LINEAS TEOLÓGICAS FUNDAMENTALES DEL CAMINO NEOCATECUMENAL: Presentación, Introducción al Neocatecumenado y las características del Camino
Autor: Emiliano Jiménez Hernández
PRESENTACION
INTRODUCCION
a) El Camino, vida
antes que teología
b) El Camino nace con el
Concilio
c) Misterio
Pascual, centro de unidad teológica
d) Palabra-Liturgia-Comunidad
e) Teología celebrativa
f) Lenguaje simbólico
a) El hombre, amado
por Dios
b) El hombre esclavo del pecado
c) Tentaciones o
idolatrías del hombre
d)
Secularización, descristianización y crisis de fe
e) El hombre a
imagen del Hijo de Dios
f) Familia y
sexualidad
g) Virginidad
por el Reino de los cielos
a) Jesucristo:
Dios y hombre
b) Jesús,
Siervo de Yahveh e Hijo del Hombre
c) La
Cruz gloriosa
d) Cristo muerto y resucitado
e) Cristo
Kyrios
a) La
Iglesia es comunión
b) La Iglesia, comunión de los santos
c)
Misión de la Iglesia
d)
Imágenes de la Iglesia
e) Iglesia y ministerios
a) Los sacramentos hacen la Iglesia
b) Los sacramentos de la iniciación cristiana
1. Bautismo
2.
Confirmación
3.
Eucaristía
c) El sacramento de la Penitencia
a) María, paradigma del cristiano
b) Maternidad de María y maternidad del cristiano
c) María, figura de la Iglesia
d) María: Virgen, Esposa y Madre
e) María madre nuestra
a) De la Cristología a la Pneumatología
b) El Espíritu Santo, don de Cristo a la Iglesia
c) El Espíritu Santo hace a la Iglesia una, santa,católica y apostólica
d) Vida según el Espíritu
f) Dones y frutos del Espíritu Santo
7. VIDA TRINITARIA
a) Hijos en el Hijo por el Espíritu Santo
b) Dios uno
c) Combate espiritual
d) Libertad de los hijos de Dios
8. ESCATOLOGIA
a) Si no hay resurrección es vana nuestra fe
b) Vida eterna ahora
c) Vida eterna en el Reino de los cielos
d) Juicio
e) Infierno
f) Muerte del cristiano
g) Visión de Dios
AA Apostolicam actuositatem
AAS Acta Apostolicae Sedis, Roma 1909s.
AG Ad gentes
CD Christus Dominus
CEC Catechismus Ecclesiae Catolicae
DSch H. Denzinger-A. Schonmetzer, Barcelona 1976.
DV Dei Verbum
FC Familiaris consortio
GS Gaudium et spes
MR Misal Romano
LG Lumen gentium
OICA Ordo Initiationis Christianae Adultorum
OT Optatam totius
PG Patrologia greca (Migne)
PL Patrologia latina (Migne)
PO Presbyterorum ordinis
QL Questions Liturgiques, Lovaina
SC Sacrosanctum Concilium
Schr Sources Chrétienne, ParÃs 1941 s.
Sth Santo Tomás, Summa Theologica
UR Unitatis redintegratio
El Camino neocatecumenal es una experiencia eclesial de fe, como han
testimoniado Obispos y Presbíteros de todo el mundo, allí donde está
presente. Lo que ellos han visto no han sido "escritos", sino
comunidades nacidas por la predicación oral, porque hoy, -como en el
tiempo de Pablo-, la fe viene "ex auditu": "la fe viene de la
predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo" (Rm 10,17). Por
ello, el Camino neocatecumenal no tiene, en realidad, "escritos", sino
sólo "Orientaciones para los catequistas", tanto para la fase de
conversión como para las otras etapas. De hecho, el Cristianismo no es
una religión del libro, sino el encuentro con Cristo resucitado. En el
Cristianismo siempre aparece en primer lugar la vida y, sólo después,
viene la reflexión y eventualmente su sistematización (Cf. Lc 1,1-4).
Moisés desciende del Sinaí con las tablas "escritas por el dedo de Dios"
(Ex 31,18); los apóstoles, en cambio, descienden del Cenáculo con el
fuego del Espíritu Santo, que les envía a predicar y testimoniar el
acontecimiento del que ellos mismo son palabra viviente, carta de Cristo
"escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas
de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones" (2 Cor 3,3).
Del mismo modo, el Camino neocatecumenal, es decir, el itinerario de
iniciación cristiana que siguen las Comunidades neocatecumenales, no es
el resultado de una planificación teológico-pastoral, sino un don de
Dios, que presenta los mismos rasgos de la predicación apostólica, de
aquel "primerísimo modelo apostólico", al que el Papa invita inspirarse
para la nueva evangelización.[1]
Aparecen primero las comunidades, fruto de la iniciativa gratuita de
Dios, que potencia la predicación de Kiko y Carmen (1964) y solamente
después, en febrero de 1972, al multiplicarse el número de los equipos
de catequistas que deben dar las catequesis iniciales del Camino, se ve
la necesidad de darles una ayuda específica.
La forma concreta de hacerlo, que se consideró más adecuada en aquel
momento, fue la siguiente: reunir a todos los catequistas de la diócesis
de Madrid, y Kiko y Carmen, les dieron "a ellos" una a una cada
catequesis, invitándoles a recibirla "para ellos". Con la experiencia de
la catequesis recién oída para sus vidas, quizá con algún apunte escrito
tomado por alguno de ellos, pero sobre todo con los textos de la Sagrada
Escritura que son pieza fundamental de cada catequesis, los diversos
equipos de catequistas se reunían para preparar la catequesis y luego la
daban a su vez en la parroquia correspondiente.
Además se debe tener en cuenta además que siempre que los catequistas
reciben por primera vez el volumen que nos ocupa, se les recuerda la
naturaleza exacta del mismo y la utilización interina que de él han de
hacer, insistiéndoles positivamente en que no se lo dejen a nadie, ni
siquiera a los hermanos de su comunidad neocatecumenal que no son
catequistas. El motivo no es -como alguno precipitadamente puede pensar-
una especie de actitud secretista u ocultista propia de los grupos
sectarios, sino sencillamente tratar de evitar que el volumen,
desvirtuado, desnaturalizado y malinterpretado al ser sacado fuera de la
única utilización concreta para la que fue concebido, y en manos de
quien no conoce su génesis, naturaleza y finalidad, sea fuente de
perplejidades, malentendidos y crispaciones.
En estas circunstancias tan complejas y difíciles, suscitar y despertar
la fe de los oyentes mediante la predicación del Evangelio, sólo es
posible gracias a un milagro del Espíritu Santo. Es precisamente lo que
Dios está haciendo en el mundo entero desde hace 30 años mediante la
síntesis catequética del Camino neocatecumenal. El excelente valor de
las catequesis iniciales lo han reconocido algunos expertos, como por
ejemplo el P. G. Groppo, especialista en la historia de la catequesis
antigua, que afirma: "El intento de Kiko de actualizar el catecumenado
es un intento logrado. Su experiencia le ha hecho intuir aquello de
profundamente válido contenía esa institución de la Iglesia de los
primeros siglos y esto le ha permitido encarnarla en una estructura,
que, sin copiar a la letra la antigua, recoge de ella los elementos más
importantes y los injerta en un contexto nuevo: el de la conversión de
los bautizados, pero que no han hecho nunca una opción personal de fe...
