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LINEAS TEOLÓGICAS FUNDAMENTALES DEL CAMINO NEOCATECUMENAL: Presentación, Introducción al Neocatecumenado y las características del Camino


Autor: Emiliano Jiménez Hernández

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Camino neocatecumenal - Sello - Trípodo - Nueva Evangelización

 

 INDICE


PRESENTACION

INTRODUCCION

a) El Camino, vida antes que teología

b) El Camino nace con el Concilio

c) Misterio Pascual, centro de unidad teológica

d) Palabra-Liturgia-Comunidad

e) Teología celebrativa

f) Lenguaje simbólico

1. ANTROPOLOGIA

a) El hombre, amado por Dios

b) El hombre esclavo del pecado

c) Tentaciones o idolatrías del hombre

d) Secularización, descristianización y crisis de fe

e) El hombre a imagen del Hijo de Dios

f) Familia y sexualidad

g) Virginidad por el Reino de los cielos


2. CRISTOLOGIA

a) Jesucristo: Dios y hombre

b) Jesús, Siervo de Yahveh e Hijo del Hombre

c) La Cruz gloriosa

d) Cristo muerto y resucitado

e) Cristo Kyrios


 3. ECLESIOLOGIA

a) La Iglesia es comunión

b) La Iglesia, comunión de los santos

c) Misión de la Iglesia

d) Imágenes de la Iglesia

e) Iglesia y ministerios



4. IGLESIA Y SACRAMENTOS

a) Los sacramentos hacen la Iglesia

b) Los sacramentos de la iniciación cristiana

1. Bautismo

2. Confirmación

3. Eucaristía

c) El sacramento de la Penitencia


5. MARIOLOGIA: MARIA, MADRE Y FIGURA DE LA IGLESIA

a) María, paradigma del cristiano

b) Maternidad de María y maternidad del cristiano

c) María, figura de la Iglesia

d) María: Virgen, Esposa y Madre

e) María madre nuestra


6. PNEUMATOLOGIA

a) De la Cristología a la Pneumatología

b) El Espíritu Santo, don de Cristo a la Iglesia

c) El Espíritu Santo hace a la Iglesia una, santa,católica y apostólica

d) Vida según el Espíritu

f) Dones y frutos del Espíritu Santo


7. VIDA TRINITARIA

a) Hijos en el Hijo por el Espíritu Santo

b) Dios uno

c) Combate espiritual

d) Libertad de los hijos de Dios

8. ESCATOLOGIA

a) Si no hay resurrección es vana nuestra fe

b) Vida eterna ahora

c) Vida eterna en el Reino de los cielos

d) Juicio

e) Infierno

f) Muerte del cristiano

g) Visión de Dios



   SIGLAS USADAS

AA Apostolicam actuositatem
AAS Acta Apostolicae Sedis, Roma 1909s.
AG Ad gentes
CD Christus Dominus
CEC Catechismus Ecclesiae Catolicae
DSch H. Denzinger-A. Schonmetzer, Barcelona 1976.
DV Dei Verbum
FC Familiaris consortio
GS Gaudium et spes
MR Misal Romano
LG Lumen gentium
OICA Ordo Initiationis Christianae Adultorum
OT Optatam totius
PG Patrologia greca (Migne)
PL Patrologia latina (Migne)
PO Presbyterorum ordinis
QL Questions Liturgiques, Lovaina
SC Sacrosanctum Concilium
Schr Sources Chrétienne, París 1941 s.
Sth Santo Tomás, Summa Theologica
UR Unitatis redintegratio

 

 Juan Pablo Ii celebrando la eucaristía neocatecumenal

 

 

                                PRESENTACION

 

El Camino neocatecumenal es una experiencia eclesial de fe, como han testimoniado Obispos y Presbíteros de todo el mundo, allí donde está presente. Lo que ellos han visto no han sido "escritos", sino comunidades nacidas por la predicación oral, porque hoy, -como en el tiempo de Pablo-, la fe viene "ex auditu": "la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo" (Rm 10,17). Por ello, el Camino neocatecumenal no tiene, en realidad, "escritos", sino sólo "Orientaciones para los catequistas", tanto para la fase de conversión como para las otras etapas. De hecho, el Cristianismo no es una religión del libro, sino el encuentro con Cristo resucitado. En el Cristianismo siempre aparece en primer lugar la vida y, sólo después, viene la reflexión y eventualmente su sistematización (Cf. Lc 1,1-4). Moisés desciende del Sinaí con las tablas "escritas por el dedo de Dios" (Ex 31,18); los apóstoles, en cambio, descienden del Cenáculo con el fuego del Espíritu Santo, que les envía a predicar y testimoniar el acontecimiento del que ellos mismo son palabra viviente, carta de Cristo "escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones" (2 Cor 3,3).

Del mismo modo, el Camino neocatecumenal, es decir, el itinerario de iniciación cristiana que siguen las Comunidades neocatecumenales, no es el resultado de una planificación teológico-pastoral, sino un don de Dios, que presenta los mismos rasgos de la predicación apostólica, de aquel "primerísimo modelo apostólico", al que el Papa invita inspirarse para la nueva evangelización.[1] Aparecen primero las comunidades, fruto de la iniciativa gratuita de Dios, que potencia la predicación de Kiko y Carmen (1964) y solamente después, en febrero de 1972, al multiplicarse el número de los equipos de catequistas que deben dar las catequesis iniciales del Camino, se ve la necesidad de darles una ayuda específica.

La forma concreta de hacerlo, que se consideró más adecuada en aquel momento, fue la siguiente: reunir a todos los catequistas de la diócesis de Madrid, y Kiko y Carmen, les dieron "a ellos" una a una cada catequesis, invitándoles a recibirla "para ellos". Con la experiencia de la catequesis recién oída para sus vidas, quizá con algún apunte escrito tomado por alguno de ellos, pero sobre todo con los textos de la Sagrada Escritura que son pieza fundamental de cada catequesis, los diversos equipos de catequistas se reunían para preparar la catequesis y luego la daban a su vez en la parroquia correspondiente.

 Luego, ante la evidente imposibilidad de repetir esa experiencia vez por vez en lo sucesivo, se adoptó entonces la solución que se consideró más adecuada para el fin que se pretendía: transcribir literalmente las cintas magnetofónicas de aquellas catequesis dadas -y de una de las convivencias de final de catequesis que el equipo iniciador del Camino Neocatecumenal había dado el año anterior, concretamente en Barcelona-, ciclostilar el escrito y entregarlo "tal cual" a todos los catequistas del Camino Neocatecumenal como "instrumento orientativo" para la fase de conversión. De ese modo se ponía en manos de los catequistas del Camino Neocatecumenal un material voluntaria y deliberadamente interino, eventual, provisional y precario, pero que, dentro toda una serie de impresiones, inexactitudes, omisiones, ambigüedades e incorrecciones, propias del estilo sencillo y vivaz del lenguaje oral coloquial y circunstancial, encierra una síntesis kerigmática-catequética-existencial de un valor inestimable, que ha dado contrastados frutos en tantas parroquias del mundo entero.

Además se debe tener en cuenta además que siempre que los catequistas reciben por primera vez el volumen que nos ocupa, se les recuerda la naturaleza exacta del mismo y la utilización interina que de él han de hacer, insistiéndoles positivamente en que no se lo dejen a nadie, ni siquiera a los hermanos de su comunidad neocatecumenal que no son catequistas. El motivo no es -como alguno precipitadamente puede pensar- una especie de actitud secretista u ocultista propia de los grupos sectarios, sino sencillamente tratar de evitar que el volumen, desvirtuado, desnaturalizado y malinterpretado al ser sacado fuera de la única utilización concreta para la que fue concebido, y en manos de quien no conoce su génesis, naturaleza y finalidad, sea fuente de perplejidades, malentendidos y crispaciones.

