De temporibus novissimis - De los Últimos Tiempos (José de Acosta): Libro Segundo
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Index de Materia y de
Citas Bíblicas
Advertencia
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Páginas relacionadas
LIBRO SEGUNDO
Ahora necesitamos hablar de
la gran tribulación futura bajo el Anticristo.
Capítulo I.
El pasaje
de Pablo que explica el momento de la llegada del Anticristo.
Capítulo II
De los
nombres de Anticristo.
Capítulo
III.
Muchas
cosas respecto al Anticristo las tienen los Santos Padres por tradición
apostólica, cosas que no han de despreciarse.
Capítulo
IV.
El
Anticristo dirá con mentira que él es el verdadero Mesías y como tal lo
aceptarán los judíos.
Capítulo V.
Lo que
transmiten los Padres respecto la educación y la ignobilidad del reino
del Anticristo.
Capítulo
VI.
La tiranía
del Anticristo durará tres años y medio
Capítulo
VII.
Se harán
grandes guerras antes que, vencido el mundo, todo se concentra en la
persecución de la Iglesia.
Capítulo
VIII.
El imperio
del Anticristo será más grande que todos los que jamás existieron.
Capítulo
IX.
De la
soberbia del Anticristo que se considera Mesías y Dios y se presenta
para que lo adoren.
Capítulo X.
Una
digresión: un ejemplo de la insania de soberbia.
Capítulo
XI.
¿Cómo ha de
entenderse que estará entronizada en el templo la abominación de la
desolación en el lugar sagrado?
Capítulo
XII.
De la
torpeza y de los vicios del Anticristo.
Capítulo
XIII
De la
gravedad de la persecución del Anticristo, de Gog y de Magog.
Capítulo
XIIII.
De la
eliminación del sacrificio perene.
Capítulo XV
De los
predicadores del Anticristo.
Capítulo
XVI.
El
seudoprofeta y principal predicador del Anticristo. (504)
Capítulo
XVII.
Los
milagros y prodigios que hará.
Capitulo
XVIII
La razón
por qué los signos del Anticristo se tildan de mentirosos
Capítulo
XIX
La santidad
fingida y la gran elocuencia y cómo será que los santos serán vencidos
por él.
Capítulo
XX.
Los grandes
regalos con los cuales capturará a muchos.
Capítulo
XXI
De la
inmensa crueldad de aquel contra los siervos de Cristo y de la amarga
tribulación de la Iglesia.
Capítulo
XXII.
Ahora necesitamos hablar de la gran tribulación futura bajo el
Anticristo.
Capítulo I.
Juan relata en
Domina la voz del séptimo ángel, la
trompeta más grande, como explica el mismo Juan. Cuando suena se
levantarán los muertos y escucharán la sentencia de la muerte sempiterna[2].
Este mal y ¡ay!, como dice
Ante tan gran testimonio de Dios
¿quién será tan fuerte que no tiemble? ¿Quién no tendrá horror ante el
solo pensamiento de una cosa tan grande? Es que todo el orbe de la
tierra será consumido por un diluvio. El azufre desde el cielo devastará
a las perversas ciudades. Miles de hombre serán pasados por la espada,
serán afligidos por el hambre. Los reinos serán consumidos por la peste
y las guerras. Tan es así que todas las demás calamidades y atrocidades
que uno podría aducir, en el fondo, palidecen ante esta calamidad como
un juego y un adorno. El ataque a Jerusalén y su completa devastación y
la increíble aflicción del pueblo judío, que predijo el mismo discurso
del Señor, ha de ser superado por el Anticristo de la misma manera como
las pálidas representaciones se distinguen de la cruda realidad. Lo que
se ha dicho hasta ahora de los tiranos que persiguen a
Si estas cosas son solo el comienzo,
te pregunto, oh cristiano, ¿qué anticipos, que tipo de males finales
hemos de esperar? O, para expresarlo de otra manera, ¿qué otra cosa
vale decir cuando pensamos en estas cosas futuras,
lo que hace resonar
en los oídos de los mortales el mismo
Águila celestial, ¡ay!, ¡ay!, ¡ay!? ¿Cuánto tiempo les quedará a
los habitantes de la tierra?
Los que vivimos en la carne no
luchamos según la carne sino la vida está en el cielo, de dónde
esperamos también al
Salvador. Para tales no tiene
lugar el terror sino el gozo del día del Señor cuya venida aman,
esperando recibir la corona
eterna de acuerdo a las obras de los creyentes[5].
Y a los que han sucumbido al sueño por el vino de la meretriz, les grita
con vehemencia el profeta:
Despertad ebrios, llorad y gritad, todos los que bebéis vino dulce
porque se fue quitado de su boca[6]’.
Y aquellos a quienes la
conciencia mal formada hace tener esperanza,
deben temer el suplicio porque junto con los impíos están delante
de Dios[7].
Sin embargo, son tan seguros
y de hecho se consideran justos que no esperan rectamente los
severos juicios de Dios. Es que se complacen en un tipo de ilusión
respecto a la vida cristiana. Por
eso les conviene otro profeta para que, dejando de lado la falsa
seguridad, los obligue temer, redoblando la amenaza:
¡Ay! de los que desean que venga
el día del Señor, ¿qué será de ustedes?’ ‘Aquel día del Señor será
tinieblas y no luz. Es como el hombre que huye [p.461]
del león y le viene al encuentro
un oso, entra en la casa y apoya su mano en la pared y le muerde una
culebra. ¿Acaso no serán tinieblas el día del Señor y no luz, oscuridad
y no esplendor? Yo odio y rechazo sus festividades y no acepto el
perfume de sus asambleas[8]’.
A eso, pues, conduce el pensar en los
males que esperamos como uno
que se ha dormido profundamente pero es despertado por
tanto terror. En cambio, los que piensan que parecen estar
vigilantes, seriamente se cuestionen y se pongan a prueba en todo
aspecto para que no hagamos lo que hace la mayoría de los cristianos. No
fiándonos de una sarta de opiniones ajenas o de nuestras propias
elucubraciones tengamos bien preparada la conciencia
ya que cargamos con antiguos
pecados que no hemos suficientemente llorado. Hagamos que no sea nuestra
parte la orden inapelable del juez para con los hipócritas.
El pasaje de Pablo que
explica el momento de la llegada del Anticristo.
Capítulo II
Así, pues, luego de haber sido
predicado el evangelio en todo el orbe, recién vendrá el fin. El anuncio
segurísimo será el reinado
del Anticristo. Es que no sucederá antes sino cuando el mundo entre en
su etapa final que este sujeto pestilente se dará a conocer como lo
enseña claramente el apóstol
San Pablo cuando escribe a
los tesalonicenses: Que nadie los
seduzca de modo alguno porque sino cuando venga
el fin del mundo será revelado el hombre del pecado, el hijo
perdición. Y un poco después: ‘Y
ahora lo que lo detiene, lo sabéis para que sea revelado a su tiempo. El
misterio del mal ya está obrando tanto
para que cuando tan sólo sea quitado de en medio entonces será
revelado aquel inicuo[9].
A propósito el apóstol habla de manera
un tanto oscura para que lo entiendan sólo aquellos
a quienes pueden recordar cuando abiertamente se les ha
transmitido en algún momento anterior. Como por medio de signos y
símbolos especiales está hablando Pablo para que quienes lean no
entiendan a no ser que hayan sido instruidos de otro modo. Por eso mucho
desearía, pues, [p. 462] entender su sentido pero no ha podido, así
confiesa ingenuamente Agustín[10].
Realmente Pablo revela de alguna
manera su personalidad en
esa su misma oscuridad callando, o, mejor
dicho, musitando aquello que quisiera entender más que pronunciar.
Quizás la sugerencia es suficiente. Por eso, el mismo Agustín y un
representante muy confiable de los Padres no han transmitido que esto
habría que aceptarse con ocasión del ocaso del imperio romano por los
que escribían en ese siglo.
Si se hubiera difundido la
magna doctrina apostólica habría suscitado envidia y odio.
Es que creían que aquella republica gozaba de un nombre
consagrado por la divina y eterna majestad de tal manera que lo hubieran
considerado al mismo Dios como sacrílego si predicara la decadencia y,
peor aún, la destrucción. El mismo Pilato, aunque se resistía a algunas
de las calumnias de los judíos, cuando se hizo mención del César y
cuando Cristo fue vociferado enemigo del poder romano, tuvo miedo.
Rechazó toda preocupación de proteger al inocente y lo entregó a
su crueldad de ellos[11].
También los apóstoles fueron en algún
momento entregados por los envidiosos judíos como una infestación del
imperio romano. Y cuando fueron apresados, se vieron obligados a apelar
al Cesar, muchas veces recomendaron obedecer al César y ordenaron que se
hiciera oraciones a Dios por el imperio[12].
Ciertamente que ese imperio tenía que
ceder al reino de Cristo, pero de manera muy distinta de la que pensaban
los hombres. Sucedió más a causa de un convencimiento por medio de la
verdad y eso con suavidad y no por obra de la espada. Así lo predice de
manera hermosa el profeta Daniel[13].
Por eso es correcto que el apóstol
escriba de la desaparición del imperio romano. Sin embargo,
quiere decir lo siguiente, y esto es lo que realmente insinúa, que no
vendrá el fin del mundo antes que aparezca el Anticristo. No aparecerá
el Anticristo antes que se haya dado el fin del reino romano. Pues la
revuelta según dice vendrá. Eso significa primero la separación de todas
las naciones del reino romano. Se ve más claramente cuando dice que ‘quien
tiene ahora [p. 463] tiene
hasta que de en medio será
quitado y entonces será revelado aquel inicuo’. Vale decir esto será
hasta el momento en que impere y tenga el sumo reinado aquel que ahora
ocupa el emperador romano.
Aquel reino enemigo de Cristo tardará
aunque no deje ya en los reinos que le son similares, de perfilar y
adumbrar en algo la suma iniquidad del tirano Anticristo en contra de
Luego que este reino existiera por 700
años fue tanto el desmedro del
imperio romano que parece que está eliminado y apenas existen
vestigios o algunos títulos poderosos que
retengan algo de resplandor antiguo. Ellos dicen que ya se ha
dado la separación de las naciones del reino romano y que el apóstol no
ha mentido que primero habría la separación en el futuro. Pero no dijo
que una vez realizada la separación vendría en seguida el Anticristo.
Así opinan Anselmo[20]
y Tomás[21].
A mí, en cambio, tomando en
consideración los diversos pasajes, me parece no tienen en mente otra
cosa que la aniquilación del reino romano y quitado de en medio, según
su expresión, se dará en el futuro el reino de Anticristo, y eso ha de
entenderse en la secuencia y en el orden de ambos. En consecuencia, no
creo que el imperio romano haya apenas caducado ni que la separación de
las naciones ni su defección se haya cumplido totalmente aunque la mayor
parte ya se ha cumplido. Permanece el nombre del César, permanece el
título del imperio y el que es la cabeza, permanece el Romano Pontífice
quien es la cabeza del orbe y la autoridad que ha de cuidar a
Alguien escribió que
los reyes de los francos ostentan la suma
del imperio romano cuya
sucesión en el imperio duraría hasta los últimos tiempos. Así lo afirma
aquel autor[22].
No veo por qué desconfiar. A eso
se adapta muy bien aquella profecía del patriarca Jacob (Gen 49):
No se quitará el cetro de Judá ni
el mando de su descendencia hasta que venga el Cristo[23].
No podemos negar que se ha cumplido. Con todo, no encuentro
ni el cetro de Judá ni la sucesión de su descendencia en los
relatos históricos. Es verdad, encontramos a Hircano de aquella tribu
que tenga algún aspecto de ese reino.
Pero encontramos que está extenuado y
semimuerto el título de la autoridad judía. Sin embargo, llegó
sin haberse extinguido totalmente hasta Herodes, idumeo y pagano. En sus
tiempos nació Cristo en Belén y así se ha cumplido la antiquísima
profecía del patriarca.
Si uno los piensa bien, de la misma
manera sucederá con la
venida del Anticristo predicha por Pablo. Aunque se haya debilitado el
imperio romano no falla la profecía porque aunque la grandeza del
imperio romano haya cambiado, aunque se haya debilitado, siempre sigue
existiendo algo. Tampoco podemos deducir claramente
cuánto tiempo falta hasta su total aniquilamiento
para que sea quitado de en medio. Es por eso que las realidades
humanas se encuentran en un estado inestable porque de las cosas ínfimas
surgen muy poderosas y las poderosas se vuelven ínfimas.
¿Quién puede explicar cuantas
vicisitudes tuvo la historia del reino judío comenzando con el santo
David que fue el primer rey de Israel de la estirpe de Judá hasta el
último, Hircano y cuántos cambios de fortuna ha experimentado? Sin
embargo, para Dios todas cosas son ciertas ya que Él sólo conoce los
tiempos y los momentos[24].
Quiero añadir lo siguiente: No me
disgusta lo que dicen algunos Santos Padres. Ellos interpretan la
separación de las naciones como separación [p. 465] de
Existe una gran separación
de
Sin embargo me parece que el sentido
que da Pablo combinándolo
con lo de Daniel[25]
(Dan 8; Mt 16) más se refiere al reino
romano temporal que la aniquilación del reino espiritual ya que
leemos en otra parte: Las puertas
de infierno no prevalecerán contra ella[26],
y, Yo estaré con vosotros hasta el
fin del mundo[27]. Por eso está firme y estará
firme en todo sentido
Capítulo III.
Las divinas escrituras enseñan
claramente que vendrá el Anticristo
con ocasión del ocaso del mundo. Lo llama también hombre del
pecado, hijo de la perdición, aquel inicuo, la bestia que asciende del
abismo, león, jabalí, oso, leopardo, el rabo de Behemot, la abominación
de la desolación, jefe de los impíos. De esta manera y con otros
epítetos insinúa la
inexplicable maldad del ser más criminal que jamás existió o existirá[28].
