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De temporibus novissimis - De los Últimos Tiempos (José de Acosta): Libro Cuarto

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José de Acosta de ls Sociedad de Jesús 







LIBRO CUARTO
El día del Señor vendrá de manera repentina o más bien de manera vehementemente temida.
Capítulo I.
Se presenta la opinión del D. Agustín respecto a la pregunta analizada.
Capítulo II.
La exposición de la cuestión anterior: cómo es posible que el último día sea incierto y, sin embargo, temido y hasta previsto.
Capítulo III.
Confrontación y armonización de los pasajes de la Escritura que se contradicen. Se demostrará que para los malos la venida del Señor es improvista pero para los buenos nunca lo es.
Capítulo IV.
Los santos y sabios deducen con certeza de la llegada del Anticristo y de Elías que es inminente el juicio.
Capítulo V
Los impíos tampoco después de la supresión del Anticristo esperarán en modo alguno el juicio.
Capítulo VI
Cuáles serán las circunstancias futuras del juicio inminente y cuáles los signos celestes correspondientes.
Capítulo VII.
De los demás prodigios que sucederán entonces en la tierra y en los demás elementos.
Capítulo VIII.
Algunos Padres opinan que la sustancia del cielo se consumirá por aquel fuego extremo.
Capítulo IX.
La sustancia del cielo es perpetua. Sus elementos no perecerán en el último incendio, más bien serán transformados.
Capítulo X.
Se dará la conflagración futura antes de la resurrección de los muertos.
Capítulo XI.
Respuesta a las razones aportadas respecto al fuego futuro ante la resurrección.
Capítulo XII
El lugar del juicio futuro en el valle de Josafat según el profeta Joel.
Capítulo XIII.
El ilustre vaticinio de Zacarías sobre el lugar del juicio.
Capítulo XIV
Algunos opinan que Cristo vendrá a medianoche, otros piensan que vendrá de madrugada.
Capítulo XV.
Del signo del hijo del hombre que aparecerá.
Capítulo XVI
DE LA TROMPETA FINAL
Capítulo XVII
Del ministerio de los ángeles en la resurrección general.
Capítulo XVIII
En el momento de la venida de Cristo para el juicio ¿se encontrarán algunos que aun no han muerto?
Capítulo XIX
Habrá algunos sobrevivientes cuando Cristo venga. Se puede defender sin peligro para la fe que sin morir serán transformados.
Capítulo XX.
Se ajusta más a la Escritura que también aquellos que encontrará Cristo en vida, en el arrebatamiento mismo y no antes serán transformados interviniendo la muerte.
Capítulo XXI.
El orden de las cosas que se dan en el último día, nadie definitivamente lo puede saber ahora. Algo por mientras puede parecer muy probable.
Capítulo XXII
Cómo serán juzgados los hombres y abiertos los libros en el juicio.
Capítulo XXIII.
En el día del juicio se ha de publicar lo escondido de todos, también los pasos de los justos.
Capítulo XXIV
Acerca de la problemática especial en el juicio respecto a las obras de misericordia.
Capítulo XXV.
Aunque todos han de ser juzgado, algunos juzgarán y también algunos han de ser juzgados antes que los demás.
Capítulo XXVI.


El día del Señor vendrá de manera repentina  o más bien de manera vehementemente temida. [p. 565]

Capítulo I.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 565Ya que la verdad no puede ser contraria a la verdad y puesto que el principio de todas las palabras divinas es la verdad inamovible, cuando ocurre en las sagradas letras, como frecuentemente sucede, que parece que entre ellas se contradicen, entonces es necesario que provoquen y ejercen nuestro estudio acerca de cómo es la coherencia de las cosas que se creen contradictorias y, con la ayuda del Espíritu Santo, encontramos enseñanzas con mayor abundancia y podemos contemplarlas con mayor deleite. Es una característica la investigación de la verdad que cuanto más difícil es mayor claridad brinda.

Respecto a aquel día supremo las divinas escrituras nos transmiten muchas cosas. Con todo, parecen que se contradicen.

En primer lugar [p. 566] es cuestión acerca de si el día del juicio vendrá de unaDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 566 manera repentina e inesperada o si, más bien, es esperado y temido angustiosamente por los mortales. Luego surge la pregunta si los encontrará vivos para que ellos, junto con los que han muerto sean llamados ante el tribunal de Cristo, o que antes morirán todos y luego viene el juicio. Además hay que dilucidar qué habrá que opinar respecto a la conflagración del mundo, enseñada por la Escritura, si al juez que viene le precede aquel fuego o no.

Es muy  laborioso  desatar el nudo de estas  otras cuestiones relacionadas a causa de una gran oscuridad en los escritos de los santos Padres y a causa de lo variado de los testimonios de las Escrituras. Sin embargo, pienso que Dios mediante podemos alcanzar el conocimiento de la verdad respectiva. Realizarlo será bastante útil.

Pues existen muchos y muy claros documentos  que aquel día terrible anunciado tantas veces con oráculos celestiales a causa de la brutalidad inmensa  de los hombres avasallará de manera inesperada y súbita a los que no temen nada de este tipo. En Mateo el mismo Cristo  habla de esta manera: Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre. «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre[1]. Y en Lucas en el mismo discurso: Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra[2]. También Pedro en la segunda epístola y Juan en el libro del Apocalipsis anuncian el día del Señor como que vendrá como ladrón a escondidas y de improviso[3]. También Pablo añade una ejemplo característico a la comparación De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 567con el  ladrón, [p. 567] para subrayar aún más lo incierto de aquel día. Dice: En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad que os escribamos. Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán[4].

No se ha podido demostrar con mayor contundencia la venida inesperada de aquel día significado con tantos y tan ilustres ejemplos como son el súbito dolor del parto o el silencioso robo del ladrón o la trampa escondida para capturar los animales, finalmente las comparaciones  con el diluvio que sorprendió a los hombres infelices en todas partes para que se ponga ante nuestros ojos para vencer nuestra indolencia ignavia.

Sin embargo, otros testimonios no de menor cantidad ni con menos claridad declaran que aquel día ha de ser esperado y vehementemente temido y que vendrá sobre todos los mortales. Por ejemplo, en el mismo discurso de Cristo de donde hemos sacado la anterior leemos hasta algo que es contrario: Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo[5]. Pregunto: ¿Cómo puede ser inesperado el día que los aterrorizados mortales esperan con tanto terror que hasta que se mueren de miedo y de expectativa para que se desvanezcan por la ansiedad tan grande? Esto lo anuncia también Isaías: Por eso todas las manos decaen y todo corazón humano se derrite. Se empavorecen, angustias y apuros les sobrecogen, cual parturienta se duelen. Cada cual se asusta de su prójimo. Son los suyos rostros llameantes.[6] Enseguida añade para explicar por qué hay tanto dolor y amargura: He aquí que el Día de. Señor viene implacable, lleno de arrebato, del ardor de su ira[7]. Lo mismo se da en Mateo: Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra[8]. [p. 568] Eso mismo lo explicaDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 568 Jesús cargando la cruz a las mujeres que  se lamentan piadosamente: Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos![9] De este extrema conturbación ha escrito Isaías: Entrarán en las grietas de las peñas y en las hendiduras de la tierra, lejos de la presencia pavorosa de del Señor y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra[10].Proclaman algo parecido Amos y Oseas[11]. Sería muy largo citarlo todo. En lugar de muchas será suficiente una referencia tomada del libro de la Sabiduría[12] de que todo el orbe luchará por el Señor, es decir, todos los elementos y todas las regiones del cielo como los secuaces armados de su ira de juez manifestarán de con nuevas y terribles presencias. Si esto es así, ¿cuál podrá ser la seguridad para los infelices? ¿Cómo podría ser su ignorancia cuando todas estas cosas horribles los atacan?

 

Se presenta la opinión del D. Agustín respecto a la pregunta analizada.

Capítulo II.

Ocupándose Agustín de esta cuestión y tratando de conciliar los pasajes aparentemente contradictorias del la Escritura expone que las diferentes bandos de la humanidad  ambos se encuentran con su verdadero futuro[13]. Los buenos y los elegidos caen en gran tribulación y se desvanecen por la magnitud de la aflicción. Al contrario los hombres ímprobos, sumergidos en una gran prosperidad por la afluencia inicua de bienes  como que dejan de lado el miedo al futuro y se entregan al fasto y a la líbido sintiéndose muy seguros. Este Santo Padre entiende aquella tribulación que predice el Evangelio como la persecución del Anticristo. Las señales en el sol, la luna y las estrellas han de aceptarse más bien en el sentido figurativo, como lo hace la misma Iglesia. El sol que es Cristo se oscurece de diferentes maneras. También la luna, la Iglesia misma caerá en tinieblas como también caen los hombres perfectos que representan las estrellas. [p. 569].

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 569Finalmente todas aquellas cosas que dice el Salvador en aquel discurso en parte se ha cumplido en la destrucción de Jerusalén y parte también se cumple a diario en la Iglesia, parte finalmente ha de cumplirse en la última persecución del Anticristo. El juez celestial no interpondrá espera alguna y se dará el juicio de manera súbita sin indicio anterior.

Por eso no hay que admirarse que los hombres, entregados a los placeres, no temen nada de todo ello y de repente irrumpe sobre ellos la ira de Dios como en aquel entonces azufre y granizo sobre Sodoma y Gomorra, el diluvio invadió el orbe[14] como el ladrón inesperado la casa. Esta opinión, la de aquel bienaventurado Padre (Agustín), la apoyan así los posteriores y sin embargo creen que tener proponer otra que a lo mejor no están así de acuerdo[15].

A mí personalmente me inquietan muchas cosas. En primer lugar, la Escritura describe la perturbación de aquel tiempo último de manera que se expresa también el futuro terror vehementísimo de los impíos. ¿Qué otra cosa será aquello del desvanecimiento de los hombres por el temor y la expectación de estas calamidades que sobrevendrán al orbe entero? Pues, la expectación de estas calamidades que sobrevendrán al orbe entero, ciertamente no será sino común tanto a todos los impíos cuando a los justos. También  es difícil entender la presión de las gentes que harían y no que sufran cuando se habla del terrible terror de los hombres. Además, El mismo Salvador insinúa que el terror de los impíos de aquel tiempo les será afligido mucho más largamente que a los justos, cuando dice: Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación[16]. Y en el libro de la Sabiduría: y armará a la creación para rechazar a sus enemigos… y el universo saldrá con él a pelear contra los insensatos[17]. Y en Isaías se dice de manera general: Por eso todos los brazos decaen y todo corazón humano se derrite. Se empavorecen, angustias y apuros les sobrecogen [p. 570],… cada cual se asusta de su prójimo[18]. También aquello de Oseas y del evangelio: Entonces comenzarán a decir: montes caed sobre nosotros y colinas cubridnos[19], Y  nuevamente.  Entonces llorarán todas las tribus de la tierra[20].

Entonces aparecerán aquellos terribles signos en el cielo, en la tierra y en losDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 570 demás elementos antes que vengo de Juez del cielo. Esto consta a partir del mismo contexto del evangelio y también de otros muchos pasajes de la Escritura. Pues se manifestará la conturbación de los cuerpos celestes ya que se predicen signos en el sol, en la luna y en la estrellas. Por ello que las potencias de ellos se conmoverán. En el mar habrá ruidos y una abundancia de las corrientes más allá de lo acostumbrado. Pedro lo explica claramente que se trata de fenómenos físicos: El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá[21]. También el libro de la Sabiduría expone esto elocuentemente: … afilará como espada su cólera inexorable, y el universo saldrá con él a pelear contra los insensatos. Partirán certeros los tiros de los rayos, de las nubes, como de arco bien tendido, saltarán al blanco, de una ballesta se disparará furioso granizo; las olas del mar se encresparán contra ellos, los ríos los anegarán sin piedad; se levantará contra ellos un viento poderoso[22], etc. El profeta Amos describe exquisitamente el pavor de los impíos y su turbación ya que no ven nada seguro por ninguna parte sino más bien afectadas infesta todas las criaturas y convertidas en armas tela contra ellos: ¡Ay de los que ansían el Día del Señor! ¿Qué creéis que es ese Día del Señor? ¡Es tinieblas, que no luz! Como cuando uno huye del león y se topa con un oso, o, al entrar en casa, apoya una mano en la pared y le muerde una culebra… ¿No es tinieblas el Día del Señor, y no luz, lóbrego y sin claridad [23] ?

Esto los vaticina el profeta contra los hipócritas y los falsos cristianos [p. 571] en De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 571la última calamidad del orbe.  Ahora bien, si queremos aceptar todo como tropología referente a lo que se predice de la magnitud  de los signos y prodigios de aquel último cataclismo del mundo no escuchamos a la historia tal como es narrada de manera histórica, entonces sucederá simplemente que toda aquel recuerdo para compungir los ánimos de los humanos –esto es acción del Espíritu Santo- lo enfría en un modo admirable.

Por eso no se ha de mantener la opinión común de los Padres respecto al acontecimiento real e histórico de aquellas cosas terribles que se leen en el evangelio y en los profetas sino también la convicción firmemente grabada en el corazón de todos los fieles.

Con esto no rechazamos la exposición útil y piadosa de Agustín[24] y de Orígenes, sino la abrazamos más bien y la veneramos mientras se mantenga firme en su base el sentido histórico. Pues, lo que ha movido a Agustín no creemos que sean los signos de la venida del Señor como algo admirable e inaudito, lo que frecuentemente se encuentran en otros escritos y los cuales, como él dice, se leen donde los paganos  cosas de mayor envergadura. Esto, digo yo, no me importa mucho y pienso que todo aquello que verdaderamente ha sucedido o artificiosamente se ha inventado serán muchísimo inferiores a los signos grandes y admirables del último tiempo. De ello se encuentra descrito tanto  en el libro de la Sabiduría y en el evangelio y en los profetas que hasta superarán los recuerdos  y la imaginación de todos los mortales.

 

La exposición de la cuestión anterior: cómo es posible que el último día sea incierto y, sin embargo, temido y hasta previsto.

Capítulo III.

Para que entendamos llanamente cómo será que el último día del juicio será oculto y irrumpa inesperadamente en el mundo y que al mismo tiempo encontrará ante ese día a los hombres casi exánimes de pavor y  terror, es menester tener presente que de esta misma manera las divinas letras hablan de un incierto e inesperado final de esta vida de cualquiera de nosotros. [p. 572] Por eso, conviene que estemos preparados para aquel extremo momento del tiempo delDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 572 cual depende la eternidad.  Así Cristo corrige y exhorta al ángel de Sardes, es decir, al obispo: guarda la palabra y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti[25]. No hay duda, esto lo dice de su muerte y no de la destrucción del universo.  También Salomón habla de la misma manera: Porque, además, el hombre ignora su momento: como peces apresados en la red, como pájaros presos en el cepo, así son tratados los humanos por el infortunio cuando les cae encima de improviso[26]. De estos pasajes se evidencia suficientemente que  la comparación del ladrón y de la red se puede acomodar igualmente a la muerte de cada individuo como al juicio de todos y eso se acomoda en las sagradas letras. De esta manera significa el fin inesperado de ambos.  No menos enseñó muchas cosas el mismo Cristo cuando hablaba del fin del mundo y de su venida para el juicio; nos amonestó que todos deberíamos vigilar ya que no sabemos ni el día ni la hora de su venida para que no nos encuentre negligentes[27].

Nadie es tan inepto que no comprenda lo que se dice del fin de cada uno. En otro pasaje Lucas lo explica de una manera más detallado cuando presenta la parábola de los siervos en espera del regreso de su amo y del cuidado del padre de familia que se cuida de las malas intenciones del ladrón que intenta horadar. Al final dice: También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre[28]. Creyó conveniente añadir además respecto a la venida de manera que pensemos en nuestra muerte al responder a la pregunta de Pedro si lo dicho se refiere a todos en común que ciertamente a todos aterrándonos con la parábola del siervo comilón y flojo: … vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles[29].

Pero, ¿para qué me detengo en un argumento tan evidente? ¿Qué más conocido lo del proverbio del vulgo: [p. 573] nada más cierto que la muerte y nada más De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 573incierto que la hora de la muerte? ¿Acaso alguien ignora que aunque la hora de la muerte sea incierta, con todo puede por ciertos indicios que de alguna manera pertenecen a la muerte misma y por eso puede anticiparla?  Cuando hay frecuente hipo, la respiración entrecortada, los ojos errantes y calurosos, el ronquido nasal contorsionado, el rigor de los pies y de los huesos, los brazos caídos y, finalmente una gran agitación de todo el cuerpo humano como de una máquina descompuesta. Y ciertamente el que  experimenta esto en su propia persona o lo ve en otro con todo derecho puede pronunciarse sobre la certeza de la muerte. Puede angustiarse, puede aterrorizado y sobrecogido esperar lo extremo. ¿Es posible decir lo siguiente? ¿Acaso no es inevitable que se estremezca grandemente y tema vehementemente si tiene algo de corazón, si es humano y no un animal o un ángel revestido de carne superior al hombre? ¿Acaso no demuestran las divinas Escrituras ese pavor de los impíos de cara a su final, la tormenta gravísima de miedo y de angustia que les anuncia ese más repentino e inesperado?  También yo me reiré de vuestra desgracia, me burlaré cuando llegue vuestro espanto, cuando llegue, como huracán, vuestro espanto, vuestra desgracia sobrevenga como torbellino, cuando os alcancen la angustia y la tribulación[30]. Pues, la repentina calamidad y la desgracia sobrevenida fulminantemente habrá un momento tal de angustia y terror que antes han temido que entonces invoquen a Dios pero no serán escuchados. No es otra cosa que lo que recuerda el mismo autor en el Eclesiastés respecto al fragor de la muerte instantánea y del estremecimiento de todo el domicilio humano en general cuando recuerda  el tiempo de aflicción, los días odiosos, el oscurecimiento del sol, de la luna y de las estrellas, cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen losDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 574 guerreros[31], cuando temerán las alturas y tendrán miedo en el camino. De la misma manera [p. 574] El día de la muerte es incierto y la hora desconocida. Sin embargo, los mismos preanuncios del instante son tales que hasta aterren hasta al más fuerte. No hay necesidad que atravesado por un lanza sucumban en el acto o que sean destruidos por un mal apopléjico del  cerebro o la mole del techo aplaste al dormido o, en fin, ese sufra algo  de manera que aquel fenece entrando al sopor de la muerte, para que real y claramente podamos afirmar que para el hombre el día de la muerte sea incierto.

Pues, las causas de la misma muerte, se la enfermedad sea heridas sea cualquier otra cosa causan incertidumbre. Si acaecen de de esta manera  de manera que evidencian manifiestamente la muerte se entienden como pertenecientes ya a la muerte.

Habiendo expuesto  esto, será fácil entender que aquellos signos horribles que preceden el día del juicio habrán de golpear a todo el género humano con miedo y perturbación. Sin embargo, el día del Señor no lo conocerá hombre alguno ya que a los pecadores y a los que banquetean seguros ni temen algo inesperado los afectará de manera súbita. La convulsión de toda la naturaleza y la horrenda conmoción de la tierra y del mar que precede muy próximamente vendrá totalmente inesperada. Y aunque todos estos portentos entrañan una breve demora  y  a partir de los cuales indudablemente se conoce el fin del universo, se puede decir con todo derecho que la ruina de los impíos será repentina ya que estas terribles cosas pertenecen ya a la destrucción misma y han de considerarse a como en cierto sentido concomitantes a la venida del juez y así se enumeran junto con la llegada del juez.

Confrontación y armonización de los pasajes de la Escritura que se contradicen. Se demostrará que para los malos la venida del Señor es improvista pero para los buenos nunca lo es.

Capítulo IV.

Esta razón para explicar las divinas letras aunque el renombre de muchos Padres ilustres hace que sea muy probable, personalmente[32], sin embargo, si no me equivoco, la misma Escritura [ p. 575] lo demuestra.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 575Pues al proponer Pablo la símil de la parturienta, Pablo demuestra abundantemente que los dolores y las contorsiones asaltan a la parturienta de manera repentina y con seguridad anuncian que el parto está ya inminente[33]. De la misma manera los hombres perturbados por la conmoción repentina de todas las cosas, estarán en la expectativa de la pronta venida del Señor. Sin embargo, los oprimidos por estas angustias estarán con una tal carencia de inteligencia  ya que han sido confundidos por ese horror increíble que no estarán en capacidad de aplicar ningún consejo saludable. Esto lo indica con suficiente claridad  el clamor aquel a medianoche que el esposo está llegando, también las lámparas vacías de las vírgenes necias que no podrán estar a tiempo[34]. El mismo relato del diluvio de Noé ilumina el tema. Tampoco el diluvio en un instante absorbió el orbe sino fue la irrupción de lluvias vehementísimas e interminables que finalmente consumieron a los mortales que corrían de aquí por allá y muy tarde buscaban como fugar.

De esta manera cuando se contemplen estos atroces acontecimientos llenos de terror, Cristo nos dice que en ese momento deberíamos saber que  está a la puerta. También hay que tener presente con precisión aquello que aunque grandes terrores precedan el día del Señor, aterrarán a los impíos  y estarán sobrecogidos por esa misma expectación de su ruina, sin embargo, ni entonces las divinas letras expresan que de ninguna manera ellos saben de qué se trata ni esperan la venida del Señor.

En cambio, aquellos que se prepararon para ir al encuentro del Señor que viene, y aunque no sepan ni el día ni la hora y todo lo demás, las Escrituras creen que no son inconscientes ni imprudentes de cara a la venida súbita y por eso estarán vigilantes como si supieran al mismo tiempo que sucederá. Por eso Pablo  cuando enseña referente a la venida del Señor que vendrá como un ladrón de manera inesperada añadió lo siguiente: Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón[35],

De esta manera sucede que para el justo no habrá una muerte repentina y al impío no habrá muerte prevista. Pues aquel que no se ha preparado, comoDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 576 conviene, de ninguna manera podrá considerarse [ p. 576] como quien haya sabido de antemano su muerto aunque a diario y con angustia trate de encontrar la seguridad de la muerte que amenaza. En cambio, aquel que realmente se ha preparado de manera tal que su futura muerte ha anticipado haciendo el bien y vigilando, ciertamente, de ninguna manera  será inesperada ni la recibirá como algo malo aunque fuera  quizás sacado de manera repentina de entre los humanos.

Como dice la Escritura: El justo, aunque muera prematuramente, halla el descanso… Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia o el engaño sedujera su alma[36]. Es por eso que Cristo al escuchar de la derrota de la muerte de aquellos a quienes que la torre de Siloé, cayendo de repente, los aplastó, intentó exhortar a todos los demás: si no hicieran penitencia  realmente y de igual manera perecerían más adelante. Pues quien exhortado por voz divina se descuida y no hace penitencia [37]perecerá  repentinamente. De esto no debería haber duda. Es más, vale para siempre lo que el sabio dice en otro lugar: El hombre que, reprendido, endurece la cerviz, será pronto deshecho[38]. ¿Acaso no es verdad la amenaza de  Cristo al siervo malo de que el Señor vendrá a la hora que no sabe?[39] ¿Acaso no es verdad lo de Salomón que la ruina de los impíos será repentina?[40] Finalmente es verdad lo del Apóstol Pablo –y de ahí ha surgido toda esta disputa- a los hombres malos y a los que se entregan a los placeres del mundo, justo cuando suponen que todo está en paz y en seguridad, les sobrevendrá la catástrofe repentina[41]. Quienes acaban, pues, su vida en la ventura, en un momento, como está escrito en el libro de Job, descienden al infierno[42].

 

Los santos y sabios deducen con certeza de la llegada del Anticristo y de Elías que es inminente el juicio.

