni más verdadera. Para expresarlo de manera metódica,  esta doctrina concreta de un pronto juicio futuro, si a partir de conjeturas humanas surgiese algo de sospecha de que verdaderamente ya se está acercando el fin del mundo, ciertamente hay que atribuirla a los padres. Pero no se les puede argüir de falsedad. Ellos no han definido ni el día, ni el año, ni siquiera el siglo. De ninguna manera hablaron como de algo manifiesto y cierto  a priori respecto a la venida del Señor como si fuera por venir el juez del mundo. Sin embargo, en cuanto  se refiere a la corrección de costumbres estaban muy en serio diciendo que no quedaba mucho tiempo que venga el Señor. En lo que se refiere a la observación de los signos ellos, imbuidos de cierto piadoso temor, sospechaban que habría un pronto fin del mundo. Es verdad como en un arcano han suspendido en su doctrina toda definición segura respecto a los tiempos. [pg. 411]

 

 

Contra la temeridad de aquellos que tienen la audacia de predecir el año o el tiempo fijo del juicio.

Capítulo III.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 411Los que van más allá para fijar el día o el año o también el siglo cuando el mundo perecerá, intentan enseñar lo que en el fondo se ignora[19]. Es que observamos que aquellos que hasta el día de hoy han osado pronunciarse sobre el tema, han sido ampliamente engañados.  Por tanto no hay que dudar que también estos que en el futuro querrán ofrecer un cálculo, engañan y serán engañados. Es que profetizan a partir de  sus sentimientos y no ven nada. Agustín afirma que algunos, después de Cristo nacido, han afirmado que quedan  cuatrocientos años, otros dicen quinientos, otro mil. Se burla hermosamente de la audacia de todos ellos. Jerónimo, en cambio,  arguye contra el error de Judas, un escritor eclesiástico, que había dicho que la venida del anticristo acontecería durante su época. Algunos hebreos, a partir de no sé qué razones realmente frívolas, afirman que  la duración del mundo seria de  seis mil años desde su comienzo hasta el final[20]. Con esta doctrina están de acuerdo  Lactancio[21], Ireneo[22] y algunos más de los nuestros.

Veamos. El jefe de las Beguinas y de los Begardos, Pedro de Juan, entre otros de sus pestilentes errores anota  también aquel que ha afirmado que terminaría en el año milésimo tricentésimo trigésimo quinto el reino del anticristo. Quizás fue engañado por el cálculo de los días  por Daniel (mil trescientos treinta y cinco) aceptando un año por día  para imitar a Ezequiel. Otro profeta ciertamente no inferior extiende de manera similar el tiempo de anticristo hasta el año mil trescientos cuarenta. En aquel año, en el día mismo de Pentecostés, los  discípulos del anticristo aparecerían al mundo[23]. [pg. 412]

 Tampoco faltan en nuestra época quienes, utilizando cualquier cálculo, asignan elDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 412 último día  en el año 60 de 1600[24]. Otros lo colocan antes, otros vaticinan el futuro juicio como un poco más tarde[25]. ¿Quién aquí, si tiene interés y puede entretenerse, no refunfuñará ante la ciencia arrogante de ellos o, más bien,  quién no se reirá?

Cristo, a quien los apóstoles interrogaron sobre este punto pensaba que era necesario frenar esa curiosidad y dijo: No les es dado conocer los tiempos o los momentos que el Padre guarda en su potestad[26]. Con estas palabras, como dice egregiamente Agustín, dio solución a todos los números de los que calculan y les ordenó de acabar con ello.[27] ¿Y cómo es posible que continúen queriendo enseñar lo que a los apóstoles estaba vedado aprender? No tienen presente con cuánta autoridad fue pronunciado de parte del Señor esta frase: Del día aquel nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el hijo sino solo el Padre[28]. ¿Qué mayor soberbia o insania puede haber que aquella de querer prometer  a los hombres lo que hasta a los supremos ángeles ignoran,  presentando como cierto o resuelto lo que ni por todo el dinero del mundo es alcanzable?

Mejor escuchemos al sabio que  exhorta de manera preclara: En muchas obras de Dios no seas curioso. No es necesario ver con tus ojos lo que está escondido. Sino lo que te ordenó Dios en eso piensa siempre[29]. 

Nos ordenó vigilar[30], estar siempre preparados, ceñir los lomos, tener las velas encendidas[31]. De esta manera hemos de estar siempre prontos y alerta para esperar la llegada del Señor. No ordenó investigar la hora de su llegada. Cuando quiero discernir la hora que Dios ha querido que sea oculta, ¿qué otra cosa futura esperaremos,  o acaso no seremos perturbados por un pavor intempestivo o corrompidos por un ocio pernicioso? Ambas cosas no son de poca importancia. Por eso, cuando los tesalonicenses creían en el futuro fin del mundo durante su época, el apóstol Pablo con vehemencia reclamaba al respecto [pg.413]  en su posterior De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 413carta escribiendo: ‘Os rogamos, hermanos, por la venida del Señor nuestro Jesucristo y de nuestra congregación en él que no sea movido su sentir tan rápidamente ni se asusten ni por un espíritu ni por un dicho ni porque una carta como si la hubiéramos enviado nosotros, como si fuera inminente el día del Señor. Nadie los seduzca en modo alguno. Porque si no viene la apostasía primera, etc.[32]’. En cuanto al apuro de la venida del día el apóstol corrige la enseñanza. No hay razón alguna al respecto de prometer algo como cierto  sea que se dé como pretexto de haber recibido una revelación sea que se aplique un cálculo de los tiempos a partir de Daniel o de otro lado ( esto lo llama dicho y aquello espíritu) sea que aplique las palabras del apóstol erróneamente, lo que el apóstol dice de la últimos tiempos[33], lo que afirma del fin del mundo lo que dice respecto a los que al final llegarán vivos al día del Señor, él mismo con todos se enumera diciendo: Nosotros que vivimos, los que permaneceremos seremos arrebatados en las nubes al encuentro de Cristo. No precederemos a aquellos que durmieron en Cristo[34].

Es verosímil que para los tesalonicenses estas palabras han sido ocasión para errar como si tomando a Pablo como testigo pensaban el fin del mundo fuera pronto ya que él parece narrar como él mismo en vida iría al encuentro del Señor. Unos insignes autores nos transmiten que la posterior carta a los tesalonicenses fue escrita ante todo para combatir ese error.[35]

 

Los daños que resultan cuando uno puntualiza la inminencia del juicio.

Capítulo IV.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús 414Pero con razón surge la pregunta – puesto que el Señor y también sus apóstoles todos y los mismos profetas tantas veces amenazan la inminencia de la venida del Señor y del juicio – respecto al daño que resulta cuando se predica que acontecería en nuestros tiempos. ¿Por qué tantas veces Pablo se apresura  en decir que no nos conturbemos, que no nos aterremos como si [pg.414] estuviera cercano el día del Señor?[36]  ¿Acaso ese terror no está repleto de salvación? ¿Acaso no recalca el cuidado y la máxima preocupación para que corramos al encuentro de Cristo?

Sin embargo, la verdad de Dios no necesita en modo alguno de nuestra mentira[37]. Es cierto, Cristo nos ordena a que estemos preparados en todo tiempo y esperemos su llegada[38]. Pero deberíamos proceder a partir de la regla de la verdad con piadoso temor y, conscientes de nuestra ignorancia, contemplemos en consecuencia la magnitud del asunto. De ninguna manera nos confunda el terror que proviene de la falsa presunción de los hombres que declaran como cierto algo que ignoran.

 Es que  aquellos que quieren saber más al respecto de lo que conviene y tratan de fijar el día del Señor, ponen en peligro también nuestra fe. Escucha a Agustín, si te parece. Dice: ‘Quien dice que el Señor vendrá más pronto, más se equivoca. Si, pues, no sucede de esta manera entonces los hombres pensarán que la venida del Señor ni siquiera será más tarde y que no vendrá en absoluto. Eso es una gran ruina para las almas[39]. ¿Te das cuenta al escuchar la doctrina de un Padre tan grande que por el querer fijar el día  del Señor amenazará un gran daño de las almas?  O los infieles insultarán la fe cristiana o los cristianos se burilarán de la fe del hombre que propala estas mentiras, o también pierden la confianza  en el futuro al constatar que era falso en lo que creyeron en el pasado. En consecuencia no incomoda poco a la misma vida humana  un terror importuno de este tipo.

Dios decidió en su magno discernimiento que el día último sea desconocido a todo hombre para que de esta manera los hombres conscientes que pueden morir en cualquier día, vivan más rectamente y se pongan a meditar lo que es útil para los hombres  (¿quién se ocupará de lo que es conveniente para los hijos,  la familia o el bien de los ciudadanos estando seguro, segurísimo que va a morir muy pronto?), entonces, en consecuencia  no amaremos este mundo más de lo que conviene y aceptamos que perecerá completamente. De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 415

Esto no significa que dejemos de preocuparnos de las cosas de la vida pública o privada en cuanto el género humano [pg. 415] requiere. Pero por su incierta duración o, más bien, por su aniquilamiento postergado somos estimulados. De esta manera nos encontramos entre el temor y la esperanza, inseguros respecto al fin del mundo y de nosotros personalmente. De esta manera  la divina providencia  alivia el peso del caminar humano para que no nos aficionemos  a las cosas caducas, dejando de lado las eternas y tampoco nos veamos arrancados  de las mismas cosas que tenemos que cuidar según su necesidad por un terror inmoderado ante el fin.

 

¿Cuál es la razón que las Sagradas Escrituras dicen que la venida del Señor está realmente cerca y, sin embargo, hay que esperarla con paciencia?

Capítulo V.

Ahora bien, la mente humana es de por sí curiosa y ávida de conocer las cosas que están de lo más alejado  de su conocimiento. Se estimula  más aún por el testimonio repetido de los divinos escritos respecto a la premura de la venida del Señor. De manera que la mente humana exige una solución.

Han pasado mil quinientos años desde que Cristo ha prometido que vendrá. Dijo: He aquí que vengo pronto[40]. Y también se dice: Hombres galileos, así como lo visteis subir al cielo así vendrá[41]. ¿Acaso no es muy distante  esa hora que el beato Juan llamó próxima hace tantas centurias de años?  Realmente es deficiente el ingenio humano y poco falta para que esté en peligro de perder la fe. Tanto expendio excesivo de paciencia y de solicitud ha mostrado  muchos de los siervos frente a tantas demoras del Señor.

A veces se piensa en el día del juicio como en la fábula de la destrucción de Troya. Es como si no tuviera nada que ver con nosotros quienes después de mil quinientos años leemos como esos hombres predican y amenazan con ello. Sin embargo, también  vemos que los hombres siempre hacen lo mismo.

Sin embargo, el Señor es fiel,  derecho  en todas sus palabras y santo es en todas sus obras; todas sus obras son misericordia y verdad; el comienzo de su sentencia es verdad[42].

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús 416Esto es difícil para los hombres [pg. 416]. Él lo previó  y teniendo presente todo aquello  que predijo tan prolijamente respecto al fin del mundo y a su venida, no dudó reforzarlo diciendo: ‘Los cielos y la tierra perecerán para mis palabras no perecerán[43].  Y puesto que  aquel Espíritu celeste contempla los siglos de los siglos y puesto que es finísimo y lo penetra todo, vino hermosamente en ayuda también en este tema para socorrer la fragilidad del pensar humano y desde hace mucho ha preparado el divino antídoto para la enfermedad[44]. Leamos al apóstol Pedro: ‘Vendrán en los últimos tiempo embaucadores que caminan según sus propias concupiscencias y preguntarán: ¿Dónde está su promesa o su venida? Nuestros padres murieron y  todo sigue  igual desde la creación del mundo.  Un poco después contesta a esa objeción: Una cosa no la ignoren queridos. Un día para el Señor es como mil años y mil años como un día. No tarda el Señor en el cumplimento de su promesa como piensan algunos. Es que obra con paciencia por vuestro bien. No quiere que algunos perezcan. Que todos vuelvan a la penitencia[45]. De aquí aprendemos suficientemente  que diversas son las medidas de las horas divinas y las medidas de nuestro tiempo.

Nosotros los mortales, cuya vida es como vapor y da para poco,[46] computamos cien años como un largo siglo. Lo que es para nosotros lo rápido y lo tardío,  lo medimos angustiosamente a la manera de las hormigas que corren. Para ellas es camino largo  y tú lo superas con un solo paso tuyo.

Distinto es el proceder de la divinidad que prevé todo  y es muy breve para ella lo que a nosotros  parece larguísimo lo que se refiere según los profetas a los caminos de la eternidad[47]. Y dice: Mil años ante sus ojos como el día de ayer que pasó y como la vigilia nocturna que se considera como nada serán sus años[48]. Pues si mil años para Dios son como un día que ya pasó, ¿cómo no ha de ser veloz lo que antes de una semana pasó?