Es por eso que los teólogos con todo derecho definen que este es el jefe
de todas las maldades que
supera a todos ampliamente en malicia y en quien confluyen los vicios
y
los crímenes como los
riachuelos en la amplitud del mar (S. Tomás 3p q 8. art.8; Ruper. libro
8 in Apoc). Es por eso que ciertos escritores [p. 466] renombrados
propalaron la idea que, con ocasión de la misma primera procreación, el
diablo se unió copulando en el útero de la madre que se concibiera
hombre y diablo igual como que Cristo fue al mismo tiempo Dios y hombre.
Es una humana interpretación respecto a la acción vehemente de la maldad
y del nexo inseparable, pero no es como si fuera una misma persona el
diablo y el hombre y eso de acuerdo a lo que dice San Juan Damasceno:
Es sólo posible para Dios el
unirse a la naturaleza humana[29].
En cambio Hipólito, un autor antiguo,
ha afirmado que el Anticristo es el diablo premunido de un cuerpo
fantasmagórico[30].
No sólo Jerónimo rechaza esto[31],
sino también lo hace la fe católica porque Pablo afirma que es el hombre
del pecado[32].
Ahora bien, los heréticos de Magdeburgo niegan que
el Anticristo sería un hombre real y un individuo sino que era
más bien un vocablo común para muchos. Toda la Iglesia lo rechaza y,
adoctrinado firmemente por las Escrituras, predica que el Anticristo
será un verdadero hombre y un individuo. Algunos han opinado
erróneamente que algún hijo del diablo ya haya existido; otros,
como Jerónimo y Agustín rememoran, creen que fue Domicio Neo que mató a
los Apóstoles Pedro y Pablo.
Por eso algunos creen que este ha sido
el Anticristo por su salvajismo y la magnitud de sus perversiones,
mientras que algunos de estos piensan que resucitará de entre los
muertos y otros que no han vivido aún. Algunos quieren pensar que fue
aquel Mahoma que elaboró el
Corán y que sometió a casi todo el orbe
con armas, engaños y una ley escabrosa y necia. Tampoco faltan
los que ven la bestia en nuestro siglo en la persona horrible de Martín
Lutero como el Anticristo porque hizo una guerra implacable contra
Si fueran Anticristos aquellos que he
enumerado, es decir, crueles enemigos de Cristo y de su Iglesia entonces
habría que decir que todos los heresiarcas son Anticristo. [p. 467] San
Juan nos amonesta de la siguiente manera:
Hijitos, es la última hora y viene
el Anticristo como habéis oído. En este momento hay muchos Anticristos.
De ahí sabemos que llegó la última hora. Han salido de entre los
nuestros pero no eran de los nuestros.
Porque si fueran de los nuestros habrían permanecido con nosotros[34].
Por lo tanto, quienquiera se opone a Cristo es un Anticristo
especialmente cuando ostenta el nombre de cristiano. Juan enseña que son
muchos. En consecuencia, se ha de pensar como si fuera la última hora
esta época en la que vivimos. Hemos de resistir
a los Anticristos de nuestros tiempos siendo vigilantes y fuertes
para que no cedamos al engaño o seamos vencidos
por los enemigos de Cristo. Y esto hemos de hacer mientras sigue
en pie el mundo y mientras tengamos vida. Así hemos de pensar que pronto
viene la última hora.
También es signo cierto del fin del
mundo y de la venida del
Anticristo y hemos de estar convencidos que el fin está cerca
precisamente cuando los Anticristos, es decir, los enemigos de la fe, de
la caridad y de la esperanza no cesan de combatirnos. De esta manera por
la exhortación del discípulo predilecto somos enseñados
que no investiguemos
con ansiedad o curiosidad acerca de la venida del Anticristo y el fin
del mundo sino, en cuanto toca a nosotros,
pensemos que ya está presente y procedamos como conviene al quien
le queda poca vida. Entonces seremos fortalecidos mucho
en la fe católica y no dejaremos darnos cuenta de cara
este mundo que se ha dado a
conocer aquel criminal en todas partes.
De este modo quienesquiera nos hayan
precedido, ya que la humanidad aún no ha terminado, habrán podido ser
pre-anunciadores y miembros. En cambio, aquel Anticristo de quien habla
Capítulo IV.
No se debe escribir a la ligera de
aquella suprema tentación ni hablar temerariamente. Sin embargo, tampoco
podemos
despreciar lo que testigos idóneos han confirmado. Es que se
propalan muchas cosas vanas sobre el Anticristo como dice Crisóstomo[35].
Mucho de esto se asemeja a antiguas fabulas y alguna de ellas despierta
recuerdos al respecto como el asesinato de la madre en su mero comienzo.
Los entendidos suelen rebatir esto con
facilidad. Se ha de llevar al vulgo desde estas tonterías a aquellas
cosas importantes que recomienda
El
que piensa con prudencia no debe afirmar nada lo que es importante para
el hombre cuando no lo conoce, tampoco ha de acomodar su confianza en
ellos cuando lo aprendió con argumentos poco valederos.
Esto se observa en todos los históricos del mundo. Nosotros, por
ejemplo, no nos convencemos y creemos en Livio, Salustio, Suetenio,
Plutarco, Jenofonte sino en
cuanto son hombres expertos y ellos suelen afirmar con comprobada razón
cuando ellos mismos tienen el derecho de estar convencidos. ¿Quién osa
atribuir menos autoridad a Gregorio, a Ambrosio, al Damasceno o a Beda
[p. 469] a quienes asiste una altísimo conocimiento y a la vez el peso
de la religión cristiana?
Por tanto, todo lo que dicen tantos
Padres del Anticristo esto nadie lo puede rechazar. Sino hay que recibir
con toda veneración especialmente cuando cierta forma de expresarse
solamente la suelen utilizar
y no la aplican nunca a no ser que se trata de algo cierto y a ellos
suficientemente conocido. Hay que advertir enérgicamente que cuando
escriben de este tema, no lo escriben muchas veces como de algo suyo
sino como una doctrina común, es decir, dicen que trasmiten la doctrina
católica. Cualquiera puede constatar eso, por ejemplo, en los
comentarios de Jerónimo al libro de Daniel donde hay una abundante
profecía sobre el Anticristo. De ahí lo que era conocimiento de los
Santos Padres o del pueblo cristiano sobre el Anticristo y lo que
pusieron por escrito, eso sin dudar hay que aceptarlo. Ellos mucho de
esto lo han aprendido a partir de la arcana interpretación de
Un testigo es el mártir Ireneo que, al
hablar de un pasaje oscuro del Apocalipsis acerca del número de los
nombres del Anticristo, afirma que ha recibido la interpretación
de aquellos que todavía vieron el rostro de Juan. Dice que se le ha
visto no hace mucho tiempo
sino recién en nuestro siglo al final del imperio de Domiciano[36].
Si uno presta atención entonces se dará cuenta que tan numerosa es la
doctrina de los Padres antiquísimos que con todo derecho puede decirse
que se la han pasado de mano en mano.
Es pues un tema, arcano y repugnante a
los hombres superficiales, que los Apóstoles prefirieron trasmitirlo no
tanto por escrito sino oralmente. Esto lo indican de manera bastante
clara sus espístolas. Asi el Apóstol San Pablo a los tesalonicenses.
¿No recuerdan que cuando estaba
todavía con vosotros, esto se lo decía? Ahora saben lo que lo detenga
hasta que será revelado a su tiempo[37].
De la misma manera habla Juan:
Cómo han escuchado que vendrá el Anticristo[38].
De la misma manera el Apóstol
Judas [p. 470]: ‘Ustedes,
carísimos, recuerden las palabras que les han sido predichas por los
Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo, que les decían que en los últimos
tiempos vendrán los embaucadores, etc.[39].
Finalmente dice el príncipe de los Apóstoles:
Para que recuerden lo que he predicho de las palabras por los santos
profetas y vuestros apóstoles respecto a los preceptos del Señor y
Salvador; que en primer lugar sepáis esto: in los últimos días vendrán
los embaucadores con engaño[40].
Cuando uno sopesa cuidadosamente esto,
fácilmente comprenderá que los Apóstoles han trasmitido sobre los
últimos tiempos mucho más en palabra que por escrito. De esa fuente han
cogido los pastores de la Iglesia
lo que sobre el Anticristo consignaron por escrito.
El Anticristo dirá con mentira que él es el verdadero Mesías y como tal
lo aceptarán los judíos.
Capítulo V.
De esta manera el Anticristo vendrá
en los últimos tiempos y actuará salvajemente contra Cristo y su
Iglesia más que con todos
los hombres que jamás existieron. Sin embargo,
[p. 471] Muchos han escrito muchas
cosas, ante todo Ireneo cuyas huellas siguen los demás[43].
Dedujeron varios nombres de aquellos números de acuerdo a las letras
griegas. Algunos, los más audaces, llegaron a la conclusión que la
transposición daba el nombre de Martín Lutero. Nosotros sostenemos que
nadie aporta algo cierto y tampoco pensamos que importe mucho. El que
aprenda del Espíritu Santo podrá enseñar respecto a aquel misterio. Tal
como advierte oportunamente el mártir profetizado el Espíritu Santo
quiere que esté escondido hasta que suceda. Una vez acontecido no será
difícil darse cuenta para aquel que
tiene en cuenta la importancia de las letras
en la enumeración.
Quizás también aquel número
de los días que anota Daniel[44]
puede tener que ver con el número del nombre del Anticristo citado por
Juan[45].
Bienaventurado se llama al que llegue al numero de 1335 días;
la mitad es el número
de la bestia, es decir, 666 quitando uno y medio.
Pero una vez aclarado la adivinación de los enigmas ha de
considerarse como cierta una cosa: es llamado Anticristo porque se
anunciará como el Cristo
verdadero, es decir, el Mesías prometido en
Por eso los Santos Padres afirman
constantemente que serán los judíos que primero se lo van a adjudicar
como quien observa la ley de ellos aunque no sería de su estirpe. No es
absurdo que importantes autores afirman que los judíos se conservarán
como pueblo tanto en nombre
cuanto en sus ceremonias hasta los últimos tiempos. Esto lo deducen de
las palabras del Señor: En verdad
les digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas
sucedan[46].
Realmente hay que admirar el hecho que ese tipo de hombres dispersados
por doquier, para todos considerados viles y ingratos, sin guía, sin
poder alguno [p. 472] continúan existiendo y no son extinguidos. Todo
esto mismo sucede a pueblos famosos y poderosos y no queda memoria de su
existencia.
De esta manera es fácil darse cuenta
que está obrando la divina providencia:
Esto lo recrimina el mismo Señor
cuando dice: Yo vine de mi Padre y
ustedes no me recibieron. Cuando otro viene en
nombre propio lo reciben[48].
Este pasaje habrá que entenderlo
de los judíos que acogieron al Anticristo.
Están de acuerdo en afirmar Ireneo[49];
Hilario[50],
Agustín[51],
Damasceno[52], Ambrosio[53],
Jerónimo[54] como hay que entender la posición
que ha de recibir el Anticristo de parte de los judíos. Lo mismo
entienden Agustín[55]
y Anselmo respecto a lo qué es lo que quiso decir el Apóstol
cuando escribe a los tesalonicenses hablando del Anticristo y de
sus signos mentirosos precisamente porque no aceptaron la caridad de la
verdad para que puedan salvarse. Por eso
Dios los entregó al error efectivo para que crean al mentiroso y
para que sean juzagados todos los que no creyeron a la verdad[56].
A
partir de estos testimonios de Cristo y de Pablo los Santos Padres
enseñan que los judíos seguirían al Anticristo como verdadero Mesías y
hasta como si fuera el verdadero Dios.
Por eso serán instalados en la observancia del sábado y de la ley
y en eso les viene a los judíos
la confianza (en el Anticristo) como escribe el papa Gregorio[57]; y Ambrosio[58]
indica que es por estar circuncisos o como efecto de la circuncisión.
Lo mismo escribe en otra parte Jerónimo[59]
que dice que el Anticristo provendría de la tribu de Dan. Eso mismo lo
quiso decir el Patriarca con
las siguientes palabras: Sea Dan
una culebra junto al camino, una víbora junto al sendero, que pica al
caballo en los jarretes y cae su jinete de espaldas. En tu salvación
espero, Señor[60].
Lo llama ‘culebra’ porque es escurridiza
y engaña [pg. 473], es decir, será una serpiente con cuernos porque será
armada con los cuernos del poder.
Luchará con violencia y engaño.
Morderá los jarretes del
caballo porque perseguirá las huellas de los predicadores que llevan
Cristo a los pueblos. En aquel tiempo sólo se puede esperar auxilio del
Señor ya que fallará toda
ayuda humana[61].
De que el Anticristo proviene de Dan
lo confirma también el beato Ireneo a partir de Jeremías:
Desde Dan se deja oír el resuello
de sus caballos. Al relincho sonoro de sus corceles tembló la tierra
toda[62].
Por eso en el libro del Apocalipsis no se menciona la tribu de
Dan entre las tribus señaladas por el Cordero[63].
Por eso se suele decir que los campamentos de Dan se encuentran hacia el
norte[64]
porque desde allí se extiende todo mal.
Sin embargo, por la confusión de las
tribus, ya que se ha borrado casi toda la genealogía antigua de valor,
no será fácil constatar si realmente aquel pestífero proviene de la
tribu de Dan. El saber eso tampoco contribuye mucho
para comprender la iniquidad del pérfido. Sólo queda lo cierto a
partir de
Lo que transmiten los Padres respecto la educación y la ignobilidad del
reino del Anticristo.
Capítulo VI.
Ahora bien, todos estos datos sobre la patria, su nacimiento y
la formación
del Anticristo no son muy seguros. Con todo, se les puede aceptar como datos
probables. Algunos escriben que ha nacido en Babilonia. Jerónimo parece
insinuarlo cuando dice que vendrá de Babilonia[67].