Capítulo V

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 577Aunque crea que se ha  logrado conciliar satisfactoriamente, como dijimos, los pasajes de la Escritura que parecían contradecirse [pg. 577], con todo, ayuda no poco analizar más aún el tema e investigar de nuevo. La pregunta es: Al cambiar ya el aspecto de todas  las cosas que así proclaman que  de manera perspicua es inminente  la venida del juez, ¿acaso todos los hombre, impíos y píos, se darán cuenta que ha llegado el fin del mundo y de la misma manera todos o muchos a partir de la venida de Elías y de la dictadura del Anticristo percibirán eso mismo? Evidentemente no se puede ignorar que será realidad lo que por tantos y tan patentes oráculos de la Escritura ha sido anunciado a no ser que se trate de los incrédulos. Sin embargo, si también los muy creyentes pueden conocer de antemano el fin del mundo y tienen el día del Señor calculado, entonces necesariamente está en peligro la autoridad de las Sagradas Escrituras. Es que afecta de manera tal la noticia de ese día de manera que hasta excluyan hasta a los ángeles. En este punto un noble autor, Teofilacto opina que Elías y el Anticristo  indican con certeza que está cerca el fin del mundo. Sin embargo, no podrán determinar con precisión el día del Señor ya que podría ser más tardío o más inminente. En consecuencia será un misterio para todos los mortales[43]. También Anselmo añade que desde la ruina del Anticristo se sucederán 45 días de acuerdo a la profecía de Daniel[44] mientras que el día del Señor será siempre incierto ya que sólo a Dios es conocido si se añadirán a esos días algo y cuántos[45].

Admitamos que los días desde la destrucción de aquel hasta el fin del siglo serán definidos como 45. Esto lo opinan el D. Jerónimo[46] y Ruperto Tuitiense[47]. Es más, las mismas palabras del profeta parecen expresarlo. Dice: Contando desde el momento en que sea abolido el sacrificio perpetuo e instalada la abominación de la desolación: mil doscientos noventa días[48]. Todos están de acuerdo que este intervalo de tiempo se refiere al reino del Anticristo. Por eso dice seguidamente: Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientosDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 578 treinta y cinco días[49]. Pregunto: ¿De qué bienaventuranza se habla aquí sino de la de aquel quien [pg. 578] sobrevive los 45 desde la muerte de aquel pestífero si no es lo que dice el Apóstol afirmando que los que sobrevivan tantos males serán arrebatados al encuentro con Cristo en las nubes?[50] No veo peligro alguno en conceder que sea verdad lo que tantos hombres importantes afirman ya que no hay nada que contradiga a las letras evangélicas o apostólicas.

Repito lo ya que dije anteriormente que hay que analizar sobre los datos o la ignorancia acerca del día que es el último para cada cual e igualmente acerca del último del universo mismo. En cuanto si nos lo  enseñan las sagradas Escrituras de parte de Dios eso nadie puede arrogarse el esclarecimiento de este tema. Sin embargo, si la muerte es inminente o también acerándose, esto no sólo se puede deducir de aquellos síntomas seguros cuando se exhala el alma, sino también de otros más ocultos pero igualmente seguros a partir de los cuales los médicos expertos suelen predecir algunos días antes el pronto deceso del enfermo.

Así pienso que dos tipos de signos me parecen indicar el último día del mundo que ya es deficiente y se apresura a su final. Uno es obvio y evidente para todos aunque no es tanto signo del debacle sino más bien es signo seguro del comienzo del fin y de la muerte incoada del mundo. De este tipo son, el oscurecimiento tristísimo aquel de las lumbreras celestiales, el estruendo espantoso de las olas del mar y además el intolerable furor contra el género humano y, más que todo, aquel interior fuego rampante en todos; estas cosas, cuando las verán los mortales, también los tardos de entendimiento y los impíos, no pueden ignorar de manera alguna que ha llegado el día de la ira y del furor. Sin embargo, esto, como ya lo dije, pertenece ya al mismo fin del mundo porque no lo predice como futuro sino como instantáneo. El otro tipo forma parte de aquellos signos que sólo los probos y los doctos prevén como son el reino del Anticristo, la predicación de Elías [pg. 579] y su asesinato salvaje. Cuando estas cosas así se De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 579cumplan de esta manera como son descritas en las Sagradas Escrituras, pues no dudo que los ángeles ya pueden de manera segura saber la llegada del día de la venida del Señor. Tampoco temo mucho en atribuir también a los varones santos y apostólicos el mismo conocimiento. Tampoco objetamos algo a partir del evangelio. Es cierto, niega la noticia de la revelación y el conocimiento antelado a todos. En cambio no niega de la misma manera el conocimiento a partir d los mismos signos y de la evidencia del estado de las cosas sino que nos ha transmitido este conocimiento saludable para los mortales con tantos signos enucleados porque quiso que estuviéramos vehementemente atentos. Es cierto que no puede reivindicar mortal alguno de manera absoluta y cierta la certeza infalible de aquel día ni de aquella última hora para ningún mortal ni siquiera para los ángeles por la razón que siempre está dentro de los prerrogativas divinas de acelerar o postergar el asunto aunque de cara a la magnitud de la enfermedad solemos pronunciarnos sobre su muerte.

Con todo, como ya lo dije muchas veces, a partir de la evidencia de  295 de las cosas y por el testimonio no hay duda sin que los versados en la Escritura canónica no puedan pronunciarse sabia y acertadamente sobre  la llegada del día último y santo y esto con bastante tiempo. En cambio, los ímprobos y los que aman esta vida ni se darán cuenta no  darán crédito a los que exhortan. Si no me equivoco Daniel lo demuestra claramente por las siguientes palabras: Luego dije: «Señor mío, ¿cuál será la última de estas cosas?» Dijo: «Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del Fin[51]. Es como si dijera: Hasta que sucedan estas cosas que dije, no te admires si no entiendes poco lo que se ha dicho. Están, pues, escondidos los últimos tiempos hasta que suceda la orden infinita de las cosas. Añade, pues, el ángel en seguida: Muchos serán lavados, blanqueados y purgados; los impíos seguirán haciendo el mal; ningún [pg. 580] impío comprenderá nada; sólo los doctos comprenderán[52].De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 580 Pregunto: ¿qué es eso de que todos los impíos no entenderán sino lo que enseña el apóstol: Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina,… y no escaparán?[53] ¿Acaso no es realmente sino que los doctos comprenderán aquello que añade al respecto Pablo en seguida: Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón[54]? En consecuencia, luego del reino de del Anticristo, los hombres santos y fieles a Dios entenderán que son inminentes los  últimos tiempos. Tendrán paciencia muy grande en las adversidades y desearán correr al encuentro de Cristo con todas sus fuerzas, a él que esperan ardientemente. Los impíos, en cambio, pensando sólo en los placeres de la carne, se entregarán a todos los vicios, atrocidades e impurezas, no experimentan nada adverso en el presente ni temen nada para el futuro, abarcados por la gloria del mundo y las cosas agradables.

 

Los impíos tampoco  después de la supresión del Anticristo esperarán en modo alguno el juicio.

Capítulo VI

Alguien[55] objeta que no es verosímil que los impíos al ser eliminado el Anticristo (cuyo caso acerbo no puede dejar de afectar con gran terror a todos sus seguidores), vivirán en tanta seguridad de manera que ellos alegres ni sospechando nada malo  de repente se vean sorprendidos por  el día del juicio. Me parece que no tenga mucho peso. Nada más aporto siguiendo a la glosa y a la opinión de Tomás y Anselmo que prueban lo mismo que lo rebaten[56]. Dicen estos Padres que luego de la supresión del Anticristo se concederán 45 días para la penitencia de los hombres. En ese tiempo lo que son predestinados a la vida, espoleados por la ruina del Anticristo, se convertirán a Cristo y borrarán los males pasados  con una renovada penitencia.  Los demás, en cambio, que serán una innumerable multitud,  no se preocuparán tanto [pg. 581] por el desastre de su jefe De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 581como de depongan la libido y el fasto sino rápidamente olvidarán tal calamidad y se dedicarán con mayor vehemencia a lujuria y la gloria humana y así, de nuevo, irán a banquetes, contraerán matrimonio y construirán casa y edificios y disfrutarán  de las cosas secundarias. Finalmente como en los días de Noé, considerarán para nada las amenazas todas del futuro juicio, ridiculizarán la vida y las amonestaciones de los santos y los afligirán protervamente. Entregados a estas cosas e inmersos profundamente en el fango del vientre y de la lujuria, al final como por una imprevista tempestad serán capturados como aves en la trampa. Quien cree que por la caída del Anticristo o la de su gran ejército (no recuerdo haber leído al respecto prueba alguna en las Escrituras) se admira  que se aterren  los impíos y luego vuelvan a sus acostumbradas impulsos y actividades inmorales y que depongan rápidamente el miedo y no crea que pueda darle crédito, ese tal me parece toma poco en cuenta las vicisitudes de la mente humana ni piensa en  la costumbre profundamente arraigada de la malvada vida viciosa. Pues tanta es su fuerza o, más bien, su furor que fácilmente desprecia las cosas del futuro y es llevado por la suavidad de lo presente especialmente. ¿Acaso no se nos vienen a la mente las plagas del faraón y de los egipcios y su estado de ánimo que tantas veces cambió que muy pronto dejaba del lado el miedo del castigo divino hasta que las olas del mar embravecido sepultó la vida y su despreocupación obstinadísima?[57]  ¿Qué hay de los mismo hebreos que tantas veces fueron rebeldes ante Dios y Moisés, tantas veces fueron golpeados y tantas veces se olvidaron de los pactos estipulados?[58] Cuando los castigaba lo buscaban; sin embargo, pronto volvían a la suyo. ¿Acaso, cuando el Señor estaba muriendo, no se oscureció el sol, no se partían las rocas y no vieron muchos prodigios[59] y, con todo, no se convirtieron de su maldad? ¿Cuántas veces Saúl y cuántas veces los demás a la recta intención, aceptada  por miedo, a la brevedad la abandonaron?[60] Grande es el desatino de la mente humana y cuán fácilmente vencen los placeres atractivos del presente. Continuamente vemos como los hombres son asediados por grandes tempestades o son aterrados por el movimiento violento turbine del cielo [pg. 582] o golpeados por un repentino terremoto y mientras que estos duren, parecenDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 582 recapacitar y congraciarse por medio de votos con Dios a quien han ofendido. En cambio, cuando desparece en sentido del terror al mismo tiempo desaparece aquella continencia y religión de las almas y luego juegan y hacen mal y se prostituyen como solían hacer anteriormente. Puesto que esa es la costumbre humana no conviene rechazar como algo nuevo e increíble que los seguidores del Anticristo, aunque estén golpeados quizás a la hora de su destrucción, se dediquen por costumbre inveterada y sonriéndoles al momento la prosperidad del mundo, a los placeres y a sus apetencias, hagan caso omiso del futuro  se prometen paz y seguridad. Es que vemos a las palomas y a otras aves levantan vuelo en el acto cuando les alcanza algún ruido fuerte y abandonan sata y el alimento. Sin embargo, a la brevedad olvidan ese susto retoman el picoteo anterior y quedan ahí aunque algunas de ellas han caído fulminadas. Pasa de la misma manera, así nos damos cuenta, que los ímprobos proceden a diario de manera similar. Es lo hemos de suponer de aquella gente que es grandemente infiel el mal. Tiene lugar allí también la enseñanza de Salomón que igual que las aves son cogidas por la trampa así les sucede a los impíos en tiempo de infortunio cuando  les sobreviene de improviso[61].

Bueno, no veo mucho provecho en reflexionar sobre la destrucción del Anticristo ya que consta que todo el orbe será seducido por él. Llegará a su culminación dentro de seis meses que la fama de su desastre no podrá evadirse ni superar. De la misma manera aunque supongamos el caso que como espectadores de la destrucción de la bestia cruenta sus seguidores y los demás vecinos estén aterrados y abandonen los placeres de la vida y de la fama –lo que de ningún modo creería- con todo será seguro que la mayoría de los impíos, aquellos que creen que hay paz y seguridad, serán destruidos por un repentino final. Por eso es perspicuo que el día del Señor tan deseado y esperado por los hombres justos y santos, [pg. 583] para los impíos llegará totalmente de improviso.

 

Cuáles serán las circunstancias futuras del juicio inminente y cuáles los signos celestes correspondientes.

Capítulo VII.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 583Está suficientemente confirmado que habrá algunos pre-anuncios del juicio que los impíos no entenderán de ninguna manera y que percibidos por los elegidos les serán para salvación. Algunos de ellos de nuevo vendrán con terror para todos a estos y aquellos, sin embargo su perversión será tan empecinada de manera que no le dan lugar a Dios y el tiempo del juicio de aproximará. Y Juan narra que ha visto a un ángel y lo ha escuchado, con las dos manos elevadas al cielo, jurar por el que vive por los siglos de los siglos. Que ya no habrá demora. Sino en los días cuando dé la voz el séptimo ángel y suene la tuba, se consumirá el misterio de Dios[62]. Esto mismo lo insinúa el evangelio cuando dice que en seguida después de aquella tribulación el sol se oscurecerá, etc.[63]. La tribulación a la cual sigue inmediatamente el juicio sin titubear lo comprendí que se trataba de la ya mencionada persecución del Anticristo como sostienen Agustín, Jerónimo, Ambrosio, Gregorio, Beda, Tomás, Buenaventura y casi todos aunque nos contradigan Crisóstomo y Teofilacto y los que los siguen como el Abulense o Jansenio que con una larga exposición contienden que esa tribulación sería la destrucción de Jerusalén  de la cual había hablado anteriormente el Señor[64]. Pero de ahí ya pasa a los signos de la consumación de los siglos. No debe admirar que diga que sucederá en seguida cuando se trata de un intervalo de años y siglos. De acuerdo a la manera de hablar de las Escrituras muchos siglos para nosotros para son representan un intervalo brevísimo. Con gusto concedemos que es verdad pero no expresa la frase de la Escritura  que diga que esto sucederá en seguida después de ello, sino que la secuencia de los tiempos [p. 584] tiene también cierta conexión.

Tampoco la secuencia de la narración o del enunciado permite otra cosa.De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 584 Aparece muy bien que a continuación la narración evangélica –y nadie está en desacuerdo- se compone de signos del juicio final de lo que lo precede[65]. Las Escrituras lo llaman el día magno, el día propiamente del Señor cuando Cristo reinará triunfando sobre los enemigos derrotados y vencidos.

Y para  expresar  la realidad de aquel día supremo la Escritura utiliza muchas comparaciones, sea la de la vendimia, sea de la mies de todos, sea de la pesca y de la red, también de las nupcias o de un gran banquete, ya sea otras más[66] . Muy frecuente es también la imagen de una batalla o de un conflicto terrible que quiere reflejar la ira de Dios y el castigo de los pecadores apenas incoado. Como leemos en el profeta Joel[67] también frecuentemente en otros profetas. Ahora bien, a aquella batalla, cuando se trata de la culminación del reino eterno le precederá un digno apparatus de Dios. Me parece que lo resume el libro de la sabiduría cuando dice: Y armará a su creación para castigo de sus enemigos y luchará con él todo el orbe de la tierra contra los insensatos[68].

Esto es lo que suelen hacer los emperadores cuando se presenta el supremo conflicto, cuando se lucha acerca de lo que más importa. Entran en lucha todos los ejércitos, ellos mismos van en primer lugar con tropas selectas, exhortan a sus soldados y enardecen sus ánimos prediciendo una segura victoria y recuerdan las injurias de los enemigos. Esto claramente todo lo hace aquel sumo Príncipe y es introducido de manera egregia en las Escrituras divinas: Tomará su celo como armadura, por coraza vestirá la justicia, se pondrá por casco un juicio sincero,... tomará por escudo su santidad invencible, afilará como lanza su cólera inexorable[69], Escuchamos a nuestro rey correctamente armado como exhorta a los suyos  [pg. 585] a pelear. Esto lo narra otro profeta: El Señor de los ejércitos De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 585ordenó a la milicia guerrera, a los que vienen de lejos de la cima del cielo, el Señor a los consagrados de su furor para que destruyan a toda la tierra[70], y un poco más arriba: Izad la bandera, levantad la voz, levantad la mano y entren a las puertas los nobles,  yo he mandado a mis santificados y llamé a los fuertes en mi ira, exultantes en mi gloria[71]. En otra parte la Escritura describe  los ejércitos de las huestes de Cristo: … y van donde los reyes de todo el mundo para convocarlos a la gran batalla del Gran Día del Dios Todopoderoso[72]. Es que se menciona en la Sagrada Palabra varias veces las turbas, el clamor,  y de los signos cada vez cuando se quiere significar la lucha de aquel día tremendo.  Y, puesto que en la batallas la caballería va antes  y luego las falanges de la infantería que proceden de manera coordinada, pronto, después haber vencido y habiendo fugado el enemigo, levantan  arcos como signos de victoria mientras que el fuego consume a las ciudades capturadas.

Luego consideremos lo siguiente, si se puede en aquel día magno del Señor deducir las cosas de su secuencia.  Podemos pensar en la caballería como en una criatura noble que podría ser angelical y celestial. No van a faltar los ángeles a su oficio ya que son poderosos en virtud para llevar a cabo su palabra[73]. Esto explica como de manera insólita se conmueven las potencias de los cielos, es decir, que ellos ya no sirven para salvación de los hombres sino aportando certera destrucción. Los mismos cielos en un gran ímpetu perecerán, como lo atestigua Pedro[74], y necesariamente se conmoverá por la ira de Dios el estado de todos los nobles. ¿Qué será de una porción clarísima del cielo, el sol, la luna y todas las estrellas? Dice: Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán delDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 586 cielo[75]. Estoy muy de acuerdo con Agustín de que esto sucederá bajo Anticristo de manera mística en la Iglesia[76]. Con todo, los cristianos no podemos dudar de ninguna manera que también históricamente se manifestará el terror de estos cuerpos celestiales [p. 586] como nunca antes[77] ya que leemos que habrá signos en el sol, la luna y las estrellas y en la tierra angustia de las gentes. Esto conocemos como claramente predicho en Isaías, Joel y en la misma Sibila de acuerdo al testimonio de Agustín[78]. Los  efusos sibilinos son estos:

Desvanece el esplendor del sol

Y el coro de los astros perece.

Se disuelve el cielo

El esplendor de la luna desaparece.

Tampoco, lo que en otro lugar quieren los doctos y santos Padres como Hilarón, Crisóstomo y Jerónimo, será el oscurecimiento aquel por la magnitud de la claridad de juez que viene así cuando sale el sol se oscurecen las estrellas y será ofuscada la luz menor por la mayor[79].   De ninguna manera quiere la Escritura aquello lo que conmemora entre los signos desacostumbrados del terror. Sin embargo, realmente desaparece la luz del sol y su apariencia les aparecerá gris y tristísimo a lo mortales. Al mismo tiempo la luna por medio de una cuenta atrorré manifestará luto e ira. La estrella todas, sean los más luminosas a las que llaman planetas, sean aquellas fijas en el firmamento parece caerse porque son se ven cubiertas por nube alguna para los que miran ya que poco a poco fenecen. Las Escrituras abrirán las Escrituras y lo que dijo Mateo, las estrellas caen del cielo[80], Esto lo explica Isaías: Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión no alumbren ya[81], Ezequiel lo explica de esta manera: Cuando te extingas, velaré los cielos y oscureceré las estrellas. Cubriré el sol de nubes y la luna no dará más su claridad[82]. Finalmente Joel lo explica con mayor claridad aún: ¡Ante él tiembla la tierra, se estremecen los cielos, el sol y la luna se oscurecen, y las estrellas retraen su fulgor! [83] Ya que hemos comenzado con el tema de Dios que entra en batalla, de la milicia celeste que avanza en formación de batalle, mejor contemplemos y escuchemos lo que inmediatamente añade el mismo profeta: Ya da Yahveh la voz delante de su ejército, porque sus batallones son inmensos, porque es fuerte el ejecutor de su palabra, porque es grande el Día del Señor, y muy terrible: ¿quién lo soportará?[84] [pg. 587]

 

 

De los demás prodigios que sucederán entonces en la tierra y en los demás elementos.

Capítulo VIII.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 587La milicia celeste de tal manera luchará contra los impíos y el aspecto del cielo que con su luz se ve tan hermoso, estará velado de manera desconsolada y aportará una tristeza vehemente. Sus movimientos y sus cambios tan ordenados, como un cuadro disuelto, por su trayectoria desigual y dispareja forjarán el máximo pavor. El mismo coro sideral tan hermoso por medio de uno nuevo alcance del furor proyectará nada que no sea violento. Mientras que la parte superior del orbe pugna de esta manera no será menos la acción  de la criatura de abajo como una ejército de infantería de a pie. Se agitará la tierra con grande fragor y temblor como está escrito en el salmo: … lo ve la tierra y se estremece. Los montes como cera se derriten ante el Dueño de la tierra toda[85]. También Isaías: Por eso haré temblar los cielos, y se removerá la tierra de su sitio, en el arrebato del Señor de los ejércitos, en el día de su ira hirviente[86]. No habla de manera diferente Ageo que también anuncia que se conmoverán el cielo, el mar y la tierra seca[87] lo que Pablo interpreta como si se tratara de la segunda venida  del Señor  aunque sea también muy congruente con la primera venida[88].  Se celarán la tierra y sus diversas partes, los montes y los valles y los túmulos su armazón en el escarmiento provocado por el mar para los impíos. Su conturbación y los grandes oleajes de las mareas y su calor  y su ruido predicen el Señor y que los hombres morirán por el terror[89]. Del elemento del agua que para el género humano es, por lo demás, agradable y mayormente sin importancia pero entonces enfurecerá atrozmente leemos en el libro de la Sabiduría de la siguiente manera: … las olas del mar se encresparán contra ellos, los ríos los anegarán sin piedad; se levantará contra ellos un viento poderoso y como huracán los aventará. Así la iniquidad asolará la tierra entera [pg. 588] de su maldad[90].

Estando embravecidos de esta manera la tierra y el mar, el mismo aire, bajo cuyoDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 588 suplo vivimos no se presentará con más mansedumbre. Además de una infección pestífera también de sumo terror con maravillas inusuales funestísimos a todos. Y no sólo aterrerará con cosas monstruosas sin también atacará con lanzas de fuego. De esto se habla en el libro de Sabiduría un poco más arriba: Partirán certeros los tiros de los rayos, de las nubes, como de arco bien tendido, saltarán al blanco, de una ballesta se disparará furioso granizo[91]. El libro del Apocalipsis también habla así: Se produjeron relámpagos, fragor, truenos y un violento terremoto, como no lo hubo desde que existen hombres sobre la tierra, un terremoto tan violento. Y un poco más adelante: Y un gran pedrisco, con piedras de casi un talento de peso, cayó del cielo sobre los hombres. No obstante, los hombres blasfemaron de Dios por la plaga del pedrisco; porque fue ciertamente una plaga muy grande[92].

Finalmente en esta lucha un terrible fuego de todos los elementos irá al encuentro hasta de los confines extremos, cerrando una pelea contra los malos como si fueran los elementos luchando con ingente fuerza a favor de Dios, habiendo  hechos impacto hará licuación y persecución. Pedro nos dejó escrito sobre esto: El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá[93]. Y en el salmo: Delante de él avanza fuego y a sus adversarios en derredor abrasa[94]. También Daniel: Un río de fuego corría y manaba delante de él[95]. También la Sibila Erythraea:

Caerá a los cielos fuego y un río de azufre.

Ya que se trata de un tema de especial importancia  habrá que desarrollarlo más abundantemente con tal que tengamos firmemente presente que hay que temer esta lucha que emprenderá [pg. 589] todo el orbe de la tierra y toda criatura al De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 589mismo tiempo a favor de la justicia contra los injustos. Ya que en todo pecamos, como dice Gregorio, en todo seremos heridos y los ingratos que hemos ofendido al rey que todo nos lo ha regalado, sintamos que todo se ha convertido en tela arma contra nosotros[96]. Con todo estos males superiores a todos que jamás han existido o que podían imaginarse, explayarlas no tiene sentido y es ajeno a la intención de la obra. Ciertamente, aquel en quien entró el temor de Dios podrá dentro de sí cuáles son y cuantas veces quiera. Lo que hemos de pensar y aplicar nuestra mente todos, es imitar al santo Job quien siempre cuando ha recibido tantas cosas en sí mismo, sin embargo siempre tenía horror de ofender a Dios[97]. Sin embargo, el libro de Hipólito mártir  añade un pasaje de la consumación del siglo: Entonces, dice sonará la trompeta y despertará a los que duermen en los abismos de la tierra, tanto a justos como a pecadores, de toda naturaleza, lengua, nación y tribus resurgen en un pestañar de ojos y estarán parados sobre la faz de la tierra esperando el justo y terrible juicio que viene con temor y terror inenarrable. Saldrá un río ígneo y como el mar en furor salvaje quemará montes y collados y destruirá el mar y también el aire se disolverá inflamado. Las estrellas caerán del cielo, el sol se convertirá en tinieblas, la luna en sangre y el cielo como un libro se hojeará. Se calcinará toda la tierra a causa de las obras que corruptamente realizaron los hombres en ella[98].