Kiko con Benedicto XVI

En estas circunstancias tan complejas y difíciles, suscitar y despertar la fe de los oyentes mediante la predicación del Evangelio, sólo es posible gracias a un milagro del Espíritu Santo. Es precisamente lo que Dios está haciendo en el mundo entero desde hace 30 años mediante la síntesis catequética del Camino neocatecume­nal. El excelente valor de las catequesis iniciales lo han reconocido algunos expertos, como por ejemplo el P. G. Groppo, especialista en la historia de la catequesis antigua, que afirma: "El intento de Kiko de actualizar el catecumenado es un intento logrado. Su experiencia le ha hecho intuir aquello de profundamente válido contenía esa institución de la Iglesia de los primeros siglos y esto le ha permitido encarnarla en una estructura, que, sin copiar a la letra la antigua, recoge de ella los elementos más importantes y los injerta en un contexto nuevo: el de la conversión de los bautizados, pero que no han hecho nunca una opción personal de fe... Ciertamente, las fórmulas usadas, proveniendo del lenguaje vivo, tomadas así como suenan, pueden a veces dejarnos perplejos; pero integradas en el conjunto del discurso, son plenamente ortodoxas... Este modo de proceder quizás a algunos no les agrade, pero, según mi parecer, representa una de las mejores vías para quien está empeñado en un proceso de conversión, como son los oyentes de estas catequesis".

 Igualmente, Mons. Ricardo Blázquez, en su "Discernimiento teológico", dice:  "Yo..., que he estado atento a la dimensión teológica, me he quedado con frecuencia sorprendido por su profundidad, coherencia y originalidad. Es como una intuición profundísima que se despliega coherentemente... En su dinamismo, cada realidad cristiana recibe un toque peculiar y una progresiva integración en el conjunto".[2]

La síntesis de las catequesis iniciales del Camino neocatecumenal tiene el mérito de haber logrado presentar en unos pocos "flash" los puntos centrales de la renovación del Concilio Vaticano II, que luego serán desarrollados progresivamente a lo largo de todo el camino de conversión. Así, por ejemplo, el misterio pascual como "axis" de la Palabra de Dios, de las celebraciones litúrgicas y de la vida moral; la Palabra de Dios (no sólo la Sagrada Escritura, sino también la experiencia y la tradición viva de la Iglesia, que la precede y la acompaña) colocada en el centro de la vida de la comunidad cristiana; la recuperación de las celebraciones sacramentales, de modo particular de la Eucaristía y de la Penitencia según las riquezas de la reforma litúrgica del Concilio; el kerigma de la muerte y resurrección de Jesucristo como alma de toda la vida y misión del cristiano; la visión conciliar de la Iglesia como sacramento de salvación para el mundo y no como mera tabla individual de salvación; el amor al enemigo y todas las actitudes del "Siervo de Yahweh" como lo específico de la moral cristiana y signos de la fe adulta que llaman a la fe a los hombres, etc.

Es muy significativo el término con el que familiar y cariñosamente los miembros de las Comunidades Neocatecumenales designan a las "Orientaciones a los equipos de catequistas para la fase de conversión" -término con el que públicamente lo designó desde su aparición el propio equipo iniciador del Camino Neocatecumenal- es el de la palabra española "mamotreto", hecho que ciertamente tiene también una significativa importancia, porque con ese vocablo de la lengua castellana se designa a "un libro, legajo o cuaderno muy aparatoso, grande, abultado y deforme en que se apuntan las cosas que se han de tener presentes para ordenarlas después".

Lo mismo hay que decir del formato externo que también voluntaria y deliberadamente se ha dado desde sus orígenes a estas "Orientaciones". Siempre se ha evitado de propósito que tuviesen la forma de un "libro", que es algo en lenguaje escrito, definitivo y acabado. Estas "Orientaciones" siempre se han puesto en manos de los catequistas grafiado en ciclostil o fotocopiado, y encuadernado de forma "casera", para que también la forma externa indicase su naturaleza de subsidio para la transmisión oral de las catequesis. Por esto se prefiere darlas sólo a los catequistas, que conocen su génesis, naturaleza y finalidad. El motivo no es -como alguno precipitadamente ha podido pensar- una especie de actitud secretista u ocultista, sino sencillamente para evitar que sean desvirtuadas, desnaturalizadas y malinterpretadas al ser sacadas fuera de la única utilización concreta para la que fueron concebidas.

 Se comprende, de este modo, que las "Orientaciones" no son la única fuente de formación de los catequistas ni abarcan toda la riqueza teológica del Camino. Son simplemente el primer paso, como el motor de la puesta en marcha. El largo camino de conversión y redescubrimiento de las riquezas del Bautismo, que constituye la globalidad del Camino neocatecumenal, desarrolla, explica, gradúa, profundiza, madura y completa, mediante una abundante sucesión de catequesis, que acompañan todas las otras etapas del Camino durante muchos años, el contenido doctrinal de las catequesis iniciales.

Después de por lo menos cinco años de Camino Neocatecumenal, es cuando los miembros de una comunidad eligen por votación como catequistas a aquellos hermanos que de entre ellos están mostrando como don del Señor mayor madurez en la fe. A esa altura del camino, los catequistas, junto con toda su comunidad, durante dos años han ido iniciándose en el lenguaje bíblico mediante celebraciones semanales de la Palabra de Dios, que son preparadas durante horas por grupos de estudio, que utilizan como base los diferentes temas del Vocabulario de Teología Bíblica de Xavier León-Dufour. Después del paso denominado "primer escrutinio" -en que toda la comunidad ante el Obispo han renovado la primera parte del Bautismo-, prosiguen la iniciación bíblica estudiando y celebrando durante otros dos años las grandes etapas de la Historia de la Salvación. Para ello se sirven, además del mencionado Vocabulario y de los instrumentos de estudio que ofrecen las notas y textos paralelos de la Biblia de Jerusalén, de los libros fundamentales de introducción al Antiguo y Nuevo Testamento, que son básicos en los cursos correspondientes de todas las facultades católicas de teología. Después del "segundo escrutinio" -en el que ante el Obispo renuevan la segunda parte de su Bautismo- continúa su formación bíblica, estudiando y celebrando ahora una a una las principales figuras bíblicas, ayudándose de los instrumentos ya citados y de otros nuevos. Durante todo ese largo período de años, el amor a la Palabra de Dios, a la Liturgia y a la Iglesia que poco a poco va germinando en ellos, les lleva a leer en profundidad los documentos fundamentales del Magisterio Católico, los principales escritos de los Santos Padres, así como libros básicos de teología, liturgia e historia de la Iglesia, textos todos que utilizarán ya más adelante de forma sistemática en el estudio y celebración de los Salmos, del Símbolo Apostólico, del Padre Nuestro y del Sermón de la Montaña, que se realizan en las fases sucesivas del camino.

 La fuente central, básica y fundamental de las catequesis, por consiguiente, no hay que buscarla tanto en dicho volumen, como en la formación intensa y en la experiencia personal y comunitaria que de la Palabra de Dios, de la Liturgia y de la comunión fraterna -en definitiva, del tesoro de la fe de la Iglesia Católica- tienen los catequistas y su comunidad neocatetumenal, adquirida a lo largo de años en la enorme serie de preparaciones y celebraciones de la Palabra y de la Eucaristía, en las convivencias, en los diferentes pasos del Camino Neocatecumenal vividos en la comunidad en el seno de la Iglesia. Y, cuando hablamos de "experiencia", ciertamente nunca nos referimos a una realidad subjetivista o particularista, sino al sentido experiencial eclesial que, por ejemplo, transparenta San Juan en estas palabras: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, -pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio..." (1 Jn 1,1-2).

Las catequesis del Camino neocatecumenal son siempre dadas por un equipo de catequistas, del que  forma parte fundamental un presbítero. Por su ministerio pastoral y por su específico conocimiento bíblico, magisterial y teológico, garantiza siempre la ortodoxia doctrinal de las catequesis.

Después de treinta años del nacimiento del Camino, en los que esta praxis ha sido confirmada y bendecida por Dios con tantos frutos, como el Papa Juan Pablo II reconoce en su Carta a Mons Paul Cordes del 30 de agosto de 1990, por petición de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, presentamos las Líneas teológicas fundamentales del Camino neocatecumenal.