Ahora bien, si comprendemos a Babilonia como realidad espiritual
entonces se hace evidente que su patria no es otra que Babilonia, es
decir, la sociedad de los
impíos. Porque de los santos es madre la Jerusalén, la que es de arriba[68].
Isaías y Juan anuncian la ruina de Babilonia
ya que proclaman que ha venido el último día del juicio[69].
Juan Damasceno, indudablemente un autor importante y gran teólogo,
afirma que nacerá de la fornicación (es quizás a partir de esto que
ha surgido la fabula popular que
nacerá del coito de una religiosa y de un monje) y, dice, recibirá toda la
gestión de Satanás, no en el sentido que sea unido hipostáticamente a
Satanás como lo es el hombre a Dios en Cristo, sino que se apodera
totalmente de aquel y en cuanto
el hombre puede recibir, se inserta
en el hombre de manera
que desde el comienzo será
totalmente poseído del diablo.
Será educado secretamente, dice, y de repente surgirá y se elevará y
reinará. Al comienzo de su reino simulará ser bondadoso. Sin embargo, cuando
logre el dominio perseguirá a
Que el Anticristo será el futuro rey, esto lo enseña claramente Daniel[71].
Ahora bien, no recibirá su reino de sus mayores ni por derecho de nobleza
sino, habiendo nacido de vil gentuza, lo invadirá con malos artificios. Esto
leemos en Daniel. Y estará en su lugar despreciado y [p. 475] no se le
tributará algún honor regio. Vendrá secretamente y obtendrá el reino de
manera fraudulenta. Ese pasaje y también los siguientes hasta el final
del capítulo 12 profetizan acerca del
Anticristo y de los últimos tiempos. Esto lo atestigua como sentencia
nuestra, es decir, de los católicos Jerónimo aunque Porfirio no esté de
acuerdo[72].
Es por eso que en otro lugar Daniel llama al Anticristo pequeño cuerno que,
sin embargo, contribuirá a producir cuernos grandes porque a partir de
comienzos insignificantes ignominiosos llegará a ser la suma potencia en el
orbe de la tierra. En cuanto a nuestro Señor Jesucristo sucede todo lo
contrario: es de una generación ilustre y regia pero rechazó el reino que se
le había ofrecido. Con todo, él es el rey de reyes por cuya sabiduría reinan
los reyes y los legisladores deciden lo que es justo.
La tiranía del Anticristo durará tres años y medio
Capítulo VII.
En cuanto a la duración del reino del Anticristo
Más claramente lo expresa el profeta Daniel con el número de los días:
Desde el tiempo en que fue
eliminado el sacrificio y se establecerá la abominación de la desolación,
pasarán mil doscientos años[77],
días más, días menos. Algo similar tiene Juan en su apocalipsis cuando
escribe de aquella mujer - evidentemente
está hablando de la Iglesia - será alimentada por un tiempo, por tiempos y
medio tiempo[78].
Por eso, en todo el tiempo de aquella salvaje persecución los hombres santos
y fieles huyen de las ciudades a
las postremas soledades del desierto.
Esto lo transmiten los Padres.
El mismo Cristo exhorta que se debe proceder
de esta manera cuando habla de
la misma tempestad: Cuando vean la
abominación de la desolación predicha por el profeta Daniel (quien lea
entienda) entonces los que están
en Judea huyan a los montes, los que están en el techo no bajen a sacar algo
de la casa y los que están en el campo no vuelvan para sacar su túnica[79]. Como explican los
Padres, estas palabras contienen unos sentidos místicos muy hermosos. Con
todo literalmente significa
que cuando la borrasca estalla
se requiere una huída concisa, inmediata y expedita, que se desechen todas
las posesiones como conviene para salvación.
Esto mismo lo dice también Juan (repite como dice Agustín los mismos
misterios aunque con muchas otras palabras) cuando escribe:
La mujer huye a la soledad donde tiene
un lugar preparado por Dios para que la alimente
durante mil doscientos sesenta días[80]. [p. 477] Igual número de días
profetizados por aquellos dos
admirables testigos que se opondrán al Anticristo, leemos en el Apocalipsis,
es decir, mil doscientos sesenta[81].
Para calar esto aún más
en la memoria del pueblo cristiano el Espíritu Santo pensó explicarlo
con la computación por meses. Pues leemos allí que la ciudad
es pisoteada por cuarenta y dos meses. No tenemos duda que la ciudad
santa, cuyos ciudadanos y domésticos de Dios son los siervos de Cristo, es
la Iglesia católica que es la casa de Dios, la urbe fiel, la ciudad santa.
Tampoco hace dudar en nada el
hecho que Daniel hable de mil doscientos noventa, y por qué Juan quita de
este número treinta. Con todo
pone un tiempo, tiempos y medio tiempo como aquel.
Sin embargo, Daniel
cuenta el tiempo a partir del momento en que es abolido el sacrificio y se
establece la abominación de la desolación. Juan de su parte habla sólo de
aquel tiempo durante el cual en
la soledad la mujer, que huyó de la serpiente, es alimentada por Dios.
De esta manera podemos entender que
desde el tiempo que se da la abominación de la desolación hasta que
la mujer llegue a la desolación, ha pasado un mes, en parte huyendo en parte
preparando la huida o también recibiendo la noticia correspondiente.
Sea como fuere, es cierto que la misma suma la hacen los tres años y medio
más o menos que no impide que se cuente
un tiempo, tiempos y medio tiempo.
Sea que luego de los tres
años pasen cinco meses y medio o seis y medio, en ambos casos
hablamos de tres años.
Capítulo VIII.
De todo lo anterior consta claramente que el reino de Anticristo durará tres
años y
medio. Si esto [p. 478]
debe ser computado a partir del momento en que comience a reinar o, más
bien, desde el momento en que el mundo ha sido conquistado y sometido a él,
convirtiendo todo en arma salvaje para la persecución de la Iglesia, no
consta suficientemente. En ambos casos aquella tierra será atacada con
furia, trátese de reyes o de repúblicas, para lograr externamente el imperio
del orbe. Nadie que lea las Sagradas Escrituras aun de malas ganas puede
dudar que se dirigirá contra los hombres santos y fieles para que rechazando
el evangelio de Cristo le rindan culto a él.
Es cierto que quienquiera hace esta doble guerra contra el cuerpo y contra
el alma, hay que estar de acuerdo tanto por lo que dice la razón cuanto
explica lo predicho por Daniel que primero
se realizarán las guerras humanas luego las divinas, es decir,
agredirá salvajemente a Dios con todas sus fuerzas porque le parece que su
poder ha sido confirmado una y otra vez por las victorias que ganó en todo
el orbe de la tierra.
Por eso para mi es seguro que los tres años y medio han de computarse no a
partir del comienzo del reino del Anticristo sino a partir del momento que
ha logrado el dominio supremo del orbe de la tierra. Lo mismo piensa
Rupertus[82].
Sabemos que esta bestia, sin
haber heredado algún reino de sus mayores, desde comienzos modestos logrará
aquel sumo poder luchando y devastando[83].
Del mismo profeta Daniel sabemos que ciertamente tendrá éxitos variados. Con
todo, también sufrirá adversidades.
Esto también lo sugiere Juan cuando
dice: Una de las cabezas de esta
bestia está casi muerta pero pronto se cura su enfermedad[84].
Y vendrán sobre él trirremes
y romanos y será vencido y repelido[85].
Sabemos que aquel tendrá varias batallas con los reyes del oriente, con
Egipto y Arabia con variado éxito. Sin embargo, podrá con todos. Todo esto
no podrá realizarse dentro del tiempo limitado de tres años. Pero, ¿por qué
darle vueltas? La misma Escritura se explica [p. 479] si uno mira de cerca.
Allí hay una larga exposición de las batallas a las que he aludido y el
profeta sugiere: Los brazos estarán
firmes y contaminarán el santuario de la fuerza y quitarán el sacrificio y
se establecerá la abominación para la
desolación[86].
Por tanto, es a partir de este momento que deben computarse los tres años y
medio y los mil trescientos noventa días como dice claramente Daniel en otro
lugar[87].
Por eso, ya que el reino del Anticristo se define por los tres años y medio,
debe entenderse que, una vez confirmado el imperio, lo utilizará para
confundir el culto de Cristo y la fe en él. Lo hará empleando toda su
astucia y con todos sus pensamientos. Ahora bien, esta es la otra guerra,
aquella que le es concedido realizar contra los santos de acuerdo al
testimonio de Juan[88].
Sobre esto dice Daniel: ‘Vendrán
tiempos como no los ha habido desde el comienzo hasta ese momento[89]’.
De ello habla también el Salvador: ‘Habrá
una gran tribulación como no ha
habido desde el comienzo del
mundo y no habrá[90]. Sobre esto escribe Juan que le
es concedido a la bestia de hacer la guerra contra los santos y de vencerlos[91].
Las palabras divinas están repletas de horror y terror. ¿Quién no se
estremece ante tanto terror? ¿Quién no suplica de ser preservado de una
época tan dura?
Sin embargo, la misericordia de Dios se ocupa
benignamente de las realidades humanas porque al tirano no se le
concede poder más allá de los tres años y medio.
Si no fueran abreviados estos días
no podría salvarse nadie. Pero en consideración a los elegidos serán
abreviados[92].
Es por esta razón que el Espíritu Santo de tantos modos y de tantas maneras
define el tiempo del brutal Anticristo por medio de la computación de
los tiempos, meses y también días para que el pueblo cristiano pueda
mantener la esperanza ya que sabe por la celestial autoridad que en breve
toda tempestad ha de terminar. [p.
480]
El imperio del Anticristo será más grande que todos los que jamás
existieron.
Capítulo IX.
El libro de Daniel enseña abundantemente que habrá un reino temporal del
Anticristo que será más rico y
poderoso que todos los demás. Vencerá a grandes reyes. Devastará a urbes
nobles, destruirá a ciudades innumerables. Dice: ‘Los
brazos del guerrero serán vencidos y doblados ante él... y más adelante:
ingresará en opulentas y abundantes
ciudades y hará lo que no hicieron sus padres ni los padres de los padres:
disipará sus robos, botines y riquezas... Y más abajo:
Y volverá a su tierra con mucha riqueza[93].
Que llegará, pues, a la cima del dominio de todo el orbe y tendrá las
fuerzas del imperio romano lo leemos también claramente en el mismo libro de
la manera siguiente: La cuarta bestia
será el cuarto reino en la tierra que será mayor que todos los reinos
y decorará toda la tierra y la pisoteará y
amenazará[94].
Nadie tiene duda que esto se dice del imperio romano que supera en mucho
al reino caldeo, persa y griego. Ahí también se habla del tiempo y
del reino del Anticristo: Pues los diez cuernos serán
los diez reyes y otro surgirá
después de ellos y será más poderoso que los anteriores y humillará a
los tres reyes. San Jerónimo comenta este pasaje. Después de refutar la
perversa interpretación de Porfirio escribe de esta manera:
Diremos lo que todos los
doctores han
transmitido. En la consumación del mundo
cuando el imperio romano debe ser destruido, diez futuros reyes lo
dividirán entre ellos. El undécimo surgirá y será un rey pequeño que
superará a tres de los diez reyes, es decir, los reyes de Egipto, de África
y de Etiopia como lo diremos con más detalle más adelante.
[p. 481] Luego de haber sido
matados, también los demás siete reyes someterán sus cuellos. Y he aquí,
habrá ojos semejantes a un
hombre en aquel cuerno. No
pensemos que será, como opinan algunos,
el diablo o el demonio, sino uno de los hombres en el cual Satanás
habitará corporalmente[95].
Esto dice Jerónimo.
Su enseñanza es la de todos los escritores eclesiásticos salvo error o duda.
Hipólito y también Ireneo, cuyos comentarios estamos mirando, consideran
como sentencia muy cierta ya que no podría haber tanto consenso
especialmente en un tema oscuro y tan alejado del normal conocimiento humano
si no fuera revelado el misterio por el profeta y
si no se hubiera dignado de disponerlos para que entiendan las
Escrituras[96].
Por eso hay que aceptar que este consenso tan grande de los escritores
eclesiásticos en su doctrina
sobre los tiempos futuros del
Anticristo proviene de la tradición apostólica[97].
Maravillosamente concuerda también con esta de Daniel[98]
aquella de Juan que habla de la bestia que sube desde el mar y tiene diez
cuernos y sobre ella diez diademas y siete cabezas y sobre ellas nombres
blasfemos. Dice que la vio ascender
desde el mar o del abismo (como lo dijo en otra parte). Así también
dice Daniel que vio subir desde el gran mar cuatro bestias, es decir, los
reinos de este mundo que irrumpen tormentosamente tal como son
especificadas.
Ahora bien, nada impide que
también se piense que es más palmariamente el Anticristo que sale del mar y
acepta el imperio romano al que ataca.
El mar y el abismo son la misma cosa. Los diez cuernos también son
mencionados por
Daniel. Explica que son diez reyes o reinos en los cuales
será dividido el imperio romano.
Referente a las siete cabezas, ya que a tres reyes él destruirá,
hay que entender
que son los demás como que
reinan bajo su mando, sometidos a sus leyes y por eso también ellos
blasfeman contra Dios y se unen a la bestia.
Su cabeza [p. 482] es
quizás uno de ellos ya muerto lo que también escribe Daniel del Anticristo.
Y vendrán sobre él las naves y los romanos
y será herido y regresará
y será humillado. Que su llaga
será curado también allí se añade y volverá y maquinará contra aquellos que
abandonaron el estamento del santuario (herirá
también a los bárbaros y a los mahometanos y a los heréticos). Y sus
brazo de ellos estarán, etc.[99].
Cuan grande será la futura grandeza y violencia del Anticristo esto lo
suple Juan. Y la bestia será similar al guepardo por su
velocidad y sus pies como los del oso por la rapacidad y la boca como
de un león por su majestad y tiranía.