Añadirá también un pasaje  de Lactancia Firmiano[99]. Dice: En aquel entonces existirá un tiempo detestable y abominable en el cual no habrá vida agradable para ningún hombre. Arderán funditas fundiéndose las ciudades y perecerán no sólo por el hierro y el fuego sino también por continuos terremotos, diluvios de aguas, enfermedades pestes frecuentes y terrible hambruna. El aire se viciará y [pg. 590] será corrupto y pestilente y la tierra no dará fruto al hombre. También la fuentes juntos con los ríos se secarán que no quedará para beber y las aguas enDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 590 convertirán en sangre o amarguras. Por eso desaparecerán en la tierra los cuadrúpedos y en el aire las aves y en el mar los peces. Prodigios extraordinarios en el cielo llenarán la mente de los hombres con grandísimo terror junto con destellos de los cometas, las tinieblas del sol, el color de la luna y la caída de los astros candentes. Estas cosas no sucederán de manera acostumbrada sino existirán de manera súbita, desconocida ostros  desconocidos e invisibles a la vista. La luna ya no se menguará  en tres horas sino cubierta permanentemente de sangre realizará un derramamiento  extraordinario. Las estrellas caerán violentamente de manera que el cielo estará totalmente ciego sin luz alguna. Caerán también los montes altísimos y serán igual que una planicie y el mar será imposible de navegar. Y, para que no carezcan los hombres y la tierra del mal, se escuchará del cielo la trompeta de manera que todos temblarán y se estremecerán ante este sonido luctuoso.

Sean suficientes estas cosas que ha aportado un hombre elocuente. Con todo cualquier elocuencia humana es muy inferior a la simple manifestación de parte de Dios. Tampoco me parecen llegar los enunciados de Hipólito o de Lactancio lo expresado por el evangelio: …muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo[100]; o a aquello expresado por el profeta: Por eso todos los brazos decaen y todo corazón humano se derrite. Se empavorecen, angustias y apuros les sobrecogen, cual parturienta se duelen. Cada cual se asusta de su prójimo. Son los suyos rostros llameantes[101]. También lo que profiere otro profeta: ¿…y todas las caras se han vuelto amarillas? ¡Ay! porque grande es aquel día, sin semejante[102]. [pg. 591]

 

 

Algunos Padres opinan que la sustancia del cielo se consumirá por aquel fuego extremo.

Capítulo IX.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 591Ya que se ha mención de estos prodigios que anteceden próximos el fin del mundo y se ha mencionado el fuego entre los demás partes (elementos) del orbe que lucharán contra los adversarios de Dios, parece oportuno indagar si  este precede la venida del juez o más bien le sigue; también si de qué tipo será y si todos los cuerpos celestiales junto con los terrestres serán consumidos en un incendio común. Partamos de aquí. Porque no hay consenso acerca de la naturaleza del cuerpo celeste ni en los antiguos filósofos ni los escritores eclesiásticos. Los Padres más antiguos, especialmente los griegos, que aceptan más la doctrina de Platón que de Aristóteles, afirman que aquellas celestes esferas son por naturaleza corruptibles ya que son de sustancia elemental. Pero persisten por decisión y orden de Dios hasta que llegue el fin del mundo y luego,  por su creador, se fabricarán  mejores y eternos cielos. O ellos mismos serán cambiados de manera que ningún tiempo tan vetusto que sea pueda avejentarlos. Pues la quinta esencia que introdujo Aristóteles no la aprueba Basilio[103], Juan damasceno[104] como  tradición se adhiere y también Ambrosio[105] y Crisóstomo[106] la rechazan, afirmando que  es contrario a la divina Escritura. Justino[107], el filósofo también contradice porque repugna en muchos aspectos a la filosofía. Porque la sustancia del cielo, del sol y de las estrella es ígnea y por eso dan luz o también que son en parte de agua y por eso son traslúcidas. Que realmente perecerán los cielos cuando este mundo acabará, esto lo transmitiría claramente el profeta cuando dice:fundaste tú la tierra, y losDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 592 cielos son la obra de tus manos; ellos perecen, [¨pg. 592] mas tú quedas, todos ellos como la ropa se desgastan, como un vestido los mudas tú, y se mudan. Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años[108]. Este testimonio lo utiliza también Pablo para establecer el carácter eterno de Cristo[109]. Además Cristo dice que el cielo y la tierra perecerán[110]. Y Pablo afirma: La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción[111].

Que con el nombre  de creación  también el apóstol incluye también los cuerpos celestes, esto lo demuestra largamente Crisóstomo afirmando que la misma sentencia  de Pablo lo expresa suficientemente[112].

En el Apocalipsis  leemos también de  cielos nuevos y tierra nueva[113] que el Señor promete por medio de Isaías[114]. De éste aportan también otro testimonio más: Alzad a los cielos vuestros ojos y contemplad la tierra abajo, pues los cielos como humareda se disiparán, la tierra como un vestido se gastará y sus moradores como esta perecerán[115]. Finalmente Pedro parece confirmar su opinión. Escribe de la siguiente manera: y que los cielos y la tierra presentes, por esa misma Palabra, están reservados para el fuego y guardados hasta el día del Juicio y de la destrucción de los impíos[116]. Luego, después de unas palabras: El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá[117]. Y un poco más adelante: …la venida del Día de Dios, en el que los cielos, en llamas, se disolverán, y los elementos, abrasados, se fundirán. Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en lo que habite la justicia[118]. Y una tercera vez repite la destrucción de los cielos producida por el fuego  en  la cual se quemará todo el aparato del mundo[119].

De ahí que Clemente en su disputa con Simón Magno que arguye contra Pedro, transmite que el cielo en la consumación del siglo habrá que ser destruido y quitado [p.593] como velo parecería otro cielo más excelso y más exquisito[120]. Y De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 593en otro libro de la misma obra dice que así como un nuevo pichón sale del huevo al haberse quebrantado y haber removido las cáscaras, así, destruido el aparato  del cielo y del mundo, surgirá un estado celestial nuevo. Basilio magno dice que se dará la destrucción del mundo por el fuego y que entonces tanto el cielo como la tierra llevan inyectados un múltiple fuego que ahora temperado por una extraordinaria masa de agua arriba y abajo que lo rodea. Sin embargo, al final de los tiempos cuando las aguas han sido absorbidas todo será devorado por un incendio común. Escribe: Tan fuerte es la naturaleza de la humedad que Dios todo lo ha dispuesto, preparado y escondido para que pueda resistirle al fuego hasta el final del mundo constituido mientras que poco a poco es absorbida por las fuerzas del fuego. Pues, aquel que cuidadosamente ha dispuesto toda medida (en la medida hay que incluir también según Job las gotas de la lluvia) ese sabe totalmente cuánto tiene que fijar  para que dure el mundo y también cuánto fuera necesario ser absorbido por el fuego como forraje almacenado, no ha ignorado nada de todo ello.  Y más adelante. Por la inenarrable  sabiduría del artífice que modera todas sus obras, se ha verificado que el fuego no pueda consumir fácilmente el agua que se la opone por naturaleza[121].

Esto sucederá cuando el universo será quemado por la conflagración del fuego como afirma Isaías: Quien dice al abismo: serás desierto y secaré todos tus ríos[122]. Hasta aquí Basilio quien abraza la doctrina de los estoicos y piensa que el cielo es por naturaleza fuego; por tanto, por su hoguera tanto el cielo como todo lo demás perecerá Esto enseñaron Zeno, Cleantes y Crisipo, de acuerdo a Eusebio, que finalmente todo perecerá por medio de un fuego de éter[123]. [pg. 594]

 

La sustancia del cielo es perpetua. Sus elementos no perecerán en el último incendio, más bien serán transformados.

Capítulo X. 

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 594Respecto a  la esencia incorruptible de los planetas celestes y de toda la transformación externa, la escuela teológica ya antes de la sentencia de Aristóteles  acerca de la opinión que el agua o el fuego invaden el cielo –los antiguos se habían acostumbrado a escucharlo así- la habían totalmente rechazado. Con todo, no sólo la costumbre de escucharlo así sino también el peso de la razón defiende en este punto la natural perpetuidad del cielo. Eso lo indica, pues, la figura, el movimiento, la ubicación y, finalmente, el mismo orden del universo. Esta sentencia la apropia también el teólogo y filósofo tres veces grande Dionisio cuando escribe así de los cuerpos celestes[124]: La causa tanto del principio como del fin de los cuerpos celestes es el mismo bien. Puesto que no puede aumentar ni disminuir esa sustancia tampoco puede variar de ninguna manera. Es que no puede haber otra causa de los movimientos sin sonido ni estrépito, su estética (si se puede decirlo así) del recorrido celeste ordenado amplísimo, su luminosidad y su estabilidad. Por tanto, significa que por naturaleza la sustancia aquella celeste es incapaz de disminución o aumento, de cualquier variación, tal como defienden los peripatéticos y también lo afirme aquel gran autor. Grandes teólogos creen que esto está atestiguado también por las Escrituras divinas cuando separan estas esferas celestes de aquellos corruptibles[125] y, a partir de las Escrituras, dicen que Dios los ha establecido como eternas y por los siglos de los siglos[126]. Tampoco me parece que discrepa de los nuestros Platón, de acuerdo de cómo lo interpreta Agustín a partir de Cicerón, sino que discrepa más bien por el vocabulario que en el fondo, si es que hay una diferencia entre él y nuestros peripatéticos. Pues, los nuestros dicen que el cielo por naturaleza es inmortal e incorruptible. [pg. 595]. Platón dice que es más bien por naturaleza disoluble y corruptible. Aquí paree que mucho seDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 595 contradice. Sin embargo, los nuestros no presentan el cielo inmortal para que implique una contradicción (así como suelen expresarse), el cielo no lo es. Eso corresponde sólo como propio al primer ser que es de por sí simple de manera que no repugna por no ser de otros modos. Lo demás, es decir, los cuerpos celestes y también los espíritus angélicos  son inmortales porque no llevan dentro de su ser la causa de su destrucción. Pero no contradice en nada que, retirada la ayuda divina, dejen de subsistir ya que todos estos seres son un compuesto de potencia y de acto, es decir, de materia y forma o de existencia y esencia. De esta manera hacen filosofía los nuestros y dicen, además, que no todo ser compuesto puede dejar de existir. ¿Cuál es la  opinión de Platón cuya opinión le sigue aquí con gusto Agustín? Piensa que aquellos cuerpos celestes son perpetuos e indestructibles y, a la vez, de por sí disolubles porque son compuestos y combinados. Persisten por la decisión y la voluntad de Dios. Nosotros, en cambio decimos que son de por sí inmortales y a la vez concedemos que para  Dios es facilísimo reducir todo a la nada. ¿Acaso no significa que más bien estamos  discrepando solamente en  cuanto a las palabras  y no tanto de acuerdo al sentido? Voy a referir las palabras mismas  de Agustín o, más bien, las de Platón al respecto.  Son de Platón estas palabras, tales como las traduce al latín por las cuales presenta al sumo Dios de los dioses a los que hizo explicando y hablando: Vosotros que habéis surgido por  la decisión de los dioses, atended cuyas obras soy yo el origen y el hacedor.  Estos son indisolubles aunque todo trabado  puede ser disuelto. Sin embargo, no es bueno querer disolver lo que por una razón se ha juntado. Con todo, ya que han surgido no podréis ser inmortales ni indisolubles. Tampoco, sin embargo, jamás seréis disueltos ni los destinos de la muerte  los destruirán ni habrá cosas más valiosas que mi decisión  que más grande es el vínculo de vuestra perpetuidad que aquellos elementos con los cuales fuisteis compuestos cuando habéis sido engendrados.

En consecuencia, de la misma manera los platónicos, los aristotélicos y nuestros teólogos opinan lo mismo aunque los platónicos  piensas que son por naturaleza disolubles los que son compuestos mientras que los aristotélicos creen que son por naturaleza indisolubles ya que carecen de un principio de disolución. Los nuestros opinan que son por naturaleza incorruptibles pero pueden no existir por voluntad de Dios. De esta manera sucede que en el vocabulario seguimos mayormente a Aristóteles en cuanto al sentido retendremos más bien el sentido de Platón. Pues, tampoco Aristóteles jamás quiere aducir ni conceder que los cuerpos celestes y sempiternos pueden ser reducidos a la nada por voluntad o poder de quien sea. Con todo, sean de sustancia por naturaleza incorruptibles o corruptibles, es veredicto de Agustín ciertamente y de Jerónimo junto con cualquiera de los mejores autores que aquel fuego supremo que quemará al mundo, no serán de ninguna manera aquellos cielos en los cuales el sol, la luna y las demás estrellas perecerán[127]. Estos Padres piensan, de los cuales una escuela dependiente se aleja, surge esta escuela, que por ese incendio extremo no se destruirán su sustancia ni sus elementos, sino se convertirán en mejores en cuanto a género y cualidades y que es eso lo que enseña el apóstol: Que pasará la figura de este mundo[128]. Esto es lo que profetiza Isaías: Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva[129], Esto lo dice también Juan de haberlo visto[130]. Puesto que la misma Escritura refiere que el futuro fulgor de la luna será igual al del sol, el del sol será siete veces mayor[131] y que el reino de Cristo permanecerá mientas que permanezca ese resplandor del sol[132], es evidente que la sustancia del sol, de la luna y de las estrellas experimentará un cataclismo. Pero se trata de una renovación no de una corrupción de la esencia anterior, de una conmutación, de la adquisición de una cierta cualidad más perfecta. Así hay que entenderlo. Por tanto, cuando David dice que los cielos perecerán y como paño de mudarán [pg. 597] no quiere decir otra cosa que percibirán cierta De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 597renovación y un cambio para mejor. Así dice el divo Jerónimo. Está de acuerdo con él Agustín y añado perspicazmente: con el nombre de cielos, ya que el apóstol Pedro afirma que están reservados para el fuego,  ha de comprenderse todo aquel espacio que contiene la región etérea cuyo contenido está expuesto a varios sobresaltos. El otro, el más alto en el cual se mueven el sol, la luna y las estrellas, de ninguna manera. Tampoco por ello lo invada aquel fuego aunque sea máximo. La misma manera de expresarse demuestra que esto es el verdadero sentido de lo dicho por Pedro[133]. Se expresa así y es escondido para que los que lo quieran, que antes los cielos y la  tierra eran de agua y por la palabra de Dios su consistencia era de agua y por ellas en aquel entonces el mundo pereció inundado por el agua. Los cielos que ahora existen y la tierra han sido repuestos por la misma palabra y estos están reservados para  el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. Por tanto, así como sabemos que los cielos aquellos y el mundo aquel han perecido por el diluvio del agua, de la misma manera tenemos que pensar que estos cielos y este mundo serán destruidos por el fuego. Y así consta satisfactoriamente que los cielos supremos y verdaderos no son inundados de ninguna manera, por tanto, hemos de aceptar la expresión de Pedro que arderán sólo los espacios etéreos. Por eso, perecerán los cielo con gran ímpetu, como los dice enseguida, ya que serán destruidos con suma celeridad por la fuerza del fuego  de repente estimulada por voluntad divina  también los elementos  por el vehementísimo aquel incendio arderán  no sólo el aire sino también la misma mole de las aguas y la amplitud del mar casi se quemará . La tierra y lo que en ella hay se quemarán.  Tampoco quedará como intocable algo de lo que han hecho los hombres, ni de sus placeres ni de sus tamaños sino que todo será rebajado fundido y será reducido a cenizas.

Ahora bien, cómo  seguirá la tierra calcinada (la tierra quedará eternamente) así y el mismo aire y [pg. 598] el agua seguirán[134]. Tampoco lo que dice Juan: El mar ya no existe[135], esto lo hemos de aceptar como si aquel elemento apenas seDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 598 corromperá, ni tempestuoso, ni hirviendo. Purificados por el fuego, todos estos elementos se revestirán de cualidades mucho mejores para que se conviertan en adorno de la nueva situación de de los hijos de Dios por medio también de un habito renovado. Dice Pablo: Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios[136]. La misma criatura será liberada de la corrupción. Esto era la tarea, pues, de aquel fuego. Así lo expone Agustín exquisita y brevemente. Por medio de aquella conflagración del mundo las cualidades de los elementos corruptibles,  que eran adecuadas para los cuerpos, serán destruidas por el fuego.  En cambio su misma sustancia tendrá aquellas cualidades que encajen con los cuerpos inmortales por medio de una permuta admirable[137]. Es decir, el mundo renovado para mejor de manera idónea se acomodará a los hombres que también han sido innovados para mejor en su carne.

 

 

Se dará la conflagración futura antes de la resurrección de los muertos.

Capítulo XI.

Ahora bien, se suele preguntar acerca de la opinión si existe una sola sentencia de todos, respecto a la cuestión en qué momento sucederá esta conflagración futura del mundo, si precede al momento del juicio o más bien sigue después. Pues el mismo doctor de tanta autoridad opina que sucederá cuando el juicio ya se ha realizado. Y esto no lo dice de manera oscura ni sólo una única vez[138]. Luego de mucho disputar respecto a los últimos tiempos de este y de otros muchos temas hace una especie de resumen y acopia todo ello en orden. En aquel juicio o acerca de aquel juicio hemos aprendido sucederá lo siguiente: lo de Elías el tesbita, la fe de los judíos, la persecución del Anticristo, la venida de Cristo, la resurrección de los muertos, la separación de buenos y malos, la conflagración del mundo y su renovación. Todas estas cosas sucederán [pg. 599]; eso lo hemos de creer.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 599En cuanto a la manera de cómo sucederán esto lo enseñará más bien la experiencia que ahora importa conseguir por medio de la inteligencia en cuanto al hombre perfecto. Yo pienso que ha de suceder lo que he enumerado ordenadamente. Con sus palabras explica satisfactoriamente que la conflagración del mundo seguirá y no precede a la resurrección. Pienso que no es una opinión cierta sino más probable y no, como unos en vano pretenden,  sin valor. Ahora, el por qué piensa así existen razones importantes[139]. En primer lugar al incendio aquel  le sigue la renovación del mundo en seguida  de acuerdo a las Escrituras y luego la quema del oro y de la plata y la pureza del metal. Con todo es mundo no se renovará sino habiendo terminado el juicio. En consecuencia, cuando haya terminado el juicio y no antes se dará la combustión general. En segundo lugar, estando el mundo totalmente en llamas es necesario para el juicio que no quede lugar alguno que no experimente el fuego. En consecuencia, no sólo los impíos sino también los justos y los santos se encontrarán en estas esferas ígneas  cuando el juez celestial presidirá el tribunal.  Rechaza esta manera de pensar  y la considera muy absurda. Finalmente si, de cara a la resurrección común el orbe entero arde y se consume en fuego, nadie escapara la muerte ni los piadosos ni los impíos. ¿Quién podría escapar si en todas partes el fuego está arrasando? En consecuencia no será verdad lo que afirma Pablo que muchos que quedan irán al encuentro de Cristo en los aires[140] y tampoco aquello que confesamos en el símbolo que profesamos todos los cristianos que Cristo vendrá a juzgar a vivos y muertos. 

Es cierto, que estos pasajes ostentan cierta penumbra de manera que parece que una vez realizada la resurrección se da cierta fuerza de convencimiento como que, una vez terminado el juicio, que será más bien aquel común incendio por el cual, implicados y envueltos los inicuos [pg 600] serán precipitados en el caosDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 600 eterno según lo expresa el evangelio del Señor[141]. Con todo, argumentando a favor o en contra en lo que depende de la voluntad de Dios se ha de preferir a todos los razonamientos humanos la significación de la Escritura aunque sea exigua, Respecto a este tema afirman que aquel fuego más bien ha de preceder la venida del juez  basándose no solamente la en Anselmo y Tomas sino en una opinión comúnmente enseñada, esa opinión habría que aceptar. Dicen que del final el salmo divino canta: Delante de él avanza fuego y a sus adversarios en derredor abrasa[142]. Y en otro lugar: viene nuestro Dios y no se callará. Delante de él, un fuego que devora, en torno a él, violenta tempestad[143].

Agustín defiende tenazmente su opinión e interpreta  el fuego del que habla el salmo 49 no como el fuego del juicio final porque aquel fuego vendrá después de su venida, sino es otro fuego de los paganos ardiendo en ira contra la Iglesia. Sin embargo, más razonable y más aceptable es la opinión  de los Padres que piensan que el salmo habla del fuego del juicio. También se suele citar aquello del profeta Joel: Delante de él devora el fuego, detrás de él la llama abrasa[144]. Esto, aunque se haya dicho del ejército caldeo, no se ha de despreciar esta cita de un fuego encendido que todo lo consume como que se refiere al día del juicio como lo explica Jerónimo al respecto[145].

Personalmente me parece muy convincente el argumento sacado de lo que dice Pablo. Es una cita un tanto oscura pero muy acomodaticia: la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego[146]. [601]Soy consciente que este pasaje es De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 601contado por Agustín entre los más difíciles de Pablo[147] de los cuales Pedro dijera que se encuentran en sus epístolas muchas cosas difíciles de entender. Exceptuando el error de los heréticos que han querido sacar de este pasaje le justificación por la fe sin las obras –esto lo rechazó clarísimamente y con abundantes argumentos el mismo doctor[148]. Con todo, los Padres católicos tienen varias explicaciones al respecto. Sé que este mismo Padre habla más bien de un fuego de la tribulación, es decir, de manera metafórica. Sin embargo, también reclama que hay que aceptarlo como fuego verdadero en otros pasajes, como que este fuego precederá el día del Señor y que también los justos lo experimentarán[149]. Así lo entiende correctamente. Oros Padres prueban esto más abundantemente y la misma secuencia apostólica casi lo impone como necesario. Que otra cosa es, dirá, el día del Señor  ya que se revelará por el fuego, sino el fuego del supremo preanuncio de que todos los hombres serán probados. La prueba será más grave o más leve para cada uno según su obra en Cristo fuera más sólida o más anodina. Entenderán que cuando ese fuego comience a devastar a los habitantes del orbe, que ya ha llegado el fin del mundo y todos sabrán que es el día del juicio. Eso es lo que dice el apóstol que el día del Señor se revelará en el fuego. Anselmo lo explica así: El día del juicio que ahora está oculto a todos, en aquel entonces será notorio para todos. Cuando vean el fuego aquel ante delante del juez que se difunde por todo el orbe, entonces sabrán que llegó el día del juicio[150]. Tampoco hay que creer que sea otro fuego, distinto de este, que en otro pasaje  el mismo apóstol menciona cuando escribe a los tesalonicenses:    Porque es propio de la justicia de Dios el pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles, en medio de una llama de fuego, y tome venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán la pena de una ruina eterna [pg. 602], alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga enDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 602 aquel Día a ser glorificado en sus santos[151]. Es patente que enseña que la futura revelación del día del Señor traerá el castigo en la llama del fuego  y esto es el río ígneo  y rápido que sale de la presencia de Dios en el libro de Daniel[152]. Así lo entienden varios. Pero a Ruperto le parece más bien que significa el Espíritu Santo. Con todo es coherente a las divinas Escrituras que en el fuego se ha de revelar el día del juicio que a unos servirá de prueba y purificación y a otros castigo y suplicio sempiterno. Esto asegura que ese mismo fuego precede, pues, el día del juicio. Tampoco se extinguirá  antes del momento del juicio ya que convertirá al término del juicio en castigo de los impíos. Por tanto, aquel fuego precede y le sigue al juicio como lo expresa conspicuamente Joel: Delante de él devora el fuego (Se trata del ejército de los ángeles, como dice Pablo que acompañan a juez y lo precede[153]), detrás de él la llama abrasa. Como un jardín de Edén era delante de él la tierra, detrás de él, un desierto desolado. ¡No hay escape ante él![154]

 

Respuesta a las razones aportadas respecto al fuego futuro ante la resurrección.