Son fruto de una examen preciso de las diversas catequesis orales dadas a lo largo de todo el Camino, reviviendo las diversas etapas de la iniciación cristiana, en las convivencias anuales para la formación de los catequistas, en las convivencias de itinerantes, hecho por testigos, que han experimentado todo esto en primera persona y, que teniendo además una preparación teológica específica, han podido captar las líneas fundamentales (Cf. Lc 1,1-4).

Estas son, pues, una breve síntesis de toda la riqueza teológica que el Señor nos ha concedido descubrir durante estos años de Camino neocatecumenal. La presentación global de la teología del Camino -aunque no sea más que un pálido reflejo de la vida y de los frutos de santidad que el Espíritu Santo está suscitando en tantos hermanos- puede ayudar a los Pastores de la Iglesia en su tarea de discerni­miento sobre la ortodoxia y fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Los textos patrísticos y los del Catecismo de la Iglesia Católica son un enriquecimiento y una garantía de ellas.

La naturaleza sintética y sistemática de las Líneas teológicas constituyen también una ayuda para los catequistas, al ofrecerles la posibilidad de una visión de conjunto de los contenidos teológicos de las catequesis y de los principales elementos doctrinales de la fe de la Iglesia, que ellos han recibido y experimentado y que son llamados a anunciar, pero al mismo tiempo hay que afirmar que no pueden sustituir a las "Orientaciones", dedicadas "ex profeso" a la fase inicial y de conversión del Camino.

El lenguaje de los dos textos es necesariamente diverso, aunque sea complementario. Las "Orientaciones" tienen un lenguaje más directo y precario, propio de la catequesis oral. Son como los apuntes de una lección dados por el profesor, a los que siempre ha precedido la escucha. A las "Orientaciones" les precede siempre la catequesis y, por medio de ella, la conversión. Los apuntes de las "Orientaciones" sirven como recuerdo, para refrescar lo escuchado: breves "flash" que permiten estar preparado para afrontar la gran dificultad de anunciar hoy el Evangelio.

La Líneas fundamentales expresan los mismos contenidos con un lenguaje más teológico y sistemático. A nosotros nos ha consolado grandemente constatar que la predicación hecha en estos treinta años ha sido confirmada por el Catecismo de la Iglesia Católica.[3] El lenguaje catequético necesita unas formas distintas de las teológicas. El mensaje del anuncio evangélico "hoy más que nunca ha de ser anunciado": "Debemos anunciarlo porque el mundo es sordo y, entonces, es necesario alzar la voz, y hay que encontrar la manera de hacer entender, se necesita insistir, convocar a todos a una escuela nueva. La dificultad se hace provocante, se transforma en un incentivo para convertirse en maestros de nuestro catecismo, es decir, de la verdad del Evangelio que hay que anunciar".[4]

Confiamos estas Líneas teológicas a la Virgen de Nazaret, que ha querido e inspirado el Camino neocatecumenal, a ella que acogió la Palabra y la conservó "en su corazón" (Cf Lc 2,51).

 

 El buen pastor


                                 INTRODUCCION

 

a) EL CAMINO, VIDA ANTES QUE TEOLOGIA

 

El Camino Neocatecumenal tiene una síntesis teológica. Pero su teología no es fruto de un estudio o planificación sistemática anterior, sino que se desarrollará con la vida y la experiencia. Como siempre en el cristianismo, la vida se ha anticipado y ha precedido a la ulterior reflexión y formulación teológica. Es Dios quien toma la iniciativa y se revela, comunicándose El mismo, sin dar muchas explicaciones. La teología vendrá después como intento del hombre por aclararse a sí mismo y comunicar a los demás la experiencia de Dios en su vida y en los demás que participan de la misma experiencia.

Así es el origen del Camino Neocatecumenal. Lo primero fue la iniciativa sorprendente y gratuita de Dios que elige a Kiko y a Carmen,[5] por separado, y luego les hace encontrarse entre los pobres de Palomeras. Esos comienzos en las chabolas de Palomeras Altas, en la periferia de Madrid, en 1964, fue un contemplar la acción de Dios entre los pobres, sin escritos ni muchas formulaciones teológicas. Podemos decir que este Camino es un don que Dios ha hecho a la Iglesia a través de los pobres. El Espíritu Santo actuó con fuerza en su pobreza creando la Koinonía, la comunión entre ellos.

Iniciadores del camino neocatecumenal

El encuentro de Kiko y Carmen en las barracas de Palomeras Altas fue providencial. Dios les había preparado con una experiencia de vida y de fe, y también con una formación teológica para acoger y llevar la renovación del Concilio a las parroquias, donde les enviaría el Arzobispo de Madrid D. Casimiro Morcillo. Kiko, nacido en una familia cristiana, al llegar a la universidad pasa por una etapa de crisis de fe. La filosofía existencialista, que le lleva al ateísmo, le hace también preguntarse seriamente por el sentido de su vida. En su angustia, Dios se le muestra como el único que puede dar sentido a su vida, llevándole a buscar a Dios entre los pobres y a profundizar su fe a través del contacto con los PP. Dominicos (P. Polanco y P. Marín...) y en la "Escuela bíblica" de los Cursillos de Cristiandad.

 Carmen, por su parte, que había sentido desde pequeña la vocación misionera, es detenida por su padre en Madrid, donde se licencia en Ciencias Químicas. Al llegar a la mayoría de edad se marcha a Javier (Navarra) con las Misioneras de Cristo Jesús para partir como misionera a la India. De Javier marcha a Valencia, donde D. Marcelino Olaechea ha abierto una escuela de teología. Carmen estudia teología para prepararse para las misiones. Más tarde, después de un tiempo en Londres donde ha ido para conseguir el visado para entrar en la India, inesperadamente tiene que volver a Barcelona, donde la espera un calvario que acaba con la salida de Las Misioneras. Esta salida de las Misioneras la hace cambiar de ruta a través del arzobispo de Valencia, D. Marcelino Elae­chea, que la orienta hacia las misiones en América; en la espera vive con otras cuatro compañeras, que están en las mismas condiciones, entre los pobres trabajando en un barrio de Barcelona. Pero providencialmente en aquel año de 1962, cuando ya el Papa Juan XXIII ha anunciado el Concilio, se encuentra con el P. Farnés -discípulo de los PP. Botte, Journel y Bouyer-, que la ayuda a asimilar toda la renovación litúrgica y teológica del Vaticano II, descubrien­do el Misterio Pascual, celebrado en la Eucaristía, como el centro de la vida cristiana. Pero antes de embarcarse para las misiones decide pasar en Tierra Santa un mes, mas Dios, dándola grandes gracias, la detiene allí del 63 al 64, recorriendo la geografía donde se desarrolla la historia de la salvación. De vuelta a Madrid encuentra a las compañeras en Palomeras altas y que ya no quieren partir para las misiones. A través de estos acontecimientos Dios la hace encontrar a Kiko en las barracas de Madrid, uniéndolos para la misión a la que les ha preparado.

Tanto Kiko como Carmen tienen su preparación teológica, cuando Dios les hace encontrarse, pero la catequesis del Camino no es la aplicación deductiva de los tratados teológicos al hombre actual, sino que es, más bien, una síntesis creadora entre las líneas teológicas del Vaticano II y la cultura de nuestro tiempo.  En realidad el Camino no tiene una teología particular, sino la misma teología de la Iglesia.  Se puede decir que, ante la confusión de tantas ideologías y teologías, el Camino dirige su mirada a las fuentes de la fe, la Escritura como es recogida y vivida por la Iglesia primitiva, donde la verdad nace limpia, como fundamento de identidad del cristiano. Volver a los fundamentos de nuestra fe, dejándola resonar en nuestro interior, ilumina la vida de los neocatecúmenos; interiorizándola, haciéndola propia, vivencial, hace que en la comunidad, y a través de la comunidad, la verdad de la fe siga hablando y salvando a nuestra generación y pase a la siguiente generación. Es lo que pretendió también el Vaticano II. Sagrada Escritura, Santos Padres y Magisterio de la Iglesia son, pues, las fuentes de la Teología del Camino.