Y se admiró, dice, toda la tierra de la bestia y adoraron a la bestia
diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia
y quién podrá luchar con la bestia?[100]
Todo esto ha sido profetizado respecto a la persona del Anticristo. Esto lo
dicen muchos buenos autores como
Tomás[101],
Ricardo de San Víctor[102],
Gregorio magno,[103]
Ambrosio[104], el mismo Ireneo
que ha sido enseñado por
discípulos de Juan[105].
Les preocupa a algunos el pasaje de los diez cuernos de los que el Espíritu
Santo enseña que son diez reyes.
¿Quiénes son estos diez reyes y dónde y cuándo? Pues algunos explicaban
que fueron los diez reyes
que en el imperio romano han
perseguido a
Esto lo deduce San Jerónimo de una común sentencia de los antiguos[108].
Es cierto que Agustín no quiere contradecir abiertamente. Sin embargo,
disiente y mucho duda del número de estos reyes. Así escribe en
los libros De civitate Dei[109].
Confieso que estoy dudando y temo que a lo mejor fallemos respecto a los
diez reyes – quizás el Anticristo posiblemente inventará bajo la figura de
10 hombres – y no llegamos a esta conclusión sin fundamento porque no
existen tantos reyes en el imperio romano.
¿Qué decir de la opinión que a lo mejor que el número diez significa
simplemente la globalidad de los reyes luego de los cuales aquel habrá de
venir? Agustín gustosamente se adhirió a esta interpretación. Por su parte
el beato Gregorio, analizando de manera sutil y abundante lo llama por ello
al Anticristo rey undécimo ya que el número undécimo significa
propiamente el mal y el pecado.
Es verdad esta explicación mística de
los Padres y hay que recibirla piadosamente pero de manera que tenga su
lugar también la verdad histórica.
Pues lo que Agustín podría poner en duda que no habrá tantos reyes en
el orbe romano proviene de la realidad de su época ya que
sólo había una división de parte de los césares en oriente y
occidente. Nosotros no debemos en manera alguna dudar
cuando veamos en su día
o diez o no mucho menos o más reyes (aquellos que son dignos
del nombre real por su majestad) de manera manifiesta. Pues si
recordamos la amplitud de antiguo imperio romano es fácil pensar que Italia,
Galia, Germania, España, Bretaña, África, Grecia, Egipto, Arabia y ambas
Asias junto con otras provincias
han llegado a tener sus príncipes. Así no es difícil pensar que de un
imperio puedan derivar diez
partes.
Ahora bien, aunque el poder del imperio romano [p. 484] parece abolido y
casi extinto, el profeta no predice otro reino fuera del futuro cuarto sino
el reino de los santos – que será el celestial y eterno – por la simple
razón que no hay monarquía que sea sucesora para todo el imperio
romano a no ser aquellos cuatro que designó con el nombre de las bestias[110].
Tampoco se ha extinguido el título romano ni Roma ha dejado de ser cabeza
del orbe. La misma lengua romana y
sus leyes como que mandan en el resto del orbe de manera que
en mayor grado otras naciones se han insertado en el imperio romano
que las que se han separado.
Es que si uno se fija en la costumbre del profeta Daniel, uno encontrará que
realmente sus visiones no son alegóricas sino tienen un sentido histórico,
sean relatadas por el mismo profeta o por el ángel[111].
De esta manera de los diez cuernos y
del cuerno pequeño que surge de en medio de ellos destruyendo tres de
ellos, no podemos pensar otra
cosa sino de acuerdo a la opinión que expuso Jerónimo de acuerdo a la
sentencia de los antiguos. Aunque toda interpretación alegórica es realmente
más fácil y más segura ante la mentira,
sin embargo, aquellas cosas que significan
una gran fuerza de espíritu, tienen un sentido histórico mucho más
amplio en cuanto a la dignidad y la gloria.
De esta manera vemos que de parte de Mateo y de los demás evangelistas se
citan todos los testimonios del
Antiguo Testamento según el sentido histórico a los que, si no son hechos,
fácilmente los llevaremos al campo alegórico. Aunque no me hace dudar lo que
afirma como cierto aquel Santo
Padre que aquellos tres reyes oprimidos por el Anticristo serían los reyes
de Egipto, Etiopia y África esto no lo dice la Escritura. Sabiamente dice
Agustín que la perfecta inteligencia de estas cosas se adquiere
mayormente cuando se experimentan[112].
Es cierto que el imperio de aquel se determina por los confines de la tierra
como leemos: Se le ha dado el poder
sobre [p. 485] toda tribu, pueblo,
lengua y nación[113]. Lo que se encuentre en la
tierra entera será cedido al imperio de aquel.
Hasta aquí del reino temporal de Anticristo.
De la soberbia del Anticristo que se considera Mesías y Dios y se
presenta para que lo adoren.
Capítulo X.
Seguidamente hay que hablar de sus pretensiones espirituales y divinas que
estará buscando. Es que no se contentará con el imperio sobre todo el orbe
de la tierra. Asumirá armas canallescas horrendas. Provocará al Dios
omnipotente y se proclamará su enemigo. De manera muy sabia dijo cierto
filósofo que la naturaleza
humana no es capaz de asumir el imperio de todo el orbe de la tierra ya que
no puede con tamaña realidad[114].
Es por eso que leemos frecuentemente en las historias sagradas y
profanas que hombres también modestos, una vez elevados a la esfera de una
fortuna más próspera y aprehendidos por la gloria del dominio, han dejado de
creerse hombres y han aspirado a ser divinidad, lo que relata Isaías del rey
de Babilonia[115],
Ezequiel del rey de Tiro[116],
los Macabeos de Antíoco[117]
y la historia cuenta del Rey Ozias[118].
Así procederá el Anticristo, aunque no de esta manera sino más bien como
padre del mismo diablo se alzará hasta el solio de Dios. Logrando que todo
lo demás aparezca pequeño
se opone sólo al único Dios. Por eso intentó colocar su trono encima
de todos los astros en la cima de la divinidad. De esta manera agredirá a
Dios después de haber vencido a los hombres considerándoles una nada,
trasplantará la gloria divina a
su persona y en él quiere tener toda obra, deseo y pensamiento. Así quiere
ser tenido como rey del orbe y proclamará que él es
el verdadero Cristo, el salvador del mundo. Pretenderá que nuestro
Cristo no era otra cosa que un impostor y todo lo que ha sido
predicho por los profetas respecto a los milagros de Cristo, su reino,
muerte, resurrección y ascensión al cielo, [p. 486] dirá que se ha cumplido
sólo en él y eso con toda certeza.
Por eso simulará que ha muerto y resucitado de entre los muertos
Elegirá con extrema soberbia
el santo monte de los olivos
de donde se dice que ha ascendido nuestro Cristo a los cielos para su
ascensión luego de haber afianzado su reino después de igual numero de
años que Cristo ha predicho.
Ahora bien, si estas cosas le parecen a alguien como nuevas o frívolas, sepa
que los transmiten como cosa cierta hombres de grande ciencia como el Papa
Gregorio, Anselmo, Ricardo de San Víctor, Tomás de Aquino, y el mismo Daniel
al que interpreta Jerónimo[119]. Entonces los judíos, sobre los
que se volcará la ira de Dios, creerán en la mentira porque rechazaron la
verdad. Entonces de esto
predicarán mucho como la predijo
el Salvador: He aquí el Cristo; helo allá, mira en el desierto, mira
que en los aposentos[120].
Con todo no se contentará con la gloria del mesías sino
quiere ser tenido como rey y cristo y finalmente como dios.
La Sagrada Escritura
certifica esa increíble soberbia
en todos los aspectos. De esto
escribe el apóstol Pablo: Se
levantará y será elevado sobre todo lo que se llama Dios
o que le será rendido culto de manera que se manifestará como quien
está sentado en el templo de Dios como si fuera Dios[121].
Se exhibirá ante todos
para ser adorado como cualquier Dios celestial. Ciertamente no rinde
adoración a Cristo ni a Dios
sino pretende ser adorado como Cristo y Dios. De esto escribe Juan en el
Apocalipsis[122]:
Y abrirá su boca para proferir blasfemias contra Dios
y su nombre y contra su tabernáculo y los que
habitan en el cielo. Y lo
adorarán todos los que habitan la tierra cuyos nombres no están escritos en
el libro de la vida.
El furor de la bestia no perdonará ni a
Una digresión: un ejemplo de la insania
de soberbia.
Capítulo XI.
Pensando en eso siento surgir dentro de mí un vehemente desconcierto
respecto a la infelicidad humana. ¿Quién creería que
haga tales cosas sino un hombre inclinado un tanto a la insania, ¡qué
digo! un hombre realmente desquiciado? Sin embargo, son ciertas y el hombre
mortal debería meditar seriamente en ello en cuanto piensa y actúa. La mente
humana no es aprisionada con
tanta facilidad ni con tanta potencia como por la soberbia. Ninguna fuerza
es tan venenosa, ni tan embriagante, ninguna fiebre es tan frenética ya que
repentinamente cambia el estado de la mente, ninguna poción medicinal lleva
tanto al furor como es el estado anímico embebido
de la soberbia.
Y lo que en el momento furioso de la soberbia
hablamos, pensamos y actuamos nos admira cuando estamos sanos en la
humildad y nos da vergüenza. Cuando hay humildad hay sabiduría, cuando reina
la soberbia ahí domina el agravio[125].
Por eso no hay razón de admirarnos cuando vemos tanta prominencia del
Anticristo y describimos la elevación de cierto discípulo suyo que sufre de
la misma enfermedad, es decir, de la soberbia, y no estamos contando fábulas
inventadas.
Hubo en aquel tiempo en la región peruana un hombre considerado grande, un
docto teólogo y profesor de teología, buen católico y piadoso de larga
trayectoria y era casi considerado como oráculo de aquella región. Trataba
familiarmente con cierta mujerzuela que se jactaba de ser instruida por un
ángel respecto a grandes misterios. Ella de vez en cuando entraba en éxtasis
o simulaba de entrar en éxtasis, como lo hacía de antiguo
[p. 488] Filomena, o
Maximila, la de Montano. Así fue
subyugado ya que ella lo consultaba frecuentemente respecto a altas
cuestiones teológicas. En todo
la ha considerado como oráculo, llena de grandes revelaciones y muy templada
en las cosas de Dios. Con todo, del otro lado, no era sino una mujer sórdida
y de poco sentido común y no enseñaba nada más que mentiras. Fue corrompida
por el diablo – esto es lo más ´fácil de aceptar – ya que
sufría éxtasis de alguna manera o – esto lo piensan algunos hombres
prudentes –ella simulaba esta astuta fábula. Y aquel teólogo, ya que
escuchaba de esa mujerzuela cosas grandes y maravillosas respecto a su
persona, proyectando cosas aún mucho más grandes en el futuro, con gusto se
consideró como discípulo de aquella de quien fungía como director
espiritual.
Este hombre fue engañado mucho porque hasta intentaba realizar milagros y se
convenció a sí mismo que los hacía. Y no existía ni el más leve rastro de un
milagro. Por eso y por aceptar de aquella “profetisa” algunas enseñanzas
ajenas a la doctrina de la Iglesia, ante el estupor de todos, fue
aprehendido por los jueces de
Y este hombre afirmaba en serio
que sería el rey y pontífice del futuro, que
Finalmente al desarrollarse su caso y al acumularse más de 110 proposiciones
heréticas o condenadas por la sana doctrina de
Argumentó que no podría demostrar
la verdad de su doctrina sino por medio de la divina escritura y por
medio de milagros ya que todo superaba toda razón humana. Decía que podría
probar todo por los testimonios de
Finalmente dijo que, si quisiéramos tratar el tema de los milagros [p. 490],
con gusto los exhibiría. El hombre lo dijo de tal manera
que parecería que nosotros pareceríamos los locos, no él. Se jactaba
que por medio de una revelación tenía noticia que el serenísimo Juan
de Austria había perdido la batalla naval contra Turquía, que el reino de
España acababa ser arrebatado a
Felipe que había sido tan victorioso, que en Roma había habido un concilio
para deponer a Gregorio para sustituirlo por otro. Nos manifestó que una vez
que nos enteraríamos de esto por mensajeros seguros, entonces sabríamos que
esto lo había sabido de parte de Dios. Bueno, todo era tan falso que más no
lo podía ser. Él afirmaba que era algo que nosotros sabíamos muy bien.
Debatiendo durante dos días y no avanzando en nada fue llevado para
exhibición pública tal como se suele hacer en los reinos hispanos. Miraba
siempre hacia el cielo esperando
que un fuego bajara para quemar a los inquisidores y a todos los demás como
le había asegurado el diablo. Ningún fuego de lo alto quemó a alguien pero a
él, el rey, el pontífice, el redentor, el nuevo legislador desde abajo lo
quemó el fuego y lo redujo a cenizas.
Nos hemos permitido esta digresión para que reflexionemos a partir de este
ejemplo acerca de cómo afecta al
hombre la soberbia teniendo en cuenta que tenía discípulos y secuaces. ¿Cómo
podremos dudar que, cuando se haga presente no un poder ficticio sino un
verdadero poder del reino, el hombre soberbio, poseído totalmente por el
diablo, no alcanzará la figura
de tanta impiedad?
[p. 491]
Capítulo XII.
Por tanto, el supremo maestro de la soberbia que no considera a nadie otro
como
Dios y se jactará que él, ya que es omnipotente todos los vicios
convergen en él, con gran fasto
estará sentado en el templo,
como dice Paulo, exhibiéndose como dios[126]. Cuál sea ese templo muchos
autores cuestionan junto con Agustín[127]. ¿Es
No pesa tanto lo que objetan algunos que ese no sería un lugar santo, el
templo de Dios, argumentando que
habría sido construido en honor del adversario. No es
un error de llamarlo templo ya que se dedicará al culto de Dios, sea
del Dios verdadero sea de uno falso. De igual manera se habla de los templos
de los dioses paganos. Dios lo podía llamar este lugar santo porque fue un
lugar que alguna vez estaba dedicado al Dios omnipotente cuyo lugar quiere
ocupar el mentiroso Anticristo.