Ciertamente, las fórmulas usadas, proveniendo del lenguaje vivo, tomadas
así como suenan, pueden a veces dejarnos perplejos; pero integradas en
el conjunto del discurso, son plenamente ortodoxas... Este modo de
proceder quizás a algunos no les agrade, pero, según mi parecer,
representa una de las mejores vías para quien está empeñado en un
proceso de conversión, como son los oyentes de estas catequesis".
La síntesis de las catequesis iniciales del Camino neocatecumenal tiene
el mérito de haber logrado presentar en unos pocos "flash" los puntos
centrales de la renovación del Concilio Vaticano II, que luego serán
desarrollados progresivamente a lo largo de todo el camino de
conversión. Así, por ejemplo, el misterio pascual como "axis" de
la Palabra de Dios, de las celebraciones litúrgicas y de la vida moral;
la Palabra de Dios (no sólo la Sagrada Escritura, sino también la
experiencia y la tradición viva de la Iglesia, que la precede y la
acompaña) colocada en el centro de la vida de la comunidad cristiana; la
recuperación de las celebraciones sacramentales, de modo particular de
la Eucaristía y de la Penitencia según las riquezas de la reforma
litúrgica del Concilio; el kerigma de la muerte y resurrección de
Jesucristo como alma de toda la vida y misión del cristiano; la visión
conciliar de la Iglesia como sacramento de salvación para el mundo y no
como mera tabla individual de salvación; el amor al enemigo y todas las
actitudes del "Siervo de Yahweh" como lo específico de la moral
cristiana y signos de la fe adulta que llaman a la fe a los hombres,
etc.
Es muy significativo el término con el que familiar y cariñosamente los
miembros de las Comunidades Neocatecumenales designan a las
"Orientaciones a los equipos de catequistas para la fase de conversión"
-término con el que públicamente lo designó desde su aparición el propio
equipo iniciador del Camino Neocatecumenal- es el de la palabra española
"mamotreto", hecho que ciertamente tiene también una significativa
importancia, porque con ese vocablo de la lengua castellana se designa a
"un libro, legajo o cuaderno muy aparatoso, grande, abultado y
deforme en que se apuntan las cosas que se han de tener presentes para
ordenarlas después".
Lo mismo hay que decir del formato externo que también voluntaria y
deliberadamente se ha dado desde sus orígenes a estas "Orientaciones".
Siempre se ha evitado de propósito que tuviesen la forma de un "libro",
que es algo en lenguaje escrito, definitivo y acabado. Estas
"Orientaciones" siempre se han puesto en manos de los catequistas
grafiado en ciclostil o fotocopiado, y encuadernado de forma "casera",
para que también la forma externa indicase su naturaleza de subsidio
para la transmisión oral de las catequesis. Por esto se prefiere darlas
sólo a los catequistas, que conocen su génesis, naturaleza y finalidad.
El motivo no es -como alguno precipitadamente ha podido pensar- una
especie de actitud secretista u ocultista, sino sencillamente para
evitar que sean desvirtuadas, desnaturalizadas y malinterpretadas al ser
sacadas fuera de la única utilización concreta para la que fueron
concebidas.
Después de por lo menos cinco años de Camino Neocatecumenal, es cuando
los miembros de una comunidad eligen por votación como catequistas a
aquellos hermanos que de entre ellos están mostrando como don del Señor
mayor madurez en la fe. A esa altura del camino, los catequistas, junto
con toda su comunidad, durante dos años han ido iniciándose en el
lenguaje bíblico mediante celebraciones semanales de la Palabra de Dios,
que son preparadas durante horas por grupos de estudio, que utilizan
como base los diferentes temas del Vocabulario de Teología Bíblica
de Xavier León-Dufour. Después del paso denominado "primer escrutinio"
-en que toda la comunidad ante el Obispo han renovado la primera parte
del Bautismo-, prosiguen la iniciación bíblica estudiando y celebrando
durante otros dos años las grandes etapas de la Historia de la
Salvación. Para ello se sirven, además del mencionado Vocabulario
y de los instrumentos de estudio que ofrecen las notas y textos
paralelos de la Biblia de Jerusalén, de los libros fundamentales de
introducción al Antiguo y Nuevo Testamento, que son básicos en los
cursos correspondientes de todas las facultades católicas de teología.
Después del "segundo escrutinio" -en el que ante el Obispo renuevan la
segunda parte de su Bautismo- continúa su formación bíblica, estudiando
y celebrando ahora una a una las principales figuras bíblicas,
ayudándose de los instrumentos ya citados y de otros nuevos. Durante
todo ese largo período de años, el amor a la Palabra de Dios, a la
Liturgia y a la Iglesia que poco a poco va germinando en ellos, les
lleva a leer en profundidad los documentos fundamentales del Magisterio
Católico, los principales escritos de los Santos Padres, así como libros
básicos de teología, liturgia e historia de la Iglesia, textos todos que
utilizarán ya más adelante de forma sistemática en el estudio y
celebración de los Salmos, del Símbolo Apostólico, del Padre Nuestro y
del Sermón de la Montaña, que se realizan en las fases sucesivas del
camino.
Las catequesis del Camino neocatecumenal son siempre dadas por un equipo
de catequistas, del que forma parte fundamental un presbítero. Por su ministerio pastoral y por
su específico conocimiento bíblico, magisterial y teológico, garantiza
siempre la ortodoxia doctrinal de las catequesis.
Después de treinta años del nacimiento del Camino, en los que esta
praxis ha sido confirmada y bendecida por Dios con tantos frutos, como
el Papa Juan Pablo II reconoce en su Carta a Mons Paul Cordes del
30 de agosto de 1990, por petición de la Sagrada Congregación para la
Doctrina de la Fe, presentamos las Líneas teológicas fundamentales
del Camino neocatecumenal.
Son fruto de una examen preciso de las diversas catequesis orales dadas
a lo largo de todo el Camino, reviviendo las diversas etapas de la
iniciación cristiana, en las convivencias anuales para la formación de
los catequistas, en las convivencias de itinerantes, hecho por testigos,
que han experimentado todo esto en primera persona y, que teniendo
además una preparación teológica específica, han podido captar las
líneas fundamentales (Cf. Lc 1,1-4).
Estas son, pues, una breve síntesis de toda la riqueza teológica que el
Señor nos ha concedido descubrir durante estos años de Camino
neocatecumenal. La presentación global de la teología del Camino -aunque
no sea más que un pálido reflejo de la vida y de los frutos de santidad
que el Espíritu Santo está suscitando en tantos hermanos- puede ayudar a
los Pastores de la Iglesia en su tarea de discernimiento sobre la
ortodoxia y fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Los textos
patrísticos y los del Catecismo de la Iglesia Católica son un
enriquecimiento y una garantía de ellas.
La naturaleza sintética y sistemática de las
Líneas teológicas
constituyen también una ayuda para los catequistas, al ofrecerles la
posibilidad de una visión de conjunto de los contenidos teológicos de
las catequesis y de los principales elementos doctrinales de la fe de la
Iglesia, que ellos han recibido y experimentado y que son llamados a
anunciar, pero al mismo tiempo hay que afirmar que no pueden sustituir a
las "Orientaciones", dedicadas "ex profeso" a la fase inicial y de
conversión del Camino.