Por otra parte, al tratar de hacer la síntesis de las líneas teológicas del Camino Neocatecumenal, hay que tener en cuenta que Kiko no es un teólogo de profesión, sino un pintor de vocación. El no presenta nunca una estructuración sistemática de la teología, da pinceladas, revestidas de color y armonía existencial. Sólo al final, con acentuaciones y matizaciones, sale el cuadro completo.  

 Habiendo recorrido todo el proceso Neocatecumenal, hoy vemos el cuadro completo de la teología del Camino, fruto del desarrollo de una intuición original que ha ido tomando cuerpo y formulándose a la luz de la Sagrada Escritura, la Liturgia, los Santos Padres y el Magisterio de la Iglesia en el Concilio, Sínodos posteriores y documentos del Papa. La Tradición viva de la Iglesia ha sido recogida en el Camino con fidelidad a su contenido, aunque formulada con un toque artístico original, que responde a la forma pictórica que Dios ha deseado al elegir a Kiko para llevar a cabo esta obra. De este modo, como dice Ricardo Blázquez en su discernimiento teológico sobre las Comunidades Neocatecumenales, "en el Camino aparece una síntesis doctrinal de la totalidad del cristianismo. En el dinamismo pedagógico de las diversas etapas del Camino, cada realidad cristiana recibe un enfoque  peculiar y una progresiva integración en el conjunto. Coherencia doctrinal y originalidad en su presentación son dos notas caracte­rísticas de todo el desarrollo teológico del Camino".[6]

Carmen y Kiko

 

b) EL CAMINO NACE CON EL CONCILIO

El Camino Neocatecumenal es un fruto del Concilio Vaticano II, como ha reconocido el Papa Juan Pablo II: "Siempre que el Espíritu Santo hace germinar en la Iglesia impulsos de una mayor fidelidad al Evangelio, florecen nuevos carismas que ma­nifiestan tal realidad y nuevas instituciones que la ponen en práctica. Así ha sucedido después del Concilio de Trento y después del Concilio Vaticano II.[7] Entre las realidades suscitadas por el Espíritu en nuestros días figuran las Comunidades Neocatecumenales". El Concilio está a la base del proceso neocatecumenal. La afirmación conciliar de que allí donde se predica el Evangelio y se celebra la Eucaristía acontece la Iglesia de Dios y que "en estas comunidades, aunque sean frecuentemente pequeñas y pobres o vivan en la dispersión, está presente Cristo, por cuya virtud se congrega la Iglesia, una, santa, católica y apostólica" (LG, n.26), ha sido la experiencia y el apoyo teológico de las Comunidades Neocatecumenales.[8]

La renovación litúrgica, bíblica, eclesiológica y misionera -atención de la Iglesia al mundo- de las cuatro constituciones del Concilio, las ha asumido el Camino, integrándolas en una síntesis vital y dinámica.

Fin del Camino es llevar el Concilio a las parroquias, traducir la teología conciliar en vida renovada de los bautizados. "Tales Comunidades -dice el Papa en la carta citada- hacen visible en las parroquias el signo de la Iglesia misionera y 'se esfuerzan por abrir el camino a la evangelización de aquellos que casi han abandonado la vida cristiana, ofreciéndoles un itinerario de tipo catecumenal, que recorre todas aquellas fases que en la Iglesia primitiva recorrían los catecúmenos antes de recibir el sacramento del Bautismo; les acerca de nuevo a la Iglesia y a Cristo'.[9] Es el anuncio del Evangelio, el testimonio en pequeñas comunidades y la celebración eucarística en grupos lo que permite a sus miembros ponerse al servicio de la renovación de la Iglesia". Esta renovación el CEC la explicita así:

 "Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que costa de varias etapas. Comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística" (CEC 1229). "Esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos. En los primeros siglos de la Iglesia,  conoció un gran desarrollo, con un período de catecumenado, y una serie de ritos preparatorios que jalonaban litúrgicamente el camino  catecumenal y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana" (1230). "El catecumenado, o formación de los catecúmenos, tiene por finalidad permitir a estos últimos, en respuesta a la iniciativa divina y en unión con una comunidad eclesial, llevar a madurez su conversión y su fe. Se trata de una 'formación y noviciado debidamente prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro. Por lo tanto, hay que iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que deben celebrarse en los tiempos sucesivos, e introducirlos en la vida de fe, la liturgia y la caridad del pueblo de Dios' (AG 14; OICA 19 y 98)" (1248). "Desde que el bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración de este sacramen­to, éste se ha convertido en un acto único que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior el bautismo, sino del desarrollo de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis" (1231).

La nueva eclesiología que aparece en el Concilio en las Comunidades se hace realidad. La vida cristiana se hace espejo de la Iglesia: "La liturgia, y sobre todo la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la Iglesia" (SC, n.2). Una comunidad, que vive bajo el soplo del Espíritu, hace aparecer el rostro de Cristo glorioso presente en la historia, como sacramento universal de salvación para los hombres, en camino hacia el Padre con toda la creación. El Espíritu es y crea la conciencia de la Iglesia, en cuanto le "recuerda" las palabras de Cristo y le hace transparente su persona. El Espíritu Santo sigue presente en la Iglesia a lo largo de los siglos cumpliendo esta misión. Como decía Pablo VI al inaugurar la segunda sesión del Concilio:

"Nos parece que ha llegado el momento en que la verdad acerca de la Iglesia de Cristo debe ser más y mejor estudiada, comprendida y formulada, quizás no a través de esas afirmaciones solemnes que se llaman definiciones dogmáticas, pero sí mediante declaraciones por las que la Iglesia manifieste con más claras y ponderadas enseñanzas lo que piensa de sí misma...Esperamos que el Espíritu de verdad otorgue una mayor luz en este Concilio ecuménico de la Iglesia docente e inspire una doctrina más clara sobre la misma Iglesia, de modo que, como Esposa de Cristo que es, busque su imagen en El mismo y en El mismo trate, movida por su encendido amor, de descubrir su propia natu­raleza, es decir, esa hermosura que El mismo quiso que resplandeciera en su Iglesia".[10]

 

El misterio pascual - el Señor reina


c) MISTERIO PASCUAL, CENTRO DE UNIDAD TEOLOGICA

El misterio pascual de Cristo anunciado, celebrado y vivido es el centro de unidad teológica del Camino. La comunidad nace del anuncio de Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, celebra en la Eucaristía esta victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado y vive en la historia manifestando en el amor y la unidad de los hermanos "el paso de la muerte a la vida" (1Jn 3,14). En la comunidad se hace realidad lo la Optatam totius dice con relación a la formación teológica de los futuros presbíteros: "Lo primero que hay que atender en la revisión de los estudios eclesiásticos es que el conjunto de las disciplinas filosóficas y teológicas se articulen mejor y a que todas ellas concurran armoniosamente a abrir cada vez más las inteligencias de los alumnos al misterio de Cristo, que afecta a toda la historia de la humanidad e influye constantemente en la Iglesia" (n.14).

"El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de 'una vez por todas' (Hb 9,26) por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo" (CEC  571). "La transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de Jesucristo para llevar a la fe en El" (425). "En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, que ha sufrido y muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros"[11] (426). "La resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz" (638).

 Al hombre esclavo del pecado, muerto por el pecado,[12] incapaz de darse por sí mismo la vida, el cristianismo no le presenta una nueva ley, por perfecta que sea, para aplastarle y hundirlo más. En el Camino neocatecumenal Cristo no se presenta primeramente como un modelo, que el hombre de pecado no puede imitar, para impulsarle a la desesperación. En las etapas sucesivas de la iniciación cristiana, a los neocatecú­menos se les invitará a seguir "las huellas de Jesucristo" (1P 2,21).[13] La fe cristiana no es tampoco una doctrina sublime, que de nada serviría a un hombre que se siente ahogar en las aguas de la muerte. El Evangelio de Cristo es evangelio: buena noticia de salvación. Esta buena noticia es el anuncio de Jesucristo vencedor de la muerte y el pecado. Esta noticia jubilosa que resuena y corre veloz es el Evangelio:

"Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, pues el Angel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó sobre ella...El Angel se dirigió a las mujeres y les dijo: No temáis, sé que buscáis a Jesús, el Crucificado, no está aquí. ¡Ha resucitado! Y ahora id de prisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y os precederá en Galilea. Mirad os lo he anunciado. Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos...No temáis. Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán" (Mt 28,1-10).