Pero si
es el templo aquel de Salomón que será re-edificado como lo trasmiten
varios de los antiguos, o si no
lo es, creo que las palabras paulinas quieren expresar claramente que se
entronizará en algún templo material y celeste criminal para que reciba
honores divinos. Esto no es increíble porque eso lo sugieren como verisímil
tanto su inmensa soberbia cuanto los ejemplos del príncipe soberbio y los
ejemplos de sus secuaces.
Por ejemplo, Simón gozaba de la fama de la gran virtud divina [p. 492] y
leemos que se le ha erigido un templo y una estatua. Algunos se han venerado
como Espíritu Santo como si hubieran sido enviados como tal para santificar
al mundo. Esto lo sabemos de Montano antiguamente[129]
y más recientemente de un tal Gundisalvo heresiarca. No basta con la
soberbia que desea destacar de entre los hombres sino que quieren emular al
mismo Dios. Pues, así en el
templo de Jerusalén construido de nuevo o en el gran templo ya construido,
cuando aquel pestífero se exhiba allí para ser adorado, se cumplirá el
vaticinio de Daniel citado por Cristo cuando vean
la abominación de la desolación presente en el lugar santo[130].
Ahora bien algunos niegan que este testimonio se pueda referir al Anticristo
por lo menos en lo que atañe a la primera intención del Señosr[131].
No aciertan. Supongamos que
Daniel esté hablando de aquella abominación de la desolación que han
perpetrado los romanos cuando han colocado en el templo la estatua del césar
o la cabeza de un puerco, como refieren otros, para oprobio de Dios o que,
como les gusta a otros, entendamos como abominación de la desolación el
ejército de los impíos que circunda la ciudad santa como parece insinuar el
texto de Lucas[132],
o, finalmente, se considere toda
esa enumeración de las setenta semanas como que se han cumplido antes del
advenimiento de Cristo, - es una explicación muy ingeniosa -, y no en el
juicio final; esto lo han censurado ya antiguamente
Jerónimo y Agustín y esto solamente lo saben algunos pocos[133].
Con todo, de acuerdo con lo que hemos expuesto ampliamente en el primer
libro, nada impide que el Espíritu Santo haya
predicho al mismo tiempo las dos cosas, vale decir, la destrucción de
Jerusalén y la consumación del siglo, porque particularmente toda esa
calamidad judía no es nada más que una especie de imagen de la extrema ruina
de la humanidad y como tal ha sido introducido por Cristo
en aquel discurso. Yo no acepto eso como sentido alegórico o místico
sino totalmente como literal cuando se habla del Anticristo [p.493] y esto
lo considero como intencionado de parte del Señor.
Ahora bien, si esto lo niegan más con ímpetu que con
prudencia tengan la
bondad de fijarse como van contra la autoridad de muchos e importantes
Padres. Es que Cristo quiere entender la desolación de la abominación en el
templo de Dios como el Anticristo así como lo tiene Pablo[134]
quien dice que está entronizado como dios. Esto lo transmiten en primer
lugar los antiquísimos Ireneo mártir[135],
Hipólito martir[136]
y también el mismo Gregorio Nacianceno[137],
Hilario[138], Jerónimo[139].
Ambrosio[140], autor del opus imperfectum en
erudición comparable a los anteriores[141],
Juan Damasceno[142].
Ellos trasmiten eso constantemente junto con innumerables autores menos
importantes, Jerónimo[143]
dice que no hay duda que la abominación de la desolación en el lugar santo
en su sentido literal hay que entenderla como el advenimiento del Anticristo[144].
Para mí el autor más importante que todos los demás es el mismo Mateo[145]
quien habla de ese tiempo y explica claramente añadiendo “Habrá entonces una tribulación como lo la ha habido desde el comienzo
del mundo ni la habrá. Si no fueran abreviados esos tiempos no
se salvaría nadie”. Esto no se dice de la máxima tribulación del
Anticristo sino de aquella ruina de Jerusalén. Oponerse a esto es oponerse a
las palabras de casi todos los Padres y hasta a
las mismas palabras divinas. Cristo
está hablando patentemente de aquella tribulación de la que dijo
Daniel: “Y vendrá un tiempo, que no
había desde que existía las naciones; y en aquel tiempo se salvará tu pueblo
y todo el que se encuentra inscrito en el libro”[146].
Es plenamente evidente que se está hablando
de los tiempos del Anticristo.
Finalmente Daniel mismo demuestra
claramente que se trata de la abominación de la desolación a establecerse
por el Anticristo cuando dice:” Desde
el tiempo que fue quitado el sacrificio y colocado la abominación de la
desolación, mil doscientos noventa días”[147]. En ambos pasajes, pues, Daniel
dice que cesará el sacrificio y se presentará la abominación de la
desolación [p. 494] futura, una vez y primero antes en el lugar de la
desolación de la ciudad y posteriormente y otra vez en la desolación del
orbe entero. Así ha de entenderse
lo que dice Cristo. Esto uno puede aceptar y, si es sincero, debe
aceptarlo de que se ha referido
a ambos aspectos de Daniel y de que ha querido explicar ambos y que los
apóstoles lo han interrogado sobre ambos aspectos.
De la torpeza y de los vicios del
Anticristo.
Capítulo XIII
Aunque sea grande y se considere como Cristo o exija que se le venere como
verdadero Dios al mismo tiempo será adicto a vicios muy sórdidos más de lo
que se puede expresar de manera que aparecerá como horrible monstruo del
género humano[148].
Pues, este que no respeta a divinidad alguna y hablará despropósitos en lo
alto, a este la misma Escritura celestial lo describe como sometido a las
concupiscencias de las mujeres. Es verdad que el texto hebreo es ambiguo,
tal como lo transmite Jerónimo, sin embargo la traducción nuestra, la
vulgata aprobada por
Su crueldad, su incapacidad inhumana y su
rabia
Ahora bien, aquel que abolirá el culto de todos los dioses, que exterminará
la religión del Dios verdadero y omnipotente, que obligará a que lo adoren a
él como Dios único, este mismo digo, adorará y rendirá culto a un cierto
dios inventado y multiplicará a
manera de idólatras sacrificios
y dones. Es de admirar que esto
parece a aquellos que lo
escuchen – a mi en primer lugar me fue increíble cuando me enteré –
que en esto se convertirá la demencia
de la mente humana que ordene que se le adore como dios y que al mismo
tiempo él mismo adorará a un
ídolo como divinidad. Ambas
cosas son verdad con tal que no se equivoque Daniel que tan claramente
escribe de esta manera del Anticristo[150]. No tomará en cuenta al Dios de
sus padres, arderá con la concupiscencia de las mujeres ni se preocupará de
alguna divinidad. Es que se levantará contra todo y totalmente.
Al dios de Maozim venerará en su lugar. Y al dios que ignoraron sus padres
le rendirá culto con oro y
plata, con piedras y otras cosas preciosas.-Y hará
que Maozim amalgamará con un dios ajeno que ha llegado a conocer.
Ahora bien, quién sea este Maozim o que significa no estoy seguro. Pero
nadie que lea esto puede dejar de entender que
se trata de un dios ficticio introducido como primero por ese que
corrompe el mundo. Le rendirá culto exterior y lo adornará con plata y gemas
como suelen ser adornados los ídolos de loa paganos.
Lo que enseña Teodorete el cirenense que Maozim sea al Anticristo mismo que
ordenará que le se adore y coloque como estatua en los templo, no me gusta
mucho[151].
¿Cuántas veces añadiría
Esto quizás lo sugiere el Apocalipsis donde leemos:
Y toda la tierra admirará
a la bestia. Y adoraron al dragón que dio poder a la bestia y
adoraron a la bestia diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia?[152].
No me preocupa cómo querrá defender esta mentira
que tampoco a él le consta. Con todo, si hay que definir de una vez
al Anticristo, no querrá decir otras cosas más breves que el monstruo de la
malicia universal. Así aquel que promoverá grandemente la idolatría ese
mismo será un idólatra famoso. Así los transmiten los Padres[153].
De la gravedad
de la persecución
del Anticristo, de Gog y de Magog.
Capítulo XIIII.
Luego en cuanto a la persecución
de Anticristo no hay necesidad de una demostración de parte nuestra para
explicar cuál es y cuándo se dará. La misma Verdad suprema ya ha expuesto la
magnitud del tema con las palabras que citamos anteriormente de manera tal
que no se puede aumentar más. Cierto, nos toca repetirlas y grabarlas más
profundamente en el alma de todos. Dice: “Habrá
una tribulación grande”[154]
o, como lo dice Marcos: “Habrá días de
una tribulación tan grande como no ha habido desde el comienzo de la
creación que Dios realizó hasta ahora y no habrá. Si no el Señor acortase
los días no habría salvación para nadie. Sin embargo, por causa de los
elegidos acortará los días”[155].
Lo mismo leemos en Daniel: “En aquel
tiempo se levantará el gran
príncipe Miguel que está para los hijos de tu
pueblo y vendrá el tiempo cono no ha habido desde que existen las
naciones hasta el tiempo aquel. En ese momento será salvados
todo tu pueblo que se encuentra inscrito en el libro”[156]. A los que Dios llama elegidos a
estos Daniel [p. 497] los comprende como los inscritos en el libro. Sólo
estos se salvarán de tan grande tentación.
De este tiempo del Anticristo leemos en el libro de Job. “En
su día se asombrarán los últimos y a los primeros les invadirá un horror”[157].
Comentando este pasaje el Papa Gregorio enseña que tanta será la futura
persecución que los santos de
aquel último tiempo que él llama novísimo, de la misma manera aborrecerán la
amargura de su época como los santos antiguos Elías y Henoc que vendrán como
auxiliares de la Iglesia[158]. Finalmente
está escrito en el libro del apocalipsis: “Cuando
se han acabado los mil años Satanás será soltado de su cárcel y se ostentará
a Gog y Magog y seducirá a las naciones que están en los cuatro
ángulos de la tierra y los congregará para la lucha y su número será como la
arena del mar Y ascenderán sobre
la latitud de la tierra y rodearán el campamento de los santos y la ciudad
dilecta”[159].
Se entiende que los mil años representan
todo el trayecto de la ley evangélica hasta el fin de los siglos. No
hay necesidad de refutar las fábulas de los milenaristas. Esto lo han hecho
copiosamente los antiguos Padres, especialmente Jerónimo
y también Agustín[160].
Durante todo este tiempo a la antigua serpiente se mantiene atada por el
Ángel que tiene la llave del abismo, Cristo el Señor
que cierra y nadie abre. Vino primero y ató al fuerte para arrebatar
sus arsenales y sus despojos sometiendo a muchas de las naciones al yugo de
la fe y llevándolas por el camino de la salvación a la patria. Está atado
quien no puede llevar adelante lo que
podría. Quiere hacer daño pero
conviene que se le suelte al
final por un tiempo corto para que todas las fuerzas de su poder y todas las
artes del engaño las pueda sacar a la luz.
Su poder es tal que nada se le compara en la tierra y su astucia
serán tan alta que pondrá en ridículo a todos los sabios[161].
Desatado el diablo ingresará en el Anticristo y por medio de él, como
dice Agustín, realizará maravillas por medio de él[162].
Soltar al diablo no es otra cosas que dar permiso a su voluntad y a su poder
[pg. 498] para que pueda tentar tanto cuanto quiera o pueda. Así en
otro lugar Juan exclama: Ay de la
tierra y del mar porque desciende el diablo hacia vosotros con ira grande,
sabiendo que le queda poco tiempo. Reuniendo a las naciones, a Gog y Magog
para luchar contra los santo[163].
De esto habla también Ezequiel[164].
Algunos ven en eso a los pueblos bárbaros, especialmente a los
septentrionales y a los Escitas. Agustín, sin embargo, junto con Jerónimo
ven en ellos la totalidad de los enemigos que luchan contra
De la eliminación del sacrificio perene.
Capítulo XV
Ahora bien, habrá un comienzo de la persecución cuando habrá el sacrificio
perene. A partir de esto hay que computar tres años y medio. Durante este
lapso de tiempo avanzará el furor de aquel jabalí silvestre y singularmente
feroz en todo el orbe contra la elegida Iglesia de Dios.
Traemos a colación las palabras proféticas que se encuentran tres
veces expresadas bajo la imagen de Antíoco respecto al Anticristo[166].
Se escribe en primer lugar de la manera siguiente.
Y ha sido engrandecido hasta la fortaleza
del cielo y derrumbará la fortaleza y las estrellas y las pisará. Y
ha sido enaltecido hasta el príncipe de la fortaleza y por él se quitó el
perene sacrificio y destruyó el
lugar de su santificación. Se la ha dado fuerza contra el continuo
sacrificio por los pecados. La
verdad será derrumbada al suelo
y actuará y prosperará.
El libro de los Macabeos muestra que se dice esto de Antíoco Epifanio[167].
Puesto que Antíco actúa como la persona del Anticristo, como enseñan los
Padres, esto mismo se cumple mejor y más plenamente en la última persecución
de la Iglesia[168]. De lo mismo (p. 499) trata
ampliamente el Papa Gregorio[169].
En otro lugar nuevamente leemos del mismo profeta:
Y saldrán brazos de él y ensuciarán el
santuario de la fortaleza y quitarán el sacrifico perene y se dará la
abominación en la desolación[170].
Finalmente al final de la
profecía de Daniel se habla de lo mismo pero más abiertamente. Serán
elegidos y serán blanqueados y muchos
serán probados como en el fuego. Actuarán impíamente los impíos y
tampoco entenderán todos los impíos. Sin embargo, los doctos entenderán.