El lenguaje de los dos textos es necesariamente diverso, aunque sea
complementario. Las "Orientaciones" tienen un lenguaje más directo y
precario, propio de la catequesis oral. Son como los apuntes de una
lección dados por el profesor, a los que siempre ha precedido la
escucha. A las "Orientaciones" les precede siempre la catequesis y, por
medio de ella, la conversión. Los apuntes de las "Orientaciones" sirven
como recuerdo, para refrescar lo escuchado: breves "flash" que permiten
estar preparado para afrontar la gran dificultad de anunciar hoy el
Evangelio.
La Líneas fundamentales expresan los mismos contenidos con un
lenguaje más teológico y sistemático. A nosotros nos ha consolado
grandemente constatar que la predicación hecha en estos treinta años ha
sido confirmada por el Catecismo de la Iglesia Católica.[3]
El lenguaje catequético necesita unas formas distintas de las
teológicas. El mensaje del anuncio evangélico "hoy más que nunca ha de
ser anunciado": "Debemos anunciarlo porque el mundo es sordo y,
entonces, es necesario alzar la voz, y hay que encontrar la manera de
hacer entender, se necesita insistir, convocar a todos a una escuela
nueva. La dificultad se hace provocante, se transforma en un incentivo
para convertirse en maestros de nuestro catecismo, es decir, de la
verdad del Evangelio que hay que anunciar".[4]
Confiamos estas Líneas teológicas a la Virgen de Nazaret, que ha
querido e inspirado el Camino neocatecumenal, a ella que acogió la
Palabra y la conservó "en su corazón" (Cf Lc 2,51).
a) EL CAMINO, VIDA
ANTES QUE TEOLOGIA
El Camino Neocatecumenal tiene una síntesis teológica. Pero su
teología no es fruto de un estudio o planificación sistemática anterior,
sino que se desarrollará con la vida y la experiencia. Como siempre en
el cristianismo, la vida se ha anticipado y ha precedido a la ulterior
reflexión y formulación teológica. Es Dios quien toma la iniciativa y se
revela, comunicándose El mismo, sin dar muchas explicaciones. La
teología vendrá después como intento del hombre por aclararse a sí mismo
y comunicar a los demás la experiencia de Dios en su vida y en los demás
que participan de la misma experiencia.
Así es el origen del Camino Neocatecumenal. Lo primero fue la iniciativa
sorprendente y gratuita de Dios que elige a Kiko y a Carmen,[5]
por separado, y luego les hace encontrarse entre los pobres de
Palomeras. Esos comienzos en las chabolas de Palomeras Altas, en la
periferia de Madrid, en 1964, fue un contemplar la acción de Dios entre
los pobres, sin escritos ni muchas formulaciones teológicas. Podemos
decir que este Camino es un don que Dios ha hecho a la Iglesia a través
de los pobres. El Espíritu Santo actuó con fuerza en su pobreza creando
la Koinonía, la comunión entre ellos.
El encuentro de Kiko y Carmen en las barracas de Palomeras Altas fue
providencial. Dios les había preparado con una experiencia de vida y de
fe, y también con una formación teológica para acoger y llevar la
renovación del Concilio a las parroquias, donde les enviaría el
Arzobispo de Madrid D. Casimiro Morcillo. Kiko, nacido en una familia
cristiana, al llegar a la universidad pasa por una etapa de crisis de
fe. La filosofía existencialista, que le lleva al ateísmo, le hace
también preguntarse seriamente por el sentido de su vida. En su
angustia, Dios se le muestra como el único que puede dar sentido a su
vida, llevándole a buscar a Dios entre los pobres y a profundizar su fe
a través del contacto con los PP. Dominicos (P. Polanco y P. Marín...) y
en la "Escuela bíblica" de los Cursillos de Cristiandad.
Tanto Kiko como Carmen tienen su preparación teológica, cuando Dios les
hace encontrarse, pero la catequesis del Camino no es la aplicación
deductiva de los tratados teológicos al hombre actual, sino que es, más
bien, una síntesis creadora entre las líneas teológicas del Vaticano II
y la cultura de nuestro tiempo.
En realidad el Camino no tiene una teología particular, sino la
misma teología de la Iglesia.
Se puede decir que, ante la confusión de tantas ideologías y
teologías, el Camino dirige su mirada a las fuentes de la fe, la
Escritura como es recogida y vivida por la Iglesia primitiva, donde la
verdad nace limpia, como fundamento de identidad del cristiano. Volver a
los fundamentos de nuestra fe, dejándola resonar en nuestro interior,
ilumina la vida de los neocatecúmenos; interiorizándola, haciéndola
propia, vivencial, hace que en la comunidad, y a través de la comunidad,
la verdad de la fe siga hablando y salvando a nuestra generación y pase
a la siguiente generación. Es lo que pretendió también el Vaticano II.
Sagrada Escritura, Santos Padres y Magisterio de la Iglesia son, pues,
las fuentes de la Teología del Camino.
Por otra parte, al tratar de hacer la síntesis de las líneas teológicas
del Camino Neocatecumenal, hay que tener en cuenta que Kiko no es un
teólogo de profesión, sino un pintor de vocación. El no presenta nunca
una estructuración sistemática de la teología, da pinceladas, revestidas
de color y armonía existencial. Sólo al final, con acentuaciones y
matizaciones, sale el cuadro completo.
b) EL CAMINO NACE CON EL
CONCILIO
El Camino Neocatecumenal es un fruto del Concilio Vaticano II, como ha
reconocido el Papa Juan Pablo II: "Siempre que el Espíritu Santo hace
germinar en la Iglesia impulsos de una mayor fidelidad al Evangelio,
florecen nuevos carismas que manifiestan tal realidad y nuevas
instituciones que la ponen en práctica. Así ha sucedido después del
Concilio de Trento y después del Concilio Vaticano II.[7]
Entre las realidades suscitadas por el Espíritu en nuestros días figuran
las Comunidades Neocatecumenales". El Concilio está a la base del
proceso neocatecumenal. La afirmación conciliar de que allí donde se
predica el Evangelio y se celebra la Eucaristía acontece la Iglesia de
Dios y que "en estas comunidades, aunque sean frecuentemente pequeñas y
pobres o vivan en la dispersión, está presente Cristo, por cuya virtud
se congrega la Iglesia, una, santa, católica y apostólica" (LG, n.26),
ha sido la experiencia y el apoyo teológico de las Comunidades
Neocatecumenales.[8]
La renovación litúrgica, bíblica, eclesiológica y misionera -atención de
la Iglesia al mundo- de las cuatro constituciones del Concilio, las ha
asumido el Camino, integrándolas en una síntesis vital y dinámica.
Fin del Camino es llevar el Concilio a las parroquias, traducir la
teología conciliar en vida renovada de los bautizados. "Tales
Comunidades -dice el Papa en la carta citada- hacen visible en las
parroquias el signo de la Iglesia misionera y 'se esfuerzan por abrir el
camino a la evangelización de aquellos que casi han abandonado la vida
cristiana, ofreciéndoles un itinerario de tipo catecumenal, que recorre
todas aquellas fases que en la Iglesia primitiva recorrían los
catecúmenos antes de recibir el sacramento del Bautismo; les acerca de
nuevo a la Iglesia y a Cristo'.[9]
Es el anuncio del Evangelio, el testimonio en pequeñas comunidades y la
celebración eucarística en grupos lo que permite a sus miembros ponerse
al servicio de la renovación de la Iglesia". Esta renovación el CEC la
explicita así:
La nueva eclesiología que aparece en el Concilio en las Comunidades se
hace realidad. La vida cristiana se hace espejo de la Iglesia: "La
liturgia, y sobre todo la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los
fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de
Cristo y la naturaleza auténtica de la Iglesia" (SC, n.2). Una
comunidad, que vive bajo el soplo del Espíritu, hace aparecer el rostro
de Cristo glorioso presente en la historia, como sacramento universal de
salvación para los hombres, en camino hacia el Padre con toda la
creación. El Espíritu es y crea la conciencia de la Iglesia, en cuanto
le "recuerda" las palabras de Cristo y le hace transparente su persona.