Este anuncio devuelve al hombre a la vida y a la libertad. La pascua de Cristo de la muerte a la resurrección arrastra con El al hombre de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad, del cansancio al reposo, de la tristeza a la fiesta de la alegría.

A la luz del Misterio Pascual aparece en el Camino la verdadera imagen del hombre, la antropología cristiana. El hombre creado a imagen de Dios, muerto por el pecado, es redimido por Cristo, muerto y resucitado, y santificado por el Espíritu Santo, que le testimonia que Dios es nuestro Padre, llamándonos a la misma vida de hijos suyos. Como dice la Gaudium et spes:

"En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades encuentren en Cristo su fuente y su corona.

El, que es imagen del Dios invisible (Col 1,15; 2Cor 4,4), es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En El, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con amor de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado (Hb 4,15).

Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre, nos mereció la vida. En El Dios nos reconcilió (2Cor 5,18-19; Col 1,20-22) consigo y con nosotros y nos libró de la esclavitud del diablo y del pecado, por lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: 'El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí' (Ga 2,20). Padeciendo por nosotros, no sólo nos dejó un ejemplo para que sigamos sus huellas (1p 2,21; Mt 16,24; Lc 14,27), sino que nos abrió el camino, con cuyo seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren un nuevo sentido.

 El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el primogénito entre muchos hermanos (Rm 8,29; Col 3,10-14), recibe las primicias del Espíritu (Rm 8,23), las cuales le capacitan para cumplir (Rm 8,1-11) la ley nueva del amor. Por medio de este Espíritu, que es prenda de la herencia (Ef 1,14), se restaura internamente todo el hombre, hasta que llegue la redención del cuerpo (Rm 8,23). Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales por virtud de su Espíritu que habita en vosotros (Rm 8,11; 2Cor 4,14). Urge al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso padecer la muerte. Pero asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará corroborado por la esperanza a la resurrección (Flp 3,10; Rm 8,17).

Este es el gran misterio del hombre que la revelación cristiana esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad. Cristo resucitó, con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abba, Padre! (Rm 8,15; Ga 4,6)" (n.22).

De este centro unitario del misterio pascual reciben su luz la Antropología, Cristología, Eclesiología, Mariología, Pneumatología, Vida Trinitaria y Escatología, por citar sólo los puntos centrales que recogemos en esta presentación de la líneas teológicas fundamentales del Camino.

 

Los iniciadores del camino con Juan Pablo II

d) PALABRA-LITURGIA-COMUNIDAD

En su formación, desarrollo y meta, el Camino se basa en el trípode: Palabra-Liturgia-Comunidad. Es la Palabra anunciada, acogida y celebrada la que convoca, alimenta y sostiene a la Comunidad. Es la Liturgia la que hace viva y eficaz la Palabra, llevando a los hermanos de la división a la Comunión, haciendo de los hermanos un Cuerpo, que tiene a Cristo como cabeza. Es la Comunidad la que anuncia y celebra agradecida la Palabra cumplida en ella. En todas sus etapas está presente este Trípode. También en la teología está presente el Trípode: se trata de una teología, no especulativa, sino narrativa, histórica, donde la Palabra se hace historia de salvación; se trata de una teología celebrativa, expresada en un lenguaje simbólico más que conceptual; y es una teología eclesial, fruto de la comunión en el Espíritu más que de la enseñanza o el estudio.

"Quienes con la ayuda de Dios han acogido la llamada de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y la oración" (CEC 3).

El kerigma, que convoca, suscita la respuesta del Amen en la liturgia y en la vida, en la Eucaristía y en el amor fraterno, que hace de la Comunidad sacramento de Jesucristo, que llama a los alejados a la fe. Los signos del amor y la unidad manifiestan a Jesucristo como Salvador del mundo

El cristianismo es un acontecimiento y no un conjunto de ideas o exigencias morales. A Dios se le encuentra en la historia y en la existencia concreta e histórica de Jesús. El hombre para creer en Jesús, Hijo de Dios encarnado, debe pasar no tanto por la coherencia racional cuanto por la locura de la cruz, por la aceptación de una predicación, por la audición de la fe transmitida, por la debilidad de los signos, que impulsan al hombre, pero no le fuerzan. Pero esa debilidad de Dios, esa necedad, esa obediencia de la fe, son fuerza de Dios y poder salvador. La comunicación de Dios se ofrece al hombre personalmente y no mediante razonamientos, principios o ideas. La fe más que razonarla se la testimonia. Lo sorprendente de los caminos de Dios en Jesucristo no puede ser invento humano ya que rompe todos los esquemas y contrasta, superándolas, con todas las expectativas humanas. "¡Dichoso el que no se escandaliza de mí!", proclamó el mismo Jesús.

Esto mismo ya aparece en el Antiguo Testamento. Dios se revela actuando y actúa hablando. Palabra -Dabar Yahveh- es acción y palabra, es acontecimiento y no manifestación de verdades abstractas. Dios más que hablarnos de sí, se nos ha dado a conocer actuando y comunicándose en su palabra y acciones. De aquí -como se subraya en el Camino- que la Palabra de Dios anteceda, acompañe y supere a la Escritura. La Palabra se conserva viva en la Iglesia, que, al proclamarla, reviste el esqueleto de la Escritura de carne y la da viva. Es el cuerpo eclesial de Cristo el que hace que la Escritura sea Palabra de Dios viva y eficaz. No es la Escritura sola sino la Escritura y la Tradición son las que, unidas, mantienen la Revelación de Dios. Por ello, en la celebración, en la asamblea, al ser proclamada la Escritura, es Dios mismo quien habla: "Pues cuando se proclama en la Iglesia la Sagrada Escritura es El (Cristo) quien habla" (SC, n.7). "En la Liturgia Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde con el canto y la oración" (Ibidem, n.33).[14]

"El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no se puede prescindir. Sus libros son divinamente inspirados y conservan un valor permanente, porque la Antigua Alianza no ha sido revocada" (121). "En efecto, el fin principal de la economía antigua era preparar la venida de Cristo" (122). "Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios" (123). "La Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento" (124). "Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado... Por otra parte, el Nuevo Testamento exige ser leído también a la luz del Antiguo... El Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo" (129).

"Sin embargo, la fe cristiana no es una 'religión del Libro'. El cristianismo es la religión de la 'Palabra' de Dios, 'no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo' (S. Bernardo). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (Cf. Lc 24,45)" (108).

 Ya a principios de siglo, Dom Grea describía la liturgia como el "coloquio ininterrumpido del esposo y la esposa":

"En la alabanza, la esposa, es decir, la Iglesia, habla de su amado y se complace en decir todas sus bellezas; en la lectura, el amado le habla a su vez y la regocija con el sonido de su voz; finalmente, en la oración, la esposa que ha hablado al esposo, que ha reconocido su presencia y oído su voz, le habla también a su vez y le confía sus deseos, sus dolores y alegrías, sus necesidades y acciones de gracias".[15]

Por esto, la Congregación para la educación católica dice, dirigiéndose a la formación de los futuros presbíteros, pero válido para todos los cristianos:

"En orden a la recta formación litúrgica de los futuros sacerdotes, tiene una especial importancia la estrecha relación existente entre la liturgia y la doctrina de la fe; esta relación debe ser puesta de relieve en la enseñanza. La Iglesia, en efecto, expresa la propia fe principalmente orando, hasta el punto de que la 'ley de la oración estableció la ley de la fe'. Por tanto, no sólo debe ser observada la lex orandi para no poner en peligro la lex credendi, sino que los estudiosos de la teología, a su vez, deben investigar cuidadosamente la tradición del culto divino".[16]

El trípode de Palabra, Liturgia y Comunidad aparece ya en las catequesis iniciales, es decir, en la formación misma de la comunidad como fruto de la Palabra anunciada y celebrada en la Liturgia Penitencial, en la Liturgia de la Palabra y en la celebración de la Eucaristía, fuente y culmen de la vida de la Comunidad. Y, en una continuidad pedagógica, la comunidad se irá afianzando mediante la Palabra escuchada en la celebración semanal y sellada en la Eucaristía dominical y en las celebraciones periódicas de la Penitencia, según el ritmo del Año Litúrgico.