Y desde el tiempo cuando fuera quitado
el sacrificio perene y se habrá colocado la
abominación en la desolación se contarán mil doscientos noventa días[171].
De aquí aprendemos sagazmente
que estará confirmado su reino y el imperio del orbe entero rebuscado con
varias luchas. Y entonces el Anticristo decretará una sede similar a la
divinidad en el templo y lo designará como su palacio. Allí se presentará
para que los pueblos lo adoren. Habrá sido abolido inmediatamente todo culto
a Dios de manera que a él solo se ha de rendirlo.
Respecto al sacrificio perene no hay otra cosa mejor para explicarlo que
la hostia incruenta del altar y que es el único sacrificio perpetuo
del pueblo cristiano en el cual se ofrece
al nombre de Dios en el mundo entero una ofrenda pura[172] y se inmola
la victima incruenta, el memorial eterno de la pasión del Cordero y
de su sangre derramada por nosotros. Este es el gran bien de
Y convertirá
in prioridad de sus pensamientos y maquinación
el monumento del pueblo cristiano. Suscitarán nuestros pecado la
severidad de Dios ya que se permitirá
tanto poder al adversario en contra del arco firme de la religión de
manera que puede conquistar, ensuciar, arrojar y (p. 500) exterminar con
máxima sorna el santo de los santos. ¡Ay del miserable género humano cuyos
crímenes provocan la ira de Dios sobre él! Quitada nuestra eucaristía
también todo lo demás, ornamentos o ministerios, desaparecerán totalmente.
Los templos y los altares serán derribados, los sagrados vasos y ornamentos
serán depravados por usos
profanos. Las órdenes de los sacerdotes, pontífices y ministros serán
afligidos de extrema ignominia. La penitencia, el bautismo, en fin, todos
los sacramentos se convertirán en desprecio sumo y disturbio de todos. Lo
que haya de infame, lo que haya de execrable que se pueda infligir a los
signos divinos será considerado como decoro y alabanza de los impúdicos
ministros.
Pienso que no se puede mejor entender cuál será el status del orden
eclesiástico como preludio e imagen de Anticristo lo que tenemos hoy por hoy
ante nuestros ojos. Los que en las tierras germanas y británicas han
experimentado la rabia de los sectarios estos muy fácilmente pueden
imaginarse muy bien cómo serán aquellas cosas de las cuales han pregustado
algo.
Por eso no conviene dudar que apremien los tiempos del Anticristo cuyos
preanuncios y signos estamos viendo
cuando están luchando
actualmente belicosamente contra
el sacrificio de Dios. Así como
en el comienzo
De ahí el esplendor del orden eclesiástico y
su decoro (501) es eliminado y yace como sepultado. De manera que se
puede uno lamentar que se haya
quitado a la virgen hija de Sión todo decoro prístino, los sacerdotes están
gimiendo, las puertas destruidas, los altares desiertos y abandonados los
mismos vasos sagrados[173]
y también el edificio muchas veces anteriormente repleto de pueblo ahora
llora ante el vacío. No se trata de los que vienen a la solemnidad del
Cordero. La cosa es otra.
Nos queda por exponer que se equivocan los que
piensan que el sacrificio
perene que quitará el Anticristo,
es idéntico con la ofrenda y el sacrificio que cesará a mitad de la
semana como lo predice Daniel en otro lugar[174].
Es que donde se profetiza al Cristo muerto, se anuncia al mismo tiempo el
alejamiento del pueblo innocuo e ingrato y la abolición simultanea de los
sacrificios legales de los judíos. Esto sucede a la mitad de la última
semana, es decir, de la séptima. En cambio, el sacrifico de Cristo en la
cruz, ofrecido al Padre eterno[175],
cuando el velo del templo se rasgó de
arriba abajo, significa que el Espíritu Santo ya ha preparado la vía de los
santos cuando nuestro sumo sacerdote exclamó:
Consumado está[176]. Entonces aquel rito
prístino desvaneció ni había otra cosa desde entonces que las carnes muertas
respecto a las cuales no habría nada que fuera más santo ofrecido en el
templo que lo matado en el mercado.
Pablo habla de ello abundantemente en la carta a los hebreos[177].
Demuestra que Cristo una vez ofrecido fue suficiente para rescatar los
muchos pecados. Los sacrificios de novillos y vacas que hasta entonces
habían sido presentados hasta que el pontífice de los bienes eternos nos
consiguió la salvación por su sangre. Por tanto, entonces fue a
la mitad de aquella semana luego de
tres años y medio de la manifestación y predicación de Cristo que cesó la
ofrenda y el sacrificio legal[178].
En cambio, al final de los tiempos no será la sombra del Antiguo Testamento
sino el verdadero y nuevo y eterno Testamento que quitarán los impíos. Mira
la prudencia admirable de la divina Escritura. Donde se habla
de nuestro sacrificio [p. 502], es decir, de
De los predicadores del Anticristo.
Capítulo XVI.
Por todo ello, apenas prohibido el culto de Dios y eliminado el perene
sacrificio de
De la misma manera como Cristo Dios envió a sus apóstoles a todos las gentes
para que prediquen (p. 503) el evangelio hasta los confines de la
tierra, de la misma manera aquel desertor, imitador siempre y en todo de lo
divino, repartirá líderes y profetas suyos en todas las regiones. A estos
les comunicará la soberbia y el
furor de espíritu, ya que él mismo ha recibido del Diablo el poder de
realizar signos.
Saldrán predicadores conspicuos, a mano armada, rebosantes de altanería, tan
vehementes de mentiras y de blasfemias que no dejarán a nadie incólume.
Ofrecerán a los africanos y a los indios el imperio de su nuevo rey y mesías
y dios. Quienes aceptan su maldad disfrutarán de grandes beneficios del
reino mientras que los que resisten
serán eliminados con todo tipo de tormentos y de deshonores.
De estos emisarios infernales nos ha prevenido nuestro Dios cuanto
hablaba de la amargura de aquellos tiempos. ‘Entonces
quien les dijera: He aquí el Cristo o allá, no le creéis. Surgirán falsos
Cristo y falsos profetas y harán signos y prodigios grandes de manera que
lleven al error (si esto puede suceder) hasta a los elegidos.
He aquí que lo dije de antemano: Si, pues, les digan: Está en el
desierto, no vayan. He aquí en el interior, no lo creáis.
Estos son lo que el profeta llama los brazos del Anticristo que se
presentarán y ensuciarán el santuario de la fuerza y quitarán el sacrificio
perenne y pondrán la abominación de la desolación[182].
Por eso, como dice el nacianceno, cambiarán, destruirán y derrocharán la
tierra entera. Estos son los engaños del diablo y del Anticristo como expone
el Papa Gregorio[183]. Estos son los maestros del
prurito para los oídos quienes al dejar de lado la verdad se convertirán
a las fábulas. Estos son que resistirán a la verdad como los
confabulados Jamnes y Mambre, reprobados respecto a la fe ya que blasfeman
contra
El seudoprofeta y principal predicador del Anticristo.
(504)
Capítulo XVII.
El ambiente o sociedad de estos,
como transmiten Gregorio y
algunos otros Padres – Agustín escribe un poco separadamente[185]
–, designa aquella segunda bestia de la cual podemos leer en el Apocalipsis,
‘luego vi otra bestia ascendiendo de
la tierra y tenía dos cuernos, semejantes a las del Cordero y hablaba como
el dragón[186]. Y el poder de la bestia
citada lo realizaba todo en su presencia: hacía que la tierra y sus
habitantes adoraran la primera bestia a quien se había curado la enfermedad
mortal. E hizo grandes signos. También hacía descender
fuego del cielo sobre la tierra delante de los hombres y precisamente
por estos signos seducía a los
habitantes de la tierra, signos que le eran dados a realizar delante
la bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hagan una
imagen de la bestia que tiene la
plaga de la espada y venció.
La primera bestia que había dicho que del abismo ascendía, los Padres
piensan que se trata del mismo Anticristo. Por eso se dice que se le ha
curado en ella la plaga de la espada. De ahí que pretenderá con astucia
resucitar como de quien había muerto. Ordenará que se predique esto para que
todo el mundo lo tenga por cierto[187].
La segunda bestia que asciende de la tierra la entienden como la multitud de
los predicadores del Anticristo. Ostentan los cuernos del Cordero y así
hipócritamente simulan ser santos. Con todo, hablan como el dragón, es
decir, su lenguaje está repleto de veneno y blasfemia.
Se darán estos signos por medio de su ingenio para que todos obedezcan al
Anticristo. Esto también los dice Cristo[188].
La explicación de los Padres es muy satisfactoria y digna de veneración. Sin
embargo, no creo que sea impedimento
si también de acuerdo a
la historia le pongamos el
nombre de segunda bestia a un personaje más insigne de entre los
predicadores del Anticristo (p. 505). Esto lo dice Ambrosio o quienquiera
sea el autor aquel que dice lo que sigue[189]: se habla aparentemente de tres
personas. ‘Vi que salían de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de
la boca del seudoprofeta tres espíritu inmundos a manera de ranas’[190].
Son tres los espíritus de los demonios que realizan signos. Y estos tres son
el diablo, el Anticristo y aquel
seudoprofeta. Ellos reinan sobre los demonios para que hagan portentosamente
las obras que ellos desean. Y así como en la salvación del mundo son tres
que obran en nosotros la vida eterna, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
así obran para perdición de los hombres Satanás, el Anticristo y el
Seudoprofeta. Cristo revela al
Padre y el Espíritu Santo da a conocer al Cristo.
De la misma manera al
Diablo como su padre le rinde culto el Anticristo y el seudoprofeta predica
el Anticristo con grandes signos y lo exalta.
En otro lugar encontramos también: ‘Es
capturada la bestia y con ella el seudoprofeta que hacía signos en su
presencia y vivos los dos son lanzados en el estanque del fuego ardiente, de
azufre y los demás son matados por la espada, etc.’[191].
Evidentemente se mencionan los dos, el Anticristo y su profeta, y así son
destacados del resto de la turba de los espectadores. De la misma manera se
dice más adelante: ‘El Diablo es
lanzado en el estanque de fuego y de azufre. Ahí mismo la bestia y el
seudoprofeta son torturados día y noche por los siglos de los siglos[192].
Por eso nada nos prohíbe que de esta manera pensemos que habrá alguien que
será preeminente y acérrimo defensor del Anticristo. Y este será, creemos
poder tener el derecho de pensar así, no un rey o un soldado sino un hombre
insigne en
También puede suceder que, así como la bestia anterior surge del mar, la
otra – así se dice - surge de la tierra, ya que la primera después de haber
cruzado el mar se elevará mientras que la otra quizás existirá en
aquella
provincia donde el
Anticristo reina ante todo. Todo esto no son nada más que conjeturas humanas
y no afirman nada que tenga viso de certeza.
Con todo quizás no sea cosa vana si se lleva la reflexión por estos
cauces. Pues la experiencia dará razón acerca de lo que se ha conjeturado.
En tal caso sucederá sin duda de
acuerdo al sentido que le quiso dar el apóstol. Y si sucederán
acontecimientos distintos en nada contradicen a la verdad que ha insinuado
vagamente y de manera condicionada, no lo que será sino lo que podría
opinarse al respecto.
Los milagros y prodigios que hará.
Capitulo XVIII
Este es el momento cuando es necesario explicar las causas del por qué de la
tribulación que sucederá en los últimos tiempos y que será mayor de todas
las que jamás sucederán, como dice
Ahora bien es natural que cuando se observa y constata un milagro el género
humano, al ver los efectos continuos, se admira, es doblegado y cede a lo
que se dice a no ser que sea revocado por otra parte por medio de una fuerza
máxima[195].
Y estos signos, ya que son verdaderos, se constituyen en argumentos supremos
de la verdad. Por eso Cristo afirma que tiene un testimonio mayor que el de
Juan: Son sus obras (p. 507) que dan un testimonio más amplio de él. Pablo
también corrobora de ahí su predicación ya que no ha sido confirmada por
palabras elocuentes sino con una gran manifestación de signos.
Finalmente todo el orbe se someterá al evangelio ya que los poderosos, los
ricos y los sabios cederán a la
necedad de la predicación – utilizando las palabras del apóstol – y se
rendirán. ¿Qué otra razón puede haber sino que son los creyentes en Cristo
que podrán hacer signos admirables? Es el Señor que confirmará su
predicación con los signos que los siguen[196].
¿Qué hombre no se sentirá turbado cuando vea a los profetas del Anticristo
realizar tales obras y cuando lo vea a este mismo realizar obras
descomunales y estupendas para corroborar su doctrina y su enseñanza?
Satanás será soltado y todo cuanto es ejecutado con un poder y una ciencia
increíble se destacará por medio de aquella acción mientras que
Dios de ninguna manera intentará
contenerlo o frenarlo. Si por medio de magos y maleficios y por estigias o
por otros ayudantes suyos del mismo grupo en los tiempos anteriores ha
logrado mucho ni deja de perpetrar en nuestros días lo que hace que el vulgo
se admire, todo esto no es sino
un juego y niñerías en
comparación con aquellas obras asombrosas que realizará en aquel entonces.
Es de máxima importancia que para conversión de las naciones que los
predicadores de Cristo tengan confianza en enseñar y en el entretiempo, es
decir, entre estos tiempos y los últimos traten con todas sus fuerzas
dañar a la bestia sujetada y cuando
se le soltará. Tampoco hay que dejarlo hacer lo que puede hacer ahora ni
dejarlo persuadir de acuerdo a lo que le es permitido en este momento.
Recordemos que Elías hizo un gran signo cuando por un fuego del cielo
espeluznó y echar abajo a los
soldados enviados para tomarlo preso. No será ningún problema para el
Anticristo de realizarlo y con su palabra crear abundante fuego del cielo
contra los que no le obedezcan. Lo que quiere lo intentará hacer. Esto será
la admiración futura de los hombres (p. 508) y es fácil de imaginarse cuáles
serán los gritos de admiración de los impíos, cuál será el miedo y el terror
de los asustados.