Por eso, no es que Dios falla [pg. 417]. Somos más bien nosotros que no entendemos, acostumbrados como estamos a las estrecheces humanas, y noDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 417 sabemos pensar en la dimensión divina. Se ha aclarado de parte de los profetas el significado de esa misma brevedad respecto a la primera venida del Señor.  Como dice Isaías: Cerca está para que venga su momento y sus días no tardarán[49]. Y Ageo: Todavía un poco y conmoveré el cielo y la tierra y el mar y lo seco  y vendrá el deseado de todas las naciones[50].  Ese “poco” contiene  más de cuatrocientos años y  ese “cerca” alrededor de setecientos.  Esta cantidad, si la aplicas a la edad de los mortales, ya que a lo máximo llegaremos a los ochenta y termina nuestra vida, esto puede parecer prolijo. Si lo aplicas al día del altísimo Dios parecerá sólo un puntito.

Tampoco lo pasa esto en silencio la divina Escritura. Ella, que habla  frecuentemente como si la venida del Salvador fuera cercana, con todo, en Habacuc habla  de manera  más acomodada a nuestra manera de pensar: Aunque parezca lejos aún, finalmente aparecerá y no defrauda. Si demora espéralo. Porque de venir vendrá y no tardará.  He aquí quien es incrédulo no tiene un espíritu recto en su corazón. El justo vive a partir de su fe[51]. Estas palabras del profeta las utiliza el apóstol en la carta a los hebreos[52] y, juntándolas con las de Ageo más arriba y acomodándolas a la venida del Señor, nos enseña con toda claridad que es lo mismo lo que es largo para nosotros y lo que es corto para Dios, que hay que decir que demora y, sin embargo, vendrá en su tiempo oportuno y demorará. Porque así como respecto a nuestros pecados soporta y espera Dios siendo longánimo, de la misma manera, de nuestra parte, quiere que seamos también longánimos en esperar sus promesas. Y respecto a  lo que dice  en la carta a los hebreos: El justo vive a partir de la fe. Que si se sustrae no complacerá a mi alma’[53]. Ciertamente, Abrahán ha conseguido las promesas de Dios [pg. 418] teniendo mucha paciencia.

Por eso, al fijarnos en su última venida como lo describe el evangelio – respecto a De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 418lo cual hemos expuesto esta argumentación – no se ignora que a muchas cosas hay que tomarlas con calma referente a lo que él nos ordenó a esperar  en breve. Es por eso el optimo Maestro en vista de los que al respecto actúan de manera impía y entran en desesperación, nos amonesta de esta manera: ‘Si el siervo malo dice en su corazón: Mi amo tardará en llegar y comienza a pegar a su consiervos, a comer y a beber embriagándose, en el día en la hora que menos espera vendrá el señor del siervo aquel y los partirá y pondrá su suerte con la de los hipócritas[54] (Mt 24).

La lujuria y la soberbia de los malos pastores las describe como que proceden desde una oculta infidelidad. Su castigo merecido será una muerte súbita y su lugar estará con aquellos  que sólo son cristianos labios afuera. Ostentan una especie de piedad y, sin embargo, rechazan su virtud[55]. Quieren tener los títulos de pastores pero en realidad son lobos o ídolos de pastores[56].

Todo esto lo hemos argumentado para que se entienda que aunque  distan muchas centurias de años de aquel entonces, con todos pronto y cerca está la venida de Dios y así ha sido anunciado divinamente.

 

Los días del juicio son cercanos para cada uno porque el día de la muerte no está muy distante.

Capítulo VI

Con todo, aunque uno, presionado por la divina autoridad no se atreve contradecir, no es suficiente para aquietar el ánimo del hombre. ¿Entonces qué? Si es breve para Dios lo que al hombre le parece largo, cuando Dios habla al hombre ¿acaso no debería acomodarse a la inteligencia humana? ¿Y qué hacer en el caso si desea proceder con nosotros utilizando nuestras palabras? ¿Acaso  las palabras no tienen la fuerza en su sentido que la da Él y no en el nuestro? [pg. 419] Es evidente que si un hombre actúa así con los hombres éste parece engañar y fallar.

Al respecto, ¿acaso es razón para que por consideración a unos cuantosDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 419 hombres  a quienes aquel día supremo encontrará viviendo en  la carne,  haciendo caso omiso de todos los demás que en número superan a aquellos infinitamente, los haga vivir como sobrecogidos y suspendidos por la expectación de esto que en realidad no les tocará en manera alguna? Es que no veremos  aquellos signos terríficos, ni la tribulación máxima del anticristo ni aquel fuego que lo quemará todo, ni las demás cosas horribles si morimos antes de que sucedan.

De todos modos es talante de la ignorancia humana que entre en disputa consigo misma. No se atreve hacerlo con viva voz. Pero lo hace en su corazón como,  según la enseñanza el Señor en el evangelio, se acusa al siervo flojo[57]. Conviene entender y mantenerlo de manera firme en nuestro corazón que Dios no solamente  nos da las cosas según la verdad sino también según la utilidad y a cada uno de nosotros según la necesidad.  No se trata de considerar todas aquellas profecías que tienen que ver con el juicio del fin del mundo sólo en beneficio de aquellos quienes como últimos vivos verán el fin del mundo. También nos corresponde realmente  a nosotros mismos y también a cada uno de los mortales.

Es inminente para cada cual nuestro juicio cierto, el día incierto. Quiere decir que la exhortación de la venida de Cristo es para todos. Pero también hay que entenderlo como exhortación particular y para cada uno. Escuchemos al bienaventurado Agustín  que trata este tema de manera lucida. A quienquiera que sea, lo encontrará su último día. Es como si en esto lo comprehendería como si fuera el último día del mundo. Es que tal como muere cada uno en aquel día así será juzgado en ese día. Y un poco más adelante, ¿Por qué dirá para todos lo que solamente corresponde a aquellos solos los que estarán vivos en aquel entonces a no ser porque les toca a todos de la manera como lo he dicho? [58]

En aquel entonces, pues, llegará aquel día ya que es para él el día [pg. 420] De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 420cuando tal como sale de aquí así habrá de ser juzgado en aquel día. Es por eso que ha de vigilar todo cristiano para que cuando venga el Señor no lo encuentre sin preparación. Lo encontrará sin estar preparado aquel día al que encuentra sin estar preparado el último día de su vida. Este es aquel día.

Si miramos más de cerca nos daremos cuenta que  cuando Cristo habla de su venida y de su juicio acomoda su palabras de tal manera que no pone el fin del mundo sólo ante los ojos  de la generación del fin del mundo sino que también ante los ojos de cada cual.  Es por eso que concluye  toda la enseñanza respectiva porque quiere se entienda  eso de la extrema hora de muerte  al igual como del fin del mundo.

Concluye, pues, en el evangelio de Marcos (cap. 13):’Vigilad, pues. No sabéis cuando vendrá el amo de la casa, en la tarde, a media noche, al canto del gallo a de madrugada para que, cuando venga, no los encuentre dormidos. Lo que digo a vosotros se lo digo a todos: Vigilad’. De la misma manera Mateo (cap. 25) amplía un poco más la parábola de los siervos que esperan el regreso de su Señor[59].  También en Lucas leemos: ‘Cuidaos que a lo mejor no se vuelva pesado vuestro corazón en libertinajes y ebriedades y en los cuidados de esta vida y os sobrevenga aquel día de improviso[60]’. Aquí, si preguntamos en qué día está pensando el Señor cuando exhorta que no nos sobrevenga de improviso, creemos que se refiere al día de nuestra muerte y al último día del mundo.

Esto lo confirma Pablo cuando dice que el día del Señor vendrá como el ladrón en la noche. Dice: ‘Vosotros, hermanos, no estáis en las tinieblas para que no os sorprenda aquel día como un ladrón[61]’. De la misma manera en el Apocalipsis (cap. 16 y 3) en cierto lugar dice el Señor: ‘He aquí que vengo como el ladrón[62]’. De la misma manera amonestando al obispo de la Iglesia de Sardes dice: Si no vigilas vendré a ti como un ladrón y no sabrás a qué hora vendré a ti[63].

Quisiera añadir  esto: en la Sagrada Escritura frecuentemente se mencionan el juicio particular de cada uno y el juicio universal, [pg. 421] no como si fueran dosDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 421 juicios  sino como si fuera uno solo. Jerónimo dice: ‘Considera el día del Señor  sea como del juicio final sea como la salida de cada uno del tiempo. El juicio futuro para todos se cumplirá para cada uno el día de su muerte. Aunque los tiempos sean distintos, la causa es la misma sentencia. De manera que sólo parece diferir cuando particularmente son juzgados como  en aquel entonces cuando será al mismo tiempo promulgado los juicios de todos[64].

Es realmente algo usual en las Sagradas Escrituras que,   cuando aparece algo, es como si sucediera y se expresa con una sola frase y se lo considera como una sola cosa.  De esta manera  la primera y oculta venida de Cristo en el útero de la Virgen y luego abiertamente al nacer del seno de la Virgen es proclamada por los profetas como una sola venida al mundo - Pablo es testigo[65] – y adorada por los ángeles[66]. Esta costumbre la conserva la Iglesia y repite frecuentemente en la navidad de Cristo que el Verbo se hizo carne  y lo celebra al mismo tiempo como encarnado y como nacido. Con todo, venera el honor de la Virgen en la anunciación como propio.

De manera que la Escritura  transmite la verdad de la primera venida de Cristo para salvar al mundo como una sola verdad y así la celebra la Iglesia cuando se trata de la venida oculta en el seno de la Virgen y en la venida no oculta del seño de la Virgen en el nacimiento, como lo hemos dicho ya. De la misma manera las Sagradas Escrituras hablan de  su postrera venida para juzgar al mundo cuando juzga a individualmente y por separado ocultamente y cuando simultáneamente  pronuncia el juicio de todos estando presentes y mirando todas las creaturas. Por eso dice: Quien es incrédulo ya ha sido juzgado[67], porque ya consta su condenación.

La misma regla de la Escritura parece hablar de manera confusa y oscura de la primera y segunda resurrección como de una sola. Esto hay que aclararlo más. Ya que la resurrección de los muertos o  su regeneración es realmente algo distinto [pg. 422] de la vida eterna y de la inmortalidad del alma (es que  ahora ya las almas benditas de los santos disfrutan  de la vida eterna mientras que la que resurrección de los cuerpos se dilata hasta el fin del mundo) con todo, en varios lugares la Escritura  se habla de las dos cosas como de una sola como que proceden de una misma fuente y de esta manera se establece entre ambas cosas cierto nexo mutuo[68].

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 422Las obras del Señor son perfectas y el que es el salvador del hombre cura al hombre entero.  Es notable que la Escritura llame  la vida eterna y la inmortalidad del alma con el nombre de resurrección. Esto se ve en el debate de Cristo, que desea mostrar a los saduceos que están en un error cuando niegan la resurrección de los muertos. Lo prueba por la divinas Escrituras: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Dios no es un Dios de muertos sino de vivos[69].  Es verdad que los  antiguos podrían entenderlo como si hablara de los que viven en espíritu aunque no crean  en la resurrección de los cuerpos como fácilmente admiten los filósofos, los platónicos especialmente y también los peripatéticos.

Sin  embargo, Cristo estaba tratando con los saduceos que niegan la resurrección  de los cuerpos porque no aceptaban la resurrección de las almas como también Lucas lo expresa en los Hechos de los Apóstoles: Los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángel ni espíritu[70]. Habrá  por obra de Dios una vida distinta y mucho mejor que la describen aquellos antiguos. Esto lo muestra rectamente Cristo que los que son muertos para este siglo con todo Dios los llama suyos. Porque jamás tendrá trato el Dios vivo con muertos. En el mismo sentido los autores del libro segundo de los Macabeos pueden decir que Judas Macabeo, al ofrecer dones por aquellos que  habían caído en la guerra, había pensado recta y piadosamente de la resurrección de los muertos. Y si no esperara que los caídos resucitarían  [pg. 423] parece superfluo y vano orar por los muertos.

Con todo no sería vano, como dijo alguien, orar por los muertos aunque noDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 423 resucitarían porque aunque los cuerpos descansen inánimes, las almas pueden ser liberados de los pecados y disfrutar a la vida eterna. Pero, como dije, las dos cosas son consideradas como una sola, es decir, que existe la vida beata de las almas y la resurrección de los muertos. Significa que al conceder la primera resurrección, como enseña la Escritura, también concede la segunda[71] (Apc 20). El apóstol Pablo argumenta de la misma manera: Si los muertos no resucitan tampoco Cristo resucitó. Si Cristo no resucitó vana es nuestra predicación y vana es vuestra fe. Añade: Si esperamos solamente en esta vida somos los más miserables de todos los hombres[72].