La gradualidad de las etapas es de suma importancia en la iniciación cristiana de los neocatecúmenos. En un proceso progresivo y pedagógico, el neocatecúmeno va recibiendo y siendo gestado a la fe por la Palabra de Dios y por los Sacramentos, que la acompañan. En una primera etapa la Comunidad se acerca a la Escritura en una forma muy simple destinada a poner a los hermanos en contacto con la Biblia como Palabra de salvación, aprendiendo el lenguaje de Dios, lenguaje histórico-salvífico. La Escritura que se hace Palabra de Dios en la celebración. De esta manera el mensaje de salvación del Evangelio es visto ya incoado en el Antiguo Testamento y cumplido en Jesucristo, a cuya luz se proclama y escucha siempre la Escritura:

 "Por la evangelización la Iglesia es construida y plasmada como comunidad de fe; más precisamente, como comunidad de una fe confesada en la adhesión a la Palabra de Dios, celebrada en los sacramentos, vivida en la caridad como alma de la existencia moral cristiana. En efecto, la buena nueva tiende a suscitar en el corazón y en la vida del hombre la conversión y la adhesión personal a Jesucristo Salvador y Señor; dispone al Bautismo y a la Eucaristía y se consolida en el propósito y en la realización de la nueva vida según el Espíritu".[17]

La Palabra es siempre preparada por unos hermanos de la Comunidad, que se sirven del Vocabulario de Teología bíblica de León Dufour y de las notas e introducciones de la Biblia y de la exégesis de los mejores escrituristas de la Iglesia. El presbítero, que preside la celebración, garantiza la comunión eclesial en la interpretación de la Escritura.

En las sucesivas etapas se recorre de nuevo toda la Escritura, viendo la historia de la salvación en sus momentos fundamentales o profundizando en aspectos particulares, como las figuras o personajes bíblicos, los salmos, las bienaventuran­zas... Se puede decir que en el neocatecumenado la Escritura es el alma de la vida y de la formación de los miembros de la Comunidad. Y con la Escritura, los neocatecúmenos se abren a la Tradición de la Iglesia. Al respecto es significativa la etapa de la traditio y de la redditio symboli, en la que "cada artículo del Credo es estudiado, personalizado y celebrado comunitariamente. La respuesta al kerigma no se agota en la acogida del Señor como Salvador; se requiere, además, que los contenidos de la fe se expliciten y se reciban".[18] La fe como actitud creyente, que lleva al neocatecúmeno a apoyar confiadamente su vida en Dios, es al mismo tiempo fe objetiva, creencia, y asentimiento a los contenidos de la fe confesados en el Credo.[19]

Quizás convenga subrayar algo obvio para poder entender mejor la teología de las Comunidades. El Camino Neocatecumenal es gradual, de otro modo no sería camino ni catecumenal. Se acomoda al ritmo de conversión y de fe de las personas. Esta gradualidad no significa graduar o rebajar el Evangelio, sino iniciar progresiva­mente en las riquezas del mismo.[20] Esta gradualidad pedagógica es pastoralmente necesaria si se tiene en cuenta que el Camino se inicia con personas que llegan a él desde la increencia, desde el abandono de la Iglesia, desde el espíritu anticristiano del mundo actual secularizado.[21] Así de etapa en etapa, paso a paso, el Neocatecúme­no va madurando en su fe y en la conversión de su vida hasta llegar a la estatura adulta, "a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13).[22]

Para lograr esta madurez en la fe, la predicación del Camino se da en tres niveles: Kerigma, que funda la fe o la hace resonar, transmitiendo una vida; catequesis, que edifica el hombre nuevo sobre el fundamento del kerigma, "profundizando, consolidando, alimentando la fe";[23] homilía, que es la parénesis que invita a ser fieles a la predicación recibida.

 

Kiko

e) TEOLOGIA CELEBRATIVA

La comunidad se reúne primordialmente, no para estudiar ni para reflexionar en común, sino para celebrar la Palabra de Dios, la Eucaristía y la Comunión eclesial, fruto de la Palabra y los Sacramentos.

El Camino no ha partido de unas ideas preconcebidas. Ni en la catequesis ni en la celebración se usa un lenguaje abstracto. La predicación kerigmática ofrece gratuita­mente el Evangelio de Dios y no razonamientos sobre su existencia. Este anuncio acogido es salvador y provoca la gratitud, que se expresa en la celebración de la "Acción de gracias" y en una vida moral responsorial, como culto a Dios en la historia "en espíritu y verdad". En el acto de fe, el creyente no se adhiere a una fórmula conceptual, sino que se adhiere con toda su persona a la realidad misma de lo creído. Así la fe se hace, en vez de doctrina, confessio fidei. Aunque suponga la aceptación de las verdades creídas, ser creyente es mucho más que eso; significa aceptar una forma de vida, o mejor, entrar en una nueva forma de ser. Por eso, la fe supone la conversión, un nuevo nacimiento, una recreación o regeneración. No se cree sólo con la mente o el corazón, se cree con todo el ser, con toda la persona.

El cristiano, engendrado en la Pascua de Cristo, celebra su fe en la liturgia y en la vida, sin divorcio entre ellas, porque la Pascua es la fiesta de la Vida. "Cristo resucitado convierte la vida en una fiesta perenne".[24] El mismo Jesús, en el Evangelio, compara constantemente el reino de Dios, predicado y vivido por El, con la "alegría de las bodas". Como "primogénito de los muertos" y "conductor de la vida" contra los poderes de la muerte, El es "el que guía las danzas nupciales" y la comunidad es "la esposa que danza con El", como decía S. Hipólito. El es "el Señor de la gloria" (1Cor 2,8). La gracia, experimentada en el perdón, se manifiesta en las Comunidades en la fiesta, en el banquete, en el canto, en las salas tapizadas y llenas de luces y flores,  en las dan­zas, en la alegría de la celebración y de la vida (Cf. Lc 15,11ss).

En las Comunidades se expresa la propia fe principalmente orando y celebrando, según el axioma "lex orandi, lex credendi".[25] La liturgia es la "didascalia de la Iglesia", es decir, "el órgano más importante del magisterio ordinario de la Iglesia", como dijo ya Pío XI.[26] O en la repetida frase del teólogo ruso Cipriano Kern: "El coro de la Iglesia es la cátedra de la teología".[27] Que es lo que leemos también en la Sacrosanctum Concilium:

"Aunque la sagrada liturgia sea principalmente culto de la divina Majestad, contiene también una gran instrucción para el pueblo fiel...Los mismos signos visibles han sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar realidades divinas invisibles. Por tanto, no sólo cuando se lee 'lo que ha sido escrito para nuestra enseñanza' (Rm 15,4), sino también cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los participantes se alimenta y sus mentes se elevan a Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia" (n.33).

El hombre secularizado de nuestra época no busca ya en la religión la solución a problemas que le resuelve la ciencia y la técnica. Pero este cienticismo y tecnicismo no dan tampoco un sentido a sus problemas existenciales. Entrar en el proceso de producción y consumo, -"vivir para trabajar y trabajar para vivir"-, le hace sentir el sin-sentido de la vida. Sólo la experiencia viva de la gratuidad de la liturgia le hace sentir que la vida vale la pena. Da una respuesta a sus interrogantes.

"Catequizar es descubrir en la persona de Cristo el designio eterno de Dios... Se trata de procurar comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos realizados por El mismo' (CT 5). El fin de la catequesis: conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad" (CEC 426).

"Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo. En efecto, la liturgia, por medio de la cual 'se ejerce la obra de nuestra redención', sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia' (SC 2)" (1068).[28]

 

Comienzos del Camino neocatecumenal

f) LENGUAJE SIMBOLICO

La teología bautismal, -inspirada en los descubrimientos arqueológicos de los baptisterios de las iglesias primitivas de Nazaret-, se presenta en el Camino por un descendimiento del catecúmeno de siete peldaños hasta quedar sumergido en la piscina bautismal. En el Bautismo el cadáver del hombre viejo queda sepultado dentro del agua, que significa la muerte. De la misma forma que Jesús ha entrado en la muerte y ha sido sacado de ella por Dios como hombre nuevo resucitado, así el hombre, entrando y saliendo del agua muere y resucita, realizándose en él la muerte y resurrección de Jesucristo. El que sale del agua es un hombre nuevo, "nacido del agua y del Espíritu" (Jn 3,5; Cf. Rm 6,1ss). El catecumenado es ese descendimiento hasta las aguas del Bautismo, es decir, es el camino de conversión, de desnudamiento del hombre viejo, hombre de pecado, para dejarle sepultado en las aguas y renacer de nuevo con Cristo.

"La catequesis litúrgica pretende introducir en el Misterio de Cristo (es 'mistagogia'), procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los 'sacramentos' a los 'misterios'" (1075).

La renovación litúrgica, impulsada por el Vaticano II y que el Camino Neocatecumenal está llevando a las parroquias, ha dado una gran importancia al lenguaje de los signos y gestos litúrgicos, un lenguaje al que es tan sensible el hombre actual, cuando son realizados con dignidad y arte, con fe y unción auténtica. El hombre actual siente el vacío interior, que ha creado en él la civilización científico-técnica, con su positivismo y pragmatismo materialista, por ello es sensible al lenguaje simbólico, cuando una catequesis adecuada le introduce existencialmente en la participación litúrgica de la Iglesia. No le cansan las celebraciones largas, sino las celebraciones sin vida.

El lenguaje simbólico tiene un valor primordial en el Camino, como lo tiene en Vaticano II, que más que darnos una definición de la Iglesia, la describió mediante la integración de múltiples imágenes tomadas de la vida pastoril, agrícola, familiar o de la construcción.[29] El símbolo orienta más que analiza; inspira más que explica. Habla a todo el hombre, incidiendo directamente en la vida de fe. Algo necesario para el hombre de hoy, como para el de todos los tiempos.

Incluso en nuestro mundo técnico, eficientista y desacralizado, el hombre en los momentos fundamentales de su existencia no puede por menos de recurrir a los símbolos, es decir, dar un significado no material a las cosas. Nacimiento y muerte, la comida y la misma relación sexual son algo más que pura biología, se cargan de significado interno. El comer, por ejemplo, no es en el hombre un simple engullir alimentos; el comer se hace banquete, celebración, comunión con los demás. El hombre, espíritu encarnado en el mundo, hace de las cosas símbolos, cuyo significado transciende su valor material inmediato. En esta realidad de la existencia humana entra Jesucristo en su encarnación. Dios se comunica al hombre entero, en su ser corpóreo y espiritual, sin dualismo alguno. Hechos, palabras y cosas, sacramentos, son signos visibles que manifiestan y realizan en la Iglesia lo que significan.

Los símbolos en la liturgia constituyen un lenguaje que prolonga e intensifica la palabra; su poder evocador ilumina la palabra y saca a la luz los sentimientos interiores del hombre.  La alianza de Dios con su pueblo santo se sella con gestos y ritos y no solamente mediante palabras. Más aún, palabra y acción -dabar- están íntimamente vinculadas.

 "Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo a través de acciones y palabras. Ciertamente, las acciones simbólicas son ya un lenguaje, pero es preciso que la Palabra de Dios y la respuesta de fe acompañen y vivifiquen estas acciones, a fin de que la semilla del Reino dé su fruto en la tierra buena.  Las acciones litúrgicas significan lo que expresa la palabra de Dios: a la vez la iniciativa gratuita de Dios y la respuesta de fe de su pueblo" (1153).  "La palabra y la acción litúrgica, indisociables en cuanto signos y enseñanza, lo son también en cuanto que realizan lo que significan" (1155).

Los siete sacramentos de la Iglesia, signos sacramentales de la Iglesia, realizan lo que significan. Pero no son sólo los sacramentos, sino toda la Liturgia es acción, que une palabra y cosas, materia y forma, cargando las cosas de significado: piedra como memorial del encuentro divino (Gn 28,18), óleo derramado como unción de reyes o sa­cerdotes, incienso como símbolo de la nube de la presencia de Dios, que baja hasta el hombre, o de la oración del hombre que sube a la presencia de Dios, ceniza como signo de duelo penitencial, "sal de la alianza de Dios" (Lv 2,13; Nm 18,19). En el Nuevo Testamento se recogen los símbolos del Antiguo, cargándolos de nuevo significado: pan, vino, agua, aceite, perfume...La Iglesia sigue haciendo lo mismo: fuego nuevo, luz, mezcla de leche y miel, flores, el soplo del hálito, imposición de manos...

Los símbolos litúrgicos son primeramente símbolos cósmicos, pero al penetrar en la liturgia reciben una significación nueva al convertirse en símbolos históricos, lo mismo que sucede con las fiestas. Ya Israel había injertado en el significado cósmico una referencia a la historia de la salvación. La Iglesia, en la misma línea, las enriquecerá de un significado nuevo, refiriéndolas a Cristo. También el Catecismo ha valorado el lenguaje simbólico:

"Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene su raíz en la  creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo" (1145).  "El hombre,  ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a través de signos y  símbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante  gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios" (1146). "Dios habla al hombre a través de la creación visible... La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios" (1147). "Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida social de los hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador. La Liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos de la creación y de la cultura humana confiriéndoles la dignidad de signos de la gracia, de la creación nueva en Jesucristo" (1148).[30]

Kiko, el P. Mario y el Papa Francisco

La significación y transparencia de los símbolos se oscurece cuando se minimiza el signo mismo: ablución reducida a unas gotas de agua; unción que se limita al simple contacto de un dedo humedecido; incensación cuya humareda es casi invisible y cuyo perfume es imperceptible...Sin signo se pierde el simbolismo y el significado. De aquí que en el Camino Neocatecumenal, con celo misionero, se valoricen tanto los signos, en fidelidad a los deseos del Concilio: "En la liturgia, los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre" (SC 7). "Los mismos signos visibles que usa la liturgia han sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar realidades divinas invisibles. Por tanto, no sólo cuando se lee lo que ha sido escrito para nuestra enseñanza, sino también cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los asistentes se alimenta y sus almas se elevan hacia Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia" (Ibíd, n.33):

"Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad" (SC 59)

"La santa madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo, de carácter espiritual. Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida" (Ibíd. 60). 