Capítulo XII

Ahora bien, no injustificadamente los escolásticos distinguen la obra de ese fuego[155]. Ellos afirman que antes de juicio  aquel fuego por su fuerza natural aumentará de manera vehemente de manera que todo lo caduco se perderá en brevísimo tiempo. [603] Al mismo tiempo una fuerza celestial oculta  examinará De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 603los méritos de los hombres para que aquellos predestinados por voluntad divina a la salvación experimentan una purificación, y será tanto más fuerte cuanto más grave será su culpa. No puede ser que el fuego calcine a los hombres vivos y mortales todos de la misma manera, a no ser que la brevedad del tiempo para purificar a los elegidos se compense por la magnitud  del dolor. Después del juicio, cuando los hombres malvados han sido condenados por el juez Cristo a la muerte sempiterna aquel mismo fuego quemará y llevará consigo a los miserables involucrados a lo más profundo del tártaro. Luego, ya que el infierno absorberá a todos los impíos devorará en eternidad entre sus fauces esta infeliz pitanza, entonces el cielo, la tierra y los demás elementos se verá libre de esta pesada carga y, revestido de un admirable atavío alcanzarán la libertad de la gloria de los hijos de Dios que hasta entonces gemían y suspiraban sujetos por la vanidad[156].

Siendo las cosas así y transmitiéndolo grandes teólogos y al mismo insinuado suficientemente por las Escrituras arcanas, es fácil darse cuenta que poco importan las razones aquellos respecto al fuego que aparentemente parecían apremiar mucho. Es lícito el pensamiento que la renovación del mundo no se dará antes de que termine el juicio, y que el fuego ha de realizar su cometido. De esto no se puede sacar la conclusión que el fuego aquel no surgirá antes del juicio ya que permanecerá activo, antes purificando y después castigando, y de esta manera ha de instaurarse la creación de Dios. La otra argumentación respecto al lugar de los justos y de todos los hombres, ya que el fuego destruiría todo,  igualmente presenta dificultad sea antes sea después del juicio ya que todos los hombres serán unidos a sus cuerpos. A eso Agustín responde de dos maneras: Una explicación es, que los santos estarán en un lugar sublime donde no llega el fuego ni el agua del diluvio; otra explicación podía ser que por la intervención de Dios no serán heridos en medio del fuego como en aquel entonces los tres jóvenes de Babilonia[157]. A mí se me ocurre una tercera posibilidad. No es absurdo pensar que Dios, cuando el universo esté en llamas, ordene que exista un lugar libre del fuego en el cual, como en un teatro confluya la reunión de todosDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 604 los hombres y, realizado el discernimiento evangélico, [604] los buenos serán premiados y los malos recibirán el castigo correspondiente[158].

Bueno, esta manera de pensar es muy vulgar, rusticana y muy alejada de la majestad de aquel juicio que  se llevará a cabo con tanta celeridad que en un pestañar de ojos, en un veloz momento, todos las causas serán terminadas y esto de una manera más expuesta y dilucidada de lo que suele ser  una sola causa tratada durante un día entero.

Por eso, no tengamos miedo al calor de aquel fuego si somos rectos y de buena conciencia. Nada prohíbe que en el mismo juicio los impíos sientan y sufran aquel fuego y sean arrebatados de este mismo fuego eterno que ha sido preparado al diablo y a sus seguidores de acuerdo a la sentencia del juez[159]. Ahora bien, Agustín confiesa que no sabe cómo será ese fuego que quemará el mundo, y hasta cree que ningún humano lo puede saber[160]. Sin embargo Tomás y otros que siguen su escuela  predicen  que será ese mismo tipo de efecto que vemos y estimulado grandemente por la potencia divina pero por medio del ministerio de los ángeles y de las causas naturales[161].Por eso no descenderá de la esfera de los elementos ni ascenderá del abismo infernal  sino en la región terrestre surgirá de la materia sujeta a un máximo impulso y con increíble celeridad se extenderá en el orbe entero[162]. Además, habiendo concluido el juicio las partes más groseras junto con la turba de los infelices, ellos descenderán hacia abajo para que sean mezclados con el fuego que allí está preparado. Basilio enseña que es grosero y tétrico y no es claro[163]. Las partes más sutiles volarán hacia su esfera para que todo conserve su orden en eterna estabilidad.

Precisamente esto lo discuten nuestros escolásticos. Respecto a esto nada es de fe o contrario a la razón irrefutable. Por mientras nada prohíbe que  se acepte la sentencia más probable. Aunque no me parezca improbable aquel incendio último [pg. 605] igual como se realizó el diluvio de Noé, comparación hecha por el De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 605apóstol Pedro[164]. Sobre el diluvio leemos lo siguiente: el día diecisiete del mes, en ese día saltaron todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo se abrieron, y estuvo descargando la lluvia sobre la tierra[165]. No veo por qué no deberíamos pensar más bien de manera parecida referente al fuego del cielo y de aquel que está debajo de la tierra o, aceptar como enseña Dionisio[166], que en todas las dimensiones se presentará aquella máxima conflagración que por medio del ministerio de los ángeles se realiza de manera súbita  y que invadirá todo el orbe.

En cuanto a lo que se ponía en duda en último lugar: Si todos los mortales, igualmente los buenos y los malos, morirán en ese incendio entonces la venida del juez no encuentra a ningún sobreviviente. No es así, sino que todos serán unidos a sus cuerpos antes de ser llamados al tribunal. Al final de la obra se tratará una magna y prolija cuestión. En el entretiempo vamos a aplazarla mientras exponemos lo que parece queda todavía por tratar acerca del lugar del juicio, del signo del hijo del hombre y de la trompeta final.

 

El lugar del juicio futuro en el valle de Josafat según el profeta Joel.

Capítulo XIII.

Puesto que el último juicio llevado a cabo por un juez visible entre hombres visibles y corpóreos, es necesario comprender el conocimiento del lugar cierto y definido en el cual todas las causas de todos serán decididos. Pues como dijo la Verdad, se congregarán todas las naciones cuando venga el hijo del hombre en majestad y todos los ángeles con él[167]. En cuanto al lugar que deberá acoger una reunión tan grande de hombres al cual el mismo juez celestial supremo descenderá para juzgar la causa máxima de todos, el Espíritu Santo se ha dignado de insinuar algo al respecto. Ya que se le ha visto en la tierra y ha convivido con los hombres [pg. 606], no sin razón pensamos que no se le asignará para el juicio otra región de la tierra sino aquella que ha elegido paraDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 606 realizar el misterio de nuestra salvación. (pdf 308 comienzo). Por eso será en la misma Palestina, en la provincia de Judea de Palestina y ante todo en aquella parte de Judea donde redimió a los hombres muriendo, o donde abrió el cielo en su ascensión preparando el camino ante ellos[168].  Ahora bien, San Hilarión[169] parece dar preferencia al lugar de la pasión cuando escribe: Para que no seamos ignorantes de su lugar en el cual estará, dice, por donde está el cadáver allí se congregarán los buitres[170]. Consideró al cuerpo  de los buitres como que fueran los santos que vuelan espiritualmente. Indica que sus ángeles se reunirán y ese será la reunión en el lugar de la pasión. Y con razón se esperará allí la llegada de la luz donde se ha obrado para nosotros la gloria de la eternidad  por la pasión de la humillación corporal.

Otros prefieren más bien como lugar la cumbre de la ascensión ya que leemos lo dicho de los ángeles a los apóstoles que se quedan admirando la ascensión del Cristo: Act 1:11 que les dijeron: «Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo[171] Ellos dicen que vendrá tal como ascendió, es decir, visiblemente en la nube esplendorosa, volando hacia el mismo monte de olivos. Al pie del monte de los olivos se encuentra el valle de Josafat, así lo enseñan los expertos en geografía santa. Por eso el juicio será en el valle de Josafat y sucederá cuando el Señor descienda sobre el monte de los olivos. Se realizará el juicio de Dios en ese lugar y quieren hacerlo constar por la profecía de Joel que dice así: «Porque he aquí que en aquellos días, en el tiempo aquel, cuando yo cambie la cautividad de Judá y Jerusalén, congregaré a todas las naciones y las haré bajar al Valle de Josafat: allí entraré en juicio con ellas, acerca de mi pueblo y  mi heredad, Israel[172]. Y un poco más delante de nuevo: « ¡Despiértense y suban las naciones al Valle de Josafat! Que allí me sentaré yo para juzgar a todas las naciones circundantes».[173]

Pues lo que se refiere [pg. 607] a la última discusión y al  juicio con los buenos y De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 607los malos, cuando el Señor dirá: Tuve hambre y sed y me disteis o no me disteis de comer[174], las cosas que siguen lo aclaran patentemente. Metan la hoz porque está madura la mies, venid y descended porque está lleno el lagar ya que se ha multiplicado la malicia de ellos; pueblos y pueblos en el valle de la división. El sol y la luna se oscurecerán. Las estrellas retiran su esplendor y el Señor ruge desde Sión y desde Jerusalén levantará la voz; se moverán los cielos y la tierra; el Señor es la esperanza de su pueblo, etc. Que todo esto profetiza sobre el último tiempo es claro y no necesita de argumentos. Pues, la mies, la hoz, el lagar que rebosa de la sangre de los perdidos aparecen tanto en el evangelio como en la Apocalipsis donde leemos  que en el día del juicio los ángeles que cosechan meterán la hoz en la mies  por orden del Señor y entregarán a los ímprobos al fuego como si fueran espinas y cizañas[175]. Leemos también  que la hoz afilada metida por el ángel en los racimos y de las uvas pisadas  en el lagar de la ira de Dios es sangre copiosísima[176].

Ahora bien, cuál será ese día del Señor, cuál el detrimento del sol, de la luna, de las estrellas, qué la división del pueblo, cuál será la voz y el rugido del león a quien nadie puede dejar de temer y los demás elementos que indican el último día, el mismo uso de la Escrituras santas no permite que seamos negligentes o indecisos. Si se ha de aceptar todo esto como profecía del juicio final, en consecuencia, eso afirma claramente una y otra vez que habrá en el valle de Josafat el futuro juicio final. Ahora bien, algunos eruditos dicen que la palabra Josafat significa juicio de Dios[177].  Puesto que el juicio de Dios pueda realizarse en cualquier lugar entonces este se llamará con todo derecho valle de Josafat ya que nada ha sido predicho de parte de Joel respecto a un lugar determinado. Sin embargo, de hecho y de nombre [pg. 608] existe – Jerónimo afirma que se De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 608encuentra en la parte oriental del templo - y su nombre permanece hasta el día de hoy y los expertos en esta materia indican que se puede mostrar, entonces no existe razón alguna que evadamos las palabras seguras del profetas y sus alegorías inciertas. Joel fue posterior que Josafat al que la Escritura presenta con singular recomendación ya que cuidó de la rectitud del juicio y así enseñó[178]. A partir de ello debemos opinar que el valle recibió su nombre con toda justicia, ese valle que se encuentra entre dos montes, es decir entre el de Sión y el del templo. Y el argumento de que el maestro de las sentencias, Pedro Lombardo, parece reírse de la opinión que el juicio ha de constituirse en aquel valle ya que el Señor en el futuro estará más bien en el aire y desde allí dictará la sentencia para el orbe[179], esto es más bien una argumentación ridícula. Es que no estamos hablando de manera infantil del espacio de ese valle como que incluyamos  en este espacio estrecho y angosto la infinitud de las miríadas de los cuerpos. Tomamos en consideración todo el circuito de aquel lugar, arriba, abajo, derecha, izquierda, en fin todo eso, y esto permite pensar que será un lugar amplísimo adecuado para la multitud innumerable  de los hombres. Decimos correctamente que allí será colocado el trono del juicio, y esto pertenece al valle Josafat. Pues, si se permite dejar de lado  el sentido histórico por interpretar los nombres en un sentido alegórico, entonces tampoco en la profecía de Miqueas Belén puede designarse como lugar asegurado del nacimiento del Salvador quien puede nacer donde sea ya que es el pan vivo bajado del cielo, esto sería Belén, es decir, casa del pan[180]. Con la misma argumentación Oseas[181] pudo decir que aunque Cristo no haya ido a Egipto, sin embargo, el hijo ha sido llamado de Egipto ya que ha sido llamado desde la angustia y la tribulación. Así se traduce  Egipto o Mezraim. Finalmente, aDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 609 la manera de Orígenes, de esta manera casi ya no hay nada firme ni fijo y no dejaremos en las Escrituras nada del sentido histórico cuando primero y propiamente la enseñanza es histórica.[609] Tampoco aceptemos, con los milenarios y judaizantes que tantas veces provocaron nauseas a Jerónimo, todo como apropiado ya que escuchamos con gusto las predicciones como trópicas y figurativas. Mientras que pueden entenderse apropiadamente tienen su lugar destacado. Por eso es muy adecuado creer en la designación de aquel lugar donde la cumbre de nuestra fe ha de colmarse por el juicio final tal como divinamente ha sido indicado y preanunciado por Joel.

 

El ilustre vaticinio de Zacarías sobre el lugar del juicio.

Capítulo XIV

Este mismo sentido parece tener también el ilustre vaticinio de Zacarías de quien provienen las siguientes palabras: Saldrá entonces el Señor y combatirá contra esas naciones como el día en que él combate, el día de la batalla. Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente, y el monte de los Olivos se hendirá por el medio de oriente a occidente haciéndose un enorme valle: la mitad del monte se retirará al norte y la otra mitad al sur. Y huiréis al valle de mis montes, porque el valle de los montes llegará hasta Yasol; huiréis como huisteis a causa del terremoto en los días de Ozías, rey de Judá. Y vendrá el Señor mi Dios y todos los santos con él. Aquel día no habrá ya luz, sino frío y hielo. Un día único será - conocido sólo del Señor -: no habrá día y luego noche, sino que a la hora de la tarde habrá luz. Sucederá aquel día que saldrán de Jerusalén aguas vivas[182], Jerónimo dice que evidentemente esto es una profecía del día del juicio y esto lo sugiere ya el comienzo del capítulo: He aquí que vienen días del Señor.   

Ni [pg. 610] el mismo Jerónimo desarrolla satisfactoriamente la interpretación del De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 610día del juicio y, aunque Teodorito se concentra más en  el día de la pasión – para él se habla allí manifiestamente del día del juicio –, ni los demás consultados que ofrecen una interpretación (es un pasaje muy oscuro) están suficientemente de acuerdo entre ellos. Con todo sin prejuzgar a nadie diré lo que me viene espontáneamente a la mente. Pues, la suma de la profesión es la posterior venida de Cristo. De esto se dice que saldrá el Señor que vendrá del cielo y luchará contra las naciones ya que con él luchará contra los insensatos todo el orbe de la tierra, ya que como espada la ira y como lanza  asumirá el escudo inexpugnable la equidad[183]. Así ha luchado  en el día de la batalla, como dice la paráfrasis caldea, cuando echó al mar caballo y caballero, guiando de esta manera a su pueblo a través del mar hacia la verdadera tierra prometida, habiendo hundido como plomo todo el ejército diabólico de los impíos como quien ingresa a las aguas vehementes de la eterna condenación[184].

Pues entonces en aquel día se posarán sus pies sobre el monte de los olivos de donde ascendió al cielo y así volverá, lo anunció por los ángeles a los discípulos[185]. Y, puesto que al venir el Señor para el juicio se congregará ante él la congregación de todos los pueblos[186], el mismo monte cederá ante la gloria del que viene y se apartará  partido en cuatro partes lejanas para que al tribunal del juez  pueda asistir el teatro de todo el orbe.

Habrá entonces un temblór y un pavor tal que los frenéticos huirán en medio del valle que será amplísima y se unirá con los montes remotos  todo el campo que lo rodea. Así sucedió en el gran terremoto de Oseas: los hombres aterrados por el fragor saltarán y buscarán seguridad para ellos[187]. Así sucederá en aquel díaDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 611 terrible porque la tierra temblará cuando se levanta el Señor para juzgar y [pg. 611] se observa, se conmueve la tierra, los montes se deshacen como cera ante al Señor, ante el Señor de toda la tierra. Al mismo tiempo brillarán relámpagos de él ya que se inmuta como rayo que cae, y temblará la tierra. Vendrá también entonces con gloria y con su majestad y todos los ángeles y santos con él. En aquel día no habrá luz ya que será un día de oscuridad y de tinieblas, día de ira y de angustia[188]. Y temblarán de pavor los miserables humanos y, como transformados por un hielo inmenso, descongelan así como lo hicieron en aquel entonces los habitantes de Canaán.

Sucederá a aquel día del juicio que para los justos será un día de eternidad ya que surge el sol de justicia y la salud en sus plumas.  Ese día, es decir, el día del juicio el conocido por el Señor porque de ese día nadie sabe ni los ángeles de los cielos. También en cuanto a la eternidad sólo la puede no pecar de ignorancia Dios ya que sólo él puede comprenderla en lo que es. Con todo, ese día no tendrá cambio entre tiniebla y luz y tampoco hay que temer que en la tarde  vaya darse el ocaso. Es que habrá una luz perpetua en la cual brotarán  las aguas abundantes de la alegría eterna de la Jerusalén celeste que es la visión de la paz y todos los santos, sean los primeros sean los posteriores, de la misma manera serán inmersos en la alegría sempiterna. No habrá vicisitudes  de invierno y de verano sino una sola temporada. Una alegre primavera que afecta a todos. Tampoco habrá discordia alguna en aquella gente beata sino bajo un rey y Dios, bajo su nombre único se alegrará y reinará la universal multitud de los santos.

Esto lo decimos de manera parafrástica. Aunque sea algo prolijo para nuestro propósito, sin embargo, no es inadecuado, así pienso, ni se explica quizás el sentido propio e histórico de otros pasajes de la Escritura en cuanto a este lugar dificilísimo. Con eso no rechazamos otra explicación si se encuentra. Pues que habrá un terremoto ingente cuando el Señor desciende al juicio, eso lo enseña Clemente Romano cuando escribe [pg. 612]. Entonces aparecerá en el cielo el De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 612signo del hijo del hombre. Luego  se oirá el sonido de la trompeta de parte del arcángel. En el entretiempo los muertos volverán a la vida. En aquel momento vendrá el Señor sobre las nubes y con terremoto y a una todos los santos con él y con los ángeles de su poder en el trono del reino para condenar al diablo, engañamundos  y para retribuir a cada uno de acuerdo a sus acciones[189]. Pues, si es verdad lo que  hablamos de la ruina del Anticristo en el libro anterior a partir de la antigua tradición de los Padres y de la profecía de Daniel[190], es decir, este pondrá su trono en el monte santo entre los dos mares,  tal como la refieren Daniel allí y Zacarías aquí[191]. Aparecerá el Señor Jesús desde el cielo para matar a aquel maligno. En consecuencia podemos de esta manera confirmar el juicio  en el valle de Josafat o en el monte de los olivos que es lo mismo. En un lugar superior en el aire, en una nube esplendorosísima estará sentado el Señor. Los elegidos rodearán a su rey y desde las alturas contemplarán las turbas inmensas de los impíos colocadas abajo. Entonces los reos de muerte eterna con rostro miserable se apretujan y se empujan, levantando atónitos la mirada hacia arriba admirando su gloria y cada uno se acusará de ignavia y de crimen. Entonces también los ángeles yendo de aquí y allá eligen de entre la caterva de los perversos a cada uno de los píos y dignos de Dios y, dejando al lado izquierdo las cabras fétidas, colocarán a la derecha las ovejas tan amadas de su pastor y sucederá  todo lo que describe la palabra divina[192]. Mejor que explicarlo nosotros hablando cada uno, sea fijándose en la narración, sea reflexionando en su interior o simplemente estando en silencio, podrá alcanzar cuanto el Espíritu le quiera dar. [613]

 

Algunos opinan que Cristo vendrá a medianoche, otros piensan que vendrá de madrugada.

Capítulo XV.

Ya que hemos hablado, de acuerdo a lo que pudimos, del lugar a partir de lo queDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 613 enseñan los antiguos, tampoco debemos dejar de lado el momento del juicio. Sin embargo, que no se rían de nosotros los astrólogos, ya que estamos buscando la hora del juicio, tenemos que tener en cuenta de la ubicación de la urbe de Jerusalén donde será la reunión futura del juicio. Sabemos, de otro lado, que en las diversas partes del orbe puede darse al mismo tiempo la noche, el mediodía y la aurora. Pues, la mayoría de los santos transmitieron en sus escritos que la futura venida de Cristo será a medianoche. Esto lo dicen por la parábola de las diez vírgenes que vienen a las bodas – y esto lo cuenta el Señor uno por uno – y a media noche se oye el grito que el esposo está llegando[193]. A partir de eso escribe Jerónimo que emana en la Iglesia antiguamente una tradición apostólica pidiendo que en la vigilia de Pascua los fieles no se retiren antes de la media noche, que así como el ángel golpeó a los egipcios pasando a medianoche, de la misma manera Cristo  vendrá a medianoche para la ruina de los impíos[194].  Jerónimo atestigua que Lactancio escribe de esta manera: Entonces se abrirá el cielo en medio en una noche intempestiva y tenebrosa de manera que en todo el orbe aparecerá como rayo la luz de Dios que desciende[195]. Esto lo dice la sibila en sus versos que en latín se podrían rendir de la siguiente manera:

Cuando vendrá aquel,

Habrá fuego

en las horrendas tinieblas

de la media noche.

Y esta es la noche que nosotros celebramos a causa de la venida de nuestro Rey y Dios con una vigilia. La razón para esta noche es doble: ya que en ella recibió la vida  cuando había padecido y luego recibirá el reino del orbe de la tierra. [pg. 614] Esto lo dice Lactancio. Lo mismo afirma Casiodoro[196]. Crisóstomo tambiénDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 614 recuerda que la resurrección futura será a medianoche[197]. En cambio,  otros creen que las pruebas se inclinan más hacia un crepúsculo futuro[198].

Verdad, que no hay que darle mucha vuelta al asunto porque no llevan a gran cosa. Ni se puede afirmar como cierto a partir de la Escritura que sea ante todo  el momento de la medianoche que apenas se puede entender así. Donde las virtudes de los cielos serán conmovidos, como dice el evangelio ni el sol ni la luna pueden desempeñar satisfactoriamente su cometido. Será, pues, bastante horrenda aquella noche, aquella que, al oscurecerse las luminarias celestes, envolverá a todo el orbe de la tierra en tinieblas y oscuridad. Es verdad que el evangelio decisivamente sugiere como que habrá un clamor a medianoche que a los inconscientes y no preparados mortales, como en el caso del ladrón, previene la venida de Cristo sonando la trompeta aquella terrible aguijoneando a los dormidos a que vayan al encuentro de Dios.

 

Del signo del hijo del hombre que aparecerá.

Capítulo XVI

Pero en el momento que vendrá el Señor aparecerá su signo en el cielo[199]. Ahora bien, gran parte de los Padres piensa de este signo de la siguiente manera: Entre los demás signos aterradores que indican la ya cercana consumación del mundo, aparecerá preclara en medio del cielo la figura de la Cruz que iluminará con la magnitud de su resplandor a todo el orbe aterrando a los impíos y consolando y favoreciendo a los piadosos. De este acontecimiento habla el mártir Hipólito de la siguiente manera: ‘Saldrá de oriente hasta occidente el signo de la Cruz y su resplandor superará al del sol anunciando la venida y la aparición del juez para que dé a cada uno según sus oras’[200]. Lo mismo dicen Orígenes y muchos otros afirmando que se oscurecerá el sol y en su lugar brillará la cruz en medio del cielo. Parece que también la Iglesia parece estar de acuerdo con esta interpretación ya que canta: ‘Este signo [p. 615] de la cruz estará en el cielo cuando vendrá el Señor para juzgar’.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 615Entonces las tribus de los hombres llorarán a gritos ya que no quisieron creer en el crucificado, especialmente los judíos que crucificaron  al Señor de los cielos, así como lo ha predicho Juan: ‘Mirad, = viene acompañado de nubes: = todo ojo le verá, hasta = los que le traspasaron, = y = por él harán duelo todas las razas = de la tierra. Sí. Amén[201].