¿Cómo puede Pablo hablar así? ¿Acaso si no hay resurrección de los cuerpos no tendrás premio alguno? ¿Acaso no puede reinar con Cristo el alma si no es con el cuerpo? ¿Acaso estará menos presente ante Dios cuando no hay nada del cuerpo? ¿Acaso nada es arrebatado hacia Dios en figura?[73] (2 Cor 5).

Pablo no niega eso. En realidad no se ocupa de esto como si la felicidad del alma sola superaría  todos los trabajos de esta vida y sus fatigas. Sin embargo, Pablo sabe que cuando se niega la resurrección de los muertos, se quita también la vida beata a las almas. En cambio, cuando se concede aquella vida también  a su vez se da la resurrección de los muertos. El apóstol sabiamente señala que cuando se quita la resurrección, somos más miserables de todos los miserables porque quienes soportan las fatigas reales presentes esperarían premios futuros falsos.

A partir de este y otros pasajes de la Escritura  se demuestra con evidencia lo que afirmé que se considera como una misma cosa la resurrección futura de los cuerpos y la vida beata de las santas almas. Las dos realidades se expresan con un mismo nombre común de la resurrección o regeneración. Es, pues, consenso de los filósofos que, donde se dice una cosa por la otra, ahí no se habla de dos cosas [pg. 424] sino de una sola.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 424Me parece que no son pocos quienes, por no prestar atención a este tipo de expresiones, caen en error. Es que, al interpretar estos pasajes, son de la opinión que hay que relegar hasta el momento del fin del mundo las recompensas de los justos, la gracia de la regeneración, la resurrección, la venida del Señor junto con la parte más importante de la felicidad que consta ante todo en la visión de Dios. Además parece que algunos de los santos Padres, especialmente San Agustín, piensan de la misma manera de acuerdo a su manera de ver. Se trata de aquellos que entienden  menos adecuadamente  esa costumbre de hablar de las Escrituras. Por eso son realmente incapaces de ser expertos de la visión divina  respecto a las puras y santas almas, y no importa cuál sea su enseñanza.

Sin embargo, no es el momento de explicar las enseñanzas de la Escritura y de los Padres respecto  a la bienaventuranza de las almas. Solamente nos queda proponer lo que se ha debatido suficientemente tanto lo que se refiere al temor del juicio divino, cuanto a la esperanza de retribución de acuerdo a la fe de las Sagradas Escrituras junto con  el fin de cada hombre y del universo.

 

Cada uno ha de meditar que es inminente el día del juicio.

Capítulo VII 

Si reflexionamos prudentemente hemos de parangonarnos aquí y ahora con aquellos que piensan que es inminente  y, por eso, inmediato el día del juicio final. Lo que a nosotros respecta, para nosotros termina este mundo cuando termina la vida. Tampoco faltan signos del mundo  que se derrumba en nuestra propia muerte. No en vano nos exhorta Salomón: Acuérdate del Creador en los días de tu juventud antes de que llegue el tiempo de la aflicción y se acercan los años de los cuales dice: “No me gustan”, antes de que oscurezca el sol, la luna, la luz de los astros y vuelvan [pg. 425] las nubes después de la lluvia, cuando se conmueven los postes de la casa y se tambaleen los hombres fuertes[74].

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 425Esto se dice evidentemente de la muerte de quienquiera. Con todo parece referirse también al fin del mundo  como lo advierte también Jerónimo[75].

 Así como escurece el sol de la razón humana, fenecen los astros de los sentidos, se encubre la luna de los pensamientos,  el aguacero vivificador del cerebro no destila como es el caso de nubes vacías, los mismos huesos que sostienen esta morada mortal como firme sostén, comienzan a temblar y a vacilar  y acontecerán las demás cosas que menciona el Eclesiastés y lo que aquel Gregorio antiguo[76] aplica  a la ruina de las estructuras del mundo, el  entrelazarlo todo esto aquí sería muy largo y no hay necesidad de ello. 

Nadie ignora que la tribulación sería máxima en aquel entonces cuando el príncipe de este mundo se hace presente salvajemente cuando queda poco tiempo.  Si alguien reclama el preanuncio del anticristo para el momento del fin también Juan[77]  muestra muchos anticristos que luchan contra la fe de Cristo y la caridad dentro de nosotros. De ahí podemos saber que ha llegado para nosotros la última hora.

Lo que no he mencionado al respecto es que todo lo que el Salvador ha referido como signos preanunciados para el día último y juicio final, esos mismos signos creo yo deben entenderse de la misma manera del último día de cada uno (¿acaso no sería anodino repetirlo todo?). Lo que se han mencionado quiere lograr  que los hombres se convenzan, ya que otra es la comprensión  del día del fin del mundo y otra de cada uno, que lo que se refiere a cada uno que el día del juicio está cerca. Esto la Verdad misma nos lo ha dicho no sólo como verdad sino para utilidad en cuanto  a la celeridad de la venida última preanunciada.

De la misma manera, cuando uno que tiene poca experiencia de viajar por mar De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 426 sufriendo mucho de mareo, le pregunta al dueño del barco, quien tiene mucha experiencia, [pg. 426] si la travesía será larga y aquel para animar al que casi está desanimado le responde que será corta e inmediata. N o miente aunque le aparezca al otro viajero más bien larga. Es que aunque al que pregunta le queda velada la significación del modo de responder, en realidad la travesía  no les parece larga a los navegantes porque están acostumbrados. Importa más el bienestar del hombre que su curiosidad.

De la misma manera me parece que el Señor responde con la verdad y para bien de los apóstoles que  preguntan por el tiempo de su venida. Es que tiene en cuenta más la salvación nuestra que nuestra curiosidad. El conocimiento al respecto es peligrosísimo mientras que la ignorancia es segurísima.

 

 

Las razones por las cuales Dios, además del juicio particular de los individuos, fija también el juicio universal de todos.

Capítulo VIII

Se nos manda  temer los juicios divinos antes que investigarlos cuando realmente las causas de todos los hombres que antes salen de esta vida terminan, ¿por qué quiso Dios constituir el juicio universal donde no se pronuncia otra sentencia sino la misma?  Con todo es útil y aprovecha reflexionar sobre algunas cosas que las divinas letras insinúan.

En primer lugar para que Dios sea justificado y vencedor (Sal 50). Esto se logra estando presentes todas las creaturas celestiales, las terrenas o infernales quienes observan y comprueban todas las causas que públicamente son ventilados y cuyos juicios son emitidos.

De esta alabanza del Dios omnipotente  habla Juan en el apocalipsis cuando relata que vio y escuchó a los celestiales  músicos pulsar la cítara y cantar: Grandes y maravillosos son tus obras Señor Dios omnipotente. Justos y verdaderos son tus caminos Señor, rey de los siglos. ¿Quién no te temerá, Señor, y quién no magnificará tu nombre? Porque solo tú eres piadoso [pg. 427]. Todas las naciones vendrán y adorarán en tu presencia porque tus juicios son manifiestos[78]’ Y en el salmo 9: Se conocerá al Señor quien pronuncia sentencia[79]. Y en otro salmo, el 149: Para que ejecuten el edicto del juicio[80].

En segundo lugar es menester que se acreciente la gloria de los santos y laDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 427 ignominia pública de los impíos por la sentencia del sumo juez. De esta manera proceden también los magistrados terrenos. Primero informaron por medio del notario y de manera privada la sentencia. La misma la hacen pregonar públicamente a la vista de la gran asamblea de los ciudadanos y ordenan sea ejecutada. Esto lo vemos  especialmente en el gran juicio de los inquisidores de la fe donde lo que ha sido decretado  en el secreto entre cuatro paredes,  se saca a la luz ante los ojos y oídos de todos para suma ignominia de los reos. También los absueltos son llevados calle por calle como gran muestra de honor.

Esto lo reclama Pablo cuando dice: ‘No juzguéis antes del tiempo hasta que venga al día del Señor quien iluminará lo escondido de las tinieblas y manifestará los pensamientos del corazón. En aquel entonces habrá alabanza para cada uno de parte de Dios[81] (1 Cor 4).  Así como dijo el sabio: Todo lo que hay en el futuro sigue siendo incierto por la simple razón para que todo sea equitativo tanto para el justo y el malo, cuanto para el bueno y el impío[82]. Esa gloria de los justos proveniente del encomio de Dios  describe de manera elocuentísima Cipriano[83] y Basilio  refiriéndose a la ignominia para el terror de los impíos[84].

Finamente  conviene el juicio universal porque la naturaleza del hombre está compuesta de cuerpo y alma. El pensamiento, el alma es invisible y el cuerpo es visible. Es necesario que haya juicio de las almas cuando salgan del cuerpo y que sea invisible y secreto.  Pero cuando  han vuelto al cuerpo y resucita el hombre entero, es necesario que quien ha redimido al hombre íntegramente, lo debe juzgar íntegramente y esto visiblemente y corporalmente de acuerdo a la naturaleza del hombre. Por eso vendrá el Cristo de manera manifiesta como un rayo y visible para todo el mundo[85]. [pg. 428]

Y lo verán  todos que lo traspasaron.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 428De esto hablan Daniel, el apocalipsis de Juan, todos los evangelios y casi toda página de la Escritura[86]. Nada mejor para vivir una vida sobria, justa y piadosa que la asidua contemplación de la gran venida del Señor[87].

Por eso el sapientísimo Eclesiastés  quiso que fuera este el último párrafo de su canto: El fin del discurso escuchemos todos juntos. Teme a Dios, guarda sus mandamientos. Esto es para todo hombre. Todas las cosas las llevará a juicio Dios aunque esté escondido sea bueno sea malo[88].

 

 

Cómo ha de entenderse la expresión que no pasará esta generación sin que todo esto suceda.

Capítulo IX

¿Qué significa esto lo que  Cristo afirma al hablar sobre el día del juicio: En verdad les digo que pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan[89]? Muchas generaciones obviamente han pasado desde aquel entonces sin que todo esto se haya cumplido.

Algunos creen tener que referir estas palabras a la destrucción de Jerusalén. De esta manera estará aclarado el asunto porque no han pasado más que cuarenta años hasta que sucediera el asedio de Vespasiano y Tito. Otros, haciendo referencia el fin del mundo, hablan de un género, es decir, del pueblo de los judíos y dicen que la Escritura enseña que  no perecerán hasta aquellos tiempos últimos. Otros ofrecen otras explicaciones.

Es evidente que se habla del fin del mundo como aparece en la secuencia de Mateo. Es verdad que el género de los judíos permanecerá hasta ese tiempo. Pero aunque sea verdad eso, sin embargo, en cuanto se refiere al tema que estamos tratando, es decir, la confirmación de la certeza de su enseñanza no parece poder sostenerse.

Es costumbre de la Escritura  cuando se habla de la generación, esto significa edad y no se distinga la edad de algún hombre sino del mismo mundo  del que se está hablando. Todos saben [pg. 429] que hay unos últimos tiempos de acuerdo a la ley evangélica pero nadie  sabe cuánto durará. Agustín medita que estamosDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 429 ahora en la época de ancianidad del mundo, la sexta de sus edades. Con todo puede suceder, y en el entretiempo suele suceder, que la ancianidad sólo comprenda casi tanto  como un espacio igual que  las demás épocas de la vida. Es que comienza  la ancianidad con el año sexagésimo. Pero puede haber una continuidad tal como el mismo autor está calculando, durante sesenta años así como hemos visto a algunos ancianos adeptos de ciento veinte años[90].

Así  sucede según el cálculo de Agustín que la generación del mundo, es decir, la última edad del mundo sea esta si nada sucede en el ínterin. Con todo  no se trata sólo de mil quinientos años sino también, si dura, de cuatro mil. Se trata de una misma edad[91].  Ahora bien, si sucede de esta manera (no lo sé y tampoco lo creo)  algo de la verdad evangélica podría venirse abajo. Quiso que aquello siguiera fijo aquel que dijo que esta generación no iba a pasar sin que sucedieran estas cosas, quiere decir, que no habrá ningún cambio de la verdad evangélica en el futuro ni la destrucción de la posteridad apostólica hasta que  se revelara a los elegidos el reino de los cielos prometido.

 

 

 

Es de suma utilidad tratar la historia de los últimos tiempos.

Capítulo X

Ya hemos demostrado abundantemente por la argumentación anterior que el juicio de Dios se está acercando ya de acuerdo al testimonio de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, ninguno de los mortales puede definir que tan cerca está ni fijar un número exacto de días o de años. En consecuencia hay que mirar qué sucederá respecto al futuro de los últimos tiempos,   respecto a las tentaciones de la Iglesia, respecto al reino y la persecución del Anticristo, [pg. 430], respecto a la destrucción del mundo, los últimos prodigios, la perturbación de todas las cosas.  Todo esto nos trasmiten las arcanas Escrituras.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 430No queremos fingir que lo incierto sea cierto, ni lo cierto sea incierto. Esto lo dejaremos de lado hasta donde esté permitido. Es que conviene muchísimo recordar estas maravillas; eso el Espíritu Santo muchas veces lo recomienda ciertamente y no como ampliación ociosa. Es importante para aquellos que no las verán pero también a aquellos de manera especial a los que les toquen esos tiempos amarguísimos. 