El Espíritu Santo sigue presente en la Iglesia a lo largo de los siglos
cumpliendo esta misión. Como decía Pablo VI al inaugurar la segunda
sesión del Concilio:
"Nos parece que ha llegado el momento en que la verdad acerca de la
Iglesia de Cristo debe ser más y mejor estudiada, comprendida y
formulada, quizás no a través de esas afirmaciones solemnes que se
llaman definiciones dogmáticas, pero sí mediante declaraciones por las
que la Iglesia manifieste con más claras y ponderadas enseñanzas lo que
piensa de sí misma...Esperamos que el Espíritu de verdad otorgue una
mayor luz en este Concilio ecuménico de la Iglesia docente e inspire una
doctrina más clara sobre la misma Iglesia, de modo que, como Esposa de
Cristo que es, busque su imagen en El mismo y en El mismo trate, movida
por su encendido amor, de descubrir su propia naturaleza, es decir, esa
hermosura que El mismo quiso que resplandeciera en su Iglesia".[10]
c) MISTERIO PASCUAL, CENTRO DE UNIDAD TEOLOGICA
El misterio pascual de Cristo anunciado, celebrado y vivido es el centro
de unidad teológica del Camino. La comunidad nace del anuncio de Cristo
muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación,
celebra en la Eucaristía esta victoria de Cristo sobre la muerte y el
pecado y vive en la historia manifestando en el amor y la unidad de los
hermanos "el paso de la muerte a la vida" (1Jn 3,14). En la comunidad se
hace realidad lo la Optatam totius dice con relación a la
formación teológica de los futuros presbíteros: "Lo primero que hay que
atender en la revisión de los estudios eclesiásticos es que el
conjunto de las disciplinas filosóficas y teológicas se articulen
mejor y a que todas ellas concurran armoniosamente a abrir cada
vez más las inteligencias de los alumnos al misterio de Cristo,
que afecta a toda la historia de la humanidad e influye constantemente
en la Iglesia" (n.14).
"El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en
el centro de la Buena Nueva que los apóstoles, y la Iglesia a
continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de
Dios se ha cumplido de 'una vez por todas' (Hb 9,26) por la muerte
redentora de su Hijo Jesucristo" (CEC
571). "La transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio
de Jesucristo para llevar a la fe en El" (425). "En el centro de la
catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de
Nazaret, Unigénito del Padre, que ha sufrido y muerto por nosotros y que
ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros"[11]
(426). "La resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe,
creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central,
transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los
documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del
Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz" (638).
"Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María
Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo
un gran terremoto, pues el Angel del Señor bajó del cielo y,
acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó sobre ella...El Angel se
dirigió a las mujeres y les dijo: No temáis, sé que buscáis a Jesús, el
Crucificado, no está aquí. ¡Ha resucitado! Y ahora id de prisa a decir a
sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y os precederá en
Galilea. Mirad os lo he anunciado. Ellas se marcharon a toda prisa del
sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a
los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
Alegraos...No temáis. Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea;
allí me verán" (Mt 28,1-10).
Este anuncio devuelve al hombre a la vida y a la libertad. La pascua de
Cristo de la muerte a la resurrección arrastra con El al hombre de la
muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la
libertad, del cansancio al reposo, de la tristeza a la fiesta de la
alegría.
A la luz del Misterio Pascual aparece en el Camino la verdadera imagen
del hombre, la antropología cristiana. El hombre creado a imagen de
Dios, muerto por el pecado, es redimido por Cristo, muerto y resucitado,
y santificado por el Espíritu Santo, que le testimonia que Dios es
nuestro Padre, llamándonos a la misma vida de hijos suyos. Como dice la
Gaudium et spes:
"En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio
del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que
había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán,
en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta
plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su
vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades encuentren en
Cristo su fuente y su corona.
El, que es imagen del Dios invisible (Col 1,15; 2Cor 4,4), es también el
hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza
divina, deformada por el primer pecado. En El, la naturaleza humana
asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad
sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo
con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de
hombre, obró con voluntad de hombre, amó con amor de hombre. Nacido de
la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, semejante en
todo a nosotros, excepto en el pecado (Hb 4,15).
Cordero inocente, con la entrega libérrima de su sangre, nos mereció la
vida. En El Dios nos reconcilió (2Cor 5,18-19; Col 1,20-22) consigo y
con nosotros y nos libró de la esclavitud del diablo y del pecado, por
lo que cualquiera de nosotros puede decir con el Apóstol: 'El Hijo de
Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí' (Ga 2,20). Padeciendo por
nosotros, no sólo nos dejó un ejemplo para que sigamos sus huellas (1p
2,21; Mt 16,24; Lc 14,27), sino que nos abrió el camino, con cuyo
seguimiento la vida y la muerte se santifican y adquieren un nuevo
sentido.
Este es el gran misterio del hombre que la revelación cristiana
esclarece a los fieles. Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del
dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta
oscuridad. Cristo resucitó, con su muerte destruyó la muerte y nos dio
la vida para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abba,
Padre! (Rm 8,15; Ga 4,6)" (n.22).
De este centro unitario del misterio pascual reciben su luz la
Antropología, Cristología, Eclesiología, Mariología, Pneumatología, Vida
Trinitaria y Escatología, por citar sólo los puntos centrales que
recogemos en esta presentación de la líneas teológicas fundamentales del
Camino.
En su formación, desarrollo y meta, el Camino se basa en el trípode:
Palabra-Liturgia-Comunidad. Es la Palabra anunciada, acogida y celebrada
la que convoca, alimenta y sostiene a la Comunidad. Es la Liturgia la
que hace viva y eficaz la Palabra, llevando a los hermanos de la
división a la Comunión, haciendo de los hermanos un Cuerpo, que tiene a
Cristo como cabeza. Es la Comunidad la que anuncia y celebra agradecida
la Palabra cumplida en ella. En todas sus etapas está presente este
Trípode. También en la teología está presente el Trípode: se trata de
una teología, no especulativa, sino narrativa, histórica, donde la
Palabra se hace historia de salvación; se trata de una teología
celebrativa, expresada en un lenguaje simbólico más que conceptual; y es
una teología eclesial, fruto de la comunión en el Espíritu más que de la
enseñanza o el estudio.
"Quienes con la ayuda de Dios han acogido la llamada de Cristo y han
respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el
amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva.
Este tesoro recibido de los apóstoles ha sido guardado fielmente por sus
sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de
generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión
fraterna y celebrándola en la liturgia y la oración" (CEC 3).