Aquel sicario no solamente realizará estas obras horribles como hacer bajar
el fuego del cielo, como hacer temblar la tierra, como turbulentos
maremotos, como el repentino recubrimiento del cielo veraniego y sereno con
nubes ígneas y todo lo demás que los Padres mayormente en el AT suelen
describir como causas del terror y miedo para los hombres. También usurpará
otros elementos más propios del evangelio y de los tiempos apostólicos,
rebosantes de beneficios y de dulzura como sanar a los enfermos, curar a los
heridos, dar de comer con muy
poco a los hambrientos, expulsar de los poseídos los atroces espíritus y
todo lo demás que es beneficioso para la salud humana como si tuviera
autoridad divina.
No afirmo con ligereza este poder del Anticristo sino me apoyo en un autor
competente, en Clemente romano en sus libros De recognitione[197].
Ahora hay algunos que no aceptan su autoridad. A mí me parece que no hay que
rechazarla fuera de algunas cosas que podemos identificar fácilmente como
interpolaciones de falsarios. En el libro tercero de su obra Pedro enseña de
la siguiente manera: ‘Aquel que viene del maligno, los signos que realiza no
le aprovechan a nadie. Aquellos que hacen, en cambio, el bien eso es de
provecho para los hombres. Ahora dime, por favor, ¿qué utilidad hay en que
muestre estatuas que deambulan? ¿Qué ladren perros de metal o de piedra?
¿Qué se muevan los montes? ¿Volar por los aires y cosas semejantes que dicen
hizo Simón? Lo que hace el bueno aprovecha a la salud de los hombres
como son aquellas obras que hizo el Señor quien hizo que ciegos vean,
sordos oigan, levantó a los inválidos y cojos, ahuyentó a las debilidades y
a los demonios y otras cosas semejantes que me han visto hacer a mí también.
Estos signos que sirven para la salvación de los hombres y le confieren
algún bien al hombre no los puede realizar el maligno sino sólo en el
momento del fin del mundo (p. 509).
Entonces se le concede mezclar también algunos signos beneficiosos como son
el expulsar a los demonios y curar enfermedades. Es por eso que supera de
alguna manera sus propios límites dividido como está interiormente,
luchará contra sí mismo y será
destruido. Es por eso que el Señor ha predicho que en los últimos tiempos
por la tentación serán engañados
también los elegidos si fuera posible[198]. Parece que será necesario que
también los expertos en discernir los signos y las fuerzas sean confundidos.
Hasta aquí lo que dice Pedro en la
obra de Clemente. Me parece que es bastante probable porque se ve confirmado
por un testimonio evangelio adecuado que serán tales los signos que si fuera
posible también engañarían a los elegidos.
El mártir Hipólito, un autor antiguo,
predice tantos milagros del Anticristo que casi no se le puede creer.
Dice que hará prodigios de limpiar leprosos, de levantar a paralíticos, de
expulsar demonios, de predecir el futuro como si fuera el presente, de
resucitar muertos. Y más adelante dice que trasladará montañas, ante los
ojos de los espectadores caminará a pie enjuto sobre las aguas, hará bajar
fuego del cielo, convertirá el día en tinieblas, la noche en día y moverá el
sol por donde quiere. Para resumir digamos que demostrará que los elementos
todos de la tierra, del mar por medio apariciones ofrecidas ante los ojos de
los espectadores le obedecen[199].
La razón por qué los signos del Anticristo
se tildan de mentirosos
Capítulo XIX
También el Apóstol Pablo quiere subrayar el poder
concedido al Anticristo respecto a todo género de signos cuando dice[200]:
Su venida se realiza de acuerdo a la acción de Satanás con poder, signos [p.
510] y prodigios mentirosos y con todo tipo de seducción malvada para
aquellos que se pierden. Pues mostrará con su poder de la palabra aquella
eficacia inaudita desde siglos al hacer signos y prodigios exquisitos para
seducir a los hombres. Con todo nos reconforta y nos anima por mientras
recordando que son signos mentirosos y toda esta manifestación de poder no
que más que una faena de Satanás. El enemigo de
Con todo, poder discernirlo será
un regalo divino de sabiduría muy raro.
Eso es lo que dice el ángel de Daniel cuando habla de los últimos
tiempos: No entenderán todos los
impíos sin embargo los doctos se darán cuenta[201]. Aquellos que han sido
instruidos con la doctrina y la
luz de Dios no serán engañados por los signos mentirosos aunque se trate de
signos especiales, desacostumbrados y maravillosos.
Con prodigios engañosos Agustín[202]
y los que le siguen en esta escuela teológica entienden dos cosas: de un
lado que engañan los ojos y sentidos de los humanos como suelen hacer los
prestidigitadores y de esto sacarán máximo provecho los magos y los
estigios. A este tipo pertenecían aquellos signos de Simón que relata
El otro tipo de engaño será que
aparecerán como signos reales pero son reales. Es que se realizarán mediante
el poder oculto del diablo [p. 511] que conoce los elementos naturales y
todo poder de manera absoluta y total. De ahí que producirá efectos
maravillosos con una celeridad increíble junto con obras admirables que
están ocultas a los ojos humanos y desconocidas en su ejecución por eso se
va a creer que se han realizado con poder divino como que con un solo gesto
domina a toda la naturaleza. A este género pertenecían quizás los maleficios
realizados ante el Faraón por medio de encantamientos secretos[205].
Puede suceder, por ejemplo, que mediante el poder de los demonios el
verdadero bastón se convierta en serpiente a la manera como cuando se hace
hervir en agua cabello equino vemos surgir de repente innumerables bichos en
las gotas calientes. Igualmente no es difícil de creer que se puede teñir el
agua con color de sangre echando algún líquido o jugo.
Estas cosas las realizó Moisés de manera muy distinta y esto sólo por
ordenarlo Dios y obedeciendo totalmente la naturaleza a Dios.
Por eso, aunque las serpientes de los magos y de Moisés eran reales y
salían de bastones verdaderos, con todo, los signos de Moisés eran reales y
los de los magos falsos precisamente por la manera de realizarlos.
Pienso que el Anticristo utilizará especialmente
este género de engaño obrando en cosas reales signos falsos. Es que
en estas circunstancias habrá un mayor engaño de manera que hasta hombres
eruditos puedan frustrarse. ¿Quién no se dará cuenta que es muy fácil errar
ya que se experimentan cosas reales y no había noticia que el diablo las
haya jamás realizado antes y no
comprenden su real poder? Era real el fuego que el Satanás hizo caer sobre
los rebaños del santo Job y real también la tempestad que deshizo su casa y
aplastó a sus hijos[206].
Por tanto, no podemos negar que el Anticristo haga descender
repentinamente fuego real del cielo y que él y sus secuaces con la
fuerza del diablo hagan otras cosas innumerables del mismo género. Ahora
bien, aunque sean hechos reales, con todo, los podemos llamar falsos, como
dije antes, porque son ocultos y realizados con poder natural pero aplicados
por ministerio diabólico. [p. 512] Los signos realizados por los siervos de
Dios, también por aquellos que actúan con fe y no con caridad nunca serán
realizados para confirmar una mentira
y no se realizan de otra manera sino por orden de Dios.
Pues también aquellos que dirán a Cristo:
Señor, ¿acaso en tu nombre no hicimos
grandes milagros?[207],
no se les dirá que son mentirosos y que no han realizado signos reales. Sino
les ordenará que se retiren porque han obrado inicuamente y no porque
enseñaron falsedades ni porque nos los hicieran
en su nombre. A aquel que no seguía a Jesús[208]
y sin embargo en el nombre de Jesús expulsaba demonios, el Señor no quiso
prohibirle seguir obrando así. Es que las obras realizadas en su nombre no
pueden ser sino verdaderas y útiles aunque el que los realiza no fuera
bueno. Sin embargo, como ya
dije, será difícil distinguir los signos falsos de los verdaderos donde
habrá muchos y grandes y muy semejantes a los verdaderos.
La santidad fingida y la gran elocuencia y cómo será que los santos serán
vencidos por él.
Capítulo XX.
En adición al esplendor de los signos se añade una conveniente y elaborada y
engañosa simulación de santidad
que suele atraer vehementemente con su apariencia externa a los hombres poco
cautos[209].
Será uno de aquellos seres o, mejor dicho, el más aventajado que proclamarán
hipócritamente mentiras que tienen apariencia de piedad. Sobre este tema
habla abundantemente Gregorio Magno[210].
Se le denuncia como cargado de muchos vicios reales
tales como los hemos referido anteriormente. Sin embargo, él sabrá
manejarlos en parte actuando y en parte para que no aparezca la fealdad y se
obrará diligentemente en aquellos que no dejaron todos los rastros de la
malicia. En consecuencia se interpretará su salvaje truculencia como celo
ardientísimo por la verdad. Convencerá a los hombres que todo lo que hace lo
hace para servir a Dios también cuando persigue [p. 513] a los santos.
Sabrá presentar la idolatría y el culto inaudito al dios Maozim como la
verdadera religión de Dios. La exorbitante exaltación que exigirá respecto a
su propia persona hasta en el ámbito de los oficios de un culto
divino, ese mentiroso lo presentará como obra justa y de equidad. Pienso que
no permitirá presentar ante todos obscenidades de una completa indecencia
sino sólo aquellos que suelen hacer en lo que es sagrado a Priapo y
los que adoran a Adonis.
Frecuentemente será tan ciego el furor de la libido que pretenda que todo
sea lícito y hasta conveniente.
Esto mismo lo observamos claramente en los discípulos sectarios del
Anticristo de nuestros días. Actuará así el más impuro y perverso de todos
para que lo consideren santo, piadoso y para que sea pregonado como
tal por todos. Tampoco le faltará a ese monstruo la elocuencia y el poder de
convencimiento en toda disputa.
Esto es lo que dicen Daniel y Juan[211]
de que se le ha dado a la bestia, que hace la guerra a los santos, una boca
que habla cosas grandes. De manera que cuando venga para el litigio y cuando
está mano a mano con los
doctores de la santa Iglesia, por la magnitud de la mentira ofuscará
la verdad y asediará las sentencias adversas de tal modo que todos
pensarán que él ha prevalecido. Es como cuando un filósofo o un gran orador
cuando disputa las más altas
cosas del cielo, lo tilde al otro de ignorante y lo obliga a callar y
así todos declararán que su causa es superior de la de los demás.
Esto es lo que me parece que lo
dice Daniel: Miré y he aquí
que aquel cuerno hizo la guerra contra los santos y los venció[212]. Eso también dice Juan:
Y se le ha dado hacer la guerra contra
los santos y de vencerlos[213].
Estas palabras están llenas de terror. Pues no me satisface lo que piensan
algunos al decir que aquí se
expresa nada más que el hecho
que el Anticristo perseguirá a
los santos y los matará. Tampoco me parece expresar toda la fuerza [p. 514]
de aquella frase. Padecer por Cristo y morir por él no significa ser vencido
sino más bien vencer
egregiamente. Esto mismo lo enseñe Juan de manera muy patente cuando no
mucho más antes dice – está hablando de los santos apóstoles, de los
mártires y de las columnas de
Otra cosa es cuando se habla que
el Anticristo prevalecerá y vencerá a los santos hecho que
Tampoco hay duda que muchos de ellos, cuyos nombres no están escritos en el
libro de la vida, aunque hayan sido eruditos alguna vez, aunque hayan sido
maestros de
Los grandes regalos con los cuales capturará a muchos.
Capítulo XXI
Esta tentación proveniente de los signos, de una santidad simulada y de una
ciencia falsa afectará también a los perfectos y prudentes. Pero para
ganarse a las almas inseguras y rudas, de las cuales es repleto el mundo, el
adversario utilizará otro tipo de armas. La raíz de todos los males es la
concupiscencia cuyas apetencias a algunas han desviado de la fe ya que los
regalos ciegan también los ojos de los sabios[217].
Con enorme largueza aquel astuto los conciliará con él con grandes
beneficios y regalos. Esto lo transmiten Jerónimo y Gregorio y hasta
Capítulo XXII.
Es verdad que la más grande y poderosa tentación que afectará a la Iglesia
ser la intrínseca violencia del Anticristo y su furor implacable con los que
resistan. Contra ellos maquinará
todo tipo de torturas y de ignominiosa y salvaje muerte y ese funesto
inexorablemente engañara. Lo hará como Diocleciano, Decio, Maximino y los
mismos juegos neronianos y cosas semejantes no serán nada ante la
truculencia diabólica de aquel. Todo lo que hizo Antíoco de salvaje a los
Macabeos (2 Macabeos 7), todo lo
que hizo Herodes a los párvulos[221],
todo lo que designaron los demás tiranos contra sus indefensos
adversarios contrarios no podrá alcanzar alguna paridad de cara a la
crueldad de aquel león, osos, pardo, serpiente, serpiente de cuernos, dragón
y cualquier otro nombre de
bestia salvaje que con el cual lo ha apellidado el Espíritu Santo.
Superfluo es y veo que aquí es imposible describir
la confusión del pueblo cristiano, su huida, el esconderse, sus
soledades, su extrema opresión y la penuria en todas las cosas, la infamia
adonde sea que se refugien, la furia de las gentes que gritan contra ellos,
las insidias de los cercanos, total inseguridad en el orbe entero, la sombra
[p. 517] de sospecha de parte que todos. ¡Cuántas cárceles, cuántos penales!
La caterva de los vencidos, los golpes, la multitud de los cadáveres cuánta
ira contra la mansedumbre de los
santos que será ocasión de torturarlos más, cuantos estragos de la Iglesia
de Dios, la furia del populacho histérico, la competencia de los sátrapas
para inventar nuevas crueldades para lograr la fama de inhumanos.