Pues,  les conviene pensar a aquellos que salen de esta vida mortal antes que se experimenten estas cosas horrendas y salvajes, ya que, avisados por la divina misericordia,  han de pensar que  realmente son incapaces de afrontar tan grandes sufrimientos y peligros. Es que ignoran si van a llegar hasta allá y al mismo tiempo son conscientes de su propia sandez respecto hasta dónde tienen que prepararse. También al mismo tiempo deberían pedir a la divina majestad que los haga  saque de la tierra oportunamente  ya que no son idóneos para afrontar tantas cosas y que tampoco sea los introduzca  a esa máxima tentación.

Quizás a esto quería exhortarnos Cristo cuando relataba la terrible historia de aquel último tiempo cuando dice en Lucas a los suyos: Vigilad por eso orando en todo tiempo para que sean dignos de escapar  de  todo esto que llegará en el futuro[92]. Escapará realmente con mayor gloria aquel que venciere. Pero también  evitar y huir de un enemigo más poderoso es una especie de victoria.

Es indudable  lo que escriben  Bernardo y Agustín de manera luminosa: Forma parte de la altísima gracia de la predestinación el arrebatar a muchos elegidos de las tentaciones amenazadoras ante las cuales hubieran sin duda cedido[93]. De la misma manera habla la Escritura  del que es amado por Dios. Porque su alma le agrada a Dios, por eso Dios se ha apurado en sacarlo de en medio de las iniquidades. Ha sido arrebatado para que la malicia no trastoque su intelecto ni la ficción engañe su alma[94].

Esto sucedió a algunos santos, como  refiere la historia,  que, siendo menos aptos para [pg. 431] soportar la amargura de los sufrimientos, suplicaron a DiosDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 431 les conceda una pronta salida de la vida. Sin embargo, los futuros santos de los últimos tiempos, semejantes a los Apóstoles, serán hombres ilustres y valientes como acero acabado de la Iglesia con quienes parcamente se compara la disciplina militar de los mejores soldados. Esto lo transmiten justamente Agustín y Anselmo[95]. Se trata de aquellos soldados de Dios sobre los que recaerá el peso extremo del combate cristiano cuando Satanás es soltado y  los hiere con inmenso furor. Digo que a aquellos fidelísimos siervos  de Cristo la divina providencia los ha armado especialmente y ha cuidado de  comunicarles la insuperable autoridad de la Sagrada Escritura.

No hay nada más poderoso que el Verbo de Dios. Estas cosas les he dicho para que cuando sucedan estas cosas recuerden que se lo había dicho[96]. Y es el  Cristo mismo  cuando se apresta a ir al encuentro de la pasión se reafirma  de esta manera: ‘Conviene que se cumpla en mi lo que está escrito[97].  

Y de nuevo insistió: ¿Cómo se  cumple la Escritura?[98] No hay realmente nada más que puede valer contra  todos los diabólicos embustes del Anticristo y su feroz tiranía sino la invicta autoridad de la doctrina celestial. Con esa se armarán los atletas de Cristo.  Con razón cuando se presenta  en el futuro la  más grande tentación de todas, entonces contraponen los remedios más abundantes y más luminosos de la Escritura. Esto se comprueba también patentemente por la miseria de los tránsfugas y de los desertores. Por eso es muy sugestivo y muy útil hablar de estas maravillas celestiales, tal como las refiere Daniel[99] e ilustrarlas en cuanto nos concede el de arriba.

 

La regla más necesaria para  que se pueda entender las Sagradas Escrituras.

Capítulo XI.

Antes de hablar sobre los últimos tiempos hay que aclarar una cuestión que [pg. 432] suele torturar a muchos. Se trata del problema si  las cosas que  leemos en De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 432los evangelios, fueron predichas a los apóstoles en el monte de los olivos de parte del Señor como si todas o muchas han  de entenderse más bien la destrucción de Jerusalén y no tanto del fin del mundo. Es un hecho que la variada exposición de los Padres y las mismas sentencias relacionadas de los evangelios ofrecen bastantes cosas oscuras.

De esta manera, todo eso a algunos les parece referirse a la ruina de Jerusalén y de sus habitantes y cuyos signos predice el Señor. Para que sea así ellos   acomodan las palabras evangélicas del sol y de la luna que oscurece y los demás portentos a la historia de aquel siglo que el escritor Josefo relata, una historia calamitosa y de lo más funesta de lo que le ha sucedido a aquel pueblo. Otros no niegan que las palabras del Señor se refieren en último lugar al fin del mundo, pero lo dicen al final y muy de paso. Afirman que estas cosas se dicen principalmente del desastre de los judíos. Me remito a las razones y las autoridades en las cuales se apoyan estos y aquellos.

Sin embargo, si la memoria no me falla,  ambos se equivocan de cabo a rabo respecto a lo establecido por el Señor. Aunque sea cierto que en algunas  cosas en esta enseñanza el Señor ha hecho exhortación refiriéndose propiamente a Jerusalén, con todo, muchas cosas han sido predichas indudablemente del fin del mundo.  Además muchas cosas se han entremezclado en este discurso bien estructurado de tal manera que al mismo tiempo se insinúa lo que ya ha sucedido a aquella ciudad y  también aquella  extrema ruina del orbe en el futuro.

Esto se acostumbra muchísimo en las predicciones proféticas.

Es costumbre de la Escritura - así lo transmiten cuidadosamente también los Padres, Jerónimo y el autor del opus imperfectum[100] o como también lo advierte fácilmente quienquiera mediocremente  se ocupa de los libros canónicos – que,  con ocasión de algún acontecimiento  humano y particular, prorrumpe en profecías divinas y universales. Eso precisamente lo estructura y lo entremezcla el espíritu profético que del mismo contexto hace referencia sea a ambas [pg.433] implicaciones sea a una sola.

 De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 433Así insinúa lo que es como la materia del discurso o lo que es la forma y especialmente la finalidad designada. Esta regla para entender a las Escrituras, llamada por Ticonio como la regla del género y de la especie, la recomienda mucho Agustín[101]. Cuando no se presta atención a esta regla sucede frecuentemente  que la sagrada doctrina aparece como perpleja y contradictoria de manera que apenas o de ninguna manera puede entenderse.

Vamos a ofrecer brevemente unos ejemplos, unos pocos de muchos. En el salmo 71 en primer lugar  contenido es la ocasión del discurso es Salomón lo que también sugiere el mismo título. También en el salmo, aunque muchas cosas corresponden a Salomón, sin embargo mucho  o la mayor parte se puede aplicar sólo a Cristo. Varias  cosas, es cierto,  se acomodan a ambas personas, a Cristo de manera perfecta y a Salomón parcialmente (Sal 71). Es que son bendecidas en él todas las tribus de la tierra y su majestad llena toda la tierra. Y permanecerá con el sol y ante la luna. Y dominará  de mar a mar, del río hasta los confines del orbe de la tierra[102]. Estas cosas no se pueden referir a Salomón. Este mismo ejemplo lo utiliza Jerónimo, lo que Paulo confirma con mayor autoridad aún[103].

¿Quién ignora que aquel famoso vaticinio del profeta Natán para David ha sido proferido según el sentido literal a Salomón? Dice: Cuando se hayan cumplido tus días y duermas con tus padres, suscitaré un descendiente tuyo después de ti que saldrá de tus entrañas y afirmaré su reino[104]. Esto se interpreta mejor con referencia a Salomón, porque Cristo ayer, hoy y por los siglos y no cuando dormiría David[105]. Luego habla de ambos al mismo tiempo, de Cristo y de Salomón: ‘Este edificará una casa a mi nombre’, este una espiritual y eterna en el cielo, aquel, en figura, el templo en Jerusalén. Es evidente que lo que sigue se refiere a Cristo: Y estableceré el trono [pg. 434] de su reino hasta la eternidad.De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 434 Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo[106]. Este ejemplo lo utiliza el apóstol cuando prueba que Cristo es superior a los ángeles. A esto hace referencia también el mismo ángel Gabriel cuando dice: Le dará el Señor Dios  el trono de David su padre, y reinará en la casa da Jacob para siempre y su reino no tendrá fin[107] (Lc 1). Y  también lo que sigue: Si alguien haga algo inicuo lo castigaré con la vara  de los hombres y con golpes de los hijos de los hombres. Pero  no quitaré mi misericordia como la quité a Saulo.

Aunque el divino Agustín quiere aplicar esto al Cristo en cuanto a su cuerpo, que es la Iglesia, a la que Dios, cuando peca, corrige pero no será destruida[108].  Con todo, me parece que esto con mayor claridad se aplica a Salomón que ha pecado y ha sido reprimido. Sin embargo, el cetro no se le ha quitado como a Saúl.

Lo mismo se puede entender  en cierto modo  de Cristo y de Salomón.  Altísimo es el Espíritu y todo lo ve. Él puede de manera inefable y con enunciados que le son propios juntar cosas muy distantes unas de otras, puede como en un momento tocar la discrepancia que existe entre miles de siglos. Al mismo tiempo puede decir esto a unos y a otros. Así, si en griego significa a los griegos una cosa, en el lenguaje bárbaro a los bárbaros otra, sin embargo, el que conoce las dos con todo, quiere significar  cosas diferentes. Si realmente cosas distintas quiere significar cosas distintas, pero si proviene de una misma mente  hay que considerarlo necesariamente como  muy verdad.

De esta manera respecto al juicio final y al fin del mundo  hablaron en otra ocasión no solamente  los evangelios, a partir de los cuales se nos ha propuesto esta pregunta, porque también aquí y allá los profetas han emitido profecías al respecto. Y puesto que están previendo desde otra dimensión, están apuntando a otra cosa. Ellos amenazan, por ejemplo a una ciudad o a cierta provincia, sin embargo hieren a todo en género humano. Pues, aquel que lee [p.435] en Isaías y De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 435observa la profecía contra Babilonia que vio Isaías el hijo de  Amós, ciertamente no entiende mal asumiendo que se está prediciendo el fin de los caldeos[109]. Esto lo demuestra claramente el mismo profeta al final de capítulo. Dice: He aquí que suscitaré sobre ellos a los medos, que no buscan la plata ni quieren el oro y será Babilonia gloriosa entre los reinos y destruida  la soberbia de los caldeos así como el Señor destruyó a Sodoma y Gomorra y lo que sigue hasta el final.

Por eso Jerónimo y los demás traductores consideran con razón que se trata de la profecía acerca de la destrucción del reino caldeo la que precisamente aconteció bajo Darío primero y luego bajo Ciro. Ahora bien, si continúas un poco más verás  algo mucho más grande que la ruina de los caldeos. Pues, cuando se llega a lo que sigue: El Señor y los instrumentos de su furor para que pierda a toda la tierra. Ululad porque está cerca el día del Señor (Is 13). ¿Quién no comprende que se trata del cataclismo universal? Pues cuando se añade: ‘Todas las manos  se debilitarán y todo corazón humano  será destrozado. Tendrán convulsiones y dolores, como una parturienta sufrirán, cada cual le será susto para su prójimo, sus rostros serán caras quemadas[110], ¡quién duda que se trata de lo mismo que dice el evangelio: Se aterrorizarán los hombres por el miedo y le expectación que sobrevendrá al orbe entero![111] Eso lo dice también claramente la misma profecía: He aquí que viene el día del Señor, cruel y lleno de indignación, de ira y de furor para asolar la tierra y para destrozar a los pecadores. Porque las estrellas del cielo ya no  brillarán, el sol es oscurecido en su trayecto, la luna ya no dará su luz y visitaré al orbe con males[112].

Estas cosas si no se dicen  del día del juicio final, entonces se puede argumentar que la Escritura no habla nada de ello. Del mismo modo se puede proceder cuando en Ezequiel[113] contra el Faraón [p. 436] se habla de venganza, en JoelDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 436 contra Tiro y Sidón. Si embargo  se puede sacar como conclusión que se trata del fin del mundo ya que se dice allí: Cubriré cuando hayas extinguido a los cielos, haré ennegrecer sus estrellas, el sol lo cubriré con una nube y la luna no dará su luz. Todas las luminarias haré que estén de luto sobre ti[114]. Esto con toda razón se aplica al anticristo y al desmoronamiento de su cuerpo. En Joel es aún más evidente cuando añade: ‘Se levanten y suban las naciones en el valle Josafat porque allí estaré sentado para juzgar a todas las naciones de los alrededores[115]. Y aquello de el sol y la luna entran en tinieblas y las estrella retiraron su esplendor y el Señor rugirá desde Sión’, etc. Estos pocos ejemplos sacados de entre muchos explican suficientemente que es una cosa común y como propio de las letras divinas que propongan algo de menor importancia mientras que durante su desarrollo y en su conclusión se convierten en algo más alto entretejiendo esto y aquello de manera admirable. Y esto es especialmente  el caso muy frecuente  cuando se habla del reino de Cristo y de la perdición de los hombres impíos. De esto estamos precisamente hablando.