Sin embargo, estas lágrimas serán demasiado tardías y estériles. Así las describe uno de sus propios sabios: ‘Luego vagamos fuera del camino de la verdad; la luz de la justicia no nos alumbró, no salió el sol para nosotros’[202].

En cambio, el llanto de los piadosos será muy distinto tal como lo refiere el profeta cuando dice: pg 615 mitad En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito…Y se lamentarán todas las familia, familias y  familias aparte[203].   Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y el Señor descargó sobre él las iniquidades de todos nosotros[204]. En consecuencia todos y cada uno crucificamos a Cristo el Señor con nuestros pecados. Por tanto, cuando se vea el signo de la cruz en el cielo todos lloraremos.

Si lo entendemos de esta manera lo que se ha expuestos sucederán antes de la resurrección general y la hora del juicio mientras que los portentos celestes aterran a los ojos de los que ya esperan la suprema calamidad[205].

Sin embargo, Crisóstomo piensa que el signo de la cruz será llevado por los ángeles como el estandarte regio de manera que esto indica a todos que se trata de la insigne majestad de Cristo que lo precede. Esta interpretación lo favorece también la voz de la Iglesia cuando canta: Los estandartes del Rey marchan adelante  resplandece el misterio de la cruz. El bienaventurado Jerónimo relata, como suele hacer, ambas interpretaciones  dejando al albedrío del  lector la opción de escoger. Pues si de ambas sólo escoge la segundo, debo [p. 616] confesar que me gusta más la primeraDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 616 interpretación viendo que se acomoda mejor a la Escritura  y al sentir de los Padres. Sin embargo, no rechazo de manera alguna la del Abulense que afirma que ambas interpretaciones son posibles: antes del día del juicio aparecerá el signo de la cruz por varios días, sin embargo, en la misma hora del juicio precede al Cristo que viene de una manera nueva y instila un terrible horror al la masa de todos los inicuos[206]. Pero los que aman la cruz y al crucificado, que piensan como aquel que no  se preocupaba de gloriarse sino en la cruz de Cristo[207], estos cantarán totalmente felices y triunfarán en aquel entonces sobre los enemigos vencidos, exaltando la mano vencedora de Cristo con máximas alabanzas porque en Dios pudieron vivir la virtud y él redujo a la nada a sus enemigos[208].

 

DE LA TROMPETA FINAL

Capítulo XVII

Con respecto a la resurrección general de los muertos y el descenso del juez supremo a la tierra se dará celeste y admirable y en los siglos pasados nunca fue oída una significación tal como lo reclama un hecho de tal envergadura. Esto lo resaltan las Escrituras de varios modos. Pablo escribe así: El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar[209]. Y en otro lugar: En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados[210]. Ese mismo sonido de la trompeta lo mencióna también el Señor en el evangelio: El enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro[211].  Por eso Sofonías llama aquel día el día de la trompeta: Día de ira el día aquel, día de angustia y de aprieto, día de devastación y desolación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado [pg. 617] y densa niebla, día de trompeta y de clamor, contra las ciudades fortificadas y las torres de los ángulos[212].

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 617En cuanto a la trompeta, tenemos que aceptar este mismo sonido se da en el evangelio a media noche avisando que el esposo viene a las nupcias y las vírgenes, avisadas, corren al encuentro del que se acerca presurosamente[213].  También resuena su propia voz, así dice el Hijo de Dios: En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los  que la oigan vivirán. Y más adelante: No os extrañéis de esto: les digo que llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz  y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio[214].

Esta voz, o clamor o clangor o trompeta Job creó que habría que llamar el trueno de Dios, como enseña Gregorio, donde habla preguntando: Y el trueno de su potencia, ¿quién lo captará?[215] Abundantemente podemos aprender así cuál será aquella voz estupenda a la que las divinas escrituras resaltan con esta amplia gama de palabras.

Pero la última trompeta, y por eso Pablo dice que habrá otras trompetas anteriores, de esta sétima y última trompeta dice la Escritura: … en los días en que se oiga la voz del séptimo Ángel, cuando se ponga a tocar la trompeta, se habrá consumado el Misterio de Dios[216]. Se suele investigar en las escuelas cuál será ese sonido y clangor de la trompeta. ¿Será visible y corporal o más bien sólo en el entendimiento? Se afirma, pues, que el reino de Dios se formará con la misma velocidad y potencia que obró cuando Dios dijo: «Haya luz», y hubo luz[217]. Pues, parece a algunos que Gregorio[218] no acepta ningún sonido externo sino tilda con el nombre de trompeta, clangor, sonido por la vehemente y súbita eficiencia de la presencia del Salvador querida por él mismo. Santo Tomás está de acuerdo con sus palabras o más bien con su dictamen.  A san Anselmo y a otros les parece más probable lo contrario [pag. 618], sentencia que a mí personalmente me parece realmente cierta[219]. ¿Qué es lo que pasa que dejanDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 618 de lado a Pablo que habla de la trompeta y repite que la trompeta sonará queriendo expresar que se tata del sonido real y no a una metáfora? ¿Acaso no va en esa dirección también la insistencia precisa: a la orden de Dios, a la voz del arcángel, al sonar la última trompeta? ¿Acaso no hubiera sido suficiente si diría que era la orden de Dios si fuera cierto que de esta manifestación de la voluntad no quiso indicar otra cosa exterior? Todo esto lo relacionamos con la promulgación de la ley cuando Dios trajo fuego y sonido de trompeta[220] cuando sabemos que también durante la efusión del Espíritu de gracia de manera similar le acompañaba fuego y sonido fuerte cuando bajaba el Espíritu Santo[221]. De repente había un ruido como una ráfaga de viento. Si Dios lo creó en su sabiduría oportuno añadir a la manifestación de la ley o de la gracia con mayor razón hemos de pensar que la venida última y más grande que según la Escritura está acompañada de fuego y del sonido de la trompeta,  no fue una cosa solamente perceptible por el entendimiento sino que se ha de manifestar a todo el género humano por el fuego  exterior y el sensible sonido  y este fuertísimo, como se asigna con razón a la trompeta. ¿Cuál fue la razón, para añadir un  argumento más, aquella voz potente con la cual llamaba para resucitar al muerto: Lázaro, ven afuera, sino para que se manifieste el poder del hombre y Dios también con un clamor exterior? Si fue necesario aplicar tanto esfuerzo para llamar a un hombre a la vida mortal y caduca ¿cómo no vamos a creer que no habrá que resonar la voz de la misma majestad divina para llamar a todos los hombres a la vida eterna con excitación admirable? En aquel entonces actuaba como hombre entre hombres por eso convenía que por eso mismo uso de la voz se conozca el reino divino. Eso es cierto.

Pero no faltarán vivos y sobrevivientes, como lo vamos a demostrar en seguida en cuyos oídos resonará la voz de Dios convocando a la vida a los muertos, esa la  misma voz que llamaba [619] desde el cielo a Saulo[222], y manifestó la glorificación, tampoco la faltará la voz cuando lo reclama la magnitud del evento. ¿Qué se puede pensar que sea más grande o sea más digno de la voz de Dios que la convocación de la total naturaleza humana universal para alcanzar su fin eterno?

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 619Será, pues, la verdadera voz del Hijo de Dios que ordena que se presenten todos los mortales: esta trompeta, como dije que se llamará así por lo vehemente y potente sonido que  permeará todos los espacios de la tierra. Esa voz la escucharán todos los que están en lo sepulcros y con una increíble  celeridad obedecerán las órdenes del rey eterno. Pero ¿por qué habla Pablo de la voz del arcángel cuando Cristo  dice que es de él? ¿Acaso una la voz de Cristo que ordena como juez y otra del arcángel como del voz del heraldo que llama? Pensar así no aporta problema alguno porque una misma será la voz de Cristo que ordena y del ángel, como es el mismo canto que canta directamente  y el que suena de la boca de un tubería. Ahora bien, los que en el séptimo ángel que toca la trompeta parecen entender muy bien que se trata de Cristo, esos mismos  no rechazarán a aquel arcángel como príncipe de todos los ángeles[223].Teofilacto añade a un tercero[224]. La orden, dice de Dios, hará que la tierra devuelva los cuerpos transformados para  inmortalidad. Para que todos sean reunidos en un lugar, los que están dispersos en diversos lugares, esto lo hará la voz del arcángel ayudándole los ángeles.

 

Del ministerio de los ángeles en la resurrección general.

Capítulo XVIII

Aquí quizás  me pida alguien que trate de la resurrección de los muertos ya que así seguiríamos el orden de la exposición. No creo que deba hacer eso que no me lo  impone ni la naturaleza de mi tarea ni  haga obligación al respecto. Nadie deseará evidentemente la tarea cuando se trata de un argumento [p. 620] que ha De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 620sido tratado abundante y espléndidamente por tantos Padres. Pues, el mismo Pablo podría bastar ya que no  omite nada para persuadir e ilustrar esta parte de la fe cristiana como una parte como de las más importantes. Además está Ireneo contra los heréticos  marcionistas y seleucianos y contra otros que niegan la resurrección[225]. Están Epifanio y Jerónimo contra los origenistas que rechazan la resurrección de la carne[226]. Está Teodorito para los griegos y de parte nuestra Agustín y entre todos, exactísimo como suele ser, Tomás  contra los griegos y los sabihondos de este mundo que ridiculizan la simplicidad de la fe cristiana en la resurrección de los cuerpos[227]. Sin olvidarnos que  el mismo Cristo enseñó  la resurrección con divina autoridad a los saduceos que la niegan[228].

Por eso en esta obra más bien hemos dicho que nos dedicamos a la exposición de los hechos futuros en los últimos tiempos y no tanto el análisis de las maravillas correspondientes.  Por eso no pensamos hablar ni de la naturaleza y característica de la resurrección, ni del fuego de los condenados, ni de la gloria de los bienaventurados. Estaremos contentos si podemos contribuir algo a la comprensión de la historia.

Pues, Crisóstomo distingue muy bien  lo que hacen los ángeles y lo que hace Cristo en la resurrección general. Es tarea de los ángeles de congregar a los hombres; el resucitar a los que duermen pertenece exclusivamente  a la divina omnipotencia y majestad de Cristo. Escuchemos como narra las palabras de Pablo: Lo que sucede en presencia de un rey así sucederá entonces respecto al ministerio de los ángeles con ocasión de la resurrección. Dirá que resucitarán los muertos. Dirá: resuciten los muertos. Y sucederá pero los ángeles no tienen alguna intervención al respecto. Pero las mismas palabras: Es como cuando algún rey lo ordena[229]  [pg. 621] entonces saldrán los encarcelados y los cautivos y los ministros los traen. Aquellos luego no lo hacen  por autoridad propia sino porDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 621 la orden recibida. Sin embargo, creemos que se trata de un arcángel que está a la cabeza y ordena a los demás ángeles enviados al orbe y es que les ordena: Preparad a todos  porque llega el juez. Y luego: ¿Cuando descenderá por cuya gracia somos llevados? Una gracia y gran honor. Pues, cuando el rey ingresa a la ciudad los que son ilustres saldrán fuera a su encuentro. En cambio los que son culpables y reacios temen el juicio y  esperarán al juez en el interior. Por eso sucederá como lo tiene el evangelio: enviará a sus ángeles con la trompeta y reunirán a sus elegidos[230]. En cuanto a la resurrección servirán como que intervienen cabalmente, así trasmiten escritores de renombre, recogen la materia y la arreglan, es decir, reúnen los polvos de todas partes y los juntan. La multitud de los ángeles activos se ocupará de esta tamaña tarea. Con todo, para que el espíritu ingrese a estos huesos secos y juntados, como dice Ezequiel, esto sólo le corresponde a la voz de mando que dice: «Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan».[231] En seguida, cada uno estará en pie premunido  con sus propios huesos, cubierto con su piel y vivificado con su propio espíritu; lo que por lo demás le será ordenado se haga. Entonces será tarea y misión de los ángeles el convocar y llevar a todos los hijos de Adán a la reunión general, al lugar del juicio general designado por Dios. Esto lo realizarán con una celeridad increíble, tal como el apóstol afirma que no será más rápido un pestañar de ojos que la resurrección de todos[232]. La agilidad en llevar y reunir a los cuerpos resucitados  que tienen los ángeles lo demuestra claramente el ángel aquel que tomando a Habacuc por la cabellera lo llevó desde Judea a Babilonia junto con su comida[233]. Primero, pues, resuena la voz divina de Cristo ordenando la resurrección de los muertos. Luego será misión del gran arcángel de avisar a los ángeles y ordenarles para que realicen rapidísimamente lo ordenado. [622] Estos se reparten expeditivos en la diversas partes del mundo, De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 622las más vetustas y alejadas, y cogiendo en todas partes el polvo aunque esté escondido y dispersado. Entonces los muertos levantados por la fuerza divina escucharán la misma voz del Hijo de Dios. Sucede al mismo tiempo que vivan y que escuchan la voz por la cual viven... Así suele  suceder en el sueño. El que duerme se levanta al escuchar una voz impetuosa. Es levantado y al mismo tiempo se levanta como le sucedió a  Samuel que escuchando  la voz respondió: Aquí estoy[234]. ¿Qué espectáculo será aquel cuando la tierra devuelva sus muertos, el mar los suyos[235] y el género humano comenzará a reunirse desde las diversas regiones del mundo en el valle del juicio? Todos estarán atónitos, todos con espanto, con el rostro decaído, y no habrá diferencia de edad o de gloria o de falta de nobleza anteriores. ¡Somos unos ciegos que no vemos estas cosas tan grandes e ilustres y nos lanzamos con terca ineptitud a la vanidad de esta vida!

Pero viene a la mente la pregunta: ¿cómo es que, cuando todos los mortales nos reunimos in aquella asamblea, el Señor dice que sólo los elegidos han de ser reunidos por los ángeles?[236] ¿Acaso no se reunirán también los impíos? Ciertamente se reunirán ya que la Verdad ordena que se han de congregar ante él todas las naciones y han de separarse los buenos de los malos. Estarán  presentes, pues, sin duda todos los hombres al mismo tiempo, los que existen, existieron  y los que entonces sobrevivan. Realmente hay que admirar la manera apropiada de la Escritura divina. Cuando habla de todos sin distinción en general dice que se reunirán todas las naciones. Cuando trata  de los elegidos dice que ellos de manera especial han de ser congregados por los ángeles para que comprendamos que los elegidos serán llevados por el benévolo y dulce ministerio  de los ángeles. Los inicuos, en cambio, serán tratados como los condenados a las naves a remar, son forzados por la fuerza y por el puño, todo eso quizás obra de los ángeles malos. Por eso parece también que no se dice que los impíos resucitarán en el juicio[237], sino que revivirán más bien [pg. 623] llamados para la muerte de la que han sido propiedad durante la vida. Ellos carecerán de la vida eterna para siempre.

 

En el momento de la venida de Cristo para el juicio ¿se encontrarán algunos que aun no han muerto?

Capítulo XIX

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 623Mientras tanto entre los vivos se da este gran  cuestionamiento, cuestión que de ninguna manera podemos dejar de lado. Se pregunta si juntos esperarán al juez los que quedarán en ese momento con aquellos que ya han sido resucitados. Con mayor precisión: si quedan algunos vivos corporalmente en el momento de la resurrección general o será realmente necesario que antes todos hayan dejado la vida para que sea común la resurrección. Si todos estarán muertos, la cuestión ha sido solucionada. Cuando todos juntos son llamados a la vida entonces también juntos se reunirán en la espera del juez. En cambio, si a algunos la última hora encontrará en vida ¿acaso no existe la duda que por ministerio de loa ángeles también se reunirán en el mismo lugar ya que expresamente dice la Verdad: Y serán reunidas ante él todas las naciones[238]? Se presente una doble pregunta: Una, si realmente algunos de los mortales pasan sin morir a la inmortalidad; la otra, si la resurrección de todos los que resucitarán se dará en el mismo punto. No da lo mismo. Hay, pues, quienes que creen que todos juntos resucitarán, y hay quienes creen que algunos nunca morirán. Finalmente hay quienes quieren que todos morirán y resucitarán, pero no todos al mismo tiempo. Célebre y antigua es la opinión de muchos varones grandes que creen que estarán vivos muchos hombres en el momento de la venida del juez, quienes así como son encontrados vivos son juzgados y según los diversos méritos serán transferidos a la vida eterna o a la muerte y eso sin que haya separación de cuerpo y alma. Pues, los que afirman que la cuestión sólo trata de los justos[239] y [pag. 624] no de los impíos, así insisten, como si constara entre todos que los impíos todos morirán. Aparentemente no han leído en la carta deDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 624 Jerónimo a Minerio y Alejandro tantas veces citada[240]. Ahí, antes de todos cita a Teodoro Herocleoto que transmite que a todos los justos e inicuos que el día del Señor encuentra remanentes pasarán  a la incorrupción sin que medie la muerte. Esta es la misma opinión de Apolinaris y de Diodorus. Tampoco esté muy lejos de ellos  San Ambrosio cuando escribe: No todos los que son encontrados en cuerpo serán transformados ya que sólo los santos alcanzarán la gloria de la bienaventuranza[241]. Eso quiere decir que el santo opina ciertamente que se encontrarán también a los impíos en cuerpo. Tampoco veo porque algunos piensan que los justos sin morir pasarán a la inmortalidad y rechazan la opinión que los impíos también serán traspasados sin morir a los suplicios eternos de la muerte. Que esto suceda así no trae contradicción y tampoco las Escrituras hablan más de la muerte de los inicuos que la de los justos. Más bien hablan  de la muerte común de los hombres porque son hombres[242]. ¿Acaso no leemos como se parte la tierra bajo los pies de Datán y Abirón y abrió su boca y devoró a los impíos con sus tiendas y todas sus posesiones? Descendieron vivos, dice la Escritura, como cantamos también en el salmo[243]. Si creemos que aquellos impíos pasaron a la muerte eterna con cuerpo y alma sin que haya muerte temporal, ¿acaso no damos la impresión que opinamos algo contrario a la Escritura? Es más, San Epifanio anima a creer esto a partir de la misma Escritura[244]. Por eso puede darse lo que cierto profeta está pidiendo, que venga la muerte sobre ellos y que desciendan vivos al infierno[245]. Dice que  a la muerte eterna sean entregados  a aquellos que vivos en cuerpo son llevados al infierno, a los castigos eternos. Nada, pues, prohíbe que si los justos no han de morir que también los malhechos, sin que separe primero el alma del cuerpo, y así [pag. 625] experimenten el estado de su infelicidad. Por De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 625tanto, lo que  creen que con la muerte de los impíos aportan un argumento vigoroso, no avanzan de esta manera en su causa. Aquellos antiguos escritores los influenció  una lectura distinta de la primera carta a los corintios. Pues allí dice que todos reviviremos pero no todos seremos transformados. Sus códices griegos  más bien traen: no todos dormiremos, sin embargo, todos seremos transformados. Esta lectura y opinión que los que se encontrarán vivos al momento de la venida del Señor no morirían, la siguen Juan Crisóstomo, Teofilacto, Teodoreto, Oecumenio[246]. En contra está Orígenes que tiene la misma lectura pero una interpretación muy distinta, como refiere Jerónimo[247]. Lee que no todos dormiremos, sin embargo, cree que todos han de morir corporalmente. Interpreta el dormir y el sueño como caída después de haber recibido la fe. De esta caída resucitarán por la penitencia. Y los que son mencionados por Pablo como muertos en Cristo, los que hicieron penitencia. En cambio, los vivos y los que son llamados como los que quedan no han caído después del bautismo y de este número forma parte Pablo. Pues realmente  Orígenes parece no hacer otra cosa que darle poca importancia puesto que mezcla y confunde todo y trastoca el sentido histórico y verdadero con excesiva alegorización.

Pero la lectura verdadera y auténtica ya ha hecho saltar en pedazos antes la duda ya que ha sido juzgado nuestra opinión, es decir, la Vulgata latina, como cierta e inviolable de parte del Concilio Ecuménico[248]. Esto lo tienen también varios y muy corregidos códices de los griegos. Testigo el muy docto Dídimo y también Arcacio de Cesarea que abundantemente intentan convencer que todos han de morir ya que está escrito: Así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos serán vivificados. Lo demás de nuestra interpretación [pg. 626] lo prueban otros y lo  prefieren como corresponde. Con todo creen que no todos sucumbiránDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 626 aludiendo a otro pasaje de Pablo en su carta a los Tesalonicenses escribiendo de la siguiente manera: Os decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron. El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor[249].

Comentando este pasaje Epifanío transmite un doble modo de la resurrección futura. Uno sucede después de la muerte y otro sin muerte y por arrobamiento. El que es arrobado, dice, no ha muerto aún[250]. Por eso, en otro lugar afirma que la profecía y el ejemplo de este tipo de resurrección se encuentran en Henoc y Elías, opinando que estos nunca han muerto sino que sin morir pasarán a la gloria de la inmortalidad. De la misma manera piensa Jerónimo[251] cuando Santa Marcela le preguntó  al respecto, por qué, aunque Elías y Henoc han de morir según el Apocalipsis, Pablo afirma  que algunos de los santos nos morirán. A lo que responde a partir del mismo contexto del Apóstol, o contenido como lo llama él, que de manera muy clara consta que a los que la venida de Cristo encuentre vivos no gustarán la muerte y serán arrebatados al encuentro de Cristo con el resto de los que resucitarán. No está de acuerdo con la muerte de Henoc y Elías sino más bien hay que buscar en el Apocalipsis algún sentido espiritual cuando habla de su muerte[252]. Esto lo piensa aparentemente también Agustín[253], citando el mismo pasaje de Pablo y afirmando que se les concederán a algunos al final no sentirán la muerte por el cambio repentino sino que juntos con los resucitados  serán arrebatados al encuentro con Cristo en las nubes[254]. Lo que en los [pg. 627] los libros de Civitate escribió, más tarde lo corrigió o lo explicó.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 627En nuestros tiempos hay algunos varones doctos[255] que piensan al respecto como los Padres. Su opinión recibe un fuerte apoyo. Como lo dice Agustín en otro lugar donde señala que es la misma regla de fe cristiana que nos hace afirmar: Cristo vendrá para juzgar a vivos y muertos[256].

Habrá, pues, hombres vivos a los que junta el juicio general con los muertos, esos muertos como comprendemos serán entonces resucitados. En otro lugar se habla sólo de vivos o de muertos pero no habrá un juez para ambos al mismo tiempo. Es que las Sagradas Escrituras nos ordenan de esperar la venida de Cristo e ir a su encuentro y hasta apurarnos[257]. Si no hay vivos en el futuro en el momento de su venida escuchamos esto es en  vano porque no puede referirse a nadie nunca. ¿Por qué su venida es comparada a un ladrón? ¿Por qué el diluvio de Noé? ¿Cómo los cogió a todos desprevenidos si nadie quedará en el futuro? Diodoro utiliza este argumento y me parece que no carece de fuerza.  Es que excede toda medida razonable el hablar de la espera del que ha de venir, si no se encontrará a nadie que ha quedado. ¿A qué esta exhortación: Como el rayo sale de oriente y brilla hasta el occidente así será la venida del Hijo del Hombre[258]? Realmente si  todo antes han de morir, entonces parece por gusto recordar esto y muchos otros pasajes para prevenir la previsión de los fieles cuando para todos bastaría sólo una cosa: Vean que no acojan ni veneren a nadie en lugar de Cristo. Cristo no vendrá hasta que todos los mortales serán eliminados de la tierra. Pero no exhorta de esta manera. Más bien quiere que los suyos lo esperen atentos y preparados y en suspenso y no haya ofensa por estar entregados al vientre y al lujo como los demás hijos de este siglo. [pg. 628]

 

Habrá algunos sobrevivientes cuando Cristo venga. Se puede defender sin peligro para la fe que sin morir serán transformados.