Es verdad que entonces con razón
Esto es lo que dirán los siervos de Dios en su interior los que han sido
guardados en aquel tiempo amargo. Ni les consolará la gloria de unos signos,
ni una conversión de los pueblo a la
fe de Cristo. Sino, despojados de todo, verán como todos se pasarán al
enemigo. Esos serán considerados santos, defensores de la verdad y del culto
verdadero de Dios y brillarán como signos gloriosos aun cuando proceden como
carniceros crueles.
Gregorio de manera muy preclara contempla este panorama y como quien no sale
de su asombro dice: ¿Cuál será aquella tentación del corazón humano cuando
el piadoso mártir entrega su
cuerpo a los tormentos y ve como
ante sus ojos su torturador realiza milagros? ¿Acaso su fortaleza podría
agitada desde el fondo de sus pensamientos cuando aquel que los tortura con
látigos ataca?
Hipólito, también mártir, escribe de
la tiranía del Anticristo: A los que rechazan su imperio los ataca con penas
incomparables, con terribles tormentos y aparatos tales como no ha habido
nunca ni percibió oído de hombre, ni fueron [p. 518] vistos por los ojos de
los mortales. Luego de algunos pasajes: En aquel entonces entrarán en duelo
toda la tierra plena de vita torturada. Entrará en duelo el mar, el sol, los
montes y las colinas por causa del género humano porque todos habrán
abandonado al Dios santo y habrán creído a aquel impostor, aceptando el
marco de aquel impuro. Y el enemigo de Dios ocupará el lugar de la cruz
salvífica del Salvador. Entrarán las Iglesias entonces en un duelo grande
porque no habrá ofrenda ni holocausto ni el culto grato a Dios. Los templos
de las Iglesia se convertirán en tugurios, no se dará el precioso cuerpo y
la sangre de Cristo en
aquellos días, la liturgia se extinguirá y cesará el canto de los salmos.
Pero alrededor de los hombres habrá tinieblas, lamentación sobre
lamentación, ay sobre ay (Hippol. 1 De Antichr.).
Así escribe este escritor además de muchas otras. Pero sobre todo hay que
temer las palabras de Cristo: Entonces habrá una tribulación tal
como no ha habido antes desde que existen los hombres (Mt 24)
FIN DEL LIBRO SEGUNDO.
[1]
Cf. Apoc 8,
13
[2]
Cf. Apc 10 y
11.
[3]
Cf. Mt 24,
21.
[4]
Mt 24, 8.
[5]
Cf. 2 Cor 10, 3; Fil 3, 20;
2 Tim 4, 8.
[6] Jl 1, 5.
[7]
Cf. Ecl 8,
14.
[8]
Amos 5,
18-24.
[9]
2 Ts 2, 3.
6-7.
[10]
Agustín, libro 20 De civit. c. 19.
[11]
Cf. Jn
19, 16.
[12]
Cf. Hch 25, 11; Rm 13, 1; 1 Pe 2, 13; 1 Tim, 2, 2.
[13]
Cf.
Dan 2, 47; 7, 14.
[14] Cf.
Ambrosio, in 2 Ts 2.
[15] Cf. Jerónimo, in Dan cap. 11.
[16] Cf.
Agustín, 20 De civit. cap. 19.
[17]
Cf. Juan Crisóstomo, in 2 Ts
hom. 4.
[18]
Cf.
Ireneo, libro 4 adv.haer. cap. 25.
[19] Cf.
Hipólito, libro de Antichristo.
[20]
Cf. Anselmo, in 2. cap.
2 Ts.
[21]
Tomás,
idem.
[22] En la
obrita que se encuentra
en el 9. tomo de las obras Augustín.
[23]
Gen
49, 10.
[24] Cf. Anselmo y el divo Tomás, in 2. Ts.
[25]
Cf.
Dan 8, 7.
[26]
Mt 16,
18.
[27] Mt 28, 20.
[28] Cf. 2 Ts 2, ¿9-10?; cf. Apc 11 y 13; Job 40; Dan 12.
[29] Juan
Damasceno libro 5 De fide cap. 20.
[30] Cf.
Hipólito, libro de Anioch.
[31] Cf. Jerónimo, in cap. 11 Dan.
[32]
Cf. 2 Ts 2. 3.
[33] Cf.
Jeron. In 11
cap. Daniel; Agustin.
libro 20 De civit. cap. 10; Faberstapul In scoliis Damas. libro 4
cap 27; Fra. Feilar. In schol. cap. 30,
libiro 4; Ireneo passim; de la misma manera Juan Amnius, Hentenius
Clictensus, Theo.Lindanus y otros católicos más.
[34]
1 Jn 2, 18-19.
[35]
Cf. Juan Crisóstomo, In hom. ad populum
[36] Cf.
Ireneo, Adv. haer. libro 5 cap. 30.
[37] 2 Tes
2, 6.
[38] 1 Jn
2, 18.
[39] Jud
1, 17-18.
[40] 2 Pe
3, 3-4.
[41] Cf. 1
Jn 2, 18 y 22; 1 Jn 4, 3; 2 Jn 1, 7.
[42] Cf. Apc 13, 18.
[43] Cf.
Ireneo libro 5 cap. 30; Ricardo Arethas; Rupertus In Apc; Tomás.
[44]
Cf.
Dan 12, 12.
[45] Cf.
Apc 13, 18.
[46]
Mt 24, 34.
[47]
Cf. Rom 11, 2ss.
[48]
Jn 5, 43.
[49] Cf. Ireneo, libro 5 cap. 25.
[50] Cf. Hilario, de Patris et Filii untate.
[51]
Cf.
Agustín, in psalm. 105.
[52] Cf.
Damasceno, libro 5 cap 27.
[53]Cf. Ambrosio, in 2 Tes 2.
[54]Jerónimo,
ad Algas. q. 11.
[55] Cf. Agustín, epist. 90.
[56]
Cf. 2
Tes 2, 9-10.
[57]
Cf.
Gregorio, libro 11 Reg. cap 3.
[58]
Cf.
Ambrosio, in 2 Tes 2.
[59]
Cf.
Jerónimo, in qu. super Gen.
[60]
Gen
49, 17-18.
[61] Cf.
Ambrosio, libro De benedict.
Patr. Cap. 7 e In psalm
40, Gen 49.
[62]Jr 8,
16; cf. Ireneo, libro 5 cap. 30.
[63] Cf.
Apc 7.
[64]
Cf.
Num 2, 25 y Jr 1, 14.
[65]
Gregorio, epist. 11 cap. 3.
[66]
Cf.
Agustín, libro
20 de civit. cap. 19.
[67] Jerónimo, In opus De Antich. in 9. tomo Aug. Jerónimo in 11 cap. Daniel.
[68]
Cfr. Gal
4, 26.
[69]
Cf. Is 13,
19; Apc 14, 8.
[70]
Damasceno,
libro 4, De fide y ho cap. 27.
[71]
Cf.
Dan 11,
15..
[72]
Cf.
Jerónimo, In Dan 7 y 8.
[73] Cf.Dan
7, 2ss .
[74]
Dan 12, 7.
[75]
Cf. Dan 4,
23 (Vulgata) .
[76]
Cf.
Agustin, libro 20 De vicitate c. 23.
[77]
Dan 12,
11.
[78]
Cf. Apc
12, 14.
[79]
Mt 24,
15-18.
[80]
Apc 12, 14,
cf. Agustín,
libro 20 De civitate Dei cap.l 17.
[81]
Cf. Apc
11, 3.
[82]
Cf.
Rupertus libro
[83]
Cf. Dan 11.
[84]
Apc
13, 3.
[85]
Dan
11, 30.
[86]
Dan
11, 31. (Esta cita no está anotada al margen).
[87]
Cf.
Dan 12, 12 ¿??Se habla de otros números.
[88]
Mt 24, 21.
[89]
Dn 12, 1.
[90]
Mt 24, 21.
[91]
Cf. Apc
13, 7.
[92]
Mt 24,
22.
[93]
Dan
11, 22. 24. 28.
[94]
Cf.
Dan 7, 7.
[95]
Jerónimo,
In 7 Dan.
[96]
Cf.
Hipólito
libro de Anticristo; Ireneo libro 3. cap. 26.
[97]
Cf. Apc 13
passim
[98]
Cf. Dan 7,
2.
[99]
Cf. Dan
11, 30-31
[100]
Apc. 13.
2-4.
[101]
Cf. Tomás, In 13 Apc.
[102] Cf.
Ricardo de San Víctor, In ibidem,
[103] Cf. Gregorio magno, 33. Moral cap. 26.
[104]
Cf.
Ambrosio, Super psalm. 45 y 2 y Super Apc. cap. 13, en caso que esta
sea obra suya.
[105]
Ireneo,
Libro 5 cap. 28.
[106]
Cf.
Agustín, libro 28 De civit. cap. 52.
[107]
Cf.
Daniel, cap. 7. 8.
[108]
Así
Hipólito, De consum seacul; Ireneo libro 5 cap. 25.
[109]
Cf.
Agustín, De civit. libro 10 y 23.
[110]
Cf.
Dan 7, 3.
[111]
Cf. Dan 7
passim.
[112]
Cf.
Agustín, De civit. libro 20 cap. 30.
[113] Apc
13, 7.
[114]
Plato, De
legibus libro
[115]
Is 14
[116]
Ez 28
[117]
2 Mac 9
[118]
2 Cron 26
[119]
Gregorio
libr 10 epist cap. 3; Anselmo sobre 2 Tes 2; Ricardo In Apoc libro 4
p. 2 cap 4; Tomás In
cap. 13 Apoc; Jerónimo
In cap. 11 del libro de Daniel
[120]
Mt 24
[121]
1 Ts 2; 2
Tes 2
[122]
Cap.
13
[123]
Dan 7
[124]
Dan 11
[125]
Prov 11
[126]
1 Ts 2
[127]
De civit. libro 20 cap. 19
[128]
Hilario libro De synod.; Gregorio Nac., In scholiis super quaedam scriptura
loca; Ambrosio libro 10 In Lucam; Damasceno libro 4 cap. 27 In opus
De anti. in 9. tomo Aug.; Autor Imperf. In Matt. hom. 49, Mat.24;
Hipólito De Antichr.; Ireneo libro 5 cap 25; Jerónimo q. 11 ad
Algasiam Hch. 8
[129]
Epifanio,
Direct. inqui
[130]
Mt 24
[131]
Sanct. 122
Concor. Evang.
[132]
Agustín,
ep. 20
[133]
Jerónimo,
In Dan 9; Augstín, ep. 79 y
[134]
2 Ts 2
[135]
libro 5
Adv. hear. cap. 25
[136]
De cons.
saecul.
[137]
In
scholiis Dan.
[138]
can.
[139]
In Mat 24
[140]
libro
[141]
hom. 49
[142]
libro 4 cap. 27
[143]
Ad Alga. q. 4
[144]
Idem q. 11 repite lo mis|mo Ad Alga.)
[145]
24
[146]
12
[147] Dan
12; Dan 9
[148]
Dan 11
[149]
cf. Apc 13
[150]
Dan 11
[151]
cf.
Theodor. In oratione
[152]
Apc 13
[153]
Hippo. De
cons. Mundi
[154]
Mt 24
[155]
Mc 13
[156]
Dan 12
[157]
Jb 18
[158]
Greg.
libro 14 mor. cap. 11
[159]
Apc 20
[160]
Jer. Ez
36, Mt 19. Agustín, libro 20 de civit. cap 7; Is 22; Mt 12
[161]
Job 41
[162]
Agustín
libro 20 de civit. 10
[163]
Apc 12
[164]
Ez 38 y 39
[165]
Agustín,
De civitate cap. 11;
Jerónimo, In 38 Ez
[166]
Dan 8
[167]
1 Mac 1
[168]
Cipriano,
De exhort. ad mart. cap. 1
[169]
Tho. or.
[170]
Dan 11
[171]
Dan 12
[172]
Mal 1
[173]
Lam 1
[174]
Dan 9
[175]
Hb 9
[176]
Jn 19
[177]
cap. 8, 9
y 10
[178]
Así
Jerónimo In Dan.; Aug. epist. 78 y 80; Cornel. In Cocor. cap. 122
[179]
Dan 12
[180]
Dan 9
[181]
Tractatus
de Antichr. se encuentra en
9. tomo Aug
[182]
Dan 11
[183]
Mor. 33
mor. cap. 26
[184]
2 Tim 4; 2
Tim 3; 2 Pe 2; Jud 1
[185]
Greg. 33
mor.; Agustín libro 20 De civitate cap. 14
[186]
Apc 13
[187]Greg.
Libro 11 epist. cap. 3; Ricardo libro 4 p.
[188]
Mt 24
[189]Ambr.
In Apc. cap. 13
[190]Apc
16
[191]
Apc 19
[192]
Apc 20
[193]
Mc 13
[194]
Jn 5
[195]
1 Cor 2; 1
Cor 12; 1 Cor 1
[196]
Mc 16
[197]
libro 3
[198]
Mt 24
[199]
Hyp. De cons. saecul
[200]
2 Tes 2
[201]
Dan 12
[202]
libro 20.
De civit. c. 19
[203]
Hech 8
[204]
Agustín, en tract.
De
Antichr. en el tomo 9
[205]
Ex 7. Así
Agustín libro 3 De Trin. cap. 9; Magn. in 2 dist.
7
[206]
Job 1
[207]
Mt 7
[208]
Lc 9
[209]
1 Tim 4
[210]
30 Mor.
cap. 13 y libro 33 cap. 26
[211]
Dan 7;
Apoc 13
[212]
Dan 7
[213]
Apoc 13
[214]
1 Jn 5; Jn
16
[215]
Ps 21
[216]
Apc 12;
Greg. 32 mor. cap. 12
[217]
1 Tim 6;
Ex 27; Dt 6
[218]
Dan 11
[219]
Apc 13
[220]
Mt 24
[221]
Mt 2
[222]
Sal 78