 

La finalidad del discurso del Señor en el monte de los olivos es predecir fin del mundo entero más que  la destrucción de una ciudad.

Capítulo XII

Estas cosas anteriores se han conmemorado más abundantemente, para que la narración acerca del proceso  evangélico de la Iglesia, la última tentación, los prodigios y fin del mundo se pueda ilustrar mejor. Por eso la destrucción del templo y la  ocupación de la ciudad de Jerusalén predichas por el Señor, son el punto de partida de  todo el discurso pronunciado en el monte de los olivos. Cuando, pues,  los discípulos admiran aquella mole extraordinaria del templo  y su hermosa construcción  e invitan al Señor, quien parece pasar de largo sin darle importancia, para que  observe [437] con mayor atención, en ese momento toda De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 437esta admiración fue reprimida por la inesperada frase: ¿Veis todo esto? En verdad les digo que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida[116].  Sacudidos  por el terror, no mucho después acuden a Cristo que está sentado en el monte de los olivos mirando el panorama de Jerusalén y desean conocer al mismo tiempo acerca de la destrucción de Jerusalén y acerca del fin del mundo.

Pues, es manifiesto en Mateo que ellos han preguntado y lo han entendido que el Señor hablaba de ambas cosas. Lucas anota así: Maestro, ¿cuándo serán estas cosas y cuál es el signo de que comenzará?[117] Y parece que quieren hablar sólo de Jerusalén. Tampoco Marco habla tan abiertamente: ‘Dinos cuándo estas cosas sucederán. ¿Cuál será el signo cuando todas estas cosas comenzarán a consumarse?[118] En cambio, Mateo de manera conspicua demuestra que están preguntando acerca del fin del mundo: Dinos cuando sucederán estas cosas y ¿cuál será el signo  de tu venida y de la consumación del siglo?[119]

Ahora bien, partiendo de esta ocasión el discurso del Señor se mezclan porque dice algunas cosas de la destrucción de Jerusalén y algunas otras del fin del mundo. Con todo lo que se refiere  propiamente a la ciudad y al pueblo de los judíos es realmente muy poco. Se ven expresadas detalladamente en Lucas: ‘Cuando vean que Jerusalén esté rodeada del ejército...’ hasta aquellas palabras… y Jerusalén será pisada por parte de los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de las naciones. Luego lo que sigue en seguida: ‘Y habrá signos en el sol, la luna y las estrella y en la tierra  angustia de las gentes por la confusión del ruido del mar’, etc., habla patentemente del fin del mundo. Así lo propone también la Iglesia.

Con excepción de esas pocas cosas, todo lo demás que se lee en este como también en los demás evangelios se han de entender sólo de fin del mundo o pertenecen a las dos calamidades pero han de entenderse especialmente como dichas más de aquella [p. 438] destrucción general del mundo que de la ruina de la ciudad.

Esto como el Espíritu divinamente lo quiere indicarlo, lo expresa por boca deDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 438 Mateo mediante la interrogación distinta respecto a la consumación del siglo y la venida del Señor. Por eso no hay que dudar de que no queda otra cosas que referirlo todo a eso que Mateo persigue por medio de las afirmaciones de Cristo con ocasión de la pregunta de los apóstoles aunque algunas de esas cosas  podrían ser congruentes con la ruina judía. Casi las mismas cosas dice Lucas del asedio y de la desolación de Jerusalén. Lo mismo piensan algunos de los mejores exégetas antiguos y modernos. Es más, es según mi parecer la manera del mismo Mateo al exponerlo todo.

Por eso cuando  algunos oponentes antiguos y más recientes se esfuerzan en probar que la mayor parte lo escrito de Mateo no se ha de entender del fin del mundo sino se refiere a la conquista  judía; me parece realmente  que tal esfuerzo rinde pleitesía a la complicación más de lo que es necesario. Yo mismo me he dado cuenta en algún momento que sería inepto y absurdo  aplicar literalmente a la tragedia de Jerusalén aquellas cosas que propone la Iglesia durante el comienzo del adviento respecto al juicio final y que han sido precisamente sacadas del evangelio de Lucas: Y habrá signos en el sol, en la luna, etc.

Es que sucede frecuentemente por el número y el uso (cuando se repite algo hasta la saciedad) que los investigadores, obedeciendo a un sentido literal exagerado, están achicando el sentido espiritual y entonces pierden también el verdadero sentido literal.  Porque la letra de la palabra divina en su mismo sentido es espíritu, de manera que quien no entiende que hay que  ponerlo siempre en primer lugar, este no es de Dios sino demuestra que trata de palabras de hombres similares a los suyos propios. Necesariamente se aleja en muchas cosas de la misma escritura.  [p. 439]

 

También en los demás textos de la Escritura muchas veces se predicen propiamente los eventos de los últimos tiempos.

Capítulo XIII.

Aunque se haya explicado suficientemente el tema, con todo, también en otros pDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 439asajes se debe entender indudablemente que se está hablando de los últimos tiempos aunque la escritura  parte de otra tema o entremezcle también otras cosas.  Por ejemplo, se habla de los reyes en aquella profecía famosa de Daniel[120]. Cuando se llega al último rey el lector podría empecinarse en averiguar de quién se habla tantas veces y se dicen tantas cosas. No parece coherente que, cuando comenta los imperios de los griegos, se haga referencia al anticristo. Se relatan muchas incidencias que se refieren al ilustre Antíoco o a Epifanio y eso de manera muy clara. Si referimos todo lo que se dice a Antíoco no sufre ni la fidelidad histórica ni el sentido de las palabras. 

¿Qué entonces? Es cierto, como lo dice muy bien Cipriano mártir, en Antíoco se expresa el anticristo[121]. Es que la escritura a uno lo llama raíz del pecado y al otro hombre del pecado. Es que varios elementos de aquella profecía son comunes tanto a Antíoco cuanto al anticristo, pero principalmente al último y al otro como que es figura de aquel[122]. Igual que las profecías de Isaías respecto al rey de Babilonia[123] de modo similar hablan las de Ezequiel respecto al príncipe de Tiro[124]. Ahora bien, si alguien entiende que están advirtiendo  la soberbia de aquellos hombres, no comete ningún error. Sin embargo, el que no piensa al mismo tiempo en el príncipe de las tinieblas, en la serpiente antigua que se rebeló contra Dios y luego por divina virtud fue  lanzado del altísimo trono al infierno, no solamente se percata superficialmente de muchas cosas sino hasta es llevado a la mentira.

Lo mismo sucede de nuevo en Juan. Se habla de la bestia en el Apocalipsis  y del seudoprofeta. Si alguien lo refiere a la persecución [pg. 440] universal de laDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 440 Iglesia no razona de manera inepta. Sin embargo, también se exhibe perspicuamente la misma persona del anticristo. Si eliminan este tipo de comprensión histórica, será un precio muy alto a pagar por aquella tan excelsa revelación porque la acomodan  a interpretaciones místicas y a alegorías de virtudes y vicios. De esta manera todos fácilmente – me atrevo a hablar con audacia – podremos profetizar e interpretar cuando se trata de uno de los dones que Pablo enumera entre los grandes carismas del Espíritu[125]. A mí personalmente me parece mucho mejor que cuando hay cosas que se profetizan de manera oscura venerarlas con un silencio sagrado porque no se les puede explicar por medio del ingenio humano a no ser que se hayan cumplido.

No niego que  los comentarios tipológicos y morales de este género sean muy útiles. Han sido utilizados muchísimo por los santos Padres. Sin embargo cuando leemos las famosas profecías de la Escritura sea de Daniel o del Apocalipsis de Juan, no hemos de creer poder explicarlas a no ser que hayan sido comprobadas por la realidad o insignes hechos por obra del Espíritu Santo.

Cuando uno cuidadosamente trae a la memoria todos los testimonios del Antiguo Testamento  que refieren repetidamente los evangelistas, especialmente Mateo, enseguida uno se da cuenta que se trata de profecías  respecto a realidades y hechos particulares de Cristo. Estas profecías, si no se hubieran cumplido tal como han sido anunciadas, los hombres no las podríamos entender.

Por tanto, fue necesaria la exhortación  divina para que de la misma manera comencemos a investigar las demás profecías de Cristo en las Escrituras. Son las siguientes: por ejemplo  desde Egipto llamé a mi hijo[126]; una voz se ha escuchado en Rama, un llanto y quejido[127]. La tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí vio una gran luz[128]; aceptaron  el precio en treinta monedas de plata pesadas[129]; aquello de Juan: No quebrantaréis en él ningún hueso[130] [pg. 441] De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 441mirarán al que traspasaron[131]. También en los Hechos de los Apóstoles: ¿Por qué se estremecieron las naciones  y estaban presentes los reyes?[132] Esto se refiere a Herodes y Pilatos. Yo te engendré hoy[133]  se refiere a la resurrección. Por autoridad divina estas cosas, es decir, hechos particulares, todas tienen un significado.

No hay que dudar que de parte de los profetas se haya profetizado sobre la primera venida de Cristo, sobre su segunda venida, igualmente sobre la tribulación de la Iglesia  y sobre el fin del mundo. Y esto lo han confirmado el mismo Cristo y los apóstoles en muchas circunstancias y se ha tomar en cuenta los hechos  y eventos más importantes al respecto.

 

El sumario del sermón pronunciado en el monte de los olivos: cuatro signos que durante un largo espacio de tiempo precederán  la consumación del siglo.

Capítulo XIIII.

Al haber explicado esto no es difícil darse cuenta que lo que se dice de este misterio en los evangelios se ha de entender de tres tiempos distintos.  Muchas cosas se han cumplido en el trascurso de la historia de la Iglesia y se están cumpliendo todos los días. Algunas cosas se refieren a los últimos tiempos. Cuando estas se han cumplido vendrá ciertamente el día del Señor. Lo demás se refiere al fin del mundo y a la venida del Señor cuando juzgará a vivos y muertos.

Esto lo seguiremos exponiendo según su orden de acuerdo a lo que podemos averiguar de las divinas letras y de la autoridad de los santos Padres.

En primer lugar no hay que suponer que el discurso del Señor en el monte de los olivos dirigió a los suyos, como que se ha de aplicarse sólo  a los  últimos tiempos  y como que se trata sólo de los últimos signos. Muchos quizás se convencen erróneamente precisamente que a partir de la interrogación de los discípulos sobre la consumación de los siglos y la venida del Señor el discurso trata de exclusivamente de eso. Sin embargo, está ante nuestros ojos que la historia de la Iglesia muy apenas ha llegado a su fin. [pg. 442] Es que los signos estos que han sido predichos se refieren no sólo a la consumación de los siglos sino también a cosas que la preceden en un intervalo muy amplio.

Es que a excepción de aquello que evidentemente ha sido dicho  en relación conDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 442 la destrucción de Jerusalén y como saben todos se han cumplido dentro de los cuarenta años subsiguientes, todo lo demás también podemos admirablemente reconocer en los evangelios como que está referido al crecimiento de la Iglesia, a la persecución, a los sufrimientos y  el peligro que ha padecido en aquel entonces, está padeciendo ahora y padecerá  hasta los últimos tiempos. Observamos, pues, que las persecuciones de los tiranos, las pasiones de los mártires, los falsos dogmas y cismas de los heréticos, las calamidades temporales a causa de las guerras y de las miserias del mundo han sido descritas en pocas palabras.

Se indican, por ejemplo, el furor de los reyes impíos contra los servidores de Cristo hasta inclusive torturas extraordinarias y muerte, y eso de la siguiente manera (Mt 24): ‘Os entregarán a los tribunales, os matarán y seréis  odiados por todas las gentes a causa de mi nombre y entonces se escandalizarán muchos – esto se refiere  a aquellos que negaron a Cristo y amaron más la gloria del mundo  - y se entregarán mutuamente  y se tendrán mutuamente odio’.[134] Lucas también lo expresa aún más claramente: Antes de todo esto os echarán mano, os perseguirán y los entregarán a las sinagogas y a los guardias, os llevarán ante reyes y gobernantes[135], y todo lo demás que desde los tiempos de los apóstoles hasta Constantino especialmente la Iglesia universal ha padecido.