Capítulo XX.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 628Por tanto, a partir del testimonio de las Escrituras y a partir de cierto razonamiento que conste que no habrá terminado la humanidad antes del fin del mundo. Cuando venga el juez de los hombres es necesario que también entonces existan y queden  hombres cuando aquel vendrá para ello  a los que todavía no ha tocado hasta ese momento la condición de la muerte. Constando eso y no se puede negarlo, parece  fácil dar un paso más, es decir, los hombres aquellos han pensar nunca y de ninguna manera como que fallecerán. Pues, si estarán vivos hasta el momento de la venida de Cristo, si también junto con los muertos en Cristo que han sido devueltos a la vida, serán arrebatados al encuentro de Cristo en los aires y estarán siempre con él, no es el momento de sentir la amargura de la muerte, pues, ¿ para qué mueren si enseguida vivirán? Con todo algunos, especialmente  muchos de los autores más recientes  rechazan violentamente esta opinión de los antiguos, algunos la aceptan como piadosa y segura, sin embargo, rechazan como improbable y frívola la opinión posterior  de otros Padres  que se sufrirá la muerte en el momento del rapto[259]. De esta manera piensan que todos los hombres, los piadosos y los impíos, saldrán de la vida antes de la resurrección  general de los muertos. Pronto serán resucitados junto con los demás y eso simultáneamente. Entonces finalmente los justos y los impíos irán al encuentro de Cristo. Serán abandonados abajo los malvados donde esperarán un final  tristísimo.  Aquí afirman que una sola resurrección de todos es profetizada en las Escrituras y en el mismo momento. Luego dicen que el fuego precede la venida del juez  y incendiará al mundo entero y luego no quedará nadie de los mortales. No parece poder creerse que el fuego lo va a devastar el universo y todavía quedaría tanta multitud de los hombres.

Al respecto piensan que se da el caso que muchos de los justos [pag. 629] algo de mancha han adquirido en la convivencia humana ¿cómo podría ser que losDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 629 justos todos serán llevados al encuentro con Cristo arriba cuando gran parte no ha sido purificada? ¿Quién te convencerá que entonces estarán purificados? A partir de estas y otras razones concluyen que se dará la muerte de todos antes que suene la trompeta de la resurrección en el mundo. Sería probable esta opinión y se acomodaría bien a la inteligencia si Pablo no diría lo contrario. Pues éste abiertamente  proclama y se apoya en la palabra del Señor afirmadno que habrán quienes vivirán y quedarán los que permanecerán y entre ellos los muertos en Cristo serán una categoría y se constata que los muertos resucitarán primero.  Luego, los que queden y viven todavía (pues consta que en su persona traslada la causa de aquellos) luego de haberse realizado la resurrección de los demás ellos junto que aquellos irán  al encuentro de Cristo. Te pregunto, lector, ¿qué es eso que resucitan primero? Y luego, ¿eso de que los que quedan al mismo tiempo serán arrebatados? ¿Qué significa eso de primero y eso de luego? Si esto no establece un orden entre ellos, no se puede entender, no hay nada razonable en lo que dice Pablo. Ellos dicen que si establece un orden pero entre la resurrección  de aquellos y el rapto o el ir al encuentro de estos. Bien. Pero si todos resucitan al mismo tiempo ¿por qué se dice que estos resucitan primero? Si aquellos ya han muerto antes de ser arrebatados ¿cómo dice que nosotros que vivimos, los que permanecemos seremos arrebatados juntos? Está claro que el que  es arrebatado no está muerto, para que sepan como dice Epifanio: ¿Cómo es que en otro lugar tú demuestras que Elías y Henoc no han gustado la muerte sino que han sido arrebatados al cielo como dice la Escritura? Ahora bien, si han gustado la muerte después de haber sido arrebatados lo tienes que afirmar y negar a partir de otras fuentes. Finalmente las luminarias de la santa Iglesia, ellos que son genios potentísimo: Agustín, Crisóstomo, Ambrosio, Jerónimo y otros muchos que han explicado este pasaje con gran despliegue no pudieron [pag. 630] entender otra cosa de lo que  afirmaDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 630 el apóstol, de que los santos remanentes luego de la presión de la última tribulación, vivos en su cuerpo esperarán hasta que los demás santos muertos en el pasado  resuciten y luego así todos unidos  cuando venga el Señor de los cielos para juzgar el orbe, serán arrebatados  en los cielos y irán al encuentro. Agustín   afirma[260] que largamente ha investigado en este sentido y, tomando en cuenta todo respecto al pasaje de Pablo, que no se puede dudar de la vida de los santos hasta ese arrebatamiento. Más bien admite que algunos habrá que nunca gustarán la muerte en lugar de verse obligado a negar una sentencia  evidente de la Escritura que no se puede resolver de otra manera. Por eso, convencido estoy aquí de manera que no puedo entender de las palabras apostólicas otra cosa que los santos encontrados vivos, cuando los demás resucitan, para que juntos todos irán al encuentro en los aires con el Señor que desciende.  Ahora bien, lo que dicen unos censores austeros que en estos tiempos no se defiende como segura la opinión de Crisóstomo y de otros (y nosotros lo la defendimos) con todo, no le vemos peligro alguno al respecto. Tampoco vemos por qué aquella opinión de Crisóstomo y de Jerónimo pudieron ser consideradas verdaderas más bien en aquel entonces y no hoy, ya que  desde entonces la Iglesia  no ha definido nada ni a favor de una ni a favor de otra sentencia. Más bien un autor escribiendo sobre los dogmas eclesiásticos, y su autoridad no es poca, Jerónimo y Oecumenius Graecus y entre los posteriores el Magister y el mismo Tomás afirman que ambas opiniones son católicas y pueden ser defendidos sin poner en peligro la fe[261]. Pues lo que cita el señor Scotus que Jerónimo ha afirmado que  la sentencia de la Iglesia se adapta más a la opinión  que todos moriremos de muerte común y no todos seremos transformados en gloria, con la venia del hombre doctísimo, estas no son palabras de Jerónimo sino del herético Acacio Cesarlensis [pg. 631] respecto al cual actúa Jerónimo  como  intérprete de fiar y que está lejos de definir el asunto en esa carta comoDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 631 claramente afirma que él no desea decidir nada en un asunto tan ambiguo in que lo deja totalmente al juicio del lector. Lo que él mismo piensa lo ha expuesto abundantemente en otra carta a Marcela, como hemos mencionado más arriba[262]. Pues hay muchos y claros testimonios de la Escritura  que enseñan la muerte general de todos los hombres. Pueden ser comprendidos y explicados como  ellos lo explican ya que quieren que Henoc y Elías estén exceptuados de esa ley de Dios por un especial privilegio, que la pena de muerte debido a la culpa original no la han experimentado por  beneplácito de Dios, ya que las Escritura  transmiten especialmente la vida  de estos santos postreros hasta la venida de Cristo, no hablan de la muerte ni antes ni después. Pues de Elías y Henoc está claramente escrito en el Apocalipsis que serán asesinados por el Anticristo como lo enseñan varios de los santos y cómo, si no me equivoco, hemos demostrado en su momento.

 

Se ajusta más a la Escritura que también aquellos que encontrará Cristo en vida, en el arrebatamiento mismo y no antes serán transformados interviniendo la muerte.

Capítulo XXI.

Aceptamos con mucho gusto que las cosas que pueden explicarse sin hacer excepciones de las leyes divinas, son más fáciles de entender respecto a lo que dice la Sagrada y Arcana Escritura  de la muerte general de todos, así como lo tienen. Es que  se ajusta esta sentencia más a la razón y es apoyada por la autoridad de muchos e importantes Padres. Entonces habrá santos postreros remanentes cuando los demás resuciten. Juntos serán arrebatados en las nubes al encuentro de Cristo.  Esto lo dice Pablo. Pero en el mismo arrebatamiento, ya que deben ser transformados, también experimentarán una muerte velocísima. Luego reciben la vida eterna y gloriosa. Esto no lo dice Pablo. Esto lo dice Ambrosio[263], esto lo dice Agustín, [p. 632] lo dice Anselmo cuya autoridad no De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 632puede ser considerada como poco importante: En ese mismo arrebatamiento se dará la muerte, como quien se duerme de manera que el alma que ha salido regresa en el mismo momento. Cuando serán arrebatados morirán para que llegados al Señor reciban en la presencia del Señor sus almas porque los muertos no pueden estar con el Señor. La conclusión de Agustín después de larga y ardua investigación es la siguiente:  Se suele preguntar si aquellos a quienes en ese momento Cristo encuentra vivos y que el apóstol  personalmente junto con aquellos que con él vivían son transfigurados, si nunca morirían o si en este momento, cuando sean arrebatados en las nubes al encuentro con Cristo, pasarían a la inmortalidad con una muerte vertiginosa. Tampoco se puede afirmar que esto no puede suceder que al ser transportados arriba, no pueden morir y revivir en este espacio de tiempo[264]. Y más adelante dice: Si creemos, pues, que los santos que serán encontrados vivos y arrebatados al encuentro de Cristo cuando venga, en el acto de ser arrebatados salen de sus cuerpos mortales y en seguida a ellos regresarán, entonces no tenemos ninguna problema respecto a las palabras del apóstol cuando dice: Todos resurgiremos o todos dormiremos[265]. Las palabras de Anselmo, igual como sucede frecuentemente, así como Beda, son las mismas de Agustín cuando comenta la primera carta a los tesalonicenses[266]. Escribe así: Lo que realmente es pertinente a estas palabras actuales (estas son las palabras de Agustín a Dulcitio[267]) parece que el apóstol  afirma que algunos al final de los tiempos cuando venga el Señor y cuando se dará la resurrección de los muertos, no morirán sino serán encontrados vivos en aquella inmortalidad que se les dará a los santos, serán repentinamente transformados y juntos con los demás arrebatados  en las nubes. Sin embargo, veamos que esto o sea contrario a esta interpretación lo que escribe el apóstol mismo: Todos [pg. 633] resucitaremos. Entonces si los santos (y estas son las palabras de Agustín en sus libros deDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 633 Civitate) son encontrados vivos  en la venida del Cristo y cuando viene son arrebatados a su encuentro, creemos que esto sucede en el mismo arrebatamiento. Y los demás… esto ya se ha anotado.  ¿Por qué estos Padres juzgarían que también los santos habrían por alguna razón de gustar la muerte entonces que serán arrebatados? Ellos lo exponen ampliamente. Pues, vamos a urgirlo con la Escritura misma. Está escrito que está establecido que los hombres han de morir una vez y después de ello el juicio[268]. Pablo dijo que de este estatuto ni el mismo Cristo ha sido liberado. ¿Quién entonces osará asignar a quienquiera de los santos lo que  no se ha concedido al Hijo de Dios mismo  quien era dueño de su alma? También está escrito: ¿Quién es el hombre que vivirá y no verá la muerte?[269] También lo que dice el pasaje frecuentemente citado por los Padres: No será vivificado si no muere antes y todos resucitarán. Y como todos mueren en Adán así todos serán vivificados en Cristo[270]. Y en otro lugar  el mismo apóstol dice: Sabemos que mientras estamos en este cuerpo tenemos la voluntad de salir más bien de este cuerpo para estar presentes ante al Señor. [271]

Esto los comprenden perfectamente todos los hombres y no hay razón porque los últimos sucesos prevalezcan en este rubro ya que aquellos que tienen las primicias del Espíritu se consideran como gimiendo bajo el peso y sometidos a la vanidad y a la muerte[272]. Ahora bien, la cuestión si se dará la muerte velocísima antes de la resurrección de los demás de manera que  resucitan juntos como opinan Tomás y otros más o si más bien se da la muerte en el arrebatamiento mismo como les parece a Agustín y también a Ambrosio, no me preocupa mucho con tal que se respeten las palabras paulinas que indican que los santos están vivos cuando resuciten los muertos anteriormente. Pero no preceden al encuentro de Cristo por el poder de una resurrección vertiginosa.  De otra manera fue muy fácil para el apóstol de consolar así a los tesalonicenses: Nos os entristezcáis por los muertos [pg, 634] como si les hubiese sucedo algo peor. Ni los que vivimos y De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 634parecen permanecer no moriremos tampoco sin que antes todos mueren. Luego resucitaremos al mismo tiempo para que vayamos juntos al encuentro con Cristo. Pero no se expresó así sino más bien ha profesado que habrá vivos que quedan cuando los muertos resuciten.  Realmente la velocidad de la resurrección serán tanta que los vivos no pueden preceder a los muertos anteriormente sino que todos juntos ascenderán al encuentro de Cristo. Pues así si somos esperados por ellos, Dios ha provisto algo mejor para nosotros de manera que no serán consumados sin nosotros[273] y así dará igual si ellos esperados por nosotros para juntos seamos llevado al cielo, vayamos hacia el hombre perfecto en la medida de la edad de plenitud de Cristo[274]. Ellos resucitarán, nosotros seremos arrebatados y, sin  embargo, seremos arrebatados todos y resucitaremos todos. En contra, ¿el arrebatamiento al encuentro con Cristo que tiene de común con el cuerpo? ¿Por qué no más bien sea absorbido lo mortal por la vida y que se nos sobrevista con la morada que es de los cielos? ¿Por qué en el arrebatamiento son despojados y no más bien sobrevestidos?[275] Los que preguntan esto piensen en lo que les respondería  Pablo que desea y anhela lo mismo, que ciertamente habrá que salir del cuerpo, o mientras tanto, para que estén presentes ante el Señor. Conviene que la muerte prevenga al juicio particular de cada uno, conviene que  también haya juicio particular en el alma de  antes que se lleve a cabo respecto a los que están con cuerpo y alma. Debe realizarse el juicio particular antes que se pronuncie el juicio público. Ahora bien, si Pablo, arrebatado al cielo, escuchando palabras arcanas, no sabe si fue en el cuerpo o fuera del cuerpo[276], ¿hay que sorprenderse que aquellos que son arrebatados en la eterna felicidad, estén mientras tanto  un momento fuera del cuerpo para que el alma salido y libre para escuchar  antes las palabras arcanas, luego  regrese el alma glorificada al cuerpo y lo posea como inmortal y glorioso? Yo también creo que estos que son absorbidos vivos por el infierno (si se mencionan también quienes  en su cuerpo [pg. 635] han descendido allá como piensa Epifanio[277]), yo creo que ha acontecido la muerte yDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 635 serán juzgados en el alma, luego volverán al cuerpo para sufrir eternos tormentos. No necesito otra razón que lo establecido que todo hombre muere una vez y luego el juicio.  Tampoco creo que ni Elías o Henoc ni nadie de los hombres que sean inumes de la muerte para siempre cuando Cristo mismo ha orado de ser liberado y, sin embargo, la ha gustado[278]. Tampoco ha dispuesto para nosotros de manera distinta cuando se la impuso el Padre como ha enseñado a los suyos. Aplazará la muerte de Elías y Henoc pero a su tiempo en provecho de la Iglesia y con la alabanza de Cristo saldarán la deuda tanto tiempo aplazada como piensan muchos Padres. Sin embargo, dicen que si en arrebatamiento van al encuentro aquellos últimos, no será simultánea la resurrección de todos. Yo, en cambio, pregunto cuál pasaje de la Escritura enseña que será simultáneamente. Dicen que es aquella, en el momento, en un pestañar de ojos, cuando suene la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y seremos transformados.  Con todo, no dice Pablo que todos los hombres resucitarán simultáneamente[279]. De otra manera ¿acaso no sería falsa la resurrección de aquellos santos que son mencionados en el evangelio de haber resucitado en la resurrección de Cristo y piadosamente se cree que reinan con Cristo de modo corporal?[280] No, en ese momento resucitarán todos que hasta ese momento yacían en la muerte. Así Ambrosio, al explicar este pasaje, simplemente dice que todos los santos resucitarán y que sólo los santos con aquellos justos  encontrados vivos serán transformados gloriosamente[281]. Por eso no propalan nada absurdo aquellos escritores escolásticos  admitiendo que la resurrección de los últimos justos  no se realizará simultánea con los demás[282]. Con todo, se puede decir que la brevedad de aquel misterio será tal, es decir, la resurrección, el arrebatamiento y la transformación que con razón se pueda comprender como si fueran simultáneos. De alguna manera podría ser. Pues, expresadas más rápidamente todas estas realidades serán realizadas por el inmenso poder de Dios[283].Sin embargo, [636] algunos discípulos de Santo Tomás se extrañan y lo consideran imposible de que en este  velocísimoDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 636 momento de arrebatamiento se pueda morir y revivir. Contesta a esto Agustín adecuadamente diciendo de que era mucho más admirable que se reúnan los antiguos polvos y que los muertos en todas partes resuciten, lo que precisamente Pablo dice que se llevará a cabo en un pestañar de ojos[284]. Y ciertamente  según su autor será concedida una demora mucho más breve para que mueran y revivan. Pues lo que objetan respecto a  aquellos que no se encuentran bien purificados, da lo mismo lo que quieras opinar:  Han de ser arrebatados de manera súbita sea cercano el momento y antes de ir al encuentro sea después del momento que vayan al encuentro.  Serán probados tantas veces y de tantas maneras los que permanecerán entonces de manera que no retendrán mancha alguna ya que especialmente han sido purificados y hervidos por aquel fuego por el cual se revelará  el día del Señor de acuerdo a Pablo. Eso lo dice también San Gregorio[285] de aquellos que en el momento del juicio se encuentran vivos corporalmente: Serán hervidos por el pavor mismo si hubiera quedado alguna leve huella de los vicios. Cita así: “Cuando se yergue temerán los ángeles, pronto serán subyugados y aterrados serán purificados[286], entendiendo que los ángeles serán los santos predicadores. Pienso que ya he explicado por qué aquel fuego no los habrá consumido entonces a todos  ya que los buenos imbuidos de la virtud divina no sufrirán nada sino quedarán ilesos como los jóvenes en Babilonia. Esto lo transmite también Agustín. Y si el fuego aquel venga antes del juez y consuma a la tierra y el mar, de ahí se sigue en seguida que ninguna parte del orbe será inmune mientras que el juez descienda para inquirir las causas de todos. Se puede pensar con probabilidad que comiencen  los incendios de aquel fuego antes de la venida del juez y no consuman todo, sin embargo, hasta que por el edicto eterno hagan su obra en el cuerpo y el alma de los impíos. Finalmente disputan algunos escolásticos sobre el cese del movimiento celeste y luego de movimiento vital en el momento mismo deDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 637 la resurrección, [pag. 637] del sol y de la luna en ese tiempo, describiendo su lugar y su figura, y como avanzan, de manera que designan el plenilunio y el equinoccio de la primavera  y el crepúsculo  como el tiempo del juicio final. No veo en que se apoyan.  Cuando las fuerzas de los cielos serán conmovidas[287], como dice la Verdad, dependerá no de la ley acostumbrada de los movimientos sino de la voluntad de Dios, también en los tiempos del juicio final, la realización y la vida con todo el orden de las cosas.

 

El orden de las cosas que se dan en el último día, nadie definitivamente lo puede saber ahora. Algo por mientras puede parecer muy probable.

Capítulo XXII

He expuesto en este tema tan oscuro lo que pienso. Sin embargo, cuando se trata de cosas que ignoramos ni se encuentran claramente en las Escrituras, conviene ser sobrios, como exhorta Pablo[288] para que no nos apoyemos demasiado en nuestras opiniones y perdamos la certeza de las cosas mismas. Pues, si queremos ser cristianos, conviene que creamos en la resurrección de los muertos cuando venga Cristo para juzgar a vivos y muertos, como lo dice claramente Agustín en este punto[289]. Pero no es vana nuestra fe que, aunque sea algo del futuro que no podamos comprender perfectamente. Pues cómo será el futuro que ahora a medida de nuestras fuerzas de raciocinio suponemos como será realmente, imposible para que podamos saberlo.

Esto lo recomienda la documentación cristiana y también la razón de la prudencia humana. Cualquiera que está medianamente dotado, cuando le cuentan una historia o cuando le describen caminos y ciudades por donde irá, si le suceden cosas difíciles que no capta suficientemente y las cosas que se contradigan entre sí en su apariencia, [pag. 638], si hay que considerara digno de fe lo que escucha o lee, ¿acaso no se pone en seguida a pensar que no se pueden comprenderDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 638 bien hasta que uno lo ve con sus propios ojos y comprender como dependen mutuamente? De esta manera aplica  la congruencia de la información, en lo que le puede suceder, y, sin embargo, mantiene su juicio a base de lo que ha recogido de información hasta que mire con sus propios ojos. ¿Acaso no nos sucede esto  a diario a los que caminamos, navegamos, o solamente damos una vuelta? En mi caso la realidad de los indios no era las mismasque escuché después que la he experimentado y visto. La encontré, la que me la explicaron sin mentir, sin embargo encontré que la realidad de las Indias era distinta y he tenido otro juicio muy diferente  de acuerdo como la he experimentado.  Por eso descubrí que mi manera de pensar era muy distinta. No dudo que si mirara en el lugar mismo a Constantinopla o París, lugares que nunca he visto, entonces la frecuencia, dimensión y la mole de los edificios y todo lo demás que de alguna manera he conocido por la lectura o por lo que me han contado, con todo, adquiría un conocimiento muy mucho distinto y me reiría de mi mismo: Frecuentemente sucede que escucho cosas y las discuto y me parece a mí mismo que soy un experto. Es humano y cosa de todos los días. Si esto lo reclama la prudencia de los hombres que cuando hay testigos fidedignos no dejes de tener confianza, y lo que no comprendes bien respecto a lo que cuentan, hasta que lo veas, ¿por qué hacemos injuria a la Verdad inmutable por la diversidad de nuestras opiniones respecto a tantas cosas celestes y muy por encima de lo que se puede expresar en admirable multitud copiosa y magnitud, también cuando algunas cosas nos parecen que no son muy coherentes entre ellas? Cuán exigua es nuestra mente y cuán grandes sus excelencias. Así será que digamos cuando hemos traspasado la apariencia de los cosas mismas: Como habíamos oído lo hemos visto  en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo[290]. [pg. 639]. Por eso la venida futura de Cristo para juzgar, el fuego ante De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 639su faz, el sonido de las trompetas, la resurrección de los muertos, los ministerios de los ángeles, la ida al encuentro en los aires de los justos para separación de los impíos y sus gemidos, el examen de vivos y muertos, el juicio y la sentencia irrevocable por la cual los buenos son destinados para el cielo y los malos para el infiero perpetuo, todo esto lo  consideramos con fe como certísimo y sabemos que la misma palabra de Dios lo ha atestiguado. En cuanto a la manera de cómo sucederán estas cosas, qué orden observarán entre sí, respecto a esto no tenemos suficiente información. Pero piadosamente cada uno opina a su manera. Y para someter yo mismo un comentario, suelo pensar de estas cosas que de todos estos signos terribles que predecirán como próximo el juicio futuro, el último será el fuego que precederán ante el juez que está descendiendo. Ardiendo este fuego en todas partes pienso que los malignos arderán según el Apocalipsis, desciende el fuego de Dios desde el cielo y los devora[291]. Han de purificarse los probos y justos como insinúa el apóstol, si es que les queda alguna mancha, pero no han de ser matados[292]. En ese momento se cumplirá lo que está escrito: Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada[293], dos estarán en el lecho, uno es tomado, el otro dejado. Así como el mundo fue devastado por el diluvio así la futura devastación será por el fuego, como enseña Pedro[294] y Cristo coincide.  Cuenta el libro de Éxodo y lo comenta más ampliamente el libro de la Sabiduría que en las plagas de Egipto había diferencia entre israelitas y egipcios de manera que los impíos fueron heridos y los justos quedaron incólumes[295]. Por eso, los que todavía viven, los que quedan, los que permanecen (lo que dice Pablo sólo de los justos[296]) en parte se alegrarán expectantes la redención en breve como recuerda el Salvador[297], en parte serán golpeado por el terror por la [p. 640] magnitud del día del Señor, como quiere San Gregorio[298]. Después sonará esa trompeta terrible y, por la virtud del Verbo omnipotente señalado,De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 640 velozmente resurgirán los muertos, cada uno en su lugar porque los que están en el sepulcro oirán la voz del Hijo de Dios[299] y la tierra y el mar devolverán a sus muertos. En seguida resucitarán todos, los píos como los impíos y por el ministerio de los ángeles serán congregados los electos de los cuatro vientos[300] en el valle de Josafat, es decir, que se reunirán en el lugar del juicio donde han de ser reunidos todas las naciones ante el Hijo del hombre. Ahí comenzará a descender del cielo y aparecer el Hijo del hombre, claro y terrible, como el relámpago iluminando con su fulgor a todo el mundo[301].Vendrá con majestad y acompañado por el ejercito de los ángeles sentado sobre una nube luminosa, paulatinamente descenderá con gran majestad como ascendió al cielo y se manifestará él vivificador presentándose a todos. Luego, habiendo pasado los extremos de los cielos el Señor y acercándose  a la región de nuestro aire, todos los justos, congregados por el ministerio de los ángeles tanto con aquellos que han revivido cuanto los que han permanecido en la carne serán arrebatados en los aires al encuentro con Cristo[302] y en ese arrebatamiento con una muerte instantánea serán transformados y así estarán siempre con el Señor. Esta separación de los justos y de los impíos realizada por la acción de los ángeles, creemos que sea la que la Verdad quiere significar al colocar a los cabras a la izquierda y las ovejas a la derecha[303], lugar superior y más cercano a Cristo al cual serán arrebatados los justos. Se llama a la derecha por significar más honor e inferior y terreno donde yacerán los infelices, la izquierda por la deshonra y la miseria. En esta separación de los buenos y de los malos, con mente agitada, los gemidos de los infelices, el dolor que tuerce las mismas vísceras, esto lo describe hermosamente el libro de la Sabiduría ya que los están gimiendo exclamarán: He aquí ¿cómo es que son contados [pg. 641] entre los hijos de Dios[304]. Luego aquello del evangelio: Montes, caed sobre nosotros y colinas cubridnos[305]. Entonces será  verdad aquella respuesta de los justos: Acaso no alcanzará para nosotros y vosotros. Id a comprar[306]. Eso es más bien una burla y una penitencia inútil que un buen consejo.