El kerigma, que convoca, suscita la respuesta del Amen en la liturgia y en la vida, en la Eucaristía y en el amor fraterno, que hace de la Comunidad sacramento de Jesucristo, que llama a los alejados a la fe. Los signos del amor y la unidad manifiestan a Jesucristo como Salvador del mundo
El cristianismo es un acontecimiento y no un conjunto de ideas o
exigencias morales. A Dios se le encuentra en la historia y en la
existencia concreta e histórica de Jesús. El hombre para creer en Jesús,
Hijo de Dios encarnado, debe pasar no tanto por la coherencia racional
cuanto por la locura de la cruz, por la aceptación de una
predicación, por la audición de la fe transmitida, por la debilidad de
los signos, que impulsan al hombre, pero no le fuerzan. Pero esa
debilidad de Dios, esa necedad, esa obediencia de la fe, son fuerza de
Dios y poder salvador. La comunicación de Dios se ofrece al hombre
personalmente y no mediante razonamientos, principios o ideas. La fe más
que razonarla se la testimonia. Lo sorprendente de los caminos de Dios
en Jesucristo no puede ser invento humano ya que rompe todos los
esquemas y contrasta, superándolas, con todas las expectativas humanas.
"¡Dichoso el que no se escandaliza de mí!", proclamó el mismo Jesús.
Esto mismo ya aparece en el Antiguo Testamento. Dios se revela actuando
y actúa hablando. Palabra -Dabar Yahveh- es acción y palabra, es
acontecimiento y no manifestación de verdades abstractas. Dios más que
hablarnos de sí, se nos ha dado a conocer actuando y comunicándose en su
palabra y acciones. De aquí -como se subraya en el Camino- que la
Palabra de Dios anteceda, acompañe y supere a la Escritura. La Palabra
se conserva viva en la Iglesia, que, al proclamarla, reviste el
esqueleto de la Escritura de carne y la da viva. Es el cuerpo eclesial
de Cristo el que hace que la Escritura sea Palabra de Dios viva y
eficaz. No es la Escritura sola sino la Escritura y la Tradición son las
que, unidas, mantienen la Revelación de Dios. Por ello, en la
celebración, en la asamblea, al ser proclamada la Escritura, es Dios
mismo quien habla: "Pues cuando se proclama en la Iglesia la Sagrada
Escritura es El (Cristo) quien habla" (SC, n.7). "En la Liturgia Dios
habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo
responde con el canto y la oración" (Ibidem, n.33).[14]
"El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no
se puede prescindir. Sus libros son divinamente inspirados y conservan
un valor permanente, porque la Antigua Alianza no ha sido revocada"
(121). "En efecto, el fin principal de la economía antigua era preparar
la venida de Cristo" (122). "Los cristianos veneran el Antiguo
Testamento como verdadera Palabra de Dios" (123). "La Palabra de Dios,
que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y
despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento" (124).
"Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo Testamento a la luz de
Cristo muerto y resucitado... Por otra parte, el Nuevo Testamento exige
ser leído también a la luz del Antiguo... El Nuevo Testamento está
escondido en el Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en
el Nuevo" (129).
"Sin embargo, la fe cristiana no es una 'religión del Libro'. El
cristianismo es la religión de la 'Palabra' de Dios, 'no de un verbo
escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo' (S. Bernardo). Para que
las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra
eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la
inteligencia de las mismas (Cf. Lc 24,45)" (108).
"En la alabanza, la esposa, es decir, la Iglesia, habla de su amado y se
complace en decir todas sus bellezas; en la lectura, el amado le habla a
su vez y la regocija con el sonido de su voz; finalmente, en la oración,
la esposa que ha hablado al esposo, que ha reconocido su presencia y
oído su voz, le habla también a su vez y le confía sus deseos, sus
dolores y alegrías, sus necesidades y acciones de gracias".[15]
Por esto, la Congregación para la educación católica dice, dirigiéndose
a la formación de los futuros presbíteros, pero válido para todos los
cristianos:
"En orden a la recta formación litúrgica de los futuros sacerdotes,
tiene una especial importancia la estrecha relación existente entre la
liturgia y la doctrina de la fe; esta relación debe ser puesta de
relieve en la enseñanza. La Iglesia, en efecto, expresa la propia fe
principalmente orando, hasta el punto de que la 'ley de la oración
estableció la ley de la fe'. Por tanto, no sólo debe ser observada la
lex orandi para no poner en peligro la lex credendi, sino que
los estudiosos de la teología, a su vez, deben investigar cuidadosamente
la tradición del culto divino".[16]
El trípode de Palabra, Liturgia y Comunidad aparece ya en las catequesis
iniciales, es decir, en la formación misma de la comunidad como fruto de
la Palabra anunciada y celebrada en la Liturgia Penitencial, en la
Liturgia de la Palabra y en la celebración de la Eucaristía, fuente y
culmen de la vida de la Comunidad. Y, en una continuidad pedagógica, la
comunidad se irá afianzando mediante la Palabra escuchada en la
celebración semanal y sellada en la Eucaristía dominical y en las
celebraciones periódicas de la Penitencia, según el ritmo del Año
Litúrgico.
La gradualidad de las etapas es de suma importancia en la iniciación
cristiana de los neocatecúmenos. En un proceso progresivo y pedagógico,
el neocatecúmeno va recibiendo y siendo gestado a la fe por la Palabra
de Dios y por los Sacramentos, que la acompañan. En una primera etapa la
Comunidad se acerca a la Escritura en una forma muy simple destinada a
poner a los hermanos en contacto con la Biblia como Palabra de
salvación, aprendiendo el lenguaje de Dios, lenguaje
histórico-salvífico. La Escritura que se hace Palabra de Dios en la
celebración. De esta manera el mensaje de salvación del Evangelio es
visto ya incoado en el Antiguo Testamento y cumplido en Jesucristo, a
cuya luz se proclama y escucha siempre la Escritura:
La Palabra es siempre preparada por unos hermanos de la Comunidad, que
se sirven del Vocabulario de Teología bíblica de León Dufour y de las
notas e introducciones de la Biblia y de la exégesis de los mejores
escrituristas de la Iglesia. El presbítero, que preside la celebración,
garantiza la comunión eclesial en la interpretación de la Escritura.
En las sucesivas etapas se recorre de nuevo toda la Escritura, viendo la
historia de la salvación en sus momentos fundamentales o profundizando
en aspectos particulares, como las figuras o personajes bíblicos, los
salmos, las bienaventuranzas... Se puede decir que en el
neocatecumenado la Escritura es el alma de la vida y de la formación de
los miembros de la Comunidad. Y con la Escritura, los neocatecúmenos se
abren a la Tradición de la Iglesia. Al respecto es significativa la
etapa de la traditio y de la redditio symboli, en la que
"cada artículo del Credo es estudiado, personalizado y celebrado
comunitariamente. La respuesta al kerigma no se agota en la acogida del
Señor como Salvador; se requiere, además, que los contenidos de la fe se
expliciten y se reciban".[18]
La fe como actitud creyente, que lleva al neocatecúmeno a apoyar
confiadamente su vida en Dios, es al mismo tiempo fe objetiva, creencia,
y asentimiento a los contenidos de la fe confesados en el Credo.[19]
Quizás convenga subrayar algo obvio para poder entender mejor la
teología de las Comunidades. El Camino Neocatecumenal es gradual, de
otro modo no sería camino ni catecumenal. Se acomoda al ritmo de
conversión y de fe de las personas. Esta gradualidad no significa
graduar o rebajar el Evangelio, sino iniciar progresivamente en las
riquezas del mismo.[20]
Esta gradualidad pedagógica es pastoralmente necesaria si se tiene en
cuenta que el Camino se inicia con personas que llegan a él desde la
increencia, desde el abandono de la Iglesia, desde el espíritu
anticristiano del mundo actual secularizado.[21]
Así de etapa en etapa, paso a paso, el Neocatecúmeno va madurando en su
fe y en la conversión de su vida hasta llegar a la estatura adulta, "a
la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13).[22]
Para lograr esta madurez en la fe, la predicación del Camino se da en
tres niveles: Kerigma, que funda la fe o la hace resonar,
transmitiendo una vida; catequesis, que edifica el hombre nuevo
sobre el fundamento del kerigma, "profundizando, consolidando,
alimentando la fe";[23]
homilía, que es la parénesis que invita a ser fieles a la
predicación recibida.