En cuanto a las tentaciones internas de la Iglesia que aparecen según el signo, es decir, los engaños y falacias de los heréticos,  estas han asediado a la Iglesia en todos los tiempos. Con todo, al aplacarse la brutalidad de los tiranos y césares, ahí comenzó especialmente y gravemente la persecución interna cuando la peste arriana recorrió el orbe arruinándolo, igual que las demás lacras de Eunomio, De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 443Macedonio, Dióscoro y tales que terriblemente mortificaron a los católicos. [pg. 443] Se les identifica fácilmente con las palabras evangélicas con que Jesús exhorta con toda seriedad: Mirad que nadie os seduzca. Vendrán muchos en mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo[136]. Eso lo dicen precisamente todos los autores heréticos cuando se constituyen como guías de la verdad y cuando quieren que se tenga fe en ellos más que en Cristo y por eso Juan con todo derecho los llama anticristos[137]. Y (el Señor) insiste nuevamente: Surgirán muchos seudoprofetas y seducirán a muchos[138].

Hay un tercer signo: las guerras y los tumultos de las naciones. Estas cosas existen desde que el hombre es hombre. Sin embargo, después que comenzaran los tiempos de los cristianos, emponzoñaron grandemente el orbe entero. No habría que asignarle una época determinada. Agustín se vio obligado a responder a las calumnias de los que echaron la culpa de las calamidades a los cristianos[139]. Es cierto, la invasión de las gentes septentrionales, la gran decadencia del imperio, las conturbaciones de todos los reinos le siguieron al gran furor de los heréticos, y especialmente eran fuertes las guerras bárbaras cuando en Italia se dio la ruina del imperio romano en tiempos de los santos Padres León, Agustín, Jerónimo. Estas cosas las predijo Jesús de esta manera (Mt 24): ‘Y escucharéis de guerras y rumores de guerra. Se levantará nación contra nación y reino contra reino[140].

El cuarto signo se da por medio de la perturbación y los prodigios de los elementos y de las criaturas irracionales. Y habrá pestes, y hambre, grandes terremotos en algunos lugares, terrores en el cielo y habrá grandes signos[141].

Varias historias cuentan que todo esto ha sucedido palmariamente y que todo el orbe de la tierra será devastado o destruido. Por ejemplo, el Papa Gregorio da testimonio que sucedía en sus tiempos y que no dudaba en decir que uno comprendía los signos con mayor claridad por suceder en el mundo que cuando uno leía sobre ellos en el libro sagrado[142].  Me parece que los Santos PadresDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 444 han observado estos mismos signos cada uno en su época y a partir de ellos han anunciando [pag. 444] que el día del juicio estaba cerca. Cipriano lo ve en las persecuciones atroces de los tiranos, Hilario en la poderosa herejía de los arrianos, León quizás tanto en las inauditas invasiones septentrionales de los Hunos y como en las demás, Gregorio, como dije, en las pestes, en los terremotos, en el hambre y en la destrucción general. Y cada uno realmente, como dije, ha visto allí los signos predichos por el Señor.

Pero tampoco quiero entender esto como que los signos se han cumplido totalmente cuando se manifestaron en aquellos tiempos determinados como que no se manifestarán ya hoy en día ni se manifestarían hasta el fin del mundo.  Sin embargo, vemos que el primer signo que Cristo ha predicho sobre Judea y Jerusalén se ha cumplido totalmente. Luego en el mismo Imperio Romano y en la Iglesia – que es la cabeza del orbe - cualquiera de estos cuatro signos siempre se manifiestan. Sin embargo, en las diversas épocas resplandecen con mayor claridad a veces uno y a veces otro de ellos. Y no hay duda que  luego los demás reinos e iglesias han experimentado y experimentan cada día todo esto. A todos se dirige y a todos concierne el discurso celestial. 

Tampoco hay que pensar que  esto no sucederá y con mucho mayor vehemencia en el último combate de la Iglesia. ¿Quién puede dudar que  las guerras, los terremotos, las torturas y asesinatos y las herejías incidan de manera salvaje en el fin del mundo? Con todo es muy cierto, tal como lo dije más arriba, estas cosas no han sido puestas por Cristo como signos de los últimos tiempos sino indican de alguna manera la futura destrucción del mundo pero no como de inmediato. Esto lo dicen las mismas palabras del evangelio cuando luego de la enumeración  añade: Esto será el comienzo de los dolores; y también: Vean que no se turben. Conviene que esto suceda, pero no es todavía el fin; esto se refiere a aquellos cuatro signos también de manera igual, es decir el signo de los tiranos, el de las herejías, el de las guerras, el de las tempestades. Esto se entiende claramente  tanto  a partir de Mateo, cuanto de Lucas y de Marcos

 

Cómo describe el Salvador los signos de la consumación del siglo que sufrirá el mundo mucho antes de su destrucción.

Capítulo XV.

Se puede preguntar legítimamente por qué estos signos del fin del mundo se indican y suceden cuando acontecen antes de tantos siglos puesto que aún antes De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 445de la misma exposición del Señor ya son muy familiares los males para el mundo cuando uno se pone a revisar todas las épocas de los hombres. Es que no puedo dudar que han sido indicados como signos y han sido dados como signos cuando recordamos  las preguntas de los apóstoles: ‘Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas y cuál es el signo de tu venida y del fin del mundo?[143] Para ese propósito sirve  todo el discurso del Señor. Luego nuestros mayores los aceptaron así y lo transmitieron a la posteridad. Por eso es nefasto que alguien piense de manera distinta. Ahora que se hayan cumplido ya en gran parte ni se referían en primer lugar al fin del mundo, esto consta claramente en la misma serie de afirmaciones de los evangelios[144]. Se distingue esto de aquellos, a este se le da el nombre de comienzo ni vendrá en seguida el fin. De aquellos, muy al contrario, se dice que cuando sucedan  el fin ya estará a la puerta y en seguida se hará el juicio.

Por tanto, si estas cosas acontecen tanto tiempo antes del fin del mundo y les son comunes a casi todas las épocas, ¿cómo pueden ser signos del fin del mundo? Es como cuando los médicos revisan a un enfermo  y afirman ciertos indicios de una muerte segura – los cuales no son todos del mismo género - , es decir, algunos hablan de la muerte cercana y otros no sugieren una muerte tan cercana pero la muerte es segura. De la misma manera  las cosas suceden en este mundo que va hacia su ocaso. El médico experto  y sabio conoce la fuerza y la De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 446malicia de la enfermedad ya desde lejos y sabe y exhorta con tiempo, cuando hay peligro en demora,  a que busquen la oportuna consulta aquellos a quienes les corresponde. Es que está convencido [pag. 446] que la muerte del paciente se acerca por cierta razón, es decir, las vicisitudes y los pronósticos o, como ellos dicen, los signos críticos. En cambio, se reconoce la muerte inminente recién por los signos extremos que todos conocen como son los ojos tenebrosos, el pulso irregular y la respiración laboriosa;  si sólo entonces avisa, este médico no vale nada.

A los primeros hombres Dios les ha advertido  que el día que coman del árbol prohibido morirían de mala muerte[145]. Luego de eso vivieron todavía más que novecientos años[146]. Sin embargo, no sólo del alma sino también del cuerpo se apoderó en aquel mismo día la muerte porque desde entonces comenzaron a ser mortales. Pues, la desnudez, el trabajo, el hambre, el agotamiento  y demás tribulaciones que han experimentado permanentemente ¿qué otra cosa fueron  sino pre-anuncio de una muerte certera?

En consecuencia podemos decir que todo este mundo está enfermo y es patente que corre hacia su ruina. Todas las creaturas padecen y todas estas creaturas tienen el deseo de  reparar su salud dañada de algún  modo por el pecado del hombre para quien las cosas para quien han sido creadas. Esto lo enseña egregiamente el apóstol: ‘La creatura ha sido sometido a la vanidad no porque quiso sino por aquel que la sometió en la esperanza que la misma creatura será liberada de la esclavitud de la corrupción en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Sabemos que toda creatura gime y está con dolores de parto hasta este momento (Rom 8)[147].

Lo que sigue a este texto muestra claramente  que no se habla de la creatura humana sino de todas las demás creaturas. Ahora bien, estamos viendo las vicisitudes y el inquieto movimiento  de los cielos y de los astros, también el origen  en la esfera inferior de las cosas engendradas corruptiblemente y su  destrucción.  Esto el apóstol lo llama sabiamente vanidad algunas veces y servidumbre de la corrupción. Por eso todo es como si se moviese como en un círculo, no tiene consistencia en lugar alguno y como alrededor de un eje estos cuerpos luminosos dan la vuelta de ahí por allá. Y, aunque la filosofía de los hombres acepte [p. 447] y hasta admire este movimiento ininterrumpido,  sin embargo,  la sabiduría  considera la vicisitud de las cosas caducas y todo este moverse en círculo y también la necesidad de nacer y perecer como vanidad.

Establecido, pues, aquel tiempo después del juicio entonces será tranquilo,De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 447 plácido, iluminado abundantemente por la creatura celestial. Los elementos ya no pugnan entre sí sino  siendo armoniosos y pacificados legítimamente serán adornados con los títulos de libertad y de gloria. Así como se piensa respecto al hombre así ha de pensarse del mundo, de la enfermedad, de la muerte y de la resurrección. Porque no sólo la sabiduría de los sabios de este mundo Dios la ha convertido en necedad[148] ya que en sus disputas afirman que este mundo tendría un futuro eterno sino también que de manera mucho más universal es artificio de los hombres mundanos de admirar  las cosas mundanas  como supremas e inmortales. En consecuencia, donde sucede esto se relega o se desprecia los bienes eternos inherentes a estas cosas sin importancia. Por eso el Dios-hombre que ama a los hombres,  de tal manera ha expuesto claramente entre nosotros  los males del mundo, los peligros, los sufrimientos divinamente permitidos porque quiere lograr que, al darse cuenta de que puede perecer a causa de todo ello, los ánimos se hagan aptos para la vida eterna.

De esta manera las guerras, las pestes, las hambrunas, los terremotos, las tempestades, los diluvios, bochornos excesivos, los desastres desde el cielo y sus terrores, las fallas llamativos del sol y de la luna cuando se ven manchas y sangre frecuentemente y todos los demás portentos indican, sin embargo, aunque no sean desacostumbradas, a aquellos  que por gracia divina tienen abiertos los ojos, como si se tratara de morbo del mundo que envejece. No disciernen siempre lo que pasará en el futuro pero saben que ciertamente el mundo perecerá. Lo dice de una manera contundente San Ambrosio: Ya que estamos en los finales del mundo les preceden ciertas enfermedades; enfermedad del mundo son el hambre, la pestilencia, la persecución[149]. Así lo expresa él. Y San Pedro dice: Ya que todas estas cosan han de disolverse, les conviene a ustedes que sean [p. 448] como quienes se mantengan en santa conducta y De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 448piedad, esperando y acelerando la venida del Señor por quien se disolverán los cielos ardientes y los elementos  perecerán por el ardor del fuego. Pues esperamos unos cielos nuevos y una nueva tierra prometida por él en las que habita la justicia[150].

Se trata, pues, de signos del fin de los tiempos que han sido predichas por el Señor: las calamidades que en un lugar aparecen con menor fuerza y en otro con mayor devastación. Estos males de las que sufre ya antes el mundo, anuncian que en algún momento serán definitivos. Con todo, cuánto falta de este envejecimiento y de sus labores, esto no indican estos signos porque el número los años de todo  aquello solamente es conocido por Dios.

 

Entre todos los signos el más seguro consiste en el hecho cuando se ha completado la predicación del evangelio en el mundo entero.

Capítulo XVI

San Agustín enseña muy sabiamente y Tomás aduce pruebas claras que de todos estos signos  no se puede deducir de ninguna manera cuándo está cerca el último día[151]. Si queremos escoger un signo entre todos aquellos que ha predicho el Señor, encontraremos a ninguno más seguro que aquel que se ha predicado el evangelio en todo el mundo. Con mucha sabiduría, pues, como en todas las cosas, el santo Padre ha procedido con mayor prudencia y sutiliza que los demás en este tema de la venida acelerada del fin del mundo y afirma que de todos los signos  del fin del mundo el más firme es la predicación del evangelio consumada en el mundo entero.

Consultemos el evangelio de san Mateo donde el Señor se expresa de siguiente manera: Y se predicará el evangelio del reino en el mundo entero como testimonio a todas las gentes y luego vendrá el fin[152]. Sé que los santos Padres Hilario y Crisóstomo explican este pasaje como si se tratara de la destrucción deDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 449 Jerusalén, es decir, [pp. 449] de la agresión por parte de Tito y Vespasiano. Por eso creen que  el evangelio había sido predicado en el mundo entero en los tiempos de los apóstoles. Esto lo confirma también Pablo cuando escribe a los colosenses: En la palabra de la verdad evangélica que vino a vosotros como vino al mundo entero y da fruto y crece[153]. De manera similar habla cuando escribe a los romanos: ¿Acaso no escucharon? A toda la tierra salió su pregón y hasta los confines de la tierra  sus palabras[154]. 