 

Como serán juzgados los hombres y abiertos los libros en el juicio.

Capítulo XXIII.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 641De ninguna manera podemos pensar acerca de cómo se realizará el juicio en el cual se dará la razón de todos los méritos de los buenos o de los malos ya que se reclamará toda palabra ociosa, como testifica el mismo juez[307]. Tampoco existirá  ninguno de los hombres desde el primero hasta el último  que no comparezca ya que han sido convocados allí. Todos estaremos ante el tribunal de Cristo, como  referiré, y cada uno según ha llevado adelante lo de su vida propia sea bueno, sea malo. Este querella tratará de cada uno y su análisis particular será conocido por cada uno[308]. De esta manera aparecerá digno de odio o de amor[309]. Dice: No juzguéis antes del tiempo hasta que venga el Señor quien iluminará lo escondido de las tinieblas y manifestará los pensamientos de los corazones y entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios correspondiente[310]. Finalmente cito lo de los sibilinos que nadie podría decir más brevemente lo que entonces sucederá: Todas las cosas escondidas de todos serán patentes para todos. Esto parece lo prueba la verdad del evangelio: Nada encubierto, que no será revelado, no habrá nada oculto que no se sabrá[311]. Todo esto que parece requerir el espacio  de mucho años, por Dios  se hará con tanta celeridad que las Sagradas Escrituras no sólo hablan del día del juicio sino también de la hora del juicio[312]. Más aún, puesto que por las leyes y la majestad de las eternas potencias [pg 642] una tarea de tanta envergadura no se llevará a cabo con la dilatación de las acciones humanas, porDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 642 eso tantas y tan grandes maravillas  no requerirán una larga demora de tiempo.  Así como se ilumina todo el hemisferio en el cual hay tantas cosas y tan diferentes entre sí, porque es permeada por la luz de este sol que sale y al mismo tiempo lo percibe la multitud de ojos, unos en un punto cercano de la casa y otros mirando lejísimos astros, así también aquel sol de justicia  al aparecer purísimo y fulgente en el cielo, iluminará lo escondido de nuestras tinieblas, como dice el apóstol,  y todo estará expuesto y perspicuo a los ojos descubiertos de todos. Puesto que estamos acostumbrados a lo nuestro el Espíritu Santo aplicará también alguna forma de juicio humano para que podamos captar alguna comprensión del juicio divino. En el libro del Apocalipsis leemos así: Luego vi un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él. El cielo y la tierra huyeron de su presencia sin dejar rastro. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono;  fueron abiertos unos libros,  y luego se abrió otro libro, que es el de la vida; y los muertos fueron juzgados según lo escrito en los libros, conforme a sus obras. Y el mar devolvió los muertos que guardaba, la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras. La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego - este lago de fuego es la muerte segunda - y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego[313]. Lo que se dice respecto al cielo y la tierra que ya no aparen, ya que huyen del trono del juez, quiere expresar que la presencia de tanta luz quitará la visión de todas las cosas; en parte expresa también cierto pavor inmenso por el cual se recibe tanta majestad del juez, en parte también [pg. 643] la renovación de todas las cosas De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 643ya que nos ha prometido un cielo nuevo y una tierra nueva donde habita la justicia[314]. Serán abiertos los libros, algunos con los hechos y los estatutos de los santos. El libro de la vida se interpreta como la memoria de los hechos de cada uno de los hombres. Esta interpretación, aunque sea de hombres grandes y famosos, no me gusta nada[315]. Pues el libro de vida en las Escrituras siempre aparece de otra manera. Pensamos que en él se encuentra anotada la salvación y la vida eterna. Y ese mismo pasaje, se dice, afirma expresamente que serán condenados los que no se encuentran escritos en ese libro[316]. Me parece más correcta lo que anota Beda diciendo que se abrirán una multitud de libros  donde está anotado lo de las consciencias de los hombres y en las cuales por el poder divino se lee claramente todo lo que hasta este momento estaba cerrado y sellado[317]. En cambio, el volumen con el nombre de la vida se ha de entender como la serie de la predestinación eterna donde maravillosamente se insinúa el misterio que Pablo tanto encomienda[318]. Porque a los que conoció de antemano los predestinó para que fueran conformes a la imagen de su Hijo.  Cuando se aporta lo que está escrito en los libros de los individuos entonces aquellos que son semejantes con aquello lo que dice el libro de la vida, serán declarados salvos y los que no son semejantes réprobos. De esta manera por gracia y a partir del libro abierto se dará la corona de la justicia que el Señor entrega en aquel día, el justo juez[319]. Luego se nos enseña que si rectamente queremos juzgarnos a nosotros mismos para que no seamos juzgado por el Señor, de abrir ambos libros y mirarlo y compararlos entre ellos, especialmente aquel libro grande y preclaro, el libro de la vida, es del libro que señala que Cristo que especialmente ha sufrido por nosotros en la cruz, y para nosotros también pagado y de ahí vemos nuestro mal perpetrado de nuestras acciones y pensamientos. Para que aprendamos a partir de la mutua comprobación si somos hijos del reino.  Job ciertamente demuestra egregiamente que aquel libro es aplicado tanto ya que consideraba como a él aplicable y familiar, cuando clama: [pg. 644] ¡Oh! ¿Quién hará que se me escuche? Esta es mi última palabra: ¡respóndame Sadday! El libelo que hayaDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 644 escrito mi adversario pienso llevarlo sobre mis espaldas, ceñírmelo igual que una diadema. Del número de mis pasos voy a rendirle cuentas, como un príncipe me llegaré hasta él (Job 31, 35-37)[320]. Aquí se trata de aquel libro por el cual Pablo fue enseñado y se considera de saber nada sino  del cual donde  están escritos los nombres de los hijos de Dios y que está felizmente cincelado de manera que por ninguna razón se podrán borrar[321]. Por tanto, los comentarios y los actos de cada uno serán recitados  a partir de la conciencia de cada uno. De esta manera ni el hombre no puede rechazar a Dios como juez ni puede rechazar el testigo fiel y cierto que es su conciencia.

 

En el día del juicio se ha de publicar lo escondido de todos, también los pasos de los justos.

Capítulo XXIV

Pero mucho dudan si también las maldades o pecados que los justos en el pasado cometieron y que fueron perdonados por la clemencia de Dios y por la legítima penitencia, serían hechos patentes en aquella magna y admirable asamblea. El Magister Sententiarum opina que no será publicado todo aquello que cometimos de grave e inicuo, lo que apenas hemos osado susurrar en el oído del sacerdote del Señor, que estas cosas no serán sacadas a la luz delante de los ángeles y la asamblea gloriosa de los santos. Repugna y espanta el corazón que se sepa tamaña ignominia. Realmente es infantil  esta manera de pensar  y totalmente extraña a la transformación de la nueva vida. Estará patente realmente todo lo que hicimos, lo bueno y lo malo. No sacarán algún consuelo los impíos de los actos buenos ni de los actos malos el pudor del bueno. Esta es no solamente la enseñanza común de las escuelas teológicas universales sino [pag. 645] De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 645también de los santos Padres Jerónimo, Agustín, Ambrosio[322], especialmente de Anselmo que ha argumentado de manera precisa y sutil[323]. A mí me parece que es verdad lo que dice que nada es secreto que no sea revelado. Tampoco nada escondido que no venga a la luz[324].  Esto lo dice también satisfactoriamente Pablo cuando dice: ¡Cada uno vea como construye![325]. El día del Señor lo manifestará porque se revelará en el fuego. Por este pasaje también es cierto que también de los que tienen a Cristo como su fundamento, es decir, una fe viva, se habla de vicios y pecados, de ellos se hace mención. Y dice que también los defectos de estos  serán conocidos en el futuro en el día del Señor aunque, sin embargo, serán salvos.

Finalmente para que se resalte  la misericordia y gracia de Dios, para que se conozca la eficacia de la pasión de Cristo, para que sea más conspicuo el esfuerzo de penitencia de los justos y de gratitud por los pecados perdonados, ciertamente es necesario que el número, la gravedad y la medida de los pecados leves o graves sean conocidos. Eso es escrutar a Jerusalén con lámparas[326], eso es  pesar a cada uno en la balanza[327], eso es juzgar las justicias[328]. Pues, si apareciesen solamente las cosa buenas y se ignorasen las cosas malas que Dios tanto tiempo ha  quitado y emendado, se haría necesaria una gran ausencia de la divina gloria y gracia que tan admirablemente se ha ocupado para sostenernos en nuestras debilidades y en curarlos. Esta gloria de su Dios, esta dulcísima caridad de Cristo no se la envidiarán los Santos que aman a Dios más que a sí mismos sin parangón. Así se presentarán  a todos y,  para decirlo en broma, enseñarán sus cicatrices por medio de las cuales declaran  la pericia y la benignidad inefable del médico celestial para con ellos. Habrá realmente una mirifica alegría de los justos unida a la máxima alabanza de Dios al pensar en sus mismas heridas y al presentarlas para que se vea de qué peligros han sido sacados [pg. 646], cuán queridos han sido para Dios y su Cristo, de dónde yDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 646 hasta dónde han venido, es decir, de lo más profundo abismo hasta la máxima bienaventuranza. Ni siquiera les afectará la tristeza o la vergüenza, no importa  cuáles y cuántos fuera el número de sus crímenes. Pero tampoco causará a otros, no importa quienes sean, desprecio o hastío. Pero ni siquiera les subirá la murmuración o la ira a los impíos, aunque hayan cometido pecados similares o de menores y se vean atados  por esos pecados que a otros han sido perdonados por Dios.

Manifestará Dios su justicia  y se declarará como el Señor de los suyos. Finalmente aparecerán todas estas cosas de los justos como bañadas en la sangre del cordero y no queda nada de corrupto.

Es así que ellos y todos los demás verán aquello  como que en modo alguno tiene algo que ver con ellos si es un beato, a quien Dios  no le imputa el pecado y cuya maldad ha sido corregida[329]. Pues, como una pequeña gota es absorbida y eliminada por el vastísimo océano, así los pecados cometidos  serán perdonados por Dios y destruidos en su infinita caridad y eliminados como cantó el profeta[330]: quitará nuestras iniquidades y hundirá en lo profundo del mar  todos nuestros pecados. Y también habla así otro profeta[331]: ya no habrá recuerdo del pasado porque se han entregado al olvido nuestras angustias anteriores. Y el apóstol Pablo dice: Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor[332]. Pues no quedará nada de tiniebla cuando venga la luz plena. Y en otro lugar: Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios[333]. En consecuencia, ambas cosas son verdad para que el alma cante a su Dios quien ha curado todas sus dolencias[334].

Con todo, ni volverá más a la memoria. Quedará en pensamiento el mal para alegría sobre la salvación. Pero no quedará para el dolor por haberlo cometido.

Es cierto, a los que no tienen una fe robusta ni están ejercitados para llevarlo a nivel espiritual no es fácil explicar estas cosas. Sin embargo, habrá más bien que predicar aquello [pag. 647] que los buenos disfrutan del bien y a los malos se les De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 647será recitado públicamente todas sus maldades para el sumo oprobio  e ignominia de ellos. Hay que explicar e inculcar cuidadosamente para que  detesten el pecado[335] y sirva para la confesión. Por eso hay que pronunciar ásperamente estos testimonios divinos. ¿Pensaste inicuamente que era semejante a ti? Te argüiré y de acusaré ante tus ojos[336]. Y aquello del profeta: Mostraré a las naciones tu vergüenza[337]. Y lo de otro profeta: Ahora voy a derramar sin tregua mi furor sobre ti y a desahogar mi cólera en ti; voy a juzgarte según tu conducta y a pedirte cuentas de todas tus abominaciones que serán en medio de ti[338]. Y aquello ‘Me da vergüenza’ y ‘iré ante mi padre’[339]. Pensemos también en  el pudor del hombre o de la virgen cuando en la reunión de los hombres se recitan sus maldades y debilidades ocultas para aquella eterna confusión ya que son manifestadas al escuchar todo el cielo y toda la tierra,  y esto  más ampliamente  ha de ser explicado para pueblo al recibir la palabra. Estas cosas más ocultas no es fácil de sacar de los arcanos de la teología. Es como lo hacen los pintores que también respecto a los cuerpos glorificados, como por ejemplo de Cristo que resucita, cubren esas partes que para nosotros no son honestas y tampoco moldean  un cuerpo desnudo aunque realmente los cuerpos gloriosos son desnudos y cuando revisten la estola de la inmortalidad todas las partes son honestas y decentes. Sin embargo, para que no ofendan  los ojos las velan y las cubren, como dije, aquellos cuerpos. De la misma manera conviene que el escriba prudente y perito en las cosas del reino de los cielos proceda igual que de la vida futura no saque aquellas cosas  que podrían de alguna manera herir a los de ánimo sensible y de fe poco fuerte.  Nosotros que no escribimos esto para el vulgo, pensamos que también aquello hay que añadirlo de que en aquel día y ante los ángeles y ante  los hombres hay que abolir totalmente todo que necesariamente limita la vida de los mortales. Es que simplemente [pag. 648] todo lo de los ángeles, de los hombres y del mismo Dios será conocido a todos en la medida de la capacidad que  cada uno de los De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 648 bienaventurados ha recibido. Pues no habrá revelaciones ni iluminaciones nuevas. Tampoco habrá nada fijo que se haya hecho en el tiempo o en la eternidad que no resplandezca en plena luz y no sea expuesto a los bienaventurados ojos de todos los santos. Tampoco seguirá oculto pensamiento alguno o conversación privada o algún hecho secreto. Todas las leyes del secreto serán disueltas con  las  gobernaban la providencia los procedimientos humanos mientras corrían los tiempos. Llegados a la eternidad no le sigue nada de incómodo de que lo sepan todos. Ahí no se puede preguntar: ¿Cómo se abrirá el campo de la inmensa felicidad ya que todas las cosas de Jesús, todas las cosas de María, todas las cosas de Pablo, todas las cosas de Lorenzo, todas las cosas de Agustín, todas las cosas de Inés, todas las cosas de Ignacio, todas las cosas de todos, de los ángeles, de los apóstoles, de los mártires, de los doctores, de las vírgenes, de los elegidos de Dios, de nuestros seres queridos serán bien común de todos y le será expuesto en mayor envergadura y libremente comunicado  de cualquiera de los bienaventurados  quien vea, comprende, y en ellos para todos habrá tanta abundancia de fruición y de visión cuanta será la capacidad de cada quien.  Pues, ¿cómo no podría ser de otra manera cuando Dios será todo en todos[340]?

 

Acerca de la problemática especial  en el juicio respecto a las obras de misericordia.

Capítulo XXV.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 649Aunque habrá que aportar todo lo sucedido en el juicio general como dice el Eclesiastés[341], con todo, las divinas letras  enseñan que habrá cuestión de algunas cosas especiales antes que todo lo demás. Se  conoce la forma del juicio divino, la expuso nuestro rey mismo[342], en lo que atañe a la beneficencia y a la caridad [pag. 649] de los buenos en su favor, es decir a favor de los suyos, dará un testimonio honorífico y premiará con la claridad del reino eterno ya que tuvieron  compasión de los hambrientos, vistieron al desnudo, ayudaron al necesitado y al oprimido y todo lo demás que trae a la memoria. Por todo ello los invita dulcemente a formar parte del consorcio de la gloria paterna.

Duramente hablará a los ímprobos que se han perdido ni se han dignado de dar alimento a los indigentes y les enseña que lo que no han hecho a los suyos lo han hecho a él. Finalmente les ordena de ir a las bien merecidas penas del fuego eterno.

Ahora bien, habiendo recordado estas cosas y eso bajo autoridad divina, fácilmente podemos entender la importancia tiene para Cristo  la misericordia y la limosna de la que también Tobías afirma que libra de la muerte y no deja que el alma se vaya a las tinieblas[343]. Así pues los misericordiosos alcanzarán misericordia[344].

Los Padres reflexionan mucho y  maravillosamente sobre el hecho del por qué, a pesar de los muchos deberes de la cristiana piedad y de las que indudablemente hay que rendir cuentas de todos en aquel juicio, sea sola o preferentemente se dice que Dios la exigirá a los hombres. Especialmente lo hace Crisóstomo[345]. Podemos sólo brevísima y certeramente hacer alusión a cuáles son las obras de misericordia y cuáles se tomarán en cuenta en menor grado a los hombres y cuáles son las propias para el cristiano ya que de esta manera Jesús quiere reconocer a los suyos si tienen caridad al uno al otro[346].

A partir de todo ello no es difícil deducir cuál será la severidad de aquel tribunal de cara a las eternas malas acciones, crímenes y vicios cuando la negligencia respecto a las espontáneas beneficencias será castigada con el fuego eterno. Ahora bien, si todo este discurso de Cristo y la respuesta de estos y todo aquello que se refiere respecto a aquel juicio, se llevará a cabo a viva voz con sonido externo o si más bien será una locución intelectual e interna, porque de eso también discuten los teólogos[347] [pag. 650], y si importa poco que opinemos de un modo o del otro, sin embargo conviene más a la dignidad de aquel lugar  yDe Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 650 para despachar más rápidamente, más plenamente aquella multitud de causas, es más apropiado que todos los hombres vean con sus ojos al juez, que acojan las palabras del juez con su mente y expresan con la mente también lo suyo. Eso mismo parece insinuar el apóstol: como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza… en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio[348]. Pues, si uno cree que por lo menos la sentencia final del Señor habría que proferirse con la pronunciación de la voz, que realimente el hombre y los hombres no solamente se les hablará al alma sino también estando en cuerpo, entonces argumenta de manera más probable y de acuerdo a nuestros mayores[349] con tan la magnitud de este misterio  no exceda la demora del tiempo. Existen algunos puntos como centrales de las obras divinas de los cuales salen innumerables líneas e incomprensibles en su dimensión. De este tipo suelo meditar en mi interior tres especialmente.  Primero aquello: Dijo y se hizo[350]. El que vive eternamente lo creó todo por igual[351]. Lo segundo: El Verbo se hizo carne[352]. Finalmente esto mismo: El iluminará los secretos de las tinieblas[353]. Estas son breves expresiones, Sin embargo, producen por sí mismas grandes efectos. La reflexión humana no podrá alcanzar nada de todo ello. Sin embargo, hay que acercarse y en cuanto sea permitido, será una abundante  fuente de sabiduría y piedad. [pag. 651]

 

Aunque todos han de ser juzgado, algunos juzgarán y también algunos han de ser juzgados antes que los demás.

Capítulo XXVI.

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 651Lo que dijimos de las cosas, así hemos de opinar de las personas. No habrá nadie de aquellos por quienes Cristo derramó su sangre del cual no se le exigirá en aquel juicio la razón de su vida realizada. Los mismos apóstoles primeros de quienes está escrito que se sentarían sobre doce tronos y juzgarán las doce tribus de Israel[354], también ellos han de ser juzgados por el juez de vivos y muertos. También Pablo dice lo mismo respecto a su persona[355]. Todos estaremos ante el tribunal de Cristo. Se refiere a sí mismo como quien está de pie y no como que está sentado.  Pedro también  dice de sí mismo: Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que no creen en el Evangelio de Dios?[356] Con cuánta seguridad, sin embargo, ellos esperarán este fallo del juicio divino lo explica Juan de manera óptima: En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del Juicio[357]. Sin embargo,  estos serán juzgados de manera que ellos mismos juzgarán a otros tal como el Señor lo ha profetizado para aquellos que han seguido la perfección evangélica de acuerdo a los apóstoles. Así lo atestiguan  los santos Padres, especialmente Agustín pero también Gregorio y Beda[358]. De ellos estos está escrito: los elogios de Dios en su garganta, y en su mano la espada de dos De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final, autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 6filos; para ejecutar venganza en las naciones, castigos en los pueblos, para atar con cadenas a sus reyes, con grillos de hierro a sus magnates, para aplicarles la sentencia escrita: ¡será un honor para todos sus santos![359] De ahí [pag. 652] es aparente que como los perfectos juzgarán a los santos menos perfectos y de la misma manera los impíos han de ser juzgados por todos los santos. Así como está también escrito en otro lugar: El día de su visita resplandecerán, y como chispas en rastrojo correrán. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos y sobre ellos el Señor reinará eternamente[360].

De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 652De esta manera consta que tal será aquel juicio que los hombres serán juzgados al mismo tiempo. Especialmente los varones apostólicos asistiendo con una prerrogativa de gloria al sumo juez que este profeta anuncia, serán confirmados más por la santidad de su vida y el esplendor y el poder de gloria que por el ruido del habla. Si alguien se admira de que los santos que han de juzgar a todos los impíos, que mire nada más lo que refiere la Escritura de aquel justo que ha sido arrebatado a corta edad: Condena  el justo muerto a los impíos vivos[361].  Lo que hizo muerto prematuramente  lo hará mejor habiendo regresado a la vida inmortal. ¿Acaso no lo dice también la Verdad: Los ninivitas se levantarán en el juicio de esta generación y la condenarán[362]? Pues lo que dice la Escritura que aquel que no cree no ha de ser juzgado porque ya ha sido juzgado[363], esto indica que el proceso a los incrédulos será muy fácil: todo ha de ser juzgado por Cristo, especialmente lo oculto, ahora bien esto es conocido propiamente a quien no es invisible para creatura alguna. Eso es porque el sumo juez investigará más las obras que la fe. La profesión de fe es conocida pero la vida no tanto. Y escrutará  las intenciones y cavilaciones íntimas de las obras de ellos por quien pondera los espíritus[364]. Y según los grados que enumeré sacará la razón del juicio mayor o menor por eso lo que ha de ejecutarse con mayor fuerza se puede decir que es sencillo juzgar. Además de aquellos que no creen en el evangelio, Pedro enseña que habrá un fin terrible de su juicio[365]. Y cuánta diligencia del juez  será necesaria  para discernir a los obreros inicuos esto lo indica cuando [pag. 653] ellos se jactan: “Señor, ¿acaso en tu nombre no hicimos muchos milagros?” Entonces él les dirá “¡Apartaos de mí, agentes de iniquidad!”[366].