La comunidad se reúne primordialmente, no para estudiar ni para
reflexionar en común, sino para celebrar la Palabra de Dios, la
Eucaristía y la Comunión eclesial, fruto de la Palabra y los
Sacramentos.
El Camino no ha partido de unas ideas preconcebidas. Ni en la catequesis
ni en la celebración se usa un lenguaje abstracto. La predicación
kerigmática ofrece gratuitamente el Evangelio de Dios y no
razonamientos sobre su existencia. Este anuncio acogido es salvador y
provoca la gratitud, que se expresa en la celebración de la "Acción de
gracias" y en una vida moral responsorial, como culto a Dios en la
historia "en espíritu y verdad". En el acto de fe, el creyente no se
adhiere a una fórmula conceptual, sino que se adhiere con toda su
persona a la realidad misma de lo creído. Así la fe se hace, en vez de
doctrina, confessio fidei. Aunque suponga la aceptación de las
verdades creídas, ser creyente es mucho más que eso; significa aceptar
una forma de vida, o mejor, entrar en una nueva forma de ser. Por eso,
la fe supone la conversión, un nuevo nacimiento, una recreación o
regeneración. No se cree sólo con la mente o el corazón, se cree con
todo el ser, con toda la persona.
El cristiano, engendrado en la Pascua de Cristo, celebra su fe en la liturgia y en la vida, sin divorcio entre ellas, porque la Pascua es la fiesta de la Vida. "Cristo resucitado convierte la vida en una fiesta perenne".[24] El mismo Jesús, en el Evangelio, compara constantemente el reino de Dios, predicado y vivido por El, con la "alegría de las bodas". Como "primogénito de los muertos" y "conductor de la vida" contra los poderes de la muerte, El es "el que guía las danzas nupciales" y la comunidad es "la esposa que danza con El", como decía S. Hipólito. El es "el Señor de la gloria" (1Cor 2,8). La gracia, experimentada en el perdón, se manifiesta en las Comunidades en la fiesta, en el banquete, en el canto, en las salas tapizadas y llenas de luces y flores, en las danzas, en la alegría de la celebración y de la vida (Cf. Lc 15,11ss).
En las Comunidades se expresa la propia fe principalmente orando y
celebrando, según el axioma "lex orandi, lex credendi".[25]
La liturgia es la "didascalia de la Iglesia", es decir, "el órgano más
importante del magisterio ordinario de la Iglesia", como dijo ya Pío XI.[26]
O en la repetida frase del teólogo ruso Cipriano Kern: "El coro de la
Iglesia es la cátedra de la teología".[27]
Que es lo que leemos también en la Sacrosanctum Concilium:
"Aunque la sagrada liturgia sea principalmente culto de la divina
Majestad, contiene también una gran instrucción para el pueblo
fiel...Los mismos signos visibles han sido escogidos por Cristo o por la
Iglesia para significar realidades divinas invisibles. Por tanto, no
sólo cuando se lee 'lo que ha sido escrito para nuestra enseñanza' (Rm
15,4), sino también cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los
participantes se alimenta y sus mentes se elevan a Dios a fin de
tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia"
(n.33).
El hombre secularizado de nuestra época no busca ya en la religión la
solución a problemas que le resuelve la ciencia y la técnica. Pero este
cienticismo y tecnicismo no dan tampoco un sentido a sus problemas
existenciales. Entrar en el proceso de producción y consumo, -"vivir
para trabajar y trabajar para vivir"-, le hace sentir el sin-sentido de
la vida. Sólo la experiencia viva de la gratuidad de la liturgia le hace
sentir que la vida vale la pena. Da una respuesta a sus interrogantes.
"Catequizar es descubrir en la persona de Cristo el designio eterno de
Dios... Se trata de procurar comprender el significado de los gestos y
de las palabras de Cristo, los signos realizados por El mismo' (CT 5).
El fin de la catequesis: conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El
puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes
de la vida de la Santísima Trinidad" (CEC 426).
"Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su
liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo
en el mundo. En efecto, la liturgia, por medio de la cual 'se ejerce la
obra de nuestra redención', sobre todo en el divino sacrificio de la
Eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y
manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de
la verdadera Iglesia' (SC 2)" (1068).[28]
La teología bautismal, -inspirada en los descubrimientos arqueológicos
de los baptisterios de las iglesias primitivas de Nazaret-, se presenta
en el Camino por un descendimiento del catecúmeno de siete peldaños
hasta quedar sumergido en la piscina bautismal. En el Bautismo el
cadáver del hombre viejo queda sepultado dentro del agua, que significa
la muerte. De la misma forma que Jesús ha entrado en la muerte y ha sido
sacado de ella por Dios como hombre nuevo resucitado, así el hombre,
entrando y saliendo del agua muere y resucita, realizándose en él la
muerte y resurrección de Jesucristo. El que sale del agua es un hombre
nuevo, "nacido del agua y del Espíritu" (Jn 3,5; Cf. Rm 6,1ss). El
catecumenado es ese descendimiento hasta las aguas del Bautismo, es
decir, es el camino de conversión, de desnudamiento del hombre viejo,
hombre de pecado, para dejarle sepultado en las aguas y renacer de nuevo
con Cristo.
"La catequesis litúrgica pretende introducir en el Misterio de Cristo
(es 'mistagogia'), procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a
lo significado, de los 'sacramentos' a los 'misterios'" (1075).
La renovación litúrgica, impulsada por el Vaticano II y que el Camino
Neocatecumenal está llevando a las parroquias, ha dado una gran
importancia al lenguaje de los signos y gestos litúrgicos, un lenguaje
al que es tan sensible el hombre actual, cuando son realizados con
dignidad y arte, con fe y unción auténtica. El hombre actual siente el
vacío interior, que ha creado en él la civilización científico-técnica,
con su positivismo y pragmatismo materialista, por ello es sensible al
lenguaje simbólico, cuando una catequesis adecuada le introduce
existencialmente en la participación litúrgica de la Iglesia. No le
cansan las celebraciones largas, sino las celebraciones sin vida.
El lenguaje simbólico tiene un valor primordial en el Camino, como lo
tiene en Vaticano II, que más que darnos una definición de la Iglesia,
la describió mediante la integración de múltiples imágenes tomadas de la
vida pastoril, agrícola, familiar o de la construcción.[29]
El símbolo orienta más que analiza; inspira más que explica. Habla a
todo el hombre, incidiendo directamente en la vida de fe. Algo necesario
para el hombre de hoy, como para el de todos los tiempos.