Pues, si solo Pablo, como dice Crisóstomo, ha predicado el evangelio desde Jerusalén hasta Ilírico y hasta España, ¿qué no habrán hecho los demás apóstoles y discípulos todos? Precisamente esta divulgación del evangelio en el orbe entero ha provocado  la destrucción de aquella ciudad y finalmente del templo. Otros, en cambio, transmiten que  no fue en aquel tiempo que el evangelio se divulgó en el mundo, que recién ha comenzado  más tarde y poco a poco. Por eso el Señor dice aquello de del fin del mundo y no de la ciudad.

A mí me parece como cosa cierta que  se ha de entender este signo no sólo ni principal y propiamente  del fin del mundo.  Y que los apóstoles  en cierto sentido hayan predicado al mundo entero el evangelio, no digo nada en contra porque el orbe entero quiere significar frecuentemente sinécdoque, especialmente aquella región que generalmente es conocida a los hombres en general. Para decir unos ejemplos: Salió un edicto para que se inscribiese el mundo entero[155]; el hambre que había vaticinado José en el mundo entero[156] ; aquello que está escrito en el libro de Ester que se celebraría el día festivo en el mundo entero[157]. Podemos indicar muchísimas instancias de este tipo. Es que se trata de una manera general como hablan los autores cristianos y profanos[158]. En el mismo sentido habla Pablo afirmando que el evangelio ha llegado al mundo entero y está dando fruto.

Ahora bien, si alguien quisiera  acomodar  aquellas palabras del Señor también a De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 450la destrucción de Jerusalén [pp. 450] no me opongo mucho.  Sin embargo, no han de ser escuchados en modo alguno aquellos que pretenden de entender todo esto como si no hablase en nada del fin del mundo como lo quieren Theophylactus y Cornelio Jansenio, un hombre muy docto. Pues, si dejamos de lado la autoridad de los Padres más importantes, Agustín, Jerónimo, Juan Damasceno, Prósper de Aquitania, al autor del opus imperfectum comentando a Mateo, de Ambrosio y de muchos otros que constantemente afirman que Cristo ha hablado del fin del mundo, dejaríamos de tomar en cuenta que los más importantes de entre ellos desean expresar que de parte de Cristo no hay signo más evidente que quiera indicar la cercanía del juicio[159].

El contexto mismo del evangelio explica patentemente la intención del Señor. Por ejemplo, Mateo comienza así: Cuando estaba sentado en monte de los Olivos se le acercaron los discípulos y en secreto le dijeron: Dinos cuándo sucederán estas cosas. ¿Cuál será el signo de tu venida y del fin del mundo?  En seguida el evangelista relata simplemente la respuesta del Señor: Y en seguida vendrá el fin. No se trata de otro fin que el del mundo porque sobre eso versaba la pregunta si se quiere aceptar el orden del contexto y no se puede insinuar otro fin.

Supongamos que  no hubiese precedido mención alguna del fin del mundo, con todo, cuando Cristo de manera absoluta anuncia que vendrá el fin no se puede entender otra cosa  sino el fin absoluto y no de esta o aquella nación sino de la humanidad entera. ¿Quién, pues, podrá pensar en otra cosa cuando escucha estas palabras? Ya que se ha mencionado el fin del mundo no hay lugar para dudas. Además, ¿a qué viene lo siguiente: Se predicará este evangelio del reino en todo el mundo para testimonio de las gentes? Digo, ¿qué significa eso de testimonio para todas las naciones? En mi opinión [p.451] no significa otra cosa que la causa de Dios ha de justificarse primero de cara a todas las naciones antes que venga el fin de las naciones.

 ¿Cómo se puede referir  al debacle del pueblo judío cuando se habla delDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 451 testimonio ante todas las naciones? Es que no tengo dudas que la causa de Dios ha sido justificada ante las tribus de Israel en la diáspora antes de la destrucción del templo ya que los apóstoles primero se han dirigido en todas partes a los judíos y no habrán existido (judíos) en las regiones más allá de las que han sido evangelizados por los apóstoles. Y aduciré para ser tomado en cuenta aquello de Pablo (cf. Rm 10): ¿Acaso no escucharon? Pues en toda la tierra llegó su anuncio y hasta los confines de la tierra resonaron sus palabras[160]. Esto se ha dicho ante todo por la perfidia de los judíos porque es totalmente inexcusable  su falta de fe en Cristo.

La sentencia siguiente parece mostrarlo con mayor claridad aún cuando argumento: ¿Acaso Israel no sabía? Es que antes Moisés dice: ‘Les haré celosos de  los que no son pueblo, etc.’. Si la primera predicación del evangelio no se hubiera dirigido solamente a los judíos sino a los paganos entonces, según las palabras de Pablo también todas las naciones serían inexcusables. Pues realmente no se puede expresarlo mejor de cómo lo que dice el divo Agustín sobre los apóstoles y los predicadores apostólicos que en toda la historia de la Iglesia están anunciando la paz para que sea aceptada por todas las naciones.

Esto sucede para que todos escuchen ya que el sonido del anuncio celestial  ha de llegar hasta los confines de la tierra. De este tema hemos hablado suficientemente en el libro  De procuranda Indorum salute[161]. Por eso no es necesario decir más aquí, a excepción de una cosa. Se ha abierto recientemente un gran campo en el mundo, tantas naciones de paganos han sido descubiertas que ni siquiera una sílaba conocían de la ley evangélica. Es que aquellas palabras del Salvador han de entenderse  propiamente y según su sentido respecto a una cosa tan importante, como vemos en la vocación de aquellas gentes. [p.452]. Por eso es insulso querer aplicar  esta patente profecía y sus signos ilustres dados de parte del Señor sólo a las angustias de los judíos.

 

La promulgación del evangelio no ha llegado aún a todas las naciones.

Capítulo XVII.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 452Ahora hay que explicar si este signo de la vocación de todas las naciones ya se ha esclarecido de manera que pronto tengamos que esperar el fin del mundo o cómo es la cosa. Jerónimo y otros de los antiguos en su época creyeron que el evangelio había sido anunciado en toda la tierra  y han sospechado que  en breve se presentaría el último día[162]. De otra parte Agustín se muestra nuevamente muy al tanto de la cuestión y con argumentos muy certeros  afirma que no se ha anunciando aún la paz evangélica a todas las naciones diciendo que en África había mucha gente a quienes no había llegado ni  el nombre cristiano ni la fama del imperio romano, y que no habría duda alguna que no se acabaría el mundo antes que también a ellos se predicara  la palabra de Cristo[163]. Es por eso que no le parecía a él por qué con tanto apremio  a algunos les parecía cercano el día del juicio. Así habla muy acertadamente aquel Santo Padre.

Desde entonces han pasado más de mil cien años. Ahora bien, en la época nuestra y la de nuestros padres consta que ha sido descubierta una enorme parte del orbe de manera que es seguro que se dilata el juicio hasta que a tantos pueblos y naciones se les abre el camino de la salvación. Esto demuestra que Dios es fiel  en todas sus palabras. Ahora bien, si se sabría lo que hay de habitantes en el mundo entero ya estaría patente la conclusión al respecto;  y en el caso que ya no habría naciones desconocidas a quienes hay que anunciar a Cristo, y para esperar acertadamente el fin del mundo cercano, para lograr eso habría que realizar un trabajo ingente. Es evidente [p. 453] especialmente en este siglo, es decir, el año 1500 se han  descubierta más hombres a quienes el anuncio evangélico debe llegar, que en todos los mil años anteriores. Por eso ningún hombre inteligente puede temerariamente  esperar que  los tiempos fijados por el decreto divino hayan llegado.

Supongamos que se le puede asignar algo a la argumentación humana. Personalmente tengo  varias conjeturas, y no son deDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 453 poco peso, de las que voy a presentar las más importantes. Pienso que no se ha terminado aún la obra de la predicación evangélica que Dios dijo había de realizarse en el mundo entero. En primer lugar hay que tener en cuenta que hay muy extensas regiones en las cuales no se ha propuesto aún la fe cristiana. En la misma América nos enteramos por testigos fidedignos, entre ellos también hermanos de nuestra orden, que ya antes, al navegar los españoles buscando nuevos reinos por el  gran río Marañón bajo el mando de Orsua, se han encontrado pueblos que  parecían bastante cultos en su bárbaro modo de vivir, a quienes ni han saludado. También se cuenta de cierta gran provincia llamada Paititi. Y hablan de gobernantes, no se si es fabula, gigantes de Patagonia y de otros, esto sin duda, del Magallánico. A todos ellos ciertamente aún no se ha predicado el evangelio.

Lo que hay entre el océano austral y el septentrional es casi totalmente desconocido y no es verosímil que tanto espacio de tierras esté sin habitantes. Y eso sólo refiriéndonos a las provincias que conocemos muy bien. ¿Qué habría que decir  de las islas Salomón y de toda esta cadena de tierras? ¿Qué del otro lado  del mundo, por ejemplo acerca del promontorio mendocino? ¿Qué de lo que se llama Nueva Guinea? Realmente tantas y tan grandes regiones no han sido descubiertas y no en vano hay que creer firmemente que la divina providencia está actuando para que lleguen a ser conocidas, luego sean visitadas y finalmente reciban el anuncio de la salvación. [p. 454].

Dicen, es verdad, que algunos han podido percibir la noticia del nombre cristiano De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 454de los pueblos vecinos y de esta manera se les ha predicado a ellos también el evangelio. Que aclaren una cosa: ¿Esa noticia  es digna del evangelio, quiero decir, han anunciando tanto la noticia de Cristo de manera tal  que descubrieron que sus dioses no son nada, que la salvación sólo está en Cristo y que la ley cristiana es pura y que han aceptado observarla sinceramente? ¿Si resuena el nombre de cristiano como, por ejemplo, la voz España o Turquía no podrán  aquilatar la realidad de Cristo Dios   de acuerdo a su dignidad, acaso no es entonces imposible creer que el evangelio les sea conocido ya que apenas han oído de él? Pues Cristo ha predicho aquella predicación que ha de hacerse en todo el orbe de la tierra se realiza como testimonio a toda la gente[164]. Esta la deberían recibir como tal. Si la rechazan serán juzgados por la misma palabra de Dios como lo ha dicho la misma Verdad[165]. La Escritura habla  no sólo de la predicación futura sino también de los frutos de la predicación en todo el orbe de la tierra. 

Dice el beato Prósper: Que nadie sea tan audaz como para afirmar que alguna nación  o alguna región de la tierra podría estar excluida en la cual no se extiendan los tabernáculos de la Iglesia[166]. Dice el Señor al Hijo: Pídeme y te daré  a las naciones  en heredad y en posesión los confines de la tierra[167]. Recordarán  y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra y adorarán en su presencia  todas las familias de las naciones[168]. Esto mismo lo expresa Juan más claramente en el Apocalipsis cuando dice: Vi una muchedumbre grande que nadie podía contar de todas las naciones, tribus, pueblos, lenguas de pie delante el trono en presencia del cordero, vestidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos[169].

No sólo deberá predicarse el evangelio a todas las naciones [p. 455] sino laDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 455 predicación deberá ser tal que recoja a los hijos del reino de todas las naciones, lenguas, pueblos y tribus. Quién reflexiona sobre eso no puede dudar que en las inmensas tierras de los chinos el evangelio no ha sido aún promulgado. No es suficiente creer que porque algunos mercaderes portugueses les han dicho algún vocablo cristiano o que uno que otro monje haya querido predicar de Cristo en la ciudad marítima de Cantón, pero no han predicado el evangelio. Vendrán, vendrán los tiempos  en las cuales según la altísima presciencia  de Dios  no les habrán faltar operarios evangélicos que de los chinos y a las demás tierras diligentemente  se ocuparán de ello como conviene.

 

¿Se puede saber cuándo el evangelio habrá sido anunciado a todos para que venga el fin?

Capitulo XVIII

Al fin y al cabo no se ha comprobado si quedan por descubrir nuevas regiones y tierras del orbe. Según los relatos de los marinos existen todavía tierras allende que se han observado de lejos y no han sido exploradas. Estos relatos son invariables. Tanto es así que  a los cartógrafos  les siguen siendo desconocidos litorales  para que puedan consignarlos en los mapas marítimos. Existen no pocas razones de suponer que existen varias regiones que los hombres todavía no conocen. Por ejemplo, de cara a todo el océano peruano  si miras desde al oriente hacia occidente en línea recta, no se sabe de región alguna que pueda haber enfrente. Tampoco es verosímil que exista tan grande extensión  de tanto espacio marítimo que se ha visto hasta ahora sin que haya tierra firme.  Pues, sucede que hasta donde se extiende este continente más allá del Magallianicum,  nadie sabe desde hace pocos años hasta ahora que no era un continente sino una isla rodeado por todos lados por el océano [p. 456]. Pues este es el rumor luego que los ingleses entraron por allí y no se sabe si es verdad o es falso.

