Terapia especialmente poderosa para matrimonios en peligro: la mirada
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Un día una pareja se acerca a una persona de confianza y le explica que su matrimonio anda muy mal. Casi no conversan, están muy ocupados con los hijos y discuten con frecuencia. Preguntan: ¿Qué podemos hacer? La persona de confianza les contesta: "Yo tengo la receta para la cura. Sin embargo, para que surta efecto ustedes deben aplicarla exactamente como se prescribe". Le contestan: "Aunque sea muy exigente y complicado, nosotros lo vamos hacer porque usted asegura que cura el matrimono. ¡Lo que sea! ¿Qué tenemos que hacer?
La receta.
Se levantan media hora antes de lo acostumbrado. Se arreglan y se sientan
uno frente al otro y se miran sin decir ni una sola palabra durante 20
minutos. Luego de los 20 minutos se levanten y llevan adelante la jornada
como de costumbre. Esto durante 6 días. Recuerden: ¡Se miran durante 20
minutos y no dicen nada y esto durante seis días!
La pareja aplicó la receta durante seis días. Ustedes deberían haberlos visto a los dos al final de la semana: un matrimonio transformado. No tenían que pagar una terapia y conseguir alguna medicina. El pequeño esfuerzo de levantarse más temprano y el contemplar al otro sin hablar durante 20 minutos era el único costo para conseguir un matrimonio renovado.
¿Cuál es el secreto? Cuando uno no habla sino sólo contempla, poco a poco la preocupación personal del que está mirando ya no tiene importancia porque está mirando a la otra persona y es ella que ocupa la atención. El hablar quiere influenciar al otro. Contemplar sin hablar acepta a la otra persona como es, sin querer cambiarla porque ahí está. La mirada es un piropo potente porque el otro se da cuenta que yo estoy concentrado en su persona, y eso sin distracciones: El otro piensa: "Sólo me mira a mí...". En el interior de ambos comenzarán a desenredarse los enredos de los pensamientos pesimistas y hasta de resentimiento porque recuerdan, porque contemplan, porque miran.
Es un tipo de experiencia que han tenido los apóstoles en el monte Tabor al contemplar a Jesús transfigurado. ¿Se acuerdan cómo reaccionó san Pedro?: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Hagamos tres chozas..." Ya no importaba nada más. Durante esta experiencia del monte Tabor de los esposos, de alguna manera el otro se transfigura para tí. ¡Ya verá! Y los que creemos en Cristo sabemos que en el otro mora Dios. La experiencia les abrirá también los ojos de la fe.
¿Quieren ustedes seguir así?
¿O quieren tener una experiencia del monte Tabor?