Incluso en nuestro mundo técnico, eficientista y desacralizado, el
hombre en los momentos fundamentales de su existencia no puede por menos
de recurrir a los símbolos, es decir, dar un significado no material a
las cosas. Nacimiento y muerte, la comida y la misma relación sexual son
algo más que pura biología, se cargan de significado interno. El comer,
por ejemplo, no es en el hombre un simple engullir alimentos; el comer
se hace banquete, celebración, comunión con los demás. El hombre,
espíritu encarnado en el mundo, hace de las cosas símbolos, cuyo
significado transciende su valor material inmediato. En esta realidad de
la existencia humana entra Jesucristo en su encarnación. Dios se
comunica al hombre entero, en su ser corpóreo y espiritual, sin dualismo
alguno. Hechos, palabras y cosas, sacramentos, son signos visibles que
manifiestan y realizan en la Iglesia lo que significan.
Los símbolos en la liturgia constituyen un lenguaje que prolonga e
intensifica la palabra; su poder evocador ilumina la palabra y saca a la
luz los sentimientos interiores del hombre.
La alianza de Dios con su pueblo santo se sella con gestos y
ritos y no solamente mediante palabras. Más aún, palabra y acción -dabar-
están íntimamente vinculadas.
"Toda
celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su
Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa
como un diálogo a través de acciones y palabras. Ciertamente, las
acciones simbólicas son ya un lenguaje, pero es preciso que la Palabra
de Dios y la respuesta de fe acompañen y vivifiquen estas acciones, a
fin de que la semilla del Reino dé su fruto en la tierra buena.
Las acciones litúrgicas significan lo que expresa la palabra de
Dios: a la vez la iniciativa gratuita de Dios y la respuesta de fe de su
pueblo" (1153). "La palabra
y la acción litúrgica, indisociables en cuanto signos y enseñanza, lo
son también en cuanto que realizan lo que significan" (1155).
Los siete sacramentos de la Iglesia, signos sacramentales de la Iglesia,
realizan lo que significan. Pero no son sólo los sacramentos, sino toda
la Liturgia es acción, que une palabra y cosas, materia y forma,
cargando las cosas de significado: piedra como memorial del encuentro
divino (Gn 28,18), óleo derramado como unción de reyes o sacerdotes,
incienso como símbolo de la nube de la presencia de Dios, que baja hasta
el hombre, o de la oración del hombre que sube a la presencia de Dios,
ceniza como signo de duelo penitencial, "sal de la alianza de Dios" (Lv
2,13; Nm 18,19). En el Nuevo Testamento se recogen los símbolos del
Antiguo, cargándolos de nuevo significado: pan, vino, agua, aceite,
perfume...La Iglesia sigue haciendo lo mismo: fuego nuevo, luz, mezcla
de leche y miel, flores, el soplo del hálito, imposición de manos...
Los símbolos litúrgicos son primeramente símbolos cósmicos, pero al
penetrar en la liturgia reciben una significación nueva al convertirse
en símbolos históricos, lo mismo que sucede con las fiestas. Ya Israel
había injertado en el significado cósmico una referencia a la historia
de la salvación. La Iglesia, en la misma línea, las enriquecerá de un
significado nuevo, refiriéndolas a Cristo. También el Catecismo ha
valorado el lenguaje simbólico:
"Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene su raíz en la creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo" (1145). "El hombre, ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a través de signos y símbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás, mediante gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios" (1146). "Dios habla al hombre a través de la creación visible... La luz y la noche, el viento y el fuego, el agua y la tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios" (1147). "Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida social de los hombres: lavar y ungir, partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia santificante de Dios y la gratitud del hombre hacia su Creador. La Liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica elementos de la creación y de la cultura humana confiriéndoles la dignidad de signos de la gracia, de la creación nueva en Jesucristo" (1148).[30]
La significación y transparencia de los símbolos se oscurece cuando se
minimiza el signo mismo: ablución reducida a unas gotas de agua; unción
que se limita al simple contacto de un dedo humedecido; incensación cuya
humareda es casi invisible y cuyo perfume es imperceptible...Sin signo
se pierde el simbolismo y el significado. De aquí que en el Camino
Neocatecumenal, con celo misionero, se valoricen tanto los signos, en
fidelidad a los deseos del Concilio: "En la liturgia, los signos
sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación
del hombre" (SC 7). "Los mismos signos visibles que usa la liturgia han
sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar realidades
divinas invisibles. Por tanto, no sólo cuando se lee lo que ha sido
escrito para nuestra enseñanza, sino también cuando la Iglesia ora,
canta o actúa, la fe de los asistentes se alimenta y sus almas se elevan
hacia Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con
mayor abundancia" (Ibíd, n.33):
"Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la
edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios;
pero, en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo
suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la
expresan por medio de palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos
de la fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración
prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma
gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad" (SC 59)
"La santa madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son
signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de
los cuales se expresan efectos, sobre todo, de carácter espiritual. Por
ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los
sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida"
(Ibíd. 60).
Pero el símbolo no llega a su plenitud hasta que el hombre lo incorpora
a sí en el gesto litúrgico, entrando en contacto corporal con él.
Entonces el símbolo, bajo la acción del Espíritu Santo, actúa sobre el
creyente, realizando lo que significa. De este modo, el símbolo del agua
se convierte en baño lustral o inmersión regeneradora; el aceite en
unción; el pan en comida; la luz en iluminación.. La liturgia no es
dualista. Lejos de ser una oración mental, se expresa con los labios, se
traduce en actitudes corporales, en gestos. Y es que la Revelación no
divorcia el cuerpo y el alma, sino que ve al hombre en su unidad, como
espíritu encarnado en el mundo. Así lo ha creado Dios y así lo salva.
"En el hombre -escribe dom Capelle- lo espiritual y lo corporal no están
yuxtapuestos sino unidos y dicha unión no es una composición de dos
cosas distintas, sino la correlación interna de dos elementos de un solo
y mismo ser; esa unión es propiamente una unidad substancial; por eso,
un culto puramente espiritual no sólo no sería humano, sino que es
imposible".[31]
La liturgia no se celebra en la interioridad, sino en el ámbito de lo
sensible; primero, porque es comunitaria y con los demás nos comunicamos por
los sentidos; y segundo, porque es preciso incorporar la dimensión corporal
cuando el hombre quiere hacer algo auténticamente humano, dada su unidad de
espíritu y cuerpo. La celebración litúrgica, por ello, despierta y plenifica
todos los sentidos del hombre y, a través de su corporeidad, toda la persona
unitaria. Como dice O. Clement:
"Por la liturgia, la palabra se inserta en un arte total, en una experiencia
de santa belleza, que pacifica y transfigura nuestros sentidos, nuestras
facultades. Todos los aspectos de la celebración, el perfume, el incienso,
las luces vivas, los iconos, los cantos, son símbolos del cielo y de la
tierra unidos y renovados en el cuerpo de Cristo bajo las llamas del
Espíritu, mientras los iconos nos ponen en comunión con presencias
personales devenidas transparentes al amor y a la belleza".[32]
El hecho de haber elegido Dios a un artista como inspirador del Camino
Neocatecumenal ha llevado a dar a la liturgia y a la teología una
presentación llena de belleza y armonía, donde símbolos y gestos llegan al
hombre y le hacen participar plenamente del misterio divino manifestado en
Cristo Jesús. Con San Juan, podemos decir: "Lo que existía desde el
principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
hemos contemplado y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, lo
que hemos visto y oído os lo anunciamos para que estéis en comunión con
nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo
Jesucristo" (1Jn 1,1-4).