Pero el símbolo no llega a su plenitud hasta que el hombre lo incorpora a sí en el gesto litúrgico, entrando en contacto corporal con él. Entonces el símbolo, bajo la acción del Espíritu Santo, actúa sobre el creyente, realizando lo que significa. De este modo, el símbolo del agua se convierte en baño lustral o inmersión regeneradora; el aceite en unción; el pan en comida; la luz en iluminación.. La liturgia no es dualista. Lejos de ser una oración mental, se expresa con los labios, se traduce en actitudes corporales, en gestos. Y es que la Revelación no divorcia el cuerpo y el alma, sino que ve al hombre en su unidad, como espíritu encarnado en el mundo. Así lo ha creado Dios y así lo salva. "En el hombre -escribe dom Capelle- lo espiritual y lo corporal no están yuxtapuestos sino unidos y dicha unión no es una composición de dos cosas distintas, sino la correlación interna de dos elementos de un solo y mismo ser; esa unión es propiamente una unidad substancial; por eso, un culto puramente espiritual no sólo no sería humano, sino que es imposible".[31]

La liturgia no se celebra en la interioridad, sino en el ámbito de lo sensible; primero, porque es comunitaria y con los demás nos comunicamos por los sentidos; y segundo, porque es preciso incorporar la dimensión corporal cuando el hombre quiere hacer algo auténticamente humano, dada su unidad de espíritu y cuerpo. La celebración litúrgica, por ello, despierta y plenifica todos los sentidos del hombre y, a través de su corporeidad, toda la persona unitaria. Como dice O. Clement:

"Por la liturgia, la palabra se inserta en un arte total, en una experiencia de santa belleza, que pacifica y transfigura nuestros sentidos, nuestras facultades. Todos los aspectos de la celebración, el perfume, el incienso, las luces vivas, los iconos, los cantos, son símbolos del cielo y de la tierra unidos y renovados en el cuerpo de Cristo bajo las llamas del Espíritu, mientras los iconos nos ponen en comunión con presencias personales devenidas transparentes al amor y a la belleza".[32]

El hecho de haber elegido Dios a un artista como inspirador del Camino Neocatecumenal ha llevado a dar a la liturgia y a la teología una presentación llena de belleza y armonía, donde símbolos y gestos llegan al hombre y le hacen participar plenamente del misterio divino manifestado en Cristo Jesús. Con San Juan, podemos decir: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, lo que hemos visto y oído os lo anunciamos para que estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1Jn 1,1-4).

Un capítulo aparte y largo habría que dedicar a la iconografía del Camino que, en su lenguaje, abarca expresivamente toda la teología cristiana, ayudando a compren­derla y a entrar vitalmente en ella.[33]

 

                                           * * *

 

Es imposible sintetizar en una pocas páginas 25 años de catequesis y vida del Camino Neocatecumenal. En siete capítulos damos una cuantas pinceladas sobre las líneas teológicas fundamentales, sin agotar nunca el tema. Aparte los Textos del Concilio, habría que transcribir los Documentos postconciliares, tan fundamentales en la vida de la Comunidades: Evangelii nuntiandi, Catechesi tradendae, Redemptoris missio, Familiaris consortio, etc. etc... Las comunidades han seguido los sucesivos Sínodos con convivencias a nivel diocesano, nacional e internacional, además de la participación de Kiko en varios de ellos, del P. Claudiano Strazzari y del catequista Stefano Gennarini en uno de ellos cada uno...Toda su teología ha alimentado la vida del Camino.[34]

 

Nuestra Señora del Camino neocatecumenal



[1] Alocución al VI Simposio del Consejo de las Conferencia Episcopales de Europa, L'Osservatore Romano, 12 de octubre de 1985.

[2] R. Blázquez, Las Comunidades Neocatecumenales. Discernimiento teológico, Bilbao 1988, p. 15.

[3] Prueba de ello es el hecho de que la Congregación para la Doctrina de la Fe, que había recibido la primera redacción de estas Líneas teológicas fundamentales del Camino neocatecumenal el 10 de diciembre de 1992 (por tanto antes de la publicación del Catecismo), dos años después pidió que se añadiesen al volumen las citas del CEC que confirman las catequesis.

[4] Pablo VI, audiencia general del 12 de enero de 1977 (Insegnamenti di Paolo VI, 15, 1977). El texto lleva como título "Después del bautismo" y el Papa lo dedicó "ex profeso" a las Comunidades neocatecumenales presentes (citamos el texto de la transcripción original de Radio Vaticana).

[5] Francisco Argüello (Kiko) y Carmen Hernández son los iniciadores del Camino Neocatecumenal.

[6] R. BLAZQUEZ, Las comunidades neocatecumenales. Discerni­miento teológico, Bilbao 1988, p.15.

[7] Juan Pablo II, carta "Ogniqualvolta" al venerado hermano Mons. Paul Josef Cordes, encargado "ad personam" para el apostolado de las Comunidades neocatecumenales, vicepresidente del Pontificio Consejo de Laicos, del 30 de agosto de 1990 (AAS 82 (1990) 1513. También en el Catecismo se afirma: "El ministerio de la catequesis saca energía siempre nuevas de los concilios" (CEC 9). "No es extraño, por ello, que, en el dinamismo del Concilio Vaticano II, la catequesis de la Iglesia haya atraído de nuevo la atención" (CEC 10).

[8] Así leemos en el CEC: "En el lenguaje cristiano, la palabra Iglesia designa no sólo la asamblea litúrgica, sino también la comunidad local o toda la comunidad universal de los creyentes. Estas tres significacio­nes son inseparables de hecho. La Iglesia es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo" (752).

[9] Cf Catecumenato postbattesimale, en Notitiae 95-96 (1974)229s.

[10]  AAS 55(1963)848-849.

[11] Juan Pablo II, Catechesi tradendae, 5.

[12] Cf Rm 5,12. El Concilio de Trento (DSch 1512), citado por CEC 403, habla de la "muerte del alma": "Siguiendo a San Pablo, la Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte son incomprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es 'muerte del alma'".

[13] Como existe una "pedagogía divina" en la revelación de sí mismo (Cf, por ejemplo, CEC 53,122,684,708,1950,2339...), un camino de "avances y progresos" (S. Gregorio Nacianceno, Or. theol. 5,26; CEC 684), así también se hay una pedagogía en la Iglesia en la Iniciación cristiana, que introduce gradualmente al catecúmeno en la plenitud de la vida de gracia.

[14] Cf también la Institutio Generalis Missalis Romani, 9 y el Ordo Lectionum Missae, 3,12.

[15]  A. GREA, La saint  liturgie, París 1909, p.2.;Cf. SC, n.84).

[16] Inst.. de la S. Congregación de la Educación Católica, In ecclesiasticam futurorum, 44, sobre la formación litúrgica en los Seminarios del 3-6-79.

[17] Juan Pablo II, Christifideles,  33.

[18] R. BLAZQUEZ, o.c.,p. 79.

[19] La fe como actitud creyente ("fides qua"), que lleva al Neoca­te­cúmeno a apoyar confiada­mente su vida en Dios, es al mismo tiempo fe objetiva ("fides que), creencia y asentimiento a los contenidos de la fe confesados en el Credo.

[20] Cf. Catechesi tradendae, n. 31. Esto mismo hizo ya San Agustín en su época "con su famosa obra De catechizandis rudibus" (Cf. Catechesi tradendae, n. 59).

[21] Esto explica algunas expresiones de las Catequesis iniciales, que fuera de este contexto pudieran parecer chocan­tes, pero que responden a lo que el Papa Pablo VI decía preci­samente a las Comunidades Neocatecumenales en la audien­cia del 12-1-1977: "El mundo está sordo y es necesario elevar la voz, es necesario encontrar la manera de hacerse entender, es necesario insistir, es necesario convocar a todos a una nueva escuela".

[22] El Papa Pablo VI, en la audiencia a las Comuni­dades el 12-1-1977, les habló elogiosamente del "método de evangeliza­ción gra­dual e inten­sivo", y El Papa Juan Pablo II se lo ha repetido en otras muchas ocasiones: "os dedicáis a una tarea a la que la Iglesia atribuye una gran importancia: la edifica­ción en la fe de la comunidad eclesial a través de una cate­quesis sistemática, sólida, progresiva" (16-10-1980).

[23] Cf. Evangelii nuntiandi, n.54; Catechesi tradendae, n.44.

[24] S. Atanasio, Cartas pascuales 5,1..

[25] Cf DSch 246.

[26] Audiencia concedida a Dom B. Capelle, abad del monasterio de Mont Cesar,  quien la publica en La Saint-Siège et le moviment liturgique, Lovaina 1936, p.22.

[27] C. KERN, citado por I.H. DALMAIS, en A.G. MARTIMORT, La Iglesia en oración, Barcelona 1988, p.251.

[28] Cf también CEC 88,89,1074,1124,2652.

[29] Cf LG 6ss; CEC 751-757.

[30] Cf además CEC 1150-1152;1101,1127.

[31]  B. CAPELLE, Travaux liturgiques de doctrine d'histoire I, Lovaina 1955, p.40.


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