Por tanto, como dije, más cuentan las obras que la fe y no tanto lo exterior de estas obras sino su alma que es la intención, eso será condenado. ¡Ay de nosotros miserables que estamos seguros por una especie de vida cristiana exterior y no tenemos fuerza alguna! ¿Cuántos muchos decepcionados  de sí mismos de malos que fueron, recapacitan?

Con todo entre todos quienes serán juzgados, las causas de aquellos  que De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 653presiden serán tratadas con mayor diligencia para que el Señor les haga un juicio apropiado con discernimiento. Leemos lo siguiente: Dios se levanta en la asamblea divina, en medio de los dioses juzga[367]. Y en Ezequiel: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño[368]. Y en general se dice en el libro de la Sabiduría: Porque un juicio implacable espera a los que están en lo alto; al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán poderosamente examinados.[369]. Por tanto, cuánto más uno entre los hombres está exento del juez y cuanto más alto en poder, tanto más puntillosa ha de esperar la investigación y tanto más severa la censura. Ya que el Señor dice: A  los que te hicieron juicio yo los juzgaré[370].

La Escritura subraya de toda esa multitud de los impíos, especialmente de los príncipes inicuos y de los tiranos y con una nueva y peculiar razón el juicio del Anticristo y de sus satélites como proceso más eminente de todos. Dice: Luego De Temporibus Novissimis - De los Últimos Tiempos, el Fin del Mundo, el Juicio Final,  autor: José de Acosta de la Sociedad de Jesús p. 654vi a un Ángel de pie sobre el sol que gritaba  con fuerte voz a todas las aves que volaban por lo alto del cielo: «Venid,  reuníos para el gran banquete  de Dios, para que comáis carne  de reyes, carne de tribunos y carne de valientes, carne [pag. 654]  de caballos y de sus jinetes, y carne de toda clase de gente, libres y esclavos, pequeños y grandes.» Vi entonces a la Bestia y a los reyes de la tierra con sus ejércitos reunidos…. Pero la Bestia/st1:PersonName> fue capturada, y con ella el falso profeta - el que había realizado al servicio de la Bestia las señales con que seducía a los que habían aceptado la marca de la Bestia y a los que adoraban su imagen - los dos fueron arrojados vivos al lago del fuego que arde con azufre. Los demás fueron exterminados por la espada que sale de la boca del que monta el caballo[371].

También Elías recuerda cuántos estragos sufrirán los impíos: Y en saliendo, verán los cadáveres de aquellos que se rebelaron contra mí; su gusano no morirá su fuego no se apagará, y serán el asco de todo el mundo[372]. Por estas expresiones se enuncia de manera muy apta la gran miseria de los condenados. Esta, aunque sea inmensa y eterna no provocará  dolor alguno ni conmiseración de los santos. Más bien será un espectáculo voluptuoso[373].

Será ejecutado con la espada de doble filo por la cual golpeas tanto y ella es la misma palabra del omnipotente que divide la luz de las tinieblas cuando les dice a aquellos: ¡Aléjense de mí y vayan al fuego eterno! En cambio a estos: Vengan para poseer el reino preparado para ustedes. E irán los impíos al suplicio eterno y los justos a la vida eterna. Amén.

 

* *

*

Fin.

 

(Sigue un índex rerum)



[1] Mt 24, 36-39.

[2]  Lc 21, 34-35.

[3] Cf. 2 Pe 3; Apc 3 y 16.

[4] 1 Ts 5, 2-3.

[5]  Lc 21, 25-26.

[6] Is 13, 7-8.

[7] Is 13, 9.

[8] Mt 24, 30.

[9] Lc 23, 30.

[10] Is, 2, 19. En el original error de imprenta. Dice Esai I.

[11] Cf. Amor 5  y Oseas 10 passim.

[12] Cf. Sab 5, 17 ss.

[13] Cf. Agustín, ep 80 ad Hesych.

[14] Cf. Gen 10, 1 s.; Gen 7, s.

[15]  Cf. Anselmo, 2 Tes 5; Tomás lectio 1 in 2 Tes 5.

[16] Lc 21, 28. En el original dice Luc 20.

[17] Sab 5, 17. 20.

[18] Is 13, 7-8.

[19]  Os 10, 8.

[20] Mt 24, 30.

[21] 2 Pe 3, 10.

[22] Sap 5, 20-23.

[23] Amos 5, 18-20.

[24] Agustín en su epístola 80.

[25] Apc 3, 3.

[26] Ecl 9, 12.

[27] Cf. Mc 13, 33ss.; Mt 24, 36.  44.

[28] Lc 12, 40.

[29] Lc 12, 46.

[30] Prov  1, 26-27.

[31] Ecl 12, 3 y passim.

[32] Así es la explicación del B. Prospero en su libro de praedict, parte 3, cap. 15.

[33]  Cf. 1 Ts 5, 3. Ireneo en su libro 5 refiere a la venida súbita del Anticristo aquello de: ‘Cuando digan paz, etc. …

[34] Cf. Mt 25. El original dice 28.

[35] 1 Ts 5, 4.

[36] Sab 7 y 11.

[37] Cf. Lc 12,

[38] Prov 29, 1.

[39] Cf. 12, 46.

[40] Cf. Prov 1, 27.

[41] Cf. 1 Tes 5, 3.

[42] Cf. Job 21, 23.

[43] Cf. Teophr. In 1. ad Tes cap. 5.

[44]  Cf. Dan 12, 11-12.

[45] Anselmo, comentario al mismo pasaje de Pablo.

[46] Cf. Jerónimo en su comentario a Daniel 12

[47] Cf. Ruperto libro 13 de Victoria Verbi Dei, cap. 15.

[48] Dan 12, 11.

[49] Dan 12, 12.

[50] Cf. 1 Ts 4, 7.

[51] Dan 12, 8-9.

[52] Dan 12, 10.

[53] 1 Tes 5, 3.

[54] 1 Tes 5, 4. Así lo explica Tomás en su comentario a la 1 Tes cap. 5 y afirma que esta es la opinión de Agustín en su epístola 80.

[55] Lyranio super 13 comentando Tes 5.

[56] Glosa ordinario, ibi. Anselmo ibi.

[57] Cf. Ex 9 y 10.

[58] Cf. Salmo 7, 4-5.

[59] Cf. Mt 27, 51-53.

[60] Cf. 1 Re 24 y 26. Conviene investigar si cita 1 Sam como 1 Re.

[61] Cf. Ecl 9, 12

[62] Cf. Apc 10, 5-7.

[63] Cf. Mt 24, 29.

[64] Cf. Abul in 244 Matt q. 67 y 47. Jansenio en Concord c. 122

[65]  Cf. Sof 1; Jr 30, Joel 2; Apc 10.

[66] Cf. Apc 14; Mt 13; Mt 22; Is 25.

[67]  Cf. Joel 3,  9 (texto latino)

[68] Sb 5, 17. 20.

[69] Sab 5, 18-20.

[70] Cf. Is 13, 4 y 5.

[71] Is 13, 2.

[72] Apc 16, 14.

[73] Cf. Salmo 10, 20 y  Mt 24, 31

[74] Cf. 2 Pe 3, 10.

[75] Mt 24, 29.

[76] Agustín, epist. 80.

[77] Cf. Lc 21, 25.

[78] Agustín, 18 de civit cap. 13.

[79] Cf. Hilario, Jerónimo, Crisóstomo in 24 Mt.

[80] Cf. Mt 24, 29.

[81] Is 13, 10.

[82] Ez 32,7.

[83] Joel 2,10; cf. 3, 4.

[84] Joel 2, 11

[85] Ps 97 (96), 4-5.

[86] Is 13, 13.

[87] Cf. Ag 2, 6.

[88] Cf. Heb 10, 27.

[89] Cf. Lc 21, 25-26.

[90] Sb 5, 22-23.

[91]  Sb 5, 21-22.

[92]  Apc 16, 18 y 21.

[93] 2 Pe 3, 10.

[94] Sl 97 (96), 3.

[95] Dan 7, 10. Cf. Agustín, 18 De civit cap. 23.

[96] Gregorio, Hom. 35 in Evang.

[97] Cf. Job 31 passim.

[98] Hipólito in orat.  De consum  saeculi.

[99] Luc. Libro 1 de divin praem cap. 16.

[100] Lc 21, 26.

[101] Is 13, 7-8.

[102] Jer 30, 6-7.

[103] Basilio, hom. 1 Hexam.

[104] Juan Dama libro 2 c. 6.

[105] Ambrosio, libro 1 Hexa cap. 6.

[106] Crisóstomo, hom 10 ad popul Ant y hom 15 ad Rom.

[107] Justino, in confut. Arist.

[108] Salmo 102, 25-28 (101, 26-29)

[109]  Cf. Heb  1, 10-12.

[110] Cf. Mt 24, 29.

[111] Rom 8, 20-21.

[112] Crisóstomo, hom. 14 ad Rom.

[113] Cf. Apc 21, 1.

[114] Cf. Is 65, 17.

[115] Is 51, 6.

[116] 2 Pe 3,7.

[117] 2 Pe 3, 10.

[118] 2 Pe 3, 11-12.

[119] Cf. 2 Pe 3, 13.

[120] Clemente Romano, libro 1 de Recogn.

[121] Basilio, hom. 3 in Hex.

[122] Cf. Is 51,10.

[123] Cf. Eusebio, libro prep. Evang. 15

[124] Dionisio, libro de divin nom cap. 4 p. 1.

[125] Tomás, 4 contra gentes 6.

[126] En el original: salmo 142. Pero la cita aparece en el salmo 148, 3-5: laudate eum sol et luna laudate eum omnes stellae et lumen,  laudate eum caeli caelorum et aqua quae super caelum est, laudent nomen Domini quia ipse dixit et facta sunt ipse mandavit et creata sunt, statuit ea in saeculum et in saeculum saeculi praeceptum posuit et non praeteribit

[127] Agustín, libro 20 Ciudad de Dios, caplitulos 16 y 18; Jerónimo, comentario a Isaías 65 libro 18.

[128] Cf. 1 Cor 7, 31.

[129] Is 65, 17; cf. 66, 15-16.

[130] Cf. Apc 21, 1.

[131] Cf. Is. 30, 26.

[132] Cf. Salmo 71, 5.

[133] Cf. 2 Pe 3, 5-7.

[134] Cf. Ecli 1, 3.

[135] Apc 21, 1.

[136] Rom 8, 19.

[137] Cf. Agustín, libro 20 de Civitate Dei capítulo 16.

[138] Agustín, libro 20 de Civitate Dei capítulo 16, 18 y 3; comentario al salmo 96.

[139] Cf. Scotus in  4 d. 48 q. 1 a. 2

[140] Cf. 1 Ts 4, 17.

[141]  Cf. Mt 25, 46.

[142]  Salmo 97 (96, 3).

[143] Salmo 50 (49), 3.

[144] Joel 2, 3.

[145] Cf. Jerónimo, comentario a Joel.

[146] 1Cor 3, 13-15.

[147] Cf. Agustín, libro de fide et operibus capítulo 15.

[148] Cf. Agustín in Ench cap. 68 y tratado sobre el salmo 90.

[149] Agustín, libro 21 de Civitate Dei cap. 26.

[150] Anselmo, comentario al capítulo 3 de al 1 carta a los corintios.

[151] 2 Ts 1, 6-10.

[152] Cf. Dan 7, 10.

[153] Cf. 2 Ts 1, 7.

[154] Joel 2, 3.

[155]Cf. Tomás in 4 d. 48 q. 2 a 3.

[156] Cf. Rom 8,20.

[157] Agustín,  20 de Civitate Dei cap. 18.

[158] Cf. Mt 25, 31 en adelante.

[159] Cf. Mt 25, 41.

[160] Cf. Agustín 20 de Civil c. 16.

[161] Tomás in addit. q. 74 a.3.

[162] En la misma qaestio art. 9.

[163] Basilio, comentario al Salmo 28.

[164] Cf. 2 Pe 3, 5-7.

[165] Gen 7, 11-12.

[166] Cf. Dionisio de cal. Hier. C. 15.

[167] Cf. Mt 25, 31-32.

[168] Cf. Miqueas 2, 12.

[169] Hilarión, comentario a Mateo can. 25.

[170] Mt 24, 28.

[171] Hch 1, 11.

[172] Joel 4, 1-2. En el original Joel 3.

[173]  Ibid. 4, 12.

[174] Cf. Mt 25, 35. 42.

[175] Cf. Mt 13, 30

[176] Cf. Apc 14, 19-20.

[177]  Cf. Arius Montanos, comentrario  a Joel.

[178] Cf. 2 Cro 19.

[179] Cf. Mag in 4 di. 43.

[180] Cf. Miq 5, 1.

[181] Cf. Os 11, 1.

[182] Zac 14, 3-8.

[183] Cf. Sab 5, 17ss.

[184] Cf. Ex 15 passim.

[185] Cf. Hch 1, 9-11.

[186] Cf. Mt 25, 32.

[187] Cf. Ps 75(76), 8 y 96 (97), 4.

[188]  Cf. Ps 76(77); Mt 24; Mt 25; Amos 5;Sof 1; Ex 15; 2 Pe 3; Mal 4.

[189] Cf. Const. Apost. Libro 7 cap. 33.

[190] Cf. Dan 11.

[191] Cf. Zac 14.

[192] Cf. Mt 25, 31ss.

[193] Cf. Mt 25, 1ss.

[194] Cf. Jerónimo, comentario in 25 Mt.

[195] Lactancia libro 7 cap. 19.

[196] Cf. Casiodoro comentario al salmo 118 a las palabras aquellas: surge a medianoche.

[197] Crisóstomo, homilía 79 sobre Mateo.

[198] Tomás in add. q. 77 a. 3 y los ha seguido Abul. q. 77 comentando el capítulo 22 de Mateo.

[199] Cf. Mt 24, 30.

[200] Hipólito, De la consumación del mundo.

[201] Apc 1, 7.

[202] Sab 5, 6.

[203] Zac 12, 10 y 12, 12.

[204] Is 53, 6.

[205] Así lo indica M. en 4. di. 48. Pero Crisóstomo  hom. 77 sobre Mt escribe eso mismo lo que Hipólito y Jerónimo dicen respecto a Mt 24.

[206] Abulense q. 99 sobre el capítulo 24 de Matero.

[207] Cf. Gal 6, 14.

[208] Cf. Salmo 107, 14.

[209] 1Ts 4:16.

[210] 1Co 15:52.

[211] Mat 24:31.

[212] Sof 1, 15-16.

[213] Cf. Mt 25, 6.

[214] Cf. Jn 5, 25. 28-29.

[215] Jb 26:14cf. Gregorio comentario ad locum.

[216] Apc 10, 7.

[217] Gen 1, 3. El original dice “Genes. 2.”.

[218] Greg. 17 moral. 21.

[219] Tomás q. 16. ar. 2 añadido 1 Tes 4 lect. 2; Anselmo, 1 Tes 4; Abulens. q. 72 referente al cap. 22 de Mateo. S(¿c?)otus 4 dis. 43 q. 1 art4.

[220] Cf. Ex 19, 16.

[221] Cf. Hch 2, 2.

[222] Cf. Hch 9, 4.

[223] Así muy bien Ambrosio en su comentario al pasaje, también Mag a 4 dist. 43.

[224] Teofilac to comentando 1 Tes 4.

[225] Ireneo libro 5.

[226] Epifanio, in Anco. 11; Jerónimo libro 2 contra Rufino.

[227] Teodorito; Agustín libro 21 civitate; Tomás in 4 contra genee y en 4 sent. Di. 43 y 44.

[228] Cf. Mt 22, 23ss.

[229] Cf. Crisóstomo homilía 8 sobre 1 Ts.

[230] Cf. Mt 24, 31; Tomás in addi qu. 70 ar. 3.

[231] Ez 37, 9.

[232] Cf. 1 Cor 15, 52.

[233] Dan 14, 36.

[234] 1 Sam 3, 4.

[235] Cf. Apc 20, 13.

[236] Cf. Mt 25, ¿?.

[237] Cf. Sal 1, 5.

[238] Mt 25,32.

[239] Sotus (Scotus?) in q. di. 43 q. 2 a. 4.

[240] Jerónimo, ad. Mine y Alex. Tomo 3.

[241] Ambrosio, comentario al capítulo 15 de 1 Cor.

[242] Cf.  Num 16, 29;  Dt 11, 4.

[243] Cf. Sal 105, 16.

[244] Epifanio in Ancoratu.

[245] Cf. Sal 55, 15.

[246] Cf. Crisóstomo ho. 42 sobre 1 Cor 15.

[247] Cf. Orígenes libro 1 sobre la primera carta a los Tesalonicenses.

[248] Concilio Trid. Sess. 4.

[249] 1 Ts 4, 15-17.

[250] Epifanio libro 2 tomo 1 heresías.

[251] Jerónimo comentario a la carta a Marcela en el tomo 3.

[252] Cf. Apc 11, 7.

[253] Cf. Agustín, libro 2 Peccat mer cap. 31.

[254] Idem, libro Rect 2 t 33.

[255] Cf. Cayetanus, Faber, Erasmus.

[256] Cf. Agustín, q. 2 ad Ducitium en el tomo 4.

[257] Cf. Mat 25,  Hab. 3; Heb 10; 2 Pe 3; Fil 3.

[258] Mt 24, 27.

[259] Cf.  Buenavent in 4. d 43 q. 1 Tho lect. 2 in 4 c 1 Ts; Abul. Q. 74 in 22 Mt; Sotus in 4 di. 43. q. 2 a. 4.

[260] Cf. Agustín ad Ducit. Q 3 in 4 tomo.

[261] Cf. Cierto Ambrosio Compsas en Sixto libro 6 annotación 265. Sotus in 4 dist 43 q. 2 a 2; Agustín De Eccl. Dogm.  c. 8 en tomo 3; Jerónimo a Miner y Alexandro Oecumenicus; Magister 4 d. 43; Tomás 1. 2 q 81 a 3.

[262] Cf. Jerónimo, ad Marcelam tomo 3 de q. 4.

[263] Cf. Ammboarios en el comentario al 4 caplitulo de  2 Tes.

[264] Agustin, de Civitate libro 20 c. 20.

[265] Cf. Anselmo, comentario a 1 Cor 15.

[266] Cf. Idem,  comentario 4 cap. 2  a 2 Ts.

[267] Agustin a Dulcitio q. 3 en el tomo 4.

[268] Cf. Hch 9,7.

[269] Salmo 88, 49.

[270] Cf. 1 Cor 15, 36 y 22.

[271] Cf. 2 Cor 5, 6.

[272] Cf. Rom 8, 22-23.

[273] Cf. Heb 11, 40.

[274] Cf. Ef 4, 13.

[275] Cf. 2 Cor 5, 4. (En el original dice 1 Cor)

[276] Cf. 2 Cor 12, 3-4.

[277] Cf. Epifanio in Ant.

[278] Cf. Hebr 2, 9; Mt 26, 12; Lc 22, 42ss.

[279] Cf. 1 Cor 15, 52.

[280] Cf. Mt 27, 52.

[281] Cf. Ambrosio  1 Cor 15.

[282] Cf. Scotus in 4 di 43.

[283] Durand in 4 dist. 43 q 4

[284] Cf. Agustín  20 de civit tomo 20.

[285] Cf. Greg. 34 moralia c 7.

[286] Job 41, 25 (41, 16).

[287] Cf. Lc 21, 26.

[288] Cf. Rm 12, 3.

[289] Cf. Agustín 20 de civit c 20.

[290] Cf. Salmo 47, 9.

[291] Cf. Apc 20, 9.

[292] Cf. 1 Cor 3, 13.

[293] Mt 24, 40-41

[294] Cf. 2 Pe 3, 7.

[295] Cf. Ex 10, 23 passim; Sab 18 y 18.

[296] Cf. 1 Tes 4, 15.

[297] Cf. Lc 21, 28.

[298] Gregorio, mor. 34 c. 7.

[299] Cf. Jn 5, 28.

[300] Cf. Apc 20, 8;   Mt 24, 31.

[301] Cf.  Mt 24, 27.

[302] Cf. 1 Ts 4, 17.

[303] Cf. Mt 25, 33.

[304] Sb 5, 5.

[305] Lc 23, 30.

[306] Mt 25, 9.

[307] Cf. Mt 12, 36.

[308] Cf. 2 Cor 5, 10.

[309] Cf. Rm 12, 14.

[310] 1 Cor 4, 5.

[311] Mt 10, 26. Apc 14

[312] Cf. Apc 14, 7.

[313] Apc 20, 11-15.

[314] Cf. 2 Pe 3, ver el versículo.

[315] Cf. Agustín 20 de civit c 14; Ricardo de San Victor comentario a Apc 20.

[316] Cf. Apc 20, 15.

[317] Cf. Beda, comentario a Apc 20.

[318] Cf. Rm 8, 29 ss.

[319] Cf. 2 Tim 4, 8; 1 Cor 11

[320] En el original aparecen las palabras pero no la cita bíblica: libro y versículo.

[321] 1 Cor 2, 2.

[322] Jerónimo, comentario al cap. 7 de Daniel; Agustín 20 de Civit cap.14; Ambrosio, in Psalm 43 et 1 Cor 4.

[323] Anselmo, libro de simil c. 60 y Mt 22.

[324] Lc 4, 22. La cita original el Mtt 10 o 20: borroso

[325] 1 Cor 3, 10.

[326] Cf. Sof 1, 12.

[327] Cf. Dan 5, 27; Job 31, 6.

[328] Cf. Salmo 75, 2.

[329] Cf. Salmo 32, 2.

[330] Cf. Miq 7, 19.

[331] Cf. Is 65, 16.

[332] Ef 5, 8.

[333] 1 Cor 6, 11.

[334] Cf. Salmo 102, 3.

[335] Cf. Salmo 94, 8.

[336] Cf. Salmo 51, 21: Esta cita no aparece en el original.

[337] Cf. Nah 3, 5..

[338] Ez 7, 8.

[339] Cf. Mt 10; Lc 9. No encuentro referencia alguna para la palabra ‘erubescam’. La palabra ‘erubescam’ aparece en Sal 25(24), 2 y 20; 2 Cor 2,8

[340] Cf. 1 Cor 15, 28.

[341] Cf. Ecle 12, 14.

[342] Cf. Mt 21 pero la referencia es a Mt 25, 31 “el juicio final”.

[343] Cf. Tob 4, 10.

[344] Cf. Mt 5, 7.

[345] Crisóstomos desde la homilía 32 hasta la 37, al pueblo antioqueno.

[346] Cf. Jn 13, 34.

[347] Cf. Mag. In 4 di. 47.

[348] Rm 2, 15-16.

[349] Esto lo dice el catecismo de Pio V en la exposición del símbolo.

[350] Cf. Gen 1 passim; cf. Salmo 148, 5.

[351] Ecli 18, 1.

[352] Jn 1, 14.

[353] 1 Cor 4, 5.

[354] Cf. Mt 14, 28.

[355] Cf. Rom 14, 10.

[356] 1 Pe 4, 17.

[357] 1 Jn 4, 17.

[358] Agustino in Psal 80; Gregorio 20 mor. Cap 24; Beda in sermone S. Benedicti Magni  in 4 di 47.

[359] Salmo 149, 6-9.

[360] Sab 3, 7-8.

[361] Sab 4, 16.

[362] Mt 12, 4l.

[363] Cf. Jn 3, 18.

[364] Cf. Prov 16, 2.

[365] Cf. 1  Pe 1, 17.

[366] Cf. Mt 7, 22-23.

[367] Sal 81, 1.

[368] Ez 34, 10.

[369] Sab 6, 5-6.

[370] Is 49, 25.

[371] Apc 19, 17-21a. En el original no está anotada la cita de cap. Y vers.

[372] Is 66, 24.

[373] Cf. Hebr 4, 2-3 y Mt 23 passim.

 


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