Un capítulo aparte y largo habría que dedicar a la iconografía del Camino
que, en su lenguaje, abarca expresivamente toda la teología cristiana,
ayudando a comprenderla y a entrar vitalmente en ella.[33]
* * *
Es imposible sintetizar en una pocas páginas 25 años de catequesis y vida
del Camino Neocatecumenal. En siete capítulos damos una cuantas pinceladas
sobre las líneas teológicas fundamentales, sin agotar nunca el tema. Aparte
los Textos del Concilio, habría que transcribir los Documentos
postconciliares, tan fundamentales en la vida de la Comunidades: Evangelii
nuntiandi, Catechesi tradendae, Redemptoris missio, Familiaris consortio,
etc. etc... Las comunidades han seguido los sucesivos Sínodos con
convivencias a nivel diocesano, nacional e internacional, además de la
participación de Kiko en varios de ellos, del P. Claudiano Strazzari y del
catequista Stefano Gennarini en uno de ellos cada uno...Toda su teología ha
alimentado la vida del Camino.[34]
[1]
Alocución al VI Simposio del Consejo de las Conferencia Episcopales
de Europa, L'Osservatore Romano, 12 de octubre de 1985.
[2]
R. Blázquez, Las Comunidades Neocatecumenales. Discernimiento
teológico, Bilbao 1988, p. 15.
[3]
Prueba de ello es el hecho de que la Congregación para la Doctrina
de la Fe, que había recibido la primera redacción de estas Líneas
teológicas fundamentales del Camino neocatecumenal el 10 de
diciembre de 1992 (por tanto antes de la publicación del Catecismo),
dos años después pidió que se añadiesen al volumen las citas del CEC
que confirman las catequesis.
[4]
Pablo VI, audiencia general del 12 de enero de 1977 (Insegnamenti
di Paolo VI, 15, 1977).
El texto lleva como título "Después del bautismo" y el Papa lo
dedicó "ex profeso" a las Comunidades neocatecumenales
presentes (citamos el texto de la transcripción original de Radio
Vaticana).
[5]
Francisco Argüello (Kiko) y Carmen Hernández son los iniciadores del
Camino Neocatecumenal.
[6]
R. BLAZQUEZ, Las comunidades neocatecumenales. Discernimiento
teológico, Bilbao 1988, p.15.
[7]
Juan Pablo II, carta "Ogniqualvolta" al venerado hermano Mons. Paul
Josef Cordes, encargado "ad personam" para el apostolado de las
Comunidades neocatecumenales, vicepresidente del Pontificio Consejo
de Laicos, del 30 de agosto de 1990 (AAS 82 (1990) 1513. También en
el Catecismo se afirma: "El ministerio de la catequesis saca energía
siempre nuevas de los concilios" (CEC 9). "No es extraño, por ello,
que, en el dinamismo del Concilio Vaticano II, la catequesis de la
Iglesia haya atraído de nuevo la atención" (CEC 10).
[8]
Así leemos en el CEC: "En el lenguaje cristiano, la palabra
Iglesia designa no sólo la asamblea litúrgica, sino también la
comunidad local o toda la comunidad universal de los creyentes.
Estas tres significaciones son inseparables de hecho. La Iglesia
es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios
existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea
litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y
del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo
de Cristo" (752).
[9]
Cf Catecumenato postbattesimale, en Notitiae 95-96 (1974)229s.
[10]
AAS 55(1963)848-849.
[11]
Juan Pablo II, Catechesi tradendae, 5.
[12]
Cf Rm 5,12. El Concilio de Trento (DSch 1512), citado por CEC 403,
habla de la "muerte del alma": "Siguiendo a San Pablo, la Iglesia ha
enseñado siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y
su inclinación al mal y a la muerte son incomprensibles sin su
conexión con el pecado de Adán y con el hecho de que nos ha
transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es
'muerte del alma'".
[13]
Como existe una "pedagogía divina" en la revelación de sí mismo (Cf,
por ejemplo, CEC 53,122,684,708,1950,2339...), un camino de "avances
y progresos" (S. Gregorio Nacianceno, Or. theol. 5,26; CEC 684), así
también se hay una pedagogía en la Iglesia en la Iniciación
cristiana, que introduce gradualmente al catecúmeno en la plenitud
de la vida de gracia.
[14]
Cf también la Institutio Generalis Missalis Romani, 9 y el Ordo
Lectionum Missae, 3,12.
[15]
A. GREA, La saint
liturgie, París 1909, p.2.;Cf. SC, n.84).
[16]
Inst.. de la S. Congregación de la Educación Católica, In
ecclesiasticam futurorum, 44, sobre la formación litúrgica en los
Seminarios del 3-6-79.
[17]
Juan Pablo II, Christifideles,
33.
[18]
R. BLAZQUEZ, o.c.,p. 79.
[19]
La fe como actitud creyente ("fides qua"), que lleva al
Neocatecúmeno a apoyar confiadamente su vida en Dios, es al mismo
tiempo fe objetiva ("fides que), creencia y asentimiento a los
contenidos de la fe confesados en el Credo.
[20]
Cf. Catechesi tradendae, n. 31. Esto mismo hizo ya San Agustín en su
época "con su famosa obra De catechizandis rudibus" (Cf.
Catechesi tradendae, n. 59).
[21]
Esto explica algunas expresiones de las Catequesis iniciales, que
fuera de este contexto pudieran parecer chocantes, pero que
responden a lo que el Papa Pablo VI decía precisamente a las
Comunidades Neocatecumenales en la audiencia del 12-1-1977: "El
mundo está sordo y es necesario elevar la voz, es necesario
encontrar la manera de hacerse entender, es necesario insistir, es
necesario convocar a todos a una nueva escuela".
[22]
El Papa Pablo VI, en la audiencia a las Comunidades el 12-1-1977,
les habló elogiosamente del "método de evangelización gradual e
intensivo", y El Papa Juan Pablo II se lo ha repetido en otras
muchas ocasiones: "os dedicáis a una tarea a la que la Iglesia
atribuye una gran importancia: la edificación en la fe de la
comunidad eclesial a través de una catequesis sistemática, sólida,
progresiva" (16-10-1980).
[23]
Cf. Evangelii nuntiandi, n.54; Catechesi tradendae, n.44.
[24]
S. Atanasio, Cartas pascuales 5,1..
[25]
Cf DSch 246.
[26]
Audiencia concedida a Dom B. Capelle, abad del monasterio de Mont
Cesar, quien la publica
en La Saint-Siège et le moviment liturgique, Lovaina 1936, p.22.
[27]
C. KERN, citado por I.H. DALMAIS, en A.G. MARTIMORT, La Iglesia en
oración, Barcelona 1988, p.251.
[28]
Cf también CEC 88,89,1074,1124,2652.
[29]
Cf LG 6ss; CEC 751-757.
[30]
Cf además CEC 1150-1152;1101,1127.
[31] B. CAPELLE, Travaux liturgiques de doctrine d'histoire I, Lovaina 1955, p.40.