De la misma manera, ya que hay una amplia zona temperada  De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 456habitada cerca del polo árctico y las otras dos – aunque fueran habitadas por un menor número – con todo es probable que cerca del polo antártico haya una región habitable mucho más grande de la que conocemos ahora. Lo que sabemos hasta el momento es tan exiguo que si comparamos  la población del lado opuesto se podría decir que es una proporción de tres a cincuenta. Pero no se trata de un argumento sólido. Porque si  tanta extensión  hay cerca del polo cuanto hay en otra parte del mundo entonces la mole de la tierra sería mayor que todo el océano. De este modo el elemento tierra superaría en magnitud el elemento agua. Ahora bien, aunque los sabios matemáticos de nuestro tiempo han opinado que el único globo esférico se compone de ambos elementos y lo demuestran; sin embargo,  aunque afirman que el mismo sería  el centro de la extensión como de la gravedad no lo demuestran ni pueden demostrarlo[170]. Es que parece improbable y contradice a la filosofía  que el agua no ocupe mayor dimensión que la tierra.  Vemos, por ejemplo que en todos los cuerpos superan en dimensión los que de acuerdo a su naturaleza son superiores en un lugar determinado. Y la experiencia no contradice a la filosofía. Si fabricamos un globo compuesto  de ambos elementos de acuerdo de cuanto se ha explorado hasta el día de hoy, entonces encontramos por un paso de tierra  diez de agua.  Cuánto sea la profundidad del océano (ellos quieren  que sea de acuerdo a la superficie de la tierra por las islas que aparecen en medio de él) esta la puede medir sólo la sabiduría que se glorifica: Sola recorrí la esfera y  penetré lo profundo del abismo y caminaba en las corrientes de las aguas y he estado en toda la tierra[171]. [p. 457] Aunque el océano, que la Escritura llama abismo, rodee como unDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 457 vestido toda la tierra, como dice el salmo 103, no está distribuida equitativamente ni en todas partes. Es que la tierra en su mayor parte se encuentra hacia el vértice norte y  la mayor parte del agua tiene su superficie más hacia la parte austral. Por eso  argüir con estos argumentos que la mayor parte de la tierra  todavía sea desconocida otros pueden igualmente de la misma manera contra argüir. En conclusión, ya que ni siquiera se puede afirmar que el hombre haya navegado todo el orbe dando una vuelta completa explorando, tampoco tiene caso  discutir si el evangelio ha sido difundido en todo el orbe de la tierra. Aunque se diera el caso tampoco los hombres podrán saberlo por evidencia. Ya Agustín lo advierte[172] que no se puede saber si no es revelado por Dios. Es como con el paraíso terrestre. Aunque uno  recorra todas las regiones y los mares, nadie puede abarcar el sitio o el lugar. De la misma manera  nadie puede afirmar que  no queda por explorar ninguna otra región de la tierra, ningún otro recoveco de la tierra, ningún otro continente, ninguna isla más allá de lo conocido.

Así sucedió que de este modo Cristo nos ha querido animar a la predicación del evangelio para lograr la salvación de los paganos para que mientras el mundo exista no pensemos desistir de esta obra. Y, aunque hayamos aportado mucho sobre el tema, no nos atrevemos a decir algo de cierto del momento del fin del mundo. Queda, sin embargo, que  con temor y  atentos esperemos la venida de Dios.  [p. 458]

 





[1] 1 Pe 4, 7.

[2] Stgo 5, 8.

[3] Cf. 1 Cor 10, 11.

[4] Cf. 1 Jn  2, 18. En el original dice 1 Jn 8. Tiene sólo 5 capítulos.

[5] Mt 24, 34.

[6] Sof 1, 14.

[7] Cf. Joel 2, 28.

[8] Cf. Hch 2, 17.

[9] Ez 7, 2.

[10] Gregorio  homilía 1 In evangel.   y  libro 8 la espístola 41 y en la homilía 4 In evangel.

[11] Ambrosio, libro 10 in Lucam.
[12] Hilario, in Constantium.

[13] Hilario, in libro contra arianos et Augentium.

[14] Cipriano, (ibro 4 epist. 6.  La misma obra libro 3 epist 1.

[15] Justino en el diálogo con Trifón escribe que el Anticristo ya está a las puertas.

[16] Leo, ser. 8 de ieiunio 10. Mensis. Jeeronimo, In 24 cap. Matthaei; Surius en la vida de San Vicencio.

[17] Cf. Mc 13, 32; Hch 1, 7.

[18] Cf. Tit 2, 12-13.

[19] Agustín, libro 18 De civit. c. 53.

[20] Genebrardus en su Chronographia c. 1.

[21] Libro 7 c. 14.

[22] Libro 5 c. 28.

[23] Direct. Inquir. p. 2 qu. 15 se encuenrtra este error 49. 

[24] Cf. Dan 12; Ez 4.

[25] Direct. Inq. P. 2 q. 11 enumera primero el error  de Bartolomé Ianovesii Maioricensis

[26] Hch 1, 7.

[27] Agustín libro 18 De civit. c. 52. 

[28] Mc 13, 32.

[29] Cf. Ecl 3, 22.

[30] Cf. Mt 24, 42; Mc 13, 33;.

[31] Cf. Lc 12, 35.

[32] 2 Ts 2, 1-3.

[33] Cf. 1 Cor 4, 5; 1 Cor 10.

[34] 1 Ts 4, 17.

[35] Jerònimo, In espist. Ad Minerium y Alexad.; Anselmo In 2 Tes cap. 2.

[36] Cf. 2 Tes 2, 1-3.

[37] Cf. Rom 3, 7-8.

[38] Cf. Mc 13, 23. 33.

[39] Agustìn, epist. 80 a Hesyquio.

[40] Apc 22, 12.

[41] Hch 1, 11.

[42] Cf. Salmos 144, 13; 24, 10; 118.

[43] Mt 24, 35

[44] Cf. Eccli 39 passim; Sab 7, 7.

[45] 2 Pe 3.

[46] Cf. Stgo 4, 14.

[47] Cf. Hab 3.

[48] Salmo 89, 4.

[49] Is 14, 1.

[50] Ag 2, 6.

[51] Hab 1, 3-4.

[52] Cf. Heb 10, 36-38.

[53] Heb 10, 38. En el original dice Heb 6.

[54] Mt 24, 48-51.

[55] Cf. 2 Tim 3 , 6.

[56] Cf. Jn 10, 1;  Zac 11, 17 (=original Zac 1)

[57] Cf. Mt 24, 51.

[58] Agustìn, espist. 80 ad Hesychium.

[59] Cf. Mt 25, 14-30.

[60] Lc 21, 36.

[61] 1 Ts 5, 4.

[62] Apc 16, 15.

[63] Apc 3, 3.

[64] Jerónimo, in Ioelem cap. 2.

[65] Cf. Heb 1, 6;

[66] Cf. Salmo 36.

[67] Jn 3, 16.

[68] Cf. Dt 32, 40?; Jn 7.

[69] Mt 22, 32;  Ex 3, 6;

[70] Hch 23, 8.

[71] Cf. Apc 20, 6.

[72] 1 Cor 15, 15-17 y 19.

[73] Cf. 2 Cor 5, 4.

[74] Cf. Ecl 12, 1-3.

[75] Cf. Jerónimo, comentario  al 18 Eccl.

[76] Cf. Gregorio Taumaturgo, in paraphr. Eclesiast.

[77] Cf. Juan 2 (original), más conviene Apoc. 2 passim.

[78] Apc 15, 3-4.

[79] Salmo 9, 16.

[80] Salmo 149, 9.

[81] 1 Cor 4, 5.

[82] Eccl 9, 2.

[83] Cf. Cipriano, in oratione de mortalitate.

[84] Basilio, comentarioal salmo 33.

[85] Cf. Mt  24, 27; Apc 1, 7.

[86] Cf. Daniel 7 passim; Apc 20 passim.

[87] Cf. Tit 2, 12.

[88] Eccl 12, 13-14. Original Eccli 13.

[89] Mt 24, 34.

[90] Cf. Agustín, libro 83 q. 58 un poco antes del final.

[91] Cf. Agustìn, libro 83; Thomàs in addit. q. 88. art. 3 ad 3.

[92] Lc 21, 36.

[93] Cf. Bernardo, sermo de S. Inocentibus. Agustìn libro de Bono persever. Cap 8 y de Praedest. Sanct.  cap 14; Sab. 4, 11.

[94] Sab 4, 11.

[95] Cf. Agustìn, De civitate libro 20, cap. 8;  Anselmo, In 1 Thes. 4.

[96] Jn 16, 4.

[97] Lc 22, 37.

[98] Mt 26, 54.

[99] Cf. Dan 12 passim.

[100] Cf.  Jerònimo, In 11 Dan; autor imperf. homil. 49 In Matt.

[101] Agustìn, 3. libro De Doctr. christ. cap. 34.

[102] Cf. Salmo 71.

[103] Cf. Jerònimo, In Dan 11

[104] 2 Sam 7, 12. Original:  2 reg 7.

[105] Cf. Hb 13, 8.

[106] Cf.  Heb1, 5.

[107] Lc 1, 32-33.

[108] Cf. Agustìn, 16 De civit. cap. 8 y 9.

[109] Cf. Is 13, 1.

[110] Cf. Ibidem.

[111] Lc 21, 26.

[112] Is 13, 9-10.

[113] Cf. Ez 32, 2.

[114] Ez 32, 7 No hay cita al margen

[115] Joel 3, 12.

[116] Mt 24, 2.

[117] Lc 21, 7.

[118] Mc 13, 4.

[119] Mt 24, 3.

[120] Cf, Dan 11.

[121] Cypr. liber de exort. ad Marti.

[122] Cf. 1 Mac 1;  2 Ts 2.

[123] Cf. Is 14, 4ss.

[124] Cf. Ez 28, 2ss.

[125] Cf. 1 Cor 14 passim.

[126] Mt 2 15; Os 11, 1.

[127] Mt 218; Jr 31, 15.

[128] (Mt 4, 15; Is 9, 1.

[129] Cf.  Mt 26, 15; Zac 11, 12

[130] Cf.  Jn 19, 36; Ex 12, 46.

[131] Cf. Jn 19, 37; Zac 12, 10.

[132] Cf. Hch 4, 25; Sal 2, 1-2.

[133] Cf.  Hb 1, 5 (en el original Hch 13); Sal 2, 7.

[134] Mt 24, 9.

[135] Lc 21, 12.

[136] Mt 24, 4-5.

[137] Cf. 1 Jn 2, 17.

[138] Mt 24, 11. No aparece la cita.

[139] Cf. lib. 2 Retract. c. 43 y libr. De civit. cap. 30 q. y 31.

[140] Mt 24, 6.

[141] Lc 21, 4.

[142] Cf. Greg. homil. 1 in Evang.

[143] Mt 24, 3.

[144] Cf. Mt 24; Lc 21.

[145] Cf. Gen 2, 17.

[146] Cf. Gen 5, 5.

[147] Cf. Rom 8, 20-22

[148] Cf. 1 Cor 1, 20.

[149] libr. 10 in Lucam.

[150] 2 Pe 3, 11-13.

[151] Cf. Agustín in epist 78; Tomás 4. dis 43. q.1 art 1).

[152] Mt 24, 14.

[153] Col 1, 5.

[154] Rom 10, 18.

[155] Lc 2, 1.

[156] Gen 41, 54.

[157] Cf. Ester 9, 28.

[158] Cf. Theo. in Matt. c. 24; Jansen. in Cordor. c. 122; Agustín, espist.78 y 80; Jerón. in Matt. 24.

[159] Cf. cf. Damas. c. 28 libro 4 de fide orthod.; Prosper en al epist. a Rufino, c. 4 al obispo Call; autor imperf. hom 48; Ambrosio libro 10 in Lc; Catecismo de Pio V comentando el versículo del símbolo ‘De donde ha de venir para juzgar’ y del mismo modo tradis.

[160] Rom 10, 18.

[161] Cf. Libro 1 c. 2.

[162] Jerónimo, in Matth cap. 24; Ambrosio, in Luc. cap. 21).

[163] Cf. Agustín, epist. 80.

[164] Cf. 28, 18.

[165] Cf. Jn 12, 48.

[166] De libr. arbitr. ad Ruff.

[167] Sal 2, 8.

[168] Sal 21, 28.

[169] Apc 7, 9.

[170] (Christophorus Clauius in libro 1 Spherae.

[171] Eccli 24, 8.

[172] Ad Hesyc. espist. 80.

 


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